Sobre el día del nacimiento el "Fragmento de Censorino". Disertación sobre el "Sueño de Escipión"

Tekst
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

[12] De ahí es lícito advertir que ni se estableció que estos juegos se repitieran después de los cien años, ni después de los ciento diez. De estos plazos, aunque uno u otro hubiese sido tiempo atrás observado, no sería esto, sin embargo, suficiente argumento por el que alguien pueda afirmar consistentemente que con estos juegos se distinguen unos de otros los siglos, sobre todo cuando desde el principio de la ciudad hasta la expulsión de los reyes, 244 años, no hay autoridad que garantice que se hicieron juegos, un tiempo que, lejos de duda, es mayor que un siglo natural. [13] Y si alguien cree que con los juegos seculares se cortan los siglos, inducido por el solo origen del nombre, sepa que se les pudo decir «seculares», porque por lo general se producen una sola vez en la vida de un hombre, igual que otras muchas cosas, que son poco frecuentes, la costumbre de los hablantes dice usualmente que suceden «tras un siglo».

Pero nuestros mayores, como no tenían averiguado cuánto era por naturaleza un siglo, establecieron uno civil312, con arreglo a un módulo concreto de cien años313. Lo atestigua Pisón314, en cuyo séptimo libro de anales está así escrito: «Roma fundada, al año 600315 emprende el séptimo siglo con estos cónsules, que son cónsules próximos316: Marco Emilio Lépido hijo de

Marco, y por segunda vez Gayo Popilio, ausente». Pero para que los nuestros establecieran este número de años, no faltó alguna causa: primero, el que veían que muchos de sus ciudadanos prolongaban la vida hasta este número; luego, el que quisieron aquí, como, por lo común, en otras cosas, imitar a los etruscos, cuyos primeros siglos fueron cada uno de cien años. [14] Además puede ocurrir lo que refiere Varrón317 y escribió el astrólogo Dioscórides318: que en Alejandría entre aquellos que salan319 a los muertos, consta que un hombre más de cien años no puede vivir, y que eso lo pone de manifiesto el corazón humano de aquellos que murieron íntegros, sin corrupción del cuerpo, porque, pesando durante muchos años el corazón, fueron recopilando los incrementos y disminuciones de cada edad: y que los de un añito pesaban dos dracmas320; los de dos, cuatro, y que así año por año, hasta los cincuenta, se van añadiendo dos; que a partir de esas cien dracmas y a partir del año quincuagésimo se van perdiendo asimismo en cada uno dos; de lo cual resulta evidente que en el centésimo año el corazón vuelve al peso del primer año y que no puede prolongar más la vida. [15] Por tanto, puesto que el siglo civil de los romanos se cumple a los cien años, se puede saber que en el siglo décimo tuvo lugar tu primer natalicio y lo tiene el de hoy. Ahora bien, cuántos siglos se le deben321 a la ciudad de Roma no es cosa mía decirlo. Pero no callaré algo que he leído en Varrón, quien en el libro decimoctavo de las Antigüedades322 dice que hubo en Roma un Vecio, no desconocido en cuestión de augurios, de grandes dotes, equiparable a cualquier sabio en sus dictámenes; que a éste le había oído él decir que, si era tal como transmitían los historiadores acerca de los augurios de Rómulo para fundar la ciudad y acerca de los doce buitres, puesto que el pueblo romano había pasado incólume ciento veinte años, iba a llegar a los mil doscientos.

[18] Hasta aquí se ha hablado sobre el siglo. Ahora hablaré de los años mayores, cuya magnitud hasta tal punto ha sido de forma diversa tanto observada por los pueblos como transmitida por los autores, que unos han juzgado que el año grande consiste en dos años cíclicos; otros, en muchos miles de años323. Cómo es esto ya desde aquí voy a esforzarme en resolverlo.

