Si Ella Viera

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CAPÍTULO CUATRO

El desayuno consistió en pasar en auto por un local Panera Bread en Roanoke. Fue allí, mientras aguardaban en una pequeña cola al amanecer, que DeMarco hizo varias llamadas para programar una reunión con Olivia Nash, hija de la pareja recientemente asesinada. En ese momento se estaba quedando con su tía en Roanoke y estaba, según palabras de su tía, totalmente destrozada.

Luego de conseguir la dirección y el permiso de su tía, se dirigieron a la casa justo después de las siete en punto. La hora temprana no era un problema porque, de acuerdo a la tía, Olivia se había rehusado a dormir desde el hallazgo de sus padres.

Cuando Kate y DeMarco llegaron a la casa, la tía estaba sentada en el porche. Cami Nash se levantó cuando Kate salió del auto, pero no hizo ningún movimiento para adelantarse a recibirlas.Tenía una taza de café en la mano y la mirada cansada en su rostro hizo pensar a Kate que no era la primera que bebía esta mañana.

—¿Cami Nash? —preguntó Kate.

—Sí, soy yo —dijo.

—Primero y ante todo, acepte por favor mis condolencias por su pérdida —dijo Kate—. ¿Eran cercanos usted y su hermano?

—Bastante cercanos, sí. Pero ahora mismo, tengo que soslayar eso. No puedo... llorarlo en este momento porque Olivia necesita a alguien. Ella no es la misma persona con la que hablé por teléfono la semana pasada. Algo se ha roto en ella. No puedo ni siquiera imaginar... lo que debe haber sido encontrarlos así y...

Se fue apagando y sorbió muy rápidamente un poco de su café, tratando de distraerse ante la catarata de lágrimas que parecía aproximarse con rapidez.

—¿Estará bien como para hablar con nosotras? —preguntó DeMarco.

—Quizás por un rato. Le dije que ustedes venían y pareció comprender lo que eso significaba. Por eso es que me estoy reuniendo con ustedes antes de que entren. Siento que es necesario decirles que ella es una joven normal, equilibrada. En el estado en que se encuentra ahora, sin embargo, no quería que pensaran que ella tenía alguna clase de problema mental o algo parecido.

—Gracias por eso —dijo Kate. Había visto antes personas absolutamente devastadas por la pena y nunca fue una vista agradable. No podía dejar de preguntarse qué tanta experiencia tenía DeMarco al respecto.

Cami las hizo entrar a la casa. El interior estaba tan silencioso como una tumba, y el único sonido provenía del zumbido del aire acondicionado. Kate notó que Cami caminaba lentamente, asegurándose de no hacer demasiado ruido. Kate la imitó, preguntándose si Cami esperaba que el silencio ayudaría a que Olivia finalmente durmiera o si simplemente estaba tratando de no alarmar de cualquier forma a la joven, ya de por sí frágil.

Entraron a la sala de recibo, donde una joven se hallaba entre sentada y recostada en el sofá. Su cara estaba enrojecida, sus ojos ligeramente hinchados por el llanto reciente. Lucía como si no hubiera dormido en una semana en lugar de algo más de un día. Al ver entrar a Kate y DeMarco se enderezó un poco.

—Hola, Señorita Nash —dijo Kate—. Gracias por aceptar reunirse con nosotras. Sentimos en verdad su pérdida.

—Llámeme Olivia, por favor —su voz sonaba ronca y cansada, casi tan desgastada como sus ojos parecían estar.

—Haremos esto lo más rápido posible —dijo Kate—. Entiendo que usted acababa de regresar de la universidad. ¿Sabe si sus padres habían planeado recibir a alguien más ese día?

—Si así fue, no lo supe.

—Por favor perdone que lo pregunte, pero ¿sabe si alguno de sus padres tenía alguna rencilla de larga data con alguien? ¿Personas que ellos pudieran haber considerado enemigos?

Olivia meneó su cabeza con energía. —Papá estuvo casado antes… antes de conocer a mamá. Pero incluso con su ex-esposa, estaba en buenos términos.

Olivia comenzó a llorar en silencio. Las lágrimas brotaron de sus ojos y ella no se molestó en enjugarlas.

—Quiero mostrarle algo —dijo Kate—. No sé si tenga algún significado para usted. Si es así, podría ser bastante emotivo. ¿Estaría dispuesta a echarle un vistazo y hacernos saber si es familiar para usted?

