Al oriente del Edén

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Esto nos recuerda que Adán y Eva son hijos de Dios por cuanto fueron formados por el mismo Señor mediante una creación especial, según su imagen y conforme a su semejanza. Sobre esto ya hemos hablado largo y tendido en el primer volumen de esta serie (˝En el Principio Dios˝), pero lo que me gustaría destacar aquí es que, como consecuencia de ello, nosotros siendo hijos y descendencia de Adán y Eva, hemos sido engendrados también a imagen de Dios, siendo semejantes a Él en cuanto a su esencia fundamental.

Si como criaturas de Dios eso es así, cuánto más debería ser en aquellos que por Gracia hemos sido re-nacidos en Cristo y se nos ha dado el derecho de llegar a ser hijos de Dios, tal como lo expresa Juan en el primer capítulo de su Evangelio. La Escritura nos dice que hemos sido re-nacidos para una nueva vida habiendo sido formados semejantes a Él para buenas obras.

¿Estamos realmente reflejando la imagen de Cristo en nuestra vidas? Desde luego, sólo en la medida que hacemos crecer el fruto del Espíritu, podremos reflejar fielmente la imagen de Dios en nosotros, aprendiendo a ser semejantes a Él, en la medida que somos imitadores suyos.

AL VARÓN Y A LA MUJER DIOS LOS HIZO IGUALES… PERO DIFERENTES

Este cuarto aspecto de nuestra constitución no es nada baladí. Una vez que hemos entendido que hemos sido creados mediante una creación especial de Dios siguiendo la semejanza de su propia esencia (que no es otra que su Espíritu), la Biblia enseña que Dios es espíritu y Padre de todos los espíritus, y añade que fuimos creados diferentes desde el principio como varón y mujer.

Ninguno de los dos somos el resultado final de un largo proceso evolutivo. Ambos hemos sido creados iguales en cuanto a nuestro vínculo con el Creador, siendo hechos ambos a su imagen y semejanza. Por tanto iguales en derechos, prerrogativas y responsabilidades. El hombre y la mujer somos entidades complejas y completas en sí mismas, de modo que ninguno es una ˝media naranja˝ que se completa cuando se une en matrimonio al otro cónyuge. Esta es una imagen comúnmente empleada que dista mucho de la realidad.

Tampoco es superior un sexo al otro por haber sido creado poco tiempo antes, ni por ser más guapos o más buenos unos que otros. Aquí los ˝ismos˝ tampoco caben. Es indeseable y alejado del diseño original de Dios tanto el ˝machismo˝ como el ˝feminismo˝; o lo que es lo mismo, los hombres mal, las mujeres bien, o todo lo contrario, en función de la época y la sociedad que te haya tocado vivir. Recuerda que ya seas varón o mujer, Dios te ha hecho igual en valor, derechos y obligaciones. Ambos hemos sido creados según la misma imagen y semejanza Divinas.

Ahora bien, partiendo de esa igualdad es cuando podemos reconocer nuestras diferencias que no son superiores ni inferiores unas que las otras. Las diferencias entre las dos realidades sexuales las ha hecho el mismo Señor y las ha dado por buenas en grado sumo. Por lo tanto a eso tampoco tendremos nada que argumentar, ni si un sexo es superior al otro. Eso no merece la pena ni mencionarlo. Por el contrario, esas diferencias el Señor las utilizó para poder ser complementarios el hombre y la mujer, para llegar a convertirse en una «ayuda idónea» cada uno de nosotros en el matrimonio.

Pero sólo llegaremos a ello respetando la primera prerrogativa de igualdad y respeto mutuo entre ambos. ¡No pocos conflictos matrimoniales se disiparían si partiéramos del principio que mi cónyuge ante el Señor es igual a mí en derechos y dignidad! El hecho de que no tengamos los mismos criterios en todo, no significa que mi criterio debe prevalecer siempre sobre el otro por ser yo el más fuerte, el más inteligente o el más guapo. Simplemente esas diferencias de pensamiento son las que forman parte del proceso que ambos tenemos que seguir hasta lograr una completa unión, a fin de llegar a ser «una sola carne».

