El porqué del presente

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Fue así como el fascismo empezó a tomar el poder político en Italia, fuerza que no hubieran conseguido sin respaldo del monarca y los militares, lo que terminó de concretarse durante 1924 cuando es asesinado el diputado socialista Giacomo Matteotti, político que denunció a las camisas negras por los sistemáticos asesinatos y el fraude electoral que le dio la victoria al Partido Fascista. Frente a esos hechos, Mussolini decidió tomar el control total del país, convirtiéndose en un dictador a partir de 1925.

Una vez con el poder, Mussolini (llamado Il Duce por sus partidarios) emprendió una serie de reformas que lo hicieron cada vez más poderoso, como la de 1926 (Ley Rocco), que prohibía la legalidad de partidos políticos y sindicatos que no fuesen vinculados al órgano partidario fascista. En 1928 limitó las funciones del Parlamento, supeditándolo a su órgano partidario: el Gran Consejo Fascista. Tan solo un año después (1929), restableció las relaciones con la Iglesia católica a través del Pacto de Letrán, la cual le daba al Vaticano soberanía e independencia a cambio de apoyar al régimen fascista. Bajo la excusa nacionalista se logró militarizar el país y se inició un proceso de expansión territorial que empezó a calentar los motores para una guerra de dimensiones mundiales y de catástrofes nunca antes vistas.

Gráfico N° 5. Benito Mussolini en un caballo (1929)


Fuente: Archivos Federales Alemanes, para commons.wikipedia.org

En el mismo periodo y tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, el Imperio alemán se convirtió en la República Democrática de Weimar (1918), siendo obligada a firmar las duras condiciones del Tratado de Versalles. Este evento la sumió en una profunda crisis económica de la que pareció no tener salida. Por esa razón se produjeron diversos conflictos entre los grupos políticos, principalmente comunistas y nacionalistas radicales que no estaban conformes con el sistema republicano. Así, uno de los movimientos golpistas de mayor trascendencia fue el organizado en Múnich por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), que luego fue llamado simplemente Partido Nazi, teniendo como líderes a Rudolf Hess y a Adolf Hitler, quienes fueron atrapados y juzgados cuando el Putsch de Múnich (golpe de Estado) fracasó. El joven Hitler fue condenado a seis meses de prisión, tiempo que usó para escribir su principal obra ideológica, Mein Kampf (Mi lucha). Concluida la reclusión, su liderazgo en el partido creció y solo desde allí fue llamado Führer (el gran líder), formó milicias propias conocidas como Sturmabteilung o “sección de asalto” (llamadas SA) y la tristemente célebre Schutzstaffel o “escuadrones de protección” (SS para los cinéfilos), y siguió aumentando sus seguidores con un discurso ultranacionalista hasta 1929, año de la gran crisis estadounidense que arrastró al resto del mundo capitalista, justo cuando Alemania estaba en proceso de recuperación. Ello generó un duro golpe a su economía, haciendo crecer el malestar en la población y aumentando el número de afiliados y simpatizantes al Partido Nazi, lo que ocasionó una mayor división en el país respecto de los sectores socialdemócratas, centristas y monárquico-nacionalistas.

Gráfico N° 6. Hitler saluda a los nazis marchando en Weimar (1930)


Fuente: Archivos Federales Alemanes, para commons.wikipedia.org

En las elecciones parlamentarias germanas de noviembre de 1932 (la tercera en ese año), los resultados dieron al Partido Nazi unos 196 diputados, mientras que otro grupo radical en obtener una importante votación fue el Partido Comunista, con 100 elegidos. La publicación de esas cifras generó mayor polarización, lo que causó preocupación entre los militares y conservadores, que prefirieron establecer un acuerdo con Hitler para su nombramiento como canciller en un gobierno de coalición (1933); sin embargo, a pesar de que se pretendía seguir bajo la vía democrática, Hitler, conociendo el ejemplo italiano, buscaba formar un Estado autoritario. Así, con ayuda [ingenua o no] del presidente Hindenburg, disolvió el Parlamento y convocó a nuevas elecciones, plagadas de fraude y represión; a pesar de ello, no logró la mayoría deseada y tuvo que aliarse con los diputados del centro católico (Partido Zentrum), con quienes consiguió los votos necesarios para tener plenos poderes y promulgar leyes sin necesidad de debates.

