El arte de argumentar: sentido, forma, diálogo y persuasión

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Las virtudes ético-político-retóricas son propias de cada decir. Cada pueblo tiene su propio ethos, cercano o muy distante de occidente. En mapuche, por ejemplo, el hombre de bien, que respeta a los otros (kawün) y al territorio (mapu), que posee las virtudes del cóndor: la sabiduría (kim, kimche), la justicia-rectitud (nor, norche), la bondad-bienestar (kum, kumeche) y la disciplina-fortaleza (newen, newenche).

Entre los quechuas se mencionan virtudes respecto al no hablar mal (hablar bien), no robar, no mentir, no matar, no ser adúltero y no ser ocioso, ser dadivoso, acoger al necesitado.

El orador nahua parte del carácter incierto de la verdad, va más allá de lo supuesto hacia lo oculto, liga sentir-pensar pero sin personalizar y habla en forma impecable, en forma correcta, ética y bella de acuerdo con el kosmos.

El guaraní en la palabra expresa también el alma y busca el estado de gracia (aguyjé) en su caminar en el mundo. Cuida las «buenas palabras» y habla sólo cuando tiene certeza, de otra manera, guarda silencio. Xpea, xquenda, xpea tobi tobi guidx son los elementos ligados al ethos binnizá.

Ahora bien, en la perspectiva amerindiana no sólo podemos quedarnos en la argumentación lineal. Los pueblos originarios desarrollaron parte central de la argumentación mediante mitos y símbolos. El mito es la gran reserva cultural de sentido. Y el símbolo es el condensador semiótico argumentativo por excelencia. No hay, por ejemplo, un símbolo con más poder argumentativo que el quincunce mesoamericano y su desarrollo entre los hopi’sino que estudiara Raúl González. En una cruz con unos cuantos puntos se condensa la línea temporal, los rumbos del mundo, la relación entre el supramundo, el mundo y el inframundo, toda la explicación del kosmos y del ser humano. Pero no es un caso único, existen igualmente otros símbolos, como el itapejá guaraní.

Desde la Independencia, América Latina ha desarrollado también su propia lógica de argumentos mestizos, criollos e incluso de los peninsulares venidos al continente pero que asumieron su liberación. No podemos extendernos en este prefacio, pero mostremos algunos hitos.

Los indígenas que resistieron la conquista dejaron ejemplos insustituibles de la argumentación propia. Desde el anónimo de Tlaltelolco y todos los textos recogidos por Josefina Oliva de Coll que muestran la peculiar unión de sentir y pensar, de estética-lógica-política-kosmología. Dos de ellos son memorables, el Chilam Balam: «para que su flor viviese, dañaron y sorbieron la flor de nosotros», un argumento estético-emocional incontestable; y el de la comunidad de tlamatinimeh de Tlaltelolco que tras el fracaso del encuentro con los franciscanos que impusieron su visión formularon el amoxtli del Nican Mopohua con una capacidad intercultural sin igual para permanecer y a la vez reconocer la racionalidad del invasor. Pero también está el caso notable de Felipe Guamán Poma de Ayala entre los incas.

No solamente son argumentos verbales. Cuando en el ahora Estados Unidos fueron confinados los pueblos originarios dentro de un cercado, comenzaron a danzar para reestablecer el orden del mundo. La respuesta colonial fue masacrarlos, el orden no pudo ser restablecido.

Desde los peninsulares, Bartolomé de las Casas, por ejemplo, formula un interesante silogismo propio, cuando por primera vez en el mundo, mucho antes que Europa, plantea su argumento contra la esclavitud, que podríamos parafrasearlo del siguiente modo: «La esclavitud de uno es la esclavitud de todos»; es decir, va más allá de Fichte, no se trata del yo, sino de que la existencia de un solo esclavo cuestiona a todos y cada uno en la especie humana, en cada ser humano está la humanidad.

