Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I

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V. Realizada a través de la vocación

La realización humana también implica un desarrollo teológico (con propósito) a través de tres niveles de vocación: a) respuestas distintas a las llamadas a la bondad y la santidad personales, b) distintos estados vocacionales con y sin votos, y c) trabajo y servicio.

1. Llamada o vocación. En sentido estricto, «vocación» es la respuesta personal a la llamada a la bondad y la verdad que caracteriza la vida de una persona en conjunto, pero especialmente a través del desarrollo personal de la entrega de uno mismo. La noción básica de una llamada proviene de una fuente: del mundo, de una persona, o de Dios, que atrae como intrínsecamente bueno. Por ejemplo, muchas personas explican que se sienten atraídas por un alma gemela, que se comprometen en matrimonio y, por lo tanto, que encuentran su verdadera vocación. Las llamadas perfeccionan a la persona (Dt 6:18; Mt 19:16-21). (Si desea encontrar un tratamiento explícitamente teológico de estas llamadas o vocaciones, consulte la premisa 3, puntos 6-9 de este capítulo).

2. Llamada a la bondad. A través de un primer tipo de llamadas o vocaciones, cada persona es atraída y perfeccionada a través de la existencia (ser), la verdad (conocimiento), la bondad (amor), la relación (familia, amigos y sociedad) y la belleza (integridad, orden y claridad). Tales bienes subyacen a las experiencias humanas en el mundo, que es, no obstante, un lugar no solo de maravilla y bien, sino también de fatiga y maldad. Una respuesta humana adecuada requiere, en primer lugar, afirmar la bondad y belleza que se encuentren y, a continuación, contribuir a la bondad a través de elecciones, antes de experimentar un sentido de realización en este acto. Por ejemplo, se puede elegir ser compasivo en lugar de cruel, defender a los débiles en lugar de aprovecharse de su situación, ayudar a las familias necesitadas y enriquecer la cultura humana. Tales respuestas a los muchos aspectos de bondad contribuyen a la realización cotidiana y a la realización final (Mt 5:2-12).

3. Llamadas a estados vocacionales comprometidos. A través de un segundo tipo de llamada, el ser humano responde a los deseos naturales y trascendentes de entrar en estados vocacionales comprometidos: a) comprometerse con un marido o una mujer para formar una familia mediante el vínculo matrimonial; b) comprometerse a la bondad última en el servicio a Dios y a los demás, mediante compromisos de ordenación o religiosos, y c) buscar, en la integridad de la vida, contribuir con la inteligencia, la buena voluntad y los recursos propios a los demás y a la sociedad como una sola persona (Gn 2; Ef 5).

4. Llamadas hacia el trabajo, servicio y ocio con sentido. Gracias a un tercer tipo de vocación, una persona se compromete en los diversos tipos de trabajo y servicio que debe hacer para prosperar personalmente y contribuir al bienestar de todos los miembros de su familia, comunidad y sociedad. Por ejemplo, algunas personas dicen sentirse atraídas por la belleza, el propósito y la naturaleza útil del trabajo con la madera, y se comprometen a aprender y practicar la carpintería de manera honesta, creando bienes para los demás y, por lo tanto, encontrando un sentido a su llamada al trabajo y al servicio (Gn 2:15; Mt 25:20). El trabajo tiene un gran valor en sí mismo, pero no trabajar también lo tiene. Hay una llamada a los tipos de ocio, es decir, al no trabajo significativo que permite no solo el descanso, el ejercicio y el cuidado de uno mismo, sino también la relación con la familia, las relaciones interpersonales y las actividades culturales, así como la contemplación de la verdad y la belleza y, finalmente, la participación en el culto a Dios y la vida de la Iglesia (Sal 46:10).

