Europa a tu aire. 80 rutas sobre ruedas

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• Distancia: 740 kilómetros de ruta

• Puntos de la ruta: Teruel - Riodeva - Villel - Albarracín - Galve - Escucha - Ariño - Calanda - Aguaviva - Peñarroya de Tastavins - Castellote - Tronchón - Cantavieja - Fortanete - Pitarque - Valdelinares - Rubielos de Mora

La ciudad del amor

El viaje empieza en la ciudad de Teruel con una leyenda que tras contársela a los niños servirá como acicate para llevarlos de paseo por la ciudad. ¿Habéis oído hablar de los amantes de Teruel?

Cuentan en estas tierras que en el siglo XIII corría por la ciudad una pareja de jóvenes enamorados, Juan Martínez de Marcilla e Isabel de Segura. Ella era de familia rica y sus padres se oponían a que se casara con un pobretón, así que le dieron al buen mozo un plazo de cinco años para que hiciera fortuna. El joven se fue a la guerra con el fin de conseguirlo, pero como no daba noticias de su paradero ni de lo bien que le iban las cosas, el padre de Isabel se impacientó y la casó con otro. Juan volvió a Teruel justo el día en que se había celebrado la boda y, desesperado, se presentó en casa de Isabel para pedirle un beso. Y aquí empieza la tragedia. Ella, como mujer ya casada, se niega. Juan, roto de dolor, muere. Al día siguiente, en su entierro, Isabel se levanta de su banco en la iglesia para darle el beso que le había negado y muere sobre él. Su amor es finalmente reconocido y recompensado y los entierran juntos. Sus supuestos restos descansan en un mausoleo junto a la iglesia de San Pedro.

Paseando por el centro histórico, veréis los bellos edificios de arte mudéjar que aún se conservan en la ciudad y que le han valido formar parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, mientras vais en busca de la famosa tumba de los amantes. Empezad por la plaza de la Catedral, donde podréis deteneros para ver su techumbre de madera en la que están representados los oficios del Teruel medieval. Continuad por la calle de Los Amantes hasta la plaza Carlos Castel, donde podréis ver la fuente del Torico, otro de los símbolos de la ciudad que, según la leyenda, dio nombre a la misma. Continuad por la calle Hartzembusch hasta la iglesia de San Pedro, también de estilo mudéjar, y el mausoleo de los amantes.


Dinópolis. © Fernando - Creative Commons

Tras esta breve visita al barrio medieval, ha llegado el momento de la diversión y el aprendizaje. ¡Ojalá siempre fueran así de fácil de combinar! Los aprendices de paleontólogos pueden empezar a desempolvar sus herramientas porque os vais a Dinópolis Teruel, el mayor de los centros dedicados a los dinosaurios de toda la provincia. Tened en cuenta que, tanto este como los otros, abren todos los días únicamente durante las vacaciones escolares. El resto del año solo los sábados, domingos y festivos, menos en mayo y junio, que lo hacen de jueves a domingo. Enero y febrero permanecen cerrados.

El centro cuenta con un museo en el que empaparse de conocimientos, esqueletos de dinosaurios encontrados en la provincia y reproducciones robotizadas que se mueven como los originales. Además, hay varias atracciones relacionadas con el tema de la paleontología y la prehistoria, como un recorrido en barca entre mamuts y los primeros Homo sapiens, un carrusel para los más pequeños en el que girar y girar a lomos de un dinosaurio, un simulador 4D en el que viajaréis en un 4x4 entre dinosaurios como en la película de Spielberg, un recorrido en vagoneta por los inicios del universo o una película en 3D en la que os parecerá notar la respiración de estos enormes reptiles.

Si tras semejante fiesta os apetece daros un capricho, os sugerimos que os dejéis mimar en el Spa Ciudad de Teruel, que dispone de una zona, el Dinospa, dedicada a los niños. Para vosotros un relajante circuito termal y para ellos una auténtica piscina de bolas y la posibilidad de tirarse al agua por un tronco-tobogán bajo la atentada mirada de un Brontosaurus.

Si sois aficionados a las bicicletas, os gustará saber que el tramo de Vía Verde más largo de la Península pasa precisamente por estas tierras. Arranca en la localidad de Ojos Negros, a sesenta kilómetros al norte de Teruel y, tras recorrer 160 kilómetros, finaliza en Sagunto, provincia de Valencia. El recorrido, a través de una antigua vía minera a la que se le han quitado los raíles, pasa por túneles y acueductos, y permite contemplar el paisaje sin tener que preocuparse por los coches.

