Interacción tras el volante de los conductores de taxi en Bogotá:

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Los relatos de Armando, Ricardo y Gregorio corroboran una de las características centrales en los trabajos de servicios: los consumidores del servicio son agentes activos en la producción. En términos de De la Garza (2010 y 2013) y Lazzarato (2001) la interacción del conductor con los pasajeros es la condición para generar la producción inmaterial.

A partir de lo anterior, cabe decir que la interacción verbal con los pasajeros es lo más importante de la producción inmaterial, pues estas interacciones crean significados para los pasajeros del servicio, como la interpretación a los conductores como psicólogos, y, a su vez, significados para los mismos conductores sobre la esencia de su trabajo: sentirse psicólogos al prestar su servicio. De este modo, los conductores saben qué pueden ofrecer a sus pasajeros en los trayectos, pues ellos mismos les han transmitido sus gustos y necesidades.

A lo largo del recorrido pueden surgir conversaciones prolongadas sobre diversos temas. La secuencia de interacción puede tener dos rumbos: una vez se saludan conductor y pasajero, se introducen, en primera instancia, turnos de palabra preliminares —que son susceptibles de extenderse o no, según las circunstancias— como la mención del destino o la ruta para llegar; como segunda opción, se puede o no extender la interacción verbal. De extenderse, se logra entablar una conversación. En este tipo de interacción, ambos agentes pueden hacer uso de secuencias fáticas13, las cuales muestran el interés del hablante por su oyente, su deseo de decirle algo agradable o de crear vínculos de unión con él. De esta manera, las secuencias fáticas no son solo relevantes, porque con estas los hablantes comunican el deseo de interactuar con el oyente, sino porque también se sigue una información cultural relativa a la manera de interactuar (Padilla, 2003).

A este respecto, el conductor Ricardo comentó que la extensión de la conversación depende tanto del cliente como del conductor: “Hay unos pasajeros que se suben y me dicen, ‘señor, usted al menos habla’. Hay conductores que no les hablan [a los pasajeros]. ¿Están bravos? No sé”. Aquí se muestra que algunos pasajeros esperan que el conductor esté dispuesto a entablar una conversación. Sin embargo, no se trata solo de la conducta de los conductores; la decisión de extender la interacción a una conversación debe tener la aprobación de ambos agentes sociales. Por eso, algunos conductores también esperan que los pasajeros sean quienes inicien la conversación. El canal comunicativo entre conductores y pasajeros está abierto continuamente y en cada interacción se modifica el servicio que presta el conductor de acuerdo con los gustos del cliente.

Para ilustrar lo que se acaba de exponer, presentamos el relato de Luis, de 37 años, quien trabaja como conductor en Bogotá hace aproximadamente cinco años: “A veces hay carreras en las que el pasajero es dado a hablar y otras en las que uno es como un bulto y no le dicen nada, ni lo miran”. De ahí que, después de saludarse y saber el destino del pasajero, Luis prefiera que sean los pasajeros los que inicien la conversación: “Yo espero a que me hablen [los pasajeros]. Qué oso uno hablarles y que no le respondan; eso sí es feo” (Luis, conductor de taxi, centro de salud Centenario, 22 de febrero, 4:15 p. m.).

Las palabras de Luis dan a entender que los conductores viven un proceso dual (o canal abierto de comunicación), en el que indican a los pasajeros cómo van a actuar e interpretar las acciones hechas por estos (Blumer, 1969, p. 10). A su vez, el canal comunicativo del trabajo inmaterial modifica constantemente el producto a consumir de acuerdo con los gustos del consumidor (Lazzareto, 2001). El cliente coopera para producir el servicio y el conductor decide si adaptarse o no. Como se puede observar, hay una constante interacción entre ambos agentes para producir un servicio en el que los dos individuos estén a gusto.


Fotografía 4. Lorenzo charlando con sus pasajeros

Fuente: Fotografía de Lorena Galeano, 27 de noviembre de 2014.

