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Un Rastro de Muerte: Un Misterio Keri Locke – Libro #1

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CAPÍTULO DOCE

Lunes

Por la noche

Keri y Ray llegaron al aparcamiento del patio de almacenamiento y mantenimiento de Metrolink Lawndale División 22. Resultó que Artie North no solo era guardia de seguridad en la escuela de Ashley, también trabajaba como guardia de seguridad en el patio ubicado junto al Boulevard Aviation cerca de Rosecrans Avenue.

A Keri no le gustó mucho el aspecto del sitio. Incluso de día, hubiera sido perturbador. Pero de noche, con poca luz, con inmóviles y gigantescos vagones de metro esparcidos por el depósito, era realmente aterrador. Era la clase de lugar donde ella se imaginaba que Evie estaba encerrada, cuando las pesadillas se apoderaban de ella.

Suarez la había llamado de camino al sur y le había hecho saber que Artie North poseía una furgoneta, pero era blanca, no negra. Obviamente eso no lo excluía, ya que pintarla sería fácil.

«¿Qué pasa con las furgonetas? ¿Es obligatorio que todos los sospechosos tengan una?»

Caminaron hasta la entrada. Había un gran portón automático enfrente con una oficina de seguridad a la derecha. Keri vio que no había ninguna furgoneta en el aparcamiento principal pero no podía ver el aparcamiento de los trabajadores al otro lado del portón por culpa de la oficina. No se veía a nadie a través de la ventana, así que Keri tocó el timbre que había junto a la puerta. Sin querer bajó la mano hasta tocar la funda de su pistola. Ray la vio hacerlo y frunció un poco el ceño.

–No le disparemos a nadie hasta que tengamos que hacerlo, ¿de acuerdo? Lo único que tenemos sobre este tío es la palabra de tu nuevo amiguito, el de la banda.

–Y la furgoneta, no te olvides de la furgoneta, Megatron.

Antes de que Ray pudiera responder, un tipo regordete, de aspecto adormilado, salió de la habitación trasera de la oficina. Parecía que lo habían despertado. A Keri no le gustaban los juicios precipitados, pero al verle, no supo decir cómo podía abrocharse el cinturón con seguridad, y mucho menos proteger una escuela o un depósito de trenes municipal.

Mientras caminaba hacia ellos, de Artie North meneaba todo el cuerpo. La camisa de su uniforme le sobresalía por delante y parecía arrastrarlo para que avanzara. Tenía la cara pálida y llena de granos, y sus ojos azul claro le lloraban bajo las luces fluorescentes. Debía medir un metro setenta pero estaba muy por encima de los 110 kilos.

No era difícil imaginar que un tipo con ese aspecto pasara la mayor parte de su tiempo viendo pornografía a la débil luz de un monitor y podría tener que chantajear a adolescentes para llegar a un acuerdo y tener algo de verdadera acción.

Al acercarse a la ventana, Keri le mostró su placa.

–Departamento de Policía de Los Ángeles. ¿Es usted Artie North?

–Sí.

–Nos gustaría hacerle algunas preguntas. ¿Podemos entrar?

Artie vaciló.

–Probablemente debo llamar al gerente del sitio.

–Sr. North, en realidad no se lo estoy pidiendo. Solo estoy siendo educada. Tiene que abrir la puerta.

Él lo hizo sin decir nada más. Al entrar, Ray tomó la iniciativa.

–¿Trabaja también en el Instituto West Venice?

–Ajá.

–¿Conoce a una estudiante llamada Ashley Penn?

–Claro. Es de segundo año. ¿Por qué, sucede algo malo?

–Ha desaparecido —dijo Keri— ¿No se ha enterado?

–No.

Eso parecía sospechoso. Había salido en todas las noticias. Una vez enviada la Alerta AMBER, la prensa estaba en una histeria permanente.

Una vez dentro, Artie cerró la puerta de nuevo y se dirigió a ellos.

–Tomen asiento, por favor.

Keri miró alrededor. El interior era un centro de seguridad de primera clase con radios, teléfonos fijos, todo el equipo que un guardia podía desear y un armario para las armas con llave. La sección trasera del edificio albergaba los cuartos de descanso, una pequeña cocina y un baño.

–¿Qué le pasó a Ashley? —preguntó Artie.

Keri contestó su pregunta con otra.