Por barrancos y sierras en busca del fósil perdido

Al día siguiente toca subir al coche y conducir 45 kilómetros hasta Riodeva, donde os espera Titania, el siguiente centro de Dinópolis. Este está dedicado a los grandes dinosaurios y en él conoceréis al Turiasaurus riodevensis, el más grande encontrado en la localidad, y realizaréis un viaje de 150 millones de años al pasado para ver cómo era el pueblo de Riodeva por aquel entonces.

Desde aquí, conducid hasta Villel para emprender una bonita excursión por el barranco del Tranco, un recorrido de tres kilómetros y medio que haréis en unos cuarenta y cinco minutos y que transcurre por el cauce seco de un río, una garganta de piedra con paredes de unos veinte metros. Es de dificultad mínima, pues los tramos más complicados han sido equipados con pasillos, escaleras y barandas. Aunque no se necesita arnés, es recomendable llevar casco por si cae alguna piedrecita.

Y para comer, a Albarracín, un precioso pueblo amurallado cuya silueta se recorta esbelta contra la sierra homónima. Parte de su encanto consiste en pasear por sus calles, que se adaptan caprichosamente a los desniveles del suelo entrelazándose mediante pintorescos pasadizos y escalinatas. Deambulando por ellas podréis ver varias mansiones señoriales y los principales monumentos de la localidad: la catedral del Salvador, del siglo XVI, y el castillo, que fue alcázar andalusí en el siglo XI. En la localidad está el museo de Máquinas de Asedio, en el que se expone todo tipo de artilugios, a tamaño real, con los que se podría derribar una muralla o una fortificación, como catapultas o arietes. Otra visita recomendada es al museo de Juguetes, ubicado en una casa del pueblo y en el que podréis ver una representativa colección de principios del siglo XX.


Albarracín. © Monthly_M - Fotolia

Y si os apetece recorrer estos bonitos parajes a lomos de un caballo, os podéis acercar a Caballos Albarracín, en Moscardón. Organizan una interesantísima actividad de familiarización con caballos y rutas por el valle del Masegar.

La ruta jurásica tiene su siguiente parada en Galve, donde os enseñarán cómo se extraen los huevos de dinosaurio de los yacimientos y donde os espera una familia de Aragosaurus a tamaño real.

De ahí continuaremos hasta el museo minero de Escucha para adentraros en el corazón de la montaña con los carros de transporte que utilizaban los mineros para extraer carbón lignito y azabache. Recorreréis las galerías y aprenderéis cómo era este duro oficio a través de reproducciones de escenas con maniquíes a escala real. Es conveniente reservar con antelación.

Habiéndolo aprendido todo sobre esta sustancia combustible, os resultará aún más atractiva la siguiente parada Dinópolis en Ariño, donde veréis los fósiles extraídos del carbón de nuevas especies de dinosaurios: el Proa valdearinnoensis y el Europelta carbonensis.

Melocotones y tambores

Para variar un poco el contenido de la ruta, os proponemos que a continuación os dirijáis a Calanda para conocer de cerca a uno de los más célebres turolenses, el cineasta Luis Buñuel. Aunque a priori pueda parecer una figura poco atrayente para los niños, el museo que le ha dedicado su localidad natal es sumamente ameno e interactivo, y aborda un tema muy interesante: la imaginación. Solo os desvelaremos el contenido de una de las salas: varias impolutas tazas de váter sobre las que os podréis sentar a ver una peli. Si vais en verano, no dejéis de probar los famosos melocotones de la localidad y, si lo hacéis en Semana Santa, preparaos para el gran estruendo de sus fervorosos tambores.

La siguiente propuesta es especialmente agradable en verano: os invitamos a daros un chapuzón en las bellas pozas del río Bergantes a su paso por Aguaviva. Se trata de una serie de piscinas naturales formadas entre grandes rocas redondeadas a las que se puede acceder muy fácilmente. Es como si un gran Tyrannosaurus rex hubiera pisado las rocas y sus profundas huellas se hubieran llenado de agua. Los mayores podrán saltar desde lo alto sin peligro alguno y los pequeños entrar a pie llano. El agua es tan limpia y transparente que os parecerá estar en el Caribe.

