Juegos políticos (tomo I)

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2. Internacionalización del deporte

El deporte moderno tiene su partida de nacimiento con el desarrollo de la Revolución Industrial, que transformó los medios de transporte y aportó un nuevo estilo de vida en las grandes ciudades (Elias & Dunning, 1992, pp. 264-265; Arnaud, 2002, p. 30; Otero, 2003, p. 173; Vilanou, 2001, p. 139). Pero fue desde los Juegos Olímpicos de Atenas en 1896 que las distintas modalidades deportivas empezaron a difundirse y a competir internacionalmente. En esa época, en Europa el nacionalismo desempeñaba un papel muy importante en la práctica de un determinado deporte. Por ejemplo, se observaban reticencias de franceses y alemanes a las formas inglesas del deporte (Maguire, 2003, p. 4). Aunque los primeros Juegos Olímpicos solo contaron con la presencia de 14 países, y en los de San Luis de 1904 apenas estuvieron presentes 12, a partir de entonces y hasta la época de los boicots de Montreal 1976, Moscú 1980 y Los Ángeles 1984 el número de países y atletas creció constantemente (gráfico no 1) —solo hay un marcado descenso en el número de atletas de las Olimpiadas de Los Ángeles 1932 por la dificultad de transporte, al igual que ocurrirá en Melbourne 1956—. Además, desde 1924 se deben sumar los atletas participantes en los Juegos Olímpicos de Invierno.

Gráfico No 1. Participación en los Juegos Olímpicos 1896-1988


Fuente: Comité Olímpico Internacional (COI). https://www.olympic.org

La importancia del Comité Olímpico Internacional (COI) fue creciendo rápidamente durante el inicio del siglo xx. El aprovechamiento propagandístico del régimen nazi de las Olimpiadas de Berlín 36 es un indicativo de los niveles de popularidad que ya había alcanzado el deporte. Otra demostración de la fuerza del movimiento olímpico fue su supervivencia tras las dos guerras mundiales, incluso, como se aprecia en el gráfico no 1, volviendo con mucha más fuerza después de la Segunda Guerra Mundial, especialmente a partir de Helsinki 1952, en que se incorporó a las competiciones olímpicas la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Desde entonces y hasta Seúl 1988 todas las competiciones en olimpiadas o campeonatos mundiales estuvieron envueltas en el ámbito de la rivalidad política entre los bloques comunista y capitalista.

Paralelamente a la internacionalización de las competiciones, a finales del siglo xix e inicios del xx se fueron organizando las principales federaciones deportivas (gráfico no 2). Cada una homogeneizaba mundialmente todas las características que rodeaban al deporte que representaba, desde las reglas de juegos hasta su organización administrativa. Para mantener el control sobre las federaciones nacionales y evitar injerencias políticas, legislaron en el sentido de que las federaciones nacionales o regionales no debían estar supeditadas al control político de los Estados. El reglamento de la FIFA (2013) dictaminó en sus artículos 13 y 17 que los miembros y sus órganos debían administrar sus asuntos de forma independiente y sin injerencias de terceros. Igualmente lo reguló el Comité Olímpico Internacional con relación a sus comités olímpicos nacionales, pero no siempre se cumplió. Desde la Italia de Mussolini hasta la Argentina de Videla, han sido muchos los casos a lo largo del siglo xx en que los gobernantes han controlado las federaciones nacionales para beneficio propagandístico propio. Aunque durante el siglo xx el COI o la FIFA no acostumbraban a interceder, ahora en el xxi la situación está cambiando: el último caso en que el COI tuvo que actuar por las injerencias políticas de un Estado en el Comité Olímpico Nacional (CON) fue con Kuwait. Fue suspendida del COI en octubre de 2015 hasta agosto de 2018, cuando se le levantó provisionalmente la suspensión. En el caso de la FIFA, solo está permitiendo intervenciones del Estado en Cuba, Qatar o China (Panfichi, Vila, Chávez & Saravia, 2018, p. 223).