–Sr. North, ¿cómo es que no ha oído nada acerca de esto? Ha estado en todos los medios de comunicación.

Artie sonrió tristemente mientras extendía su brazo para mostrar la habitación.

–Todo este fantástico equipo pero no me permiten un televisor. Y ellos monitorean el uso de la red en el ordenador para ver si abandono el sitio de la compañía. Despidieron a uno hace unos meses por mirar la web de ESPN mientras estaba de servicio.

–¿Tan duro es para usted, Sr. North, no poder navegar por la red por lapsos tan largos? —preguntó Keri.

Él la miró con curiosidad.

–¿Qué?

–No importa. Déjeme ir al grano. Hemos recibido un informe de que usted tiene un vídeo comprometedor de Ashley; que estaba amenazando con hacerlo público si ella no se acostaba con usted.

Artie parecía realmente impactado.

–Por supuesto que no —dijo él.

–¿Eso no es verdad?

–No. ¿Quién dijo una cosa así?

–Eso es confidencial. ¿Alguna vez ha hablado con Ashley en la escuela?

–Un poco. Hablo con todos.

–¿Qué le dice a ella?

–Hola, que tengas un buen día, ve a clases, lo típico.

Ray se levantó y comenzó a pasear de un lado a otro, como si tuviera curiosidad por el equipo de seguridad. Mientras los ojos de Artie lo seguían, Keri sonreía con rigidez. Esta era una maniobra habitual de Raymond Sands para incomodar un poco a una persona de interés: deambular, merodear, dar vueltas. Tener a un enorme policía afroamericano poniéndose cómodo en el espacio personal de otro acostumbraba a dejar a la mayoría de la gente fuera de juego. A veces se les escapaban cosas.

–¿Tienes dos trabajos? —preguntó Keri, forzando a Artie para que volviera su atención hacia ella.

–Sí. Trabajo en la escuela hasta las tres y entonces vengo aquí al depósito. Estoy en servicio activo hasta las diez, después me acuesto, pero me quedo aquí toda la noche por si me necesitan.

–¿Entonces vas directamente a la escuela por la mañana?

–Sí.

–¿Qué días?

–De lunes a viernes. Los fines de semana me voy a casa.

–¿Que está dónde?

–Tengo una vieja granja cerca de Piru, al oeste de Santa Clarita. No es realmente una granja ahora pero la propiedad es bastante valiosa, así que procuro mantenerla con un aspecto decente. ¿Por qué?

–¿Cuándo fue la última vez que estuviste allí?

–Esta mañana, cuando me fui para ir a la escuela. No volveré allí hasta el viernes por la noche, cuando mi turno aquí termine a las diez.

–¿Tienes una furgoneta?

–Sí.

–¿Podemos verla?

–Claro. Está a un lado del edificio.

Le echaron un vistazo. Todavía era blanca y estaba muy sucia. Ray se acercó y frotó un lado con la punta del dedo. No la había lavado en semanas y Keri dudaba que la hubiera pintado desde que dejó la planta donde fue ensamblada. Se dirigió a Artie:

–¿Hay vehículos en el depósito de trenes?

–Seguro..

–¿Algunos de ellos son furgonetas?

–No, no hay furgonetas. Son camiones de reparto, en su mayoría, y un todoterrenos viejos.

Keri cambió de tema. Parecía que ir de una cosa a la otra incomodaba a Artie, lo cual era bueno.

–Ashley ha estado saliendo con un chico de pelo largo y rubio —dijo ella—. Es cantante en un grupo llamado Rave. ¿Alguna vez ha visto a Ashley con él?

El hombre asintió.

–Oh, sí —dijo él.

–¿Dónde?

–Él merodeaba detrás de las gradas donde están algunas de las casetas de equipos —dijo él—. Ashley iba allí y se veía con él a veces, después de clases.

–¿Para tener relaciones sexuales?

–Y otras cosas más, a veces —añadió.

–¿Qué quiere decir?

–Bueno, sospechaba que estaban traficando con drogas o algo parecido, así que comencé a observarlos. Hace un par de meses me acerqué a hurtadillas hasta ellos. Habían entrado en una de las casetas. Cuando miré dentro, ellos estaban, ya sabe, teniendo relaciones.

–¿Grabó un vídeo de eso?

Artie la miró horrorizado.

