De las brasas a las llamas

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La Historia de la Iglesia Universal

Otra forma en que podemos “apilar piedras” y conectarnos con el pasado es recordando a las personas que han sido parte del glorioso río de la historia de la iglesia que ha fluido desde los tiempos de Cristo hasta ahora. Muy frecuentemente, los creyentes tienden a considerarse tan solo como parte de un pequeño charco del Cristianismo norteamericano moderno, quedándose estancados, como el agua en muchos dichos charcos. Sin embargo, la historia de la iglesia se asemeja mucho más a la del Mississippi que a la del charco de pesca local, donde los cristianos tienden a crecer más cuando salen del charco y pasan al río. Esto se debe a que sus mentes han sido expandidas por los pastores y los maestros del pasado (cf. Efe. 4:11) y porque sus corazones han sido desafiados por muchos de los grandes héroes que les han precedido.

Por ejemplo, la manera de adoración de una iglesia se refleja cuando ésta está conectada con el pasado o cuando se ha distanciado efectivamente de la historia. Nos unimos a los santos de los siglos cuando recitamos las confesiones históricas de fe como la del antiguo Credo de los Apóstoles o la del Catequismo de Westminster de la Inglaterra Puritana. También existen muchos himnos antiguos maravillosos que el pueblo de Dios ha entonado de generación en generación, que no debieran ser descartados de nuestra adoración tan solo porque la gente no conoce su estilo musical o su profundidad lírica. Nada bueno se obtiene fácilmente, y con poco tiempo y esfuerzo, la gente puede aprender a disfrutar de la música antigua. Por cierto, tampoco queremos irnos al otro extremo diciendo que no se ha escrito ninguna buena música desde el siglo XIX, pero debiéramos mantener cierta forma de equilibrio entre el pasado y el presente. Dios es el Dios de la actualidad, y Él es el Dios de los siglos, son esos aspectos de Su naturaleza los que se debieran reflejar en nuestra adoración.9

La buena adoración no se compromete con la arrogancia de la modernidad, la que se desconecta del pasado, ni tampoco participa en la idolatría del tradicionalismo, que vive en el pasado. Mejor dicho, debiéramos comenzar con la gran adoración clásica que en cierta época fue contemporánea y que ha probado ser cierta, para luego construir sobre ella, estando listos para absorber lo que es de excelencia en el presente. La buena adoración se ofrece en espíritu y en verdad, honra a Cristo y facilita la adoración del pueblo de Dios a los perdidos. Está conectada con el pasado sin dejarlo de lado, está contextualizada en el presente sin acomodarla al presente y fija un patrón para darle forma al futuro en vez de quedar obsoleta en el futuro. De este modo, se convierte en un ejemplo de nuestra filosofía ministerial general.

Por muchos años he intentado conectar a la gente con el pasado, retratando personajes históricos en sermones especiales, en los que he usado la primera persona. Durante el servicio de la tarde del Domingo de la Reforma, por ejemplo, normalmente he predicado sobre un “personaje”, como si yo mismo fuera Martín Lutero, John Knox u otro héroe de la fe que nos ha venido a visitar. En el servicio del domingo cercano al 4 de julio, he pretendido ser algún personaje histórico que comenta sobre el Cristianismo de George Washington, Abraham Lincoln o Patrick Henry. Tales tipos de mensajes han sido recibidos con gran entusiasmo a través de los años, los que han elevado el nivel de conocimiento de la obra de Dios a través de la historia. Usted pueda no querer hacer exactamente lo que yo he hecho, sin embargo, debiera encontrar alguna manera para instruir a su gente en este sentido. Por ejemplo, una buena forma de hacer esto, pudiera ser que incluya más ilustraciones del pasado en los sermones de los domingos.

