Con balas de plata VII

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Capítulo 3.

Determínase en Francia la guerra contra España: nómbrase general al Príncipe de Condé por tierra, y por mar al arzobispo de Burdeus: previénese Nabarra para la defensa: industria de Redin para fingir que tenía más gente.

Empezaba ya el año de 1638 en que fue cercada Fueterrabía. Viendo el de Richeleu que con tan poderosos ejércitos como había enviado a Flandes y a Italia los años pasados, ni con tan excesivo gasto, no se había hecho cosa de importancia, hallando siempre en los capitanes veteranos y tercios viejos de españoles igual contradicción, por no dejar como dicen, piedra por mover, tenía ya intento de romper por España, y con grandes esperanzas que allá en su ánimo fomentaba, porque le aseguraban las espías, de quienes se valía de ordinario, comprándolas a precio de dinero en las cortes de los príncipes, para saber con toda cautela sus secretos, que en España no había quedado ningún soldado viejo, y con todo secreto le avisaban exagerándoselo más de lo que era verdad, que aquella antigua España formidable a todas las naciones en los siglos pasados, y celebrada en armas y en varones ilusres, estaba ya perdida y corrompida, afeminados los ánimos con las riquezas y delicias de la América, y con las diversas costumbres de tantas provincias, de quienes al paso que es tan fácil pegarse los vicios que tienen, al mismo tiempo se tiene por caso de menor valer tomar lo bueno.

Que se hallaban las ciudades sin gente, con tantas levas como se hacían cada año para Flandes y para los presidos de Italia, y con tantas colonias de españoles fundadas de nuevo en la América, y en Africa, de que se seguía por buenas consecuencias estar los campos por todas partes hechos montes, por falta de labranza, que las murallas de las ciudades estaban por el suelo de puro viejas, a las cuales consume más la larga paz que la guerra más sangrienta, que dentro de España no había disposición para la guerra, por no estar ya en uso las armas. Y aún el mismo Richeleu solía decir muy de ordinario que a España con el aumento de tantas provincias igualmente se le habían recrecido los gastos y las riquezas, y que los grandes imperios a si mismo se oprimen con el grande peso, porque tiene como los demás cuerpos, cierta y determinada medida, de la cual exceder, más es vicio que fortaleza, que el vulgo es carga pesada y el número ha de ser igual en las cosas. Ni sabía ocultar el Conde Duque las necesidades del reino, poco cuerdo en confesar tan claramente y por edictos públicos, la carencia de las rentas reales, para suavizar con eso el rigor de las levas y tributos.

Considerando todo esto el de Richelieu, es fama ppca., que le impelió mucho el nuncio app.co que había entonces en la corte, aconsejándole en carta muy secreta que traspasase a España la guerra, lo cual si fue mentira o verdad, no lo tengo del todo averiguado, sábese empero de cierto, que en España le achacaron este crimen.

Revolviendo en su ánimo estas cosas el de Richelieu le vino muy a propósito el motín que se levantó a principio de este año en Portugal, en la ciudad de Ebora, y luego se divulgó en otras ciudades, en que parece quiso hacer el reino de Portugal preludio a la universal conjuración que 3 años después desde el río Miño hasta el Guadiana, en espacio de solos 15 días cundió por todo el reino con ejemplo nunca visto ni oído en memoria de los annales, de que una provincia tan grande abandonando la obediencia y fidelidad debida a su príncipe, sin desenvainar una espada, sin yerro y sangre, mudase señor tan fácilmente.

Viendo pues el de Richelieu esta ocasión le pareció convenía el darse prisa para fomentar la rebelión, llamadas a otra parte las fuerzas, o si se detuviesen en allanarla, fuese más urgente la guerra cogiéndoles desapercibidos, y así mandó que todo el aparato de la guerra se apercibiese en la ciudad de Burdeus, nombrando por capitán general de ella al Príncipe de Condé, poderoso en riquezas y vasallos en toda Francia, y muy cercano en sangre del mismo Rey, cuyo título se le dio con amplísima potestad de general de las armas a 16 de marzo de este año 1638, dándole para oficiales de su gobierno al Duque Spernon, gobernador de Aquitania Guiena, a su hijo el Duque de Valentin, al Conde de Scomberg, gobernador de la provincia narbonense, al Conde Acrimonte, gobernador de Nabarra la baja y estado de Bearne, y a todos los demás gobernadores de paz y guerra que tenían oficio en todas estas provincias.