Tras el remojón toca volver a sentirse paleontólogos. Esta vez el centro de Dinópolis tiene un nombre de lo más curioso y algo impronunciable: Inhóspitak. Se encuentra en Peñarroya de Tastavins y custodia los restos del Tastavinsaurus sanzi, que vivió en esta zona hace cien millones de años.

Como complemento, en la parte alta del pueblo y cerca de las ruinas del castillo, tenéis que daros una vuelta por el Parque Aragonés de la Vivienda en el Medio Rural, un parque temático en el que podréis ver reproducciones de casas tradicionales y que abarca toda la historia de la Humanidad. Hay una cueva paleolítica, una cabaña de piel del neolítico, otra de la Edad del Bronce, una casa de adobe, un torreón del tiempo de los íberos, una villa romana con su arco de triunfo y una vivienda campesina de la Edad Media. Al acabar el paseo, entrad en la casa tradicional del proyecto etnológico Lo Masmut. Ha sido fielmente rehabilitada y recorriendo la bodega, la cuadra, la despensa o la alcoba conoceréis cómo era el mundo rural de la comarca del Matarraña hasta hace muy poco.

 

Cada Viernes Santo, puntualmente a las doce del mediodía, los habitantes de Calanda celebran la Semana Santa haciendo sonar sus tambores al unísono. Este peculiar festejo, conocido como La Rompida de la Hora, atrae cada vez a más curiosos, tanto nacionales como internacionales, que tambor en ristre se suman al estruendo general. Luis Buñuel, hijo predilecto de la población y cuya fotografía tocando un tambor os recibirá ya en la carretera de acceso, fue uno de sus mayores promotores.

El Maestrazgo

Y de ahí, la ruta retrocede un poco el camino andado para dirigirse a Castellote, en la comarca del Maestrazgo. Esta pequeña población fue muy importante durante el tiempo de los templarios, como indica el castillo que señorea sobre las rocas escarpadas que lo protegen. Subiendo por bonitas calles empedradas llegaréis a la iglesia de San Miguel, del siglo XV, y al torreón Templario, que alberga un centro de interpretación de la Orden del Temple.

En la parte más baja del pueblo, junto a la plaza de toros en la que en fiestas se ven las caras mozos y vaquillas, se encuentra otro de los centros de Dinópolis: el Bosque Pétreo. En esta ocasión, además de varias reproducciones de dinosaurios y fósiles, podréis aprender cómo era el hábitat de la región cuando aquí convivían mamíferos y vuestros grandes amigos ya desaparecidos.

Al dejar Castellote en dirección sur pasaréis por un paraje de gran belleza: el embalse de Santolea. En la carretera encontraréis dos miradores excepcionales sobre las grandes paredes de roca pelada que lo bordean y podréis ver planear sobre al agua de color esmeralda a los siempre presentes buitres. A partir de aquí el paisaje va alternando los campos de secano, con sus ordenadas hileras de viña y sus centenarios olivos, con formaciones geológicas sorprendentes, como la del Morrón, un picacho que observaréis al otro lado del embalse y que tiene forma de porrón de vino. Estáis entrando en una zona en la que practicando senderismo os cruzaríais con más cabras montesas que con personas. Un paraíso de rincones mágicos guardados celosamente por los lugareños de los pequeños pueblos de Las Planas de Castellote, Ladruñán o Bordón.

Carretera arriba

Con los buitres como compañeros de viaje, pues a partir de aquí los vais a ver haciendo sus característicos círculos en el cielo muy a menudo, os proponemos una sabrosa visita para conocer uno de los más reconocidos productos gastronómicos de estas tierras. En Tronchón se elabora un excelente queso de leche de oveja o de cabra que se presenta en tres variedades de curación. Baste con decir, como carta de presentación, que sale mencionado incluso en El Quijote. Para que os lo expliquen con todo lujo de detalles y además os hagan una degustación, tenéis que ir a una de las queserías del pueblo, en las que podréis comprar alguno para llevar a casa o como regalo.

A solo catorce kilómetros de Tronchón, y a casi 1300 metros de altitud, se encuentra Cantavieja, uno de los pueblos más bonitos de la ruta. Está construido sobre unos altos acantilados de roca pelada e invita a pasear por sus calles de trazado medieval y a asomarse a sus miradores para contemplar el paisaje del Maestrazgo a vista de pájaro. En la bonita plaza porticada podréis visitar una antigua escuela rural ubicada en una de las salas de la vivienda del campanero, junto a la torre de la iglesia.