Por último, otra manera en que usted puede sacar a la gente del charco y pasarla al río es enseñándoles acerca del Antiguo Testamento. Así como la historia del pueblo de Dios no comenzó con nuestra iglesia local, tampoco comenzó con la iglesia del Nuevo Testamento. Dios estaba llamando a un pueblo para sí miles de años antes de Cristo, por lo tanto, la historia de Israel es nuestra historia también. Como vemos en 1 Corintios 10:11 donde dice: “Todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales.” Nuestro Señor hizo que los corazones de los discípulos ardieran en camino a Emaús, donde vemos en Lucas 24:27 que dice: “Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.” El Antiguo Testamento no es solamente una recopilación de historias de enseñanza moral, sino que un glorioso desarrollo progresivo de la majestad de Cristo el Redentor. En otras palabras, Cristo es el arco-iris, el arca, el templo, quien otorga el manto de justicia, la escalera que ha descendido. Tal tipo de predicación enciende los corazones del pueblo de Dios, permitiéndoles ver el pacto de la gracia revelada a través de las Escrituras, las que luego florecen en la gloria del Nuevo Testamento.

Las Escrituras sobre Israel constituyen más de dos tercios de la Biblia y el Nuevo Testamento sin el Antiguo Testamento sería como un árbol sin el tronco (ver Rom. 11:17–24). Ignorar esa importante parte de la Palabra de Dios es perder mucho de lo que Él ha revelado.

Es así que una iglesia viva y saludable tendrá un “ministerio en movimiento”, en vez de un “ministerio de mantenimiento.” Los ministerios de mantenimiento viven en el pasado y se sostienen en el presente. Sin embargo, un ministerio en movimiento va a aprender intencionalmente del pasado para luego vivir eficazmente en el presente y transformar la visión del futuro. A la luz de esto, le animo una vez más a que desarrolle tres cosas:

• Investigue las bendiciones pasadas.

• Contemple las lecciones y los principios que el Señor bendijo en el pasado.

• Conmemórelas y continúe implementándolas en formas que calcen con los dones y recursos que tiene actualmente en su iglesia.

Esto pondrá a su ministerio dentro del movimiento de la gracia y la gloria de Dios desde el pasado al presente para cambiar el futuro. Nuestro Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Lo que Él ha hecho en el pasado lo puede hacer una vez más.

ARREPINTÁMONOS

Sin embargo, y a medida que va investigando y contemplando el pasado, puede que se de cuenta que había cosas en él que no son dignas de ser conmemoradas. Ciertamente, dentro de la historia de una iglesia en decadencia o muerta, casi siempre existen algunas cosas que estaban completamente erróneas, lo que significa que la iglesia debe arrepentirse. Esto no es tan deprimente como parece, ya que le da a Dios la oportunidad para hacer un nuevo e interesante trabajo en la iglesia cuando nos humillamos, nos arrepentimos y oramos. (cf. 2 Crón. 7:14). Puede que Dios haya estado reteniendo Su bendición porque el cuerpo no se ha arrepentido, pero cuando lo haga, será Él quien abra las puertas y envíe Su gracia de manera sin igual.

Pero para lograr este arrepentimiento corporal, tendrá primeramente que incentivar la confesión de pecados, creando un ambiente de gracia. No está bien simplemente decir: “Necesitamos arrepentirnos. Está bien, arrepintámonos.” El verdadero arrepentimiento comienza con la confesión, donde la gente no siente la libertad para admitir sus pecados hasta que no han entendido el evangelio del perdón gratuito de Dios. Jack Miller explica esto en su excelente libro Repentance and 20th Century Man (El Arrepentimiento y el Hombre del Siglo XX):

Si la convicción de pecados se exigiera como si fuera la meta de las cosas, si la injusticia humana se expusiera aparte de la fe en Cristo, entonces se dejaría que el hombre quede suspendido en un estado de penitencias, volviendo a la miseria previa a la Reformación, haciendo que la salvación sea completamente inestable porque se basaría en lo que el hombre hace para recuperarse a sí mismo.