Gráfico No 2. Creación de las principales federaciones internacionales


Fuente: Arnaud (2002, p. 54)

De los deportes que compitieron en los Juegos Olímpicos de Atenas 1896, solo el tiro y la gimnasia ya contaban con una federación internacional; los demás tuvieron que esperar unos años a que estuvieran bajo una organización que dictaminara su funcionamiento a escala internacional. Esos deportes fueron ciclismo, natación, atletismo, esgrima, halterofilia, tenis y lucha. En el gráfico no 2 también se observa que el deporte global por excelencia, el fútbol, ya se organizó internacionalmente en 1904 con la creación de la FIFA, aunque en su fundación no participó el país que lo había popularizado, Gran Bretaña, pues no creían que unos “meros extranjeros fueran capaces de dirigir un deporte que ellos habían inventado” (Dunning, 2009, p. 14). Aunque el fútbol ingresó en el programa oficial de los Juegos Olímpicos en 1908, no fue hasta 1930 que celebró el primer mundial en Uruguay.

Dentro de la internacionalización del deporte se pueden distinguir dos fases: una primera de expansión internacional seguida de una basada en la rivalidad ideológica.

2.1 Fase de expansión (1896-1938)

Se enmarca desde los primeros juegos olímpicos modernos en 1896 hasta el Mundial de Fútbol en Francia de 1938, el último gran acontecimiento deportivo antes de la Segunda Guerra Mundial. Durante dicho periodo no solo se consolidaron los Juegos Olímpicos de Verano y de Invierno, sino que para un alto número de deportes se iniciaron grandes campeonatos internacionales que con el paso de los años han tenido una especial relevancia: el Tour de Francia en 1903, el Mundial de Gimnasia en 1903, el Torneo de las Cinco Naciones de rugby en 19102, el Gran Premio de Montecarlo en 1929 o el Mundial de Fútbol en 1930.

Uno de los aspectos que muestran la gran divulgación de las pruebas internacionales es el progreso de la prensa deportiva. A pesar de existir desde el último tercio del siglo xix, en que los periódicos ya cuentan con secciones fijas sobre deportes (Fernández, 2016, pos. 920)3, es durante los inicios del siglo xx que, gracias a la popularización de los Juegos Olímpicos, se consolidan los primeros diarios deportivos y se crean otros de nuevos (Sainz de Baranda, 2013, p. 9). Así, ya en los Juegos de Estocolmo 1912 fueron acreditados 445 periodistas (Andersson & Kjellberg, 2012, p. 50, como se citó en Fernández, 2016, pos. 1374). El otro gran medio de difusión del deporte fue la radio. En la década de 1920 se iniciaron las transmisiones radiofónicas en directo de eventos deportivos. El primero de ellos fue de boxeo en 1921, con la locución realizada en Estados Unidos por la KDKA de Pittsburgh del combate entre Johnny Ray y Johnny Dundee (Mandell, 2006, p. 229). También en España la primera competición difundida por la radio se debió a un combate: el enfrentamiento entre Paulino Uzcudun y Erminio Spalla fue narrado por el locutor de Radio Barcelona Josep Miret Soler en mayo de 1926 (Fernández, 2006, p. 147). Aunque la tecnología permitía la expansión de las transmisiones radiofónicas, las emisoras tuvieron que superar los boicots de los editores de periódicos: “El lobby de prensa británica impidió la retransmisión radiofónica en directo durante los Juegos de Ámsterdam [1928]. La BBC solo podía ofrecer programas de noticias radiofónicas después de las seis de la tarde” (Fernández, 2016, pos. 971). Al final de este periodo también se iniciaron las retransmisiones televisivas. Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 fueron los primeros, aunque la escasez de televisores en la época hizo que la audiencia potencial fuera muy limitada. En todo caso, lo importante es que “en Berlín nació la historia de la fructífera alianza entre los juegos olímpicos y la televisión” (Fernández, 2016, pos. 997).