[2] Las viejas comunidades [civitates] en Grecia, al advertir que, mientras el Sol en el curso de un año da la vuelta a su órbita, la Luna aparece nueva mientras tanto trece veces324 y que esto se produce con una frecuencia de años alternos, juzgaron que doce meses lunares y medio coincidían con un año natural. Y así los años civiles los establecieron de forma que, intercalándolos, hicieran alternar unos de doce meses, otros de trece, llamando a uno y otro por separado año cíclico, y a la conjunción de ambos, año grande. Y a ese tiempo lo llamaban trienio [trietērís] porque la intercalación se hacía cada tercer año325, a pesar de que el circuito era de un bienio y en realidad una dietērís; [3] de donde a los misterios326 que se hacen en honor de Líber en años alternos les dicen los poetas trieterica327. Después, conocido el error, duplicaron este tiempo e hicieron la tetraetērís. Pero a ésta, como volvía cada quinto año, le daban el nombre de pentaetērís328, año grande a base de cuatro años que pareció más ajustado ya que era conocido que un año del Sol329 consta de 365 días y en torno a la cuarta parte de un día, parte que en un cuatrienio completaba un día. [4] Por eso se celebra una competición tanto en la Hélade en honor de Júpiter Olímpico como en Roma en el del Capitolino a la vuelta de cada quinto año330. Este tiempo también, como se veía que era congruente sólo con el curso del Sol y no con el de la Luna, fue duplicado y se hizo la oktaetērís, que entonces era llamada enneaetērís, porque su primer año volvía cada noveno año. [5] Prácticamente toda Grecia estimó que este ciclo [circuitus]331 era verdaderamente el año grande, en la idea de que constaba de años cíclicos completos y de meses completos, como es propiamente lo suyo que suceda en un año grande. En efecto, días completos son 2.922; meses completos, cien menos uno y años cíclicos completos, ocho332. Esta oktaetērís vulgarmente se ha creído que fue instituida por Eudoxo de Cnido333, pero otros dicen que el primero en organizarla fue Cleóstrato de Ténedos334 y que luego otros, de otro modo, a base de meses que había que intercalar de distintas formas, fueron proponiendo sus oktaetērídes, como hicieron Hárpalo335, Náuteles336, Menéstrato337 y asimismo otros, entre los cuales Dosíteo338, cuya oktaetērís se titula precisamente De Eudoxo. [6] Por esto en Grecia muchas prácticas religiosas son observadas con suma ceremonia con este intervalo de tiempo; incluso en Delfos los juegos que se llaman Píticos339 se realizaban antiguamente tras el año octavo340. La más próxima a esta magnitud es la que se llama dōdekaetērís, a base de doce años cíclicos; [7] a este año se le da el nombre de «caldaico», año que los genetlíacos341 tienen acomodado no a los cursos del Sol y de la Luna, sino a otras observaciones342, porque en él dicen que cumplen su ciclo los estados del tiempo, los logros y las esterilidades en las cosechas, así como las enfermedades y las etapas de salud.

[8] Además hay años grandes muy diversos343, como el metónico, que Metón de Atenas344 estableció a base de diecinueve años, y por eso se llama enneadekaetērís y recibe intercalaciones siete veces, y en ese año hay 6.940 días345. Está también el año del pitagórico Filolao346, a base de cincuenta y nueve años, en el que los meses intercalares son veintiuno347; asimismo el de Calipo de Cícico348, a base de setenta y seis años, de tal manera que se intercalan veintiocho meses; [9] y el de Demócrito, a base de ochenta y dos años, igualmente con veintiocho meses intercalares; y también el de Hiparco, a base de trescientos cuatro años, de modo que en él se produzca la intercalación ciento doce veces. En esta magnitud de los años hay discrepancia porque entre los astrólogos no hay acuerdo sobre cuánto más de trescientos sesenta y cinco días completa el Sol en un año o cuánto menos de treinta la Luna en un mes. [10] La Luna, de hecho, no afecta al año grande de los egipcios, que en griego llamamos kynikós, en latín canicularis349, sobre todo, por aquello de que su inicio se toma cuando en el primer día de aquel mes, al que llaman los egipcios Tot [Thōythí]350, sale el astro de la Canícula351. Pues su año civil completo tiene trescientos sesenta y cinco días sin ningún intercalar. Y así un cuatrienio entre ellos es en torno a un día menor que el cuatrienio natural352, y por ello sucede que al año mil cuatrocientos sesenta y uno se vuelve al mismo principio. [11] A este año algunos le dicen también solar [hēliakós] y otros «ciclo de dios» [theoû eniautós]353. Está además el año que Aristóteles354 llama «máximo»355, mejor que «grande», el que completan las órbitas del Sol y la Luna y las cinco estrellas errantes, cuando a una se desplazan de nuevo al mismo signo356 donde una vez estuvieron a un tiempo. En este año la culminación del invierno es el kataklysmós, a lo que los nuestros llaman diluvio; la del verano, a su vez, la ekpýrōsis, esto es, incendio del mundo; pues en estos tiempos alternos el mundo parece ora volverse fuego, ora fundirse en agua. Éste pensó Aristarco357 que era de 2.484 años cíclicos; Aretes de Dirraquio358, de 5.552; Heráclito359 y Lino360, de 10.800; Dión361, de 10.884; Orfeo362, de 1.200; Casandro363, de treinta y seis veces cien mil364. Otros, de suyo, han estimado que es infinito y que nunca vuelve sobre sí mismo.