A más de esto se mandó aparejar una grande armada en los puertos de Guiena, nombrando por general de ella a Sourdisio, arzobispo de Burdeus. Y no solo este año sino muchos después vimos en nuestra edad a este Príncipe sagrado de la Iglesia infestar las costas de España, capitaneando las armadas de Francia. Mandose también acudir a Burdeus todas las compañías de soldados viejos, sin haber en el ínterin en la ciudad de Bayona y demás lugares fronteros de España, más que los presidios ordinarios para quitar cualquier sospecha de rompimiento.

Pero como no es fácil ocultarse por mucho tiempo el aparato que trae consigo la guerra, luego se empezó a rezumar al entrar la primavera por todas las ciudades de Nabarra y por los lugares confinantes de Guipuzcoa, al principio con alguna duda y variamente con autores dudosos, y después con toda seguridad y firmeza, por los claros indicios que daban de ella los mercaderes y espías, con que fue forzoso dar cuenta a Madrid con propios, que oyéndolo el Conde Duque dio una carcajada de risa, pareciéndole que era el miedo fantástico, pues teniendo Francia a la sazón 3 poderosos ejércitos en Flandes, y otro muy bastante en Italia, como podía tener fuerzas para levantar más gente que pusiese miedo a Nabarra y a las demás tierras de España confinantes con Francia, y estaba tan terco en creer, sino solo lo que él hubiese previsto, que avisándole Pedro Fajardo, Marqués de los Vélez, que poco antes había pasado muy de prisa de Aragón a gobernar a Nabarra, del parto tan grande que tenía Francia para este rompimiento, dando por autor de esta noticia a Martín de Redin, maestro de campo general que se hallaba en los confines del reino, atendiendo con suma vigilancia a todos los movimientos del enemigo, respondió que quisiera preguntar a Redin, ¿en dónde había visto nacer tan de repente ejércitos franceses? Y se celebró mucho la respuesta de Redin, diciendo que si su Exc. no estuviera tan lejos él se los mostraría con el dedo, ni hubo remedio con cuantos propios le hicieron de inclinarse a creerlo hasta que los enemigos habían ya rompido.

Y como Redin, moviéndose ya el enemigo, recibiese 18 cartas de diversas espías, que todas convenían en una misma cosa, y se las enviase al de los Vélez, éste haciendo un pliego grande de todas ellas, se las envió por la posta al Conde Duque, a que respondió que se maravillaba mucho del vano miedo que mostraban tener. Y ya había 3 días que estaba cercada Fuenterrabía, cuando volvieron las postas a Pamplona desde Madrid con la respuesta al de los Vélez y a Redin, admirándose y con razón de la demasiada presunción de un hombre que todo lo confiaba de su juicio y nada del ajeno.

Pero a fines de mayo Fermín de Andueza que con corto presidio estaba en los lugares más cercanos a tierra de la Purdia (llaman las 5 villas) haciendo propio al de los Vélez, le da aviso de que el francés claramente intenta la guerra y que en breve estará sobre ellos. Que el Príncipe de Condé estaba ya en Burdeus y que había señalado para plaza de armas a la ciudad de Da…, que 12.000 infantes y 500 caballos estaban ya alistados: que la provincia de Aquitania había ofrecido al Rey para gastos de la guerra 150.000 ducados, que toda la nobleza de la provincia se ofrecía militar 3 meses a su costa, que a la demás plebe la obligaban a tomar las armas y … que se decía había de llegar el ejército a 26.000 infantes y 2000 caballos.

Alterados el de los Vélez y toda la ciudad de Pamplona con este aviso, sobre vino otro que envió Balthasar de Rada, gobernador del castillo de Maia en los confines del reino, avisando que en 21 de junio había entrado el Conde de Acrimonte en el lugar de San Juan del Puerto, sito a la raíz del Pirineo, y que le seguía su hijo, maestro de campo con 20 compañias de infantería, otras 20 enderezaban hacia Andaia con el maestre de campo, hijo del de Condé: que el mismo Príncipe de Condé había entrado en Bayona la antevíspera de San Juan: que habían transportado por mar a Bayona 25 piezas gruesas de campaña que estaban expuestas en el puerto: que era muy grande el aparato que se hacía para esta guerra. Que de toda la caballería habían ya llegado 400 y que los restantes se esperaban de día en día.

