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¿Cómo hizo Bronk para sobrevivir? Da la impresión de haber sido ambiguo respecto a su oscuridad completamente buscada. Durante años, se sintió satisfecho publicando volumen tras volumen en una pequeña editorial de un amigo en New Rochelle. Cuando, por insistencia de George y June Oppen, la editorial New Directions finalmente publicó su sexto libro de poesía, Bronk dijo: “Cuando The World, the Wordless (1964) se publicó, me sentí desnudo. Y después, me di cuenta de que nadie estaba mirando”.

Desde un punto de vista biográfico, a Bronk se lo suele comparar con el poeta Wallace Stevens. Los dos asistieron a Harvard; los dos tuvieron trabajos no literarios a tiempo completo. Los dos debieron esperar muchos años para recibir un reconocimiento importante como poetas. Stevens, que publicó su primer libro a los cuarenta y cuatro años, ganó el National Book Award cuando tenía sesenta. Bronk ganó el American Book Award a los sesenta y cuatro por su libro Life Supports: New and Collected Poems, publicado por la editorial North Point Press en 1981. Pero después de eso, volvió a publicar con Talisman House, una pequeña editorial de New Jersey dirigida por el amigo que ahora está a cargo de su obra. Como Bronk, Stevens tenía un trabajo administrativo; era empleado de una compañía de seguros de Hartford, Connecticut. Pero a diferencia de Stevens, Bronk no era un gran defensor de la ética del trabajo. Stevens, un gran modernista, dijo una vez: “El contacto diario con un trabajo le da al poeta el carácter de un hombre”. Bronk tenía poco interés en poseer una identidad de “hombre” y mucho menos “carácter”. “Hay una sensación de que el poema está allí y el poeta simplemente lo transcribe”, le dijo Bronk a un periodista del periódico Times Union, de Albany, en 1982. “Cuando el poema llega, llega como una sorpresa, y es un placer.”

The way you wear your hat,

The way you sip your tea,

The memory of all that,

No, no! They can’t take that away from me!2

La casa de Martin en Binghamton era una construcción modestamente lujosa en una de esas subdivisiones bautizadas con el nombre de la cosa que el promotor inmobiliario tuvo que destruir. ¿Se llamaba Pradera de los Zorros, Escondrijo del Águila, o Cerro de los Castores? No lo recuerdo. Conocí a su hija en la cocina cuando bajé de su habitación por la mañana tambaleando por la escalera. Parecía notablemente madura para tener doce años y haber perdido a su madre hacía tan poco. Tenía esa omnipotencia irrepetible que llega a los doce años, cuando tienes la edad suficiente para observar el juego tal cual es pero no para estar involucrada en él. Martin había meditado mucho sobre la paternidad individual. Le había explicado que, como los niños, los adultos también invitan a amigos a dormir. Utilizaba su vida sexual como un medio para conectarse con su hija, y la alentaba a que lo ayudara a categorizar y puntuar a sus novias. Esas mujeres iban a ir y venir, pero ella siempre estaría allí.

Wallace Stevens escribió que “la imaginación es el poder que nos permite percibir lo normal en lo anormal, lo opuesto al caos, en el caos”. Bronk, por su parte, estaba bastante cómodo con el caos. Era fan del filósofo nihilista Arnold Schopenhauer; sus poemas regresan con claridad estremecedora a las epifanías desconcertantes del ingenio metafísico, entregado en bruto, sin adornos. Son poemas íntimos, aunque casi todos giran en torno a la intangibilidad. Bronk examina la luz y la forma como un doctor de pueblo explora a sus pacientes en busca de sarampión. Como el patricio de pueblo que era, entrega su rigurosa marca de ontología oscura con una pronunciación lenta y astuta. De hecho, tiene mucho más en común con William Burroughs que con Wallace Stevens.

