Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I

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X. La persona dispone de capacidad racional. Esta capacidad aglutina a la razón, la conciencia de sí misma, el uso del lenguaje y las capacidades cognitivas sofisticadas, expresándose en múltiples tipos de inteligencia. Estas capacidades racionales pueden utilizarse para facilitar la curación y la realización psicológica mediante la búsqueda de la verdad sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el mundo exterior, así como sobre nuestro significado trascendente. (Racional).

XI. La persona dispone de voluntad libre, bajo formas importantes, y es un agente con responsabilidad moral cuando ejerce su libre albedrío. Por ejemplo, el ser humano tiene la capacidad de dar o denegar libremente el perdón, así como de ser altruista o egoísta. El aumento de la libertad partiendo de la patología y bajo la libertad de perseguir objetivos de vida positivos, así como de honrar sus compromisos, es significativo para la curación y su realización. (Volitiva y libre).

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Una segunda aclaración importante sobre el Meta-Modelo, que puede evitar malentendidos, está constituida por la relación entre el Meta-Modelo y las teorías de la personalidad y los modelos de intervención terapéutica previamente existentes en el campo de la salud mental. Es importante que el lector sea consciente de que el Meta-Modelo no sustituye las teorías tradicionales de la personalidad, ni las teorías de la persona que se encuentran en los modelos de intervención. En cambio, el Meta-Modelo aporta una visión integral de la persona, que proporciona un marco integrador de las ricas comprensiones sobre varias dimensiones de la persona, exploradas en las teorías de la personalidad existentes, evitando a la vez el reduccionismo que se produce cuando la visión de la persona está basada en una o solo unas pocas de las teorías de la personalidad. Del mismo modo, el Meta-Modelo no sustituye a los modelos terapéuticos existentes, sino que proporciona un marco para la selección cuidadosa de una o más intervenciones basadas en su visión integral de la persona.

Una aclaración final, dirigida a evitar malentendidos, se centra en la afirmación de que el Meta-Modelo proporciona una visión más completa de la persona. Aunque la definición teológica, filosófica y psicológica, dividida en tres partes, puede parecer al lector rica y compleja, aún pueden faltarle algunas características esenciales de la persona. Cabe señalar que esta definición de la persona se desprende de once premisas principales relativas a la persona. También, en los capítulos individuales que tratan de estas once premisas principales del Meta-Modelo, existen muchas «subpremisas» o características de la persona que se engloban bajo cada una de estas amplias premisas. Por ejemplo, esa «identidad» se caracteriza por tener un alma espiritual, existir como hombre o mujer, y desarrollarse y madurar a lo largo del tiempo, todo ello siempre bajo la premisa de que la persona es una unidad personal. La importancia de la persona como miembro de una familia y de una cultura particulares se contempla bajo la premisa de que la persona está relacionada interpersonalmente. En resumen, si al lector le pareciese que faltase algo en la definición, al final del libro descubrirá que el marco del Meta-Modelo aborda muchos otros aspectos de la persona no incluidos en el nivel más amplio de la definición o incluso en el nivel más específico de las premisas teológicas, filosóficas o psicológicas.

¿POR QUÉ ES NECESARIA UNA COMPRENSIÓN ENRIQUECIDA DE LA PERSONA BAJO EL ENFOQUE MMCCP EN EL CAMPO DE LA SALUD MENTAL?

Como se ha dicho anteriormente, una suposición básica de la presente obra es que nuestra comprensión de la naturaleza humana y de la persona es fundamental para todos los aspectos de la práctica de la salud mental. Nuestra visión de la persona define el alcance de lo que observamos como problemas humanos, nuestra comprensión de cómo se desarrollan tales problemas, y nuestra interpretación de lo que se debe hacer para facilitar la curación e incluso su realización. Otra de las principales suposiciones mencionadas anteriormente en este libro es que, cuanto más completa y precisa sea nuestra comprensión de la persona, mejor será la base que se aporte para la construcción de la teoría psicológica, la mejora de la investigación psicológica, y el desarrollo de unas estrategias y metodologías de intervención más eficaces para todos los profesionales de la salud mental.