Esta nueva causó grande alboroto y miedo en Pamplona y en todo el reino, solas 3 compañías de soldados viejos había a la sazón en la ciudad, y una en el castillo. Solo el castillo de Burqueto, sito en el Pirineo en Roncesvalles, era el que podía detener algo el enemigo, pero estaba tan falto de presidio, sin artillería ni municiones, como quien vivía en suma seguridad de paz, que creían todos, no solo los bisoños y cobardes, con el sobresalto, sino aún los más experimentados en la guerra que de golpe se le podía llevar el enemigo. Y no fuera tanta la pena en perder este castillo como gastarse el enemigo algunos días en combatirle, y se diese lugar a que se juntasen los tercios del reino, y se asegurase con buenos presidios la ciudad de Pamplona.

Mandó pues el de los Vélez que todos los vecinos de la ciudad que tuviesen edad para ello, de cualquier estado y condición que fuesen, tomasen al punto las armas, y alistados debajo sus banderas estuviesen repartidos por diferentes puestos. Que cesase la Audiencia, que se cerrasen las tabernas, que hubiese vacación en los estudios, y que para reparar las murallas acudiesen todos los hombres y mujeres de cualquier edad, y a la verdad que necesitaba mucho de reparo aquella parte de los muros, que por ambos lados tocan al castillo, no siendo entonces de piedra sino de tierra.

 

Despachó también el de los Vélez personas que trajesen a la ciudad cuanta cantidad de trigo pudiesen hallar, y ordenó a los nobles y caballeros que fuesen corriendo a las merindades del reino, y con toda prisa, como en el sumo peligro, viniesen con los tercios obligados. Martín de Redin, gran prior de la orden de San Juan en el reino de Navarra, y maestre de campo general en él, varón esclarecido en la ciencia del arte militar, a mata caballo, como suelen decir, pasó a Roncesvalles por donde se creía había de acometer el enemigo a fortificar el castillo de Buzqueto con 2 compañías de infantería, y 2 piezas de campaña, y entrando en el castillo avisa por la posta al de los Vélez, que allí no hay fuerza alguna con que poder hacer detener al enemigo, y que vuelve a remitir a Pamplona las 2 piezas, porque no vengan a poder del enemigo, que la guerra ha de ser en Pamplona, sobre cuyas murallas estará el enemigo dentro de 3 días de jornada.

Pero por no faltar a cosa de su oficio, obligando a tomar las armas a los habitadores de aquel valle, y a los de los circunvecinos (porque casi toda Navarra está repartida en valles), con unos reparó el castillo lo mejor que el tiempo permitía, y con otros puso impracticables los caminos, porque hay en todo aquel contorno muy espesos bosques de abetos muy grandes, en particular en el valle que llaman de Carlos, por haber derrotado allí los nabarros a Carlo Magno, y degollado la nobleza de Francia.

Este camino no estaba antiguamente acomodado para poder pasar ejército por él, pero los años pasados el Marqués de Valparaíso lo había hecho allanar, abriendo a pico los peñascos para poder pasar las piezas de campaña, escogiendo esta puerta del Pirineo para hacer la entrada que hemos apuntado, por parecerle que estaba a caballero del lugar que llaman San Juan de Pie de Puerto.

Mandó pues Redin cortar árboles en grande cantidad y ponerlos cruzados en los estrechos más costaneros del camino, echando sobre ellos grandísimos peñascos, y haciendo muchos hoyos y cortaduras en los caminos, y porque no tenía gente para defenderlos, armaba los bosques y la naturaleza fuerte del terrerno contra los enemigos. Puso en emboscada en los bosques que caían sobre los caminos a los habitadores de estos valles diciéndoles que siempre habían sido buen agüero para la gente de Nabarra semejantes emboscadas, y trayéndoles muy de continuo a la memoria las grandes derrotas que habían dado a los franceses en aquellos mismos puestos, que aquella guerra era por libertar sus casas, hijos y mujeres, a quienes el repentino sobresalto no daba lugar ni aún para huir, que iban ya grandes socorros a Pamplona, y que no era justo que ellos desamparasen sus montes y la tierra donde nacieron y se habían criado, cuando otros los buscaban solo por la fama y salud común de su patria.