Olivia lució alarmada, quizás incluso un poco asustada. Kate realmente no la culpaba y casi que no quería mostrarle el retal de tela que Palmetto les había entregado —el retazo del que Kate tenía la certeza de que era parte de una frazada o un edredón. Lo sacó del bolsillo con algo de reluctancia.

Supo de inmediato que Olivia no la reconocía. Hubo una inmediata sensación de alivio y confusión en el rostro de la joven mientras miraba la bolsa plástica y lo que contenía.

Olivia meneó su cabeza pero mantuvo sus ojos pegados a la bolsa transparente. —No. No la reconozco. ¿Por qué?

—No lo podemos revelar ahora —dijo Kate. La verdad, no había nada ilegal en revelarlo al pariente más cercano... pero Kate no veía razón en traumatizar más a Olivia Nash.

—¿Tienen idea de quién hizo esto? —preguntó Olivia. Se veía perdida, como si no reconociera dónde estaba… quizás ni siquiera a ella misma. Kate no podía recordar la última vez que había visto a alguien tan claramente ajeno a todo lo que le rodeaba.

—Ahora no —dijo—, pero la mantendremos informada.Y por favor —dijo, mirando a Olivia y luego a Cami—, contáctenos si piensan en algo que pudiera ayudar.

Ante ese comentario, DeMarco sacó una tarjeta del bolsillo interno de su chaqueta y se la entregó a Cami.

Quizás eran los años que había pasado en el retiro, o el sentirse culpable por haber abandonado su puesto como abuela la noche anterior, pero Kate se sintió mal al abandonar la habitación, dejando a Olivia Nash con su profunda pena. Mientras ella y DeMarco caminaban hacia el porche, pudo escuchar a la joven dejando salir un suave gemido de aflicción.

Kate y DeMarco intercambiaron una mirada de incomodidad mientras se dirigían al auto. En su bolsillo interior, Kate podía sentir la presencia de ese retazo de tela y de pronto lo sintió en verdad pesado.

CAPÍTULO CINCO

Mientras Kate dejaba el pequeño pueblo de Whip Springs y se encaminaba a Roanoke, DeMarco usaba su iPad para consultar los archivos del caso del primer conjunto de homicidios. Era casi una copia exacta de la escena de crimen de los Nash; una pareja había sido asesinada en su hogar de una manera particularmente horrible. Los resultados preliminares no habían producido sospechosos potenciales y no había habido testigos.

—¿Dice algo acerca de alguna cosa dejada en las gargantas o bocas de las víctimas? —preguntó Kate.

DeMarco recorrió los informes y meneó la cabeza. —No hasta donde puedo ver. Pienso que puede ser un... —no, espera, aquí está. En el reporte de la autopsia. La tela no fue descubierta hasta ayer —día y medio después que los cuerpos fueron hallados. pero sí... el informe dice que había un pequeño pedazo de tela alojado en la garganta de la madre.

—¿Da una descripción?

—No. Llamaré al forense y veré si puedo obtener una foto del mismo.

DeMarco no perdió tiempo, haciendo la llamada de inmediato. Mientras estaba al teléfono, Kate intentó pensar en algo que pudiera conectar a dos parejas aparentemente escogidas al azar, dado lo que había sido encontrado en las gargantas de las mujeres. Aunque Kate todavía tenía que ver el pedazo de tela que había sido sacado de la garganta de la primera víctima, tenía la certeza de que coincidiría con el encontrado en la garganta de la Sra. Nash.

La llamada de DeMarco finalizó tres minutos después. Segundos más tarde, recibió un mensaje de texto. Miró la pantalla y dijo: —Tenemos una coincidencia.

Aproximándose a un semáforo mientras avanzaban lentamente por la ciudad de Roanoke, Kate echó un vistazo al teléfono mientras DeMarco se lo mostraba. Como Kate esperaba, la tela era suave y de color azul —una coincidencia exacta con la encontrada en la garganta de la madre Nash.

—Tenemos archivos bastante extensos de ambas parejas, ¿correcto? —preguntó Kate.

—Más o menos, supongo —dijo—. Basándome en los registros y los archivos del caso que tenemos, podría haber algún material faltante, pero creo que tenemos algo para avanzar —hizo una pausa cuando la app GPS del iPad sonó—. Gira a la izquierda en este semáforo —dijo DeMarco—. La casa está a menos de un kilómetro por esta siguiente calle.

Los engranajes mentales de Kate giraban con rapidez mientras se acercaban a la primera escena de crimen.

