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Nuevo plan de fronteras de la provincia de Buenos Aires, proyectado en 1816

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El Supremo Gobierno desea hoy poner término á estas desgracias, para no dejar á las futuras generaciones una tan triste memoria, como la que ahora hacemos de los que le han precedido. Busca cuidadoso los medios que puedan hacer efectivas tan interesantes obras; incita á los ciudadanos á que puedan prestar ideas proporcionadas segun sus conocimientos; y á la verdad, que estos, á quienes no menos que al Señor Gobernador interesa la felicidad de la provincia, no pueden sin injusticia negarse á la cooperacion de tan benéficas miras. Y por esta razon creo hallarme en el caso de apuntar mis cortos conocimientos, que una contraccion asidua á este punto de mas de seis años, encargado por el mismo Señor Gobernador, ha podido ministrarme.

No recordarè las escenas antes referidas, ni épocas de tan crueles invasiones en que vimos enterrar los cadáveres á centenares, por no afligir con su memoria á las viudas y huérfanos, que aun lloran sus miserias por aquellas desgraciadas ocurrencias; y porque creo mejor echar un velo sobre todas, y convencernos por ellas solo de la necesidad en que estamos de reparar las que de nuevo nos amenazan, y de acudir á ponerles un respeto amistoso á los indios, y fin seguro á su animosidad, graduando las operaciones, segun surtieren los medios que para ello se tomen, en falta de una fuerza imponente y disponible con que se pudiesen fijar nuestras líneas de un modo inaccesible al enemigo.

Dos extremos (á mi juicio inconciliables), ha visto adoptar generalmente al logro de esta empresa. El primero, el de la fuerza imponente, que destruya y aniquile hasta su exterminio á estos indios, que no es fácil en mucho tiempo: y el segundo, el de una amistad conciliadora de la oposicion de animos, por el trato recíproco que les suavice, con el interes de algunos de nuestros artículos de comercio que anhelan demasiado.

El primer medio convengo en que los escarmienta, y contiene por algun tiempo, hasta que se rehacen para acometer con mas acaloramiento, asechando las ocasiones mas ventajosas de hacerlo. Su carácter feroz y vengativo, hace que jamas perdonen el agravio, y para no olvidarlo, en todas sus concurrencias y parlamentos se refieren aquellos acontecimientos con llantos y renovados duelos, y pasan á sus hijos y descendientes el mas serio encargo de sus venganzas, que duran tanto como las familias de agresores agraviados.

El segundo, que es de la amistad, los habilita para que á su retirada á los toldos roben impunemente, como lo hacen con cuanto pueden abarcar sus fuerzas, y sin estrepito nos arrasan diariamente los campos, reduciendo á nuestros ganados y chacras del Salado á una miseria espantosa: sin que por esto dejen de reunirse en diferentes épocas del año varias tribus, para hacer cuantiosos robos, ojeando antes los rodeos que han de asaltar, asociados, ó talvez conducidos de nuestros transfugas gauchos de sertores. De este modo no solo han arruinado nuestras estancias, sino que tienen miras de hacer desaparecer de entre nosotros toda especie de ganados, sin que para comprobar estos hechos sea necesaria otra observacion, que las que presentan las recolecciones de diezmos, ya sea por un quinquenio, ó cotejando el último año por el anterior.

Es cosa bien dolorosa ver á muchos de nuestros hacendados desvelarse tres y cuatro años, impendiendo ingentes caudales para establecer un rodeo de 10, 15 ó 20 mil cabezas de ganado, y que cuando en la noche de su descanso meditaban recompensar sus fatigas, disponiendo la venta de su hacienda, amanecieron sin una sola res, por habérsela robado los indios. D. Pedro Perez, D. Mariano Veliera, D. Agustin Garcia y otros, con casi todos los fronterizos en la línea, pueden testificar de la verdad de estos hechos.