Por esta razón, lo que determina la existencia de una conversación son los símbolos que los pasajeros les dan a los conductores y que estos interpretan: en el caso de Luis, él espera a que le hablen. Blumer (1969) llamó este proceso, en el que cada individuo debe tener en cuenta las acciones de los otros para construir sus propias acciones, la base de los grupos humanos: individuos en asociación. Esta asociación existe en la medida que las personas interactúan y constituyen, en consecuencia, una interacción social en un nivel simbólico.

Cabe agregar que los conductores no solo construyen conversaciones con sus clientes porque estos se lleven un significado positivo de su servicio. En palabras de Luis: “Para que la carrera sea chévere”. Por medio de la conversación con los pasajeros, los conductores transforman los significados negativos que hay sobre el servicio que estos prestan en Bogotá. Entonces, la acción de permanecer en silencio guarda varios significados: el de la incomodidad, el temor y la distancia entre conductor y pasajero, según indicó Luis. “A los taxistas nos hacen mala fama y muchas personas creen que somos malos. La gente es prevenida con uno, hasta se pueden hacer los locos con los celulares para evitar hablar con uno; eso solo lo sabe el pasajero”.

La mala fama mencionada por Luis se relaciona con los significados que se han creado sobre los conductores de taxi, pues a través de los encuentros entre individuos que han usado el servicio se mantienen o modifican algunos de estos significados. Un ejemplo de estos significados es inseguridad, dado que los usuarios del servicio no tienen garantías de que los conductores no les van a generar algún daño. Esta percepción está asociada a dinámicas del trabajo de conducir taxi como la poca regulación que las entidades de movilidad distrital ejercen sobre el ingreso de conductores a esta labor.

La reproducción de los significados negativos se ha dado, en gran medida, a través de la opinión pública. Según Blumer (1969), la formación de la opinión pública se produce mayoritariamente por medio la interacción de los grupos, como una función de una sociedad en operación. En consecuencia, algunos conductores como Luis prefieren que los pasajeros sean los que inician las conversaciones, pues reconocen que su trabajo es un objeto cargado de ciertos significados que la sociedad ha construido, mantenido o modificado mediante interacciones y experiencias durante los recorridos que tienen en los taxis de Bogotá.

Con todo, hay conductores de taxi que consideran que parte de su oficio es hablar con los pasajeros y escucharlos. Tal es el caso de Marco, conductor mencionado anteriormente, que en la mayoría de los recorridos inicia la conversación: “[Yo] les pongo tema a los pasajeros, trato de hablarles, porque no ve que a uno le da sueño y para que sea más amable el viaje. […] también les hablo para conocerlos. Cuando se sube un cliente, yo siempre le pregunto que por cuál ruta quiere ir; porque después dicen que uno los quiere llevar por la más larga para cobrarles más”.

Aunque el significado que lleva a Marco a conversar es hacer el viaje más ameno por medio de la interacción, la conversación que establece con el pasajero también es un recurso que usa para hacerle un perfil y construir otras acciones que satisfagan al usuario. “Uno crea perfiles de los pasajeros […] por ejemplo, si es un ejecutivo, le va a gustar la música clásica; entonces, no le voy a poner otra música. Otros me dicen, ‘me pone La W; me gusta escuchar esa emisora’”. Marco ha creado significados sobre los cuerpos de los demás. Un cuerpo vestido de manera formal —que solicita el servicio de taxi en una zona específica de la ciudad— es interpretado por los conductores como ejecutivos o administrativos. En cambio, los cuerpos cuya vestimenta es más deportiva o menos formal, ubicados en una zona catalogada por los conductores como popular, serán interpretados de una manera diferente.

De esta manera, se evidencia que el modo en el que los conductores de taxi se dirigen a los pasajeros está guiado por los significados que tienen de la ropa. No obstante, es a partir del encuentro que el conductor tiene con el pasajero dentro del taxi que el primero crea un significado sobre el segundo. Eso sí, este significado se modificará a través de los procesos de interpretación. En palabras textuales de Marco: “Hablarles [a los pasajeros] es sinónimo de conocer al cliente. Porque si sube aquí [refiriéndose al taxi] un pasajero diciendo ‘quiubo perrito, me lleva a tal lado’, uno dice, ‘uy, me equivoque’”.