–No. Le dije al tipo que saliera echando leches de los campos de la escuela. Puso una mirada de verdadero enojo, como si estuviera tratando de asustarme o algo así, pero no cedí. Le dije que se fuera, en ese momento, y que nunca volviera. Parecía que quería pegarme, pero no lo intentó. Mejor para él, porque yo estaba preparado. Al final se fue. Ashley se marchó con él. Al día siguiente ella me suplicó que no le dijera a nadie lo que había visto. Le dije que no lo haría siempre y cuando su novio se mantuviera fuera de las instalaciones.

–¿Cuándo fue eso?

–A principios de la semana pasada.

–¿Volvió en algún momento?

–No que yo sepa.

–¿Qué había en todo eso que le hizo pensar que estaban traficando con drogas? —preguntó Ray, recordándole por qué había empezado la historia al principio.

–Ah, sí. Después de que se fueran de la caseta ese día, encontré unas ampollas en el suelo, unas cuatro. Parecía demasiado para ser solo para uso personal.

–¿Podría decir qué era?

–Todas eran polvo blanco. Podría ser cocaína, heroína, quizás metadona. No soy un experto.

–¿Las entregó?

–¿Está de coña? El padre de esa chica es un senador de los Estados Unidos. ¿Y si ella decía que no eran suyas y yo me quedo con todas estas drogas en mi posesión? ¿Qué iba a pensar la gente? ¿Quién tiene más poder? Tiré las ampollas a la basura y me fui.

*

Cinco minutos más tarde, de nuevo en su coche, Keri condujo en silencio hasta comisaría, perdida en sus pensamientos. Ray finalmente rompió el silencio.

–Parece que las historias de Artie North y tu novio son un poquito contradictorias.

–¿Eso piensas?

–¿A quién crees?

–¿Tengo que escoger? Quizás ambos mienten. Lo único que sé es que mi cabeza echa humo. Cada pista con la que nos topamos nos lleva de vuelta al inicio. Y si la secuestraron, a ella se le acaba el tiempo.

 

–¿Estás empezando a dudar de eso?

–Ray, ya no sé qué creer.

De pronto su teléfono sonó. Puso el altavoz y una voz femenina, desconocida, dijo:

–¿Keri Locke?

–Sí.

–Me llamo Britton Boudiette. Soy una amiga de Ashley Penn. Me gustaría verla ahora mismo si es posible.

–¿Para qué?

–Es sobre algo de lo que prefiero no hablar por teléfono. Por favor. Podría ser importante. No traiga a nadie con usted. Solo usted.

Keri anotó sus datos y colgó. Se dirigió entonces a Ray y dijo, en un tono cínico del que hasta ahora no sabía que era capaz:

–¿No traiga a nadie con usted? En la historia de la policía, ¿alguna vez ha salido algo bueno de esa frase?

CAPÍTULO TRECE

Lunes

Por la noche

Veinte minutos después, tras dejar a Ray en comisaría, Keri aparcó en el callejón de detrás de la casa de Britton Boudiette, encendió tres veces las luces largas como ella le había pedido y después apagó las luces y el motor.

Casi de inmediato, una figura femenina salió del dormitorio trasero de la casa que estaba en el segundo piso. Bajó por el edificio hasta la planta baja, fue corriendo hasta el coche y se subió sigilosamente por el lado del pasajero.

Keri se sentía ridícula. Estaba encontrándose en secreto en su coche con una quinceañera en mitad de la noche. Si los padres de la niña se enteraban, se preguntaba si podrían presentar alguna denuncia contra ella. Sacó ese pensamiento de su mente y trató de tomarse en serio a Britton.

La chica era afroamericana, guapa y atlética, en ese momento iba vestida con unos pantalones de pijama con personajes de dibujos animados y una camiseta rosa. Fue al grano.

–Ashley me mataría si supiera que me estoy reuniendo con usted. Tiene que asegurarme y prometerme que va a guardar esto en secreto. No puede decirle a nadie que he hablado con usted.

–No lo haré, a menos que sea absolutamente necesario —le aseguró Keri, sin prometer nada en realidad. Britton pareció satisfecha de todas formas.

–Vale —dijo ella—. Sinceramente no sé si esto va a ser de gran ayuda. Ashley ha estado algo loca últimamente.

–¿Y eso por qué?

–Tiene a este nuevo novio, Walker Lee, que es el cantante de Rave, de la que probablemente nunca ha oído hablar, pero que es una banda genial que acaba de publicar su primer sencillo, Miel. Es increíble. Bueno, Walker ha sido una mala influencia para Ashley.