Y como era tan ingenioso usó de una astucia para aumentar entre los enemigos la opinión y pocas fuerzas con que se hallaba, porque al llegar a Pamplona una compañía de soldados viejos, haciendo que 6 soldados remudasen las insignias de capitanes y volviendo a entrar muchas veces por diferentes caminos de los bosques, a vista de los mercaderes franceses que se pasaban a Francia, y a quienes de propósito entretuvo parlando con ellos, de tal suerte introdujo en el castillo aquella compañía, que tuvieron todos por cierto que eran 6 compañías de soldados viejos, y saliendo acompañando a los mercaderes franceses muy largo trecho, y llevandolos por los caminos mas ásperos en donde había añadido diversos reparos y fortalezas les amonestaba que notasen bien lo que iban viendo, haciendo alarde de que estaba muy contento y de que el provocaba al enemigo, no teniendo en la realidad fuerzas algunas y disimulando la grande tristeza que tenía en su interior.

Mientras pasaba esto en Roncesvalles, se iba juntando gran número de soldados en Pamplona, tanto que fuera de los vecinos de la ciudad y de los que habían acudido de las tierras vecinas a cerrar los pasos de los Pirineos, dentro de 8 días del primer aviso, estaban ya 8000 soldados con armas, y en el palacio y plaza del castillo viejo hacían sus cuerpos de guardia debajo sus banderas.

La gente que guardaba los pasos del Pirineo era ésta. Juan Rada, caballero de la orden de Santiago, guardaba las 5 villas más cercanas a la tierra de la Purdia con 1500 hombres. Balthasar Rada defendía el castillo de Maya con 3 banderas de soldados, 800 debajo la conducta del mismo guardaban a Erraso, Arisco y otros lugares en el valle de Bastán: 500 naturales de los valles de Bastán y Vetisarán hacían las centinelas entre los soldados, siéndoles de grande ayuda, así por saber bien los sitios y lugares de aquel país, como por el valor natural que tienen todos los montañeses del Pirineo. El castillo de Burgueto estaba encomendado a Andrés Marín con 1100 soldados de guarnición. Francisco Ibero, caballero del orden de San Juan, tenía puestos en banderas todos los naturales de los valles de Roncar, Salazar y Ezcoa.

Capítulo 4.

Apunta el francés a Roncesvalles y pasa a Fuenterrabía, toma algunos lugares sin contradicción hasta ponerse sobre ella: Descripción de su sitio y fortaleza, antigua y moderna, y del tiempo que estuvo en poder del francés: reparten los del presidio los puestos y avisan al Rey de la invasión.

Junto ya casi todo el ejército de Francia junto al lugar de San Juan de Pie de Puerto, enviando delante batidores y con ellos un gran trozo de arcabuceros, intentaron la entrada del Pirineo por Roncesvalles, pero recibidos de la gente que había dejado Redin emboscada en los montes, con una gentil rociada de mosquetería, muertos algunos de ellos se volvieron a donde estaba lo restante del ejército (C1), que dejado aquel camino traspasó de repente las banderas al país de la Purdia, hacia tierra de Guipúzcoa.

Y de que no fuese el ánimo de los franceses acometer a Nabarra, es para mi, vehementísima sospecha, y que no mudaron de parecer sino que lo fingieron, de que es bien claro argumento las grandes prevenciones de armada que estaban hechas, no teniendo Nabarra en todo su distrito lugar alguno marítimo ni ocurrió cosa nueva, de momento, que las obligase a mudar de parecer, aunque se haya dicho en el vulgo de la gente que cayendo una espesísima niebla, el tentar el paso del Pirineo, y amedrentados de la ceguera que les causaba desistieron del intento comenzado.

Yo para mi tengo que solo fue añagaza para ostentar las armas hacia una parte y llevarlas a otra, y coger más fácilmente a Fuenterrabía, como menos apercibida con el cuidado de otras partes. Ni es nuevo en los franceses usar de estas zalagardas o ardides, si se pueden llamar, de guerras, haciendo el aparato y echando la voz para una parte y cayendo luego sobre otra, pues al año siguiente de que ahora tratamos arrimaron todo su ejército a Nabarra y a Guipúzcoa y para dar a entender que hacía ellas había de ser la campaña, acometieron el castillo de Maya con 8000 infantes y 500 caballos, pero resistidos con el valor de 200 soldados veteranos, y 400 vecinos del valle de Bastán que con el capitán Balthasar de Rada, le defendían, y fueron tan animosos que contra el dictamen de su capitán, haciendo una salida en que mataron muchos franceses, y en ellos al Tribuno o maese de de campo del tercio, les obligaron a volver las espaldas, retirándose o huyendo.