Un año más tarde, en agosto de 1934 y tras la muerte del presidente Hindenburg, Hitler acumuló las funciones de canciller y presidente, suceso que es aprovechado para denominarse führer y canciller del nuevo Reich (tercer Imperio alemán). Con ello quedaba establecido el segundo Estado totalitario europeo, aquel que persiguió a los enemigos y opositores de su régimen, incluyendo a todos aquellos grupos que fueran considerados perjudiciales o con características “inferiores” a la raza aria. Los militares vuelven a tener gran poder, iniciándose el rearme, contradiciendo el Tratado de Versalles.

3 La Segunda Guerra Mundial (1939-1945)

3.1 Antecedentes

Como ya se ha descrito, la Europa anterior a la Segunda Guerra Mundial estaba inmersa en unos continuos cambios y conflictos económicos, políticos y sociales. Sin embargo, fue la permanente tensión en el continente lo que se constituye como su principal característica. Y es que, a pesar de la existencia de un organismo que velaba por la paz (la Sociedad de las Naciones), antes de 1939 se desarrollaron varios hechos militares que empezaron a demostrar que no se había aprendido nada de la tragedia de la Gran Guerra. El primero de ellos —aunque no sucedió en Occidente— fue la invasión de Japón al territorio chino de Manchuria (1931). China pidió la intervención de la Liga de Naciones, la que intentó resolver el conflicto condenando el accionar nipón y pidiendo el retiro del lugar para ser administrados por ellos. A pesar de la presión, los japoneses no obedecieron y decidieron abandonar la Liga, “cuyo prestigio se deterioró, pero todavía sin consecuencias fatales” (Lowe, 2012, pp. 88-89).

El otro acontecimiento importante —y de mayor trascendencia— fue la invasión italiana a Abisinia (actual Etiopía) entre octubre de 1935 y principios de mayo de 1936. La Sociedad de Naciones protestó contra este suceso, pero Benito Mussolini hizo caso omiso y continuó tomando dicho territorio. La Liga sancionó económicamente a Italia, pero fueron tan moderados que los italianos no la tomaron en serio; esto a raíz de que Francia y Gran Bretaña intentaron no propiciar una alianza en Hitler y Mussolini —hecho que finalmente sucedió— y que terminase por desencadenar una serie de expansiones germanas en los siguientes años (Lowe, 2012, p. 90). El escenario ya estaba preparado para el segundo gran conflicto del siglo xx, que a todas luces quiso ser impedido por franceses e ingleses, pero cuyas estrategias de evitar una condena frontal hacia sus adversarios facilitaron el avance de italianos y alemanes, quienes se excusaban del irrespeto al derecho internacional, manifestando hacer el trabajo de detener la expansión comunista en Europa Central y Occidental.

3.2 Breve explicación del conflicto

Las razones del desarrollo del nuevo conflicto, conocido como la Segunda Guerra Mundial, son múltiples; varios factores que discurrieron paralelos y entrecruzados, propiciando con ello el enfrentamiento entre las potencias sobrevivientes de la Gran Guerra. Por ello, esbozamos una explicación breve sobre algunas causas del conflicto, su detonante y su desarrollo:

 En primer lugar, debemos mencionar al Tratado de Versalles como uno de los factores de la guerra: documento impuesto a los países perdedores que los obligaba a pagar indemnizaciones leoninas, a recortar sus territorios y a reducir sus ejércitos. Los condenaba a una profunda crisis, lo que propició el resentimiento y la búsqueda de venganza, principalmente en el pueblo y en los políticos alemanes.

 La debilidad de las democracias europeas permitió que surjan regímenes autoritarios en Italia y Alemania (entre los más destacados). Además, el limitado poder de la Liga de las Naciones no pudo impedir el desarrollo de conflictos y el inicio de la guerra, ya que Francia y Gran Bretaña —quienes dirigían principalmente el organismo— propusieron una política de no intervención para no afectar a sus países, que aún estaban en proceso de recomposición después de la Primera Guerra Mundial y los efectos de la crisis económica de Estados Unidos de 1929.

 El expansionismo de las llamadas “Potencias del Eje” (empezando por la invasión japonesa de China en 1931, la toma de Abisinia por Italia en 1935) y la política alemana de crecimiento territorial —llamada espacio vital o lebensraum—, que inició la toma de territorios cercanos al país bávaro en 1935, generaron un ambiente tenso en el mundo que dio pie a una carrera armamentista que encendió nuevamente los motores de la industria militar.