Dos parejas casadas, asesinadas de forma brutal. Restos o retazos de una especie de vieja frazada hallados en las gargantas de las esposas…

Había muchas formas de proceder con las pistas que les habían dado. Pero antes de que Kate pudiera concentrarse en una sola y hacerla encajar, DeMarco ya estaba hablando.

—Justo allí —dijo, señalando una pequeña casa de ladrillos a la derecha.

Kate estacionó junto a la acera. La casa estaba situada en una estrecha calle lateral, de las que conectaban dos vías principales. Era una calle silenciosa con unas pocas casas más ocupando el espacio. La calle tenía su historia, con las aceras ennegrecidas y agrietadas, y las casas en un estado similar.

En las desvanecidas letras del buzón se leía LANGLEY. Kate también avistó una L decorativa colgando de la puerta principal, hecha de madera envejecida. Destacaba en contraste con el amarillo brillante de la cinta de escena de crimen que colgaba de los pasamanos del porche.

Mientras Kate y DeMarco se dirigían al porche del frente, DeMarco medio leía, medio recitaba, la información que tenían en los informes sobre la familia Langley.

 

—Scott y Bethany Langley—Scott de cincuenta y nueve años de edad, Bethany sesenta y uno. Scott fue hallado muerto en la cocina y Bethany en el cuarto de lavado. Fueron hallados por un muchacho de quince que estaba recibiendo de Scott lecciones privadas de guitarra. Se estima que habían sido asesinados solo unas horas antes de que los cuerpos fueran descubiertos.

Al entrar a la residencia Langley, Kate se detuvo en el umbral por un momento, captando la disposición del lugar. Era una casa mas pequeña, pero bien mantenida. La puerta principal se abría a un vestíbulo muy pequeño que luego se convertía en la sala. Desde allí, un pequeño mostrador de bar separaba la cocina de la sala. Un corredor se situaba a la derecha, y conducía al resto de la casa.

La distribución de la casa por sí sola le decía a Kate que el marido habría sido probablemente asesinado primero. Pero desde la puerta principal, había una vista bastante clara de la cocina. Scott Langley tendría que haber estado bastante ocupado para no advertir que alguien pasaba por la puerta principal.

Quizás el asesino vino de otra manera, pensó Kate.

Entraron a la cocina, donde las manchas de sangre todavía destacaban de forma prominente en el piso laminado. Una sartén y una lata de aerosol para cocinar descansaban en el borde de la estufa.

Él se disponía a cocinar algo, pensó Kate. Así que fueron asesinados hacia la hora de la cena.

DeMarco puso el pie en el corredor, y Kate la siguió. Había una pequeña habitación inmediatamente a la izquierda. El vano de la puerta mostraba un abarrotado cuarto de lavado. Aquí, las salpicaduras de sangre habían sido mucho peores. Había manchas de sangre en la lavadora, la secadora, las paredes, el piso y sobre una carga de ropa limpia cuidadosamente doblada, colocada en un cesto.

Con los cuerpos ya levantados, parecía que era muy poco lo que la residencia Langley podía ofrecerles. Pero había una cosa más que Kate quería comprobar. Caminó de vuelta a la sala y miró las imágenes en las paredes y encima del centro de entretenimiento. Vio a los Langley sonrientes y felices. En una foto, vio a una pareja más vieja con los Langley posando al final de un embarcadero en la playa.

—¿Tenemos un análisis de la vida familiar de los Langley? —preguntó Kate.

DeMarco, todavía con el iPad en su diestra, buscó en pantalla la información y comenzó a leer los detalles que tenían. Con cada uno, Kate encontró que la corazonada que había tenido desde hacía minutos era probablemente cierta.

—Estuvieron casados por veinticinco años. Bethany Langley tenía una hermana que murió en un accidente de tráfico hace doce años, y a ninguno de ellos le sobreviven sus padres. El padre de Scott Langley falleció recientemente, hace seis meses, de una forma agresiva de cáncer de próstata.

—¿Alguna mención de hijos?

—No. No hay hijos —DeMarco hizo una pausa y pareció captar aquello sobre lo que Kate estaba especulando—. ¿Estás pensando en la tela, correcto? Esa que se ve como una especie de manta de bebé.

—Sí, eso es lo que estaba pensando. Pero si los Langley no tenían hijos no creo que haya ninguna conexión obvia.

—No sé si alguna vez he visto una conexión obvia con algo —dijo DeMarco riendo por lo bajo.

—Eso es cierto —dijo Kate, aunque sentía que debía haber una aquí. Incluso siendo víctimas aparentemente escogidas al azar, había unas cosas que tenían en común.