Otro de los pueblos por los que es un placer pasear es Fortanete. En la antigua prisión se ha instalado un museo en el que podréis conocer su historia. Sus principales monumentos son las ruinas del castillo del siglo XII, que perteneció a la orden de los Hospitalarios, la casa de los duques de Medinaceli, un elegante palacio nobiliario del siglo XVI con un espléndido balcón renacentista, el ayuntamiento, también de estilo renacentista, y la iglesia barroca, del siglo XVII.

A unos cuarenta kilómetros de Fortanete hacia el noroeste se halla otro de los parajes de salvaje belleza de estas tierras, el monumento natural del nacimiento del río Pitarque. Para contemplar la majestuosidad y fuerza con que el agua emerge a través de las rocas, hay que hacer una excursión de diez kilómetros, ida y vuelta, lo que os llevará aproximadamente un par de horas desde el pueblo de Pitarque. Es un camino sencillo, está bien señalizado y en verano, si lleváis el bañador puesto, podéis ir haciendo paradas para refrescaros. Nuestra sugerencia es que llevéis preparado un pícnic y no dudéis en lanzaros a la aventura. No encontraréis dinosaurios, pero recorreréis una preciosa garganta entre rocas, por la que seguro que ellos también pasaron, y quizás encontréis algún pequeño fósil en forma de caracol o almeja. Si os fijáis en los agujeros de las rocas, podréis ver nidos de buitres y de águilas y, muy probablemente, alguna cabra montesa saltando entre risco y risco.

Si visitarais estas tierras en invierno, las encontraréis muy a menudo cubiertas de un manto de nieve. Aunque no es, a nuestro gusto, el mejor momento del año para recorrer estos parajes, ya que las temperaturas son bastante bajas y se hace imprescindible el uso de cadenas. Debéis saber que a setenta kilómetros de Pitarque y a veintitrés de Fortenete hay una estación de esquí, la de Valdelinares, por la que los más pequeños pueden deslizarse a bordo de un trineo y los mayores esquiar por sus veintinueve kilómetros de pistas o patinar en la pista de hielo natural al aire libre.

Rubielos de Mora

La ruta se va acercando a su fin, pero todavía os queda un centro Dinópolis por descubrir, el de Rubielos de Mora, bautizado con el nombre de Región Ambarina. Un mundo mágico que encantará a los más pequeños, pues está especializado en uno de los pocos lagos fosilizados del mundo y en los insectos que convivieron con los dinosaurios y quedaron atrapados en el ámbar. Si durante el viaje habéis encontrado algún fósil, aquí aprenderéis las técnicas que usan los paleontólogos para clasificarlos.

Concluida la visita os sugerimos una vuelta por el centro histórico del pueblo, en el que podréis ver varias casas señoriales de estilo renacentista y un par de torreones de defensa muy bien conservados. Fijaos en los dinteles de las puertas de las casas, pues muchas todavía conservan dibujos relacionados con el oficio de la persona que las habitaba en la Edad Media. También son curiosas las farolas del pueblo, pues están hechas de forja y adornadas con figuras de animales y objetos diversos.

Info práctica

Área de Cantavieja

C/ de las Eras, 55. 44140 Cantavieja

N 40° 31' 33'', W 0° 24' 27''

) +34 964 185 414.

www.cantaviejaturismo.com

Gratuita. 7 plazas.

Esta área tranquila, en las inmediaciones del pueblo, dispone de servicio de desagüe de aguas grises y negras, y carga de agua potable. Se puede permanecer 48 h, pero no se permite sacar mesas, sillas, etc. Hay una gasolinera a unos 200 m. Admiten animales.

Área de Peñarroya de Tastavins

Carretera Peñarroya-Monroyo, km 0,2

44586 Peñarroya de Tastavins

N 40° 45' 3'', E 0° 02' 32''

) +34 978 896 667 y +34 978 896 707

www.peñarroyadetastavins.es

Abierta todo el año. Gratuita. 11 plazas.

En la entrada del pueblo, esta área rodeada de campo y montaña para pernoctar. Dispone de servicios de vaciado de aguas grises y negras y carga de agua potable. La estancia máxima es de 48 h. Está prohibido acampar. Hay restaurantes, bares y un supermercado cerca.

