El islam y la cultura occidental

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En la época del profeta Mohammed, el árabe era una de las lenguas literarias más desarrolladas. Para Anne Marie Schimmel, la lengua era para el islam lo más valioso que le ofrecía su cuna árabe. Y opina que después del periodo preislámico, la poesía árabe nunca volvió a alcanzar la perfección de entonces. Así nos podemos explicar el entusiasmo de Goethe por la poesía árabe de este tiempo y también por el Corán que fue escrito en una lengua que había llegado a su máximo grado de perfección literaria. “Es el estilo del Corán”, dice Goethe, “según su objeto lo pide, severo, grandioso, terrible y a trechos realmente sublime”.149

Mohammed era analfabeta y no tenía la intención de que se escribiera una obra literaria con las revelaciones que había recibido. Goethe nos explica que “él es un profeta, no un poeta, y que, por consiguiente, ha de tenerse su Corán por el Libro de la ley divina y no por un libro humano, compuesto para enseñanza o solaz de las gentes”150. El Corán, dice Goethe, es un libro que a veces “nos inspira empacho; pero al mismo tiempo nos atrae, nos llena de asombro y acaba por imponernos respeto”.151 Pero a pesar de toda su admiración por Mohammed, critica “su inquina contra los poetas”. Mahoma llega al extremo de prohibir las fábulas. Las mil y una noches son precisamente lo contrario a lo que quería Mahoma: “Su peculiar carácter consiste en no proponerse ningún fin moral, sacando por consiguiente al hombre fuera de sí mismo, en vez de meterlo más en sí, trasladándolo a un mundo de libertad absoluta”.152

Goethe y Herder son personas ilustradas abiertas a las más diversas corrientes culturales del mundo. Para Goethe, como poeta y panteísta, la literatura del islam le atrae más que la religión, a la cual respeta igual que al judaísmo y cristianismo. No hay duda de que la cultura islámica lo fascinó y tuvo un gran impacto en su obra.

Annemarie Schimmel, mediadora entre las culturas islámica y cristiana

Annemarie Schimmel es, sin duda, en Alemania, la especialista más destacada en la religión islámica y la cultura musulmana en general. Nació en 1922 y desde su infancia ya se interesaba por la cultura del islam. En 1939, empezó a estudiar árabe en Berlín y posteriormente persa y turco. Como alumna de destacados orientalistas alemanes, le atrae particularmente la literatura de los sufíes, la corriente espiritual. Entre sus libros destaca uno sobre el poeta místico Rumi, quien escribió en lengua persa durante el siglo xiii. Schimmel publicó en 2002, a la edad de ochenta años, su libro Siguiendo la huella de los musulmanes. Mi vida entre dos culturas,153 editado por Herder en Friburgo. No se trata de una autobiografía, sino una larga entrevista realizada por dos orientalistas jóvenes.

En este libro quiere explicarnos diversos aspectos interesantes de la cultura islámica que tanto admira. En la contraportada cita a Roman Herzog, antiguo presidente de Alemania, quien dijo: “A la larga, es imposible la convivencia si no nos conocemos mutuamente. Con respecto al islam, Annemarie Schimmel hizo posible esta comprensión”.

La carrera universitaria de Schimmel es poco convencional. Después de terminar la formación de investigadora en Marburg como orientalista y especialista en ciencias de la religión, no puede conseguir una plaza definitiva en una universidad, porque el gremio de los orientalistas no quiere abrirse a las mujeres. Pero la Facultad de Teología Islámica de la Universidad de Ankara le ofrece la cátedra Historia Comparada de las Religiones, lo que le permite estar en estrecho contacto con estudiantes musulmanes durante cinco años. Schimmel queda impresionada con la tolerancia de los musulmanes turcos.

Curiosamente obtiene más apoyo fuera que dentro de Alemania. A nivel internacional se hizo famosa como orientalista gracias a una plaza de profesora en la Universidad de Harvard. También impartió cursos en la Universidad de Bonn; pero sus colegas alemanes no la valoraron, por lo menos al principio, porque ella no se limitaba al estudio de temas clásicos del islam, sino que extendió sus investigaciones a aspectos de la cultura musulmana actual.

