Supuestos para un diálogo

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Ya hemos mencionado la anterioridad de Dios y la posterioridad de la religión. Esta es la respuesta o reacción del hombre ante experiencias que remiten a Dios como a su fuente. Por otra parte, los actos religiosos se dirigen a Dios, aunque lo tengan como causa. Son un diálogo con él, un diálogo antropomorfizado porque es en lenguaje humano y trata a Dios como si fuese un hombre. Por esto, el lenguje religioso es el mítico, aquel lenguaje que habla impropiamente de Dios porque se expresa de él como si fuese mundano, pero tiene la gran ventaja de permitir al hombre expresarse sobre el fondo más último de la realidad que vive40. La última expresión del hombre antes del silencio apofático es balbucear acerca de Dios con toda la impropiedad que tiene el balbuceo41. A ese balbuceo sigue el silencio por la limitación del lenguaje humano, salvo que se salte esa limitación con el mito.

EL PLANTEAMIENTO ATEO42

La noción de ateísmo

Etimológicamente, a-Theós significa no Dios o sin Dios, la alfa es privativa. Lo que se niega, entonces, depende de la noción que se tenga de Dios. Sucede que la noción “Dios” es muy variada. ¿Qué dios se niega en cada ateísmo? Eso depende de lo que, en cada caso, se entienda por Dios.

Los dioses griegos, por ejemplo, vivían en el Olimpo, lugar alto (=destacado) pero todavía dentro del mundo y bajaban a los valles donde vivían los hombres. Los dioses y los héroes eran cercanos. Los héroes eran los mejores de los hombres. Son una especie superior dentro de un género común, e.d., eran lo mejor del mundo. Los dioses griegos eran comparables con lo mundano por muy superiores a ello que fueran. En este contexto, “divino” significa lo mejor de un género de cosas, lo cual implica comparación entre ellas.

El concepto más elaborado de “Dios”, el de la filosofía, es no-mundano, eso significa que Dios no es parte del mundo ni es comparable con lo mundano sino, precisamente, distinto a él. Así se concibe también a Dios en las grandes religiones monoteístas.

La noción teísta de Dios es distinta a la noción no teísta. En la primera, Dios es sujeto y por eso las religiones teístas tienen culto. En la segunda, en cambio, Dios no es sujeto y por eso no tienen culto. En la versión teísta se acentúa la diferencia Dios-mundo y en la segunda, no: lo absoluto es o parte del mundo o tiene mezcla con él, forma parte del todo.

Ateísmo puede significar: (1) la negación del teísmo, que es la negación del Dios-sujeto de las grandes religiones. Este significado de ateísmo es infrecuente, muy filosófico, pero se da. En este sentido, el budismo, p.ej., puede considerarse ateo porque no habla de Dios sino de un estado ideal de ausencia de sufrimiento que se alcanza por ejercicios o prácticas de parte del hombre. (2) Puede significar también la negación de toda forma de absoluto y en consecuencia también de la religiosa, como se da en el monismo materialista que sostiene que lo único que hay, e.d., que toda la realidad, es materia. (3) Puede ser también una negación solo y específicamente religiosa, no una general de toda forma de absoluto, como se da, p.ej., en la expresión coloquial “Dios no existe”.

Concepto y realidad de Dios

Dado que no es posible referirse a realidades abstractas sino por medio de conceptos de ellas, debemos comenzar por el nivel conceptual de aproximación a la realidad Dios. Y como los conceptos se comunican por términos, debemos tomar en cuenta las palabras que empleamos para traer a la inteligencia esos conceptos. Deberemos atender al nexo entre realidad, concepto y palabra para que nuestro interlocutor proceda en sentido inverso: de la palabra, al concepto y de este a la realidad que estamos refiriendo. El recorrido debe hacerse en los dos sentidos. Si el nombre no dice para el auditor lo mismo que para el que habla, no hay comunicación. El nombre “Dios” dice realidades en sí (ónticamente) distintas y relacionalmente (=religiosamente) distintas, según el contexto humano en que se esté.