Los campos de la psicología, filosofía y teología han aportado, cada uno, contribuciones significativas a nuestra comprensión de la persona. En un período relativamente corto, de unos cien años aproximadamente, la psicología ha desarrollado un gran conjunto de teorías «parciales» que intentan comprender a la persona. Las denominamos teorías parciales porque en muchos casos estas teorías han examinado un aspecto de la persona en profundidad, pero han descuidado otras dimensiones importantes. Estas teorías parciales incluyen, por ejemplo, la tradición psicoanalítica, con su énfasis en la vida interior o psicodinámica de la persona; el conductismo, con su énfasis en cómo el entorno influye en el comportamiento humano; la teoría interpersonal, que enfatiza la importancia de las relaciones; los enfoques cognitivos, que examinan la importancia de los procesos de pensamiento, y el existencialismo, que enfatiza la libertad humana y la importancia del significado en la vida de la persona.

Esta lista incluye solo algunas de las principales escuelas teóricas que existen en el campo de la salud mental. Tomadas individualmente, estas escuelas teóricas aportan una importante, pero limitada, comprensión de la persona. En las últimas décadas se han hecho notables esfuerzos por reunir dos o más de estas teorías parciales de la persona con el objeto de mejorar la práctica clínica. Entre los ejemplos cabe citar la terapia cognitivo-conductual (Beck, 1979), la terapia racional emotivo-conductual (Ellis y Ellis, 2011), la terapia multimodal (Lazarus, 1989) y el modelo biopsicosocial (Campbell y Rohrbaugh, 2006). Varios colaboradores en el campo del counseling y la psicoterapia también han integrado múltiples teorías e investigaciones sobre la persona, lo que ha producido una visión enriquecida de la persona en sus modelos de terapia, por ejemplo, la terapia centrada en las emociones (Greenberg y Goldman, 2018), el método Gottman de terapia de parejas (Gottman, 1999) o la terapia de mejora de las relaciones (Guerney, 1977; Scuka, 2005).

En este punto, se podrían plantear una serie de preguntas sobre si realmente existe la necesidad de que el Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona sirva como un nuevo marco en el campo de la salud mental. Y, si tuviésemos paciencia, ¿no podrían llegar a descubrirse y finalmente incluirse la mayoría de los aspectos «descuidados» de la personalidad que abarca el Meta-Modelo? ¿No podrían las fuerzas de integración existentes en el campo de la salud mental, con el tiempo, llegar a unir todas sus teorías parciales? Creemos que esto no se producirá, por las razones que exploramos brevemente a continuación. A lo largo de todo este texto, se ofrecen respuestas más desarrolladas a cada una de estas preguntas.

ES NECESARIO UN MARCO INTEGRADOR

Las teorías parciales de la persona existentes en el campo de la salud mental no son simples piezas del mismo rompecabezas esperando a ser combinadas. Sin el marco unificador que el Meta-Modelo representa, las piezas no pueden encajar tan fácilmente. Las numerosas teorías o perspectivas parciales sobre la persona disponibles actualmente en el campo de la salud mental se contradicen entre sí, en especial en los aspectos referentes a sus suposiciones fundamentales sobre la persona, y con mayor frecuencia en el énfasis relativo que debe prestarse a las diferentes capacidades de la persona. Por ejemplo, cuando se aborda la cuestión de si la persona dispone de volición o libertad, la conclusión ha variado en el tiempo: desde una visión de la persona completamente determinista (este es el caso del conductismo radical), pasando por una visión en la que la libertad queda seriamente comprometida (este es el caso tanto del conductismo moderno como de la teoría psicoanalítica clásica), hasta el supuesto de que la persona es esencialmente libre (que es el caso de las escuelas existencialistas).

