La Libertad en el encierro

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La Libertad en el encierro
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La Libertad en el encierro



Reflexiones en tiempos difíciles



©Carlos Gustavo Álvarez



Año 2021





eBook Feiyr ISBN



9783969531716





Carlos Gustavo Álvarez Año 202Uno




Reflexiones en tiempos difíciles



L



a humanidad se empeña en renacer, en levantarse de sus miasmas de angustia con el empecinamiento de una hiedra. Esperanzada o desesperada Ave Fénix, se aferra a la misma Tierra que ha devastado con la guerra, la plaga



del egoísmo, las conquistas irredentas o el azote de infames relaciones sociales. Virtud luminosa o castigo inefable, vuelve a un mundo en el que los cambios fagocitan a las renovaciones. O





como proveía Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El

Gatopardo

: "Si queremos que todo siga como está, es necesario



que todo cambie".



Así estamos en el 2020, el año innombrable, el siniestro almanaque del olvido. Desatado en diciembre de 2019, un agente invisible ha puesto en jaque a nuestro mundo, que, radicalmente, y desde marzo, se ha embozado en una forma de vida que no parece tener cotejo con otra del pasado.



Las medidas ejecutadas por gobiernos que obraron tomados de sorpresa –aunque nada había sido tan predicho y con tanta exactitud como lacra para la globalización que las pandemias--, confinaron a sus habitantes en un término casi marcial. De repente quedamos encerrados en todo tipo de hogares, pues nunca como antes se hizo evidente la desigualdad de la vida que llevábamos en una ficción llamada “la normalidad”.



Las economías fueron lanzadas a los abismos, muchos más profundos éstos para los países en desarrollo, maquillados sus balances con un agente patógeno llamado “la informalidad”.




Partes de victoria y control se emitían desde diferentes zonas del mundo, pronunciados incluso por aquellos que habían determinado no confinar a sus poblaciones y más bien volcarlas sobre otra panacea llamada “la inmunidad de rebaño”. O que, simplemente, en el terco dilema que los ponía a elegir entre la salud y la economía optaron por la renta.



Súbitamente todo comenzó a salirse de cauce, en el instante mismo de los primeros anuncios de la salvación anhelada: la vacuna. Tal vez por la llegada del invierno. Tal vez porque la vida cotidiana –la que gesta economías y relaciones sociales— no aguantaba los gulags sanitarios, y la gente salió a la calle como una forma de retornar a ser. Tal vez…



Y aquí estamos. Terminando el Annus

horribilis

 con el desborde de los contagios, la multiplicación de las muertes, la extenuación de  los  dispositivos  sanitarios,  la  mutación  del  maligno,  la incertidumbre la vacunación masiva… Flamea la predicción de Bill Gates  que  se  acercan  los  meses  peores.  Y  por  supuesto,  la neblina de la recuperación económica, el espectro del retorno a la vida de antes, la resurrección del pasado.



No ocurrirá. Algo se ha roto en la marcha del mundo, y no solo es la invulnerabilidad del habitante que funge como su rey. También los esquemas, las estructuras, los andamios que sostenían un modelo de vida, la maquinaria económica, las interacciones entre los humanos. Los políticos son hoy polichinelas irrisorios. Basta apreciar, por ejemplo, el teatro bochornoso de las recientes elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Y en Colombia, la fanfarria indiferente al dolor




colectivo que protagonizaron los miembros del Congreso de la República, que siguieron con sus ingresos multimillonarios y se aumentaron los salarios muy por encima de lo autorizado para el estipendio mínimo de sus compatriotas.



Por primera vez, la ruta de tinieblas que debemos iluminar con la luz del espíritu redivivo es fruto de ballestas que desde nuestras manos lanzaron llamas inclementes. Estamos aquí y así porque nos hemos enemistado con la Tierra y alterado sus ritmos y socavado la armonía de sus criaturas naturales. Y estamos aquí y así, también, porque hemos extinguido la piedad y la compasión con los débiles, el acto de perdón y de amor que el Cristo inventó cuando irrumpió dos siglos atrás en la Era de Piscis.



Mi mejor manifiesto



¿Cómo no narrar la visión que, como las sombras de la caverna,  ha venido pasando en esta confusión de confusiones?



