Obra negra

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Prosas para leer en la silla eléctrica


No repartí pan a los miserables, ni fe a los dudosos, ni consuelo a los dolientes. Ejercí una rara caridad repartiendo asco a los puros y desdicha a los infelices. Contagié la desesperación como una peste sagrada, pues tal misión me fue encomendada por el Demonio…

(Testamento)

EL GENOCIDA DE CIELO DRIVE

¿Cómo podemos llegar a abatir el Establecimiento? No podemos “hechizarlo”, ya he tratado de hacerlo, he tratado de salvarles. No han querido escucharme. Ahora debemos destruirlo.

Charles Manson

Muy bien, maten si quieren al “hombrecillo” Charlie, para eso ustedes hacen las leyes y pagan los verdugos de la silla eléctrica.

¡Salven la Gran Sociedad de ese monstruo genocida!

Condenen sin piedad al bastardo al desalmado al impostor nazareno del Cañón de Topanga que se hace pasar por Jesús.

Achicharren su pellejo en electricidad hasta que hieda.

Hasta que reviente…

Cóbrenle caro a esa basura la linda estrellita Sharon Tate y su bebé y las otras celebridades de la noche horrorosa del crimen en Bel Air…

A sangre fría, a fuego lento de electricidad, con un tiro de gracia, en el patíbulo, con el tajante “corte de franela” democrático de la guillotina… ¡o en la cruz! Para escarmentar a los falsos profetas dementes de Dios: los hechizadores de almas bajo la Luz de Oriente.

¡Aticen la silla del voltaje civilizador!

Matar en nombre de la Ley no es matar. La venganza es una virtud democrática.

¡Ardan al bastardo en nombre de Dios y las estrellas tetonas de Hollywood…!

de Sinatra y la pandilla millonaria de Las Vegas…

del celeste Empire State Building y la Estatua de la Libertad…

de la negrada amotinada de Harlem y Chicago…

del Time is Money y el alunizaje triunfal…

de la tea simbólica y la llamita sepulcral de gas Eterno…

de la tumba del Soldado Desconocido muerto heroicamente en el Extranjero…

de la Cultura Occidental de la Coca-Cola y el chicle bomba de napalm…

del asesinato del Che y el Limpio Estilo Americano (Clean American Look)…

del archimillonario demócrata de los Supermercados mundiales Rockefeller y sus fundaciones para la caridad y la cultura…

de Wall Street que llena la bolsa de Judas con el oro negro de la esclavitud colonial, con el hambre de Biafra, la explotación india de Suramérica, con su industria pesada floreciente de cañones en Vietnam, con los dictadores condecorados de rodillas en el pecho de sus chequeras y sus charreteras, con las barras de acero y las estrellas de plomo de su bandera para encerrar la Libertad y eclipsarnos su Luz…

En nombre de los ángeles indios Pielrojas y los demonios negros pielesnegras exterminados por el Fascismo Blanco Encapuchado de la Casa Blanca.

En nombre de la NASA el PENTÁGONO la ONU la OEA el NEW YORK TIMES la GENERAL MOTORS el terror de la CIA y la POLICÍA y de toda la MIERDA encementada de USA etc.… Y en nombre del Honor Americano y de la Muerte: maten al “hombrecillo” que oraba por Nosotros en el monte de olivos de Topanga.

Para la democracia de América da lo mismo que la víctima se llame Jesús, José, Mary, Manson, y que el suplicio sea cruz, bala, río, electricidad. Ante todo el Dólar y la Gran Sociedad.

Man-son: Hijo del Hombre: hijo de putica de Cincinnati, 16 años. (“Los periodistas le dicen puta pero ella es una niña flor”.) El “hombrecillo” mide 1,50, tiene peso de asceta y 34 años de los cuales 22 pasó en cárceles y reformatorios del Estado.

Man-son: Hijo del Hombre como su antepasado que iba a purificar su alma y orar a Dios en los desiertos judíos por la salvación del mundo.

Mátenlo también pero recuerden lo que hacía en el Cañón de Topanga:

Yo había decidido ir a las montañas para hablar a Dios y excusarme ante Él por estos 19 siglos de fango.

Mátenlo aunque diga a su abogado en la Cárcel Más Grande del Mundo:

No pueden hacerme nada.

Mátenlo aunque él cree que es imposible.

Pueden destruir mi cuerpo, pero no pueden matarme.

Mátenlo, pero escuchen su última canción hippie:

Dicen que no soy bueno pero a mí me da igual,

retírate de la corriente no perteneces a nadie.