A partir de lo expresado por los conductores, pudimos identificar que una de las principales acciones de su trabajo, y por medio de la cual le dan significado, es relacionarse con los pasajeros a través del acto del habla. De ahí que algunos conductores se llamen a sí mismos psicólogos, consejeros o hasta “doctores corazón” como nos confesó Hernando, conductor de taxi, desde hace quince años, e ingeniero mecánico. Él acostumbra a conseguir pasajeros en la terminal de transportes (Hernando, conductor de taxi, 27 de diciembre de 2016, 5:00 p. m., playa de la terminal de transporte). Entonces, conducir taxi significa, en muchos casos, ser oyente y consejero del pasajero.

Además, los conductores no solo escuchan a los pasajeros; la interpretación que hacen de lo que escuchan los lleva a responder con anécdotas o historias que ellos han vivido. Así, la conversación no se centra en un solo agente social. A cada una de las interpretaciones que los agentes le dan al relato le corresponde una respuesta. De este modo, la intervención de ambos se hace necesaria: la del trabajador y la del cliente. Por tanto, el pasajero —en medio de la interacción que tiene con el conductor— también debe interpretarse a sí mismo como oyente para construir un significado tanto del servicio prestado como del conductor.

 

Con lo anterior, se esclarecen dos de las características principales que De la Garza (2013) explicó acerca del trabajo no clásico. La primera consiste en que el trabajo de conductor de taxi implica una producción simbólica, la cual se genera por medio de la interacción. En palabras De la Garza: “El componente simbólico del producto […] puede predominar sobre las objetivaciones físicas de los productos. Los productos simbólicos pueden ser objetivados o subjetivados. Pero en ambos casos el núcleo de la actividad de trabajar se realiza en la conciencia del trabajador y no manualmente” (p. 30). En la segunda, el cliente aparece como un actor que participa en la producción; esto lo hace por medio de un canal de comunicación entre consumidor y productor: el que Lazzarato (2001) identifica como eje de los trabajos inmateriales.

Desenlace del trayecto: interacciones verbales y materiales

Finalmente, analizaremos el momento que cierra la interacción simbólica que se da entre pasajero y conductor, la cual está marcada por dos acciones: el pago por el servicio prestado y la despedida. El primero se fija a partir de la cantidad de unidades marcadas por el taxímetro durante el tiempo del recorrido. Según los datos recolectados, los usuarios suelen preguntar por el valor a pagar antes de que el conductor lo mencione. Así, encontramos que pagar por el servicio prestado es también una interacción que tiene el conductor de taxi con su clientela, tal como lo establece Davis (1959) en su texto The Cabdriver and His Fare: Facets of a Fleeting Relationship.

Cuando el conductor recibe el dinero por el servicio, este pago se vuelve una acción que comparte un mismo significado tanto para el pasajero como para el conductor: la retribución por el servicio que se prestó. Es decir, el pago porta el significado de que el usuario —ante la acción de ser transportado a su lugar de destino— retribuirá al conductor por medio de dinero. Si bien la acción de pagar posee un significado común entre pasajero y conductor, hay ocasiones en que no se realiza el pago, según comentaron algunos conductores de taxi.

Ese fue el caso de José, hombre de 52 años y conductor de taxi por más de 10 —es propietario de un taxi vinculado a la empresa Taxis Verdes S. A. S.—. Él relató que, en algunos trayectos, no recibió el pago por prestar el servicio de taxi. Nos contó que cuando inició en este oficio, “muchos pasajeros se subían y, cuando llegaba al destino, me decían: ‘señor, me robaron la billetera’. O, una señora se bajó en un semáforo sin pagar, y pues ¿yo qué hago? no me voy a bajar a pelearles, pegarles o perseguirlas” (José, conductor de taxi, 2 de marzo de 2016, 11:00 a. m., empresa Taxis Verdes S. A. S.). No recibir el pago por el servicio prestado es una de las situaciones con la que los conductores deben lidiar en su labor.

En algunos de los recorridos que presenciamos, los pasajeros se despidieron y agradecieron, mientras que, en otros, solo se despidieron sin dar las gracias, pero mostraron una buena actitud hacia el servicio. Estas acciones están influenciadas por los significados que el pasajero definió sobre el servicio de taxi que el conductor le prestó.