Cuando marzo avanzaba con sus pinceladas ocres de pesadilla futura, pensé en Daniel Defoe. Él había escrito el “Diario del año de la peste”, en 1722, pero esa no había sido su tragedia. Su talento literario radicaba en reconstruir los pesares que la gran plaga había extendido por Londres en 1665. Como los evangelistas canónicos, que no estuvieron ni en los milagros ni en la cruz.



Cuando  inicié  en  mi  página  web,  el  11  de  marzo  de  2020,  una sección que denominé “Reflexiones en tiempos difíciles”, escribí este  introito:  “

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compartir esa impresión, ese punto de vista, ese testimonio con quienes nos leen. Eso he hecho durante cuatro décadas en mi carrera como periodista y a través de mis libros. Y eso trato de hacer en esta época difícil para  Colombia, para la humanidad, jamás concebida y sin resultados previsibles”.



El 22 de marzo quise complementar la misión –el don y el látigo del que hablaba Truman Capote--, con un diario. A las 8 y 20 de la noche de ese día, cerré la que sería única página del intento con estas palabras rupestres que titulé “La libertad en el encierro, Memoria del Covid-19”, que las transcribo en su condición casi facsimilar en el recuadro al final de este prólogo. Única página del diario más corto del mundo, que se extravió en el camino pedregoso de todos los días y derivó, más bien, hacia las notas que recopilo en este libro.



Repito allí la palabra “ESTADÍSTICAS”. Eso era al comienzo de los largos e interminables nueve meses. Nos aferrábamos, para el bien o la desgracia, a los números. Que eran muy distintos a los de la Gripe Española de 1918, la referencia más inmediata que teníamos… Los datos de las previsiones que arrodillaban un mundo arrasado en pocos meses. Las proporciones de esa calamidad frente a las disposiciones de los servicios de salud… estadísticas…



Los primeros escritos, algunos de los cuales aparecían en el diario económico Portafolio con el minúsculo rigor del impreso que no desborda las 550 palabras, fueron complementados con vídeos. Es el lenguaje de hoy, del futuro.




He reunido aquí los textos desarrollados durante este año y sobre todo, a través de estos meses de espanto y clausura, resquebrajada esta por el incontenible devenir de la vida. Del afán económico, de la supervivencia. Tal y como salieron: sin revisión ni camuflaje. “Mi mejor manifiesto es mi presencia”, glosaba un afiche que vendían en la calle 60 de Bogotá, en la época en que florecían los hippies. Tengo que parafrasearlo con mi palabra. Ese es mi mejor manifiesto.



La hora 25



Lo que ocurre en el mundo hoy, a pocas y contadas horas de que termine este bisiesto de pavor, es que las estadísticas se han encarnado en amigos, conocidos, parientes. O se han vaciado en nosotros mismos, víctimas del avance del virus.



Los relatos de hechos funestos –tanto del padecimiento que termina en recuperación, como su contrario, la permanencia en los hospitales, la situación del personal de salud, en fin…-- configuran un libro conmovedor. Ya se escribirá esa memoria, cuando pasen las horas aciagas.



Horas que, parece, inaugurarán el 2021, que ya en la Era de Acuario, muchos auguraban tan esperanzador. Entonces tendremos que volver a cubrirnos de una buena Fe, de una Esperanza posible, de una tenacidad heroica, que, mientras cuidamos nuestras vidas como irrepetibles objetos de lujo, nos acerquen al nacimiento de un Nuevo Mundo, no tan frágil y voluble como el que hemos tenido la dicha de trasegar.



Carlos Gustavo Álvarez, diciembre 28 de 2020




La Libertad en el encierro Memorias del Covid 19



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Estábamos  confinados.  Pero  no  estábamos  solos.  Hacíamos  parte  de  un ejército  de  mil  millones  de  personas  a  quienes  la  vida,  el  mundo  que conocíamos, nos había cambiado de la noche a la mañana. El encierro en los lugares  de  habitación  era  nuestra  única  esperanza.  La  visita  a  mi  madre correspondía a una excepción de amor y de comprensible preocupación por quien, pese a su admirable autonomía de vivir sola y sin dependencias en su edad casi centenaria, necesitaba unos recursos de apoyo mínimo para el largo confinamiento que se avecinaba.



Carlos Gustavo Álvarez Año 202Uno
















La peste del insomnio



El 13 de enero, las tres sedes de Homeopatía Mercy en Bogotá, y la de Medellín, abrieron las puertas a una romería de afanosos compradores. Era previsible la avalancha.