La vida “personal” (es decir, sexual) de Bronk es un secreto bien guardado entre los amigos literarios de Glens Falls que le sobrevivieron. Sus amistades son bastante discretas al respecto. A pesar de que Bronk nunca se casó, apreciaba la compañía de mujeres. También le gustaba la compañía de hombres y muchachos. Hacia finales de la década de 1960, se hizo amigo de Lorin French y Dan Leavy, dos estudiantes de la escuela secundaria de Hudson Falls. Leavy, French y otros muchachos “no atléticos” fueron visitantes asiduos de su casa en Pearl Street. Gracias a la influencia de Bronk, Leavy y French se convirtieron los dos en artistas profesionales, y muchas de sus obras están incluidas en la colección.

Durante la década de los setenta, Bronk visitó Nueva York asiduamente. Frecuentaba mucho el Tin Angle, el bar en Bowery propiedad de Paul Pines. William Burroughs vivía del otro lado de la calle, en un loft llamado “el búnker”, y poetas jóvenes como Eileen Myles limpiaban las mesas. Paul Pines recuerda que Bronk era “muy escurridizo” en ese momento. Más adelante, Pines vendió el bar, se mudó al Caribe, se aburrió y se instaló en Hudson Falls. Pines recuerda las largas caminatas que él y Bronk daban a lo largo del sendero que bordea el río Hudson. Hablaban sin cesar de poesía y cultura y cosas personales. Bronk conocía los trapos sucios de cada casa por la que pasaban. Era un chismoso tremendo y atesoraba cada detalle de las vidas de sus vecinos, aunque como dice Pines, “sus poemas venían de otro lugar. No usaba esa información”.

La desaprobación de Martin de mi cabello y mi maquillaje realmente me molestó. Había ido a la peluquería en Los Ángeles; me había costado trescientos dólares. Me había maquillado (con productos MAC) en la última área de descanso de la autopista antes de Binghamton… hasta había investigado dónde quedaba la parada. Esa mañana, cuando su hija partió para la escuela, me dijo:

–Noto cierta ambigüedad de tu parte ante el sometimiento.

I’m a little lamb who’s lost in the wood

I know I could, could always be good

To someone who’ll watch over me

Although I may not be the man some girls

Think of as handsome

To her heart I’ll carry the key

Won’t you tell her please to

Put on some speed

Follow my lead

Oh how I need someone to watch over me3

De vuelta en casa, en Thurman, le envié un email a Martin. No hubo respuesta. Dejé un mensaje de voz. Cinco días después, me envió la foto tomada del video con la siguiente nota: ¿Qué música dirías que va bien con las imágenes de una mujer que tira de la cadena unida a sus pezones mientras desliza sus labios de arriba abajo por la polla de un amante?

Y en realidad, sí sentía cierta ambigüedad. No estaba tan interesada en el sexo; quería también hablar de poesía. Entonces, me pregunté por el placer de la esclavitud S/m. ¿Por qué mis pensamientos sobre William Bronk no podían ser tan placenteros como un par de labios alrededor de su polla?

En Francia, hay una organización a la vez formal e informal que se encarga de la perpetuación de la obra de un artista muerto conocida como Sociedades de los amigos. Constituida jurídicamente como una sociedad de responsabilidad limitada, Societés des amis reúne las obras inéditas, la correspondencia, los diarios y los cuadernos del escritor fallecido. Recaban recuerdos y tributos sus miembros y el resto de sus amigos y colegas. Buscan notas tomadas por antiguos estudiantes en las conferencias del amigo muerto, y archivan todas las reseñas críticas que aparecieron sobre su trabajo mientras vivía. Luego, publican todo este material en una edición limitada conocida como los cahiers, que pueden servir de base, en el futuro, para nuevas publicaciones. Estos amigos suelen ser escritores también, y realizan el trabajo sin recibir honorarios. Las Societés existen para mantener viva la memoria de un artista, y asegurar que su obra sea preservada y transmitida en el futuro.