[12] Pero de todos éstos365 los griegos para marcar los tiempos observan sobre todo las pentaetērídes366, esto es, ciclos367 de cuatro años, a las que llaman olimpiadas [olympiádes]; y ahora entre ellos se cuenta la ducentésima quincuagésima cuarta olimpiada [olympiás] y éste es su segundo año368. [13] El mismo fue el tiempo del año grande para los romanos369, al que llamaban lustro370, así instituido precisamente por Servio Tulio371, de manera que cada quinto año372, una vez hecho el censo de los ciudadanos, se estableciera un lustro373, pero no fue así conservado por la posteridad. [14] En efecto, aun cuando entre el primer lustro fundado por Servio y el que fue hecho por el emperador Vespasiano, siendo él cónsul por quinta vez y Tito César por tercera374, intermediaron poco menos de seiscientos cincuenta años375, lustros, sin embargo, a lo largo de esos tiempos no se hicieron más de 75 y después dejaron totalmente de hacerse. [15] De nuevo, sin embargo, ese mismo año grande se empezó a observar con especial escrúpulo a través de las competiciones capitolinas376. De estas competiciones la primera fue instituida por Domiciano en el consulado duodécimo suyo y de Servio Cornelio Dolabela377. Y así, la competición que ahora este año se ha celebrado se numera como la trigésima novena. En cuanto a lo relativo a los años grandes, se ha hablado bastante por el momento. Ahora es el lugar de hablar de los años cíclicos.

 

[19] El año cíclico378 es por naturaleza mientras el Sol, recorriendo los doce signos379, retorna al mismo punto de donde partió. De cuántos días era este tiempo no han podido aún los astrólogos encontrarlo con exactitud. Filolao380 manifestó que el año natural tiene 364 días y medio; [2] Afrodisio, 365 y la octava parte de un día381; Calipo382, a su vez, 365; y Aristarco de Samos383 esta misma cantidad y además la 1.623a parte de un día384; Metón385, en cambio, 365 y la diecinueveava parte de cinco días386; Enópides387, 365 y la cincuenta y nueveava parte de veintidós días388; Hárpalo389, a su vez, 365 y trece horas equinocciales390; [3] en cambio, nuestro Ennio, 366. La mayoría, por lo demás, estimó que propiamente es algo incomprehensible e imposible de formular, pero abrazó como verdadero lo que consideraba más aproximado, a saber, 365 días.

[4] Por tanto, habiendo sido entre los varones más doctos tan grande la disensión, ¿qué hay de admirable si los años civiles, que de forma diversa las comunidades [civitates], rudas además entonces, establecían cada una para sí, discrepan tanto entre sí cuanto no concuerdan con el natural? Incluso en Egipto, de suyo, dicen que el año más antiguo fue de un solo mes, que luego después fue hecho por el rey Isón cuatrimestral, y que en última instancia Arminón lo llevó hasta los trece meses y cinco días391. [5] Asimismo, en Acaya392 se dice que los arcadios393 tuvieron primero un año trimestral, y que por ello son denominados prelunares [prosélēnoi]394, no, como algunos395 piensan, porque hayan nacido antes de que el astro de la Luna estuviese en el cielo, sino porque tuvieron año antes de que dicho año se constituyera en Grecia de acuerdo con el curso de la Luna. [6] Hay quienes transmiten que este año trimestral lo instituyó Horus396, y que por ello a la primavera, al verano, al otoño y al invierno se les dice hôrai397 y al año hôros, y a los anales griegos hôroi398, y a los que los escriben horographi399. Y así al ciclo [periodus] de cuatro años, al modo de una pentaetērís, le decían año grande.

[7] Los carios400, por su parte, y los acarnanios401 tuvieron años semestrales y distintos entre sí, de manera que en ellos alternativamente los días aumentaran o envejecieran, y, a base de tales años conjuntados, un año grande402 a modo de trietērís.

