1891: Historia naval de la Guerra Civil

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El general Barbosa, comandante de la guarnición militar de Santiago, por su parte, volvería a deliberar políticamente en la lectura de un discurso efectuada en agosto de 1890: “¡Los políticos a sus puestos! ¡Los soldados a cubrir la guardia! Los que hemos llegado a cargar galones después de rudas y penosas pruebas, los que hemos sentido la satisfacción del deber cumplido, sabemos bien, como lo sabe el último ciudadano alistado en nuestro Ejército, que la Constitución nos prohíbe deliberar y que la Ordenanza nos enseñan a acatar y a rendir ciega obediencia a las autoridades legalmente constituidas; a cumplir y hacer cumplir sus órdenes cuando no van reñidas con el honor y la dignidad…. Usando del derecho que dejo apuntado, el que da la disciplina militar, voy a rogaros me permitáis el honor de beber una copa por S.E. el Presidente de la República, que tan bien ha sabido mantener la Constitución y sus fueros; por los señores ministros que han estado como él, al pie de la bandera, y por los que han sostenido con tranquilidad y brillo la buena causa”177. De esta manera finalizaba su discurso con un brindis de carácter político.

En noviembre, como ya se mencionó, la oposición organizó un gran homenaje al general Baquedano, el más famoso de los héroes de la Guerra del Pacífico, que había regresado recientemente de un viaje a Europa, el cual tuvo todas las características de un acto político: los opositores querían manifestar su gran afecto a dicho general. La situación política interna estaba muy tensa: “En la práctica el general Baquedano, como muchos pensaban, era el garante de la Constitución en los momentos difíciles que vivía Chile”178, como lo expresó con claridad el embajador de Alemania en Chile, asistente a este homenaje. El hecho de que la oposición hubiera llamado al general Baquedano el “Jefe Supremo del Ejército Chileno, guardián de la Constitución” en este acto era un claro mensaje para Balmaceda. Este multitudinario acto fue duramente criticado por los partidarios del Gobierno y alabado por sus opositores.

En diciembre, la intensidad del conflicto político interno llegó a niveles insostenibles y los llamados de todos los sectores políticos a los uniformados para intervenir en el conflicto político interno se hicieron cada vez más recurrentes por todos los medios179.


Crucero protegido Esmeralda (3°), grabado de la revista La Ilustración Española y Americana, Madrid. Archivo Histórico de la Armada, Repositorio Digital.

A fines de 1890, la oposición política a Balmaceda era ya muy intensa. Por aquellos días se rumoreaba que los opositores planeaban un levantamiento de la guarnición militar de Santiago y de la Escuadra surta en Valparaíso. En palabras del almirante Langlois: “como Valparaíso había demostrado claramente su oposición al Gobierno, se pensaba que los marinos, serían partidarios del Congreso. Esto fue corroborado por Balmaceda quien hizo un viaje a bordo de la Escuadra a Talcahuano a mediados de diciembre de 1890 (como ya sabemos a inaugurar un dique seco) y su comitiva tuvo pruebas adversas de las opiniones de los oficiales, los que abiertamente las manifestaban”180.

En el citado viaje de Balmaceda a Talcahuano embarcado en el blindado Cochrane, ocurrieron dos hechos importantes: en primer lugar, el almirante Williams Rebolledo, había recibido días antes un anónimo que lo instaba a trasladar a Balmaceda a Juan Fernández, para terminar con su gobierno “despótico”, anónimo del cual fue informado Balmaceda; el segundo hecho se produjo a bordo del blindado Cochrane donde el Presidente fue tratado con gran frialdad por los oficiales, y en un momento cuando estaba sentado cerca de la torre de mando, el oficial de guardia se le acercó y le dijo en un tono poco respetuoso: “está prohibido estar ahí”, lo que podría ser considerado como una clara descortesía con el Presidente de la República.

Considerando lo anterior, se tomaría la decisión de que el Presidente regresara a Santiago en tren181 y no embarcado en la Escuadra. Por esta razón y, en cierta manera como un castigo, se ordenó que el blindado Cochrane y la corbeta O’Higgins se dirigieran a Quintero en espera de órdenes, separándolos de la Escuadra, que permaneció surta en Valparaíso.