¿Por qué hacen esto los amigos? Solo puede ser porque creen que, de alguna forma, la vida y el trabajo del amigo les pertenece… que a pesar de su singularidad, la obra del amigo muerto no ocurrió en soledad. Esa muerte habla de ellos porque compartieron un lugar en el tiempo. De esta forma, la reputación póstuma del escritor es creada por sus amigos a través de la actividad colectiva. Esta práctica, por supuesto, implica una creencia en la continuidad…

Cuatro meses después de la muerte de Bronk, antes de que la casa se vendiera, Sheldon Hurst, Paul Pines y el hijo de Pines entraron en ella para documentar todo con una cámara de video. A Hurst, Bronk le había confiado la conservación de su colección de arte, y quería estar seguro de poder recordar cómo estaban colgadas las obras. Los tres deseaban además recordar la casa de su amigo tal y como había sido antes de que él muriera. Hurst me prestó la cinta. Parecía un video de la escena del crimen. La cámara de Pines da vueltas, documentando el después de una vida artística: un periódico New York Times leído a medias sobre la mesa de la cocina… un par de anteojos de lectura dejados descuidadamente junto al periódico... Tres pisos de desarreglo intrincadamente ordenado: la casa era, obviamente, el centro cerebral de este hombre. En la planta baja, hay un escritorio para escribir, otro para escribir cartas a máquina. Estantes de libros en casi todas las habitaciones, ordenados por materia y por tema. Una biblioteca especial donde Bronk ponía los libros de sus amigos… un teléfono de disco, ningún ordenador.

Afuera, en el porche delantero, frente a un ginko, se ve una de las grandes esculturas de metal de Loren French. Es primavera. El ginko está floreciendo y la puerta trasera de la casa se ha abierto con el viento. Sobre la chimenea en el salón, Bronk tenía un carboncillo enmarcado de su amigo más antiguo, Eugene Canadé. Una pintura maravillosa de Herman Maril, de un hombre sin rostro sentado a una mesa modernista donde hay un pájaro embalsamado, cuelga sobre un antiguo sillón de crin. Arriba, más obras de Leavy, French y algunos de sus amigos han sido pegadas con cinta sobre un espantoso empapelado con motivos de palmeras.

 

Bajo la influencia de Bronk, estos jóvenes del pueblo fueron completamente absorbidos por la pregunta ¿por qué esto y no aquello?, que es, probablemente, la única pregunta artística que vale la pena hacerse. Cae la tarde, y afuera el cielo está casi exhausto de luz. Bronk tenía un tapiz chino del presidente Mao colgado en su baño. Idiosincrática y altamente personal, la colección de arte de Bronk, que ahora se encuentra dispersa por el campus del colegio comunitario local, no revela nada sobre la historia del arte o la práctica curatorial, pero dice todo sobre su creencia en la fuerza de la transmisión artística.

En la compilación del catálogo, Hurst ha realizado un tremendo servicio para aquellos interesados en la obra de Bronk al acoplar veintidós poemas con las reproducciones de las obras de arte que los inspiraron. La colección incluye varios estados de ánimo y tres o cuatro generaciones. Es al mismo tiempo profesional y amateur, si es que el profesionalismo se define por la participación en el sistema de galerías.

Eugene Canadé (1914-2001), que Bronk conoció en Cum-mington, pintó constantemente durante toda su vida mientras trabajaba en París para la UNICEF. Hijo de un pintor de género del siglo XIX (cuyas obras también están representadas en la colección de Bronk), Eugene entró y salió de casi todos los estilos pictóricos significativos del siglo XX. Study for a Mural [Estudio para un mural] es una incursión en el cubismo; Queensboro Bridge No. 4 [Puente Queensboro nº. 4] es una obra de realismo socialista; Birch sketch #2 [Bosquejo de abedul #2] representa esa figuración suelta de mediados del siglo XX. El hecho de que Vincent y Eugene Canadé vieran la pintura como una vocación tuvo una tremenda influencia en William Bronk. En Life Supports, escribe un diálogo con uno de los autorretratos de Vincent Canadé:

…Pero todas

Las cabezas de los papas lucen como él, cada una a su manera

La práctica en la mirada y la pintura nos muestran cómo aquello que

Vemos pude decirse que también mira: como mira la pintura.

Y esa es una razón para pintar, para decirlo así,

Para describir lo real, limitarlo, iluminarlo…

Sobre una pintura de Vincent Canadé.