Maten al asesino mesiánico que mataba religiosamente por Amor para salvar al Hombre de los Poderes Tenebrosos del Imperio.

Mátenlo pero recuerden su Filosofía de Calabozo:

22 años bajo las botas y las porras con que me han aplastado.

Mátenlo pero bien matado en nombre del Limpio Estilo Americano. Y después de la ceremonia, ¡Comed hamburguesas MacDonald: hasta hoy hemos servido mil millones!

Gud bay Manson, pobre hijo de puta.

EL SERMÓN ATÓMICO

Un poeta nadaísta, ni amargo ni alegre, sin fe pero sin desesperación, definió el mundo con una frase feliz. Dijo que: “El mundo es verde, y sin embargo no hay esperanzas”. Y es verdad. ¿Qué necesidad hay de esperanzas si estamos vivos? Vivir es en sí el acto más esperanzado del mundo. Sólo en la muerte no existe la esperanza.

El Nadaísmo es la apoteosis del milagro de vivir. Es una liberación y al mismo tiempo una afiliación a la Vida, partiendo de la muerte del viejo Ser del hombre, todo esto realizado en una Revolución Reconstructiva en sí misma, y en sus relaciones con el mundo.

Crecer bajo el sol

bendecir este mundo

vivir en la plenitud de la conciencia

colmar los apetitos del deseo

realizar los impulsos vitales de nuestro ser

rebelarnos contra los dogmas opresores de la razón

negar la moral ascética que predica la resignación

romper las cadenas que nos esclavizan a la tiranía del maquinismo

renunciar a los falsos dioses del Paraíso para salvar nuestra vida

salvarla afirmando nuestra rebelión, reivindicando en la protesta los prestigios de la Gloriosa Aventura Humana.

Por eso somos profetas y religiosos, depositarios de un nuevo fervor cósmico, portadores de fulgurantes verdades para dar el salto a la salvación. La pasión de nuestro pensamiento gira en una órbita de santidad.

La revolución que predicamos es humilde y orgullosa: no pretendemos conquistar el mundo, sino conquistarnos a nosotros mismos mediante un alto sentido espiritual, un sentido que unifique nuestro ser terreno y eterno.

Predicamos la conquista absoluta de la vida. Predicamos la conquista absoluta del pan sin excluir el paraíso. Predicamos una Revolución espiritual en la que el valor más sagrado del hombre lo constituya la dignidad de su cuerpo. Sólo así, bajo el peso de la soledad de la cruz, se podrá marchar a la redención del hombre y del mundo.

Practica como verdad universal la verdad de tu vida

no sigas banderas de partidos idiotas

no rijas tu vida por credos que te fabrican unos canallas que no creen en nada

no te rindas a las leyes de hierro de una moral que sólo quiere encadenar tus impulsos

no ingreses al orden de esta sociedad fabricada por fariseos y mercenarios

no ofrezcas tu cuerpo sagrado para que te entierren en las bóvedas confortables del conformismo y la resignación.

¡Sublévate!

¡Estalla la bomba de tu ternura aterradora!

¡Sacude tu humanidad humillada, pues hay un dios oprimido dentro de ti! Libera a tu dios. Despierta a tu dios para que sueñe. Préstale tu voz para que cante. Tus poderes son infinitos. Libera tu energía y conquista la Tierra.

No reconozcas el poder de los poderosos. Ellos sólo cuentan con las armas. Pero hay en ti un poder indestructible. Te pueden acribillar a balazos, aprisionar, degradar, pero serás invencible si no te rindes a su mentira.

No te humilles. No te dejes abofetear por segunda vez. Escupe la cara del verdugo. Muérete de risa antes de que esta Civilización criminal te decapite. Que tu última palabra en la horca no sea para pedir perdón, sino para cantar o maldecir.

No creas en la dulce mansedumbre del Cristo. Los verdugos son insaciables y crueles. Por eso abusan de nuestra paciencia y nuestra fe.

¡Contesta con bofetadas a las bofetadas!

¡A la muerte con la muerte!

Convierte el Terror, si es necesario, en una ética de salvación.

No conquistes tu Reino con oraciones, sino con violencia. Pues con la violencia los Césares nos han subyugado. Y Césares son hoy todos los que dominan el mundo con Razones Atómicas, con Razones imperiales. Sus tronos están levantados sobre tumbas, tanques, oro, brutalidad, y un poder infinito de destrucción. Y también sobre el miedo y la miseria de los pueblos.