[20] Pero para omitir estos años, cubiertos ya por la tiniebla de una profunda vetustez, en éstos también que son de más reciente memoria e instituidos con arreglo al curso de la Luna o del Sol es fácil conocer cuán grande es la variedad a poco que alguien quiera inquirir incluso entre las gentes de Italia sola, por no decir entre los extranjeros. En efecto, de la misma manera que los ferentinos tuvieron un año, los lavinios otro y lo mismo los albanos y los romanos, así también otras gentes. Todos, sin embargo, tuvieron el propósito de corregir sus años civiles con arreglo a aquél único verdadero y natural a base de intercalar meses en modos diversos. [2] Como es largo disertar sobre todos ellos, pasaremos al año de los romanos.

Que el año cíclico en Roma fue inmediatamente desde el principio de doce meses lo escribieron Licinio Macro403, ciertamente, y después Fenestela404. Pero se debe dar más crédito a Junio Gracano y a Fulvio y a Varrón y a Suetonio405 y a otros, que pensaron que había sido de diez meses, como entonces lo era para los albanos, de donde eran originarios los romanos406. Estos diez meses tenían 304 días de este modo: marzo treinta y uno; [3] abril, treinta; mayo, treinta y uno; junio, treinta; quintilis, treinta y uno; sextilis y septiembre, treinta cada uno; octubre, treinta y uno; noviembre y diciembre, treinta cada uno407; de los cuales, los cuatro mayores eran llamados «plenos»; los otros seis, «huecos»408. [4] Después, bien por obra de Numa, según dice Fulvio409, bien, según Junio, por obra de Tarquinio410, los meses se hicieron doce, y los días, 355, a pesar de que la Luna con sus doce meses se veía que completaba 354 días. Y el que rebosara un día o fue un accidente por descuido o, cosa que más creo, por aquella creencia religiosa411 en virtud de la cual el número impar se tenía por pleno412 y más fausto. [5] Lo cierto es que al año de antes vinieron a añadirse cincuenta y un días. Éstos, como no completaban dos meses, a los mencionados seis meses huecos les fueron detraídos un día a cada uno y se les añadieron cincuenta y siete días y de éstos se hicieron dos meses: enero, de veintinueve días, y febrero de veintiocho413. Y así todos los meses empezaron a ser plenos y de un número impar de días, excepto febrero, el único hueco y que por esto es tenido como más infausto que los demás414.

[6] Finalmente, una vez que plugo que se añadiera un mes intercalar de veintidós o veintitrés días en años alternos415, de modo que el año civil se igualara al natural, la intercalación se hizo precisamente en el mes de febrero entre las Terminalia416 y el Regifugio417; y esto se estuvo haciendo largo tiempo, antes de que se percibiera que los años civiles eran algo mayores que los naturales418; una falta cuya rectificación fue tarea encomendada a los pontífices y a arbitrio de ellos se dejó la fórmula de la intercalación419. [7] Pero de éstos la mayoría, por odio o por gratitud, para que alguien saliera más rápidamente de una magistratura o la desempeñara durante más tiempo o para que un adjudicatario de lo público420 se viera en ganancia o pérdida según la magnitud del año, intercalando más o menos, a capricho, una cosa que tenían encomendada para su corrección la depravaron aún más. [8] Hasta tal punto llegó el extravío421 que Gayo César, en calidad de pontífice máximo422, en el consulado suyo, el tercero, y de Marco Emilio Lépido423, para corregir la falta de tiempo atrás, interpuso dos meses intercalares de un total de sesenta y siete días entre el mes de noviembre y el de diciembre, aun cuando ya en el mes de febrero había intercalado veintitrés días424 y hacía aquel año de 445 días, previendo a la vez hacia el futuro que no se produjeran nuevas desviaciones, pues, quitado el mes intercalar, conformó el año civil al curso del Sol. [9] Y así a los 355 días añadió diez, que repartió por los siete meses que tenían veintinueve días de tal manera que a enero, sextilis y diciembre vinieran a añadírseles dos a cada uno; a los demás, uno a cada uno425; y esos días los puso a la parte extrema de los meses, evidentemente para que las prácticas religiosas propias de cada mes no se movieran de lugar; [10] razón por la que ahora, aun cuando a siete meses les correspondan treinta y un días a cada uno, sin embargo, los cuatro así primitivamente instituidos426 se distinguen por el hecho de que tienen unas nonas de siete días; los otros tres y los restantes, de cinco427.