Los pecadores en dicha condición no tienen cómo saber que Dios les ama y que los va a recibir en su corazón. Psicológica y moralmente, todo queda en oscuridad y sin sentido. Cuando el pecado se expone aparte de las promesas divinas, la realidad del hombre fuera del Señor se ve cada vez más trastocada y confusa. La conciencia adolorida simplemente no puede hallar alivio de esta manera.10

Dicho de otra forma, el arrepentimiento solo puede ser genuino y duradero cuando el que comete pecado ve que la gracia de Dios está disponible para él. Coloque la gracia en un ámbito inalcanzable y verá que la desesperación del pecador convicto se profundiza y crece la oposición hacia Dios. Sin embargo, el Evangelio de Juan demuestra el carácter absolutamente completo de la obra de Jesús (Juan 4:34, 17:4, 19:30). Existe suficiente amor, y es más, está disponible para cualquier pecador que lo desee. Una gota de la sangre de Jesús expiará los peores pecados del hombre. ¿Cómo podemos entonces dejar de responder cuando se nos ha asegurado que el amor purificador fluye en sobreabundancia desde el Calvario?11

También deberá enfatizar la responsabilidad personal, no dejando que se creen excusas. Desde que se cometió el primer pecado, la gente ha estado culpando a otros o a otras cosas en vez de a sí misma. Somos expertos en “hacernos las víctimas.” Cuando Dios confrontó a Adán después de haber pecado, su respuesta fue la siguiente: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Gén. 3:12). Adán fue muy ágil al traspasar su culpa que se las ingenió para ¡acusar a Dios y a su esposa en una sola oración! Por cierto, la mujer hizo lo mismo. Al ser interrogada por Dios, Eva dijo: “La serpiente me engañó” (Gén. 3:13).

 

Existen dos maneras de responder cuando hemos pecado: podemos cubrir o confesar. Una de las principales formas en que cubrimos es pensando, o refiriéndonos a nosotros mismos, como las “víctimas” de los errores de otros. Pero ya sea que decimos tener una “esposa disfuncional”, o que “el enemigo me lo hizo hacer”, o cualquiera otra técnica para librarnos de la culpabilidad, debemos entender que la bendición de Dios no reposará sobre nosotros hasta que dejemos de ofrecer ese tipo de excusas. Primera de Corintios 10:13 dice: “No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla.” Si bien puede que seamos tentados por las fallas de otros, nunca se nos obliga a pecar. El ambiente o la ocasión no nos hacen pecar. Puede que nos influyan, puede que hagan salir la debilidad espiritual de nuestra propia vida personal, pero no nos obligan a pecar. La opción de desobedecer a Dios es solamente nuestra, es así que debemos culparnos solamente a nosotros mismos. Lo mismo es cierto de cada iglesia que le ha fallado a Dios en el pasado. En consecuencia, la confesión debe comenzar con un apropiamiento personal y con un acuerdo con Dios que somos nosotros los responsables por los pecados que hemos cometido.

Para ver cambios en una iglesia, también debemos estar expectantes de los frutos del arrepentimiento. Juan el Bautista les decía a las multitudes: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:8), lo que significa que el arrepentimiento no es verdadero a menos que haya acción. 2 Corintios 7:10–11 enseña esta misma verdad:

La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Esto mismo de que hayáis sido entristecidos según Dios, ¡qué preocupación produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.

Los “frutos” del arrepentimiento mencionados en estos versículos se pueden resumir en tres palabras: restitución, restauración y reconciliación. La restitución es devolver lo que se debe, la restauración es hacer que las cosas vuelvan a ir bien y la reconciliación es la renovación de las relaciones que se han roto por causa del pecado.

Eso es tan solo una leve explicación de la naturaleza del arrepentimiento de acuerdo a la Biblia. Si desea aprender más sobre los principios relacionados con ello, puede leer el libro de Jack Miller mencionado anteriormente, o El Pacificador: la solución de conflictos personales, por Ken Sande.12 Sin embargo, los conceptos que he provisto acá debieran ser suficientes para que usted comprenda el siguiente análisis de su aplicación a una iglesia que necesita ser revitalizada.

El Arrepentimiento en los Líderes

Muchas veces la renovación en el cuerpo debe comenzar con la renovación de ciertos elementos claves, como el pastor mismo. Cualquier tipo de pecado afecta al ministerio de una iglesia, tal cual lo ilustra la historia de Acán en Josué 7, sin embargo, nada es peor que cuando se encuentra en los líderes. Es así que el camino al arrepentimiento que Dios le ofrece a la gente normalmente comienza con el arrepentimiento de los que los pastorean. Por un lado, si los que lideran se niegan a confesar y no se arrepienten de su propio pecado, quedarán pocas esperanzas para la congregación. Pero, por otro lado, ¡qué bendición más grande cuando tratamos nuestro pecado a la manera de Dios!