Al terminar 1890, otro hecho de deliberación militar fue originado por un oficial de Ejército de prestigio: el teniente coronel Jorge Boonen, quien, junto al también teniente coronel del Ejército alemán, Emilio Körner, estaban liderando la modernización del Ejército desde la reciente creada Academia de Guerra del Ejército.

En palabras de Boonen: “no quería servir una hora a la dictadura que veía venir”182 y, el 30 de diciembre de 1890, escribió en el periódico de “La Época”, de oposición, un artículo en el que se lee: “las órdenes que se dan, sin tener atribuciones o derecho para ello, no pueden ni deben ser obedecidas por los que las reciben. Si un general tratara de volver sus armas contra su propia Patria o hacer pasar a sus tropas al enemigo, las órdenes que diera al efecto no podrían ser obedecidas por sus subalternos. Otro tanto podríamos decir de los que trataran de emplear las fuerzas que la Nación les confía para custodiar su honra y su seguridad, en beneficio propio y para derrocar sus instituciones. Como se ve, existen y se pueden presentar casos en la vida militar en los cuales la desobediencia sería un deber, porque los intereses de individuos aislados están muy por abajo de los de la Patria, que un militar de honor nunca debe olvidar”183.

Por otra parte, se atribuye a Boonen una influencia decisiva en la resolución del teniente coronel Emilio Körner de adherir a la Guerra Civil por el bando del Congreso.

Así terminaba el año 1890, lleno de crecientes incertidumbres y con un ambiente político interno polarizado al máximo. Los dos bandos enfrentados no habían logrado saldar sus diferencias por los medios democráticos existentes y ya estaban decididos a utilizar a las Fuerzas Armadas para zanjar, en definitiva, sus irreconciliables posturas políticas.

El Ejército y la Armada no habían buscado entrar en la política contingente, fueron arrastrados por los partidos políticos, tanto de Gobierno como de oposición.

LA MARINA A FINES DE 1890

La Marina de Chile vivía una situación paradojal cuando sobrevino la Guerra Civil de 1891, que por lo demás guardaba cierta analogía con el país en su conjunto. En lo material, experimentaba un positivo momento de renovación del poder naval, con varios nuevos buques en construcción en Europa prontos a arribar al país, para reemplazar a las unidades que estaban entrando gradualmente en obsolescencia.

Este proceso de recambio del material se correlacionaba con una mejora en las capacidades profesionales del personal, lo cual era, por lo demás, necesario e inevitable. La Escuela Naval y las dos escuelas de aprendices a marineros habían consolidado su estabilidad, y la creación de la especialidad de Ingeniería, en 1889, anunciaba el mejoramiento del nivel profesional, con las escuelas de especialidades que se irían creando posteriormente.


Oficial naval chileno. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 31 de enero de 1891.

Un factor adverso que se mantendría constante sería la escasez de personal, agudizado por las nuevas adquisiciones navales que implicaban, naturalmente, el incremento de las dotaciones. Señalaba el ministro del ramo en 1890: “hasta hoy ha sido imposible subsanar la escasez de oficiales, a lo menos el Gobierno se empeña en que su instrucción militar y marinera no decaiga, sino que al contrario siga al nivel de los importantes progresos que en el último tiempo ha alcanzado el ramo de la Marina”184.

A los progresos del material y el personal se sumaban las mejoras en infraestructura, que incluían una nueva sede para la Escuela Naval comenzada en 1884, pero lo más trascendente para la operatividad de la Armada, era la decisión de construir en Talcahuano, su principal base naval, un dique seco, obra que fue inaugurada, como ya sabemos, por el Presidente el 15 de diciembre de 1890185.

En la política de adquisiciones navales, había jugado un papel principal el contralmirante Juan José Latorre, designado Jefe de la Misión Naval establecida en Francia186 y quien era, además, políticamente cercano a Balmaceda.