Además, en lugar de la cuarta parte del día, que se veía que tenía que completar al año real, instituyó que, cumplido un circuito428 de cuatro años, en el lugar en que antes solía intercalarse un mes, se intercalara después de las Terminalia un solo día, que ahora se llama bissextus429. [11] A partir de este año así ordenado por Julio César, los demás hasta nuestros días se llaman «julianos»430, y arrancan del cuarto consulado de César; años que, aun cuando lo fueron del mejor de los modos, no fueron, sin embargo, los únicos adaptados al año de la naturaleza. En efecto, también los años anteriores, incluso los que fueron de diez meses, y no sólo en Roma o por Italia, sino también en todas las gentes, en la medida en que era posible, fueron igualmente corregidos. Y así cuando aquí se hable de algún número de años, lo suyo será tomarlos no por otros que los naturales.

Y si el origen del mundo hubiese venido a conocimiento de los hombres, de allí tomaríamos el exordio.

[21] Ahora, en cambio, voy a tratar ese intervalo de tiempo que Varrón llama «histórico» [historikón]. Él, en efecto, transmite que las demarcaciones de los tiempos son tres: la primera desde el principio de los hombres hasta el primer cataclismo431, que por ser desconocida se llama oculta [ádēlon]; la segunda, desde el primer cataclismo a la primera olimpiada432, que, porque en ella se relatan muchas cosas fabulosas, recibe el nombre de «mítica» [mythikón]; la tercera desde la primera olimpiada hasta nosotros433, a la que se le dice «histórica» [historikón], porque las cosas en ella llevadas a cabo se hallan contenidas en las historias verídicas.

[2] El primer tiempo, tanto si tuvo inicio como si siempre existió, no se puede aprehender de cuántos años es exactamente. El segundo no se sabe abiertamente desde luego, pero, sin embargo, se cree que es de alrededor de mil seiscientos años: a saber, desde el primer cataclismo, al que le dicen también «de Ógyges»434, hasta el reinado de Ínaco435 contaron alrededor de cuatrocientos años, de aquí a la caída de Troya436 ochocientos años, de aquí a la primera olimpiada poco más de cuatrocientos; éstos solos, aunque los últimos del tiempo mítico, sin embargo, por ser los que más cerca están de la memoria de los escritores, algunos han querido delimitarlos con mayor precisión. En efecto, Sosibio437 escribió que fueron trescientos noventa y cinco; [3] Eratóstenes438, por su parte, cuatrocientos siete; Timeo439, cuatrocientos diecisiete; Aretes440, quinientos catorce; y muchos más en diversos sentidos, cuyo disentimiento por sí mismo deja claro que es algo impreciso441.