A comienzos de mi ministerio de predicador, estaba preparando un sermón sobre 2 Corintios 7, el pasaje sobre el arrepentimiento que antes mencioné. Mientras lo iba estudiando, vino a mi memoria un pecado que había cometido hacía dos años mientras estaba en la universidad. Recuerdo haber estado tomando un examen de griego y estaba luchando con un tema de traducción en particular, cuando se levanta el compañero en frente mío para sacarle puntas al lápiz. Ahí estaba la respuesta que necesitaba, justo al frente mío. Fue así que copié la respuesta en mi hoja de examen, la entregué al final de la clase y seguí adelante con mi vida. Sin embargo, el Señor lo estaba trayendo a mi memoria, sabiendo que en este momento estaba siendo probado, una prueba de integridad, una prueba de arrepentimiento. ¿Pondría en práctica los principios que estaba aprendiendo del texto y me prepararía para predicarle a esa congregación? ¿O me pararía delante de ellos como un hipócrita?

Gracias a Dios, dejé de lado mis apuntes sobre mi escritorio y me dirigí hacia la universidad, que se encontraba cerca, para ver al profesor que enseñaba esa materia. Le conté lo que había hecho, de cierta manera esperando que me dijera que estaba bien y que me dejara ir. Sin embargo, dijo: “Bueno, tú sabes cuáles son las consecuencias”, mientras buscaba los registros de ese año hasta encontrar el mío. Me había dado una nota cero en mi examen, la que volvió a calcular con las notas de todo el curso, pasando de bueno a reprobado. Oramos juntos, y salí dando saltos de alegría de ese lugar, sintiéndome como si se me hubiera quitado todo el peso del mundo sobre mis hombros. No tan solo me había arrepentido y me habían perdonado por mi pecado, sino que también lo había podido restituir. Ahora sí que podía presentarme delante de la iglesia con una conciencia limpia para enseñarles cómo tratar sus propios pecados.

Pastor o líder de una iglesia, puede que usted no quiera confesar su pecado ni hacer restitución por él, ya que piensa que va a hacer más daño que bien. Puede que usted se sienta preocupado por su reputación e incluso qué tipo de efecto puede traer a otros. Pero debe entender que usted se está hiriendo a sí mismo mucho más al no arrepentirse, al mismo tiempo que está hiriendo más al resto de la iglesia, cubriendo ese pecado. Por otra parte, la confesión nos da la maravillosa oportunidad del perdón, la que establece el correcto ejemplo para otros que necesitan tratar sus propios problemas. Recuerde lo que dijo el sabio: “El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia” (Prov. 28:13). Si bien el círculo de confesión debiera ser tan amplio como el círculo del pecado, debemos “arreglar las cosas”, “vengándonos” de lo malo.

El Arrepentimiento en la Iglesia

A veces las iglesias están estancadas o en decadencia porque existen pecados a un nivel más amplio. Es necesaria la confesión corporal porque el cuerpo entero no ha seguido fielmente la Palabra de Dios. Recuerdo haber encontrado ejemplos de esto cuando recién llegué a la iglesia Pinelands en Miami, el proyecto de revitalización que mencioné anteriormente. Leí trece años de minutas de las reuniones de líderes y descubrí varias maneras en que la iglesia había fallado en la práctica de las Escrituras; luego me senté con los actuales ancianos y las fuimos revisando. Oramos pidiendo perdón y comenzamos un proceso para mejorar las cosas. Recopilamos los nombres y números de más de cuatrocientas personas que se habían ido de la iglesia en los últimos años, pasando dos semanas completas llamando a cada una de ellas. Lo que yo les decía era más o menos así:

¿Aló? Mi nombre es Harry Reeder, el nuevo pastor de la iglesia Pinelands. Mientras miraba los registros de la membresía, me di cuenta que usted fue miembro antes de nuestra iglesia y nos hemos dado cuenta que el liderazgo de la iglesia no ha sido fiel ni al ministerio del Señor ni a la gente. Por lo tanto, de parte de los ancianos le estoy llamando para pedirle perdón. Tenemos muchas cuentas impagadas de responsabilidad ministerial. ¿Nos perdonaría, por favor? Si en alguna manera le hemos herido personalmente, ¿nos daría la oportunidad de arreglar eso? Nos gustaría mucho poder hacerlo.