Nivel conceptual: Cuando se niega o se afirma, se niega o afirma algo. Por esto, para ser ateo hay que tener un concepto de Dios que es la referencia de la negación. Hay que examinar la negación directa: qué está pensando como Dios el que niega su realidad. Solo conociendo esto puedo entender lo que está negando. Tanto la afirmación como la negación de Dios dependen de la comprensión que el sujeto tiene de lo que afirma o niega. Por esto, las distintas concepciones de Dios son importantes. Qué significa —por ejemplo— que se conciba a dioses sectoriales como Neptuno o Poseidón para el mar; Vulcano o Hefesto para el fuego y los metales; Plutón o Hades para el mundo subterráneo de los muertos, etc., y, por eso, múltiples y también, por otra parte, a Dios que no es sectorial y uno. ¿Qué se entiende entonces por “Dios”? La Biblia dice que los ídolos no son dioses (salmo 135,15-17), la consecuencia es que los que los adoran son ateos sin saberlo, a pesar de considerarse religiosos. Lo que separa a los yavistas de los idólatras parece ser una concepción de Dios porque diciendo el mismo nombre genérico, e.d., “Dios”, se refieren a realidades distintas. Esto nos trae al siguiente nivel de consideración.

Nivel real u óntico: qué es Dios. Aquí se distinguen la perspectiva filosófica y la religiosa. En la primera es entidad (ser)43, en la segunda, sujeto máximamente valioso. Estos son dos niveles de consideración de la realidad. Si no hay el primero, no puede haber el segundo. Pero pueden darse los dos, simultáneamente.

Afinar una explicación supone mantener siempre la diferencia entre la explicación y lo explicado, entre la teoría y la realidad sobre la que trata la teoría. Una explicación nunca agota la cosa explicada, siempre se puede progresar en la explicación. A veces se desliza, inadvertidamente, una identificación entre la explicación (científica o teológica) de algo y lo explicado (aquello que es objeto de la explicación, e.d., la realidad misma). Esto último es permanente, siempre habrá que explicarlo. Lo primero, en cambio, es transitorio, porque las teorías que explicaron ayer hoy son reemplazadas por otras mejores. Cuando, por inadvertencia, hay identificación de lo explicado con su explicación, fácilmente el rechazo de una explicación por deficiente lleva consigo el rechazo de lo explicado, como si eso no tuviese consistencia o realidad.

Nivel vivencial: Nos queda todavía otro aspecto. En un nivel más personal o existencial, puede uno preguntarse desde qué experiencia vital piensa una persona lo que dice sobre Dios. Cuál es la motivación existencial para afirmar o negar a Dios; si fue la vivencia negativa de la religión o fue una concepción filosófica acerca de la realidad la que lo llevó a negar a Dios. Este nivel explica los dos anteriores que, por eso, son más superficiales que el vital en cuanto son dependientes de este. Los diálogos rara vez llegan a este nivel, sobre todo cuando adquieren tono polémico que no debieran tomar. Cuando los diálogos llegan a este nivel, se profundizan mucho.

El ateísmo como cuestión filosófico-ontológica

El ateísmo es, directamente, una afirmación filosófica y no religiosa, pero con consecuencias religiosas. Es filosófica porque es un juicio de realidad, e.d., lo que se afirma es que no hay la realidad llamada “Dios”. Es, por lo tanto, un juicio ontológico, la negación de una realidad extramental. La afirmación religiosa, en cambio, es directamente un juicio de valor y no uno ontológico: ella dice que Dios es más valioso que todo el resto de la realidad y que, por ese motivo, la afecta a toda ella. El juicio de valor supone la realidad ontológica de ese valor y, por lo tanto, supone un juicio de realidad positivo, pero este último no es en sí mismo un juicio religioso. La afirmación filosófica no supone ni implica, necesariamente, la religiosa.

Por otra parte, el planteamiento ontológico no es epistemológico, no se plantea el modo de conocimiento de tal realidad. En esto se diferencia el ateísmo del agnosticismo, ya que este último es una cuestión epistemológica: consiste en decir que no sabe sobre Dios y no formula una negación ontológica de su realidad.

Hay entonces una relación entre la cuestión filosófica y la religiosa, pero una distinción clara entre ellas. Un juicio negativo de realidad cierra la posibilidad de un juicio positivo de valor, pero uno positivo de realidad no incluye el juicio de valor en el sentido religioso, e.d., afirmar la entidad Dios no implica que sea valioso en el sentido religioso como se ve, por ejemplo, en el deísmo.

