Economía española y del País Valenciano

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— (1990b): «L’arrencada industrial (1960-1975)», en P. Ruiz (dir.): Història del País Valencià, V. Època contemporània, Barcelona, Edicions 62, pp. 353-382.

— (2003): «Epíleg», en E. Lluch: La via valenciana, 3.a ed., Catarroja, Afers, pp. 243-334.

— (2004): «Introducció» en «València, un país també en una cruïlla económica», Serra d’Or, 533.

* Agradezco las sugerencias del profesor Cristóbal Andrés. En la redacción de las prácticas de este tema han participado los profesores José Honrubia, Salvador Gil Pareja y Andrés J. Picazo.

1. A diferencia de lo que pensaban los ludistas, obreros que destruían máquinas en el siglo XIX, el uso de más capital por unidad de trabajo (la intensificación de la capitalización) se ha considerado compatible con el mantenimiento de las proporciones que representan las retribuciones a los factores en la distribución de una renta creciente, hecho que indica que los trabajadores participan de las mejoras conseguidas por el aumento de los salarios reales y también por la generación de trabajo en actividades nuevas (Pérez, 2007: 30).

2. Recordemos que este tipo de indicadores son cocientes y que, por lo tanto, su evolución comparativa depende tanto del numerador (aproximación a la producción económica agregada) como del denominador (población).

3. La apertura al exterior se hace poco a poco pero de modo ininterrumpido hasta nuestros días. Tiene algunas fechas significativas: 1963, entrada en el GATT; 1970, Acuerdo de Preferencias Arancelarias con la CEE (como sucedáneo de la negativa de Bruselas a la demanda de adhesión de España a la CEE puesto que no disponía de credenciales democráticas); 1985, la deseada firma del acuerdo de adhesión a la Comunidad Europea (que se había ampliado previamente con Dinamarca, Irlanda, Gran Bretaña y Grecia y que se hace simultáneamente con Portugal); 1989, entrada al Sistema Monetario Europeo (antesala de la unión monetaria); 1993, acuerdos de Marruecos de la Ronda Uruguay de GATT (ahora OMC) y Mercado Único Europeo (y ampliación de la UE con Suecia, Austria y Finlandia); 1999, Unión Monetaria y creación del euro; 1 de mayo de 2004, nueva ampliación de la UE hacia el este con 10 países más; y 2007, otra ampliación con Rumanía y Bulgaria.

4. En este contexto, hay que añadir la ordenación de aspectos o sectores económicos básicos, como la fijación de la paridad de la peseta con el dólar, según las instrucciones del FMI, la nueva normativa del sector bancario que se desprende de la Ley de bases de ordenación bancaria de 1962 o una cierta planificación indicativa, con los planes de desarrollo de los años sesenta y principios de los setenta, de pobres resultados.

5. Aun así, en esta época se ponen en funcionamiento dos de las multinacionales más significativas en territorio valenciano: la Ford y la IBM (esta última abandonó a principios de los noventa la factoría de la Pobla de Vallbona, dejándola en manos de una empresa proveedora de materiales informáticos, la MSL y, posteriormente, vendida a la canadiensa Celestica que dedica la factoría valenciana a la fabricación de circuitos eléctricos y productos para los sectores aeroespacial, médico, industrial y de la automoción). Las dos, junto con alguna que llegó posteriormente, como Alsthom –que adquirió la empresa de material ferroviario Macosa y que ha sido vendida finalmente a la alemana Vossloh–, contribuyeron no sólo a ampliar nuestra capacidad productiva, sino también a mejorar la cultura de la calidad de muchas de las pymes (pequeñas y medianas empresas) valencianas proveedoras suyas que, posteriormente, conseguirían ganar nuevos clientes y nuevos mercados.