–¿En qué sentido?

–Bueno, empezó cuando le consiguió una falsa identificación a Ashley, para que pudiera ir a los clubs y viera a la banda. Luego vinieron las drogas y la bebida, no mucho, nada exagerado, pero bueno, Ashley solo tiene quince años.

–Britton, no me estás diciendo nada que yo no sepa ya  —aunque que Walker fuera el autor del carné falso era nuevo para ella.

Britton pareció vacilar por un momento, luego prosiguió.

–Comenzaron entonces a cometer crímenes en busca de emociones.

–¿Qué quieres decir?

–Nada malo ni violento, solo cosas para subir la adrenalina, ¿sabe? Hace dos semanas, robaron un coche y se fueron a dar una vuelta con él. Han tenido muchas relaciones sexuales en lugares públicos donde podrían pillarlos. Y la semana pasada, ¿sabe dónde está el edificio Nakatomi Plaza en la Avenida de las Estrellas?

–Sí.

Keri lo conocía bien.

En realidad se llamaba Fox Plaza pero con frecuencia se referían a ella como Nakatomi Plaza porque así se llamaba en la película Die Hard, al menos hasta que explotó. El rascacielos de treinta y cinco pisos se encontraba en el corazón de Century City, un enclave de la parte oeste conocido por sus bufetes y agencias buscatalentos.

–Se escondieron  en el edificio hasta que cerró —dijo la chica—. Pasaron la noche en la azotea, bebiendo vino y fumando yerba. A la mañana siguiente se fueron a hurtadillas. Los padres de Ashley pensaban que ella estaba durmiendo en mi casa esa noche. Yo la cubrí, pero entre usted y yo, no me gustó hacerlo.

Todo esto era interesante pero Keri no podía ver si esto la llevaba a ella a algún lugar.

–Ahora viene lo peor —dijo la chica—. Hace poco Walker se compró un arma.

–¿Por qué?

–Está metido en algún lío. Pienso que alguien anda detrás de él, y quizás detrás de él y Ashley. No estoy segura. Ella me dijo que tenía que ver con que Walker había perdido unas drogas que le debía a alguien. Eso es lo principal que quería decirle. Ella podría estar metida en algo. No lo sé. Lo que sí que sé es que estaban planeando escapar a Las Vegas.

–Para convertirse en estrellas del mundo de la música y la moda, ¿correcto?

–No lo creo. Pienso que es más para escapar de lo que está pasando aquí—. La chica suspiró—. Los padres de Ashley no saben nada de esto y usted tiene que prometerme que no se lo dirá. Se lo digo solo porque algo en todo esto puede estar detrás de la causa de su desaparición.

Keri dio una palmadita en el brazo a la chica.

–Estás haciendo lo correcto.

–¿Algo de esto ayuda?

–No lo sé aún. Quizás…

–Hay una cosa más que debe saber —dijo la chica—. Esto es algo que tiene que prometerme totalmente que no va a repetir, porque Ashley me lo dijo en el más estricto secreto.

–Comprendo —dijo Keri, de nuevo sin hacer promesas.

La chica estudió a Keri por un momento y entonces dijo:

–La madre de Ashley, Mia, viene de una familia con mucho dinero. Sus padres —o sea, los abuelos de Ashley—, usaban un bufete aquí en Los Ángeles para todo su trabajo legal, Peterson and Love. ¿Lo conoce?

Keri asintió. Era uno de los bufetes más grandes de la ciudad, muy político, con varias oficinas en otros estados. Había estado allí siempre.

–Sí.

–Pues bueno, ellos usaron su influencia para conseguirle a su hija, Mia, un empleo en el bufete cuando tenía catorce años, en verano, entre el noveno y el décimo curso. Hacía fotocopias, hacía recados, ordenaba libros, cosas de esas.

–Muy bien.

–Bueno, Stafford era socio de esa firma en aquel tiempo —dijo la chica—. Tenía treinta años ese verano. A lo que íbamos, llevó a Mia a su oficina una noche después de que todo el mundo se hubo ido y la desvirgó.

–¿La desvirgó?

–Sí, eso significa que ella era virgen en esa época —Britton dijo seria.

–Ah, vale —Keri intentó mantener un rostro impasible.