En la Independencia cada gran héroe, desde los precursores como Simón Rodríguez, Hidalgo, hasta José Martí ha construido un aporte a la argumentación latinoamericana. Morelos en su argumento de los «Sentimientos de la nación» sostiene, por ejemplo, siguiendo a Suárez, que «5. La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las provincias de número»; pero va más allá y postula en el artículo 12: «Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto». Pero sobre todo afirma todavía: «15. Que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud».

Esta tradición argumentativa se prolonga hasta el siglo XX con el Che Guevara o Fidel Castro con su célebre «Primera declaración de La Habana», una de las más grandes piezas retóricas de la contemporaneidad; o con la «Primera declaración de la selva lacandona» del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que analizamos en Argumentación y discurso y en este libro; o los planteamientos de Hugo Chávez, hasta llegar en 2013 al discurso de Evo Morales en Rusia, donde en forma retórica pero también lógica y evidencial volteó el argumento de la colonialidad y de la deuda externa: son los europeos los que deben a América por haber saqueado su riqueza.

Es decir, queremos mencionar que si bien es bueno hacer la historia colonial de la argumentación en América, que tiene aportaciones notables como la Lógica de Rubio (conocida por Descartes y con múltiples ediciones), adaptaciones que implicaron innovación desde el primer momento (como las reseñadas por Beuchot), es tanto y más importante recuperar la vena de la argumentación por la liberación continental.

La argumentación en los últimos años

Después de que cerramos la investigación de El arte de argumentar se ha desarrollado un despliegue más amplio de la teoría de la argumentación en el mundo bajo la hegemonía o dentro del contacto con occidente. Cada año se multiplican los congresos y publicaciones en Japón, en la Europa ex socialista, en América Latina. Se despliega como un nuevo pensar hegemónico.

Dado que la argumentación sigue el modo de la producción social, cada vez vemos más esfuerzos ligados a la sistematización formal de la argumentación para los programas de cómputo.

En la lógica no ha habido despliegues notables y se permanece en la difusión y discusión de las falacias. Pero hubo en 2013 una discusión que muestra cierta crisis terminológica sobre la lógica informal, el pensamiento crítico y la teoría de la argumentación, que sin ser sustancial no deja de ser relevante. En Europa, el congreso de referencia sigue siendo el de la International Society for the Study of Argument cada cuatro años. Y además de la revista Argumentation de la pragmadialéctica destaca el Journal de Informal Logic. Pero los nombres han hecho crisis. Sabemos que el término lógica informal es en extremo inadecuado, pero también se ha puesto en cuestión la «teoría de la argumentación», sin construirse todavía un nuevo consenso. El lógico ecléctico canadiense Douglas Walton, por ejemplo, ha propuesto para la asociación mundial la fórmula sustituta «Asociación para el Estudio Normativo de la Razón y la Argumentación» o «Asociación para los Métodos de la Argumentación». Ya antes se había hablado también del término posible «filosofía de la argumentación». Y es claro igualmente que al centrarse estas corrientes en lo formal no salen del vericueto del hecho de que el único criterio válido para juzgar en el fondo es el de la lógica estándar.

Una parte significativa de la crisis es que no hay claridad en que los cursos de pensamiento crítico sirvan suficientemente para desarrollar las habilidades racionales. Lo que atañe sobre todo a la práctica de profesores y corrientes con un enfoque reductivo de la argumentación, en lugar del enfoque verdaderamente contextual, integral y complejo.

El ámbito de la argumentación visual se consolida cada vez más en el campo. Y en el ámbito de la argumentación emocional quizá el avance más notable es el libro de Christian Plantin, Les Bonnes Raisons des émotions. Principes et méthode pour l’étude du discours émotionné, bajo el enfoque del estructuralismo y de la interacción comunicativa.

En nuestro subcontinente, las corrientes que ya se desplegaban siguen su curso, pero se inició después de que planteamos con otros la iniciativa de una red latinoamericana (LASSA), un congreso periódico que se ha centrado en Chile, pero ha tenido una influencia eurocéntrica predominante, bajo la hegemonía de la pragma-dialéctica. También se ha expandido el estudio retórico.