Ellos son poderosos porque nos han robado nuestra fuerza. Con nuestra fuerza los hemos empujado al trono. Pero nos han traicionado. Nos han capado la dignidad y el coraje.

 

No te hagas trampas, ni juegues más a la inocencia. Cada pelo de tu ser es responsable del destino del mundo. Tus actos son soberanos y tienen el poder infinito de elegir el mundo que sueñas, en el que anhelas vivir. Sólo de ti depende vivir en una tumba o en un templo, digno o envilecido. En tus manos está elegir tu destino y el de tu patria.

No seas canalla eligiendo para tu patria a los canallas. No te entierres eligiendo para ti un mundo donde sobrevivir significa renunciar a vivir. Tu libertad puede ser sagrada o maldita si ella exalta la vida o la deshonra.

No olvides que la vida es un milagro, que tu vida es lo único nuevo y absoluto que existe bajo el sol, y que sólo eres inmortal en la medida en que estás vivo. Y que sólo estás vivo si eres consciente, si eres libre, si das a la tierra que te legaron un sentido maravilloso, y a tus actos un valor sagrado: honrar al hombre como si fuera un dios.

Porque tú eres el Mundo, y debes estar orgulloso de que cada acto tuyo sea responsable de la tierra y el cielo. Tú no tienes jefes. Tú no tienes más jefes que tu conciencia, que tu responsabilidad absoluta. Acepta por jefe, nada más, aquel que encarne la revolución espiritual de que te hablo. A ése síguelo como a ti mismo, pues hablará con tu voz, decidirá con tu voluntad, elegirá con tu libertad. Ése tomará el poder para ser la conciencia de la vida, identificar tu Ser con el del Universo, y dar una oportunidad a las posibilidades infinitas del hombre.

No te dejes urbanizar la conciencia. No olvides que eres un Milagro con pantalones. Mas nunca es tarde, ni todo será consumado, si comprendes una cosa: que posees el secreto de la Naturaleza, que estás vivo, y eres el hijo predilecto de las estrellas.

Tu vida es bella, tu vida es santa, y la salvación está en el mundo. Yo te amo desde el fondo de mi desesperación, pero también sería capaz de odiarte si eres la amenaza y la negación de la vida. Por eso te recuerdo la única verdad que merece ser recordada, y es ésta: hoy o mañana vas a morir, solo y sin esperanzas como se mueren los vivos. Pero sé de una cosa que derrota a la muerte, y esa cosa es tu propia vida.

Entonces, no te queda sino un camino, y es éste: entrégate a vivir mortalmente, en cuerpo y alma. Sólo eso te salvará. A esa pasión de vivir y de morir yo la llamo inmortalidad.

Ya sabes cuál es el destino de tu ser divino: serás un dios cuando seas verdaderamente un hombre. Cuando resucites del foso pútrido de resignaciones y cobardías que es tu vida, en la que ese hombre posible que eres, yace cautivo.

En ese instante la revolución del hombre dejará de ser histórica para volverse historia sagrada. ¡No lo olvides, y asciende! ¡Nosotros somos hijos del sol!

ELEGÍA A DESQUITE

Sí, nada más que una rosa, pero de sangre. Y bien roja como a él le gustaba: roja, liberal y asesina. Porque él era un malhechor, un poeta de la muerte. Hacía del crimen una de las bellas artes. Mataba, se desquitaba, lo mataron. Se llamaba Desquite. De tanto huir había olvidado su verdadero nombre. O de tanto matar había terminado por odiarlo.

Lo mataron porque era un bandido y tenía que morir. Merecía morir sin duda, pero no más que los bandidos del poder.

Al ver en los diarios su cadáver acribillado, uno descubría en su rostro cierta decencia, una autenticidad, la del perfecto bandido: flaco, nervioso, alucinado, un místico del terror. O sea, la dignidad de un bandolero que no quería ser sino eso: bandolero. Pero lo era con toda el alma, con toda la ferocidad de su alma enigmática, de su satanismo devastador.

Con un ideal, esa fuerza tenebrosa invertida en el crimen, se habría podido encarnar en un líder al estilo Bolívar, Zapata, o Fidel Castro.

Sin ningún ideal, no pudo ser sino un asesino que mataba por matar. Pero este bandido tenía cara de no serlo. Quiero decir, había un hálito de pulcritud en su cadáver, de limpieza. No dudo que tal vez bajo otro cielo que no fuera el siniestro cielo de su patria, este bandolero habría podido ser un misionero, o un auténtico revolucionario.