El pago y el recorrido son relaciones sociales que un conductor de taxi tiene con su clientela (Davis, 1959; p. 158). Por eso, el conductor se dirige al pasajero como su cliente; y busca, además, ofrecerle un servicio que sea interpretado de manera positiva. De ahí que el canal comunicativo que establecen en el recorrido sea importante, ya que el conductor lee e interpreta los significados de lo que el pasajero desea, por medio de las interacciones, y frente a eso construye acciones. Esta satisfacción del cliente se ve reflejada en una propina, es decir, un dinero extra al estipulado por las unidades del taxímetro. La propina tiene un papel relevante en la labor de un conductor de taxi, pues es otra fuente de ingresos para el conductor. Esto se debe a que, en Bogotá, los conductores de taxi, en su mayoría, alquilan el vehículo.


Fotografía 5. El taxímetro es el que da a conocer el precio de la carrera

Fuente: Fotografía de Lorena Galeano, 27 de noviembre de 2014.

Según Rodríguez y Acevedo (2011), el 84 % de los conductores que trabajan en el turno de noche en la ciudad deben pagar por el alquiler el taxi. Esto indica que el dinero ganado por el préstamo del servicio es compartido con el propietario del vehículo. No obstante, la propina es un ingreso económico adicional que, al no estar prevista dentro del producido que se debe entregar al propietario del taxi, queda como ganancia para los conductores (Davis; 1959). Por consiguiente, el significado que tiene dar una propina dentro de la relación conductor-pasajero es el aprecio por el servicio brindado.

6 El self es el producto del proceso social que permite pensarse a sí mismo tanto sujeto como objeto. El mecanismo general del self es la capacidad de las personas de ponerse en el lugar de otros y verse a sí mismas como las ven otros.

7 Traducción propia.

8 Los nombres de los conductores y demás agentes sociales que hacen parte del ámbito del trabajo que se presentarán a lo largo de este libro han sido cambiados por seudónimos con el fin de guardar su anonimato.

9 El taxímetro cuenta una unidad cada metro, si el auto está moviéndose; y una unidad cada 30 segundos, si el auto se detiene

10 Término que se usa para definir el servicio de taxi en Bogotá.

11 Servicio que realiza el conductor fuera de la ciudad. Es necesaria la planilla para dicho recorrido.

12 Esta versión está basada en la traducción de Juan Zorrilla, publicada en Antología de Sociología Urbana, compilación de Mario Bossols, Roberto Donoso, Alejandra Massolo y Alejandro Méndez (UNAM, 1988) y en la versión publicada en la Revista Discusión, 2 (1977), Barral.

13 “Los enunciados fácticos son un ejemplo de un comportamiento lingüístico institucionalizado cuyo proceso de comprensión viene facilitado porque los individuos favorecen una interpretación concreta de algunas secuencias lingüísticas. Dicha institucionalización se puede dar a través de dos procesos: la estandarización y la convencionalización” (Padilla, 2003, p. 819).

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“El taxi es la oficina de uno”

Referirse verbalmente al vehículo con palabras como el amarillito, el taxi o zapatico es común entre los conductores de taxi, dado que es el espacio que habitan la mayor parte del tiempo. El conductor Álvaro, por ejemplo, utilizó el término oficina para describir la relación que tiene con el auto: “El auto es nuestra oficina” (Álvaro, conductor de taxi, 11 de marzo de 2016, calle 85, 12:00 a. m.).

Álvaro hizo una comparación del taxi con los espacios donde se desarrollan la mayoría de los trabajos clásicos y formales: la oficina. Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), la oficina es un “local donde se hace, se ordena o trabaja algo” (2014). Para los conductores, el auto es su herramienta principal de trabajo y es el espacio en el que habitan durante toda su jornada y turno de trabajo.

El taxi es una oficina móvil que les da a los conductores la capacidad de ir a cualquier parte, de moverse, de autodirigir la vida con libertad (Featherstone, 2004). El taxi además de ser interpretado como un espacio habitado, es un conjunto construido por el conductor y el vehículo, dos piezas diferentes que se integran para prestar el servicio de taxi.