Aún más frecuente es el desacuerdo entre las teorías de la personalidad y los modelos de terapia con respecto a la atención que debe prestarse a las diversas dimensiones de la persona. Por ejemplo, tanto en la teoría como en la práctica clínica, existe una división entre quienes defienden que el individuo supone el nivel de análisis más importante y quienes consideran que el nivel más importante es el diádico, o incluso el sistema familiar, y que son estos los que hay que enfatizar principalmente. Esta distinción no es un tema nimio dentro de este campo, ya que estas dos perspectivas no siempre han coexistido pacíficamente. Solo hay que considerar que, durante los primeros cincuenta años de la historia de la psicoterapia, cuando dominaba la psicoterapia individual, no existían teorías o modelos significativos que abordasen la terapia de pareja, marital o familiar (Gurman, 2002). Esta división también se pone de manifiesto en la decisión, no infrecuente, de los profesionales clínicos de trabajar casi exclusivamente con individuos —desde una perspectiva psicodinámica u otra centrada en el interior— o, alternativamente, de trabajar con parejas, padres, familias (e individuos) —desde una perspectiva de sistemas familiares— incluso cuando se abordan problemas similares.

Un enfoque MMCCP facilita una comprensión más completa de la persona, ayudando al profesional clínico en su tarea de identificación y contextualización de las verdades más importantes sobre la persona que aportan las diversas teorías parciales. Por todas estas razones, el Meta-Modelo permite incorporar los valiosos conocimientos del conductismo, en relación con el aprendizaje humano, y reconocer el importante impacto del entorno de la persona, a la vez que modera una visión que podría limitar en exceso la libertad humana. Asimismo, permite reconocer las importantes ideas sobre la libertad humana que se extraen de las escuelas existencialistas, excluyendo la idea de algunas de estas escuelas de que la persona es casi completamente libre y capaz de crear su propia naturaleza. El Meta-Modelo aboga por la formación de los profesionales de la salud mental para que sean capaces de conceptualizar e intervenir, tanto a nivel interior y dinámico del individuo como a nivel diádico o de sistemas, en lugar de limitarse a un único nivel de análisis.

 

ES NECESARIO UN MARCO AMPLIO

Necesitamos disponer de un marco o Meta-Modelo que sea lo suficientemente amplio como para incluir todas las teorías actuales de la personalidad, así como las diferentes comprensiones de la persona, ya provengan de modelos terapéuticos integradores de investigaciones válidas existentes o emergentes. Ese Meta-Modelo debe incluir, además, áreas esenciales de la persona que las ciencias psicológicas han descuidado o que, sin la ayuda de la filosofía y la teología, no se pueden explorar adecuadamente. Estas áreas más amplias incluyen la vocación y la virtud, una naturaleza humana normativa, la relación con Dios (el Trascendente), así como la importancia de vivir una vida moral y el significado contenido en el sufrimiento. El MMCCP postula que un marco integrador sintético que permita entender a la persona puede basarse en las tres tradiciones de sabiduría: las ciencias psicológicas y el campo de la salud mental, la tradición filosófica más amplia (una tradición filosófica cristiana), y la tradición teológica católico-cristiana. Este marco integrador y sintético, el Meta-Modelo, permite unificar las diversas teorías psicológicas parciales existentes de la persona, proporcionando así un marco más amplio para fundamentar la práctica de la salud mental.

ES NECESARIO UN ENFOQUE INTEGRADO DE LA CAPACITACIÓN Y LA PRÁCTICA CLÍNICA

En la formación de postgrado suele ocurrir que las teorías de la personalidad se presentan bajo un estilo tipo «encuesta», sin integrar en un marco general, y que a los estudiantes se les presentan en profundidad solo unos pocos métodos terapéuticos integrados. Este enfoque educativo hace que los nuevos profesionales clínicos carezcan de un marco integrador para la comprensión de la persona (como el que representa el Meta-Modelo) como base de trabajo para la práctica clínica. La capacitación de postgrado en nuevos modelos de psicoterapia y counseling, junto con una experiencia clínica continua, facilita cierta ampliación de la comprensión de la persona por parte de los profesionales clínicos, aunque esto quede a menudo contrarrestado con la tendencia de los profesionales clínicos a convertirse en expertos solo en ciertas áreas de la práctica, así como por su tendencia a depender cada vez más de unos pocos modelos de intervención terapéutica seleccionados. Por consiguiente, la necesidad de un enfoque MMCCP, que constituya un marco para la capacitación en materia de salud mental y en la práctica profesional, se ve respaldada por una combinación de factores: el fracaso de la formación de postgrado para proporcionar al profesional de la salud mental una comprensión integral de la persona; la limitada integración que se produce, incluso en los modelos terapéuticos más integradores; el hecho de que incluso los profesionales clínicos maduros dominen solo unos pocos de estos modelos integradores, de modo que, colectivamente, los numerosos pequeños esfuerzos de integración no llegan a traducirse en la adquisición o manejo de una rica comprensión de la persona en el trabajo clínico diario, y, por último, las limitaciones que crea la especialización profesional. (Consulte el capítulo 20, «Principios para la formación», si desea estudiar la forma en que el Meta-Modelo puede enriquecer la formación de los profesionales de la salud mental).