México sigue estando bajo fuerte influencia del pensamiento crítico y la lógica informal estadounidense-canadiense. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) prácticamente está copada por un pensamiento de raigambre totalmente eurocéntrica y de visión en extremo limitada. En la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Silvia Gutiérrez ha seguido más bien el modelo francés de Christian Plantin. En Jalapa, Ariel Campirán hace esfuerzos desde el horizonte dominante pero buscando también caminos propios. En la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) se sigue el modelo imperante, con algunos contactos con colegas en el mismo horizonte en América Latina. Más interesante quizá resultó el volumen sobre la introducción a la argumentación realizado por la Universidad de Guadalajara, o el esfuerzo de Eduardo Harada en las preparatorias del Distrito Federal en torno a diversas actividades de lógica, argumentación y filosofía para niños. Y donde sí aparece una visión más propia es en los estudios discursivos y en los trabajos de las jornadas de retórica, que incluso han dado lugar a estudios de la retórica originaria y el libro La palabra florida con aportes centrales de Gerardo Ramírez Vidal y Helena Beristáin.

 

No podemos enumerar todos los demás aportes en detalle y ofrecemos disculpas por ello; sin embargo es necesario mencionar, en el terreno de la argumentación visual, la tesis doctoral de Josefina Guzmán Díaz (UNAM, 2007), que aporta el modo lúdico de argumentar y lo analiza en la publicidad; la tesis doctoral de Julieta Haidar; el libro coordinado por ella misma y Adrián Gimate-Welsh (La argumentación. Ensayos de análisis de textos verbales y visuales, Universidad Autónoma Metropolitana, 2013), y el trabajo realizado en el seminario dirigido año tras año por la misma Haidar en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, que integra la argumentación con el análisis del discurso y la semiótica de la cultura.

Aunque es preocupante que no exista una orientación propia latinoamericana y que poco se trabaja todavía en una perspectiva decolonial, creemos que existen condiciones para desplegar ese movimiento, que empieza por la asimilación del estado del arte mundial y los barruntos de asunción de lo propio.

Exordio

La historia de la cultura occidental encuentra uno de sus fundamentos formales de más larga duración en dos milenios y medio de desarrollo de la argumentación, del estudio de los mecanismos mediante los cuales afirmamos algo desconocido o cuestionado a partir de lo conocido y aceptado para persuadir, convencer o derrotar al otro sin acudir a la fuerza física. Esto por sí solo justifica la atención en el campo de la teoría del argumentar. Además, poderosas razones atraen hoy nuestra atención hacia este universo: el bombardeo de argumentos de la propaganda política y comercial al que es sometido el ciudadano contemporáneo que requiere herramientas para la autodefensa y la crítica; el gran desarrollo de la teoría de la argumentación después de la segunda guerra mundial, que nos permite contar con instrumentos intelectuales a la vez accesibles y sofisticados para el mejoramiento de nuestra argumentación y la crítica de los discursos argumentativos; el casi nulo conocimiento de la reflexión tanto clásica como moderna de la teoría de la argumentación entre los grandes núcleos de población, entre los profesores, jueces, legisladores y luchadores políticos progresistas de América Latina; la importancia de fomentar una cultura compleja de discusión y respeto democráticos tanto en los ámbitos de la discusión interpersonal como en la esfera pública; y el creciente reconocimiento de la importancia de la argumentación y la interpretación en las teorías científicas.

Hoy, en tiempos de guerras absurdas, de inventos que no miden las consecuencias sobre el ambiente y la salud, de profundización de las desigualdades a escala mundial, se nos plantea como una urgencia saber argumentar en todos los ámbitos a favor de la democracia, de la construcción de una ciudadanía crítica y de la supervivencia de la comunidad mundial. Para ello y para resistir al conformismo de lo que existe es necesario defender una teoría de la argumentación cotidiana y científica que tome en cuenta la conservación de la naturaleza, el bienestar humano global, la solidaridad y la ética que permiten argumentar nuestros deseos y planteamientos para construir, en común, el contacto emocional que nos une a los otros, y la explicación del mundo susceptible de un acuerdo intersubjetivo lo más amplio posible y que atienda con respeto a las opiniones divergentes.