No será exceso asegurar, que en lo que ocupa la línea de frontera exceden los robos anuales de 40,000 cabezas de ganado vacuno, y acaso igual ó mayor número de caballos, yeguas y mulas, sin que basten á contenerlos las reconvenciones del Gobierno, y sus reiteradas ofertas de buena amistad; porque siendo sus campos tan dilatados, como sus poblaciones en pequeñas tribus, eluden fácilmente el cargo, asegurando los del S que son los del O, y estos que aquellos. Y á la verdad que guardan una perfecta alternativa en los robos, haciendo de ellos un comercio activo estacional, vendiéndolos y permutándolos en sus importes á los indios Araucanos limítrofes por los Andes, cuya codicia arrasadora apresura nuestra ruina, si no se repara activamente.

Aquellos nuestros compatriotas, familiarizados con ellos por huir del castigo de sus delitos, sirven de guia unas veces, y otras de verdaderos conductores; á los cuales no solo protejen los indios, sino que á viva fuerza defienden sus personas, si algunas veces perseguidos se acojen á sus toldos, como repetidamente se ha visto y yo lo he experimentado.

Seis años de no interrumpido trato con estos infieles, habiendo antes cuidadosamente viajado por sus mas interiores terrenos, hasta el centro de su mayor número de tolderias, y aun con este motivo podido atraer á partido y consiguiente amistad a los caciques principales, me han señalado sus localidades, y hecho conocer con menos equivocacion lo falaces que son en sus ofertas, el doble y capcioso trato con que se presentan, suponiendo siempre representaciones que no tienen, y ofertas que jamas pueden ni tienen miras de cumplir.

Es pues necesario tener presente, que cada familia forma un patriarcado, y se mira independiente de los demas; y por eso con sus casas volantes ò toldos, sus ganados é hijos se transponen de uno á otro punto de este continente, ó al occidente de la Cordillera, si por sus excesos temen ser atacados por nosotros ó por sus mismos convecinos.

El cacicazgo por lo general, entre esta clase de indios, no es de sangre, como firmemente lo observan sus ascendientes los Araucanos: es por eleccion, y solo para los casos de guerra y parlamentos, y fuera de esto no le guardan respeto ni miramiento alguno, y en sus riñas salen tan descalabrados los gefes como los demas, si no tienen la suerte de defenderse con destreza, que en tales casos y resultas es cuando se acreditan para ser elevados á caciques. Pero reconocen sin embargo con respetuosa sumision á los que llaman ulmenes, ó caciques gobernadores, de cuya clase hay solo dos en el grande espacio de tierras que se halla desde la costa occidental del Rio Negro, faldas orientales de la Cordillera de los Andes, fronteras de Cuyo y Córdoba, hasta la nuestra del Salado. Uno de ellos manda en la parte del O, fronteras de Cuyo, Córdoba y montes de su comprension, desde las sierras hasta el Rio Negro, y sobre las costas del mar hasta nuestros establecimientos. He tratado á los dos, el primero en el centro de los terrenos de su gobierno, y el segundo por medio de este, y emisarios que se le remitieron para que ocurriese á un parlamento.

Cuando estos ulmenes aparecen en las grandes concurrencias de sus indios y caciques subalternos, van precedidos de varios indios músicos que les tocan unas flautas muy lúgubres, cornetas, y arcos de cuerdas que hieren con otras, á manera de las que usan los negros, y á su retaguardia los esclavos que tienen hechos de todas clases en sus guerras. Todos á proporcion salen á festejar á su ulmen, y he visto quitarse las mantas y jergas, quedando desnudos, para regalarselas al Gobernador que no se escusa de recibirlas: y este, que regularmente es dotado de buen pulmon, les hace frecuentes arengas dirigidas siempre á infundirles espíritu contra sus enemigos, teniéndolos siempre en menos. Comparecen luego los caciques subalternos á su presencia, confieren cuanto de la última vez que se han visto y reunido ha pasado á sus familias, recomiendan la venganza de sus desgracias, y si en la reunion hay 30 ó 40, el que tiene la palabra ha de saludar despues del ulmen á todos, refiriéndoles lo mismo; por manera que se repite una misma cosa tantas veces cuantos son los concurrentes, y lo mismo las respuestas; y de este modo, en falta de escritura, transmiten á la posteridad por expresion ó noticias las desgracias á los demas, para que siempre vivan en la memoria de las generaciones futuras los acontecimientos, á la manera que refiere el Inca Garcilaso de la Vega, lo hacian sus mayores.