Después de esa parte de la conversación, les pedía que orasen por nosotros para que sirviéramos eficazmente al Señor desde ese momento en adelante. Luego les preguntaba si estaban yendo a alguna iglesia, y si no, los invitaba una vez más. De las cuatrocientas llamadas, solo cuatro familias regresaron a la iglesia. Pero eso estaba bien, ya que dos de ellas eran parejas que estaban pasando por dificultades en sus matrimonios a punto de divorciarse, a las que Dios volvió a unir por medio de nuestro ministerio hacia ellos. Uno de los hombres que regresaron terminó sirviendo como diácono por algunos años. Sin embargo, la mayor bendición que resultó de todo esto fue la libertad de saber que habíamos sido perdonados, por Dios y por muchas de esas personas. Lo que hicimos también puso fin a muchos de los comentarios negativos acerca de nuestra iglesia en la comunidad, porque es más difícil hablar mal de alguien que ha pedido perdón y que ha pedido oración. Cuando le pide perdón a la gente que se ha ido de la iglesia durante los tiempos difíciles, pierden el interés en decir cosas negativas de ella. Ciertamente, en este caso, algunos estaban diciendo cosas como estas: “Me fui de la iglesia Pinelands pero supe que han comenzado nuevamente y que el Señor les está bendiciendo. Estoy contento por eso y ahora estamos orando por ellos.”

Puede que también existan pecados específicos de los que se tiene que arrepentir la iglesia antes de pasar a la revitalización. Por ejemplo, poco después que llegué a la iglesia Pinelands, fui a comprar algunos artículos de oficina a una tienda cercana. En la caja registradora pregunté si la tienda tenía cuentas de crédito para los negocios y luego le pedí a la señorita en la caja que lo pusiera en nuestra cuenta. Sin embargo, me dijo que no lo podía hacer, ya que la iglesia estaba en lista roja y que solo podía pagar en efectivo por repetidos atrasos en los pagos. De esta manera, tuve que pedir perdón a la administración de parte de la iglesia y así comenzar a ganar su confianza nuevamente. También descubrí que un ex-pastor se había visto envuelto en un escándalo sexual y que, a la vez, había sido apuñalado por su esposa en un centro comercial local, lo que estaba siendo publicado en todos los periódicos de la región. Sin embargo, la iglesia nunca aplicó la disciplina bíblica al hombre. Nosotros tuvimos que confesar ese pecado, asegurándonos que toda la iglesia entendiera ahora la manera en que eso debió haber sido tratado.

Su situación puede ser distinta a la de esos ejemplos. Sin embargo, cuando la iglesia necesita ser revitalizada, normalmente existen pecados en el pasado que se deben tratar. Quizás se ha tratado a un ex-pastor o a algunos ancianos de manera traidora. Quizás no se ha pastoreado ni preocupado de algunos miembros. Quizás se haya abandonado algunas normas bíblicas a favor del pragmatismo. Sea lo que haya sido, son los líderes los que deben guiar a la iglesia a que se arrepienta. No lo lleve ni lo esconda bajo tierra en la tienda, como lo hizo Acán. Confiéselo, arrepiéntase, y haga lo que es debido del arrepentimiento. Eso es lo que el evangelio nos permite hacer con su oferta completa y gratuita del perdón. Eso es lo que el evangelio nos pide que hagamos.

RECUPEREMOS

Jesús le dijo a la iglesia de Éfeso: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras.” (Apoc. 2:4–5). La Nueva Versión Internacional traduce este versículo de esta manera: “Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio.” Por tanto, el paradigma de nuestro Señor en la revitalización de las iglesias incluye el recordar el pasado, arrepentirse de los errores que se haya cometido y luego recuperar las “primeras cosas.”