–No me malinterprete, fue consensuado, pero él era un adulto, un abogado nada menos, y Mia solo una niña. Quedó embarazada. Él quería que ella abortara pero ella se negó y tuvo al bebé, Ashley. Después de eso, Mia y Ashley se fueron a vivir a París durante siete años y después volvieron aquí. Mia tenía veintidós años cuando regresaron y Ashley, siete.

–Esto es… no lo sé… una locura —dijo Keri.

–Confíe en mí, lo sé —dijo la chica—. Mia y Stafford se juntaron de nuevo después de ese largo paréntesis y acabaron casándose, y él formalmente «adoptó» a Ashley. Técnicamente nunca negó ser su padre biológico, pero al adoptarla la mayoría de la gente dio por sentado que él era su padrastro. En todo caso, fue idea de Mia que Stafford entrara en la política y ella dio fondos para sus campañas. Así fue cómo se convirtió en senador. Nadie fuera de su círculo más íntimo sabe que él es en realidad el padre biológico. Si el público se enterara alguna vez de cómo se formó su familia, su carrera política estaría acabada. Mia le confió todo esto a Ashley, que entonces me lo contó a mí, una noche que iba un poco alegre.

–No sé si esto tendrá que ver con algo —dijo Keri.

–Yo tampoco. Solo pensé que debía saber que Stafford no está tan limpio como a él le gusta que piense la gente. Personalmente, a mí no me gusta.

*

Después de asegurarse de que Britton estaba de nuevo en su dormitorio, Keri se dirigió de nuevo a comisaría. Mientras conducía se dio cuenta de algo. Puede que Mia hubiera querido que Keri encabezara el caso porque tenían un vínculo. Pero cuando Stafford la apoyó, no fue porque pensara que ella era la mejor para el trabajo. Fue porque pensó que ella era la peor.

Si alguien iba a terminar hurgando en sus vidas y topándose con algunos de sus secretos, a él no le importaría si ese alguien fuera una detective novata, todo un cesto de emociones, alguien que había recibido múltiples reprimendas en su corta carrera. Si las cosas se iban a pique, ella era el chivo expiatorio perfecto. Keri se dio cuenta que había ido de cabeza a su trampa.

Y tenía un problema más grande. No tenía ni idea de qué otra cosa él estaba escondiendo.

CAPÍTULO CATORCE

Lunes

Tarde por la noche

Al entrar de nuevo en el aparcamiento de comisaría, Keri vio que los medios habían tomado el lugar. Rodearon como un enjambre su coche hasta que dos oficiales uniformados los sacaron de la vía para permitir que ella avanzara por el aparcamiento. Por suerte, un portón separaba el aparcamiento de los empleados del general, de tal forma que ellos no podían acercarse demasiado.

Mientras iba de su coche a la entrada lateral, los flashes cegadores de las cámaras y preguntas a viva voz se entremezclaban. Aunque ella quisiera contestar alguna pregunta, no podría distinguir una de otra. Todo era un solo ruido.

Keri echó un vistazo al reloj digital al entrar a la sala y vio que eran las once pasadas. Si realmente habían secuestrado a Ashley en esa furgoneta justo después de la escuela, ahora mismo podía estar tan lejos como San Francisco, Phoenix, Tijuana o incluso Las Vegas.

Fue hasta su mesa y observó que casi nadie la miraba. Algunos parecían estar muy atentos y concentrados en su trabajo. Pero otros parecían estar evitando a toda costa el contacto visual.

Ray estaba estudiando unos archivos en la mesa que compartían. Ella se desplomó en su silla y suspiró profundamente. De pronto, se sentía extremadamente cansada.

–¿Esa versión adolescente de Garganta Profunda tenía algo trascendental? —le preguntó sin levantar la vista.

–Me contó cotilleos interesantes. Pero nada que cambie las cosas hasta donde sé. ¿Qué estás haciendo?

–Mirando casos del pasado —dijo él—. Intentado encontrar modus operandi similares, furgonetas negras, lo que sea.

–¿Está el caso de Evie por aquí?

–Sí, pero lo salté. El patrón no parece ser el mismo —dijo él, por fin la miró—. ¿Opinas distinto?

–No. Este sujeto fue mucho más cuidadoso e intencionado que el secuestrador de Evie. A excepción de la furgoneta, los casos no se parecen en casi nada más.

Ray asintió.