Una sola carne en cuanto a emociones, sentimientos, pensamientos y deseos. Acabar teniendo ambos una misma linea vital y que las diferencias que aún tengamos, por ser entidades completas cada uno de nosotros, las podamos tratar de manera racional sin apasionamientos, desde el amor y respeto mutuos. El amor por nuestro cónyuge será más diáfano y completo en la medida que nos acerquemos a la relación de Jesús y su iglesia, quien se entregó y dio su vida por ella.

DIOS SÓLO HIZO DOS GÉNEROS, EL MASCULINO Y EL FEMENINO

Las Escrituras nos dicen taxativamente que Dios creó sólo una y única diferencia entre sexos, más concretamente nos dice que «creó al hombre (el varón) y a la mujer (como parte femenina)». De hecho el Señor marcó una diferencia sustancial entre el ser humano y el resto de la creación, sean animales, plantas u objetos inanimados. Lo que nos mueve a pensar que cuando nos referimos a las personas, deberíamos hablar de diferencia de sexos o sexualidad y no de género.

Pienso que el concepto de género deberíamos dejarlo para los animales, las plantas y los elementos u objetos inanimados; en cuyo caso hablamos de género masculino, femenino o neutro (este último es un invento del hombre). Pero hablar de género o ˝ideología de género˝ es lo mismo que entrar en terreno de ˝arenas movedizas˝. Para intentar abarcar a todas las acepciones en cuanto a la filosofía actual sobre la ideología de género, el gigante informático ˝Google˝ enumera más de 90 opciones sexuales respecto a dicha ideología.

Para una mayor desorientación si cabe de nuestros jóvenes, quienes enseñan semejante ideología, sostienen que en ese libertinaje sexual cada uno puede cambiar su sexualidad y sentirse hombre o mujer cada vez que se desee, en función de las circunstancias, las apetencias o la emoción del momento; independientemente de las estructuras sexuales con que Dios y sus padres le haya traído al mundo.

Y eso es sólo es la punta del iceberg. No significa que quien piense de ese modo debamos rechazarlo, todo lo contrario, debemos aceptarlo como persona igual a ti o a mí, y en todo caso encaminarnos juntos a lo que el Señor expresa en su Palabra al respecto. Esto representa hoy un verdadero reto para las familias cristianas que desean permanecer fieles a la Palabra, en un mundo tan trastornado y alejado de la verdad como el que nos toca vivir en nuestros días. Forma parte del plan de Satanás cuya misión principal es la de engañar, cambiar la verdad del Evangelio por la mentira, crear confusión, aún a aquellos que han conocido la verdad, y todo finalmente para matar y destruir.

Entiendo que la verdad de Dios es muy clara al respecto. Él nos ha hecho hombres y mujeres desde el principio, y como padres cristianos tenemos la responsabilidad de ayudar a nuestros hijos a desarrollar su sexualidad de la manera más armoniosa posible, sin avergonzarse de ella por ser un don de Dios, ni tampoco que derive en desviaciones que se alejen del proyecto original de Dios para la humanidad. Las chicas sintiéndose orgullosas como mujeres, desarrollando su feminidad sin caer en el el extremo del feminismo; y los chicos creciendo en su virilidad como hombres maduros y responsables, sin derivar en el machismo, con conductas irresponsables más propias de la brutalidad animal que de un ser racional hecho a la imagen de Dios.

Referente a este asunto me remito exclusivamente a lo que el Señor dice en su Palabra, pero dado lo delicado del tema y la polémica que parece suscitar en determinados ámbitos sociales, y sin ánimo de polemizar, como creyentes en Cristo, diremos que si alguien entiende algo diferente a esto, que investigue en las Escrituras y que el Señor se lo confirme.