De Vuelta a lo Básico

El concepto de la recuperación es muy útil para comprender la tarea de la revitalización en las iglesias, por varias razones. Primero, aclara uno de los problemas de los modelos modernos para el crecimiento y la renovación en las iglesias. Ya sea el modelo comercial, el de la entretención, o el de la sanidad, todos tienen una cosa en común: son nuevas estrategias para hacer que la iglesia crezca en el mundo moderno. Sin embargo, Jesús no dice que debemos rediseñar la iglesia; Él dice que debemos volver a establecerla. Él hace un llamado al retorno a las “primeras obras” que hicieron que el ministerio fuera grandioso en el pasado, no a un nuevo enfoque para “que la iglesia funcione.”

Una vez oí la historia acerca del legendario entrenador de fútbol americano Vince Lombardi, cuando su equipo de los Green Bay Packers había perdido un partido contra los New York Giants por un amplio margen. Al día siguiente llegaron los jugadores a practicar con sus cabezas bajas, esperando ser severamente reprochados por su entrenador. Mientras esperaban sentados el discurso que les iba a dar, él se paseaba de un lado a otro en forma silenciosa. Pero luego los sorprendió simplemente sosteniendo en sus manos una pelota de fútbol americano y mostrándoselas les dijo deliberadamente: “Señores, esta es una pelota.” A continuación, Lombardi prosiguió explicándoles las características más básicas del deporte, como si fueran principiantes que nunca habían oído esto anteriormente.

 

El punto que quería dejar en claro el entrenador era que habían perdido no por falta de complejidad en la planificación de su partido, ni tampoco porque el otro equipo había llegado a jugar con alguna estrategia sutil. Perdieron porque no bloquearon bien, no atajaron bien, ni practicaron los elementos básicos del fútbol americano. Para ganar a la semana siguiente, debían volver a los principios básicos y jugar bien. Esto se asemeja a lo que nuestro Señor le dice a una iglesia que ha estado decayendo, lo que es alentador saber que no tenemos que ser grandes científicos (ni expertos en mercado, ni animadores de programas, etc.) para ver que una iglesia pase de las brasas a las llamas. Solamente debemos volver a las “primeras obras” y hacerlas bien, las que discutiremos a lo largo de este libro.

La Salud y el Crecimiento

El término recuperación se usa en el ámbito médico, lo que lo hace apropiado para la revitalización en las iglesias, ya que nuestra meta debiera ser una iglesia saludable. Hay tantos pastores y líderes en las iglesias que luchan para que haya crecimiento en las iglesias, pero eso es como si se pusiera la carreta delante del caballo. La meta no debiera ser el crecimiento de la iglesia, sino que la salud de la iglesia, ya que el crecimiento debe ser el resultado de la salud.

Cuando mis hijos estaban creciendo, mi esposa y yo no les decíamos que se pusieran al lado de las marcas de crecimiento en la pared ni les decíamos: “De aquí al próximo año deberán crecer más alto que esta marca; nos van a desilusionar mucho si no lo hacen.” No queríamos que el crecimiento fuera nuestra meta para ellos, sino que nos concentramos en alimentarlos y preocuparnos por ellos. Sabíamos que si estaban sanos, iban a crecer.

La iglesia funciona de la misma manera. Si el cuerpo está sano, éste va a crecer. Si bien el crecimiento en la iglesia se refleja en la mayor cantidad de gente que va al servicio, no siempre es el caso.13 Por lo tanto, deberíamos enfocarnos en la salud de la iglesia y dejar que Dios se encargue de hacerla crecer. Si usted lo hace de la otra manera, puede que termine con una iglesia enferma con mucha gente, una que parece ser exitosa pero que verdaderamente no agrada a Dios.

El tamaño del cuerpo de una iglesia no necesariamente indica su salud, así también como lo que sucede con los cuerpos humanos. He conocido a personas con cuerpos grandes y saludables, y a otras que no lo eran. He conocido a personas con cuerpos pequeños que eran saludables, y a otras que no lo eran. Todos hemos visto cómo la obesidad destruye al cuerpo y cómo el rehusarse a comer puede demacrar el cuerpo. Pero si un cuerpo es saludable, con el tiempo tendrá la medida correcta en forma proporcional. Aun así, si una iglesia es saludable, ésta no depende de su tamaño, sino de lo que está pasando dentro de ella. Esta es una perspectiva importante que debemos recordar en la actualidad, cuando muchos están criticando a las grandes iglesias evangélicas de ser muy grandes pero con muy poca profundidad. Verdaderamente esto es un peligro pero también me gustaría sugerir que el otro extremo también es un problema. Como reacción a la superficialidad de la actualidad, algunas iglesias se están convirtiendo en iglesias profundas pero con muy poco crecimiento. Son como pequeños clubes exclusivos donde los “principiantes” son altamente principiantes, pero también son altamente ineficaces en el alcance de las almas perdidas para Cristo.