 La formación de alianzas que implicó la división del mundo, empezando con la unión de las Potencias del Eje, luego de la Guerra Civil Española (1936-1939), pues este conflicto produjo la unión entre Hitler y Mussolini, ya que ambos apoyaron a militares españoles que enfrentaron a la Segunda República y empoderaron a Francisco Franco. En octubre de 1936 se consolidó el pacto Roma-Berlín y, un mes después, Japón firmaba con Alemania un acuerdo similar (Pacto Antikomintern) para luchar contra el avance de la URSS, al que luego se sumaron Italia, Hungría y España, consolidándose un grupo que buscaba someter a los aliados y tomar el poder en el mundo. En cuanto al bloque aliado, estuvo formado por parte de los que participaron en la Gran Guerra (Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos), a los que se sumaron la URSS y otros países que se fueron agregando según avanzó el conflicto.

 

 Alemania nazi es, sin duda alguna, el principal causante de la Segunda Guerra Mundial, la instalación del III Reich, el ultranacionalismo, la búsqueda de venganza por la derrota de 1918 y la imposición del Tratado de Versalles. El ascenso al poder de Adolf Hitler (pasando por las purgas en la “noche de los cuchillos largos”) y la ejecución de sus planes expansionistas a través de la anexión de territorios y la recuperación de algunos otros donde se encontraban germanoparlantes (anschluss). Así, en marzo de 1938 ocuparon Austria y en setiembre se tomó la zona de los Sudetes (territorio de la actual República Checa, ex-Checoslovaquia), hecho que causó la preocupación de algunas potencias europeas. Por esta razón, Hitler convocó a Francia, Gran Bretaña e Italia a la Conferencia de Múnich, acordándose la ocupación alemana de los Sudetes a cambio del compromiso de no volver a tomar más territorios checos. Sin embargo, el pacto no fue respetado, porque en marzo de 1939 Hitler volvió a expandir sus dominios en territorios de Checoslovaquia.

El comienzo de la guerra finalmente tuvo como detonante la obstinación de Hitler en continuar sus planes expansionistas: ahora deseaba tomar el corredor polaco de Danzig, sabiendo que conllevaría a la reacción inmediata de Francia y Gran Bretaña, por ello se le ocurrió dialogar con quien era su enemigo, Josep Stalin (URSS). Ambos acordaron un pacto de no agresión en agosto de 1939, llamado Ribbentrop-Mólotov, y por el cual secretamente se dividían Polonia, mientras Alemania les permitiría a los comunistas tomar el control de Finlandia, Letonia, Estonia y Lituania (Aróstegui et al. 2015, p. 166). Una vez sellado el pacto, Hitler decidió construir una vía ferroviaria en la ciudad de Danzig, para poder conectar Alemania con Prusia; el Gobierno de Polonia se negó y tras ello se inició la invasión nazi a tierras polacas el 1 de setiembre de 1939. De forma casi inmediata e inevitable, Francia y Gran Bretaña le declararon la guerra al Estado alemán, y por tal razón se inició la Segunda Guerra Mundial.

Gráfico N° 7. Invasión a Polonia (1939)


Fuente: colección de impresiones de la Segunda Guerra Mundial de Marek Tuszyński, para commons.wikipedia.org

La conflagración tuvo como principal característica “la guerra relámpago”, que los alemanes llamaron blitzkrieg, estrategia innovadora que aprovechaba el factor sorpresa y la rapidez en la ejecución de las operaciones. Para cumplir con tal cometido, una combinación de tanques y fuerza aérea que bombardeaba continuamente hasta derrotar al enemigo asestaba una contundencia inusitada al ataque. Esta estrategia fue aplicada contra Polonia y sus siguientes objetivos: Dinamarca y Noruega, conquistadas velozmente a inicios de 1940. Por otro lado, en Gran Bretaña hubo cambios políticos. El primer ministro Chamberlain (que intentó evitar la guerra) renunció, y su lugar lo tomó Winston Churchill, quien formó un gobierno de unidad para vencer a las fuerzas del Eje. Por su lado, los alemanes siguieron su avance y esta vez su objetivo fueron los Países Bajos y Bélgica en mayo de 1940, para luego tomar por sorpresa a Francia (todavía confiada en la invulnerabilidad de la línea Maginot) y, sin poder evitar la caída de París y otras regiones, apenas dejando una porción “tutelada” por el III Reich, conocida como la “Francia de Vichy”.