La reflexión sobre el campo de la teoría de la argumentación es concebida en este texto en su sentido más amplio. Y si se pretende abrir los ojos a la totalidad y complejidad de la argumentación y sus teorías, resulta necesario comprender diversas subdisciplinas, modos, grados de polemicidad y soportes significantes. Las subdisciplinas nucleares del campo que revisaremos en este libro son:

• La lógica: la argumentación como forma; el cómo de los argumentos en sí, pero sin olvidar el qué, el contenido de la forma (en especial en la llamada «lógica natural»). Sin este nivel no se pueden pensar ni revisar los argumentos en forma crítica clara, detallada y precisa. Es en este nivel que se estudia el paso formal de un enunciado a otro, acentuando, por ejemplo, la búsqueda matemática que resume un funcionamiento argumentativo, la validez silogística, la estructura de los operadores y conectores lingüísticos, la articulación de los diversos sentidos que configuran una esquematización de determinada noción o, incluso, la lógica formal del diálogo.

• La dialéctica erística: la argumentación como diálogo, ya sea negociador, buscador del consenso racional o polémico. En este nivel se desarrolla la interacción y el intercambio de razones, se siguen procedimientos acordados y se alude a las verdades de base de cada comunidad de argumentadores. Aquí se estudia, pues, el cómo de los argumentos en cuanto a las reglas, estándares, convenciones y procedimientos a seguir por cada comunidad de argumentadores.

• La retórica: la argumentación para persuadir, la lógica a nivel del auditorio común. En este nivel opera lo racional y necesario de una interacción que aspire al éxito social ante un público concreto o incluso que busque construir la adhesión de un auditorio pretendidamente universal. La retórica atañe a la persuasión, al para qué de los argumentos, a la estrategia a seguir para conseguir algo, a los valores éticos en juego y sin los cuales no hay verdadero sentido del razonar, no hay fines que perseguir. Ahora que, dada la posibilidad de antivalores, puede operar en la retórica la emocionalidad y la explotación de la imagen del orador de maneras tanto racionales como no defendibles racionalmente o incluso manipuladoras.

• La semiótica y el análisis del discurso: la argumentación como sentido inteligible, que da lugar al estudio lingüístico, pragmático (el uso de los signos en el contexto), hermenéutico (estudio de la interpretación y los horizontes de comprensión, del arte de contextualizar los discursos para comprender su sentido), discursivo (el análisis del sentido del texto oral o escrito relacionado con sus condiciones de producción, circulación y recepción en un lugar y momento dado) o semiótico (visual, acústico, olfativo o táctil). La inteligibilidad en sus diversos niveles es indispensable para la circulación e interpretación adecuada de los argumentos.

El enfoque discursivo nos permite comprender que el uso del lenguaje y de la argumentación no es inocente. Argumentamos y hablamos en general desde la historia y desde el lugar que ocupamos como sujetos dentro de formaciones discursivas que limitan nuestra libertad, en una oscilación entre la libre determinación y la sujeción social. La argumentación ha de ubicarse en la sociedad y la historia concretas, en sus condiciones de producción, circulación y recepción y conforme a los funcionamientos discursivos que pone en juego para convencer, persuadir, hacer entender, emocionar y combatir dentro de cada campo argumentativo.