Sus frecuentes viajes y largas estancias en países musulmanes le permitieron conocer al islam por experiencia propia y no solo a través de los libros clásicos. Schimmel había recibido una educación protestante que le permitió conocer a fondo la Biblia. Es una mujer religiosa, pero su fe cristiana no le impide admirar al islam. Así, señala, por ejemplo, en una entrevista: “Lo que realmente me fascina del islam es la fe, la entrega absoluta. El verdadero islam para mí es maravilloso. Justo en este momento, en el cual somos cada vez menos cristianos y nos alejamos cada vez más de la religión, me doy cuenta de que precisamente este aspecto del islam me atrae realmente”.154

Para Schimmel, el islam no es solamente un objeto de estudio, sino una religión y una cultura por la cual siente gran simpatía. A diferencia de la mayoría de sus colegas no examina la literatura de los musulmanes con el interés distante de un arqueólogo, sino de manera apasionada.

Como orientalista, además de realizar estudios importantes sobre literatura árabe, turca y persa, también se hizo famosa como traductora. “Traducir es como pasar con barco de una orilla a otra. Utilizo con frecuencia la imagen de un puente. Como traductores pertenecemos a las dos orillas y tratamos de establecer una comunicación: Ese es, en apariencia, el sentido original de la traducción”.155 El Corán, siendo uno de los libros más difundidos, tiene diversas traducciones a todos los idiomas. Schimmel comenta ampliamente las numerosas dificultades a las cuales se enfrenta un traductor de un libro sagrado. Además de un conocimiento teológico amplio, se requiere sensibilidad de estilo, porque es también un libro con valor literario. Para ella, por desgracia, la mayoría de las traducciones del Corán al alemán son poco satisfactorias.

Los especialistas suelen discutir si es conveniente traducir la palabra Alá por Dios o dejar el término original. Schimmel piensa que es necesario traducirlo para no ocultar los orígenes comunes del islam, cristianismo y judaísmo. Las tres religiones son monoteístas y adoran al único Dios existente. La autora ilustra esta cuestión con una anécdota: un diputado federal exigió que se prohibiera a los musulmanes traducir Alá por Dios, porque, según él, el Alá de los musulmanes solo era un ídolo que nada tenía que ver con el Dios cristiano. A este diputado ignorante luego se le explicó que también los cristianos árabes utilizaban el término Alá, cuando se referían a Dios.

En una parte de la entrevista se ocupa del tema de los velos utilizados por muchas mujeres musulmanas. Como buena protestante, Schimmel conoce muy bien la Biblia y cita al respecto el capítulo 11 de la primera carta a los corintios, donde san Pablo dice que la mujer tiene que cubrir la cabeza. Pero con excepción de algunas monjas, hoy día ya nadie sigue esta recomendación. En el siglo vii, cuando vivía el profeta, este obligaba a sus esposas a cubrirse la cabeza como señal de distinción, porque así no podían ser confundidas con sus esclavas que enseñaban sus caras a todo el mundo. En ese tiempo, las señoras de la alta sociedad hacían lo mismo que las esposas de Mohammed. Actualmente muchas mujeres musulmanas siguen esta costumbre del siglo vii para manifestar su identidad musulmana. Son, sobre todo, las que no se han integrado por completo en la sociedad occidental, y buscan formar parte de un grupo religioso y cultural diferente.

Schimmel, quien vivió muchos años en Estados Unidos, señala que allí los musulmanes se integran fácilmente a la sociedad norteamericana porque son personas con un alto nivel cultural. En Alemania, en cambio, la inmensa mayoría de los inmigrantes musulmanes son campesinos que vienen directamente de su pueblo y no saben cómo actuar. Lo que hace falta es el conocimiento mutuo entre cristianos y musulmanes; y con buena voluntad, ambas religiones y culturas podrían entenderse muy bien. Esta comprensión mutua es necesaria, porque hoy día, musulmanes y cristianos conviven juntos en muchos lugares. Sorprende que sea esta mujer quien, en los ámbitos alemán y anglosajón, tenga tantos méritos con respecto al intercambio cultural entre el occidente cristiano y el oriente musulmán. La obra de Annemarie Schimmel es el resultado de una vida significativa entre dos culturas.

Eugen Drewermann y el islam. Un acercamiento teológico

Judaísmo, cristianismo e islam son tres religiones emparentadas con un origen común: Abraham. Los musulmanes reconocen a Jesús como a un gran profeta, pero no como hijo de Dios. El dogma cristiano de la Trinidad divina es rechazado tanto por los judíos como por los musulmanes, porque ven en ello una invitación a adorar tres dioses y es considerado idolatría.

