La sexualidad en el siglo XXI

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Bibliografía

Lacan, J., “Prefacio a El despertar de la primavera”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2011.

Miller, J.-A., Introducción a la clínica psicoanalítica. Conferencias en España, Gredos, Madrid, 2006.

Miller, J.-A., Donc. La lógica de la cura, Paidós, Buenos Aires, 2011.

Laurent, É., Posiciones femeninas del ser, Tres Haches, Buenos Aires, 1999.

Laurent, É., El goce sin rostro, Tres Haches, Buenos Aires, 2010.

*- Ana Rosa Cóncaro es AP de la Escuela de la Orientación Lacaniana y Asociación Mundial de Psicoanálisis. Coordinadora del CID Salta.

1- Miller, J.-A., Donc, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 382.

2- Laurent., É., El goce sin rostro, Tres Haches, Buenos Aires, 2010, p. 80.

3- Ibid.

4- Entrevista inédita a L. Gorostiza. En “El psicoanálisis y la discordia de las identificaciones”. XXVVII Jornadas anuales de la EOL Buenos Aires.2018.

Algunas reflexiones sobre la infancia trans Liliana Oteo (*)

“…y ciertos lugares quieren decirnos algo, o dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo”. (1) Uno de estos lugares es la clínica que se abre con la infancia trans y que lleva a descubrirla en su incipiente aparición. Ya el prefijo trans, que etimológicamente significa “más allá”, dice de una clínica que va más allá del Nombre-del-Padre

Lacan ubica a la mujer entre un centro simbolizado por el falo y la ausencia radical del goce femenino. Espacio otro relacionado con el inconsciente y lo real, sin interior ni exterior definidos, difícil de localizar desde la lógica fálica, ya que no es representable por el significante. Lacan lo aborda desde una lógica de la sexuación de más allá del Edipo que supone la inscripción de la posición sexuada a nivel de lo real del goce, según los modos masculino y femenino, ligados al todo del goce fálico o al no-todo respectivamente. Una repartición sexuada en la que las mujeres en posición femenina acceden a un goce suplementario más allá del goce fálico, la mujer está no-toda sometida a la interdicción edípica. La metáfora paterna no logra subsumir todo el goce en significación fálica y los objetos pregenitales ligados al goce quedan como restos permanentes que fijan el deseo inconsciente en el fantasma, sustancias de goce en infracción con la castración. El deseo queda fijado a goces que permanecen intrínsecamente perversos. “La sexualidad femenina aparece como el esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad, no disuelto aún por el significante, previo a la operación de la castración”. (2)

Al tomar esta vertiente del goce se coloca al niño frente a la división entre madre y mujer, encontrándose así con la posición femenina de la madre, con su real, con el sinsentido, y queda más abierto a la incidencia de lo femenino, porque su atadura al falo es aún laxa, por lo cual está más cerca del sinsentido de la lengua en su materialidad significante. Desde el Edipo el niño tiene que arreglárselas con el deseo de la madre, pero desde el más allá del Edipo se encuentra confrontado con la mujer, lo que permite ubicar a qué se refiere Laurent cuando dice que el transexual responde a fijaciones precoces de la sexualidad infantil. Son niños que habrían tenido una relación directa con el goce femenino, con lo real de la madre como mujer, “una percepción temprana de la madre como mujer”. (3)

A esta altura es importante destacar el papel de la subjetivación de la castración materna por su relieve, asimismo en la elección del sujeto trans infantil. La castración, operación simbólica que incluye al sujeto en el lenguaje, tiene como operador a la privación que recae sobre la madre, y que puede ser aceptada o no por el niño. Se trata de la “insondable decisión del ser”, (4) de un consentimiento que se da o no a la inscripción de la castración. No se nace niño o niña, no es del orden de un determinismo anatómico sino de un devenir.