En ese mismo año Hitler tomó la decisión de invadir las islas del Reino Unido de Gran Bretaña. Para ello, diseñó un ataque aéreo —que incluyó a objetivos civiles— que bombardeó duramente esos territorios; sin embargo, los aviones ingleses lograron repeler el ataque en una defensa que sería conocida para la posteridad como “la batalla de Inglaterra”. De igual manera ocurrió con el intento germano de invadir el archipiélago por vía marítima, ya que las fuerzas conjuntas de británicos y estadounidenses lograron bloquear su avance. Este acontecimiento dio inicio a una serie de fracasos por el lado del Eje; así, luego de una conquista alemana del norte de África (1941), las fuerzas aliadas lograron detener y vencer a los germanos en El Alamein en mayo de 1943. En tanto, en el frente oriental Hitler quiso seguir expandiendo su poderío. Primero tomó Grecia y, tras ella, los Balcanes (21 de abril de 1941), pero su objetivo principal fue conquistar la URSS a través de la Operación Barbarroja, traicionando con esto el pacto de no agresión entre ambos países, y forzando el ingreso de los soviéticos a la guerra del lado de los aliados, aun cuando estos fueran sus enemigos ideológicos. Los nazis pensaron que podían vencer rápidamente, pero no contaron con la gran resistencia del Ejército Rojo, que, durante tres largos años y con ayuda del intenso invierno eslavo, logró la derrota de los alemanes en este frente (febrero de 1943) en célebres batallas, como Stalingrado y Kursk.

Los Estados Unidos ingresaron oficialmente a la guerra el 7 de diciembre de 1941. Luego del ataque sorpresa de los japoneses a su flota del Pacífico en Pearl Harbour, el presidente estadounidense F. Roosevelt le declaró la guerra al Imperio del Japón, mientras que las fuerzas niponas se expandían por toda Asia tomando los territorios de Hong Kong, Singapur, Malasia, Birmania, Indonesia y Filipinas. Los Estados Unidos se preparaban para la venganza usando todas sus fuerzas y logrando detener el avance (Midway) e iniciar el camino de la derrota japonesa a inicios de 1943.

Gráfico N° 8. Ataque japonés a la base de Pearl Harbour (1941)


Fuente: Administración Nacional de Archivos y Registros de Estados Unidos, para commons.wikipedia.org

Como se ha descrito, si bien las fuerzas del Eje durante los primeros dos años obtuvieron victorias importantes, estas no fueron sostenidas debido a sus malas decisiones militares, pero sobre todo por el ingreso al conflicto de la URSS y de los Estados Unidos al bloque aliado, lo cual puso la balanza a favor de ese sector y brindó el triunfo que cambiaría la configuración del mundo moderno.

3.3 El Holocausto

El Diccionario de la Real Academia Española (2018) define holocausto como “gran matanza de seres humanos”. Es precisamente eso lo que sucedió con determinada población civil durante la Segunda Guerra Mundial, ya que los países invadidos por el régimen nazi e incorporados a su dominio sufrieron explotación y un sistema de esclavismo contra toda persona que no fuera considerada alemana. Así, se pensó usarlos como mano de obra para la industria germana, pasando de tener 300 000 a tener 5 300 000 trabajadores extranjeros al servicio del Reich, lo cual aceleró la producción y grandes beneficios económicos, ya que era mano de obra gratuita, manejada bajo el terror de la violencia, la tortura y la muerte.

Los encargados de organizar ese sistema de explotación fueron la policía de investigación (Gestapo) y el escuadrón de protección conocido como las SS, quienes seleccionaron a los que debían ir a las fábricas o ser llevados a los campos de concentración por ser considerados peligrosos, inferiores o despreciables para su régimen. En esos grupos estaban negros, comunistas, gitanos, homosexuales, polacos, soviéticos y, principalmente, judíos, a quienes se les consideraba una “raza inferior y traidora” a la que se acusó de haber favorecido la derrota de Alemania durante la Primera Guerra Mundial.

Los campos de concentración ya existían antes del conflicto (incluso existieron en Estados Unidos y el Perú24), pero fue durante la guerra que tuvieron mayor relevancia. Uno de estos centros execrables más relevantes fue Auschwitz-Birkenau (actual Polonia). En este lugar de exterminio se usaron cámaras de gas y crematorios. Se calcula que se llegó a asesinar a unas 10 000 personas diarias tras decidirse en 1942 la llamada solución final. Esta política buscó la destrucción total del pueblo judío (Lowe, 2012, pp. 198-202). Las cifras son realmente dramáticas: sin contar a los demás grupos prisioneros, se calcula que se exterminó a más de seis millones de judíos (Aróstegui et al., 2015, pp. 174-175) durante todo el conflicto. Realmente una verdadera tragedia, algo que nunca se debería repetir.