Bronk estaba fascinado por este aspecto vocacional de la pintura, y por su habilidad para darle forma a lo intangible. Esta, por supuesto, es una forma anacrónica de ver la pintura. Las posibilidades apropiacionistas de Washington Square por la noche, que para todo el mundo es una pintura igual a una de Edward Hopper, no le interesaban en absoluto. Tampoco le interesaba la “originalidad”. Bronk mira a través de los abedules desnudos en Birch sketch #2 de Canadé (que para otro ojo es similar a otros cien esbozos de paisajes impresionistas) y ve la dificultad del clima:

Amo los días amables, los veranos,

sus mensajes balbuceantes, que le piden al oído

que se desnude para escucharlos mejor.

Sin embargo,

Otros poemas vuelven a vestirme

con su claridad cuando me paro en ellos

como en el clima. Pruebo la forma en que se ven.

Climas en los que habitamos

Es la disciplina de la observación lo que atrae a Bronk. Está el mundo, y está el pintor, y la pintura es lo que sucede en el medio. Muchas de las pinturas de la colección representan cielos. Esto no parece una coincidencia para un poeta tan obsesionado con la luz y la prueba que ella constituye de la inmaterialidad.

¿Cuál es la razón por la que pensamos que nuestras vidas simplemente pueden ser maravillosas? Antes de mi tercer viaje a Binghamton para visitarlo, Martin me envió por email una lista de instrucciones. Era muy programática y específica:

Domingo: mi hija estará en casa y, por esa razón, espero que pasemos tiempo personal en otra parte. Si me dices cuándo esperas llegar, podemos encontrarnos en el hotel Embassy Suites. Podrás cenar con nosotros en casa, o sola, si lo prefieres.

Vestimenta: me gustaría ver tu ropa interior. No hace falta que compres un body blanco antes de que haya visto el corsé y las medias, aunque, por supuesto, me gustaría verte con ese body en algún momento pronto. Una minifalda o un vestido ajustado estarían bien. Con faldas, prefiero las blusas abotonadas.

Maquillaje: un look glamuroso de buen gusto es mi preferencia, por eso, mejor los rojos y mi sugerencia de una base líquida, delineador de ojos, colorete, etc. Me gustaría que experimentes con tu cabello, y me interesará ver qué haces.

Aroma: prefiero que las suplicantes vengan perfumadas con rosa, madera de sándalo, loto y mirra. Cualquiera de esos aromas, o todos juntos, sería lo ideal.

Manera de dirigirte: mi Señor sería lo más apropiado.

Este sería nuestro último “ensayo” antes del trío con su esclava del placer de Toronto que estaba programado para después de Navidad. Martin tenía grandes planes para este encuentro, que comenzaría en el hotel Binghamton Embassy Suites. Se estaba abasteciendo de provisiones como nuevos látigos y dildos dobles de látex de color púrpura. Pero uno de los elementos principales era una correa.

Basta decir, había escrito, que me gustan las cosas con estilo pero no estilizadas. Si algo me excita a mí o a mi(s) compañera(s), seguramente quiera hacerlo. C. no tiene necesidad de ejercer señorío, y no tiene ninguna posición especial respecto a ti. Entonces, alfa, no alfa, puedes darle forma al juego que tenemos Catherine y yo hasta un grado apropiado. Es mi responsabilidad el sintetizar y dirigir, en base a lo que sé. Sugiero la idea de que tú la folles por detrás porque tuve la impresión de que eso podía ser posible. La dominación no debería ser un viaje de ego, es más como el liderazgo. Hay grandes recompensas para el ego, y grandes placeres. Pero el mayor placer y el mayor éxito provienen de crear la experiencia de la óptima excitación erótica. Catherine es encantadora en muchos sentidos, y está placenteramente entregada a mí. La tengo en muy alta consideración y considero que su desarrollo y protección son mi deber.

Para nuestro tercer encuentro, el domingo 22 de diciembre, yo debía conducir hasta el hotel Embassy Suites en Bing-hamton con varios bolsos con atuendos: ropa de viaje para los 580 kilómetros de ida y vuelta; corsé, medias, ligas; las prendas de vestir de secretaria golfa; y un atuendo recatado y de buen gusto para cambiarme más tarde, cuando me llevara a cenar con su hija. Esto estaba empezando a parecerse demasiado a trabajar doble turno de copera o prostituta. Y después estaba la peluca y la manicura; el carmín rojo fuerte, el delineador líquido y el espantoso aceite corporal hippie con nombres como jazmín, madera de sándalo y rosa.