Siempre me pareció trágico el destino de ciertos hombres que equivocaron su camino, que perdieron la posibilidad de dirigir la Historia, o su propio Destino.

Desquite era uno de ésos: era uno de los colombianos que más valía: 160 mil pesos. Otros no se venden tan caro, se entregan por un voto. Desquite no se vendió. Lo que valía lo pagaron después de muerto, al delator. Esa fiera no cabía en ninguna jaula. Su odio era irracional, ateo, fiero, y como una fiera tenía que morir: acorralado.

Aun después de muerto, los soldados temieron acercársele por miedo a su fantasma. Su leyenda roja lo había hecho temible, invencible.

No me interesa la versión que de este hombre dieron los comandos militares. Lo que me interesa de él es la imagen que hay detrás del espejo, la que yacía oculta en el fondo oscuro y enigmático de su biología.

¿Quién era en verdad?

Su filosofía, por llamarla así, eran la violencia y la muerte. Me habría gustado preguntarle en qué escuela se la enseñaron. Él habría dicho: “Yo no tuve escuela, la aprendí en la violencia, a los 17 años. Allá hice mis primeras letras, mejor dicho, mis primeras armas”.

Con razón… Se había hecho guerrillero siendo casi un niño. No para matar sino para que no lo mataran, para defender su derecho a vivir, que, en su tiempo, era la única causa que quedaba por defender en Colombia: la vida.

En adelante, este hombre, o mejor, este niño, no tendrá más ley que el asesinato. Su patria, su gobierno, lo despojan, lo vuelven asesino, le dan una sicología de asesino. Seguirá matando hasta el fin porque es lo único que sabe: matar para vivir (no vivir para matar). Sólo le enseñaron esta lección amarga y mortal, y la hará una filosofía aplicable a todos los actos de su existencia. El terror ha devenido su naturaleza, y todos sabemos que no es fácil luchar contra el Destino. El crimen fue su conocimiento, en adelante sólo podrá pensar en términos de sangre.

Yo, un poeta, en las mismas circunstancias de opresión, miseria, miedo y persecución, también habría sido bandolero. Creo que hoy me llamaría General Exterminio.

Por eso le hago esta elegía a Desquite, porque con las mismas posibilidades que yo tuve, él se habría podido llamar Gonzalo Arango, y ser un poeta con la dignidad que confiere Rimbaud a la poesía: la mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. Pero la vida es a veces asesina.

¿Estoy contento de que lo hayan matado?

Sí.

Y también estoy muy triste.

Porque vivió la vida que no merecía, porque vivió muriendo, errante y aterrado, despreciándolo todo y despreciándose a sí mismo, pues no hay crimen más grande que el desprecio de uno mismo.

Dentro de su extraña y delictiva filosofía, este hombre no reconocía más culpa, ni más remordimiento que el de dejarse matar por su enemigo: toda la sociedad.

¿Tendrá alguna relación con él aquello de que la libertad es el terror?

Un poco sí. Pero, ¿era culpable realmente? Sí, porque era libre de elegir el asesinato y lo eligió. Pero también era inocente en la medida en que el asesinato lo eligió a él.

Por eso, en uno de los ocho agujeros que abalearon el cuerpo del bandido, deposito mi rosa de sangre. Uno de esos disparos mató a un inocente que no tuvo la posibilidad de serlo. Los otros siete mataron al asesino que fue.

¿Qué le dirá a Dios este bandido?

Nada que Dios no sepa: que los hombres no matan porque nacieron asesinos, sino que son asesinos porque la sociedad en que nacieron les negó el derecho de ser hombres.

Menos mal que Desquite no irá al Infierno, pues él ya purgó sus culpas en el infierno sin esperanzas de su patria.

Pero tampoco irá al Cielo porque su ideal de salvación fue inhumano, y descargó sus odios eligiendo las víctimas entre inocentes.

Entonces, ¿adónde irá Desquite?

Pues a la tierra que manchó con su sangre y la de sus víctimas. La tierra, que no es vengativa, lo cubrirá de cieno, silencio y olvido.

Los campesinos y los pájaros podrán ahora dormir sin zozobra. El hombre que erraba por las montañas como un condenado, ya no existe.

Los soldados que lo mataron en cumplimiento del deber le capturaron su arma en cuya culata se leía una inscripción grabada con filo de puñal. Sólo decía: “Ésta es mi vida”.