2.2 Fase de rivalidad ideológica (1948-1988)

Abarca desde los Juegos Olímpicos de Londres en 1948 hasta los de Seúl en 1988 y se enmarca en la geopolítica de la Guerra Fría. En este periodo la televisión se convierte en el gran protagonista de las transmisiones deportivas: en Londres 1948 la cantidad de potenciales telespectadores es ínfima, pero es destacable el hecho de que “la BBC pagó por primera vez en la historia 1500 libras por poder retransmitir los juegos” (Fernández, 2016, pos. 1060). Los avances en la tecnología televisiva permitieron que en Roma 1960 se transmitieran los Juegos Olímpicos en directo para Europa, pero fue en Tokio 1964 cuando ya se pudo acceder a la conexión vía satélite, con lo que se logró la emisión en directo para todos los países que tuvieran la tecnología para recibir la señal.

La enorme popularización del deporte facilitó que a partir de la década de 1960 algunos deportistas llegaran a ser convertidos en íconos mundiales; figuras como Cassius Clay4 o Pelé llenaban páginas de periódicos y ocupaban numerosos espacios televisivos. La expansión de la televisión y su dependencia de la publicidad condujeron a que los deportistas, especialmente los futbolistas europeos, “empezaran a cambiar su estatus de ‘héroe’, como actores épicos que representan al equipo local o nacional, para convertirse en ‘estrellas’ ligadas a productos comerciales y con su imagen en los medios de comunicación de todo el mundo” (Robertson & Giulianotti, 2006, p. 15). Aunque en esta aportación de Robertson y Giulianotti, por “todo el mundo” debe entenderse los países bajo el sistema capitalista, pues en la época de la Guerra Fría los anuncios publicitarios de productos generados en el ámbito capitalista no eran visibles en los países bajo órbita comunista. En el mismo sentido, los atletas de los países bajo el sistema comunista no eran protagonistas de anuncios publicitarios en el sistema de libre mercado. En este periodo las grandes estrellas del deporte de los países comunistas pasaban a ser ejemplos sociales y políticos utilizados por los mandatarios como escenificación de las bondades de su sistema, algo que también ocurría en el sistema capitalista:

 

El bloque comunista demostró su comprensión de la importancia del deporte a través de su desarrollo de programas estatales de atletismo para fomentar que los deportistas de élite mostraran al mundo la fuerza del comunismo, y la alianza occidental entendió igualmente el papel que el deporte desempeñó en la Guerra Fría (Dichter, 2014, p. 44).

En sus respectivos sistemas político-económicos, los atletas premiados conseguían grandes beneficios sociales, pero su influencia propagandística, fuera comercial o política, apenas atravesaba el Telón de Acero en alguno de los dos sentidos. Aunque se debe destacar que sí hubo atletas provenientes de países comunistas que consiguieron convertirse en grandes estrellas admiradas por el mundo capitalista; Emil Zátopek, Lev Yashin y Nadia Comăneci serían algunos de los principales ejemplos.

En este periodo se da un importante aumento de los países miembros del COI, en gran parte debido a la descolonización: es a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando la mayor parte de los países de África y de Asia consiguieron sus independencias políticas (la gran mayoría se materializó hacia finales de la década de 1950 y principios de la de 1960) respecto de las metrópolis. Dichos procesos independentistas influyeron en los intereses de las dos superpotencias para atraer a los nuevos dirigentes bajo sus órbitas político-económicas, lo cual también repercutió en el deporte. Así, por ejemplo, en su lucha por la supremacía mundial, la URSS vio en los éxitos deportivos una vía para atraer a los países del tercer mundo:

El apoyo al deporte ofrecido a los países en desarrollo a menudo se ha expresado en términos de expansión del deporte internacional y de difusión de los ideales del movimiento olímpico, pero también formó una parte importante de la difusión de la ideología marxista-leninista y del sistema socialista soviético (Parks, 2014, p. 95).

Esta fase de internacionalización con alto contenido político tuvo su punto álgido con los boicots olímpicos a Moscú 1980 y Los Ángeles 1984, especialmente con el primero, donde, debido a la obstaculización estadounidense, solo participaron ochenta países (gráfico no 1). A pesar de no estar enmarcado en la geopolítica de la Guerra Fría, también fue importante el boicot africano a los Juegos de Montreal 1976 en protesta por la presencia de Nueva Zelanda, pues había participado en un partido de rugby en Sudáfrica, que entonces estaba excluida del movimiento olímpico por sus políticas racistas. El último boicot por motivos políticos, aunque muy minoritario, fue el propuesto por Corea del Norte a Seúl 1988 y que solo fue secundado por Cuba, Albania y Etiopía.