Ambas parejas estaban entre la mitad y finales de los cincuenta, y comienzos de los sesenta. Ambas eran casadas. La esposa de cada pareja tenía metido en su garganta un pedazo de lo que parecía una frazada.

Así que sí... había similitudes, pero no conducían a verdaderas conexiones. Todavía no, en todo caso

—Agente DeMarco, ¿crees que podrías hacer una o dos llamadas para asegurar que nos den algo de espacio de oficina en el departamento de policía?

—Ya está hecho —dijo—. Estoy casi segura de que Durán arregló todo eso incluso antes de que llegáramos aquí.

Se cree que me conoce muy bien, pensó Kate, un poco irritada. Pero, por otro lado, parecía que la conocía condenadamente bien.

Kate echó de nuevo un vistazo a la casa, a las fotos, a las manchas de sangre. Iba a tener que profundizar en los detalles de cada pareja si quería llegar a algún lado con esto. E iba a necesitar alguna clase de resultado forense con respecto a los pedazos de telas. Dadas las similitudes entre las dos escenas, presumió que una buena investigación a la antigua más que cualquier otra cosa descubriría algunas pistas e indicios.

Regresaron al auto, y Kate recordó de nuevo lo ridículamente temprano que habían comenzado este día. Cuando vio que solo eran un poco más de las diez de la mañana, se sintió llena de energía. Todavía tenían todo un día por delante. Quizás, si era afortunada y el caso se encarrilaba como ella sentía que podría ser, estaría de vuelta en Richmond con el cierre del fin de semana para ver a Michelle una vez más —si, claro está, Melissa lo permitía.

Mira, habló una parte más sabia de ella mientras volvía a colocarse al volante del auto. Incluso en medio de unos sangrientos asesinatos múltiples, estás pensando en tu nieta, en tu familia. ¿Eso no te dice algo?

Ella suponía que sí. Pero incluso al poner el pie en el último cuarto de su vida, todavía era difícil admitir que había algo más en la vida que el trabajo. Era especialmente difícil cuando estaba siguiendo el rastro de un asesino, y sabía que en cualquier momento podría estar matando de nuevo.

CAPÍTULO SEIS

Una pequeña sala de conferencias al fondo del edificio de la Policía de la Ciudad de Roanoke había sido apartada para Kate y DeMarco. En cuanto arribaron a la estación, una mujer, gruesa y pequeña, que estaba en la recepción, las condujo a través del edificio hasta la sala. Tan pronto como tomaron asiento y comenzaron a montar una estación de trabajo provisional, tocaron a la puerta.

—Pase —dijo Kate.

Cuando la puerta se abrió, vieron una cara familiar —Palmetto del Departamento de Policía Estatal, el viejo cascarrabias que se había reunido con ellas delante de la residencia Nash temprano en la mañana.

—Vi que venían por aquí mientras estaba firmando todo mi papeleo —dijo Palmetto—. Estoy de salida, de regreso a Chesterfield en unas horas. Pensé que debía venir a ver si había algo más en que pudiera ayudar.

—Nada importante —dijo Kate—. ¿Sabía que había también un retazo de esa misma tela en la garganta de Bethany Langley?

—No lo supe hasta hace media hora. Aparentemente, una de ustedes llamó al laboratorio para pedirles que le enviaran una foto.

—Sí —dijo DeMarco—. Y parece ser idéntico al que nos dio.

A la mención del retal de tela, Kate puso en la mesa la bolsa plástica que Palmetto le había dado —Hasta ahora, es la única evidencia sólida que tenemos que conecta los asesinatos de una manera concreta.

—Y los forenses no encontraron casi nada en ese —dijo Palmetto—. Aparte del ADN de la Sra. Nash.

—El informe forense que estoy viendo del retazo de los Langley no brinda nada, tampoco —dijo DeMarco.

—Aún así valdría la pena un viaje al laboratorio forense —dijo Kate.

—Buena suerte con eso —dijo Palmetto—. Cuando hablé con ellos acerca del retal de los Nash, no tenían ninguna pista.

—¿Estuvo usted involucrado en la escena del hogar Langley? —preguntó Kate.

—No. Yo llegué inmediatamente después que sucedió. Vi los cuerpos y revisé el lugar, pero no había nada. Cuando hablé con los forenses, sin embargo, les pregunté acerca del cabello encontrado sobre la ropa lavada. No parecía pertenecer a la Sra. Langley, así que le van a hacer algunas pruebas.