El discurso ateo también es teología

Podría parecer contradictorio examinar el ateísmo en el capítulo titulado “La Cuestión de Dios” considerando que el ateísmo niega que haya Dios. Solo debieran entrar en ese capítulo los que afirman que hay Dios. Sucede que hablar de Dios es siempre teología. La afirmación “no hay Dios”, por ser una afirmación sobre Dios, es una afirmación teológica en cuanto a su materia e implica una concepción del Dios que se niega. El ateísmo debe explicar dos cosas. La primera: qué Dios es el que no hay, e.d., qué concepto de Dios niega, y la segunda, cómo sabe que no lo hay o, lo que es lo mismo, por qué no lo hay. Responder a estas preguntas es hacer teología.

Ateísmo y nociones de Dios

Es claro que declararse ateo tiene sentido solo con relación al Dios cuya realidad allí se niega, o de otro modo, el que niega piensa en el Dios que niega y lo concibe de algún modo. Es absolutamente determinante para el ateísmo aclarar los modos en que puede concebirse a Dios.

 

Los modos principales (los más frecuentes) son:

1.- Como seres mundanos, e.d., partes del mundo (=realidad a nuestro alcance). Partes mejores que otras. Así son los dioses griegos que son cercanos a los héroes. Estos dioses no son trascendentes al mundo, son la mejor parte de él y, por eso, comparables con el resto del mundo. Ante esta concepción de Dios, es fácil declararse ateo porque hoy prima la concepción filosófica de Dios o la procedente de las grandes religiones monoteístas, en cuya concepción Dios es distinto a todo lo mundano porque es trascendente a él.

2.- Dios es el todo de la realidad, esto es el panteísmo. Aquí no se distingue a Dios del mundo, son idénticos. Dios no es, por lo tanto, distinto del mundo y trascendente a él. En este caso no es posible ser ateo porque implicaría la negación de toda realidad y, entonces, incluso del negante.

A veces se concibe lo absoluto, no al modo del panteísmo como el todo de la realidad directamente, sino como algo estable que subyace a la realidad que experimentamos y que es cambiante. Eso subyacente sería la verdadera realidad. Concebida como energía en el Chi o como principio último y subyacente a la realidad que percibimos, el Tao. En estos casos, no es radical la distinción entre absoluto y no-absoluto. Así se da en algunas religiones no teístas.

3.- Dios como sujeto absolutamente distinto al mundo y absolutamente trascendente al mundo y máximamente inmanente al él (=creador). Actúa sobre el mundo sin estar preso como parte de él y siendo distinto de él. En este caso la distinción entre absoluto y no-absoluto, es radical. Así se da en las religiones teístas donde Dios es sujeto y radicalmente distinto al mundo. En esta concepción se juntan la filosofía del Ser (Dios como el Ser y no un ser [=ente]) y el monoteísmo judío (que influyó —en orden cronológico— en el monoteísmo cristiano y en el musulmán). Este último es el contexto, tanto conceptual como social, del ateísmo occidental de más peso. Es respecto a esta concepción de Dios que algunos afirman que no lo hay (ateos) y otros que sí lo hay (teístas).

Tipologías del ateísmo

Lo común al ateísmo es la afirmación “no hay Dios”, pero las razones de por qué se afirma eso son muy variadas. Entonces, hay distintos ateísmos. De aquí procede la importancia de las tipologías del ateísmo. Varias personas pueden coincidir en afirmar el ateísmo, pero no necesariamente por las mismas razones. La clasificación de las negaciones de Dios según sus motivos, que se llaman tipologías, deja ver la variedad de ateísmos que hay. El valor de las tipologías es que organizan un campo que es variado y suele considerarse, por error, unívoco.

El motivo de que haya tantos tipos de ateísmo como reflejan las tipologías es que la afirmación básica y común del ateísmo es una: “No hay Dios”. Sin embargo, las razones que la respaldan son muy variadas. Entonces, los ateísmos según motivo son varios y debiera hablarse en plural de los ateísmos. Como lo interesante es averiguar la razón por la que no hay Dios, pues de eso depende el valor de la afirmación, es necesario examinar entonces cada ateísmo independientemente.