Eugen Drewermann, un famoso teólogo católico alemán, nos ofrece en su libro ¿Tiene esperanza la fe? Sobre el futuro de la religión a principios del siglo xxi156 una introducción al islam subrayando sus aspectos positivos. El autor hace hincapié en la herencia cristiana y judía del islam, porque Mahoma reconoce a Abraham, Isaac, Moisés y Jesús como grandes profetas y declara que él es el último de todos los profetas y no Jesús, como afirman los cristianos. No necesariamente hay una contradicción entre el cristianismo y el islam, porque ambas religiones tienen muchos puntos en común; pero la oposición entre ambas se debe a que cada una pretende ser única y verdadera. Esto ha causado numerosos conflictos desde la fundación de la religión musulmana en el siglo vii hasta nuestros días; desde la conquista de todo el norte de África y la península ibérica por las tropas musulmanas, hasta los enfrentamientos actuales entre fundamentalistas del islam y los países cristianos del occidente. Pero Drewermann muestra que tales luchas no se justifican, porque durante varios siglos, sobre todo durante la Edad Media, se dio una compenetración de las culturas islámica y cristiana. Se debe a los árabes que muchos textos de la antigüedad grecolatina llegaran a las bibliotecas medievales; y que gracias a ello, santo Tomás de Aquino pudiera desarrollar su filosofía escolástica. La teología de Santo Tomás se inspira en la filosofía del árabe Avicena (+1037) que se basa en la idea y experiencia de Dios tal como la vemos en el Corán. En el libro sagrado de los musulmanes encontramos tendencias antimíticas de una racionalidad ilustrada. Drewermann subraya la claridad del Corán cuando explica las características de Dios de una manera comprensible para todos. En cambio, algunos dogmas cristianos, como el de la Santa Trinidad, no pueden ser explicados racionalmente y los fieles se ven obligados a aceptarlos sin entenderlos.

 

Uno de los puntos de unión entre cristianismo e islam es que reconocen como únicos mediadores elegidos entre el hombre y Dios a Jesús y a Mahoma. Por lo tanto, no hay necesidad de otros mediadores. “En el Nuevo Testamento es Jesús quien, por medio de su persona, transmite una confianza que lo capacita a experimentar a Dios como padre y llamarlo así. En el Corán, es Mahoma la persona que cierra la cadena de los profetas de manera definitiva, transmitiendo a los hombres la última revelación definitiva de Dios”. Y añade, como crítica fuerte al catolicismo, que la institución del sacerdocio impide esta relación directa: “la institución de los sacerdotes con respecto a esta actitud ferviente que nos permite estar en contacto directo con Dios, no sólo es un obstáculo, sino algo realmente dañino. De todas maneras sobra”.157

Drewermann se manifiesta abiertamente anticlerical, y aprecia el islam porque tiene una estructura sacerdotal mucho menos desarrollada que el catolicismo. Los musulmanes en el mundo no conforman una estructura jerárquica tan piramidal ni tienen un único líder religioso como lo es el papa católico de Roma. Solo los ayatolas de Irán forman una estructura clerical que se podría comparar con la curia romana, no obstante su influencia se limita a los musulmanes chiitas y a las fronteras nacionales; aunque con algunos actos, como la condena del ayatola Jomeini por blasfemia a Salman Rushdie, pretendan demostrar un poder universal. Drewermann quiere advertirnos que el mensaje espiritual del cristianismo o del islam no necesariamente es idéntico a la actuación de sus clérigos: “El que empieza toda una vida como la primera sura del Corán «En nombre de Dios, el misericordioso» no necesita ningún sacerdote”.158 Esta actitud es sorprendente porque Drewermann fue un sacerdote católico activo durante muchos años, pero dejó de oficiar misa y predicar cuando se lo prohibió su obispo.