El sujeto trans se autopercibe con un cuerpo distinto al que le otorga su sexo biológico. Autopercepción que va acompañada de una certeza sin vacilaciones: “yo no soy nene”, “soy nena” o viceversa. Yo nena, yo princesa, dice Luana. (5) El sujeto trans masculino, en la subjetivación de la castración, confunde el pene con el falo oponiéndose a ser representado por éste, inscribiéndose a nivel de lo real como ser sexual y entonces desprotegido del género.

Es por este sesgo que el psicoanálisis difiere de los otros discursos en la consideración de los niños trans. “Tengo una identidad por lo cual me parezco a los otros”, pero también… “tengo mi diferencia”. Al mismo tiempo que me encuentro en el Otro por mi rasgo de serialidad… me distingo en tanto je de lo que soy como moi: “Uno entre otros”. (6) Esto conduce nuevamente al momento antes destacado donde se juega la relación del niño con el goce femenino y la elección trans, porque es también el tiempo en el que el niño está entre el enunciado y la enunciación, lo que es clave en el psicoanálisis con niños. Delicado momento hasta que el niño llega a la enunciación que es la subjetivación del lenguaje… “Es un proceso de apropiación …de cierta relación con el mundo”. Antes de la misma…“la lengua no es más que la posibilidad de la lengua”. (7)

Otro punto también vinculado al alto grado de permeabilidad del niño es el impacto que tienen las palabras sobre él, siendo por lo tanto de gran importancia el discurso de los padres en el tratamiento con los niños.

Siguiendo este hilo, hago unas observaciones sobre el discurso de una madre dirigido a su hija: Luana, en un libro (8) en el que al no tener un trabajo de edición es posible seguir el sujeto de la enunciación. En tono epistolar la madre le habla a la hija. El sujeto de la enunciación que sostiene el enunciado es la madre que habla en segunda persona: “Hoy mamá empieza a escribir lo que recuerda…”. A veces es mamá y a veces es yo: “Noté (yo) que eras muy sensible”. “Nacieron mis mellizos”. Un sujeto de la enunciación que ya no sabe quién es, su propio lugar de la enunciación es muy confuso. Un punto de vista que se amalgama, y que no se decide.

Bibliografía

Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 1999.

Lacan, J., El Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2014.

Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1981.

Lacan, J., El Seminario, Libro 19, …o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012.

Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009.

Marchesini, A. y otros, “El trans sexual”, Revista Virtualia 34, marzo 2018.

Mansilla, G., Yo nena, yo princesa, Ed.UNSG, Buenos Aires, 2014.

*- Liliana Oteo, es miembro del CID Jujuy.

1- Borges, J. L., “La muralla y los libros”, Otras inquisiciones, Emecé, Buenos Aires, 1974.

2- Lacan, J., “Ideas directrices para un congreso sobre la sexualidad femenina”, Escritos I, Siglo XXI, Buenos Aires, 1978.

3- Stiglitz, G., “Entrevista a E. Laurent”, Rayuela, Revista virtual, 2017.

4- Lacan, J., La causalidad psíquica, Homo Sapiens, Buenos Aires, 1978.

5- Luana-Lulu. Primera niña legalmente transgénero del mundo.

6- Miller, J.-A., Los signos del goce, Paidós, Buenos Aires, 1998.

7- Benveniste, E., Problemas de lingüística general II, Siglo XXI, Buenos Aires, 1997.

8- Mansilla, G., Yo nena, yo princesa, Ed. UNSG, Buenos Aires, 2014.

FORMAS DEL OBJETO

Lo universal y lo singular: algunas puntuaciones sobre la ciencia y el psicoanálisis Daniela Villalba (*)
Introducción

En este trabajo nos proponemos debatir las categorías de lo universal y lo singular para, a partir de allí, pensar la coyuntura de nuestra civilización actual tomando como puntos de referencia la ciencia y lo femenino. Desde allí intentaremos esbozar algunas conclusiones posibles.