3. Globalización del deporte

Esta fase se inicia en el año 1992 con los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville y los de Verano de Barcelona. Es sintomático que, en aras de buscar un mayor interés mediático, a partir de entonces los Juegos de Invierno y de Verano ya no se organizarían en el mismo año, pasando los primeros a coincidir con el Mundial de Fútbol. Uno de los cambios iniciales más importantes es que en ambos juegos olímpicos se produjo la modificación del nombre del equipo soviético. Excepto por el boicot a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, la URSS participaba en todos los juegos desde Helsinki 1952, pero, debido a la situación política interna y a la independencia de las repúblicas bálticas, en 1992 participó con el nombre de Equipo Unificado y bajo la bandera olímpica. En Barcelona se sumaría toda una serie de novedades: en los Juegos de Verano, por primera vez desde Múnich 1972 no hubo ningún boicot. Otro punto relevante fue el permiso al retorno de Sudáfrica a la familia olímpica gracias al abandono de sus políticas racistas: sus últimos juegos habían sido los de Roma en 1960. La última gran novedad de Barcelona fue la participación de los jugadores profesionales de baloncesto de la National Basketball Association (NBA) con el equipo conocido como el Dream Team, comandado por Magic Johnson, Larry Bird y Michael Jordan, lo cual rompió la contradicción de que para el COI solo los jugadores estadounidenses eran profesionales, mientras que los del resto del mundo —capitalistas o comunistas— eran amateurs, cuando en realidad en ningún sentido era así.

En esta fase el deporte ha continuado estrechamente vinculado con la política, pues sigue siendo un importante factor promocional para los Estados, como lo demuestra el dinero que para dicho fin publicitario invierten en él todos los países, desde los menos favorecidos hasta los más ricos:

Durante la administración de George W. Bush, el presupuesto del Departamento de Estado para subvenciones y programas deportivos pasó de 600 000 dólares a más de 5 000 000 de dólares, y la subsecretaria de Estado para la Diplomacia Pública, Karen Hughes, dirigió la iniciativa por conectar el deporte con la actividad diplomática de EE. UU. (Johns, 2014, p. 2).

El nacionalismo ha seguido teniendo un papel predominante en las competiciones internacionales. El análisis de los comportamientos nacionalistas en los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona, el Campeonato Europeo de Fútbol de 1996 en Inglaterra y el Campeonato del Mundo de Fútbol de 2002 en Corea y Japón ha llevado a García (2005, p. 465) a considerar que en el caso del deporte se debería hablar de glocalización en lugar de globalización, ya que “el deporte es una institución social tan dependiente de factores locales/nacionales que hace que sea altamente improbable que pueda configurarse algún día como una institución postnacional”.

Como se ha mencionado, desde la caída del muro de Berlín en 1989 y de la desaparición de la URSS en 1991, el mundo avanza hacia una globalización económica que se confirmará a partir de 2001 con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio, aunque mantenga un sistema político basado únicamente en el Partido Comunista. Esto permite que, ahora sí, los deportistas más exitosos sean íconos globales y que los anuncios publicitarios que protagonizan sean proyectados en todo el mundo; la excepción que cumpliría la regla sería Corea del Norte. Algunos atletas de países comunistas vivieron el inicio de los éxitos de sus carreras deportivas al final de la internacionalización y las terminaron en el inicio de la globalización deportiva, por lo que ejemplifican las diferencias entre ambas fases: el jugador de baloncesto Arvydas Sabonis ganó con la URSS la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, con la selección de Lituania la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y terminó su carrera deportiva jugando en la NBA. El capitán más joven de la selección soviética de hockey sobre hielo, Viacheslav Fetísov —que participó en uno de los partidos más representativos de la rivalidad política de la Guerra Fría, la semifinal contra Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Lake Placid en 1980—, terminó su carrera siendo una estrella de la liga profesional norteamericana de hockey, la National Hockey League (NHL).