Para él, el papel de la mujer dentro del islam es otro aspecto que le parece positivo. Los países musulmanes de nuestro mundo moderno son sumamente conservadores. Turquía, por ser un estado laico, es una de las pocas excepciones. Pero, por lo general, la situación de la mujer en la sociedad islámica necesita cambios urgentes. Si tomamos en cuenta las circunstancias de la época en la cual Mahoma actuó como legislador, dice, vemos que el islam favoreció a la mujer. Mahoma “mejoró en muchos sentidos... la posición de la mujer en la antigua sociedad árabe”. “Dio a la mujer el derecho de administrar ella misma los bienes que aportó al matrimonio —una determinación muy importante para alejar cazadores de dotes y, sin duda, una ayuda para la mujer que quiere mayor independencia dentro del matrimonio”. Drewermann ve en esta actitud “un pragmatismo sabio” del profeta: “Según el Corán, un hombre tiene que reflexionar cuatro veces antes de divorciarse, pero ya después de tres, una mujer puede disponer libremente de sí misma y casarse con otro marido. Comparemos esta legislación matrimonial liberal de hace 1,200 años con la terquedad con la cual la Iglesia romana prohíbe, hasta hoy día, a una sexta parte de la humanidad, de manera categórica, cualquier divorcio matrimonial”.159

Por otra parte, muchos cristianos rechazan al islam como una religión belicosa basándose en pasajes del Corán que invitan a la guerra. Uno de ellos dice: “Si vosotros no salís al campo de batalla, Alá os castigará gravemente y otro pueblo ocupará vuestro lugar”. Drewermann nos recuerda que también en la Biblia podemos encontrar “pasajes semejantes, incluso muchos peores”.160

En Dt. 7, 1.2.5. 16 podemos leer una invitación a destruir “siete naciones más grandes y fuertes que tú.” No se debe tener “ninguna compasión de ellas... Exterminarás todos los pueblos que te entrega el Señor tu Dios”. Para entender bien la Biblia y el Corán, Drewermann sugiere no hacer una lectura histórica superficial. Nos sirve sólo “la lectura interior, que es simbólica. Sólo en el segundo caso la guerra santa es una lucha contra la falta de fe en el propio corazón y, por lo tanto, una invitación a una exploración más profunda del propio yo”.161

Es común encontrar en los libros sagrados contradicciones aparentes. El teólogo medieval Abelardo incluso escribió un libro enlistando los pasajes contradictorios de la Biblia. El mismo tipo de investigación se podría hacer con respecto al Corán. Los dos libros sagrados hacen aportaciones grandes a la sabiduría humana y no tendría sentido afirmar que uno es superior al otro.

Aún no se consigue el libro de Drewermann en español, pero este capítulo sobre el islam existe en versión española en La guerra de los Dioses, un libro colectivo publicado por Universidad de Guadalajara en el año 2003.162

El islam, una de las cinco grandes religiones del mundo en El rey, el sabio y el bufón

En la actualidad, la expulsión de población de países de cultura islámica se ha convertido en el problema mundial más fuerte. Los inmigrantes musulmanes que llegan a Europa se dan cuenta de que la mayoría de los europeos son menos religiosos que ellos. Estados laicos como Francia no existen en el mundo musulmán, con excepción de Turquía que dejó de ser un país con ciertos rasgos laicos, cuando el pkk,163 un partido musulmán moderado, llegó al poder. Agnosticismo y ateísmo son conceptos que no se conocen en las sociedades musulmanas tradicionales. En el mundo occidental, al cual llegan se enfrentan, por un lado, con que la indiferencia religiosa es muy grande; y por el otro, con la existencia de una búsqueda espiritual que perjudica a las iglesias estructuradas cristinas tradicionales, que cada vez tienen menos adeptos. En este escenario son, sobre todo, las pequeñas comunidades protestantes surgidas en los Estados Unidos, que algunos llaman peyorativamente sectas, las de mayor crecimiento, como los mormones, los testigos de Jehová y las iglesias pentecostales. Las tradiciones orientales como el budismo, el hinduismo y el taoísmo ya tienen presencia en occidente y atraen una gran cantidad de seguidores. En este escenario encontramos conversiones al islam, no solo en Europa y Estados Unidos, sino también en México.

Una respuesta a este multiculturalismo religioso es el libro de Shafique Keshavjee Le soi, le sage et le bouffon: le grand tournoi des religions,164 en el cual su autor, un pastor protestante suizo de origen indio jainista, propone un diálogo entre las cinco religiones principales del mundo. Los tres protagonistas son el rey de un lejano país imaginario con sus dos consejeros: el sabio y el bufón. Al pensar que su pueblo necesita valores espirituales o una religión, el rey invita a un congreso con representantes de las cinco religiones más importantes y un ateo. El intercambio de ideas religiosas es enriquecedor y el congreso, sin duda, un diálogo interreligioso con éxito; pero, al final, el rey entiende que no puede escoger ninguna religión para su pueblo: “Mi Estado tiene que seguir laico para que cada uno tenga la libertad de decidir cuál le parece la verdad esencial”.165