Camping Ciudad de Albarracín

Camino de Gea, s/n. 44100 Albarración

N 40° 24' 42'', W 1° 25' 39''

) +34 978 710 197

www.campingalbarracin.com

Se halla a apenas 1 km de Albarracín por una carretera poco transitada. Cuenta con 102 parcelas y con todos los servicios imprescindibles en un bello entorno.

Parking cuartel de la Guardia Civil

C/ Ramón J. Sénder, 7. 44002 Teruel

N 40° 19' 55", W 1° 5' 34"

www.teruelversionoriginal.es

Abierto todo el año. Gratuito.

Aquí solo se permite pasar la noche. No tiene servicio de cambio de aguas, ni toma de electricidad... Aunque hay una gasolinera y un supermercado muy cerca. Lo mejor... la seguridad.

Península Ibérica

P. Nac. de Ordesa

El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido es uno de los parajes españoles en los que la naturaleza se muestra más exuberante y salvaje. Presidido por el macizo de las Tres Sorores, con cumbres de más de tres mil metros, se caracteriza por un paisaje de frondosos bosques, glaciares y ríos de montaña.

Está situado en la comarca del Sobrarbe, en el Pirineo aragonés, y la idiosincrasia de su paisaje, su flora y su fauna han conseguido que sea merecedor de numerosos reconocimientos, tanto nacionales como internacionales.

Su historia geológica ha conformado un paisaje que sorprende al viajero y al excursionista más avezado. Alrededor del macizo y de su cima más alta, el Monte Perdido, se despliegan cuatro valles repletos de ríos, cañones, barrancos, lagos y saltos de agua. Adentrarse en los valles de Pineta, Escuaín, Añisclo y Ordesa depara un montón de experiencias tanto en senderismo como en deportes de aventura u observación de flora y fauna.

El parque ocupa un total de 15 608 hectáreas divididas en cinco municipios: Bielsa, Tella-Sin, Puértolas, Fanlo y Torla. Los pueblos y localidades que adornan su interior cuentan con muy buenas infraestructuras y con un patrimonio cultural, artístico y arquitectónico que está a la altura de las elevadas cumbres que los protegen.


• Distancia: 380 kilómetros de ruta

• Puntos de la ruta: Jaca - Buerba - Vió - Nerín - Fanlo - Buisán - Broto - Oto - Torla - Ainsa - Labuerda - Laspuña - Tella - Puértolas - Bestué - Espierba - Bielsa

Jaca

La ciudad de Jaca está estratégicamente situada en una variante del Camino de Santiago que cruza los Pirineos por el puerto de Somport. La localidad es, junto a Sabiñanigo y Biescas, uno de los principales destinos turísticos para los amantes del deporte de aventura y de nieve debido a la cercanía de las estaciones de esquí de Astún, Candanchú, Formigal y Panticosa. En los últimos años se ha convertido en un importante centro turístico, ya que debido a su ubicación es una buena base desde la que explorar las maravillas del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y, además, su estructura urbana, con grandes zonas verdes y sin apenas coches, le confiere un ambiente muy agradable y relajado.

El símbolo y mayor hito arquitectónico de Jaca es la ciudadela, una enorme fortaleza en forma de estrella y rodeada de un agradable jardín que fue construida en 1592 para proteger a Jaca de los hugonotes. Lo cierto es que estuvo muchos años sin ser utilizada y solo en 1808, durante la guerra de la Independencia, cumplió su papel original. Se la conoce también como castillo de San Pedro y ha sido declarada Monumento Histórico-Artístico. Aloja en su interior un museo muy curioso, el Museo de las Miniaturas Militares, con 32000 piezas de soldados de plomo.

La catedral de San Pedro es un monumento clave del románico hispano y europeo, y pieza clave en la introducción de este estilo en la Península a través del Camino de Santiago. Su construcción se inició en el último cuarto del siglo XI y concluía unos sesenta años después. Consta de tres naves separadas por gruesas columnas, con cúpula y cimborrio en el crucero, portadas al oeste y sur, y claustro al norte. No llegó a abovedarse en tiempos románicos y solo lo hizo tras los incendios sufridos a principios y mediados del siglo XV, cuando la febril actividad constructiva y decorativa del siglo siguiente renovó la vetusta fábrica, dejando delicadas creaciones renacentistas en las numerosas capillas. Estas, con la magnífica serie escultórica románica de capiteles y portadas, y la excepcional colección de pintura e imaginería medievales del recién renovado Museo Diocesano, invitan a una visita pausada.