Una última cuestión que podría plantearse en esta parte es si ese marco multidisciplinar, que tiene por objeto integrar las verdades sobre la persona desde las perspectivas psicológica, filosófica y teológica, es metodológicamente posible. Esta pregunta nos lleva inmediatamente a la necesidad de exploración de la naturaleza de la verdad y la relación existente entre la fe, la razón y el método científico adoptado por la psicología contemporánea. Este breve capítulo introductorio solo puede enunciar la conclusión de que sí es posible. El desarrollo satisfactorio de la argumentación de esta conclusión se deja para todo el libro. No obstante, la base más importante para llegar a esta conclusión se explora en más detalle en el capítulo 5 («Apoyo psicológico básico»), en el capítulo 6 («La persona como capas integradas»), y en el capítulo 7 («Metodología y supuestos»).

¿CÓMO ENRIQUECE EL USO DEL META-MODELO LA PRÁCTICA CLÍNICA GENERAL?

En la parte V de la presente obra se examinan las formas amplias y particulares en que el MMCCP enriquece numerosos aspectos de la práctica clínica, como la evaluación, el diagnóstico, la conceptualización de casos, la psicoterapia individual y la psicoterapia de grupo. En otros capítulos de la parte V se examina la forma en que el Meta-Modelo configura la formación de los profesionales de la salud mental y cómo permite contribuir a la realización de investigaciones psicológicas. Esta parte tiene como objetivo tan solo destacar algunas de las formas más importantes en las que el Meta-Modelo enriquece la práctica clínica.

En primer lugar, la visión del Meta-Modelo de la persona expande ampliamente lo que se entiende por diagnóstico. En resumen, si planteamos la pregunta «¿qué le sucede a este cliente?», los enfoques actuales de la práctica de la salud mental que permiten responder son a) la identificación de una causa bioquímica, b) la identificación de un conjunto de síntomas asociados a una etiqueta de diagnóstico específica, c) la comprensión de lo que está desajustado en ciertas características de la personalidad del cliente, y d) la identificación de patrones de interacción disfuncionales entre personas o sistemas familiares. Aunar estos cuatro niveles de análisis para el diagnóstico del problema del cliente puede dar lugar a una comprensión moderadamente rica de lo que debe abordarse en un plan de tratamiento. Sin embargo, es muy común que los profesionales de la salud mental se limiten a realizar diagnósticos basados únicamente en síntomas. En algunos otros casos, los profesionales de la salud mental que disponen de formación en psicodinámica intentarán comprender la estructura de la personalidad. Los que trabajan con parejas y familias pondrán un mayor énfasis en la importancia de una perspectiva basada en sistemas familiares, pero rara vez se utilizarán los cuatro niveles de análisis.

El Meta-Modelo alienta el uso de los cuatro niveles de análisis mencionados. Adicionalmente, el Meta-Modelo, al prestar una mayor atención a la realización del cliente a través de llamadas vocacionales y de la virtud, añade características importantes que van más allá de estos cuatro niveles de análisis, permitiendo de esta forma llegar a conseguir un diagnóstico adecuado. Por ejemplo, el Meta-Modelo requeriría una evaluación y diagnóstico de la forma en que un cliente casado está realizándose en su llamada como cónyuge y padre; en cómo este cliente casado responde a su llamada para servir a otros en su trabajo de vida; si existe un equilibrio entre su trabajo y su vida familiar; y qué virtudes necesita esta persona casada para vivir sus compromisos con su cónyuge e hijos, así como qué otras virtudes necesita para prosperar. Requeriría, asimismo, la exploración del funcionamiento espiritual del cliente y de su relación deseada con Dios, así como la forma en que el cliente está viviendo su vida moral de forma consistente con sus creencias.