No hubo ganador en el torneo. Todos comprendieron la argumentación del ateo, un profesor de filosofía con formación teológica, pero los que buscan la espiritualidad necesitan una religión que no les puede ofrecer el ateísmo. Entre todas las religiones el budismo lleva una ligera ventaja, porque “es más tolerante y menos violento”.166

Al principio del libro, el bufón y el sabio hablan de la enseñanza de Nietzsche, según la cual Dios ha muerto. Pero el bufón opina que jamás nació: “o más bien nace en el espíritu de los ignorantes y muere en el de los sabios”.167 El sabio dice que Nietzsche dejó un recado avisando de la muerte de Dios, mientras Dios firma un recado anunciando la muerte del filósofo alemán. El profesor ateo afirma que hay demasiada maldad y crueldad en el mundo, lo que Dios no debería permitir. Para Stendhal, “La única disculpa de Dios sería su no existencia”.168 Pero lo que más impresiona al rey es el argumento de su bufón quien ve el problema principal en el afán de poder de los sacerdotes y no en el hecho de que Dios exista o no: “Desconfíe de los hombres religiosos, de sus discursos consoladores y dulzones que en realidad ocultan una sed insaciable de poder.”169

En Europa, el poder del clero está disminuyendo porque cada vez menos fieles frecuentan las iglesias, que les parecen poco atractivas. “Muchos lugares de culto se habían convertido en museos, incluso en albercas”.170 Obviamente, esta indiferencia religiosa no la comparten los musulmanes, ya que el número de mezquitas está creciendo. En las ciudades europeas conviven católicos, protestantes, ortodoxos, musulmanes, budistas, judíos, etcétera. Este mosaico religioso es el resultado de los grandes movimientos migratorios de las últimas décadas, que ha sido posible sólo por la comprensión y tolerancia que permiten la convivencia pacífica de tantos grupos religiosos diversos. Pero en casi todas las comunidades religiosas hay fanáticos que recurren a la violencia, y hoy, particularmente en el islam. El imam egipcio, quien representa a los musulmanes en el torneo religioso, confiesa que en su juventud había ­apoyado a los Hermanos Musulmanes porque estaba lleno de odio contra la “colonización cultural y económica de occidente”,171 de la cual era víctima su país. Pero con el tiempo se hizo más sabio y tolerante. Ahora, para él, el concepto clave del islam es la palabra salam172 que significa paz. Se olvidó del odio y cada vez se fascina más por la belleza de Alá y del Corán que, como muchos, considera una obra llena de poesía.

Al final del torneo se pide a los participantes resumir la esencia de su religión en dos palabras claves. Para el islam, misericordia y sumisión son lo más importante. Estos preceptos están muy alejados de la guerra santa y la rebelión que pregonan los salafistas. En realidad todas las religiones deberían ser pacíficas, aunque no siempre los son. Por eso, el rey no escoge ninguna para su pueblo. Al principio del torneo alguien del pueblo insulta al ateo porque no cree en Dios y lo sacan inmediatamente de la sala. De esta manera enseña el rey que la tolerancia es la base de toda convivencia pacífica.

Con el libro El rey, el sabio y el bufón, el pastor reformado de Lausana, Shafique Keshavjee, invita a la libertad religiosa y al diálogo, ya que todas las religiones tienen su verdad y nos enriquecen. No debemos dejarnos cegar por los dogmas que pretenden ser verdades absolutas, señala. El mundo moderno, con tanta diversidad cultural, solo puede vivir en paz basándose en la tolerancia y libertad religiosa para creyentes y ateos.

Orhan Pamuk. La historia y el radicalismo islámico desde la mirada de un nobel turco

Orhan Pamuk se dio a conocer en los países de habla española en el 2003, cuando se publicó en Madrid la traducción de Me llamo Rojo,173 una novela de más de 700 páginas. La difusión de este libro en México empezó en el año 2004, cuando se publicó en la colección de bolsillo Punto de Lectura y sobre todo a raíz de la obtención del Premio Nobel de Literatura en 2006. No hay duda de que se trata de una novela extraordinaria que nos introduce a un mundo oriental que hasta hace poco nos era incomprensible.