En cuyo rompimiento, llamadas todas las fuerzas de España a Nabarra y Guipúzcoa, transportaron los franceses toda la guerra a Rosellón en Cataluña, rodeando por lo más interior de Francia, para que el camino por las vertientes de los Pirineos no descubriese su intento, desmintiendo a más de esto a los tránsfugas o tornilleros y espías, echando voz de que por nuevo mandato de su Rey se mudaba la expedición de aquel año contra Italia, y con este ardid cogieron en pocos días al fortísimo castillo de Salsas y otros muchos lugares de Rosellón, que estaban bien descuidados y poco apercibidos.

A primero, pues, de julio se empezaron a descubrir desde las murallas de Fuenterrabía grandes trozos de caballería e infantería en los montes de Andaya, por aquella parte por donde feneciendo el Pirineo en el océano va bajando lentamente con menos collados y derrumbaderos, de donde bajaron al río Vidaso, que por aquella parte dividie a Francia de España, con banderas desplegadas, y con todo el ruido de atabales y trompetas. Estaban en la otra ribera hacia la parte de España Diego Ysaz Sarmiento, maestre de campo de aquella tierra, y Joan Cracon, corregidor en lo civil, con 2000 soldados guipuzcoanos que en algunos puestos habían hecho sus trincheras, para defender la ribera, teniendo a las espaldas un bosque para poder retirarse en perdiéndolas.

No era el puesto muy acomodado para repeler al enemigo, y más con tan poca gente, pero bastante para hacerle detener. Era también desacomodado para los mismos defensores, por estar muy bajo y casi igual con el mar cuando llena, y cuando baja queda el terreno cenagoso de suerte que no se puede andar por el a pie, ni tampoco a caballo tan fácilmente, siendo por el contrario la ribera de la parte de Francia, más montuosa y levantada, en la cual poniendo algunas piezas de batir quedaban los españoles defensores descubiertos y expuestos a los tiros del enemigo. Ni se habían descuidado los franceses de esta oportunidad que les ofrecía el tirano, disparando contra los nuestros con 2 piezas de campaña que habían puesto en un collado cercano.

Los vados del río no están juntos, antes distan unos de otros largo trecho, pero para guardarlos todos era menester un ejército mediano. Lo cual mucho antes había adivinado que había de suceder aquel insigne ingeniero Vespasiano Gonzaga, enviado desde Nabarra, donde era Virrey, por la Majestad de Phelipe Segundo a registrar toda esta tierra, y y guardan hoy día en Fuenterrabía el parecer que dio sobre esto por escrito.

Los guipuzcoanos cuando vieron a la caballería francesa entrar a vadear el río, quisieron estorbárselo y pelearon un poco, pero luego desampararon el puerto y se derramaron medrosos por los bosques. Los franceses dividiendo en 5 tropas su caballería por vados que habían ya antes espiado, por 5 diferentes partes apretaron alegres sus caballos y como era entonces la baja del mar, pasaron con menos peligro y hallando la ribera sin defensor alguno contra lo que habían imaginado, se alargaron a seguir el alcance de nuestros desertores.

Cogieron aquel dia a Irún, lugar sito en la ribera del río, al siguiente a Oyarso, Leza y Renteria, y al tercero al Pasaje, célebre puerto en todo aquel contorno, en donde hallaron grandísima abundancia de todo género de armas, y muchas piezas de batir que tenían los nuestros en la ribera para llevarlas luego a los navíos. Cogieron también en el puerto 4 navíos medianos, otros 4 había sacado del puerto poco antes Alonso Idiáquez, yéndose a fondo el mayor de ellos por impericia de los marineros, que con el sobresalto salían del puerto con menos cuidado del que debieran.

Viéndose echado el maese de campo del puesto que hechos dicho, con los pocos soldados que pudo recoger en semejante coyuntura, hizo alto en un collado sobre el camino por dónde había de parecer el enemigo, y por donde forzosamente habían de llevar las piezas de campaña, pero echado también de este puesto por la multitud de enemigos que le iban cargando, siendo tan pocos los defensores, se pasó de esta otra parte del río Urumea, donde con la prisa que pudo fortificó el lugar de Hernani para esperar desde allí socorro de las provincias vecinas, y hacer las facciones que le diese lugar el tiempo.