Parece que la primera clasificación que debieran considerar las tipologías es la diferencia entre el ateísmo teórico y el práctico. El teórico es filosófico: no hay tal realidad extramental, lo cual es, como se ha dicho, un juicio de realidad. El práctico, en cambio, no se pronuncia sobre la realidad Dios, sino que prescinde de él para efectos vitales y vive “como si no hubiera Dios”44, lo cual no significa afirmar que no lo hay, sino evitar su influencia. Aquí entra la muerte de Dios de Nietzsche, puesto que su esfuerzo por convencer de que Dios no debe influir en la vida humana es un reconocimiento tácito de que puede influir, que es —precisamente— lo que quiere evitar.

Hay varias tipologías del ateísmo. Tomemos para comenzar la que adopta H. Waldenfels a la que habremos de corregir en un punto y completar en otros45.

1. “Unos niegan a Dios expresamente”. Esto, en el discurso de GS, se opone relativamente a lo que sigue que son los ateísmos derivados, e.d., a los que se llega como consecuencia. Parece referirse a las negaciones filosóficas directas de Dios, como la que se da en el materialismo ontológico. Este explica que, como no hay otra realidad que la material y como en el concepto teísta de Dios este no es una substancia material, no puede haber Dios porque ese concepto supone una substancia que no existe.

Este ateísmo es filosófico y no es directamente religioso, pero tiene consecuencias religiosas: no se puede creer (en el sentido teológico de esta palabra, cf. VTD s/v) si no hay en quién creer.

Para efectos del diálogo, a esta forma de ateísmo hay que responder filosófica y no religiosamente. P.ej., preguntando por el fundamento de la afirmación de que toda la realidad es material; o preguntando cómo se explica que haya algo siendo que podría no haber nada. Aquí entran las llamadas “pruebas de la existencia de Dios”.

2. “Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios”. Puede referirse al ateísmo consecuencia del agnosticismo o, también, al tipo 3 de esta tipología —el positivismo lógico—, que es una objeción epistemológica. Si nada puede decirse, nada puede saberse —agnosticismo— o nada puede expresarse —limitación del lenguaje—, en cualquiera de los dos casos hay que callar sobre Dios.

Por nuestra parte, el agnosticismo será tratado aparte porque es distinto del ateísmo, en este aspecto es un error incluirlo aquí ya que la negación de Dios es una coincidencia accidental entre el ateísmo y el agnosticismo. En ese momento se debe discutir el valor del agnosticismo como negación de Dios.

3. “Los hay que someten la cuestión teológica a un análisis metodológico tal, que reputa como inútil el propio planteamiento de la cuestión”. Se trata del ateísmo derivado del positivismo lógico, e.d., del sinsentido de la palabra “Dios”, en el supuesto de que solo tienen sentido las palabras que dicen realidades directamente experimentables. Como “Dios” no cumple esa condición, no tiene sentido.

La discusión de esta cuestión debe llevarse en dos líneas. Sobre el positivismo lógico debe preguntarse por su fundamento, ¿es seguro que el límite del lenguaje humano es lo positivo? ¿Las matemáticas, por ejemplo, cumplen con el supuesto del positivismo lógico? Y la segunda sobre el lenguaje teológico, hay que precisar qué se dice cuando se dice “Dios”, e.d., de qué clase de realidad se está hablando y, por lo tanto, cuál es el sentido de esa palabra.

4. “Muchos, rebasando indebidamente los límites de las ciencias positivas, pretenden explicarlo todo sobre la base puramente científica… “. Es el llamado “ateísmo científico”, que trataremos aparte, más abajo. Haremos por ahora solo algunas observaciones generales. Se basa en que Dios no aparece como objeto directo de la ciencia natural, o en suponerlo explicación causal-directa del mundo. Estas son cuestiones epistemológicas.

A este ateísmo se lo ha relacionado también con la autonomía del mundo46. Esta significa que el mundo tiene leyes propias, inscritas en él mismo, y un valor propio que el hombre —gracias a la ciencia empírica— ha podido descubrir. Esas leyes y ese valor, no lo conocen los hombres por los escritos sagrados sino por el estudio directo del mundo. De el hecho que el mundo tenga leyes propias algunos han concluido que es independiente de Dios y que el hombre puede usar del mundo como le plazca47, en lo cual hay incluido un rechazo a Dios como creador y como quien se revela al hombre inteligente mediante el descubrimiento que este hace del mundo. Hay, por lo tanto, un ateísmo.