Lo universal y lo singular en la ciencia

Las categorías de universal y singular son y fueron objeto de debates. Ambas son categorías tanto lógicas como ontológicas. En el sentido de la lógica, se emplean para hablar de proposiciones que están definidas por la cantidad de elementos que se señalan. De este modo podemos decir que los enunciados singulares se refieren “a un solo objeto”, a diferencia de los enunciados universales que se refieren “a todos los objetos de una especie o conjunto”, la categoría de lo particular se define como las proposiciones que se refieren “a algunos objetos”. A este ternario delimitado es necesario agregar su sentido ontológico, que constituye uno de los problemas y debates tanto para la ciencia como para la filosofía. La problemática en este sentido se suscita en relación al tema del existente, lo que hay.

 

La ciencia tiene como objetivo la producción de universales, y la investigación científica puede definirse como el proceso de construcción de universales que designan y permiten explicar lo que se conoce como existente. Así cuando emerge un caso que se aparta de los universales conocidos, algo del orden de lo singular, la ciencia tomará dos vías a partir de la investigación; o incluir este singular en los universales conocidos, o bien construir un nuevo universal a partir del singular en cuestión. Vemos así que en el horizonte de la ciencia está el ideal del para todos de los universales.

Ciencia y feminidad: una lectura de nuestra época

Si la ciencia apunta a lograr con sus teorías leyes universales que comprendan el “para todos”, ¿cómo podemos vincular este empeño por la homogenización con las coyunturas actuales de nuestra civilización?

Marie-Hélène Brousse advierte que para situarnos es necesario partir del discurso del amo contemporáneo, y para demarcar nuestra época sitúa el lugar de la referencia como marco de lectura: en la era del padre la imagen del cuerpo y de los órganos genitales se integraba al sistema de parentalidad regido por el significante amo, que era justamente el padre. En la actualidad esta referencia al padre es sustituida por la propuesta de las teorías de género, que ponen en cuestión a la imagen del cuerpo introduciendo la noción de identidades sexuales elegidas libremente, cuya consecuencia es el estallido de lo binario en lo múltiple. Lo que define la posición sexual es una convicción de que no depende ya del Otro sino del ego. Como consecuencia la particularidad retorna en lo universal bajo la forma de las segregaciones múltiples.

En este escenario, la ciencia aporta un punto de fuga que barre con el poder de la imagen del cuerpo y la primacía del padre como referencia en la sexualidad, y así la reproducción por ejemplo, ya no se encuentra a nivel del cuerpo especular y el parentesco, sino a nivel celular.

La autora afirma que a partir de estas coordenadas, el efecto es que “cada cuerpo hablante enuncia su identidad sexual, que por ende escapa al binario significante: hombre – mujer. Esto implica que feminización y virilización son equivalentes y no logran ceñir lo que del cuerpo habla y no es más que síntoma”. (1)

Entonces el Nombre-del-Padre y la imagen del cuerpo son desplazados por el discurso de la ciencia pero donde lo universal no está ni en el padre ni en la naturaleza. Esto conlleva a un avance de lo múltiple en el campo de la sexualidad. Es que una de las consecuencias de la caída del Nombre-del-Padre es el ascenso al cenit del cuerpo, pero no como imagen sino como hablante, en palabras de J.-A. Miller: “Ya no el cuerpo especular sino el cuerpo sustancial”.

Ahora bien, ¿qué lugar para el avance de lo femenino en este escenario?

Éric Laurent afirma que la presión de las etiquetas identificatorias encuentran sus modos de resistencia según el lugar tomado por las mujeres en la civilización, y así el discurso femenino introduce a todas las tentativas de uniformización un registro de lo particular implicando un lazo con la singularidad en caso de no ser reabsorbido por las identificaciones. Por eso los colectivos femeninos deben apuntar siempre a subrayar “la una por una”.

Podemos pensar que el lugar de las mujeres en nuestra civilización es a la vez un emergente del discurso científico en su afán por dar cuenta de un universal que no logra nunca absorber, nombrar o clasificar lo singular. La vía de la feminidad implica un más allá de lo particular que emerge desde la invención singular. Ese singular es la brújula que opera en la clínica analítica.