La conjunción de subdisciplinas atiende, pues, a la forma, el diálogo, el sentido y la verosimilitud de los argumentos. Nos permite comprender el qué, el cómo, el porqué, el cuándo, el dónde y el para qué de los argumentos. Los modos a su vez corresponden, de manera nodal, a los elementos metafísicamente irreductibles del argumentar:

• El modo lógico que corresponde a la forma y el contenido coherente, adecuado, suficiente y relevante

• El modo emocional que no es un añadido, sino un elemento siempre presente en la interacción argumentativa y en la construcción de la mente racional

• El modo intuitivo y de creencias, que comporta también posibilidades de justificación y comprensión

Cabe anotar tres cuestiones sobre los modos: el estudio argumentativo de la intuición y las creencias no ha sido formulado en detalle; todo modo debe comprenderse en su contexto, el cual puede aportar información indispensable para la comprensión del argumentar; pueden llegar a formularse otros modos.

Por otra parte, más allá de los modos, los grados de polemicidad oscilan entre diversos puntos posibles, tres de ellos dan lugar a subdisciplinas y formas tipificadas de argumentación:

• El antagonismo de la erística, que practica y estudia la argumentación como combate

• La polémica dialéctica, que busca la convicción racional

• El contrato de la negociación, que pretende resolver un conflicto entre las partes por mutuo acuerdo

Tras la negociación, el diálogo diluye la argumentación hasta llegar a su grado cero en la conversación como mero intercambio narrativo descriptivo. Otras formas de la discusión como la discordia, la conciliación y la colusión ocupan también un sitio, pero no dan lugar a formas claramente desarrolladas en la teoría, aunque la conciliación tiende a emerger como todo un cuerpo teórico en el análisis de asuntos privados como la familia y el matrimonio, y en asuntos públicos como el fin de las guerras o de los enfrentamientos raciales o étnicos. En algunas discusiones emergentes de la ciencia política, es vital la función conciliadora, para mantener la estabilidad y sanar las heridas que dejan los conflictos sociales, ideológicos y de poder. Los soportes significantes, por último, son tres y constituyen el campo de las ciencias del lenguaje:

• La argumentación verbal

• La argumentación paraverbal (es decir, lo que acompaña al habla) que es un componente necesario de toda argumentación oral

• La argumentación no verbal, que resulta cada vez más importante de analizar en un mundo regido por los medios audiovisuales, la computadora y el internet (estudiado por Gilbert dentro de lo que llama el modo de la argumentación «visceral», que alude a lo físico, a los hechos y a lo contextual)

Dada la escasez de críticas autónomas, recuentos y reflexiones latinoamericanas, no he querido centrarme en un solo tipo de texto al tratar las distintas subdisciplinas, modos y soportes del argumentar, sino que oscilo entre diversas orientaciones que permitan al libro constituirse en un punto de referencia global, con las posibilidades y límites que ello implica:

• La exposición teórica de múltiples aproximaciones a cada subdisciplina (lógica, dialéctica, retórica, semiótica, hermenéutica y de análisis del discurso) para mostrar diversas interconexiones así como los puntos de vista incompatibles y los focos de conflicto con el enfoque discursivo social; esto fomenta el aprecio de la amplitud y totalidad del campo, aunque impide profundizar en muchos casos y obliga a algunos juicios cuyos fundamentos no siempre pueden exponerse con suficiente amplitud. De cualquier manera, el lector que domina la lengua inglesa y esté interesado en penetrar más hondo en algún enfoque o concepto puede acudir a la bibliografía citada y en particular al extenso libro Fundamentals of Argumentation Theory, que detalla muchas de las teorías de la argumentación contemporánea.

• La exposición polémica de los enfoques y ensayistas que más interesan al autor debido a sus consecuencias filosóficas, teóricas y políticas; la elección, aunque justificada, es en parte subjetiva y se centra en los siguientes autores: Naess, Crawshay-Williams, Toulmin, Habermas, van Eemeren y Grootendorst, Perelman, Ducrot, Grize y Vignaux. Por razones de trayectoria y afinidad personal abundo en las referencias a Plantin, Gilbert y Haidar, quienes han sido mis maestros. Los enfoques más atendidos son el dialéctico erístico y el semiótico discursivo. Acentúo además la exposición sobre los temas de lo no verbal y lo emocional. En todos los casos cito bibliografía útil para adentrarse en los distintos autores, enfoques y temas cuando así se desee.