—Antes de que se vaya —dijo Kate, —¿quiere compartir alguna teoría?

—No tengo ninguna —dijo Palmetto secamente—. De la indagación que he hecho, no parece haber ningún lazo entre los Nash y los Langley. La tela en las gargantas, sin embargo, ... algo así de personal y explícito para el asesino tiene que enlazarlos de alguna manera, ¿correcto?

—Ese es mi parecer—dijo Kate.

Palmetto le dio una juguetona palmada a la puerta y entonces Kate le vio sonreír por primera vez. —Estoy seguro de que lo resolverá. He escuchado acerca de usted, ¿sabe? Muchos de nosotros en el Departamento de Policía Estatal han escuchado.

—Estoy segura —dijo, con una sonrisa de complicidad.

—Mayormente cosas buenas. Y que luego, abandonó su retiro hace unos meses para atrapar a alguien, ¿correcto?

—Podría decirlo así.

Palmetto, viendo que Kate no iba simplemente a quedarse sentada para recibir un baño de elogios, se encogió de hombros. —Llame a los chicos de la estatal si necesita algo en relación con esto, Agente Wise.

—Lo haré —dijo Kate mientras Palmetto se despedía.

Cuando Palmetto hubo cerrado la puerta, DeMarco agitó su cabeza divertida. —¿Alguna vez te llega a cansar escuchar a la gente cantarte alabanzas?

—Sí, la verdad —dijo Kate, pero no de una manera brusca. Aunque levantaba el ánimo que le recordaran todo lo que había hecho a lo largo de su carrera, sabía muy en el fondo que simplemente siempre había hecho su trabajo. Quizás había hecho su trabajo con un poco más de pasión que los demás, pero había sido solo eso —un trabajo bien hecho… un trabajo que al parecer ella no podía dejar atrás.

En el curso de unos minutos y con la ayuda del administrador de sistemas de la estación, Kate y DeMarco tuvieron acceso a la base de datos de la estación. Trabajaron juntas, indagando en los pasados de los Nash y los Langley. Ninguna de las familias tenía registros de ningún tipo. De hecho, ambas familias tenían registros que hacían dificil imaginar que alguien tuviera una rencilla con ellos. En cuanto a los Langley, se habían desempeñado como padres de acogida por unos años de su vida, así que habían tenido que pasar por un riguroso proceso examen de sus antecedentes, varias veces en el transcurso de sus vidas. Los Nash estaban fuertemente involucrados con su iglesia y habían hecho varios viajes misionales en los últimos veinte años, principalmente a Nepal y Honduras.

Kate lo dejó por un rato y comenzó a pasear por la estancia. Empleó el pizarrón de la sala de conferencias para escribir unas notas, esperando que verlo todo escrito en un solo lugar la ayudaría a enfocarse. Pero no había nada. Sin conexiones, ni pistas, ni un curso claro de adonde ir.

—Tú, también, ¿eh? —dijo DeMarco— ¿Nada?

—Ni tanto. Pienso que quizás avancemos con lo que tenemos en lugar de tratar de encontrar algo nuevo. Pienso que necesitamos reevaluar las telas. Aunque las pruebas forenses no arrojaron nada, quizás la tela en sí puede señalarnos algo.

—No te sigo —dijo DeMarco.

—Está bien —dijo Kate—. No estoy segura, tampoco. Pero espero que lo sabremos cuando lo veamos.

***

Kate sintió las primeras verdaderas punzadas de fatiga cuando ella y DeMarco conducían de la estación de policía al laboratorio forense. Fue un crudo recordatorio de que ella no había dormido en unas veintisiete horas y que su día laboral había comenzado insanamente temprano. Hace veinte años, esto no la habría molestado. Pero con los cincuenta y seis viéndola directo a la cara a unas semanas en el calendario, las cosas eran diferentes ahora.

El trayecto al laboratorio, localizado en las cercanías de una pequeña red compuesta por el Departamento de Policía, la corte, y una prisión preventiva, fue de solo cinco minutos. Luego de mostrar sus identificaciones, fueron escoltadas desde la recepción del edificio de ciencias forenses hasta el área del laboratorio central. Se les pidió tomar asiento por unos instantes en un pequeño lobby, mientras que el técnico que había estado a cargo de las muestras de tela era llamado.

—¿Piensas que hay alguna posibilidad de que la tela sea para el asesino solo alguna clase de tarjeta de presentación? —preguntó DeMarco.