Las ciencias positivas han tenido también otro efecto sobre la conciencia humana en lo que toca a Dios. El dominio sobre el mundo le ha cambiado también al propio hombre su conciencia respecto a sí mismo. Cuando el mundo lo experimentaba como rígido, imponiéndole reglas incambiables, este le hablaba de Dios también en forma rígida. La ley de Dios estaba expresada en el mundo rígido. La experiencia que el hombre tenía de sí mismo era la de un ser sometido a las reglas del mundo, que eran las puestas por Dios. El mundo que antes fue rígido, e.d., que le imponía al hombre condiciones incambiables por este, ahora —gracias a la tecnología— se ha vuelto plástico al dictado humano. Y el hombre se experimenta como quien le dicta las leyes al mundo, como un ser más autónomo que antes respecto al mundo48.

5. “… o, por el contrario, rechazan sin excepción toda verdad absoluta”. Se refiere al ateísmo epistemológico (y, por esto mismo, debiera quedar referido al agnosticismo y no —directamente— al ateísmo) que procede de una teoría del conocimiento que no da lugar al conocimiento de lo absoluto por parte del hombre. Si la verdad que es capaz de conocer el hombre es siempre relativa (sea en el sentido de limitada, p.ej., transitoria; o, en el sentido de que el objeto del conocimiento humano es solo la realidad mundana que no es absoluta), en los dos casos, Dios queda fuera de lo cognoscible porque, por definición, es absoluto. E. Kant, p.ej., sostiene que Dios no es cognoscible por la razón pura. Si se toma esta parte de su afirmación, da base para un ateísmo epistemológico; pero si se toma el resto de su afirmación, e.d., que es una necesidad de la razón práctica, entonces es cognoscible, pero de otro modo.

Sobre esta forma de ateísmo, y en relación con el diálogo, hay que notar que quien afirma que no hay nada absoluto y, por lo tanto, no puede haber Dios, ya afirmó que hay algo absoluto: el hecho de que no hay nada absoluto es una afirmación absoluta; y en eso contradijo su intención.

6. “Hay quienes exaltan tanto al hombre, que dejan sin contenido la fe en Dios, ya que les interesa más, a lo que parece, la afirmación del hombre que la negación de Dios”. Es el llamado “ateísmo humanista”, según el cual, para que se desarrolle el hombre hay que separarlo de Dios porque este es oprimente. Concibe a Dios como un competidor del hombre. Esta es una forma de ateísmo moderno por razón de la autonomía del hombre, la cual sería imposible con Dios49.

Un ejemplo de este ateísmo lo tenemos en F. Nietszche50, quien propone la “muerte de Dios” que significa no que Dios muera en sí mismo, sino que deje de influir sobre el hombre, que muera en su eficacia para que el hombre sea un super-hombre que lo determine todo sobre sí y domine sobre los más débiles que él. La muerte de Dios es para dar más poder al hombre, porque Dios lo limita. K. Marx, p.ej., quien pensaba que Dios impedía la liberación sociopolítica del hombre oprimido51. Y, un tercero, J.P. Sartre, con su ateísmo postulatorio, e.d., pedido por la autonomía del hombre.

7. “Hay quienes imaginan un Dios por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio”. El valor de este ateísmo no alcanza, por lo tanto, a Dios en cuanto este se revela en el cristianismo porque se refiere a otro concepto de Dios. Queda entonces así limitado el valor de la negación.

Esto plantea la cuestión de qué noción de Dios tiene el ateo cuando niega a Dios. En principio y en general se refiere a la noción teísta de Dios, e.d., un Dios sujeto absoluto, como se lo encuentra en las llamadas “grandes religiones”, y no se refiere a Dios como fuerza impersonal (como se lo piensa en el animismo) ni a la noción panteísta de Dios.