Ni aquí tampoco estaba muy seguro andando la caballería enemiga por todas partes destruyéndolo todo, y discurriendo libremente hasta el mismo río Urumea, y ya empezaban a pasar el vado con ánimo de acometer a la gente que estaba en Hernani, cuando cargados de improviso de 500 arcabuceros que había dejado escondidos el Tribuno Diego Yeraz en un bosque contiguo con los vados (C3), se retiraron dejando algunos muertos, tomando el camino de San Sebastián (a quien los naturales llaman Donostia), lugar rico y opulento con la frecuencia de los mercaderes que hay en el.

Y quemando los lugares y caserías que hay en su contorno, y poniéndose a vista de la villa en escuadrones formados, dilantándose cuanto podían por una campiña dilatada que tiene a la parte del Oriente, causaron tanto terror y miedo en los vecinos que las mujeres y demás vulgo incapaz de tomar las armas, desamparando la villa y por diferentes caminos cada instante iban saliendo huyendo, mientras los soldados del presidio y vecinos capaces de las armas temiendo que al instante acometerían los enemgios, juntándose con toda presteza ocuparon las murallas y baluartes hasta que el corregidor Cracon, que de la fuga que hemos contado se había recogido a la villa, mandó cortar los puentes.

 

Viéndose el Príncipe de Condé, señor de todo el territorio que está entre los 2 ríos Vidaso y Urumea, sin haberle costado gota de sangre el conquistarlo, habiendo transportado a todo su vagar toda la artillería, y demás aparato del ejército, habiendo registrado bien todo el terreno, pareciéndole el puerto del Pasaje muy a propósito para la armada que esperaba, le puso muy valiente presidio, y poniendo toda la mira y conato contra Fuenterrabía, cabeza de esta expedición, por no dejar cosa que le impidiese el cerco, acomete al castillo de Yguero, sito en lo último de la marina, no lejos de Fuenterrabía, con 3000 infantes y toda la caballería.

Guardábalo un capitán con solos 10 soldados y 2 piezas de artillería para alejar de allí las naves del enemigo. Los cuales apenas descubieron al enemigo cuando desamparando el presidio y dejando las armas se echan a la mar y nadando se escaparon a Fuenterrabía (C4), haciendo mayor hazaña de miedo y cobardía que pudieran haber hecho de valientes. Con todo eso la turbación y alboroto repentino fue causa de que no se les castigase tal delito porque aunque no necesitaban de gente tan cobarde, la falta de defensores y la esperanza de que a vista del valor de los demás soldados, habían de recobrar ánimo y osadía, y que la flaqueza pasada les había de estimular a la nota que habían contraído en la primera ocasión que se ofreciese con el enemigo, les perdonó las vidas.

Tomado el castillo de Yguero todo el peso de la guerra cargó sobre las murallas de Fuenterrabía, de cuyo lugar por haberle hecho célebre las continuas invasiones de Francia, aún entre las naciones extranjeras, me ha parecido decir primero algo de su forma y sitio, con lo cual se dará también más luz para las cosas más morales que sucedieron en este cerco.

Yace el lugar de Fuenterrabía en la costa del mar Cantábrico y es el último de la parte de España que llamaron Tarraconense, no en los pueblos várdulos, como poco hace pensó alguno, sino dentro de los términos de los vascones, no lejos del promontorio que llamaron Olearso, que también tocaba a los vascones. Tiene al Oriente a Andaya, el primero lugar de la provincia de Aquitania, que ahora llaman Guienna, distante como 2 millas. Al septentrión al estar de Cantabria, y al promontorio y castillo de Yguero, que ambos tienen un mismo nombre por la mucha abundancia y mejoría de higueras que hay en aquel sitio, borrado el nombre antiguo de Olearso.

Al Occidente tiene un montecillo que a tiro de mosquete se va levantando poco a poco y después creciendo en grande altura corre por espacio de 9 millas, que vienen a ser 3 leguas, la espalda sobre el mar, hasta que se corta por la charca del Passage. A la parte del mediodía tiene una llanura expuesta a las crecientes que causa la luna, y otra causa más oculta, y a las mareas que causa el océano cuando sube, pero cuando baja estancándose el agua a cada paso en los lugares más bajos se hace impracticable con el profundo cieno y juncos marinos que tiene.