Los ejes polémicos principales son los siguientes: la insuficiencia de los enfoques lógico y dialéctico crítico para comprender la argumentación natural; la inadecuación de la exclusión de lo emocional, lo no verbal y el conflicto en el análisis de la argumentación cotidiana; la defensa de un enfoque lo más integral posible en la teoría de la argumentación frente a las visiones nacionalistas y reduccionistas; la valoración de la razón poética, así como de la complejidad de la razón discursiva natural, sobre todo para fines de evaluación de la argumentación cotidiana y de las ciencias sociales; y la necesidad de ampliar la visión de la pragmática hacia la consideración de los componentes ideológico, político y social de los argumentos. Con esto último, hago una defensa de la importancia y aportes de las aproximaciones discursiva, hermenéutica y semiótica que ligan el estudio de los argumentos a sus condiciones globales de producción, recepción y circulación.

 

• La exposición enciclopédica que busca dejar pocas cosas fuera y permitir al lector ubicar autores y problemáticas nucleares; es claro que no es posible profundizar en todos los puntos tocados desde esta perspectiva tan amplia, ya que esto será materia de varios libros futuros más específicos y acotados. Sin embargo, el lector podrá, a partir del texto, acudir a otras referencias para aceptar o rechazar con mayor conocimiento de causa los puntos de vista del autor. La visión panorámica del presente libro se justifica porque no existe en ningún otro texto en español y el lector interesado de habla castellana tendría que acudir a una montaña de textos para hacerse de una idea global.

• La exposición histórica se limita a los trabajos posteriores a 1947 y excluye las menciones extensas al pensamiento crítico, la lógica informal y diversos acercamientos lógicos que han sido más difundidos por los académicos mexicanos.

En suma, la virtud de este enfoque mixto a la vez enciclopédico, teórico, polémico y parcialmente histórico es dar al lector una panorámica crítica de la producción de 1947 a la fecha desde la perspectiva del análisis del discurso, la argumentación natural y el pensamiento democrático radical. El texto contribuye además con propuestas teóricas para el estudio de la emoción, el conflicto, lo no verbal, y al análisis de los funcionamientos discursivo-argumentativos. Aunque los funcionamientos discursivos son el objeto de análisis del libro Argumentación y discurso, y lo no verbal es materia de un libro en preparación sobre la argumentación visual.

El defecto de una aproximación tan general es que impide tratar en profundidad algunos de los conceptos y aspectos tocados, además de que imposibilita la exposición del suficiente número de ejemplos deseables para un texto de aplicación analítica. De cualquier manera, en cada capítulo incluimos algunos ejemplos y nos adentramos en el análisis de ciertos aspectos argumentativos del texto de la primera «Declaración de la selva lacandona» emitida por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el primero de enero de 1994 (mismo ejemplo que utilizamos también en el libro Argumentación y discurso) como una ilustración que permita captar la multidimensionalidad de un texto argumentativo, así como la realidad dialógica de todo discurso, aunque la plena argumentación se da en la confrontación real de posiciones independientes y contrapuestas respecto a determinado problema en un contexto de debate.

La amplitud de cobertura del libro obedece a una vocación de complejidad y humanismo moderno radical que guarda nexos con la totalidad de Pascal y Hegel, así como con la de Feyerabend y la epistemología del caos, la complejidad y la incertidumbre de Morin o Capra. El conjunto de puntos esbozados, entre los cuales se presentan algunos cruces, da lugar al capitulado nuclear de este libro que comprende las siguientes secciones:

• La argumentación: discusión de aspectos generales del argumentar (definiciones, operaciones y funciones argumentativas nucleares, así como estudio del campo de la problematicidad en lengua castellana) para introducir al lector en el tema a partir de ciertos elementos compartidos de base.