Turquía es el puente entre el mundo occidental y oriental, entre el hemisferio cristiano y el musulmán. La religión de los turcos es el islam y su cultura tradicional se nutre de la árabe, pero el estado turco es laico desde que Kemal Ataturk empezó a gobernar en 1923, cambió el alfabeto árabe por el latino y transformó Turquía en un país moderno orientado culturalmente hacia el occidente. En Turquía conviven, todavía en conflicto, la vieja cultura musulmana y la moderna occidental. Orhan Pamuk conoce ambas perfectamente, lo cual se muestra en su novela histórica Me llamo Rojo, donde describe la vida de Estambul a principios del siglo xvii. Es difícil caracterizar esta novela, que gira alrededor de la pintura pero incursiona necesariamente en la filosofía y la teología para explicar la visión artística de los musulmanes. Tema central es también el amor, que trata siguiendo la estructura de una novela policiaca.

 

Este libro para lectores modernos se nutre de las tradiciones árabe y musulmana. Nos describe la influencia de la pintura occidental de los venecianos en la obra de ilustradores musulmanes. Sabemos que Mahoma prohibió la reproducción pictórica de rostros humanos, regla que no siempre fue respetada. En la estructura percibimos la influencia de Las mil y una noches y de otros libros de cuentos árabes tradicionales. Y así como a los orientales les gusta contar historias, Pamuk desarrolla su novela desde la perspectiva de una veintena de personajes, cosas o animales, como, por ejemplo, una moneda de oro o un caballo. Combina con gran maestría los elementos mágicos orientales con el realismo de la literatura occidental; de manera que podemos concebir este libro como un puente entre la literatura oriental y occidental; igual que su autor, quien se presentó en una entrevista como un puente sobre el Bósforo, este estrecho de mar que separa las partes europea y asiática de Estambul.

El libro inicia con la narración de ultratumba de la víctima de un asesinato, quien aún no puede ingresar al cielo por no haber sido sepultado. Este asesinato se aclara al final de la novela. La mayoría de los personajes elaboran manuscritos para el sultán, quien es propietario de bibliotecas valiosísimas y quiere que sus ilustradores eternicen su fama. Uno de ellos pretende la mano de Seküre, una joven viuda e hija de su maestro. Entre Negro y Seküre se desarrolla una intriga amorosa que nos mantiene en suspenso hasta el final, igual que el enigma de la identidad del asesino.

Se sospecha que el asesino es un ilustrador. Tal vez podría ser identificado por su estilo pictórico, porque en la pintura se están preparando innovaciones incompatibles con la ley islámica. Algunos se dejan seducir por los artistas franceses que reproducen la vida real y no ideal. Los turcos y los persas rechazan el realismo porque quieren pintar el mundo no como es, sino como debe ser según la voluntad de Dios. No copian ­caras individuales como lo hacen los maestros francos, porque sus retratos son la creación de bellezas ideales vistas desde un ángulo divino: “¿Es el hombre una criatura tan importante como para pintar hasta su sombra con todo detalle?”,174 pregunta uno de los ilustradores y critica la técnica de la perspectiva inventada por los italianos desde un punto de vista teológico: “Si se pintan las casas de una calle cada vez más pequeñas como las ven erróneamente los ojos de los hombres, ¿no se colocará en el centro del Universo al hombre en lugar de Dios?” Uno de los grandes ilustradores del sultán tuvo el descaro de utilizar “el estilo de la perspectiva” en su última ilustración. “En ella, como hacen los francos, las cosas estaban pintadas no según la importancia que tienen en la mente de Dios, sino tal y como las ven nuestros ojos. Aquello era un terrible pecado. El segundo pecado era pintar a Nuestro Sultán, el califa del islam, del mismo tamaño que un perro”. Había hecho un retrato realista del sultán y eso para los buenos creyentes es “la mayor blasfemia de todas”,175 porque solo los idólatras hacen estas cosas. Pero este sultán tan atrevido se muere pronto; su sucesor despide a todos sus ilustradores y ya nadie se dedica a hacer retratos realistas prohibidos por el Corán. La modernización del Occidente finalmente no se introduce en Oriente. Se considera que las artes y la tecnología son una amenaza para la fe pura. No hay que permitir que el hombre se independice de Dios basándose en criterios propios que no se derivan de la revelación divina.

Durante la Edad Media, en el Occidente tampoco se aplicaba la técnica de la perspectiva. Los pintores piadosos reproducían en sus cuadros las figuras del Evangelio no como las veía el ojo humano, sino de acuerdo con su importancia. Así, por ejemplo, Cristo como hijo de Dios, tenía un tamaño mayor que sus discípulos.