6. Es especialmente interesante hacer patente que la práctica de políticas económicas propias para el conjunto de un país como el valenciano ha resultado un factor muy importante en la vertebración de la sociedad valenciana. El tejido empresarial valenciano tendrá por primera vez un interlocutor público que pueda responder con precisión a sus demandas además de un marco de relaciones sociales y políticas unitario.

7. Normalmente se entrecruzan factores de oferta y factores de demanda en la explicación del ciclo. Además, hay que saber que las políticas públicas para corregir estos desequilibrios pueden contribuir también a las fluctuaciones. En todo caso, se debe distinguir entre el PIB potencial o de equilibrio, es decir, el que se habría obtenido utilizando la capacidad productiva instalada y ocupando a todos los trabajadores disponibles, y el PIB real, el que resulta de los desequilibrios nombrados anteriormente (Myro, 2007: 64).

8. A causa de que, por su propia naturaleza, muchas de las actividades terciarias no pueden incorporar progreso tecnológico al proceso productivo y, por lo tanto, no pueden aumentar la productividad. Además, es el sector en el que se da una competencia más imperfecta.

9. La tabla input-output de la Comunidad Valenciana de 1990 y la de 1995 (MIOCV-95) –esta última elaborada con nuestra nueva metodología armonizada de la UE, la SEC-95– confirman lo apuntado en las tablas anteriores, la TIOCV-80 y la TIOCV-90, sobre la baja articulación del sistema económico valenciano, su poca vertebración, especialmente en cuanto a la actividad industrial en la que muchos inputs son de procedencia exterior, al mismo tiempo que la producción tiene una clara orientación hacia la demanda final. Si bien hay que añadir que mientras el saldo de flujos comerciales con el resto de España es negativo, este saldo con el resto del mundo es bastante positivo, especialmente con el resto de la UE. Excepcionalmente, la restauración y hostelería, la construcción, los sectores agroalimentarios y los servicios prestados a las empresas son sectores con un alto grado de eslabonamiento o ataduras con otros sectores, tanto hacia adelante (que necesitan de la buena marcha del conjunto de la economía para ir bien) como hacia atrás (que tienen capacidad de estímulo de otros sectores), medidos en términos del coeficiente de Streit, y forman complejos industriales.

10. Que incluyen los salarios nominales y todos los gastos vinculados a éstos, particularmente las cuotas de la Seguridad Social.

11. Hay una definición «canónica» de la competitividad, hecha por la Comisión Europea (1999) en su Sexto Informe sobre la situación de las regiones europeas: «La habilidad de las compañías, industrias, regiones, naciones y regiones supranacionales de generar, al mismo tiempo que se ven expuestas a la competencia internacional, niveles relativamente altos de ingresos o empleo».

2. Las fuentes del crecimiento económico

Vicent Soler

Universitat de València

2.1 Introducción

El crecimiento –y el cambio estructural, también– de una economía, estudiado en el capítulo 1, puede explicarse de varias maneras. La más sencilla es la que entiende que el crecimiento económico (Y) puede deberse a un incremento de la población ocupada (L) y/o a un aumento de la productividad del trabajo (). O bien, por ambas cosas a la vez.

Para averiguar la contribución de cada uno de estos componentes al crecimiento económico se utiliza la llamada contabilidad del crecimiento, que aplica técnicas cuantitativas para medir la contribución de cada uno de estos componentes.

Partimos de la evidencia de que . Consiguientemente, en términos incrementales, podemos escribir que . Es decir, como acabamos de señalar, podemos cuantificar el crecimiento económico () como la suma del crecimiento del empleo () y el de la productividad ().

2.2 La contribución del empleo y/o de la productividad

Evidentemente, el crecimiento económico muestra diferentes contribuciones relativas del empleo y la productividad, según economías y períodos. Si comparamos, por ejemplo, el caso americano, el europeo y el español, encontramos que, para el período de 1961 al 2002, Estados Unidos (EE. UU.), para un crecimiento económico () de un 2,2% de media anual acumulativa, un 73% era atribuible al incremento de la productividad () y el 27% restante, al aumento del empleo (). En contraste con el caso europeo, porque aquí, para un crecimiento del 2,5% anual acumulativo, un 96% se atribuía al incremento de la productividad y tan sólo el 4% restante al aumento del empleo, según European Economy, una revista oficial de la Comisión Europea.