Al entrar los antiguos países comunistas en una economía de libre mercado se ampliaron considerablemente las posibilidades comerciales para las grandes marcas occidentales, pues el número de potenciales consumidores se incrementó en cientos de millones. Ello repercutió en los ingresos de las ciudades olímpicas por los derechos televisivos, que es el medio preferido por las marcas globales para publicitar sus productos: “El Comité Organizador (Socog) de los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 recibió 798 millones de dólares en ingresos por los derechos de televisión, superando netamente los 568 de Atlanta 1996 y casi doblan los 440 de Barcelona 1992” (Altuve, 2008, p. 23). Este incremento de casi un 100% en apenas dos juegos olímpicos, con cifras de tal magnitud, fue posible gracias al desarrollo de la globalización, pero también a las nuevas relaciones entre la familia olímpica y los medios audiovisuales que impulsó Juan Antonio Samaranch (Fernández & Ramajo, 2014, p. 708).

En este periodo, los grandes clubes europeos de fútbol empezaron a realizar giras de pretemporada por Asia y Estados Unidos, para potenciarse como cualquier otra marca que busque competir a escala global. De manera que los grandes clubes europeos consiguieron la formación de aficiones globales y convertirse también en marcas globales, en muchos casos auténticas lovemarks (Cordero, 2017, p. 198). Además, la libertad de movimientos internacionales de las inversiones en los mercados financieros que posibilita la globalización también ha tenido sus consecuencias en el mundo del fútbol:

En los últimos quince años [1991-2006] han surgido nuevas formas de inversión y posesión: empresarios en busca de ingresos (por ejemplo, David Dein en el Arsenal y Davis Murray en el Rangers); emisiones de acciones en Bolsa (por ejemplo, Tottenham Hotspur, Manchester United, Newcastle United, Chelsea, Aston Villa, Leeds United, Sunderland, Celtic); inversiones por parte de empresas de comunicación (por ejemplo, BSkyB, con acciones en el Manchester United, Manchester City, Leeds United, Chelsea y Sunderland); y adquisiciones por parte de empresarios magnates (por ejemplo, Jack Walker en el Blackburn a principio de los noventa, y Roman Abramovich en el Chelsea en 2003) (Robertson & Giulianotti, 2006, pp. 22-23).

La lista de clubes europeos en poder de capitales extranjeros o con acciones controladas por grandes grupos económicos se incrementa cada año, y los que todavía no los son, como el Bayern de Múnich, el F. C. Barcelona o el Real Madrid, gracias a la globalización consiguen grandes réditos económicos que les permiten fichar a las mejores estrellas. Desde el aspecto deportivo, la consecuencia es lo que Cordero (2017) sostiene cuando afirma que se ha desnivelado la cancha a favor de determinados clubes europeos de fútbol que monopolizan los éxitos deportivos a escala nacional, continental y global. Esta fuerza global del fútbol apoya las tesis de que la globalización no solo se debe ver desde el enfoque de que es esencialmente una americanización (Robertson & Giulianotti, 2006, p. 26). Además, desde 1993, en que se creó la Major League Soccer (MLS), el fútbol está entrando con fuerza en Estados Unidos, con un éxito inaudito hasta ahora. Un ejemplo de ello es el dato de que “ningún equipo de fútbol de Sudamérica tiene un promedio de asistencia más alto que los Seattle Sounders de la MLS, que en cada partido convocan un promedio de 44 247 aficionados” (Cordero, 2017, p. 188). Pero se debe tener en cuenta que también hay una fuerte corriente en sentido inverso: “la transformación de deportes americanos y norteamericanos tales como el básquetbol, béisbol, hockey sobre hielo o fútbol americano en deportes globales” (Maguire, 2003, p. 2).