Por la parte del Oriente la baña el río Vidaso a quien llama Pomponio Mela Magrada, que naciendo de los montes de Nabarra en el valle de Bastán y después bajando por el valle de San Esteban, aumentado allí de aguas y tocando las murallas de Fuenterabía, desagua en el mar océano, puédese vadear por la mayor parte y así no puede sufrir grandes embarcaciones, sino cuando se aumenta con las crecientes del mar. Y corriendo sobre la ribera llega hasta los muros del lugar, cuando vuelve a la madre y deja toda la plaza seca descubre por mucho espacio gran pedazo de arena, que junta la marea, y por eso en la lengua nativa de los vascones le llaman al lugar Ondarribia, que quiere decir fundado sobre arena. O como quiere Arnaldo Oiberrarto, diligente escritor de las antiguallas de los vascones, sobre el último río, porque uno y otro sentido tiene la palabra Ondarribia, ni le falta razón, pues el último río de España es el Vidaso, y por esta parte es el término de España.

De que sea Fuenterrabía reliquias de la antigua ciudad, a quien pone Tholomeo cercana y del mismo nombre del promontorio de Oiarso, (aunque Plinio le llama Olarso) hay muchos fundamentos que lo prueban, porque el sitio y cercanía del promontorio conviene, y a 6 millas de distancia está un lugar con el nombre antiguo de Oiarso, y más cercano a la misma Fuenterrabía hay un grande bosque que corre hasta el promontorio, y ahora se llama Arsu, y no habiendo en todo aquel contorno otra alguna ciudad de quien se haga mención en las memorias de los romanos, se ven hoy en Fuenterrabía, en las casas de los casabantes, muchas piedras escritas al uso y caracteres de los romanos.

Pero la más antigua memoria que se halla en las tablas de Fuenterrabía (porque las primeras la misma antigüedad y descuido del rudo siglo las ha borrado), es un privilegio del Rey D. Alonso de Castilla, Noveno de este nombre, su data en Palencia a 18 de abril, 435 años antes del que ahora vamos tratando, en que habiéndose separado nuevamente de los Reyes de Nabarra la provincia de Guipúzcoa, se les da a los de Fuenterrabía mucho distrito de jurisdicción, y aún hoy le conservan, pues Irún y Lezo y el barrio del Passage, que está al Oriente, pasada la marea están sujetos a los gobernadores de Fuenterrabía.

Y cuantas ventajas haga el valor a las riquezas lo muestra bien este lugar, pues no teniendo más de 400 vecinos, ni campo fértil, ni puesto bastante, ha merecido esclarecida fama en las historias, quedando sepultadas en silencio a cada paso ciudades muy ricas y opulentas. El valor de sus vecinos le han aumentado 2 cosas muy grandes, cuales son el ejercicio y la emulación, por haber tenido casi siempre guerra con sus confinantes los franceses, y como tan hechos a las descomodidades que trae consigo la guerra, no han experimentado los males que trae consigo la paz, que son la ociosidad y flojedad, que no solamente a los cuerpos y a las armas sino también a los ánimos con el poco uso y descuido se les engendra su género de orín y torpeza.

Ni dejarse de decir en alabanza suya que teniendo a uso de España, corrida de toros para el día primero de julio, que es muy solemne en este lugar, con tener tan tristes y temerosas nuevas cada día y estar ya el enemigo casi batiendo sus murallas, no por eso los dejaron de correr, mirando desde el mismo coso sin temor alguno las banderas resplandecientes de los franceses, y como si fuera cosa de juego las armas, todo era silvar a los enemigos.

Al principio del reinado de los católicos reyes Fernando e Isabel, dividida Castilla en guerras civiles y favoreciendo muchos la parte de la Reina Isabel, hermana del difunto Rey Enrique, por no poderse persuadir a que la Infanta D. Juana fuese hija del Rey Enrique, sino de Beltrand de la Cueba, que tenía más entrada de lo que fuera razón en palacio, acometieron los franceses a Fuenterrabía, inducidos de los portugueses, que con las armas en la mano pedían a Castilla como dote del matrimonio de D. Juana, y habían hecho liga y confederación con los franceses, siendo cabeza de esta expedición Amano, señor de Lebrit, el cual con 40.000 combatientes (así lo cuentan) la puso cordón, pero resistidos del valor de Balthasar Gago, gobernador, y de los vecinos de la villa, fueron 2 veces rechazados de las murallas con grande estrago del campo francés, que no pudiendo tomarla se hubo de volver a su tierra, gastado en valde tanto aparato de ejército.