 

El caso español seguía las pautas europeas porque se atribuía el crecimiento económico anual medio (que fue de un 3,3%) en un 94% al crecimiento de la productividad y sólo en un 6% al aumento del empleo. Es decir, el crecimiento económico español se producía, según esta publicación, mediante el aumento de la productividad del trabajo y no tanto por el incremento del uso del factor trabajo, medido en términos de aumento de la población ocupada.

Ahora bien, para el período más corto (y reciente) de 1975 a 2002, la tasa de crecimiento medio anual acumulativo para la economía de EE. UU. era del 3,2% –mayor que para el período de 1961 al 2002–, y se atribuía a partes iguales (50%) al incremento de la productividad y al del empleo. Para la economía de la Unión Europea, el crecimiento calculado era menor, del 2,4%, del cual se atribuía un 75% al crecimiento de la productividad y el 25% restante al del empleo. Para España, el crecimiento económico calculado era mayor, del 2,8%, del cual se atribuía un 65% al crecimiento de la productividad y un 35% al del empleo.

Como se puede ver, en los tres casos el papel del crecimiento de la productividad ha disminuido en tiempos más recientes a la vez que ha aumentado el papel del crecimiento del empleo, aunque sigue habiendo diferencias significativas porque la contribución de este último era mayor en el caso de EE. UU. y siempre menor en los casos europeo y español.

Es importante destacar que este cambio se ha agudizado significativamente en los últimos años. Desde finales de los noventa, la principal contribución al crecimiento económico español la ha aportado el aumento de puestos de trabajo. Incluso, en la segunda parte de esa década, la contribución del crecimiento de la productividad fue negativa, como se puede comprobar en la tabla 2.1.

TABLA 2.1

Tasas de variación del VAB real, empleo (horas trabajadas) y productividad en la economía española (%)


Fuente: INE y elaboración FBBVA.

Como vemos, en los últimos años, el crecimiento económico se ha sostenido sobre la base del aumento del empleo, en contraste con los períodos anteriores, donde la fuente de crecimiento principal era el crecimiento de la productividad (en un 94%, para el período de 1961 al 2002, como señalaba más arriba European Economy). Además, sin crear el deseable círculo virtuoso entre crecimiento del empleo y crecimiento de la productividad.1 Al contrario, se ha denotado una pérdida de aliento en el crecimiento de la productividad.

2.2.1 El empleo

Si nos centramos en el crecimiento de la población ocupada (), observaremos que depende del incremento de la población y de la parte de ésta que participa activamente en el mercado de trabajo (ocupados con relación a habitantes). Ahora bien, dada cierta población, depende de la tasa de empleo (ocupados con relación a la población potencialmente activa, la que está en edad de trabajar) y de la pirámide de edades (la cantidad de gente en edad de trabajar con relación al total de la población). A efectos de la contabilidad del crecimiento, estudiaremos sólo la tasa de empleo porque la pirámide de edades no es una variable estrictamente económica.

En cuanto a la tasa de empleo, también encontramos que los tres casos estudiados por European Economy son muy diferentes porque es mayor en el caso americano, una economía que acaba creciendo más, y menor en el caso europeo y, más aún, en el español (véase la tabla 2.2).

TABLA 2.2

Empleo


Tasa de empleo (2002) Número de horas efectivamente trabajadas*
EE. UU. 73,5 1.821
UE 64,5 1.490
España 59,0 1.816

* Al año, por trabajador.

Fuente: Eurostat.

Estos cálculos se refieren al número de personas ocupadas. Si precisamos los cálculos con el número de horas de trabajo realmente realizadas por trabajador, las cifras del trabajo realmente empleado en la actividad productiva cambian un poco, según matiza la columna de la derecha.