• La nueva teoría de la argumentación: exposición a la vez enciclopédica, teórica y polémica de los distintos enfoques contemporáneos. La sección inicia con el malentendido, que fija el umbral inferior de la argumentación. Después se exponen los temas yendo de lo lógico a lo dialéctico y luego a lo retórico hermenéutico y por último a lo lingüístico discursivo y semiótico, de manera que el lector vaya construyendo en su mente la complejidad del argumentar y de las teorías de la argumentación.

• La teoría emergente de la argumentación: tratamiento de puntos clave de la argumentación excluidos por mucho tiempo por las teorías más conservadoras y que sin embargo son capitales para una comprensión de la argumentación natural tal cual es: el modo emocional del argumentar, la argumentación no verbal y la discusión erística que fija el umbral discursivo superior de la argumentación, la cual se mueve dentro de los límites del malentendido con que abre la sección «La nueva teoría de la argumentación» y el conflicto que rebasa la palabra para cerrar la sección «Teorías críticas y emergentes»; emoción, visualidad y combate constituyen todos —cada uno a su manera— umbrales de la argumentación en cuanto rebasan la lógica, el discurso y la convicción dialéctico crítica y retórica.

• La peroración: resumen que retoma las tesis principales en forma retórica para puntualizarlas y permitir que queden en la memoria de los lectores. Además, postula un modelo analítico operativo susceptible de aplicarse a cualquier discurso argumentativo. El modelo permite plantear en forma práctica las más diversas propuestas de integración teórica y disciplinaria, según el interés y posición de cada analista.

• El corpus: la transcripción completa y señalada con números de línea en cada renglón del discurso de la primera «Declaración de la selva lacandona», la cual sirve de ejemplo para los análisis al término de los capítulos que requieren ilustración.

• La bibliografía: una referencia extensa, que permita la consulta de cualquier autor o tema de interés en cualquiera de los enfoques de la teoría de la argumentación.

Considero que el cuerpo del libro puede ser leído por gran parte de las personas informadas. El texto permite al lector, con leves ajustes de las correferencias, seleccionar su propia ruta: la vía propuesta por el orden del texto; la lectura por subdisciplinas que va desde la lógica y la dialéctica hasta el discurso; o incluso una lectura que salte los capítulos y apartados lógicos, que suelen ser los más difíciles para el lector no formado en tales materias pero interesado en conocer el campo fundamental de la teoría de la argumentación. Otra ruta posible de lectura es iniciar con la revisión del modelo analítico operativo al final de la peroración para que se comprenda el panorama general y de ahí se parta a los puntos de interés particular o a la lectura general, ya que el acudir al modelo operativo puede permitir no perderse en el conjunto del texto y de las discusiones particulares. El lector o lectora ideal que pueda leer y comprender el conjunto del texto en profundidad y de acuerdo con su disposición original será sobre todo aquel con una formación en filosofía, en lingüística, en lógica o con un nivel de posgrado. Sin embargo, creo que el libro puede ser revisado por cualquier lector crítico, si bien su diferente nivel de formación lo puede llevar desde una lectura ingenua hasta una lectura teórico-filosófica o crítica en los apartados más vinculados con su interés y formación. Todo lo anterior es un exordio, un prólogo a este libro, un intento de ganar la benevolencia del lector (la captatio benevolentiae era una parte inicial y básica del discurso retórico clásico) que se enfrenta a una materia difícil. Muchos conocimientos y experiencias están en la base de mi reflexión sobre la necesidad de abrirse a la comprensión de las diversas teorías y modalidades de la argumentación. Pero sobre todo, si pensar la teoría y práctica de la argumentación no ha de servir para tratar de construir una humanidad mejor, más solidaria y feliz —una verdadera humanidad— no sólo más «lógica lógica» y productiva, entonces no me importaría teorizar. De hecho, comparto en las universidades el espacio con filósofos del pensamiento crítico lógico o lingüístico y me parece que ese pensamiento analítico o estructural, sino se acompaña de una vocación de hacer el bien a la mayoría de la humanidad, de carne, sangre y emoción, no es el producto excelso de lo humano sino el producto de la deshumanización.