Un receso laboral las mantuvo cerradas por 15 días, y había impaciencia por conseguir los demandados productos de esta visionaria empresa, creada hace 52 años por los doctores Fabio Gaviria y Carlos Fierro.





Se enunciaban pedidos por el Influmax para la gripe, la Miel de Lobelia, el Rescate, el jarabe Melissa Off 3.X, las esencias florales y los colirios. Pero las voces se escuchaban unísonas y convergían alrededor de MaxDream, la antigua Salvia Pasiflora, quintaesencia que desde hace más de 30 años remedia el insomnio crónico.





¿Duerme usted bien, apreciada lectora, estimado lector?



¿Concilia el sueño rápidamente y tiene la mágica experiencia de abrir los ojos al otro día luego de, por lo menos, seis horas de sueño continuo? ¿Puede hacer eso, pero con la ayuda de pastillas, gotas, infusiones o asomos de plantas, que le ahorran la pesadilla de pasar la noche en vela, de tener un sueño frágil como alas de mariposa que quiebra el más mínimo ruido,  de  despertarse  a  las  3  de  la  mañana?




Pronto se celebrará el Día Mundial del Sueño, el tercer viernes de marzo, y volverá a plantearse con estadísticas de espanto lo que la Organización Mundial de la Salud considera ya como una epidemia que puede derivar en trastornos neurológicos y cardiovasculares. Y que, en sus estados más avanzados, para no decir agónicos, se convierte en ansiedad y depresión, y que es, sin duda, una abducción del ánimo y las ganas de vivir.





Los llamados “trastornos del sueño” comprenden muchas manifestaciones: síndrome de las piernas inquietas, peligrosas apneas, narcolepsia, alteraciones del ritmo circadiano y de la conducta durante el sueño REM, hipersomnia idiopática y parasomnias, y el que es, de lejos, el  campeón  de  las  congojas  del  descanso:  el  insomnio.





Con este último se agosta uno de los tres pilares de la salud, que acompaña a la dieta equilibrada y el ejercicio regular. Y la peste del insomnio, que alguna vez Rebeca llevó a Macondo, hoy está extendida por el mundo, afectando, ya casi, a media humanidad.





¿Por qué no dormimos bien? La larga e interminable lista de causas comprende el estrés, comidas inconvenientes, la extensión del escritorio a la cama, angustias económicas y existenciales, presencia en las habitaciones de una tecnología invasiva, la poca atención que prestamos a la calidad de aliados como almohadas y camas, la edad… y sigue un largo e insomne etcétera.









Y claro está, las condiciones particulares que terminan divorciando a cada persona de una noche de calma y reposición de fuerzas, casi siempre fallecidas en horas de trabajo y de desplazamiento. O de franco desempleo y frustración. En esa desesperación del insomnio aparecen salvavidas de naufragio como Zolpidem, Zopiclona, Sedatif, la valeriana, la manzanilla, el té de banana, el boldo, la mejorana…





Y las tres goticas de MaxDream que me tomo cada noche y que me permiten escribir esta columna con toda la potestad de quien viviera desvelado “en la noche oscura del alma que son siempre las tres de la mañana”.





Portafolio, febrero 6 de 2020










Parásitos



Una película y una serie por episodios hacen por estos días las delicias de los espectadores y del vasto y tumultuoso mundo de las redes sociales.





La primera es “Parásitos”, cinta surcoreana dirigida por el talentoso Bong Joon-ho, que, al alzarse con cuatro estatuillas del Óscar, cimbró el mundo de Hollywood y signó la historia del cine. Todos los géneros confluyen en ese naufragio cruento de ricos y pobres –humor, terror, suspenso, drama– encarnados en personajes inolvidables, alados en un guión original gracias a la magia de virtuosos actores.





La serie es más local, nativa. Vernácula, digamos. La protagoniza Aída Merlano y tiene un elenco innumerable que no solo gira alrededor de esta atractiva barranquillera.



La verdad es que escapa de la pantalla, como en “La rosa púrpura de El Cairo”, de Woody Allen.





Ha venido desarrollándose por entregas y tiene todos los ingredientes de las producciones hechas para la taquilla: intriga, sexo, acción, fugas –con cuerda y porrazo, no



confundir con “La soga”, de Hitchcock--, persecuciones, manipulación, delaciones y corrupción. Mucha, pero mucha, mucha, corrupción…




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