La razón de estas diferencias radica en lógicas cruzadas. En Europa (y en España) hay más vacaciones y días de fiesta y más presión sindical que en EE. UU. para limitar las horas de trabajo, hecho que reduce la cifra de horas efectivamente trabajadas al año. Sin embargo, en España, a diferencia de lo que ocurre en la UE y EE. UU., el porcentaje de trabajadores a tiempo parcial es muy bajo (7,9%) en comparación con Europa (13,8%) y EE. UU. (13%), hecho que hace aumentar las horas efectivamente trabajadas por trabajador.

En todo caso, hay que constatar una paradoja en cuanto a que la gran creación de puestos de trabajo en España en los últimos años se haya dado con un lento crecimiento de la productividad, lo cual quiere decir que se creaban muchos puestos de trabajo pero que eran de baja cualificación. La paradoja radica en que una buena parte del empleo ha sido para personas cualificadas. De hecho, de los 7 millones de puestos de trabajo creados entre 1997 y el 2007, 3,2 millones han sido de nuevos trabajadores con formación profesional II o universitarios.

En el País Valenciano, como en toda fase expansiva, la capacidad de creación de puestos de trabajo ha sido superior entre 1994 y el 2007, porque su estructura productiva está especializada aún más que la española en actividades productivas intensivas en factor trabajo, como se ha reiterado más arriba.

Por la misma razón, la crisis económica posterior destruye más puestos de trabajo que la media española, habida cuenta de que los sectores más afectados por la crisis (ciertos servicios y construcción) son, efectivamente, muy intensivos en trabajo.

2.2.2 La productividad

Como fuente de crecimiento, sin embargo, la pieza clave es el crecimiento de la productividad (), sobre el que descansa en última instancia no sólo la competitividad de una economía, sino también su capacidad productiva y, por lo tanto, el número de trabajadores (L) a medio y largo plazo.

Pues bien, el crecimiento de la productividad () se atribuye al progreso técnico (λ)2 y a la intensificación de la capitalización (el aumento del capital por trabajador, , ponderado en α.3 Es decir, en términos de ecuaciones, .

Dicho esto, hay que recordar lo que ya se ha señalado más arriba en cuanto a las trayectorias diferentes de la productividad en las diversas partes del mundo y, concretamente, en EE. UU. y Europa. Por ejemplo, en Europa, el intenso crecimiento de la productividad anterior se desacelera a partir de los años setenta: del 3,4% anual entre 1966 y 1975 al 0,9% entre 1996 y el 2004. En España, peor: del 5,4 al 0,7%. Aunque las cifras son mejores si se realizan por hora efectivamente trabajada, debido a la reducción de la jornada laboral (Reig, 2007: 59).

Asimismo, hay que tener en cuenta que esta desaceleración europea no ocurre en Estados Unidos, donde la desaceleración de la productividad deja ya de operar en los años ochenta y se invierte posteriormente. Hay, por lo tanto, en los últimos años un cese de la convergencia de la productividad del trabajo entre Europa y EE. UU.

Además, los factores de crecimiento de la productividad desempeñan un papel diferente a cada lado del Atlántico. En EE. UU. el principal factor es el incremento de la productividad total de los factores (PTF), por el gran desarrollo de las TIC, la mejora de costes por el proceso de desregulación y por las economías de escala en el sector de la distribución comercial, principalmente. En la mayoría de las economías con mayor crecimiento de la productividad, efectivamente, ha sido importante la presencia de un sector productor de bienes TIC potente. Es el caso de Finlandia, Suecia, Estados Unidos y el Reino Unido. En contraste, en Europa en general, lo que ha contado más es la elevación de la ratio capital/trabajo (), la intensificación de la capitalización, .