–¿Cómo te sientes, Arrietty? —preguntó él. Ella podía afirmar que él estaba preocupado. Intentó poner buena cara pero no se le ocurrió ningún sobrenombre insultante en respuesta.

–Estoy bien, solo cansada y frustrada.

–¿Ninguna ausencia últimamente?

–Ninguna en las últimas horas —le aseguró ella—. Solo siento como si estuviéramos dando golpes contra una pared de ladrillos. Sé que en alguna parte de toda esta basura que hemos estado revolviendo hay una verdadera pista que nos llevará a Ashley. Pero es difícil verla ahora.

–Bueno, pinta una sonrisa en tu rostro porque nuestro intrépido jefe viene hacia aquí.

Keri levantó la vista para mirar al teniente Hillman venir hacia ellos.

–¿Algo nuevo, Sands? —preguntó él con brusquedad.

–No, señor; solo reviso casos antiguos en busca de conexiones.

–Locke, ¿y usted? —preguntó él, evitando mencionar el hecho de que ella había sido apartada e incluida de nuevo en el caso en cuestión de horas.

–Acabo de reunirme con una amiga de Ashley, que dijo que Stafford Penn tuvo un lío con Mia cuando él tenía treinta años y ella catorce. Dijo que él es el padre de Ashley. Podría afectar su próxima campaña pero no estoy segura de para qué nos pueda servir. O Artie North o Walker Lee nos ha estado mintiendo acerca de su relación, pero de nuevo, no estoy segura si averiguar la verdad nos acercará a encontrar a Ashley.

–Le seguimos muy de cerca de los dos —Hillman le contestó—, pero hasta ahora ninguno se ha movido. Trabajamos para obtener órdenes para los registros de llamadas de cada uno de los que hemos entrevistado esta noche y ver si hay algo fuera de lo ordinario, pero eso será dentro de unas horas. De hecho, no sé si hay algo que alguno de ustedes pueda hacer ahora. Les recomiendo a ambos que se vayan a casa y traten de cerrar los ojos por unas horas. Voy a necesitarlos más o menos frescos para que revisen esos registros telefónicos mañana por la mañana.

–Quizás me eche en la sala de descanso —dijo Keri.

–No fue una petición, detective Locke. Mientras conversamos, el exnovio de Ashley, Denton Rivers, está saliendo bajo fianza y ha estado quejándose a su abogado acerca de la brutalidad policial. Pasarán por aquí en los próximos cinco minutos y no quiero una escena cuando él empiece a gritar o a señalarle con el dedo.

 

–Pero, señor…

–Pero nada. Estoy seguro de que van a hablar con la prensa en cuanto salgan. No necesito que ese chico esté como un loco cuando lo haga. Si la ve, lo estará. Así que vaya a casa. Yo también me voy en diez minutos.

–¿Qué va a pasar con eso, por cierto? —preguntó Ray.

–Lo que sé es que su camello, Johnnie Cotton, admitió haberlo atacado. ¿Intentar levantar una queja, alegando que fue golpeado en el mismo sitio de la cabeza, esa tarde, por un camello y una policía, siendo sospechoso de secuestrar a su novia? ¿Te suena como un caso ganador?

–No, señor —dijo Ray, sonriendo.

–Lo mismo digo. Pero mientras menos leña le echemos al fuego, mejor. Es por eso por lo que quiero que se vayan ahora.

–Sí, señor —dijo Ray, levantándose.

–Sí, señor —repitió Keri, haciendo lo mismo. Caminaron de prisa hacia la salida.

–Los veo aquí a las seis a. m. —Hillman gritó a sus espaldas—. Debemos tener los registros telefónicos para entonces.

–¿Quieres que te lleve? —le preguntó Ray—. Sé que dijiste que estabas cansada. Deja tu coche aquí. Podría incluso echarme en tu casa… en el sofá. Nos vendríamos juntos mañana.

–Gracias por ofrecerte pero estoy bien. Además, necesito pasar por el baño de mujeres. Te veo a las seis.

Parecía que Ray pareció iba a decir otra cosa, pero se la calló y solo asintió.

–Te veo a las seis —dijo también él y salió por la puerta que daba al aparcamiento.

*

Keri esperó en el retrete del baño durante quince minutos para asegurarse de que Ray y Hillman se habían ido.