 

Otros monumentos de interés son la torre del Reloj, que en sus días fue la cárcel de la ciudad; el monasterio de Santa Cruz, de estilo renacentista, donde se aloja el sarcófago de la infanta doña Sancha, hija de Ramiro I; la iglesia del Carmen, con un bello portal del siglo XVI; la iglesia del Apóstol Santiago o el puente de San Miguel, uno de los pocos ejemplos de ingeniería medieval que se conserva en esta zona. En las afueras se puede visitar el monasterio de San Juan de la Peña, un admirable conjunto del románico en el que están enterrados varios reyes aragoneses.

En Jaca y Yebra de Basa celebran la festividad de Santa Orosia el 25 de junio. Colorista y popular, el festejo congrega a millares de personas. Cuenta la leyenda que la venerada santa vino en el siglo IX desde Bohemia para casarse con el príncipe de Aragón, Fortun Garcés, y que fue asesinada por los árabes por no renunciar a su fe. Parece que su cuerpo descansa en Jaca y la cabeza en Yebra de Basa.

Un poco más al norte de Jaca se encuentra la abandonada estación de Canfranc, un hermoso edificio acristalado que recuerda a los palacios franceses del siglo XIX.

Valle de Ordesa

Este es el primero de los valles que mereció reconocimiento como lugar de privilegiada belleza natural y que daría pie, tras las posteriores ampliaciones, al actual Parque Nacional.

El clima pirenaico de estas latitudes, caracterizado por temperaturas extremas y abundantes precipitaciones, sumado a la altura del terreno propicia los bosques de hayas, quejigos y encinas en los primeros niveles; de robles, abetos y pinos silvestres, un poco más arriba; y de brezos y pinos negros a medida que llegamos a los puntos más altos. En las cumbres solo hay pastizales y rocas con musgos y líquenes. En cuanto a las flores, es frecuente encontrar lirios pirenaicos de color azul y edelweiss, las flores más buscadas por los excursionistas y uno de los símbolos del Pirineo.

También la fauna merece una mención. Con paciencia y silencio, se pueden observar rebecos, corzos, jabalíes, zorros, marmotas, nutrias, tejones, ardillas, lechuzas, quebrantahuesos y perdices.

Pero alrededor del parque existe un entramado de pequeños pueblos que se han ido despoblando con el tiempo y que aún conservan parte de sus tradiciones, además de la arquitectura más tradicional con sus clásicas chimeneas, denominadas espantabruxas, y tejados de pizarra.

Ponemos rumbo hacia Torla, una de las puertas al Parque Nacional, desde donde podremos emprender algunas de las rutas más emblemáticas. Hemos de tener en cuenta que nos movemos por carreteras de montaña y que hay que extremar las precauciones.

Nos detendremos inicialmente en Buerba que, situado a 1143 metros de altitud, destaca por la iglesia de San Miguel, del siglo XVII, y por las preciosas chimeneas características de estos valles, personificadas en las casas Toledo, Tomás y la Plaza. Buerba mantiene activa la tradicional artesanía en madera de boj. En Vió, a 1210 metros de altitud, cabe resaltar la bonita iglesia románico-lombarda de San Vicente Mártir, de la cual se conservan algunas pinturas murales en el Museo Diocesano de Barbastro, así como la casa Lardiés que, según la tradición, fue habitada por San Úrbez.

Si sigues subiendo, llegarás a Nerín que, con sus 1281 metros de altitud, es uno de los núcleos más turísticos del valle y disfruta de magníficas vistas sobre el Parque Nacional. En él se puede visitar la iglesia románica del siglo XII, consagrada a San Andrés. Al llegar a Fanlo resalta el perfil de la iglesia parroquial, especialmente bonito en días de niebla cuando las brumas cubren el campanario. Desde aquí se puede llegar caminando hasta el pueblo deshabitado de Buisán o iniciar el descenso al colindante valle de Broto, atravesando bosques de pinos y abetos.

La ermita de San Úrbez, en Fanlo, es uno de los puntos partida de las rutas hacia el cañón de Añisclo, unos de los parajes más bellos del Parque Nacional.