En todo caso cuando surjan conflictos al respecto, y más en el seno de la familia cristiana, entendemos que es fundamental mantener una comunicación eficaz y fluida a fin de ejercitar juntos nuestra fe para aceptar los principios de Dios y la Gracia para guardarlos. La esperanza para mirar más allá del sufrimiento presente, y ver la gloria futura. El amor para cuidarnos y apoyarnos los unos a los otros. Sin olvidar que el mayor de los dones del Espíritu es el amor (1ª Cor. 13:13).

SET NACIÓ A IMAGEN Y SEMEJANZA DE ADÁN

Entre el versículo 1 y el 3 de este pasaje, encontramos una diferencia notable en lo que a la genética y al ADN se refiere. Adán y Eva fueron creados directamente por Dios como creación especial de Él, eran hijos de Dios y fueron hechos a imagen y semejanza suya. Pero en el v 3 se nos dice que Set era la viva imagen de su padre Adán, tal como sucede con nuestros hijos que, en mayor o menor medida, se parecen a sus padres.

Eso no significa que tanto Set como nosotros, que somos hijos de nuestros primeros padres Adán y Eva, hayamos perdido la prerrogativa de ser concebidos a imagen y semejanza del Creador. Seguimos siendo seres creados a su semejanza, con un espíritu, una energía vital que procede de Dios mismo. Pero teniendo en cuenta todo el contexto bíblico, el texto nos recuerda que nacemos como hijos de nuestros padres, semejantes a ellos, con su misma carga genética, pero de forma natural no nacemos como hijos de Dios.

Somos criaturas suyas, amadas y deseadas por Él, pero sólo son estrictamente hijos aquellos que han sido concebidos directamente por Él, como lo fueron Adán y Eva y las miríadas de ángeles, incluyendo los que desobedecieron rebelándose contra el Señor. Sin embargo y a su vez, a causa del gran desastre que supuso la caída, en su gran amor, Dios dispuso que pudiéramos llegar a ser hijos directos suyos. Pero esta vez no como en nuestro caso por la vía consanguínea ni genética humanas, sino que nos dio la oportunidad y el derecho de llegar a ser sus hijos mediante un nuevo nacimiento.

Pero no a través de nuestros padres, de carne o de sangre ni de voluntad o pasión humanas, sino mediante la obra y voluntad Divinas. A través del poder de la Palabra (Cristo es la Palabra viviente) siendo lavados por ella y habiendo sido re-nacidos por el propio Espíritu de Dios, el cual nos ha dado un nuevo ADN espiritual, una nueva vida y un nuevo entendimiento (leed Juan 1:12-14; Juan 3:3-5 y 14-16). Es mediante la fe que Dios nos da la potestad de ser hechos hijos suyos y formar parte de su propia familia.

 

LA PAGA DEL PECADO ES LA MUERTE

En el v 5 leemos que Adán, a pesar de haber vivido muchos años (nada menos que 930), aparentemente su final fue la muerte: «Adán vivió novecientos treinta años y después murió». Y esta frase de que ˝Fulanito vivió tantos años y murió˝ se repite a lo largo de todo el capítulo 5 para todos los personajes que aparecen en él, excepto Enoc, lo cual indica el destino general de toda la humanidad después de esta vida. La Escritura se reafirma en esto diciendo: «está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9:27). Pero esto conlleva una serie de connotaciones, algunas de las cuales mencionaremos a continuación:

– La primera es que está claro que la consecuencia de la caída produjo unos efectos devastadores por la desobediencia a la Ley de Dios que acaban en la muerte física para todos, tal como desarrollamos en el Segundo Gran Relato del Génesis, que aparece en el primer volumen de esta obra: ˝EN EL PRINCIPIO DIOS˝.