Aunque los profesionales clínicos pueden identificar los casos en los que se evalúa la mayoría de estas áreas, el beneficio del Meta-Modelo como marco es que permite centrar la consistencia de tal minuciosidad con cada cliente. Rara vez el counseling y la terapia abordan todos los problemas o la falta de realización. Sin embargo, el Meta-Modelo beneficia al profesional clínico y al cliente garantizándoles que todas las áreas importantes de la vida del cliente van a ser evaluadas y priorizadas en el plan de tratamiento.

Debe observarse que el enfoque vocacional adoptado por el Meta-Modelo contempla en última instancia la realización de las llamadas vocacionales como el nivel más alto de análisis, y que va mucho más allá del diagnóstico hecho a nivel de los síntomas, o incluso a nivel de la personalidad o del sistema familiar. El Meta-Modelo, en cambio, considera estos otros niveles de importancia principal, porque afectan a la persona en sus llamadas vocacionales. Por ejemplo, en el caso de un cliente casado con depresión, sus características de personalidad rígida, o si pertenece a una familia de origen disfuncional, así como sus puntos fuertes, deben contemplarse esencialmente, en conjunto, bajo el enfoque de cómo impiden o estimulan los esfuerzos por ser un cónyuge amoroso o un padre cariñoso, o cómo puede llegar a tener éxito en su servicio a Dios y al prójimo a través del trabajo que realiza en su vida, viviendo a la vez una vida moralmente buena.

Observando las implicaciones del Meta-Modelo para el diagnóstico, se desprende su importancia en otras actividades clínicas, como la entrevista de admisión y otros procesos formales de evaluación, que también quedan influenciados por él. Este enfoque del Meta-Modelo, aplicado a las entrevistas y la evaluación, no implica que los profesionales clínicos deban cambiar sus enfoques iniciales preferidos para reunir información y construir la relación terapéutica en el proceso de admisión. No obstante, sí implica que los profesionales clínicos deban ser conscientes de que tienen lagunas en la visión integral que facilita el Meta-Modelo, que deberían explorar en un momento posterior.

El proceso de evaluación del Meta-Modelo requiere que los profesionales clínicos conozcan las limitaciones de sus enfoques terapéuticos preferidos, así como las orientaciones teóricas específicas de estos enfoques. Por ejemplo, los terapeutas matrimoniales quizá deban ser conscientes de que, aunque el proceso de admisión y evaluación de clientes que utilizan, generalmente, les permite obtener mucha información sobre el funcionamiento interpersonal y la funcionalidad de sus clientes en lo relativo a sus llamadas vocacionales como cónyuge y tal vez como padre, quizá el procedimiento utilizado no sea eficaz para evaluar la personalidad o el desarrollo espiritual de cada cliente. En resumen, cada modalidad terapéutica e incluso cada escuela terapéutica tiene sus puntos fuertes y débiles a la hora de utilizar el Meta-Modelo para desarrollar una comprensión de los clientes y para planificar e implementar sus tratamientos.

Otro beneficio del Meta-Modelo para el campo de la salud mental es su efecto en el papel del profesional. Por lo general, hacemos una distinción entre los profesionales de la salud que trabajan principalmente con individuos y los que trabajan con díadas o familias. Es probable que siempre haya especializaciones más utilizadas, basadas en las preferencias del profesional de la salud mental, pero el uso del Meta-Modelo permite una formación de nivel básico en la teoría y la práctica que permita entender a la persona, tanto como individuo como en sus relaciones interpersonales. El Meta-Modelo requiere asimismo que el profesional clínico comprenda cómo el progreso individual e interpersonal son fundamentales para el progreso vocacional.