El martes 17 de diciembre, tarde por la noche, mi amigo G. murió repentinamente en la habitación de una amiga mientras visitaba Nueva York. Yo estaba a 360 kilómetros, en Thurman, y durante todo el miércoles, todo el jueves, y el viernes por la tarde, mientras compraba el atuendo de golfa en Saratoga, estuve hablando por teléfono con amigos en Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Londres y Auckland, tratando de ver cómo hacer para sacar el cuerpo G. de la morgue de Brooklyn y enviarlo a su familia en Nueva Zelanda. Su amiga Isabelle, con quien se había estado quedando en Nueva York, tenía un billete para viajar a casa en Auckland ese domingo y estaba fuera de sí, haciendo doscientas llamadas al día, intentando juntar fondos para pagar a una empresa funeraria de Brooklyn para que la morgue “liberara” el cuerpo. ¿He mencionado que todo esto pasó mientras yo trataba de escribir un libro sobre el Holocausto? Por un momento, existió el plan de realizar el velatorio el domingo por la tarde. En ese caso iba a tener que conducir hasta Brooklyn para que Isabelle pudiera tomar su avión.

El jueves por la noche, le envié un email muy cuidadoso a Martin. Asunto: posible cambio de planes. Querido Martin, escribí, es posible que no pueda ir a Binghamton este domingo. Le escribí que mi amigo había muerto, le hablé del cuerpo, el velatorio y toda la confusión. Que de todas formas tenía ganas de verlo y que le haría saber cómo se solucionaban las cosas. No respondió. El viernes por la tarde, se tomó la decisión de no transportar el cuerpo hasta después de las navidades, entonces volví a escribirle: El domingo está libre. Los preparativos, finalmente, no incluyen Nueva York. Nos vemos en el Embassy a la 1.30. Mientras el cuerpo de mi amigo seguía en la morgue, lo imaginé: una etiqueta amarrada al pulgar de su pie, en Brooklyn.

Durante varios años, hubo una escena en torno a la casa de Bronk en Pearl Street. Bronk vendió la carbonera poco después de cumplir sesenta años, en 1978. Paul Pines abandonó su isla cerca de Barbados y se mudó al estado, y también estaba Sheldon Hurst y otros amigos a los que Hurst les consiguió empleos a tiempo parcial en el departamento de Humanidades del colegio comunitario. Lorin French y Dan Leavy estaban allí. Después de establecerse como artistas, sacaron provecho de las oportunidades que daban los fondos de las artes y los museos regionales. Se trataba a menudo de residencias e intercambios con otros artistas en Québec, Maine y Provincetown, y les gustaba traer a sus nuevos amigos “a casa” para conocer a Bronk en Pearl Street. A veces, esos visitantes se quedaban durante meses, y sus conversaciones nocturnas terminaban en colaboraciones.

La artista Jo Ann Lanneville de Three Rivers, Canadá, hizo un libro de artista de impresiones respondiendo a la poesía de Bronk. Dan Leavy hizo una talla de madera llamada The light, The trees [La luz, los árboles] en respuesta al trabajo de Bronk en Life Supports. Todos estos trabajos son parte de la colección de Bronk. La colección documenta una clase de reciprocidad que solo podía tener lugar a lo largo del tiempo. Durante años, Bronk escribió poemas inspirados por la contemplación de las pinturas de Canadé, Maril y otros artistas visuales contemporáneos de él. Después, artistas visuales más jóvenes produjeron obras inspiradas por esos poemas.

A pesar de que las obras en la colección de Bronk puedan parecer dispares, en realidad forman parte de un gran cuerpo creado por un intercambio de influencias. “Soy el esposo de mi obra”, le dijo Bronk al periódico Times Union, de Albany, y el matrimonio resultó prolífico. Compuestas en muchos estilos muy diversos, todas las obras de la colección de Bronk comparten una preocupación por el espacio y el vacío, la luz y la oscuridad. Mientras vivía solo, acompañado solo por sus obras de arte, durante tantos años, Bronk les escribió y escribió a través de ellas.