VI. Realizada en la virtud

La realización del ser humano implica un desarrollo teológico (intencional) de las capacidades y relaciones de la persona, a través de la virtud, la vocación y las prácticas relacionadas con la vida honesta. Por el contrario, gran parte del empobrecimiento y sufrimiento humanos son el resultado de experiencias traumáticas, malas elecciones, prácticas inadecuadas o relaciones degradadas, que a menudo pueden estar fuera de la plena responsabilidad de la persona.

1. Inclinada hacia su realización y hacia Dios. Desde una perspectiva filosófica cristiana, cada persona, desde el primer momento de su existencia, tiene la capacidad de progresar hacia el bienestar temporal, la bondad moral y su realización final. Este movimiento teleológico da forma a la vida humana desde la concepción hasta la muerte. La persona tiene una capacidad natural para saber que existe una fuente y un propósito último de la vida humana (el Dios creador); de esta manera, los humanos expresan un deseo natural de Dios (Mt 5:8; He 17:27; GS §19).

2. Inclinaciones naturales. Las capacidades humanas expresan inclinaciones positivas básicas hacia la existencia (ser), la verdad (conocimiento), la bondad (amor), las relaciones (familia, amigos y sociedad) y la belleza (integridad, orden y claridad). Estas inclinaciones naturales son las semillas de las virtudes humanas naturales, llamadas, y su realización. También son la base para reconocer la ley natural como una participación racional en la ley eterna (Rom 1 y 2).

3. Desarrollo a lo largo del tiempo. La persona nace cuando su unidad cuerpo-alma viviente nace, durante la concepción. El despliegue de las múltiples capacidades de la naturaleza humana está sujeto al desarrollo a lo largo del tiempo gracias el crecimiento biológico, así como a las experiencias familiares y sociales, que preparan otro crecimiento entendido en términos de virtudes y vocaciones. La madurez de desarrollo se manifiesta en las relaciones, especialmente en el matrimonio y la familia, los amigos y la comunidad, el trabajo y el servicio, y la religión. A través de este desarrollo moral y espiritual, la persona busca superar la división de corazón, la discordia social y la indiferencia religiosa (1 Cor 13:11).

4. Salud y enfermedad. La salud puede concebirse en términos de desarrollo humano integral. Es una función de la expresión, en el momento y grado adecuados, de las capacidades corporales, psicológicas y espirituales. La enfermedad es una función de alguna privación o deterioro del cumplimiento adecuado de una o más de estas tres capacidades (Sal 1:3).

5. Virtudes. Las virtudes se distinguen por las capacidades que perfeccionan y los fines que consiguen. Por ejemplo, la virtud moral de la prudencia perfecciona la inclinación humana para actuar a la luz de la verdad y la capacidad intelectual para alcanzar objetivos razonables mediante una acción adecuada, al igual que cuando una madre o un padre se aconsejan, toman decisiones y actúan concretamente para criar a sus hijos con honestidad y cariño. La naturaleza de la persona exige que las virtudes sean expansivas e interconectadas, por ejemplo, que la prudencia sea también amorosa (1 Cor 13:1-3), y que se cumplan a la vez los criterios de justicia y misericordia.

6. Tipos de virtudes. Las virtudes perfeccionan las capacidades humanas, ya que su objetivo es la plena realización. Se diferencian en tres tipos principales. En primer lugar, las virtudes teológicas (fe, esperanza y caridad o amor), que son dones divinos que también influyen en las otras virtudes (véase la premisa III, puntos 2-4 de este capítulo), este es el caso, por ejemplo, de cuando la esperanza teologal fomenta la confianza de una persona a la hora de llevar a cabo actividades cotidianas. En segundo lugar, se adquieren virtudes naturales, también llamadas cardinales (prudencia, justicia, coraje y templanza o autocontrol), y reúnen virtudes interrelacionadas o fortalezas de carácter, como la paciencia y la perseverancia. En tercer lugar, las virtudes intelectuales son teóricas (sabiduría, comprensión y conocimiento o ciencia) o prácticas (arte y sabiduría práctica).