Algunas conclusiones: otro vano intento de regular el goce

Sabemos que el psicoanálisis surge a partir de tomar como propio lo que la ciencia y la medicina de principios del siglo pasado excluían. Existe pues un elemento que no puede ser comprendido por el universal, y obligó a Freud a inventar el psicoanálisis como algo que obliga a cada analista a crear una nueva hipótesis en cada caso sobre ese resto no clasificable en el universal.

El psicoanálisis trata de operar sobre el discurso histérico para introducir la singularidad de un síntoma. El síntoma es un operador de la disolución del “para todos”, y por esto disuelve las categorías universalizantes de las clasificaciones en la singularidad de la invención del uno por uno.

Siguiendo a Marie-Hélène Brousse, podemos decir que el universal es el hecho de tener un cuerpo para un parlêtre, y que el síntoma opera como la invención singular que da cuenta del resto no absorbible por lo universal, afirmando que “en el registro de los discursos, si el discurso del amo es fundamentalmente virilizante y por ende segregativo para todos los parlêtres, podemos considerar que el discurso analítico permite acceder a una feminización a través del síntoma para los dichos hombres y las dichas mujeres” (2). El análisis lleva a las identidades sexuales al estatuto de una ficción, haciendo lugar a la vía del síntoma.

Entonces si lo múltiple es atrapado por las categorizaciones universalizantes de la ciencia, ¿es el síntoma analítico una vía posible para sostener las singularidades?

La invención singular que define la solución sintomática en consonancia con la posición femenina que descuadra lo universal, hacen de la época un nuevo marco para el trabajo de los analistas.

Encuentro en estos puntos algo en común, y es la puesta en práctica de lo creativo en la invención. Si bien síntoma y posición femenina son invenciones que no escapan a las redes simbólicas que intentan cernirlos en un universal, el singular modo de gozar no se encuadra allí, y de ello los psicoanalistas estamos advertidos.

Bibliografía

vv.aa. Feminismos: Variaciones. Controversias, EOL-Grama Ediciones, Buenos Aires, 2018.

La clínica de lo singular frente a la epidemia de las clasificaciones, EOL-Grama ediciones, Buenos Aires, 2013.

Acuña, E., “La construcción entre lo universal y lo particular”.

E-Textos. (http://www.aplp.org.ar/index.php/e-textos-10/323-la-construccion-entre-lo-universal-y-lo-particular)

Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011.

Lacan, J., “La ciencia y la verdad”, Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2003.

Dessals, G., Las ciencias inhumanas, “Prefacio”, Gredos, Madrid, 2009.

Bassols, M., “El sujeto en los tiempos de la tecnociencia”, en Ciencias inhumanas, Gredos, Madrid, 2009.

*- Daniela Villalba es miembro del CID Tucumán.

1- Brousse, M.-H., “La mitad de LOM”, en Feminismos, Variaciones, controversias, Grama ediciones, Buenos Aires, 2018, p. 78.

2- Ibid., p. 88.

El sentido matemático. ciencia y técnica: formas del objeto Aníbal Tejerina (*)

En “La ciencia y la verdad”, Lacan enuncia el estatuto del sujeto del psicoanálisis con la escisión detectada en la praxis. En ese escrito, y en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, culmina con referencias a la castración. En ambos se ocupa de la posición del psicoanálisis en relación con la ciencia.

La inmixión de los efectos de la ciencia en el mundo es otra recurrencia con la que Lacan presagiaba una actualidad, donde a cada sujeto le corresponde un objeto tecnológico que extiende informaciones cruzadas hasta un punto desconocido para sus usuarios.

En el Seminario 20 retoma el tema y dice que esos gadgets cuyo alcance ya no se podía medir, forman parte del discurso científico, en tanto que “un discurso es lo que determina una forma de vínculo social”. Por otro lado, el empalme que se elude, dice Lacan, es que hay subversión del conocimiento. Antes de eso no había “concepción del conocimiento que no participase del fantasma de una inscripción del vínculo sexual”, y, es más, era algo que se sabía. Contrariamente, dice que el científico no sabe lo que interesa de los efectos de esa ciencia que se expande.