[4] Sobre el tercer tiempo, a su vez, ha habido, desde luego, entre los autores algún disentimiento, que gira tan sólo en torno a seis o siete años. [5] Pero este resto de tinieblas, fuera el que fuera, lo disipó Varrón, y de acuerdo con su habitual sagacidad, ya comparando los tiempos de comunidades [civitates] distintas442, ya contando hacia atrás las desapariciones443 y sus intervalos, desenterró la verdad y mostró la luz mediante la cual puede verse claro el número preciso no de años sólo sino también de días; [6] un cálculo según el cual, si no me engaño, este año, cuyo indicador y título, por así decir, es el consulado de los ilustrísimos varones444 Pío y Ponciano, es el milésimo decimocuarto desde la primera olimpiada, justo a partir de los días de verano, en los que se celebra la competición olímpica445; desde la fundación de Roma, en cambio, el noningentésimo [nongentesimus]446 nonagésimo primero, y en concreto a partir de las Parilia447, desde donde se numeran los años de la ciudad; [7] de aquellos años, en cambio, que tienen el nombre de julianos es el ducentésimo octogésimo tercero448, pero a partir del día de las calendas de enero, desde donde Julio César fijó el principio del año por él establecido; [8] por el contrario, de los que se llaman años «de los Augustos»449, el ducentésimo sexagésimo quinto, a partir también asimismo de las calendas de enero, aunque fue a partir del día décimo sexto antes de las calendas de febrero450, cuando el emperador César451, hijo del Divino452, a propuesta de Lucio Munacio Planco, fue llamado Augusto por el Senado y demás ciudadanos, siendo cónsules él por séptima vez y Marco Vipsanio Agripa por tercera. [9] Pero los egipcios, como llegaron a estar bajo la potestad y los dictados del pueblo romano dos años antes, este año de los Augustos lo numeran como el ducentésimo sexagésimo séptimo; pues lo mismo que por los nuestros, también por los egipcios algunos años fueron llevados a las letras453, como los que denominan «de Nabonazar» [Nabonnazárou]454, porque arrancan a partir del primer año de su mandato, de los cuales éste es el noningentésimo octogésimo sexto; asimismo los de Filipo455, que se numeran desde la partida456 de Alejandro Magno y, continuados sin interrupción hasta éste, suman quinientos sesenta y dos años. [10] Pero los inicios de estos años se toman siempre a partir del primer día del mes que entre los egipcios tiene el nombre de Tot [Thouth]457, y que este año fue el día séptimo antes de las calendas de julio458, aun cuando, hace cien años, siendo en Roma cónsules el emperador Antonino Pío por segunda vez y Brutio Presente459, ese mismo día fue el décimo tercero antes de las calendas de agosto460, tiempo en el que suele la Canícula461 hacer su aparición en Egipto; [11] razón por la que también puede saberse que de aquel año grande, que, como más arriba quedó dicho, se llama solar y canicular y año de dios, ahora transcurre el centésimo año cíclico462. [12] Y los inicios de esos años los he marcado por aquello de que nadie pensara que empiezan a una o desde las calendas de enero o desde alguna otra fecha, cuando en ellos las voluntades de los fundadores son no menos diversas que las opiniones de los filósofos. [13] Por eso el año natural a unos les parece que empieza a partir del Sol nuevo463, es decir, a partir de la bruma464; a otros, desde el solsticio de verano465; a la mayoría, desde el equinoccio de primavera466; a una parte, desde el equinoccio de otoño467; a algunos, desde el orto de las Pléyades [Vergiliae]468; no faltan a quienes desde su ocaso469; a muchos, desde la salida del Perro470.

 

[22] De meses hay dos géneros: en efecto, unos son naturales; otros, civiles. De los naturales las especies son dos, ya que en parte se dice que son del Sol y en parte, de la Luna. [2] Según el Sol, se hace un mes mientras el Sol recorre entero cada uno de los signos en el orbe del Zodíaco. [3] El lunar es, por su parte, un cierto espacio de tiempo de Luna nueva a Luna nueva471. Los meses civiles son un cierto número de días que cada comunidad [civitas] por institución propia observa, como ahora los romanos, de calendas a calendas. Los naturales son no sólo más antiguos sino también comunes a todas las gentes, los civiles no sólo han sido instituidos con posterioridad sino que pertenecen a una determinada comunidad [civitas].

Los que son celestes472, bien del Sol bien de la Luna, ni son totalmente iguales entre sí ni tienen los días enteros. [4] De hecho, el Sol se demora en Acuario alrededor de veintinueve días, en Piscis, casi treinta, en Aries, treinta y uno, en Géminis, cerca de treinta y dos, y así en los demás de forma desigual; y hasta tal punto no se demora días enteros en cada uno, que su año, es decir, 365 días y no se qué porción hasta ahora inexplorada por los astrólogos, lo divide en sus doce meses473. [5] La Luna, por su parte, completa cada uno de sus meses en alrededor de veintinueve días y medio, pero también éstos entre sí dispares: unas veces más largos, otras más breves.

En cambio, los meses de las comunidades [civitates]474 discrepan entre sí incluso más en número de días, pero los días en todas partes los tienen enteros. [6] Entre los albanos marzo es de treinta y seis días, mayo de veintidós, sextilis de dieciocho, septiembre de dieciséis. El quintilis de los tusculanos tiene treinta y seis días; octubre, treinta y dos; el mismo octubre entre los aricinos, treinta y nueve475. [7] Los que menos parecen haberse equivocado son los que acomodaron los meses civiles al curso de la Luna, como en Grecia la mayoría476, entre quienes se hicieron meses alternos de treinta días cada uno. [8] Nuestros mayores también trataron de emular esto mismo, ya que tenían un año de 355 días477. Pero el divino Julio, viendo que por este procedimiento ni los meses coincidían con la Luna, como procedía, ni los años con el Sol, prefirió corregir el año, de manera que también los meses civiles necesariamente concurrieran con los verdaderos solares, si no uno a uno, al menos todos en conjunto al final del año.