En Me llamo Rojo se describe cómo la gran cultura musulmana entró en decadencia porque se cerró a innovaciones que hubieran sido un gran estímulo para su desarrollo. Los sultanes temen al progreso porque se sienten presionados por movimientos fundamentalistas que rechazan las innovaciones artísticas como pecado. Pamuk nos habla de la influencia nefasta de un predicador fanático para quien la pintura y la literatura son manifestaciones pecaminosas; y llega al extremo de condenar al café como droga. Al final de la novela sus seguidores destruyen un café donde se cuentan cuentos porque lo consideran un centro de reunión de viciosos.

La decadencia del imperio turco se nota también en lo económico. En el capítulo titulado “Yo, el Dinero” una moneda de oro turca confiesa: “Soy una moneda falsa. Me acuñaron en Venecia con oro bajo...”176 Los comerciantes descubren que esta moneda no tiene los veintidós quilates reglamentados. Muchas monedas otomanas falsas circulan en el imperio del Sultán.

El periodo glorioso del imperio turco llega a su fin y entra en decadencia. Su fuerza económica y militar se está debilitando mientras el arte y la tecnología de los francos florecen igual que su economía. Los sultanes de Estambul no quieren darse cuenta de los cambios. Ya no apoyan al arte de su país que había producido pinturas maravillosas. Ven en la cultura un peligro para mantener una fe pura y rígida. Antes del siglo xx, Turquía no conoció la ilustración ni la tecnología moderna, debido a su decadencia económica y cultural. El gran mérito de Pamuk es introducir a sus lectores en la gran cultura musulmana que impresionó al mundo durante los primeros mil años a partir de la fundación del islam en el siglo vii.

En Me llamo Rojo impresionan las descripciones de las nevadas en Estambul en el siglo xvi. Pero en la novela Nieve,177 la nieve es un símbolo central que el autor utiliza de manera magistral como recurso literario. El protagonista del libro es Ka, un poeta turco exiliado en Alemania, quien visita una apartada y pobre ciudad de provincia: “seguía con amor y melancolía el camino que tomaba su vida, como si fuera un copo de nieve”.178 Su estancia en Kars, una pequeña ciudad del este de Anatolia y a poca distancia de la frontera de la antigua Unión Soviética, dura tres días. El lugar formaba parte de Rusia, por lo cual conserva edificios de estilo ruso y armenio. Allí se mezclan las influencias culturales de rusos, kurdos, armenios y de las diferentes tribus turcas, pero el gobierno de Ankara impone la turca como la única válida. Hay un delegado cultural del gobierno central quien implacablemente confisca todos los discos de música kurda como objetos subversivos.

El protagonista es un periodista que tiene como tareas informar sobre la campaña electoral e investigar los suicidios de mujeres jóvenes que cubren su cabeza con pañuelos y no querían ser obligadas a entrar a sus escuelas con la cabeza descubierta.

Caminando de noche bajo la nieve, Ka regresa “a toda prisa al hotel pensando... en la poesía que iba a escribir”.179 A este poema le dio el título de “Nieve”. Tal vez su actividad de periodista en Kars es solo un pretexto, porque en el fondo lo que le atrae de esta ciudad es la bella Ipek, una compañera de sus años universitarios en Estambul y que acaba de divorciarse. Ella vive en el mismo hotel como hija del dueño. El capítulo diez, donde el autor nos habla de la creación del poema, se llama “Nieve y felicidad.” En realidad la nieve crea para Ka un ambiente de ensueño y magia, y él tiene la impresión de vivir en un sueño que para un occidental podría ser navideño, pero que resulta triste en los países musulmanes porque no se festeja esta fiesta. Este mundo blanco de Kars tiene algo especial, porque a Ka le llega la noticia que, debido a las fuertes nevadas, todos los caminos a la ciudad están bloqueados y nadie puede salir. La nieve tiene una presencia permanente durante el núcleo de la acción que dura tres días. Para Ka, la nieve es lentitud, brevedad, belleza y, sobre todo, silencio que nos hace pensar en Dios. Ka camina de noche a la luz blanca de neón por las calles y entra a casas con televisores prendidos y en blanco y negro. Consulta una enciclopedia y se entera de la estructura de los copos de nieve que se cristalizan en forma de hermosas estrellas de seis puntas. Esta forma le sirve para estructurar su universo poético.

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