7. Conexión de las virtudes a través de las prácticas. Las virtudes básicas, las virtudes asociadas y las prácticas crean los caminos interconectados del desarrollo intelectual, moral y espiritual. Las virtudes se conocen mejor en la actuación. Por ejemplo, la virtud natural de la valentía (una virtud básica o cardinal), junto con las virtudes naturales de la esperanza y la perseverancia (dos de sus virtudes asociadas), deben formarse mediante prácticas particulares, como cuando se forma a una persona para experimentar la esperanza, practicar el autocontrol y mostrar coraje y perseverancia al enfrentarse a situaciones de emergencia. Aunque cada una de las virtudes perfecciona principalmente una de las capacidades humanas (enumeradas más adelante en el capítulo sobre la virtud), se interrelacionan en una conexión dinámica de fortalezas intelectuales, morales y teológicas (1 Cor 13:13; Gál 5:22-26).

8. Desorden moral y maldad. A menudo, la gente toma malas decisiones creyendo que son buenas debido a interpretaciones y acciones distorsionadas previas (interpretaciones defensivas, negación de compromisos, racionalización de ideologías, etc.). Debido a la existencia de diversos desórdenes morales a nivel personal y social, los humanos tienden a buscar desmesuradamente el placer, el poder y el reconocimiento. Las emociones, cogniciones o violaciones distorsionadas impiden la realización, como cuando el miedo provoca el fracaso para actuar correctamente, o cuando la ira bloquea el verdadero amor y la justicia (Gál 5:19-21).

9. Vicio. La tradición cristiana identifica el orgullo como la raíz de todo pecado, y los siete pecados capitales o vicios mortales como la vanidad, la envidia, el odio (y la ira), la pereza, la codicia, la gula y la lujuria. Ante el mal y el vicio moral, los seres humanos necesitan no solo el desarrollo, sino también la curación, el perdón y la reconciliación a nivel personal, interpersonal y religioso (Lc 15; Mt 1:21).

 

10. Prevención. El desarrollo humano integral en la virtud ayuda a prevenir y superar insuficiencias en juicios morales, tales como el relativismo (la negación de la verdad objetiva), el emotivismo (la interpretación de los juicios éticos como meras expresiones de emociones positivas o negativas sobre una cosa), el subjetivismo (la afirmación de que la propia percepción o conocimiento de uno es necesariamente correcto), el consecuencialismo (la determinación de la bondad solo por las consecuencias de un acto y la negación de que cualquier acto es intrínsecamente malo) y el materialismo (la reducción de la persona a determinantes biológicos, como los procesos genéticos y neuronales).

Aunque el cuerpo humano y su alma espiritual son naturalmente inseparables, tienen un propósito y siempre están en relación con otras personas, por el interés del análisis distinguimos las siguientes estructuras o capacidades de la naturaleza humana, que están a disposición de cada persona en la búsqueda de sentido y de su realización.

VII. Relacionalmente interpersonal

Los humanos son naturalmente sociales, con inclinaciones y necesidades de familia, amistad, vida en sociedad y otras relaciones interpersonales.

1. Receptivo e interpersonal. Las personas son intrínsecamente receptivas y están orientadas hacia otras personas. Esta orientación se expresa a través de actos comunicativos en los que se recibe y da. Y, lo que es más, los actos sociales sirven al progreso personal únicamente en la medida en que sirven al bien de las demás personas y al bien común (1 Jn 3: 17-18).

2. Centrado en el amor. La máxima expresión de la comunicación interpersonal es el amor, que es entrega de uno mismo, también conocido como la virtud de la caridad (philia y agape-). Aunque tiene una unidad de propósito, el amor adopta diferentes formas en función del tipo de relación interpersonal de que se trate. Informa e interconecta todas las otras virtudes, a las que también sirve, especialmente las virtudes relacionadas con las relaciones, como la justicia, la religión, la castidad, el coraje y la obediencia (1 Jn 4:8) (véase la premisa XI, punto 3, sobre los «Tipos de amor humano»).