8. “Otros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo para preocuparse por el hecho religioso”. Se refiere aquí al ateísmo implicado en la llamada “indiferencia religiosa”, e.d., donde Dios no interesa y por eso se prescinde de él. Se lo considera como alguien que no afecta a la vida humana, la que, por eso mismo, se debe desarrollar independentemente de él.

 

Puede referirse también al ateísmo práctico, que no es una negación directa de Dios —puede coexistir con una afirmación filosófica de él— pero Dios no afecta la vida práctica, porque las decisiones se toman sin referencia a Dios, sino solo por consideraciones intramundanas.

Esta forma de ateísmo puede referirse también al resultado del silencio o vacío sobre Dios que se ha producido en ciertas sociedades donde esa palabra se prohibió en el uso público o, en versión más fina, se la evita intencionalmente. Como las realidades abstractas solo se hacen presentes mediante símbolos (por ejemplo, el nombre), si se hace silencio sobre él, se va borrando de la conciencia52.

9. “Además, el ateísmo nace a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo…”. Es el ateísmo por escándalo del mal53, que consiste en esto: como Dios, por definición, tiene que ser bueno y todopoderoso, si no ha arreglado el mal que hay en el mundo, es que no cumple esas condiciones y ya no es Dios. Esta es una de las formas del ateísmo con notable eco en el mundo moderno, cf. Albert Camus o Eugenio Ionesco, o en Dostoiewsky, en el personaje Iván Karamazov54.

10. “… o [el ateísmo nace a veces] como adjudicación indebida de carácter absoluto a ciertos bienes humanos que son considerados prácticamente como sucedáneos de Dios. La misma civilización actual, no en sí misma, pero sí por su sobrecarga de apego a la tierra, puede dificultar en grado notable el acceso del hombre a Dios”. Se refiere al ateísmo como efecto de materialismo práctico que va cerrando la conciencia a la relación de la vida humana con Dios. Le parece que esta depende solo de los medios materiales de superviviencia y de nada más, con lo cual Dios queda fuera de su consideración.

A esta tipología del ateísmo se puede agregar todavía las siguientes:

1. El ateísmo relativo implicado en la monolatría55 que se da en un contexto politeísta. A Sócrates se lo acusó de ateo, no en el sentido de negar que haya Dios, sino en el de sustituir los dioses de Grecia por otros nuevos56, e.d., de ser ateo respecto a algunos dioses, pero no absolutamente. A esto habría que llamarlo un ateísmo relativo.

También a los cristianos se los acusó de ateos hacia fines del s.I y durante el II, por no adorar a los mismos dioses que el resto de la población del Imperio. Plinio el Joven acusa en la Carta 10,96 dirigida al emperador Trajano a los cristianos por negarse a ofrecer incienso y vino ante las estatuas del Emperador y dice que le parecen sacrílegos. El sacrilegio es un delito religioso, que es la profanación de algo santo y, por eso, relacionado con Dios. El apologista Justino, mártir hacia el 165, después de haber mencionado el caso de Sócrates se refiere al de los cristianos a los que se acusa de ateos. El de los cristianos es un ateísmo relativo, verdadero en cuanto no dan culto a ciertos dioses, pero falso en el sentido de que no darían culto a ningún Dios:

De ahí que se nos dé también el nombre de ateos; y, si de estos supuestos dioses se trata, confesamos ser ateos; pero no respecto al Dios verdaderísimo, padre de la justicia y de la castidad y de las demás virtudes, en quien no hay mezcla de maldad alguna57.

Los pueblos monoteístas no necesariamente lo fueron desde el comienzo. El monoteísmo en sentido estricto58 fue tardío en Israel. Hay una etapa de la vida de Israel, p.ej., en la que se acepta que hay muchos dioses (politeísmo), y que el Dios de Israel es uno y por eso ellos deben abstenerse de dar culto a otros. Ellos deben ser monólatras, e.d., dar culto a un dios, al suyo, pero sin negar que haya otros, los de los otros pueblos, pero esos no les corresponden a los israelitas. La aceptación de la pluralidad de dioses, que es el contexto del politeísmo y de la monolatría, se ve, p.ej., en textos como estos: salmo 97,9: “Yavé está por encima de todos los dioses”. Dt 32,12: “Solo Yavé guía a su pueblo a su destino, con él ningún dios extranjero”. Dt 5,7: “No tendrás otros dioses rivales míos”.