En esta interacción ambos objetos se vuelven compañeros que trabajan para conseguir un mismo resultado. Featherstone (2004) define este conjunto de conductor y carro como un complejo o ensamblaje y no como un híbrido, ya que los ensamblajes pueden separarse y los híbridos no. Este complejo conductor-carro “no es una persona ni una cosa, se trata de un ser social que adquiere propiedades de ambos, de tal forma, que el uno no puede existir sin el otro”14 (p. 13).

Bruno Latour (2005), a través del concepto de actante, define los objetos como actores en tanto que “modifican con su incidencia un estado de cosas” (p. 106); de manera que (el objeto), al ser un actor, actúa y construye significados sociales. Desde este concepto, el vehículo amarillo influencia lo que conducir taxi significa en Bogotá, pues construye acciones y significados.

Los conductores, en efecto, nos llevaron a identificar un significado importante sobre su labor como conductores —que no pueden pensarse como tal (conductores) sin el vehículo que conducen—. Así, el taxi es interpretado como su dupla de trabajo y como un objeto que también construye acciones y contribuye a los significados de lo que es conducir taxi.

El taxi, por su parte, es un objeto que aporta a la construcción simbólica y a la producción inmaterial que el conductor genera junto con su pasajero, dado que ambos agentes sociales están compartiendo el espacio dentro del taxi; en razón de este objeto, y dentro de él, una dinámica que se asocia al trabajo no clásico (De la Garza 2011 y 2013). No obstante, De la Garza no incluye al taxi como un objeto participante dentro de la producción del trabajo de conducir taxi, pues al ser un objeto inanimado no fue visto como productor de significados. De modo que es la interpretación que le dan los conductores a los vehículos de taxi la que permite afirmar su participación en la producción inmaterial y simbólica.

Es así que los taxis están directamente relacionados con quienes los conducen, ya que no existe conductor de taxi sin su vehículo, pero tampoco taxi que preste el servicio sin conductor. El conductor convive con la máquina a diario, interpretándola como un rincón en medio de la incertidumbre de la ciudad; un lugar para ser (Torres, 2011).

En adelante, ampliaremos la exposición de estos significados y mostraremos que el vínculo entre conductor y taxi se hace manifiesto por medio de cuatro acciones e interacciones principales: personalización del taxi, la limpieza del vehículo, el mantenimiento mecánico y la forma de construir interacciones sociales.

Personalización del taxi

Las reglamentaciones sobre cómo deben ser los vehículos de taxi varían según las ciudades o municipios; sin embargo, siempre queda un espectro de libertad que hace que haya diferencias entre los taxis. La edad del taxi; el aseo de este; el estado mecánico; el confort, y muchas otras características de la flota están relacionadas con la personalidad que los conductores quieren darles a sus autos; por esto se marcan diferencias físicas entre los taxis en Bogotá.

La elección de la marca y el modelo del taxi están influenciados por el rendimiento técnico y económico que le representa el vehículo al propietario, ya que cuanto menor sea el costo del vehículo, también lo será su mantenimiento (refacciones, arreglos mecánicos, consumo de combustible) y, por tanto, ayudarán al conductor en sus balances económicos.

Con lo que se viene diciendo, cabe citar el estudio desarrollado por Rodríguez y Acevedo (2012), según el cual, en Bogotá, más del 62 % de los vehículos taxi tienen motores pequeños y un cilindraje de 1000 cm3. Esta característica influye en la elección del modelo del carro, pues el cilindraje del motor del taxi tiene efectos en el consumo del combustible. Es decir, que a más bajos cilindrajes se observan mayores rendimientos, lo que genera un menor consumo de combustible. Lo anterior es beneficioso tanto para los propietarios del taxi como para los conductores (que no siempre son la misma persona) que pagan el alquiler de los autos.

Así pues, el conductor de taxi Juan, que lleva 10 años trabajando en este oficio y que es propietario del taxi que conduce, se refirió a los modelos de vehículos pequeños: “La gente prefiere carros pequeños […] porque piensa que pueden meterse mejor en los trancones, más que un carro grande. Además, son más económicos en combustible” (Juan, conductor de taxi, calle 42, 11 de febrero de 2016, 11:00 a. m.).