– La segunda es que la Palabra aclara igualmente que la muerte física no es el final para la humanidad, sino que Dios ha establecido que después de ella todos seamos llamados a juicio ante Él.

– La tercera consecuencia es que Dios ha establecido que el ser humano pueda morir una sola vez en su vida. Únicamente aquellos que vivamos para cuando el Señor vuelva no conoceremos la muerte, aunque nuestra transformación en un cuerpo de gloria no precederá a los que durmieron en la fe de Jesucristo. Eso significa que ningún ser humano puede llegar a morir dos veces y por tanto volver a tener más de una vida aquí en la tierra, lo cual descarta todas las filosofías humanas e inventos de las religiones que sostienen filosofías basadas en la reencarnación de un ser humano en otro cuerpo, sea persona o animal. Sólo nos ha sido dada una vida aquí en la tierra y debemos saber aprovecharla antes de dar cuenta de ella a nuestro Hacedor en el día del juicio.

– La cuarta consideración es que las Escrituras aclaran que existen dos tipos de muerte:

a. La muerte primera, o muerte física, que corresponde a la separación entre lo espiritual (alma y espíritu) y la parte material (nuestro cuerpo), tal como lo explica el apóstol Pablo en Romanos: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Rom. 5:12).

b. La muerte segunda corresponde a la muerte espiritual. Esta es la auténtica muerte porque mantiene alejado al ser humano de su Creador y Señor, ya que sin Él, carece de sentido su existencia y propósito para su vida. La Biblia aclara que quien no conoce a Dios, sus delitos y transgresiones le hacen estar muerto para Él. En la Biblia hay 5 textos que hablan explícitamente sobre la muerte segunda: Apocalipsis 20:14; 21:8; 2:11; 20:6 y Judas 1:12. Jesús y sus apóstoles se refirieron a ella en multitud de ocasiones. En 1ª Juan 5:4 Jesús promete a los creyentes, como a vencedores, que no experimentarán el lago de fuego. La segunda muerte es exclusivamente para quienes han rechazado a Cristo. No es un lugar al que los creyentes en Cristo deben temer. A esa muerte se refiere Pablo en Romanos 6:23a: «porque la paga del pecado es muerte», a la muerte segunda, la muerte espiritual, la ruptura de la ˝relación˝ con Dios.

– La quinta y última consideración que mencionaremos aquí respecto a la muerte está relacionada con el texto completo de Romanos 6:23: «porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro». Si bien la consecuencia de la rebeldía y la desobediencia contra Dios produjo la muerte de manera fulminante, la Ley dada a Moisés nos permitió conocer el alcance del desastre universal provocado por el pecado; pero por el amor del Padre y a través de la obra de Cristo en la cruz, Dios nos ha preparado el mayor regalo que nadie jamás ni siquiera pudo haber imaginado: La vida eterna para todo aquel que en Él cree.

El don de Dios de la vida eterna y el juicio venidero debería desafiarnos a los creyentes a compartir nuestra fe con otros. Hay una enorme diferencia entre el destino final de quienes conocen a Cristo y de aquellos que aún no han tomado esa decisión.

Momento de Reflexión:

¿Qué implicaciones crees que puede tener para tu vida diaria pensar que eres el motivo principal de la creación de Dios?

¿Qué relación encuentras entre la Carta Magna y la obra de Cristo en la cruz del Calvario?

¿Qué representa para ti convertirte en un hijo de Dios y llegar a formar parte de su familia?

¿El miedo a la muerte primera te nubla aún la vista y te impide gozar del gran regalo de la vida eterna que Dios ha preparado en exclusiva para ti?