Por lo tanto, nuestro enfoque debiera estar primordialmente centrado en la salud, o en la vitalidad, de la iglesia. Es por eso que me gusta el término revitalización, aun cuando puede significar muchas cosas, sin embargo, le pone el énfasis donde debe estar. Usted no necesita un plan comercial para que crezca la iglesia; usted necesita un plan de ejercicio bíblico para promover su salud. Así mismo, usted debe preocuparse, no de los programas que producen mayor asistencia o finanzas, sino que de los principios bíblicos a través de los cuales el Espíritu Santo trae salud y vitalidad al cuerpo de Cristo.

¿Andamio o Base?

Por último, la idea de la recuperación trae a la memoria la importancia de la congregación ya existente dentro del ministerio de la revitalización en las iglesias. Una de las principales responsabilidades de un líder en tal situación es ayudar a que los miembros recuperen las “primeras cosas” que han perdido. Su participación en el nuevo ministerio será un factor importante en el futuro de la iglesia.

Me he encontrado con dos perspectivas distintas sobre la congregación entre los pastores que intentan llevar a cabo los proyectos de revitalización. Algunos ven a los miembros que han heredado como “andamios” sobre los cuales momentáneamente se pueden subir mientras construyen una nueva obra. Los miembros con mayor antigüedad son considerados como una entidad expansible. Si se unen a la obra, bien. Pero los que no calzan en la nueva obra son, como los andamios, desechados y dejados de lado.

Considero que esta perspectiva a la que yo llamo la del “andamio” es un mal uso insensible de la iglesia de Cristo. Funciona bajo el principio pragmático de que el fin justifica los medios. Sin embargo, el hecho es que los medios determinan el fin último y tal enfoque no terminará siendo del agrado de Dios ni bueno para la iglesia. Esta es la razón por la que los miembros más antiguos necesitan del cuidado pastoral. Han sido heridos y se han desanimado al ver que su iglesia se va debilitando y está a punto de morir. Sus necesidades espirituales no siempre han sido atendidas mientras la iglesia ha ido cojeando. Lo que menos necesitan ahora es un pastor que los manipule para lograr algún “fin mayor” que tenga él en mente. Sus almas son preciosas también a los ojos de Dios, y si usted es su pastor, ellos son, por lo tanto, su primera responsabilidad. En realidad, la relación del pastor con la congregación ya existente, no importa cuán débil o pequeña sea, da la pauta y crea el ambiente para todo lo demás que espera que ocurra. Es cierto, muchas de las personas más “espirituales” se han ido de la iglesia pero no se debiera deshonrar a los que han permanecido por razones institucionales, sino que se les debiera tratar con respeto.

Es por eso que la perspectiva que yo recomiendo tener es la que considera a la congregación que se ha heredado como la “base” de la congregación potencial. Estas personas no son las sobras, sino que el rebaño de Dios que ha estado sufriendo y que necesita el toque de sanidad de un pastor. La integridad del pastor, al tratar con cariño a los que el Señor le ha puesto a su cuidado, será el factor clave que determine la calidad y la cantidad de la futura congregación que se espera que surja.

La primera parte de mi ministerio de la revitalización en la iglesia Pinelands no se concentró en la publicidad, ni en la invitación puerta a puerta, ni en la nueva implementación de nuevos programas. Primero que nada, comencé con la visitación a las familias de la iglesia ya existente, acompañando por un anciano. Para muchas, ésta era la primera vez que un pastor o un anciano les hacía una visita ministerial en sus casas. Por cierto, una familia me dijo que ésta era la primera vez en veintidós años que un pastor les había visitado. ¿Es de sorprenderse que la iglesia se estuviera muriendo?

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