3.4 Fin de la guerra

El fin de la Segunda Guerra Mundial debe ser entendido a partir de un conjunto de circunstancias que jugaron a favor de los aliados; primero, los errores estratégicos militares del Eje, tales como la invasión a la URSS o el ataque sorpresa de los japoneses a la flota de los norteamericanos en el Pacífico. Ello generó la participación directa de los soviéticos y de Estados Unidos, inclinando la balanza a favor de los aliados, quienes buscaron venganza y terminar con la guerra lo más pronto posible. Para ello, dejaron de lado sus diferencias ideológicas, luchando juntos militares capitalistas y comunistas, porque tenían un enemigo común más peligroso que los quería derrotar y someter.

Gráfico N° 9. Prisioneros liberados en el campo de concentración de Mauthausen, en Austria (1945)


Fuente: Departamento de Defensa de los Estados Unidos, para commons.wikipedia.org

Otro factor importante fueron los ataques aéreos de las principales ciudades alemanas, y el uso de una nueva arma letal para conseguir el rendimiento de Japón, la bomba atómica, que fue autorizada por el nuevo presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, quien el 6 y el 9 de agosto de 1945 ordenó se lancen sobre Hiroshima y Nagasaki, lo que hizo desaparecer prácticamente esas ciudades. Con ello se consiguió semanas después que el Imperio japonés reconozca su derrota, y con ese anuncio se puso fin a un conflicto de seis años que dejó a buena parte del mundo devastado.

Gráfico N° 10. Templo de Nagasaki (1945)


Fuente: Wayback Machine, para commons.wikipedia.org

3.5 Consecuencias

La principal consecuencia del conflicto fue demográfica: el término de la contienda arrojó cifras realmente impresionantes. Según Low (2012), se calcula que casi 40 millones de personas murieron, de las cuales más de la mitad eran rusos; seis millones, polacos; cuatro millones, alemanes; dos millones, chinos; y dos millones, japoneses, sin contar las víctimas en Gran Bretaña y los Estados Unidos, cantidad bastante inferior a las mencionadas (p. 202). Esas cifras también incluyen a la población civil, que, según algunos investigadores, pudo llegar al 22% del total, sumando 35 millones de heridos y 21 millones sin hogar y que tuvieron que migrar (Aróstegui et al., 2015, p. 176), principalmente hacia América.

El conflicto mostró lo brutal que puede comportarse el ser humano; los campos de concentración asesinando gente, las bombas atómicas y las violaciones a todas las mujeres alemanas durante la toma de Berlín por parte del Ejército Rojo son muestra de lo terrible de las guerras. Sin embargo, los países vencedores promovieron la creación de un tribunal que defendió un nuevo concepto de derecho internacional: el de los crímenes contra la humanidad. En ese contexto se instalaron el tribunal y los juicios de Núremberg (a partir del 20 de noviembre de 1945) para juzgar a los principales líderes nazis que ordenaron las torturas y matanza de judíos.

La Segunda Guerra Mundial también dejó la necesidad de crear un organismo que realmente pueda evitar y resolver los conflictos entre países, ya que la Sociedad de Naciones no lo había logrado. Por esa razón, en la Conferencia de San Francisco se creó el 25 de junio de 1945 la Organización de las Naciones Unidas (ONU), organismo al cual se adhirieron originalmente unos 51 Estados, incluyendo a todas las potencias del mundo; sin embargo, pasadas casi ocho décadas desde su creación, no ha logrado evitar diversos conflictos que se han desarrollado durante la segunda mitad del siglo xx.

En cuanto a lo económico, la mayoría de las ciudades europeas estaban destruidas, principalmente las orientales; el costo de la guerra fue cuantioso y en los países perdedores la miseria era total. El contexto ayudará a fortalecer a dos superpotencias, quienes emergerán para competir ideológica, militar y geopolíticamente: Estados Unidos y la URSS, protagonistas de una nueva etapa de la historia contemporánea, conocida como la Guerra Fría.