CAPÍTULO 3


Génesis 5: 1 - 20

“Cuando Adán tenía ciento treinta años, fue padre de un hijo que era igual a él, su viva imagen, y lo llamó Set. Después del nacimiento de Set, Adán vivió ochocientos años más y tuvo otros hijos e hijas. Adán vivió novecientos treinta años y después murió. Cuando Set tenía ciento cinco años, fue padre de Enós. Después del nacimiento de Enós, Set vivió ochocientos siete años más y tuvo otros hijos e hijas. Set vivió novecientos doce años y después murió.’’ (Gén. 5: 3-8 / NTV)

Desde el principio de esta tercera historia nos encontramos con una nueva genealogía de la que podremos aprender muchas y grandes cosas para nuestra edificación espiritual. El Evangelista Lucas retoma precisamente esta genealogía para investigar el árbol genealógico de Jesús, partiendo de Adán hasta llegar a su padre adoptivo José, esposo de María (Lucas 3:23-38). Solo que en la del capítulo 5 del Génesis el autor se queda en las generaciones “pre diluvianas”, hasta Noé y sus tres hijos.

Son muchas las cosas que nos llaman la atención de los primeros versículos. Una de ellas es la insistencia con la que el Espíritu Santo nos recuerda por tercera vez (por si a alguien le quedaba alguna duda aún), que fue Dios nuestro Señor quien creó al ser humano y todo lo que nos rodea en este mundo, y que fue sólo Él quien diseñó su constitución (o construcción) tal como la conocemos hoy. De ello hablaremos más adelante.

Igualmente, que el presente relato no es el resultado de leyendas de hombres, pasadas de ‘boca a oreja’ durante generaciones y escrito en tiempos muy posteriores o modernos, como algunas personas necias afirman para su propia desorientación. En el preámbulo del capítulo 5, el Génesis cuenta que se trata de un relato escrito, es decir, de un libro. Este fue escrito de puño y letra por Moisés (junto a los otros cuatro libros), mediante manifestación ‘presencial’ del Todopoderoso, e inspirado y corregido por el propio Espíritu Santo. Así mismo, a lo largo de todo el capítulo 5, el autor nos describe a los grandes patriarcas de la antigüedad y nos deja algunos detalles de sus vidas como un gran legado para la humanidad.

Esto nos permite entrever algunos hechos notables de los grandes hombre de fe que vivieron antes del Diluvio. Sí de la línea genealógica de Caín aprendimos algo de lo que debemos evitar, de la línea genealógica de Set, el Espíritu nos enseña las buenas cosas que debemos imitar.

A partir de Adán y siguiendo la línea genealógica de Su hijo Set, el capítulo 5 menciona el nombre de 10 varones (incluido el de Adán), que son considerados los 10 grandes patriarcas de la humanidad, en los tiempos anteriores a la gran devastación universal del diluvio. Todos ellos han sido considerados grandes hombres de fe, temerosos de Dios y sabios, por su prudencia y piedad durante el tiempo que les tocó vivir, el cual no fue poco. Por eso todos ellos se ganaron un lugar preeminente en las Escrituras, ocupando ellos solos los 32 versículos que componen el capítulo 5 del primer libro de Moisés.

Sobre la persona de Adán y sus hechos ya hemos hablado en meditaciones pasadas, como padre de la humanidad (en el capítulo anterior hablamos así mismo sobre el título de ‘hijo de Dios’ que la Escritura le otorga). El segundo gran patriarca que aparece en los versículos del 1 al 20 es Set, tercer hijo de Adán y Eva que se menciona en la Palabra, el cual es considerado en las Escrituras como un un gran patriarca de la antigüedad sustituyendo a su hermano Abel, quien aparece como primero de la lista de los héroes de la fe de todos los tiempos en Hebreos 11.

El tercero es Enós, hijo de Set y por tanto, uno de los muchos nietos que tuvieron Adán y Eva. En su tiempo se empezó a adorar a Dios, invocado su nombre por primera vez. Otros posiblemente utilizando el nombre de Dios en vano. Cainán es el cuarto patriarca de la antigüedad, del cual poco sabemos por las Escrituras, excepto que tenía 70 años cuando tuvo a Mahalaleel, quien fue otro patriarca de renombre, y que murió como el resto de los mortales, después de haber vivido 910 años. Eso, como veremos, es un hito en sí mismo que marcó la vida de los seres humanos que vivieron antes de producirse el gran cataclismo del Diluvio Universal.