—Podría ser. Pudiera no tener nada que ver con el porqué del caso. Pudiera solo significar algo para el asesino. De cualquier manera, ahora mismo parece que la tela —de una frazada de cierto tipo, de eso estoy bastante segura —es nuestra única conexión real con él.

Le hacía recordar a Kate un caso truculento, del que ella había sido parte a principios de los noventa. Un hombre había matado a cinco personas —todas ex-novias. Antes de matarlas estragulándolas, había obligado a cada una a tragar un preservativo. Al final, él no había tenido más razón para hacer eso que su odio a colocarse preservativos para practicar el sexo. Kate no podía dejar de preguntarse si estos fragmentos de tela resultarían igual de irrelevantes para el caso.

 

Su espera fue breve, un hombre más viejo y alto salió de prisa por una puerta que estaba directamente enfrente de ellas. —¿Son del FBI? —preguntó.

—Lo somos —dijo Kate, mostrando su identificación. DeMarco hizo lo mismo y el hombre estudió cada una con bastante cuidado.

—Encantado de conocerlas, Agentes —dijo—. Soy Will Reed, y hago las pruebas en la tela colectada en los últimos asesinatos. Presumo que por eso es que están aquí. Agente DeMarco, creo que usted es a la que envié la foto más temprano.

—Eso es correcto —dijo DeMarco—. Esperamos que pudiera arrojar algo de luz sobre esos retazos.

—Bueno, estaría más que feliz en asistirles con cualquier cosa que necesiten, pero si es acerca de esos dos retales de tela, me temo que no hay nada que yo pueda ofrecer. Parece que el asesino no solo se esforzó en verdad en meter la tela en las bocas de las víctimas, sino que también fue bastante cuidadoso en no dejar ninguna huella.

—Sí, comprendemos eso —dijo Kate—. Pero sin resultados físicos en firme para avanzar, me estaba preguntando si hay algo que usted pudiera decirme de la tela en sí.

—Oh —dijo Reed. —, puedo ayudar con eso.

—Soy de la opinión de que ambos retazos provienen del mismo material de origen —dijo Kate—. Muy probablemente una frazada.

—Creo que esa es una apuesta segura —dijo Reed—. Yo no estaba del todo seguro hasta que vi el segundo. Juntos encajan bastante —color, textura, y todo lo demás.

—¿Hay alguna forma de decir cuán vieja podría ser la frazada? —preguntó Kate.

—Me temo que no. Lo que puedo decirle, sin embargo, es de qué está hecha la frazada. Y eso llamó mi atención porque hasta donde sé, es una extraña combinación de tela para ser una manta tradicional como usted piensa que es. La gran mayoría de las frazadas están hechas de lana, lo que, por supuesto, no es para nada extraño. Pero el material secundario usado en la tela es algodón de bambú.

—¿Es muy diferente del algodón regular ? —preguntó Kate.

—No puedo afirmarlo —dijo—, pero por aquí pasan cantidad de ropas y materiales textiles. Y puedo contar con los dedos de una mano el número de veces que he estado en contacto con algo que tenga suficientes trazas de algodón de bambú. No es un material muy raro, pero no está tan extendido como el algodón básico.

—En otras palabras —dijo DeMarco—, no sería demasiado difícil ubicar compañías que lo usen como material primario.

—Eso, no lo sé —dijo Reed—. Pero puede que les interese saber que el algodón de bambú está presente en cantidad de frazadas esponjosas. Es bastante fresco por lo que he visto. Probablemente están buscando algo más bien costoso. De hecho, hay un almacén justo en las afueras de la ciudad que fabrica la clase de cosas a las que me refiero. Frazadas, sábanas, cubrecamas, ese tipo de cosas costosas.

—¿Sabe el nombre? —preguntó DeMarco.

—Biltmore Threads. Es una compañía pequeña que casi colapsó cuando todos comenzaron a comprar por Internet.

—¿Alguna otra cosa que pueda decirnos? —preguntó Kate.

—Sí, pero es algo espeluznante. Con la mujer Nash, creo que la tela fue embutida tan adentro que ella casi vomitó, incluso ya cerca de la muerte. Había ácido estomacal en la tela.

Kate pensó en el esfuerzo que implicaría para alguien hacer eso… qué tanto de la mano de uno podría entrar en la boca de la víctima.

—Gracias por su tiempo, Sr. Reed —dijo Kate.

—De nada. Solo esperemos no ver un tercer pedazo de esa frazada en el futuro cercano.

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