La cantidad de países participantes en las Olimpiadas de Verano (gráfico no 3) se ha ido incrementando constantemente, al igual que en la fase de internacionalización, pero el dato importante es que con la globalización deportiva ha superado al número de países integrantes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU):

Esta tendencia se mantiene hasta finales de los años noventa del siglo pasado, cuando el olimpismo experimenta una nueva y definitiva fase globalizadora con la que incrementa el número de CON [Comités Olímpicos Nacionales] reconocidos por el COI hasta 205, y el número de países participantes en los JJOO de Londres 2012 hasta 204. Para entonces, la cifra de miembros de Naciones Unidas llegaba a 193 (Llopis & García, 2016, p. 115).

Como indica el gráfico no 3, en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016 el número de países participantes llegó hasta los 207. Uno de los últimos admitidos por el COI fue Kosovo en enero de 2014, mientras que a finales de 2020 todavía no ha sido admitido en la ONU.

Gráfico No 3. Participación en Juegos Olímpicos 1992-2016


Fuente: Comité Olímpico Internacional (COI). https://www.olympic.org

Desde finales del siglo xx, a los grandes acontecimientos deportivos con impacto mundial se los denomina megaeventos. Sus principales características son audiencias globales, involucración de las marcas globales, grandes repercusiones económicas en las sedes (no obligatoriamente positivas) y que los eventos se repiten con una determinada periodicidad. Sin duda, los dos más destacados serían los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol, pero se pueden incluir numerosos eventos deportivos:

 

También se usa para aludir a torneos como la Copa del Mundo de Rugby, las regatas de vela de la America’s Cup, los torneos del Gran Slam de Tenis, las diversas pruebas que componen el Gran Premio de Fórmula 1 de automovilismo y las carreras que componen el Campeonato del Mundo de Motociclismo (Llopis & García, 2017, p. 225).

En el siglo xxi muchas de las sedes de los dos megaeventos más importantes, Juegos Olímpicos y Mundial de Fútbol, han sido obtenidas por economías en vías de desarrollo. Si en la fase de internacionalización solo México —por partida doble con los Juegos Olímpicos de 1968 y el Mundial de Fútbol de 1986— y Corea del Sur con las Olimpiadas de Seúl 1988 habían sido países organizadores, ahora gracias a las oportunidades generadas por la globalización han sido numerosos: juegos de Beijing 2008, Sochi 2014, Río de Janeiro 2016, Pyeongchang 2018 y los mundiales de fútbol de Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018. A excepción de la India5, el resto de los países de los denominados BRICS6 han sido protagonistas de los grandes megaeventos, lo que evidencia que “el COI ha dado progresivamente respuesta a las nuevas demandas que han ido surgiendo a medida que avanzaba el proceso de globalización, así como el paulatino desplazamiento del centro de gravedad mundial hacia los nuevos mercados emergentes” (Llopis & García, 2016, p. 112). Como se ha comentado con los mundiales de Sudáfrica, Brasil y Rusia, en el mismo contexto también se podría mencionar a la FIFA.

Además de la homogeneidad económica, la otra principal característica de la actual globalización ha sido la tecnología basada en internet. Así, si en la primera etapa de la internacionalización la prensa escrita y la aparición de la radio fueron los exponentes de la conversión del deporte en un fenómeno de masas, y en la segunda etapa la televisión acercó las imágenes en directo de las grandes competiciones deportivas a todos los hogares, en la etapa deportiva de la globalización, internet y las redes sociales han aportado una nueva manera de informar sobre los eventos deportivos, lo que ha obligado a las grandes cadenas a tener que adaptarse a la hora de ofrecer sus informaciones deportivas, pues “en la nueva era mediática la cobertura televisiva es solo una pequeña parte de la cobertura total” (Boyle, 2010, p. 6). A partir de estas nuevas tecnologías, en su análisis de la evolución de las comunicaciones deportivas en la era de internet, Roche (2012) nombra a la televisión como el viejo medio7 y a internet como el nuevo medio, considerando al primero como relativamente cerrado y al segundo cualitativamente más abierto.