El siguiente gran patriarca del que hacen mención las Escrituras es Mahalaleel, quien vivió 895 años. Parecería que la lejanía del «árbol de la vida» empieza a hacer mella en la longevidad del ser humano sobre la tierra. Vivir 895 años es muchísimo si lo comparamos con la esperanza de vida media del hombre actual, pero comparándolo con sus antepasados llama a creer que la cosa empezaba a decaer. Pero cuando todo el mundo pensaba que el acortamiento de los años de vida debía ser lo esperado, con el nacimiento de Jared surge algo que nadie se esperaba. Los años de vida vuelven a alargarse y Jared muere a los 962 años, más aún que el primer hombre, Adán.

No sabemos cuántos años hubiera podido vivir aquí su hijo Enoc, ya que el Señor se lo llevó a su presencia sin haber pasado por los rigores de la muerte, pero su nieto Matusalén lo superó y rompió todos los récords de longevidad. Con 969 años de vida se convirtió en el hombre más longevo de todos los tiempos, hasta hoy.

Finalmente nos encontramos con tres nuevos personajes que son los tres últimos grandes patriarcas de la antigüedad, mencionados en las Escrituras, que son anteriores al diluvio. A Matusalén se le atribuye la mayor longevidad de todos los tiempos que ha existido en la tierra. Nadie ha conseguido superar los 969 años de vida, al menos, no existe constancia de ello.

El que ocupa el noveno lugar en la lista es Lamec, curioso nombre que aparece en la genealogía de Set como sucedió también en la de Caín; con la salvedad que si el Lamec descendiente de Caín se caracterizó por corromper el orden matrimonial que Dios había establecido y su extremada violencia, el personaje de Lamec que nos muestra el texto de hoy (que proviene de la descendencia de Set), se caracteriza por ser un hombre sabio que aprendió a vivir en la piedad y el temor de Dios. Fue profeta y supo ver en su hijo Noé la liberación de parte de Dios, de aquella generación corrupta, perversa y altamente violenta.

Finalmente nos encontramos con Noé, varón semejante a Enoc, quien como él, también anduvo en los caminos del Señor. Noé es considerado un ‘tipo’ de Cristo, y el ‘arca’ que construyó por mandato de Dios, a su vez es ‘tipo’ también de la salvación que Cristo ofrece a todo aquel que en Él cree, se arrepiente y acepta su obra redentora de la cruz.

A continuación los iremos enumerando de uno en uno:

ADÁN

De Adán no diremos mucho más de todo lo que se ha dicho hasta ahora. Fue el primer ser humano creado directamente por Dios, tomando como materia prima el mismo barro de la tierra, y hecho a su imagen y semejanza. El nombre de «Adám», o Adán en castellano, es a la vez nombre propio, como nombre común, significando también «ser humano», «persona», «gente» y «varón». Proviene de una raíz hebrea que significa «rubor (en el rostro)» o «rojizo» (Strongs 119 y 120). Os recordamos que a su vez el nombre en hebreo «haadam» también proviene de la raíz «haadamah» que significaba «barro de la tierra».

 

De Adán queremos destacar el hecho de que la Escritura le designa por el nombre de «hijo de Dios», título al que hace referencia el Evangelio en Lucas 3:38. Quizás estamos tan acostumbrados a este término de «hijo de Dios», que pasamos por él de corrido sin darnos cuenta de la carga que esto tiene en realidad. En el Antiguo Testamento este título sólo aparece en 5 ocasiones, y está siempre vinculado a seres o personas que han sido objeto de una creación directa de la mano de Dios; como lo fueron Adán y Eva, y las miríadas angelicales que sirven noche y día al Señor. Son hijos de Dios tanto los ángeles que están en la presencia de Dios, como los que se rebelaron contra Él siguiendo las órdenes de Lucifer o Satanás, nuestro principal enemigo aquí en la tierra. Este concepto es relevante para entender algunos de los textos bíblicos que veremos más adelante.