 

Fotografía 6. Los carros de la casa Hyundai, modelo Atos, son conocidos como “zapatico”

Fuente: Fotografía de Lorena Galeano, 30 de mayo de 2017.

De modo similar lo explicaron los vendedores —Diana, Karen y Moisés— de la estación de gasolina cercana a la playa de la terminal de transporte de Bogotá; comentaron que los taxis que más han visto tanto en la estación como en la playa de la terminal son de modelos pequeños. En palabras de Moisés: “Casi todos los taxis acá y en todo lado son zapaticos” (Diana, Karen y Moisés, vendedores de la estación de gasolina de la terminal, 6 de enero de 2016, 11:00 a. m.).

El término zapatico hace referencia a modelos pequeños como el Hyundai Atos, el Picanto Ion —parte de la marca Kia— o el modelo Spark de la marca Chevrolet. Estos modelos de taxi tienen características físicas tales como vidrio en la puerta del baúl (quinta puerta) y un techo alto que forman una figura parecida a la de un zapato pequeño. De ahí, el apodo zapatico que no solo fue mencionado por varios conductores, sino también por agentes sociales, como Moisés, que tienen contacto con los conductores.


Fotografía 7. Los taxis también pueden ser “engallados”

Fuente: Fotografía de Lorena Galeano, 15 de agosto de 2016.

Algunos conductores materializan su personalidad en el carro, pues este está profundamente arraigado a las formas en que el conductor interactúa con la sociedad. El carro y el conductor construyen interacciones con otros conductores, pasajeros y espacios.

De manera que en la relación con el auto no solo se apela a un sentido aparentemente estético y sintético, sino que el uso de los automóviles para transportar personas transforma la manera en que los conductores perciben el mundo: el conductor de taxi no solo se identifica con el taxi, lo hace a través de este, y con este.

En este sentido, el vehículo de taxi es un actante importante en la red que compone el trabajo de conducir taxi en Bogotá. En efecto, no se podría hablar de conducir taxi sin el vehículo. El vehículo no solo se limita a ser conducido, sino que además trasmite significados del conductor mismo. De ahí que los conductores utilicen la acción de decorar sus vehículos como medio de expresar sentimientos, pensamientos o vivencias que tienen como seres humanos; a esto lo hemos llamado personalización. En palabras de Torres (2011): “Al personalizar el taxi los conductores ponen en acción su capacidad para ajustarlo a sus necesidades, y con base en sus experiencias lo dotan de posibilidades infinitas” (p. 27).

De esta manera, los accesorios de lujo tales como rines, car-audio, entre otros, son una de las manifestaciones de la personalización del taxi. También observamos conductores que llevan adhesivos de los grupos a los que pertenecen (como Fanatics of drive). La pertenencia a grupos de conductores de taxi se expone a través de calcomanías pegadas en el auto.


Fotografía 8. Decoración de los taxis según sus propietarios o conductores

Fuente: Fotografía de Lorena Galeano, 15 de agosto de 2016.

Asimismo, observamos conductores que adornaron los vehículos con modelos de taxis en miniatura, así como con vírgenes y pesebres de Navidad, en la época de diciembre. Varios taxis que se encontraban en la plazoleta de espera de la terminal tenían diferentes tipos de adornos: uno tenía una hamaca pequeña colgada en el vidrio panorámico, mientras que otro tenía pelotas pequeñas de colores, puestas también en el vidrio delantero. Había un tercer vehículo en el que había un taxi pequeño al lado del timón (terminal, 6 de enero de 2016).

Para finalizar, mencionamos el ejemplo del conductor Jorge, quien decoró el taxi que conduce con tres espejos retrovisores (adicionales al original del carro) —los cuales cumplían con la función de accesorio, más que la de visibilizar a los carros que vienen detrás—; cada uno estaba marcado con un nombre. Al indagar por los nombres, nos respondió que correspondían al de su esposa, al de su hijo y al de él. Jorge incluyó elementos en el vehículo que representaran a su familia y, así, el taxi se conectó con lo que Jorge quería expresar, a pesar de que el taxi fuera arrendado.