Las diferencias son más acusadas en el caso español. De hecho, la tasa española de inversión de capital sobre el PIB continúa aún siendo más de un 20%, superior a la media europea. Las razones son la necesidad de introducir el progreso técnico incorporado a los nuevos bienes de capital, el encarecimiento relativo del factor trabajo y el mayor peso, en el PIB, de las industrias y servicios intensivos en capital. La dotación de capital de la economía española ha conseguido así ir convergiendo con la de los otros países de la OCDE, donde, por otro lado, se ha hecho patente la lógica de los rendimientos decrecientes en la acumulación de capital.

En el 2003, la dotación de capital de la economía española era del 90% sobre el 100% de la media europea o el 107% de EE. UU. (De la Dehesa, 2003). De hecho, según Myro (2007: 58), la desaceleración en el ritmo de crecimiento de la productividad desde finales de los años setenta se atribuye más al estancamiento del progreso técnico que a la caída de la intensificación de la capitalización. Realmente, lo que se da es prácticamente un estancamiento en el crecimiento, cuando no un crecimiento negativo, de la PTF.4

Ahora bien, algunas de las causas del lento crecimiento de la productividad tienen naturaleza estructural, tienen que ver con la especialización productiva, la composición de la inversión y la organizatión de las actividades productivas. Sin embargo, hay que insistir en que las transformaciones estructurales tienen su origen en el progreso científico y tecnológico, el cual es relevante para su continuidad. Además, su efecto sobre la competitividad depende de la velocidad relativa de este progreso respecto al de los países competidores.5

Al menos, en el gráfico 2.1 se sintetiza la importancia relativa de las fuentes de crecimiento de la productividad del trabajo (en el sector privado, que es el más representativo en este orden de cosas) para economías de referencia: País Valenciano, España, UE-15, Japón y EE. UU. Las fuentes del crecimiento que se destacan en él son la intensificación de la capitalización (se distingue entre capital de las TIC y capital no-TIC), la mejora de la cualificación y composición del trabajo (capital humano) y la PTF.6

GRÁFICO 2.1

Las fuentes del crecimiento. Productividad del trabajo del sector privado. 1995-2000 frente a 2000-2005 (%)


* No incluye a Portugal, Grecia, Irlanda, Luxemburgo y Suecia.

 

Fuente: INE, EU KLEMS Database, marzo (en línea <http://euklems.net>) y elaboración de Matilde Mas.

Como se puede comprobar ahora gráficamente, es el lento crecimiento de la PTF el factor que explica la diferencia en los avances de productividad observados entre EE. UU. y la UE. En el caso valenciano y español, el tema se agrava porque la PTF acaba teniendo una contributión negativa en el crecimiento de la productividad.

En contraste, las dotaciones de capital TIC por trabajador han contribuido de forma positiva, y tres veces más que su peso en la economía, al crecimiento de la productividad del trabajo en el País Valenciano. En el último período, 2000-2005, se observa una fuerte aceleración en la contribución del capital no-TIC al crecimiento de la productividad de la economía valenciana.

El comportamiento agregado, sin embargo, puede ofrecer una visión distorsionada de la realidad porque los comportamientos de los sectores pueden ser muy distintos. E, incluso, dentro de cada sector, la eficiencia de las empresas puede ser también muy diferente.

2.3 La geografía de la productividad

La intensidad del crecimiento de la productividad y los componentes que explican esta intensidad cambian en el tiempo pero también en el espacio, como se ha señalado antes. De hecho, un tema siempre sobre la mesa es el de la convergencia real a escala territorial; a todos los niveles. Desde el mundial –con el gran agujero negro del África subsahariana– al valenciano –con el desequilibrio entre las comarcas de la costa y las del interior–, pasando por el europeo –donde tantos esfuerzos se han puesto para incentivar la convergencia mediante los fondos estructurales y los de cohesión.