Cuando regresó a la sala, estaba casi vacía. Suarez estaba todavía en su mesa, escribiendo informes. Edgerton, el detective que amaba la tecnología, estaba haciendo una especie de triangulación de las torres de móvil, que Keri no terminó de comprender. Un detective de la brigada antivicios estaba tomándole la declaración al cliente de una prostituta que decía que ella le había robado. Un indigente estaba sentado y esposado en un banco de la esquina. Había defecado sobre el capó del coche de un tipo que aseguraba que le había tirado café. El propietario del coche, que a Keri le parecía un auténtico estúpido, se veía molesto mientras esperaba que un oficial escribiera el informe. Keri esperaba que fuese un rato largo.

Hizo el camino hacia de vuelta a su mesa tan sutilmente como pudo y se sentó. No iba a ir a su casa. Y sabía que no sería capaz de dormir en el cuarto de descanso, sin importar lo agotada que estuviera. Había una adolescente que necesitaba ayuda de manera desesperada y no podía fallarle. En algún lugar había una conexión que resolvería este caso. Keri solo esperaba que poderla encontrarla a tiempo.

Tomó uno de los archivos de casos del escritorio de Ray y comenzó a hojearlo. No había similitudes evidentes. Tomó otro y encontró más de lo mismo. Se reclinó en su asiento y cerró los ojos por unos segundos. Tomó entonces un tercer archivo… nada.

Se levantó y se dirigió a la ventana, la misma por donde había visto a la madre y a la hija pasar antes esa misma tarde. Afuera, la noche estaba serena. Se acercaba la medianoche. Toda la gente normal ya estaba en casa durmiendo. Pensó en irse a la casa bote, aunque fuera solo para mirar la tele un par de horas a ver si así despejaba su cabeza.

«Solo un archivo más».

Se dirigió de nuevo a la mesa y cogió uno al azar. Una niña negra de diez años, llamada London Jaquet desapareció en el camino de su casa a la escuela y nunca la volvieron a ver. Eso fue hace seis años. Técnicamente el caso estaba «abierto» pero algunas páginas estaban pegadas entre sí porque no se habían tocado en mucho tiempo.

Similitudes con Ashley: mujer, después de la escuela, joven.

Similitudes con Evie: mujer, nunca se supo nada más de ella, iba a primaria.

Keri apartó el archivo y cogió otro. Era de un hombre hispano de cuarenta y cuatro años que había desaparecido hacía dos años. Sus tatuajes indicaban afiliación a pandilla. El archivo era delgado. Nadie había trabajado realmente en él. Keri lo apartó y tomó otro.

Una niña coreana llamada Vanda Kang desapareció del asiento trasero de un coche cuando su madre entró a una pequeña licorería en  Centinela Avenue para comprar un paquete de cigarrillos. Siete años después, a la edad de trece, la chica fue encontrada viva y sana, viviendo con una acomodada pareja blanca que afirmaba haberla adoptado.

Un hombre llamado Thomas Anderson, alias el Fantasma, había sido recientemente identificado como el secuestrador, hacía dieciocho meses, de hecho. Había ido a juicio defendiéndose a sí mismo. El archivo decía que si la evidencia no hubiera sido tan apabullante,  podría haber sido absuelto. Fue muy convincente en el tribunal. En la actualidad iba a cumplir el primer año de una sentencia de diez. Se suponía que debía cumplirla en la Prisión Estatal Folsom, pero debido a la aglomeración permanecía arrestado en el Edificio Correccional Twin Towers en el centro de Los Ángeles. Keri había estado allí en algunas ocasiones. No le gustaba.

Se sentó en su silla, girando de un lado a otro, dándole vueltas a una idea en su mente.

«El fantasma es un secuestrador profesional. Es un negocio. Y un negocio como este requiere clientes, colegas e intermediarios. Requería toda una red de conexiones».

Quizás ella había enfocado mal todo esto. Si esto era un trabajo profesional, y el vídeo de la cámara de la oficina del prestamista lo hacía ver así, ¿por qué estaba ella hablando con novios y camellos?

«Si voy a atrapar a un profesional, necesito hablar con un profesional».

Keri se levantó, cogió su bolso y fue hasta la puerta. Suarez la miró, con ojos de zombi y asintió. El indigente le lanzó un beso. Ella le guiñó el ojo y salió por la puerta. Eran más de la medianoche. Eso significaba que era un nuevo día. Y un nuevo día era un nuevo comienzo. Y qué mejor manera de comenzar que con un fantasma.