Israel llegó en algún momento de su desarrollo religioso a ser monoteísta al darse cuenta de que los otros dioses no son tales, salmo 135,15ss: “tienen boca y no hablan”, etc., e.d., que son ídolos59, e.d., imágenes de metal o madera, pero no lo fue siempre. En Is. 45,21: “No hay otro dios fuera de mí”, tenemos ya una concepción explícita de monoteísmo; como en Si 36,4: “… porque no hay Dios fuera de ti…”.

2. El ateísmo religioso. Supuesta la distinción entre la perspectiva filosófica y la religiosa sobre Dios, e.d., Dios como entidad y como sujeto valioso, es posible, en el ámbito religioso establecer un ateísmo religioso. Si un hombre confiesa a Dios, pero no vive según ese Dios como supremo valor que ordena su vida, es religiosamente un ateo. En la medida en que los hombres religiosos no son coherentes con su confesión, son ateos; todo hombre religioso se reconoce pecador y eso es reconocerse parcialmente ateo, pues en cada pecado hay un acto de ateísmo incluido porque se ha preferido un ídolo (que no es Dios y se lo ha antepuesto a Dios). En ese acto pecaminoso Dios no fue su absoluto vital.

En la tradición religiosa existen las llamadas “segundas conversiones”. Estas consisten en un descubrimiento tardío de un valor de Dios mayor que el que se había vista hasta ahora. Aunque ya se era religioso, no se había entendido en profundidad su valor. La segunda conversión es una profundización, primero cognoscitiva, e.d., “darse cuenta de…”, y luego un cambio de vida a consecuencia del descubrimiento del valor de Dios. El converso se da cuenta de cuán ateo era antes y cómo no tenía conciencia de ello.

3. El ateísmo metodológico. Aunque el hombre religioso tiene una visión de mundo relacionada con Dios como absoluto de la que no puede prescindir a menos que deje de ser religioso, en cuestiones científicas debe enfrentar el objeto de su ciencia solo conforme al método de ella y prescindiendo de las explicaciones teológicas que él tiene sobre la realidad. A esto se llama “ateísmo metodológico”, que es exigido por el método de su ciencia y no porque el científico sea, él mismo, ateo. La prescindencia no es aquí negación.

Aunque para el hombre religioso todo tiene un significado religioso, e.d., todo tiene relación con Dios, no debe traer esa relación como argumento, e.d., como solución o explicación científica a la cuestión intramundana que investiga, porque la ciencia responde a preguntas distintas a las de la teología. La ciencia está para explicar la estructura y la función del mundo, y la teología para explicar la relación del mundo con Dios. La razón, por lo tanto, del ateísmo metodológico es que se está tratando de aspectos diferentes de la realidad.

El ateísmo metodológico no significa que no haya relación entre Dios y la tarea científica. Esa relación se da, al menos, en dos sentidos.

1º La ciencia de cada época influye en la teología de esa época60, en el sentido de que dicen el modo como crea, p.ej., de una vez o de a poco, evolutivamente. La teología debe explicar la relación de ese mundo con Dios, ese mundo cuya estructura y función son como descubre la investigación directa del mundo, independientemente de la teología.

El modo de teologizar de los hombres de una época depende de la ciencia vigente en su época. Por ejemplo, la biología o la cosmología vigentes le dicen al creyente cómo crea Dios el mundo, pero no el hecho de que Dios sea el creador, que es la cuestión teológica. El modo de crear de parte de Dios, que influye en la teología como explicación, cambia según la visión de mundo de cada época. La teología va mejorando con el progreso de la ciencia, aunque no cambie lo esencial que ella explica que es la relación de la realidad mundana con Dios.

2º La religiosidad del científico influye en su tarea, en el sentido de que lo impulsa a ella con una motivación radical (procedente de Dios, el máximo valor) a preocuparse de investigar el mundo que Dios está creando, y le da a su oficio un significado religioso que no ven y del que no saben otros precisamente por el ateísmo metodológico61.

Habría tres fuentes del ateísmo particularmente vigentes en la época moderna: por razón de la autonomía del mundo prehumano, e.d., de la naturaleza; de la autonomía del hombre y a causa del mal.

1. Por razón de la autonomía del mundo