Nunca la vida fue tan mortal para un hombre.

Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿no habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?

Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas.

SERMÓN CONTRA JESÚS

Cultiva una risa saludable para espantar las enfermedades del espíritu: suicidio y locura.

Los que hacen melodrama con la Literatura terminan en el Calvario, la droga, el manicomio. Porque la peor locura del hombre es amar al hombre, salvarlo. Pues el hombre es irredimible.

La risa sigue siendo mi tabla de salvación para no caer al precipicio (evasión y muerte), y preservar un mínimo de optimismo vital necesario al espíritu.

A los futuros calvarios hay que subir en helicóptero para evitar delirios redentores y, de paso, la caída.

¡Basta de masacres y horrendos martirios!

Jesús ahogó en sangre el Espíritu. Aún nos aplasta la crueldad de su cruz. Su dolor nos esclaviza a la piedad, nos hace cómplices culpables de su revolución fracasada. Víctimas de su idealismo que ya dura veinte siglos sin Sol.

Es hora de que estalle la aurora de una conciencia libre, hija del Universo, sin chantajes ni terrores metafísicos, sin remordimientos ni esperanzas, sin verdugos ni crucificados.

Desclavemos al Mártir de su símbolo oxidado, despertemos de su sueño imposible. Sólo así la humanidad podrá salvarse de su Salvador.

La cruz cristiana cumple dos mil años de arrodillar el alma, esterilizarla en la ilusión, el arrepentimiento. Hemos vivido infernalizados en la expiación, el miedo, la castración del espíritu, el complejo deicida. Su moral ha embarrotado la conciencia del hombre, atándolo a los laberintos ciegos de la razón, retardando su fulgurante despertar cósmico.

Avasallados por ídolos de oro y santos de palo, limosneando perdón y misericordia a deidades misteriosas, tiranas, a cambio de la más cobarde traición a la tierra y al hombre mismo. ¡Basta del terrorismo celestial! Todos los altares son patíbulos. Todas las iglesias son tumbas. Los sacerdotes son mercenarios de Dios o del Poder.

Vivimos en los subterráneos de la mente, ser-vil-mente, a la sombra del Hombre, ocultándonos de él. El fantasma de Cristo empavorece las almas, eclipsa la Tierra. Aún no hemos asomado la verdadera cara al verdadero Sol.

Amigo Jesús: me saco tus clavos, deja ya de atormentarme con tus promesas. Devuélveme la tierra y el ímpetu solar. Quédate con todo el Cielo. Yo te perdono por querer redimirme. Perdóname Tú por hacerte sufrir.

Descendamos juntos del Peñasco, mi buen crucificado, y vámonos por las praderas en busca del Sol. Respiremos el aire purificador, lavemos nuestras heridas en el lodo de los cráteres, en los mansos lagos; despojémonos de ilusiones y paraísos, exprimamos el jugo de los trópicos, reventemos la coraza del almendro y comamos su corazón de carne. Acostémonos sobre la hierba a contemplar este crepúsculo que puede ser el último de la tierra y el primero de nuestro nacimiento cósmico.

… Te he querido tanto, mi pobre Redentor, pero debo dejarte, salvarme solo. Olvídame, yo también te olvidaré.

Del dolor que me dejaron tus clavos brotarán alas en mi espíritu. Me esperan mundos boreales, alboradas en otros planetas, músicas desconocidas, barcas de adorables monstruos, alondras que vuelan sobre la gravedad de Newton, emplumadas serpientes diseminando cantos floridos en el firmamento de los Rayos Gamma. ¡Aleluya, la tierra resucita, nada está vacío de Dios, todo está poblado de vida eterna! Su eterno rumor es un canto de cuna que despierta los cielos y enciende los astros apagados. ¡Yo mismo soy un planeta muerto en la noche racional, en busca de la Luz Demente donde todo ES en incesante reflujo bajo el relámpago exterminador!

 

Adiós, carpinterito, toma tu cruz y déjame. Tus idealismos me tuvieron crucificado veinte siglos viejos. Me arranco tus clavos, me libero. No doy la medida del hombre. Me voy a fertilizar la carne con polen de planetas vírgenes. El Universo es mi destino y mi lecho. Mi conciencia se desnuda de viejos harapos, de tus virtudes descarnadas. Estoy listo para las Nuevas Fornicaciones. Que me preñe el Ojo Centella del Dios Terrible. Que rujan en mi mente los orgasmos de Dios. Quiero morir definitivamente ¡en lo que Ser!