Es así como el interior del taxi es transformado por los conductores para definirse a sí mismos; lo adaptan a su estilo, creando un ambiente específico, tanto para sí mismos como para quien aborde el taxi. Esto le confiere al taxi parte de la personalidad del conductor y, a su vez, la integra, pues los gustos del conductor se plasman en cada uno de los adornos, objetos y accesorios que este dispone dentro y fuera del vehículo (Torres, 2011). Los objetos que personalizan el taxi están cargados de símbolos que el conductor quiere mostrar a quienes los ven. Al mismo tiempo, adornar el vehículo es una acción que también muestra el vínculo que tienen los conductores con su medio de trabajo (el taxi).

Además de los procesos de significación —tanto del conductor como del taxi—, y siguiendo la línea que expone Jesús Aguilar en su texto Masculinidades, choferes y espacio urbano en México (2003), se evidencia que los automotores están siendo corporizados a través del vínculo entre movilidad, corporalidad y afectividad.

De este modo el vehículo [como el taxi] es semejante al cuerpo humano, un sitio de y para la inscripción cultural. Con ello se amplían las posibilidades de exhibición e inscripción de las relaciones sociales, para muchos choferes, produciendo un amplio rango de prácticas estéticas y formas de representar libremente su modo de vida. (2003, p. 220)

En resumen, los conductores se conectan con el taxi que conducen y, además, lo entienden como su oficina. Es una morada ambulante y, a la vez, su herramienta de trabajo. Asimismo, el taxi se conecta con el conductor en la medida que plasma la expresión del individuo que conduce; por eso, los conductores de taxi modifican su oficina según sus gustos, y lo cargan de significado a través de adornos, que hacen que los conductores interpreten el carro como un objeto propio, así no lo sea para quienes lo arriendan. De esta manera, conducir taxi no es solo una acción desarrollada por el conductor, sino también por el vehículo que ellos transforman a su gusto, y con esto, el ambiente que quieren habitar y que quieren compartir a los que les presentan el servicio.

Limpieza y cuidado del vehículo

Si bien no todos los conductores personalizan el taxi con objetos específicos, se construyen otro tipo de acciones que manifiestan el vínculo conductor-taxi, como es la acción de la limpieza. Para ilustrarlo, retomamos el relato de Álvaro, quien se refirió a los adornos con los que varios conductores decoran el taxi como inútiles. En sus palabras: “No nos gusta llenarlo [al taxi] de adornos”. Más bien, Álvaro se dedica a limpiar constantemente el auto, pues según él “debe permanecer en condiciones higiénicas para que los pasajeros no se sientan asqueados o incómodos”.

De modo similar, lo expresó Jorge: “Siempre me ha gustado tener bien el carro, pues es la oficina de uno” (Jorge, conductor de taxi, la terminal, 6 de enero de 2016, 11:00 a. m.). En esta misma línea, Blanca, mujer conductora de 37 años, que arrienda el taxi en turno largo y que visita con frecuencia la playa de la terminal, comentó lo siguiente respecto a la limpieza:

Yo creo que sí sé de carros: sé cómo mantenerlo limpio, cómo decorarlo para que los pasajeros no se sientan ofendidos; sé manejarlo, sé las normas de tránsito. Eso sí es conocer el carro […] para arreglos están los mecánicos, nosotros estamos para llevar a los pasajeros y darles un buen servicio. (Blanca, conductora de taxi, playa de la terminal, 31 de diciembre de 2015, 7:50 a. m.)

Para Blanca, el aseo del carro y la forma de conducir el vehículo son acciones que ella interpreta como tener conocimiento sobre el carro y que le aportan para construir un buen servicio a los pasajeros. En esta acción se muestra el vínculo que tiene ella —como conductora— con el taxi, el cual es importante, pues tanto conductora como taxi construyen el servicio. Es así como el taxi al ser visto como la oficina (lugar de trabajo) se mantiene aseado y en orden. A partir de estos significados que se le dan al taxi, este es interpretado como “un agente emocional, es decir, una entidad que instancia orientaciones estéticas particulares y disposiciones cenestésicas hacia la conducción. Movimiento y ser movido juntos producen los sentimientos de estar en el carro, para el carro y con el carro” (Sheller, 2004, p. 222)15.

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