En el Nuevo Testamento este término se refiere a todo aquel que ha creído en Cristo y le ha aceptado como su único y suficiente Salvador, los cuales son llamados «hijos de luz» o «hijos de Dios». A esto se refiere la Escritura en Juan 1: 12-13: «Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios». Esto implica un ‘Nuevo Nacimiento’, una ‘Nueva Creación’ creada directamente por nuestro Señor. Por eso podemos llamarnos con propiedad «hijos de Dios», aunque también con humildad, porque eso no depende de nosotros, sino que es un don de Dios. A eso se refería Jesús en Juan 3 cuando hablando con Nicodemo le decía que para pertenecer al Reino de los cielos tenía que nacer de nuevo.

Hermano, querido amigo, ¿eres consciente de lo que significa nacer del agua y del Espíritu? La Palabra está diciendo que Dios te ha dado el título de ‘hijo de Dios’ porque Él te ha vuelto a crear, Él ha hecho de ti una nueva creación, y esta vez no hecha con barro de la tierra, sino de su propia esencia, ¡de su Espíritu!, ¡a su verdadera imagen y semejanza! Ha cambiado tu ADN material por un nuevo ADN espiritual, semejante al suyo. ¡¡Eres inmortal!! Y el Apóstol Pablo tercia en el asunto recordándonos: «Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo» (Rom. 3:17).

Es tanto lo que implica el título de ‘hijo de Dios’ y el hecho de pertenecer a su familia, que cada vez que de ahora en adelante pienses en ello (y espero que lo hagas muy a menudo), deseo que tu espíritu y tu alma experimenten un gran ‘subidón’ de fe y esperanza ante tal realidad, independientemente de la situación buena o mala por la que estés atravesando en ese momento. Y todo esto no por nuestros méritos, sino por el poder y los méritos del Señor Jesús en la cruz, con quien también nos identificamos en sus padecimientos; si es que queremos ser glorificados juntamente con Él: «pero si vamos a participar de su gloria, también debemos participar de su sufrimiento» (Rom. 8:17). Amén y amén.

SET

Sabemos que Set fue el tercer hijo de Adán y Eva que se menciona en las Escrituras. Después del nacimiento de Set, Adán y Eva tuvieron muchos más hijos e hijas durante los 800 años de vida que el Señor les permitió vivir. Nació cuando Adán tenía 130 años y su cara era el vivo retrato de su padre. A Eva le recordó cómo era su esposo cuando le conoció, y tal como vimos, le puso por nombre Set (que significa substituto o substituido), porque vino a ocupar el gran vacío que dejó su hermano Abel.

A la edad de 105 años Set tuvo un hijo que le llamó Enós, y después de él vivió otros 807 años en los que tuvo otros hijos e hijas. En total Set vivió 912 años, poco menos que su padre, y después murió, tal como afirma la Escritura, como todos los seres mortales, excepto Enoc y Elías a quienes Dios los llevó consigo sin pasar por los rigores de la muerte. La relevancia de Set viene dada en primer lugar por su linaje. Fue padre de Enós, de quien hablaremos a continuación, así como por ser el antepasado de Noé, de quién todos hemos acabado siendo hijos. En segundo lugar por su constancia y perseverancia en iniciar a sus hijos en el temor de Dios y la esperanza de salvación, en un mundo cada vez más hostil y violento.