Se trata del antes y el después de la revolución copernicana. Después donde los psicoanalistas operan sobre el sujeto de la ciencia, aunque más no sea por la inmixión en ese discurso, y convocan a dar cuenta de la división entre el saber y la verdad.

En tiempos en que primaba el legado aristotélico, era posible saber que la pasividad de la materia estaba relacionada con lo femenino. La relación del psicoanálisis con la verdad le permite a Lacan decir que en el Ser supremo de Aristóteles se ubica el goce del Otro, Otro que podría ser la mujer si existiese.

Ese Ser supremo era una esfera inmóvil en algún lugar del cielo, de ahí la incidencia del sistema copernicano, respecto al cual Lacan dice que permitió “anudar más íntimamente el régimen del saber con el de la verdad”.

¿Cuál es entonces la incidencia del psicoanálisis? De acuerdo a Lacan, tiene que ver con esa división del sujeto detectada en la práctica, experiencia donde también se colige que el punto de escisión es el significante fálico, que allí se anuda una relación posible con el goce, y que el sujeto accede a una sexuación.

De ese significante, Lacan dice que actúa “en primer lugar como separado de su significación”, es lo que especifica su función copulatoria en sentido literal. ¿Qué une esa cópula? En ese primer lugar, podríamos decir que el significante en función fálica une al sujeto con el deseo de la madre. Esa función, de encarnar al objeto del deseo, queda fijada precisamente en su encarnación en el pene, por ser lo que le falta a la madre, “donde se revela la naturaleza del falo”.

Decir que hay una relación posible con el goce, implica que hay una imposible. Esto trae de nuevo el goce del Otro y esa aproximación según la cual no es signo de amor. No se trata tan sólo de la impotencia del amor que Lacan marca diciendo que aunque sea recíproco no es más que el deseo de ser Uno, sino que es el signo aplastante de la imposibilidad de ser Uno, en el goce, con el Otro.

Al apoyo de esta afirmación viene el sentido que Lacan indicó al formular que no hay relación sexual, en un plano donde hay función fálica. El axioma matemático al respecto dice que toda función es relación, pero que no toda relación es función, es decir que la relación es más abarcativa, ya que no requiere la correspondencia biunívoca de los elementos en los conjuntos involucrados.

Se trata, en psicoanálisis, de dar cuenta de las posiciones sexuadas, que para realizarse tienen que pasar por el significante fálico, por tanto no hay correspondencia directa, sino que media una función que apunta a la falta de ese significante. Esa función entrega un sujeto como castrado de aquello en lo que podría acceder a un goce que sólo tentativamente se podría suponer pleno. A cambio le ofrece una amplia potencialidad de combinatorias facilitadas en la actualidad por los gadgets de la tecnología.

Sexual y sexuación, entonces, sólo pueden ponerse en un mismo plano respecto al goce, y donde en uno no hay relación, en la otra hay función. La distinción es el sentido que introduce el significante que delimita un Otro, en ese juego de identidades donde siempre queda un resto, que constituye el objeto del psicoanálisis. Ese objeto a que Lacan dice que interroga desde su lugar al objeto de la ciencia.

En sentido matemático, lo que nos indica que no hay relación es que no hay con qué establecerla, en lo sexual, puesto que se trata del goce. A ese nivel, podríamos decir, no hay dos elementos, y menos aún dos conjuntos. Hay Uno, a partir del falo.

 

En el Seminario 20, Lacan explicaba que “lo que se llama el goce sexual está marcado, dominado por la imposibilidad de establecer como tal, en ninguna parte en lo enunciable, ese único Uno que nos interesa, el Uno de la relación, proporción sexual”.

Esta fórmula deja en suspenso la cuestión del Ser absoluto o el goce del Otro, que es la manifestación de su imposibilidad. Punto de real donde el psicoanálisis aún no opera su revolución copernicana, ya que su sujeto, al igual que el Uno, surge como efecto de la falta.

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