3. Relación con Dios. Los seres humanos tienen un deseo natural de conocer, amar y estar unidos a Dios, que no solo es el creador (causa primera) y sustentador (causa eficiente) de la vida humana, sino también su fin último (causa final). Por lo tanto, es apropiado que las personas entren en prácticas religiosas (como la oración, los rituales, las lecturas de las Escrituras y los sacramentos, y otras expresiones de fe, esperanza y amor) con el fin de adorar, respetar y amar a Dios (Jn 1:12-13).

4. Las relaciones conyugales y el significado conyugal del cuerpo. La institución natural del matrimonio se basa en la complementariedad conyugal de los sexos y en la atracción por el sexo opuesto (véase la premisa IV, punto 3, «O varón o mujer»). Este tipo de matrimonio implica un compromiso de alianza de por vida y el don de uno mismo (unión). Este amor se formaliza en el matrimonio monógamo, abierto al don de la nueva vida (procreación) y comprometido con los bienes de la familia, incluida la santidad de los cónyuges. En el sacramento del matrimonio, Dios provee de gracias a los cónyuges para que enfrenten los desafíos de intimidad, fidelidad y familia. En respuesta a una llamada a la santidad, algunas personas se comprometen a tener relaciones matrimoniales célibes con Dios para amar y servir a Dios y a su pueblo (Gn 2:18-24).

5. Familia. La relación interpersonal se desarrolla primero en la familia, que es la unidad básica de la sociedad. Los seres humanos tienen tanto una necesidad natural de familia como inclinaciones naturales para establecer familias, es decir, inclinaciones hacia los bienes del matrimonio, la procreación y la educación de los hijos (Lc 2:51). Todas las familias, independientemente de su estructura, merecen apoyo, incluida la ayuda ante las dificultades con las que se enfrentan.

6. Amigos. La amistad contribuye a la realización humana. Subraya las relaciones de afecto, compañerismo e intimidad basadas en el mutuo don de uno mismo y en compartir de forma común el bien, diferente al amor sexual (Jn 15:15).

7. Comunidades. Los seres humanos se encuentran en comunidades de personas, expresadas en contextos socioculturales, cívico-políticos y basados en la fe, todos los cuales conforman a las personas, sin determinarlas totalmente. Los humanos contribuyen a la comunidad trabajando y expresando su responsabilidad por los demás. La amistad sirve como fuerza de unión para la comunidad (Ef 4:4-13; Sal 122:1-2).

VIII. Sensorial-perceptual-cognitiva

Todo ser humano ejerce capacidades sensoriales-perceptivas-cognitivas prerracionales, como una unidad cuerpo-alma. Estas capacidades prerracionales sirven como una importante base para las dimensiones racionales humanas lingüísticas, interpersonales y morales, así como para otras capacidades cognitivas superiores tan fundamentales para el carácter único de la vida humana.

1. Receptividad al mundo exterior. La persona recibe y busca el conocimiento básico de otras personas, del mundo y de sí misma a través de los instintos, de sus sentidos primarios y de las percepciones de orden superior, así como de conocimientos prerracionales y racionales.

a. Las bases biofisiológicas del conocimiento incluyen instintos de tipo visual, táctil y de supervivencia, así como una curiosidad intrínseca. En este Meta-Modelo, estas características sirven como inclinaciones naturales hacia la bondad y la relación, que tienen como objetivo la realización.

b. Los cinco sentidos primarios y sus órganos o sistemas proporcionan un contacto único con el mundo y la realidad perceptibles. Son medios de base biológica que permiten reunir información particular e interpretar los estímulos.

c. Las percepciones de orden superior y las cogniciones prerracionales procesan los instintos y los sentidos primarios. Las percepciones internas de orden superior, junto con la experiencia de percepción sensorial más simple, proporcionan a la persona un medio para ser receptiva a los objetos, las personas y el significado. Sin embargo, las percepciones y cogniciones prerracionales de orden superior son distintas de la cognición racional de orden superior y contribuyen a ella.