En España, concretamente, tenemos estudios que, utilizando conceptos como el de σ y ß convergencia (que se estudiarán más profundamente en el capítulo 3), permiten concluir que hay una ligera convergencia en productividad de trabajo entre las diversas comunidades autónomas; también que las diferencias más pequeñas se encuentran en las dotaciones de capital TIC y en la cualificación de la fuerza del trabajo y que ambos tienen un perfil convergente. Por el contrario, las dotaciones en infraestructuras mostraron un perfil ligeramente divergente.

Dicho esto, vale la pena comparar los casos español y valenciano al respecto. Históricamente podemos hacer algunos apuntes interesantes a partir del trabajo de Picazo y Reig (2001), que corresponden al período 1964-1993, tal y como indica la tabla 2.3.

TABLA 2.3

Fuentes del crecimiento económico (1964-1993)


() A% anual acumulativo Componentes, en porcentajes
() ∆ productividad () ∆ empleo
España 3,7 114 –14
País Valenciano 4,3 98 2

Fuente: Picazo y Reig (2001).

Según estos autores, el crecimiento de la economía valenciana fue superior al de la española en este período: de un 4,3% de media anual acumulativa frente a un 3,7%. Estos crecimientos son atribuibles, en el caso valenciano, en un 98% al incremento de la productividad del trabajo y en el 2% restante al aumento del empleo, y en el caso español, en un 114% al incremento de la productividad y en un –14% a la variatión del empleo.

Como la tasa de incremento de la productividad del trabajo es prácticamente similar (la valenciana era tan sólo seis centésimas mayor que la española), en ambos casos, el diferencial de mayor crecimiento económico valenciano (que era de seis décimas) estaba asociado a la mayor tasa de empleo. Hecho que se explica porque el modelo de crecimiento valenciano se basaba, como hemos reiterado ya antes, en un uso relativamente más intensivo de factor trabajo no cualificado.

Este uso intenso de trabajo no cualificado explica en buena medida que las actividades económicas valencianas tuvieran un nivel de productividad del trabajo inferior al español, excepto en el sector de la constructión (Reig y Picazo, 1997: 137), aunque este sector tiene, en general, una capacidad muy exigua de aumentar el nivel de productividad.

Ahora bien, como también sabemos, estos diferenciales negativos de productividad del trabajo (y) no significaban unos mayores costes del factor trabajo –en términos del coste laboral unitario– porque iban acompañados de unos diferenciales negativos aún mayores de los salarios (w). He aquí, como ya se ha señalado en el capítulo 1, que la economía valenciana sostenía unas ventajas competitivas en muchas de sus actividades productivas, principalmente en las de trabajo intensivo.

En cuanto a la descomposición del incremento de la productividad del trabajo, la tabla 2.4 muestra cómo se atribuía, en el caso valenciano, en un 33% a la intensificatión de la capitalizatión y en el otro 67% al aumento de la PTF. Mientras que, en el caso español, la atribución a la intensificatión de la capitalizatión era del 31% y el otro 69% era atribuible al aumento de la PTF (recordemos que estamos utilizando datos de referencia diferentes de los de Eurostat). Es decir, una ligera mayor contributión de la intensificatión de capitalizatión que de la PTF en el caso valenciano respecto al español (Picazo y Reig, 2001: 34).

TABLA 2.4

Productividad (1964-1993)


() Á% anual acumulativo Componentes, en porcentajes
() Intensificación de capital* ∆ PTF
España 4,18 31 69
País Valenciano 4,24 33 67

* ∆ de capital por trabajador.

Fuente: Reig y Picazo (1997: 135), referida sólo al sector privado de la economía.

Hay que añadir que, pese al esfuerzo inversor realizado por el sector privado valenciano (que había quintuplicado las dotaciones de capital entre 1964 y 1993, y que en términos por trabajador había crecido más que el español), había aún una situación de infracapitalización respecto a la media española en cuanto al capital productivo (Picazo y Reig, 2001: 36). Si bien deberíamos matizar que una buena parte del capital acumulado era capital residencial (viviendas de todo tipo) y no capital productivo.