Una vez dio la impresión

De que los objetos importaban: la luz era para verlos.

Al examinarlos, no producían nada, nada real.

…en ellos, la luz se revelaba a sí misma; tomaba forma.

Los objetos no son nada. ¡Solo existe la luz, la luz!

Escribió Bronk en Life Supports, sentado en su salón junto a una pintura hecha por Canadé. Exiliado por propia voluntad en este pueblo rural republicano, Bronk partió de la maderera para llegar a un mundo de ideas luminosas. Las pinturas lo ayudaron a crear su propio reino imaginario, que luego fue transmitido a otros.

Solo es posible darse cuenta de esto gracias al trabajo de Hurst en It Becomes Our Life. Sus comentarios, a la vez modestos y alucinantes. Como si se dirigiera a una sala llena de estudiantes de colegio comunitario, Hurst describe toda la amplitud de las intenciones de Bronk, de la manera más simple. Ver y mirar. Apreciar las paradojas. Saber lo que importa y lo que no. Aunque mi amigo Mark descarta el colegio comunitario tildándolo de “secundaria con un cigarrillo”, cuando visité a Hurst, me sorprendió ver cuánta gente trabaja allí con gran esfuerzo y por muy poco dinero, para dar a algunas personas como Mark algún tipo de oportunidad. En el colegio, es posible tomar dos años de clases gratis y luego pasar a un grado universitario de cuatro años. Hurst estaba a punto de partir a Rusia, donde había convencido a algunas personas de que organizaran un programa de intercambio en el Hermitage. Volvería al terminar el semestre.

En el hotel, esa tarde en Binghamton, Martin dijo algo que me dejó perpleja. Quería pasarle mi información de contacto a Catherine y yo dije algo sobre lo genial que era su voluntad de arriesgarse a juntarnos.

–¿Qué riesgo? –preguntó–. ¿Crees que hay algo, por mínimo que sea, que podríais hacer para quitarme autoridad?

Más tarde tuvimos una cena extraña con su hija en un restaurante, en la que los dos observaron mis esfuerzos para conversar con ellos, la pareja. Pensé en la madre muerta de la niña. No había ninguna foto de ella en la exposición de fotos familiares que padre e hija habían montado en el salón de su casa.

 

Después de las vacaciones de Navidad, le dije por a email a Martin que estaba dudando sobre el “encuentro” que planeábamos con Catherine. Le dije que estaba mucho más interesada en ellos que en los bodys, las correas, la ropa de golfa o los peinados.

Me respondió con un lenguaje de oficina: Creo que está claro que estás buscando un objetivo más amplio para una relación que yo, y que la centralidad de mi objetivo en el sexo, en una forma particular de relación sexual (como deseo definirla) no es lo que tú priorizarías. Si no me equivoco, da la impresión de que experimentaremos cada vez más conflictos antes que placer. Es una pena, pero pienso que no tiene arreglo. Nunca más volví a saber de él.

Las canciones de Cole Porter son infinitamente emocionantes porque evocan un mundo que es mucho más “adulto” que cualquier página web: un mundo donde “ennui” puede rimar con “vi”, y la felicidad puede ser saboreada frente a un telón de fondo de pérdida. Un mundo en el que “I get a kick though it´s clear to me/ You obviously don´t adore me4”, y es posible amar sin ser correspondido. Ingeniosas y valientes, estas canciones hacen que sea soportable vivir en medio de la fealdad porque te dan esperanza.

El descubrimiento de la colección de arte de Bronk fue la prueba de que una vida llena de sentido puede pasar en cualquier parte, incluso en una ciudad aislada. El recuerdo de la vida de Bronk y la devoción de sus amigos abren una puerta a lo que la poesía nos ofrece: un mundo que desafía la pornografía burocratizada, donde las personas existen y todo cuenta.

Olete lõpetanud tasuta lõigu lugemise. Kas soovite edasi lugeda?