2. Los cinco sentidos primarios. Denominados tradicionalmente «sentidos externos», los cinco sentidos primarios se clasifican como visión, oído, olfato, gusto y tacto. Cada uno de estos sentidos reúne información particular, y juntos producen la experiencia más amplia, única y activa de las personas.

a. La visión es el más abstracto de estos sentidos. Es valiosa debido a la información que proporciona sobre las fuentes de vida y los peligros y, en niveles más altos, es una parte instrumental de la comunicación del significado y la belleza.

b. El oído añade una mayor experiencia de la realidad externa gracias a su función básica en el proceso de comunicación y, en niveles más altos, en el lenguaje hablado y la música.

c. El sentido del olfato es una capacidad que nos permite percibir el olor distintivo de cada uno de los objetos y situaciones que nos permiten la autosupervivencia (por ejemplo, el fuego y los alimentos) y, en un nivel superior, nos permite llegar al conocimiento y el recuerdo de los demás (por ejemplo, el olor de las galletas nos recuerda a la abuela).

d. El sentido del gusto nos permite determinar si los alimentos son comestibles o están estropeados. El placer que aporta ayuda a las personas a realizar una de las actividades humanas más necesarias, la alimentación. A un nivel más alto, forma parte integrante del ritual y la celebración.

e. El tacto y el dolor se relacionan con sistemas táctiles y de dolor generalizados. El tacto proporciona el tipo más específico de contacto sensorial con otras personas y el mundo. Y, en un nivel más alto, media entre la conexión y el apego hacia otras personas, que son necesarios para la vida y la realización. El dolor tiene una gran relevancia en el proceso de conocimiento de los límites y de la supervivencia física.

La ciencia aporta una rica comprensión del funcionamiento de estos sentidos primarios, sus órganos y los sistemas neurológicos gracias a los cuales funcionan. También ha proporcionado un mayor conocimiento de las percepciones y procesos sensoriales, relacionados o complementarios, como son la percepción del equilibrio y el movimiento, conocido como sentido vestibular. Existe, además, una percepción sensorial propioceptiva-cinética, que nos permite la comprensión del movimiento y la posición de nuestro cuerpo, e interviene especialmente en el caso de la danza y la música.

3. Percepciones de orden superior y cogniciones prerracionales. Hay, por supuesto, niveles más altos de conocimiento basados en la información de la entrada sensorial-perceptiva-cognitiva. Las fuentes filosóficas realistas clásicas reconocen ejemplos de tipos de conocimiento o cognición de orden superior y prerracional: la percepción sintética de la identidad encarnada, la memoria, la imaginación y el sentido evaluativo. En este enfoque realista, estos sistemas se han denominado sentidos internos o intelecto pasivo, debido a que reciben pasivamente datos sensoriales sobre cosas concretas y forman juicios perceptivos que influyen en el afecto sensorial (reacciones emocionales) y en los procesos intelectuales activos racionales y afectivos (por ejemplo, la intuición, la abstracción, la intención, el razonamiento y la elección).

a. Capacidad sintética. Existe la percepción sintética de identidad o totalidad, es decir, la capacidad de conocerse a uno mismo, otra persona o cosa a través de uno solo de nuestros sentidos primarios, por ejemplo, podemos relacionar la vista del cabello, el sonido del llanto, el olor de la humedad o la sensación de presión en la pierna como pertenecientes específicamente a un hijo. También disponemos de una percepción propioceptiva (o cinética) relacionada con el hecho de sentirse completo y conocer la posición de nuestro cuerpo en el espacio.

b. Capacidad de memoria. Existen diferentes tipos de memoria prerracional y racional. Hay memorias basadas en el tiempo, como las memorias inmediatas, a corto y largo plazo. Hay recuerdos de otra naturaleza, como es el caso de la memoria episódica (detalles autobiográficos) y la memoria semántica (memoria áctica). También disponemos de memoria emocional (memoria del miedo, basada en experiencias anteriores) y memoria «muscular» (memoria de cómo realizar ciertos movimientos).