Enterado muy por menor el Exmo. Señor Gobernador de las precedentes ocurrencias, y convencido de la nulidad de las ofertas de caciques subalternos, mientras los ulmenes no asistiesen á sus propuestas, procuré atraer á estos por medio de emisarios que se le remitieron por mi conducto, y solo pudo conseguirse la comparecencia de aquel del O, que yo habia tratado en el centro de su gobierno, el cual se presentó con otros caciques sus subalternos ante el Superior Gobierno, quien desde luego en la conferencia que presencié, no distó de asentir á la solicitud del establecimiento de nuevas poblaciones con bastante llaneza. S. E. dirigió luego la palabra á los demas caciques, y estos respondieron, que á presencia de lo dispuesto por su gefe, nada les restaba mas que obedecer. Pero el cacique gobernador añadió, que consideraba oportuno formar un parlamento, á que concurriese el cacique gobernador del sur, asentar en él los capítulos de paz, amistad y poblaciones que hubiesen de establecerse, de cuyo modo se alejarian desconfianzas recíprocas. Para ello se me encargó por la Superioridad procurase medios de hacerles entender los deseos que animaban á S. E. de entablar una amistad mas íntima con dicho cacique ulmen, y que á la manera de su compañero se prestase á venir y recibir personalmente las mas seguras pruebas de sinceridad de ella.

En efecto, procuré inmediatamente hacérselo entender por medio de los caciques Quinteleu y Quidulef, sus amigos, y que tambien me habian acreditado ser lo mios: y la respuesta dada por el ulmen, mandando á sus dos hermanos mayores, fué, que se prestaria con igual franqueza; que su ancianidad, ademas de ciego, no le permitian montar á caballo, pero sin embargo se animaria á hacerlo, y partir el camino conmigo, pues deseaba la amistad del que se la brindaba, haciendo acuerdo de su persona, que hasta entonces tenia la queja de habérsele considerado en muy poco precio.

 

La Superioridad, que oyó á los enviados hermanos del cacique, sin perder de vista estas ocurrencias, acudió cuanto antes le fué posible, á procurar el remedio de los males que afligian la campaña, procurando un término que conciliase con las escaceses del erario, el preciso auxilio al establecimiento de los primeros puntos de seguridad; para lo cual adoptó el proyecto que le presenté de su órden, en 15 de Febrero de 1814, que pudo ordenarse para realizar la marcha en Abril de 1815, y dejó de tener efecto por las ocurrencias posteriores, que son notorias y hasta perjudiciales al estado.

El primer paso de esta exposicion debia ser, formar el parlamento con los indios, ya indicado, asentando los capítulos de amistad y recíproco trato mas solemnes, poniendo término á los robos y devastacio nes, tantas veces requeridos, y señalar puntos precisos de entrada y salida á los indios con sus frutos y especies que quisiesen introducir en la capital, escoltándolos. Que las poblaciones no se harian sino en los puntos que conviniesen á ambos contratantes, para lo cual antes deberian reconocerse desde el Rio Colorado hasta nuestras fronteras, por temerse en varios parages de la costa invasion, que á ellos era tanto, ó mas perjudicial que á nosotros en tales circunstancias: sobre cuyos principios estaba la negociacion harto adelantada, reservadamente con los caciques en cambio de su interes.