 

Reflexiones finales

En el capítulo se ha explicado cómo la primera mitad del siglo xx estuvo marcada por una serie de acontecimientos violentos que generaron destrucción y muerte en gran parte de los continentes, principalmente en Europa y Asia. También se pudo comprender que su desencadenamiento fue provocado por la ambición de las potencias occidentales, quienes desarrollaron una sociedad industrializada capitalista, que necesitaba constantemente producir, y que para lograr sus objetivos no dudó en explotar a sus trabajadores o invadir territorios que no les pertenecían en el afán de conseguir nuevos mercados, así como recursos naturales y mano de obra barata (imperialismo). Esas acciones generaron movimientos sociales en busca de mejores condiciones laborales y derechos civiles que parecía que podían iniciar la explosión de una gran revolución de trabajadores, muy similar a la descrita por Karl Marx. Sin embargo, el inicio de la Primera Guerra Mundial detuvo esos avances, debido a la ideología nacionalista que logró reunir a las masas para enrolarse en una guerra de donde obtendrían muy pocos beneficios.

La Gran Guerra, si bien detuvo una revolución total en la Europa capitalista, no impidió que se desarrolle, en paralelo, un gran conflicto social en un Estado conservador como el ruso, donde el zar se negó a realizar cambios estructurales y, por lo tanto, generó las condiciones para la conformación del primer país comunista del mundo, la URSS. Por otro lado, el fin de la Primera Guerra Mundial provocó cambios en el mapa europeo, donde desaparecieron los imperios perdedores y se conformaron nuevos países. Además, a través del Tratado de Versalles se castigó duramente al pueblo alemán, quien empezó a construir en su imaginario la necesidad de vengarse de los países que lo sometieron y lo llevaron a una de sus mayores crisis.

En ese mismo periodo, Estados Unidos se encumbró como la nueva potencia del mundo, al desarrollar un gran auge económico gracias a su industria intacta posguerra, y seguir ciegamente el sistema económico liberal capitalista. Sin embargo, diez años después de ese éxito, en 1929, sufrió una terrible crisis que arrastró a todos los países que dependían de su bienestar. En simultáneo, en Italia y Alemania surgió una nueva forma de Estado que combina la fuerza militar, el nacionalismo y la figura de un salvador mítico, que llevaría al poder a dos dictadores sanguinarios, Benito Mussolini y Adolf Hitler, quienes al comienzo se dedicaron a perseguir comunistas y a detener su avance, lo cual les permitió acrecentar su poderío militar sin que Inglaterra y Francia se lo impidiesen, ya que estaban haciendo el trabajo sucio por ellos, pero, al darles estas concesiones, no tuvieron la capacidad de entender que los dos dictadores buscaban expansionismo y revancha. Así, se inició la Segunda Guerra Mundial con ventajas para el Eje; sin embargo, con el ingreso de los norteamericanos al conflicto la balanza se inclinó a favor de los aliados, aunque no fue fácil, ya que tuvieron que hacer uso de bombas atómicas para poner fin al conflicto.

Terminada esta segunda gran guerra salieron a la luz los abusos y asesinatos que los nazis cometieron contra todas aquellas poblaciones distintas de ellos, principalmente los judíos. Se inició un pequeño periodo de paz, y nuevamente volvieron los conflictos, esta vez entre las potencias Estados Unidos y URSS, quienes desearon imponer su hegemonía en el mundo a cualquier precio. Por esa razón intervinieron en diversos conflictos y prolongaron décadas de terror y muerte en el planeta.

Esas disputas son observadas hasta el día de hoy, y, aunque la Guerra Fría terminó en 1991, aún podemos presenciar las interferencias de las potencias en los problemas de distintos países, según su conveniencia, o las disputas comerciales entre los estadounidenses y los chinos, que influyen en el mundo actual globalizado.

Referencias

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CAPÍTULO 3

Del zarismo al totalitarismo estalinista, 1905-1953

Rocío Denisse Rebata Delgado

Introducción

Ha pasado poco más de un siglo de las revoluciones de 1905 y 1917 que dieron lugar al fin del zarismo, al ascenso al poder de los bolcheviques y a la consecuente formación en 1922 de la Unión Soviética25, es decir, a la primera puesta en práctica de un Estado comunista en el mundo26. En particular, la Revolución bolchevique, también denominada Revolución de Octubre de 1917, tuvo un enorme impacto en el mundo solo comparable con la Revolución francesa iniciada en 1789 (Carr, 2002), y los soviéticos integraron como parte de su identidad la idea de ser los auténticos pioneros en el mundo en dar el siguiente paso histórico luego de la experiencia revolucionaria liberal francesa (Furet, 2016). En esta línea:

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