c. Capacidad imaginativa. La imaginación es la capacidad de emplear determinadas imágenes de manera espontánea o racional, evocada voluntariamente (negativa o positiva); por ejemplo, en la experiencia de soñar, en la planificación de la boda, en el flujo creativo de un músico de jazz o en la reacción de un soldado, provocada por un trauma del pasado, ante un ruido fuerte.

d. Capacidad de evaluación. Asimismo, disponemos de una capacidad de evaluación fundamentada en atracciones y repulsiones basadas en reacciones instintivas, en memorias de experiencias relacionadas y en pensamientos y elecciones pasados. Todo ello nos permite conseguir un tipo de juicio prediscursivo o prerracional sobre lo que se siente. Esto también se ha denominado «sentido visceral» o «sensación visceral». Este sentido también es denominado «razón particular» por los filósofos, debido a que implica el reconocimiento del significado de cosas particulares, como puede ser la reacción inmediata a la sonrisa de un bebé.

4. Disposiciones habituales cognitivas. La plasticidad de estas capacidades perceptivas y cognitivas permite el desarrollo de las disposiciones habituales, que incluyen la memoria y la capacidad de evaluación. Las disposiciones cognitivas habituales activan, organizan y amplían las percepciones y cogniciones de orden superior mencionadas anteriormente. En particular, el conocimiento sensorial-perceptual-cognitivo se expresa a través de la actividad, es decir, a través del comportamiento, que utiliza la cognición sensorial-perceptiva. Este tipo de formación de disposición requiere la activación de sistemas de respuesta, como en lo referido a las ideas de «memoria muscular», «la práctica hace al maestro» y «las neuronas que se disparan juntas se conectan entre ellas».

 

5. Base para el conocimiento activo. Desde una perspectiva realista, existe una unidad y una distinción en los tipos de conocimiento humano. El conocimiento humano está enraizado en la unidad del orden inteligible de la realidad. No obstante, existen distintos tipos de conocimiento. Por ejemplo, sensaciones, percepciones y cogniciones, jerárquicamente ascendentes, que fundamentan capacidades mentales y de acción aún más elevadas:

a. sensación primaria (por ejemplo, el reconocimiento por parte de la corteza visual del contraste de blanco y negro, y de la forma de una «A»);

b. percepción de orden superior (reconocimiento de la «A» como una letra del alfabeto);

c. cognición racional (razonamiento sobre el significado de la «A» en el contexto de una narración, como en La letra escarlata, donde la «A» se usaba como signo para identificar a una persona como adúltera);

d. intuición espiritual (comprensión de la necesidad de perdón personal y reconciliación interpersonal en casos de adulterio), y

e. acción práctica (compromiso práctico de perdonar y trabajar por la reconciliación en tales situaciones, y de «ir y no volver a pecar» [Jn 8: 11]).

Los tipos de razón más complejos y activos no son epifenómenos de las capacidades prerracionales de nivel superior que vayan a analizarse en este caso. Las formas superiores de la razón se consideran no materiales y cualitativamente distintas de estas capacidades inferiores, tal y como se estudia en el capítulo 15, sobre la persona como «Racional».

6. Encuentro activo con el mundo y sus condiciones. A través de la reflexión sobre las percepciones y cogniciones sensoriales, las personas adquieren conocimiento de los objetos que estudian. Además, esas percepciones forman la base del proceso de descubrimiento metafísico de las condiciones o causas no percibidas sobre la existencia, la bondad, la verdad, la relacionalidad interpersonal y la belleza. Es decir, proporcionan una base para una mayor reflexión racional, y son necesarias para conocer el mundo y encontrarse con los demás, con uno mismo y con Dios (Rom 1:20).