Este nuevo medio abierto ha aportado una forma distinta en la manera de interactuar de los deportistas. Durante el siglo xx los aficionados solo conocían sus opiniones por las declaraciones que daban ante las preguntas de la prensa, pero en el siglo xxi, gracias a toda una serie de herramientas basadas en las redes sociales, los deportistas han podido mostrar su opinión de forma directa al aficionado sin tener que pasar por el filtro de la prensa. En la actual situación en la que los seguidores de las principales figuras deportivas son globales, estas nuevas herramientas tecnológicas permiten una directa conexión entre el jugador y el aficionado, independientemente del país en que ambos se encuentren. Desde su aparición en 2006, Twitter se convirtió en el principal medio para tal efecto, pero con el tiempo han surgido nuevas opciones; por ejemplo, en Estados Unidos desde 2014 existe The Players’ Tribune, una web en donde se facilita a los deportistas una plataforma que les permita una directa comunicación con los aficionados8. Este poder que otorgan las nuevas tecnologías a los deportistas para regatear a los medios clásicos de comunicación y marcar ellos el ritmo de la información se puso de manifiesto en agosto de 2018, cuando Antoine Griezmann, jugador francés del Atlético de Madrid, anunció su futuro profesional mediante un video que fue realizado por una empresa en la que su presidente es otro jugador de fútbol, en este caso del F. C. Barcelona, Gerard Piqué. Los días previos a su emisión se difundió toda una serie de mensajes en las redes sociales para advertir sobre la inminencia del comunicado, de manera que convirtieron el asunto en trending topic.

El hecho de que el COI intentara en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 que los atletas y las personas acreditadas no usaran ciertas redes sociales, en especial las que permitían emisión de videos, como Periscope y Meerkat (COI, 2015), es sintomático de la importancia que están adquiriendo y de la amenaza en términos publicitarios que puede significar para el COI la incapacidad de controlar estos nuevos canales. No en vano las ciudades organizadoras de los Juegos Olímpicos deben controlar desde un mes antes de su inicio todos los espacios publicitarios de la ciudad para supeditarlos al programa publicitario del COI (Zimbalist, 2016, p. 137).

Las nuevas tecnologías y las posibilidades que aporta internet son dos de los rasgos que evidencian que la actual globalización es distinta de las anteriores. En el deporte, durante el año 2018 se ha dado un paso más en la unión entre la tecnología basada en internet y las retransmisiones deportivas: Facebook adquirió los derechos de la liga de fútbol española para retransmitirla en streaming en ocho países asiáticos9, así como los derechos de la Champions League para Argentina. También la empresa Amazon está apostando en el mismo sentido y ha adquirido la posibilidad de retransmitir veinte partidos de la liga inglesa durante los próximos tres años.

Reflexiones finales

A partir de lo expuesto, se evidencian importantes diferencias en las dimensiones del deporte en el mundo desde la última década del pasado siglo. Si bien durante todo el siglo xx los principales acontecimientos deportivos internacionales tuvieron repercusiones en la mayor parte del planeta, no presentaban los mismos efectos en función de distintos aspectos políticos, económicos, tecnológicos o sociales. A pesar de la rápida expansión del deporte moderno, en la primera mitad del siglo, por diversos motivos, numerosos países estuvieron alejados de las principales competiciones internacionales. Mientras que en la segunda mitad, la geopolítica derivada de un mundo bipolar deformaba el resultado deportivo en función de los intereses políticos y en muchos casos instrumentalizaba a los deportistas para sus propios fines. Es desde la uniformidad económica mundial resultante de la caída del muro de Berlín que el deporte ha podido alcanzar una expansión sin precedentes, y gracias a la globalización económica también se suman a las sedes organizadoras los países en vías de desarrollo. Además, las nuevas tecnologías resultantes de la popularización de internet permiten nuevos medios de transmisión de las grandes competiciones, y los deportistas no solo salen beneficiados de la repercusión global que ahora tienen sus éxitos en las competiciones internacionales, sino que gracias a la evolución de dichas nuevas tecnologías pueden ser dueños de los medios en que transmiten sus mensajes a los aficionados. Por todo ello, se puede afirmar que la auténtica globalización del deporte se produce desde los inicios de la década de 1990.

Referencias

Altuve, E. (2008). Presente y futuro del deporte en la globalización. Revista de História de Esporte, 1(2), 1-55. Recuperado de https://revistas.ufrj.br/index.php/Recorde/issue/view/113/showToc