Que los nombres a los diez antiguos meses478 se los puso Rómulo lo avalan con su autoridad Fulvio479 y Junio480; [9] y que en concreto a los dos primeros les dio nombre a partir de sus propios padres: a marzo, a partir de Marte481, su padre, y a abril a partir de Afrodita482, esto es, Venus, de donde se decían originarios sus mayores; a los dos siguientes a partir del pueblo: a mayo a partir de los mayores de edad; a junio a partir de los más jóvenes483; a los demás a partir del puesto en que cada uno estaba: quintilis y sucesivamente hasta diciembre, por el número. [10] Varrón, en cambio, considerando que los romanos tomaron de los latinos los nombres de los meses, enseña con particular penetración que los promotores de éstos fueron más antiguos que la urbe. [11] Y así, cree que el mes de marzo recibió el nombre ciertamente a partir de Marte, no porque fuera el padre de Rómulo, sino porque la gente latina es belicosa; abril, a su vez, no a partir de Afrodita, sino a partir de «abrir», porque entonces casi todo nace y la naturaleza abre los cerrojos del nacer; [12] que mayo propiamente tomó el nombre no de los mayores, sino de Maya484, porque en dicho mes tanto en Roma como antes en el Lacio se hacen los ritos divinos en honor a Maya; que junio, también, de Juno más bien que de «los más jóvenes», porque en ese mes, sobre todo, se rinden honores a Juno485; [13] que quintilis, porque ya entre los latinos estuvo en quinto lugar, y que asimismo sextilis y desde ahí hasta diciembre fueron llamados por sus números. Por lo demás, que enero y febrero fueron ciertamente añadidos después, pero con nombres ya tomados del Lacio: [14] que ianuarius486 tomó el nombre de Jano, a quien está atribuido, y februarius487 de februo: februum es «algo que purifica y purga», y februamenta «purgaciones», igualmente februare es «purgar y hacer puro». Februum, sin embargo, no se le dice a lo mismo en todas partes; pues en cada rito se hace el februum, esto es, la purgación, de una manera. En este mes, por lo demás, en las Lupercales488, cuando se purifica Roma, llevan sal caliente a la que llaman februum; [15] de donde al día de las Lupercales se le suele llamar propiamente februatus y a partir de él luego al mes, februarius.

De estos doce meses sólo los nombres de dos fueron cambiados. [16] En efecto, quintilis fue denominado julio, siendo cónsules Gayo César por quinta vez y Marco Antonio, en el segundo año juliano489. A su vez, el que había sido sextilis, por un decreto del Senado, siendo cónsules Gayo Marcio Censorino y Gayo Asinio Galo, en honor a Augusto se llamó agosto, en el vigésimo año de Augusto490, nombres que permanecen aún ahora, hasta esta época491. [17] Después, sin embargo, muchos emperadores [principes] han cambiado ciertos nombres de los meses denominándolos con sus propios nombres; cosa que o bien ellos mismos poco después cambiaron o bien tras su óbito los nombres prístinos fueron devueltos a sus meses.

[23] Queda decir unas cuantas cosas sobre el día, que, como el mes o el año, es en parte natural, en parte civil. [2] En el plano natural un día es el tiempo desde el orto del Sol hasta el ocaso del Sol, respecto al cual el tiempo contrario es la noche, desde el ocaso del Sol al orto. En el plano civil, en cambio, se llama día al tiempo que tiene lugar en una revolución del cielo, en la cual está contenido el verdadero día y la noche, como cuando decimos que alguien ha vivido sólo treinta días; se deja, en efecto, que se entiendan también las noches. [3] El día de este tipo es delimitado por los astrólogos y las comunidades [civitates] de cuatro maneras: los babilonios, en efecto, establecieron el día desde un orto del Sol hasta otro orto del mismo astro; por contra, en Umbría, por lo común, desde mediodía a mediodía; los atenienses, a su vez, de ocaso a ocaso del Sol. [4] Por lo demás, los romanos estimaron que el día es de media noche a media noche492. Indicio de ello son los cultos públicos e incluso los auspicios de los magistrados, de los que, si algo se lleva a cabo antes de la media noche, se adscribe al día que ha pasado; si algo, en cambio, se hace después de media noche y antes de la luz, se dice realizado en el día que sigue a esa noche. [5] Lo mismo significa el que desde una media noche hasta la próxima media noche los que nacen en dichas veinticuatro horas tienen el mismo día de nacimiento.

Olete lõpetanud tasuta lõigu lugemise. Kas soovite edasi lugeda?