Broto, capital del valle homónimo, es un bucólico pueblo rodeado de prados de un verde casi fosforescente que queda dividido en dos por el río Ara. Entre sus monumentos más destacados se encuentran la casa del Valle, las iglesias de Nuestra Señora de la Piedad, la de San Blas, la de San Clemente y la de San Pedro Apóstol, construida en el siglo XVI y que llama la atención por su bella torre de defensa. A apenas un kilómetro en dirección sur se llega a Oto, donde se puede ver otra bonita torre de defensa: la de la casa don Jorge, erigida en el siglo XVI.

También muy cerca de Broto, y bajo el abrigo del impresionante Mondarruego, se encuentra Torla, un precioso y peculiar pueblo altoaragonés con interesantes muestras de arquitectura tradicional pirenaica y que ejerce de puerta de entrada al Parque Nacional por el valle del río Arazas. La localidad sorprende nada más llegar por la majestuosidad de su iglesia, situada a los pies del Mondarruego. La conjunción entre el maravilloso entorno natural donde se enclava y la capacidad, y sensibilidad que han demostrado tener sus gentes a la hora de conservar el encanto de su arquitectura (con numerosos detalles como dinteles góticos, puertas doveladas o arcos de medio punto) convierten a Torla en uno de los pueblos más bellos del Pirineo. La iglesia y la casa Viu son las dos construcciones que destacan de entre todas las que exhibe esta localidad. La primera se estructura en tres naves con una cúpula encima del coro, totalmente independiente del resto; posee un órgano del siglo XVI y conserva la cruz de Torla, de estilo gótico, una verdadera obra de orfebrería que permanece guardada en la sacristía.

Del 29 de junio al 15 de septiembre, parte un autobús desde Torla que nos deja en el punto de partida para subir a la Cola de Caballo. Si llegas en tu propio coche, puedes aparcar junto a la parada de autobuses.


Cola de Caballo. © Tono Balaguer

Aquí se encuentra el Centro de Visitantes del parque, donde ofrecen valiosa información y buenos consejos sobre las numerosas excursiones que se pueden realizar.

Una de las clásicas es la ascensión a la Cola de Caballo, nombre con el que se conoce al más espectacular de los saltos de agua del parque. Se encuentra a 1840 metros de altitud y forma parte de un conjunto de cascadas conocidas como las Gradas de Soaso. Bajo picos de más de tres mil metros y en medio de bosques de pino negro y pudio, las rocas calcáreas del río Arazas se abren para dejar caer, en acentuados escalones, las bravas aguas del río. No es extraño ver grandes grupos de truchas luchando contra la corriente. Se trata de una ruta de 6,5 kilómetros a pie, de una dificultad media.

Valles de Añisclo y Escuaín

El valle de Añisclo es uno de los paisajes más espectaculares del Parque Nacional. Está conformado por el cañón de Añisclo, que nace en un circo glaciar y por el que se abre paso el río Bellós. Las altísimas y vertiginosas paredes rocosas proporcionan unas vistas impresionantes. Ainsa, considerada la capital del Sobrarbe es, probablemente y sin desmerecer a sus vecinos, el pueblo más bonito del valle. Situado en la confluencia de los ríos Cinca y Ara, ofrece un recinto arquitectónico medieval único y extremadamente bello.

Entre los monumentos más emblemáticos se encuentra la plaza Mayor, la iglesia románica de Santa María, desde cuya torre se tienen unas vistas excelentes del valle, el castillo, la Cruz Cubierta y las calles de Santa Cruz y de Gonzalo I.

Cuatro kilómetros separan a Ainsa de Labuerda, donde podemos parar para disfrutar de la iglesia de San Sebastián y, especialmente, de su torre, las más alta y llamativa de la zona, y de la belleza de la iglesia románica de San Vicente Mártir, a las afueras del pueblo. Laspuña, a orillas del río Cinca, cuenta con el Museo de las Navatas, que ilustra la historia de este oficio vivo hasta el siglo XX. Y desde allí nos encaminamos a Tella, el pueblo más elevado de la zona, considerado un antiguo centro de brujería, lo que podría explicar la concentración de iglesias románicas que hay alrededor de la localidad. Otro punto de interés es el dolmen de Tella, descubierto en 1954.

Continuando hacia el valle de Añisclo, nos detenemos antes en el valle de Puértolas para visitar la cabecera, Puértolas y Bestué, en los que destacan sus cascos urbanos e iglesias.

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