Posiblemente Enoc —del que se nos dice en las Sagradas Escrituras que era amigo de Dios— enseñó a amar a Dios a su tátara-tátara-nieto Noé, sentado sobre sus rodillas. Todo un ejemplo para nosotros de cómo trasmitir la Palabra de Dios a nuestras futuras generaciones. Es curioso el hecho que desde la Creación hasta el Diluvio hay 11 generaciones (de Adán a Sem); del Diluvio a Egipto otras 11 generaciones (de Arfaxad a Jacob); y de Egipto hasta la monarquía más estable de Israel también 11 generaciones (de Judá a David). Las tres suman un total de 33 generaciones. En total 60 generaciones entre Adán y Cristo. Es un 6x10. Cuando menos curioso ¿verdad?

ENÓS

Las pocas referencias que tenemos en la Biblia de Enós es que era hijo de Set, murió también cargado de días a los 905 años (algo menos que su padre), que tuvo muchos hijos e hijas, entre ellos Cainán, que se hizo famoso en su generación, y finalmente que en su tiempo la gente empezó a invocar el nombre del Señor. «Enósh» en el original hebreo significa «hombre mortal» y a la vez «débil, enfermo y desesperado».

Esto nos recuerda las palabras del salmista cuando dice: «¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?» (Salmo 8:4). En los tiempos de Enós los hombres se dieron cuenta de su situación de alejamiento y su rebeldía contra Dios y buscando restablecer su relación con el Señor, empezaron a invocar el nombre de Dios.

Pero mientras unos lo hacían para alabar y enaltecer el nombre de Jehová, como fue en el caso de la línea genealógica de Set, no debemos olvidar lo que sucedía simultáneamente con Caín y sus generaciones, tal como recordamos en días anteriores. El mismo ‘Targum de Jerusalén’ dice referente a los días de Enós: “Esa fue la generación en cuyos días comenzaron a descarriarse, y a hacerse ídolos, y a llamar a sus ídolos por el nombre de la Palabra del Señor”. Los hombres debieron aplicarse el nombre de Dios a sí mismos o aplicarlo a otros hombres, por medio de quienes pretendían acercarse a Dios en adoración; y quizás aplicando incluso el nombre de Dios a objetos de idolatría.

CAINÁN

De Cainán o ‘Queinán’ como aparece en el original hebreo, tampoco conocemos mucho por las Escrituras. Fue el hijo primogénito de Enós y de una mujer anónima, nieto de Set, biznieto de Adán y Eva, y nació cuando su padre tenía 90 años: “Vivió Enós noventa años, y engendró a Cainán” (Génesis 5:9). Tuvo su primer hijo a la edad de 70 años y le puso por nombre Mahalaleel. Murió a los 910 años habiendo tenido muchos más hijos e hijas. Su nombre significa «lamento», que proviene de una raíz que significa «nido, cámara, aposento, o nidada» (Str. 7064, 7018).

Apenas habían pasado 300 años de la vida del hombre sobre la tierra y la maldad ya había empezado a multiplicarse. Su nombre expresa la realidad de aquel tiempo. Aún así podían elegir entre servir y honrar a Dios, como al parecer lo hicieron él y su descendencia; o adorar a ídolos hechos por manos de hombres y llenar la tierra de maldad y violencia como lo hicieron Caín y su descendencia. Sigamos mas bien el ejemplo de Josué despidiéndose de su pueblo Israel: «Pero si te niegas a servir al Señor, elige hoy mismo a quién servirás... Pero en cuanto a mí y a mi familia, nosotros serviremos al Señor».

MAHALALEEL

Por las Escrituras sabemos que Mahalaleel fue hijo de Cainán, ocupa el cuarto lugar en la descendencia de Set (el quinto desde Adán), a la edad de 65 años tuvo su hijo Primogénito al que llamó Jared, tuvo otros hijos e hijas y murió cargado de días a los 895 años de vida. Aparte de la mención que se hace de él en 1º de Crónicas 1 y Lucas 3:37, relativos a las genealogías, por las Escrituras no sabríamos mucho más de él.