Más recientemente, los datos sobre la economía valenciana confirman que el crecimiento se ha basado únicamente en el aumento del empleo. Estos mismos datos informan de que la productividad ha llegado a tener una contribución negativa al crecimiento de la economía durante varios años, tal y como señala la tabla 2.5:

TABLA 2.5

Variación interanual Comunidad Valenciana, en porcentaje (2001-2007)


Fuente: Contabilidad Regional de España. Base 2000 (INE).

Un panorama aún más gris que el de la economía española. Y eso viene de hace tiempo. En el gráfico 2.2, observamos cómo el crecimiento medio de la productividad en el País Valenciano es inferior al español desde que entramos en la Unión Europea, en 1986.

GRÁFICO 2.2

Productividad del trabajo, tasas de variación (1985-2007), en porcentaje


Fuente: INE y elaboratión de la FBBVA.

El resultado de todo esto es que el nivel de productividad de la economía valenciana continúa siendo más bajo que el de la española, como se ha visto en el epígrafe sobre la estrategia competitiva del capítulo 1 y, concretamente, en el gráfico 1.7, el gráfico sobre los niveles relativos de CLU valencianos sobre la media española. Asimismo, hemos comprobado en el gráfico 2.1 de este capítulo 2, el que compara las fuentes de crecimiento de la productividad de las diversas economías, que el componente que resta dinamismo a la productividad de la economía valenciana es la productividad total de los factores, similar al caso español y en contraste con el caso europeo, el japonés o el americano.

2.4 La productividad total de los factores (PTF)

2.4.1 Territorio, infraestructuras, capital humano, capital tecnológico y cambio estructural

Como acabamos de ver, la mejora de la eficiencia de la economía –aproximada por la variable PTF– tiene un papel muy importante en la lógica del crecimiento económico. Antes de seguir, sin embargo, vale la pena que recordemos que la llamada PTF, en principio, era una caja negra, en términos de Robert Solow, que incluía todo aquello del crecimiento económico no explicado por el mayor uso de los factores de producción, capital y trabajo, y que estaba asociada fundamentalmente al progreso técnico (λ). Pero economistas posteriores a Solow registraron dentro de la caja y pudieron extraer otras evidencias.

En primer lugar, encontraron que el territorio también cuenta, que las características del territorio afectan evidentemente al grado de eficiencia de la economía: tanto como productor de recursos y receptor de los residuos –de los outputs no deseables– de la actividad económica, como también en la conformación de economías o deseconomías externas para las empresas. De hecho, ninguna actividad económica se localiza aleatoriamente en el territorio. Todo el mundo busca la mejor localización en la búsqueda de las mejores condiciones para la actividad económica que quiere emprender. Por ello, es trascendental organizar el territorio de la mejor manera posible, tal y como se estudia en el capítulo 4.

En relación directa con la importancia de una buena organización del territorio, hicieron patente que las infraestructuras –principalmente, capital físico público– tenían también un papel importante en la consecución de estas mejores condiciones para la actividad económica porque podían favorecer la accesibilidad –un túnel, un puerto, un aeropuerto o una carretera– o mejorar el medio natural –una depuradora de aguas, por ejemplo–. En definitiva, las infraestructuras crean economías externas en los entornos en los que se localizan, tal y como se hace patente analíticamente en el capítulo 6.

Del mismo modo, contar con gente preparada, con trabajadores formados, incide igualmente, y de manera sensible, en la mejora de las condiciones para el crecimiento económico. Por ello el capital humano –los recursos humanos cualificados– también se debe tener en cuenta cuando se valora lo que puede explicar el aumento de la eficiencia de una economía (capítulo 5). Y relacionado con el capital humano, hay que añadir el capital tecnológico (capítulo 6), la dotación de conocimientos –que permite el progreso tecnológico– con la que cuentan la economía y la sociedad.