El escalafón de oficiales ejecutivos (de mando a flote) estaba compuesto por: 5 contralmirantes, 9 capitanes de navío, 24 capitanes de fragata, 27 tenientes 1°, 22 tenientes 2° y 33 guardiamarinas187.

La Escuadra contaba con los blindados Blanco Encalada, Cochrane y Huáscar, el crucero Esmeralda, las corbetas Chacabuco, O’Higgins y Abtao y las cañoneras Magallanes y Pilcomayo188. Es decir, después de la Guerra del Pacífico, la fuerza naval había experimentado escasas variaciones, con la excepción del moderno crucero Esmeralda, a lo que debía agregarse la modernización de la artillería de los blindados Cochrane y Blanco. Como buques auxiliares se contaba con los vapores Toltén y Lautaro, los buques escuelas N°s 1 y 2, las escampavías Toro, Gaviota, Valparaíso, Cóndor y Huemul y los pontones Thalaba, Miraflores y Kate-Kellock189. Finalmente, se contaba con 9 torpederas de botalón de la Guerra del Pacífico y una más moderna, la lancha torpedera Sargento Aldea190.

ENERO, 1891: LA REVOLUCIÓN LLEGA EN EL AÑO NUEVO

La tensión política acumulada durante 1890 llegó a su punto máximo el 1° de enero de 1891, cuando la Comisión Conservadora volvió a solicitar al Presidente Balmaceda, ahora por última vez, que convocase al Poder Legislativo a sesiones extraordinarias para aprobar las leyes necesarias para que el país pudiese funcionar, sin lograr convencerlo.

 

En respuesta, Balmaceda promulgó un decreto-manifiesto, emitido ese mismo día, donde declaraba su resolución de mantener funcionando las Fuerzas Armadas y demás reparticiones públicas sin un presupuesto aprobado por el Congreso, fundamentando esta resolución con un manifiesto en que declaraba que no lo guiaba la ambición, ya que solo le quedaban algunos meses para dejar el poder, y que tampoco pretendía implantar una dictadura, habiendo tenido una vida política de un cuarto de siglo respetando los cauces institucionales191.

La oposición reaccionó confeccionando un Acta de Deposición de Balmaceda192, con el fundamento de que el Presidente había violado el ordenamiento constitucional y estaba absolutamente imposibilitado para seguir gobernando. Esta acta fue firmada por 16 senadores y 73 diputados, los que representaban la mayoría de las dos cámaras del Congreso Nacional.

El 5 de enero, un Decreto Supremo declaraba que, mientras se dictase la Ley de Presupuesto de 1891, regía la del año anterior. Al revés de lo que había sucedido a fines de 1890, en los primeros días de 1891, la lucha política se limitó a la prensa, en especial la de oposición, que renovaba sus diatribas contra quien ahora llamaban el “dictador” Balmaceda y hacía llamamientos a la acción a las Fuerzas Armadas193. Uno de dichos llamados afirmaba que el Ejército y Marina debían obediencia “a las autoridades regulares, pero de ningún modo a los usurpadores, ni siquiera a los que derivan su derecho de la ley, puesto que la ley está derogada”194.

En las calles de las ciudades chilenas, se percibía una tensa calma, sin embargo, esta calma era solo aparente. Mientras la población permanecía a la expectativa, las fuerzas que pronto irían al enfrentamiento se ordenaban y, así como en La Moneda se aseguraba la lealtad de los principales mandos del Ejército, los líderes del Congreso hacían otro tanto con los mandos de la Armada.

Uno de los factores que los líderes del Congreso tenían en su favor, era que la Escuadra no se hallaba organizada como tal, por lo que se necesitaba asegurar las lealtades de los comandantes de los buques y sus dotaciones, y buscar a un jefe que liderase a la Escuadra. Encontrar a este último fue tarea relativamente fácil, ya que se trataba de un oficial experimentado, de una extensa carrera naval, veterano de la Guerra de 1879, y con gran ascendencia sobre el personal naval; en cambio, no tenía el favor del Gobierno y se sentía políticamente opositor a este: se trataba del capitán de navío Jorge Montt Álvarez. La estampa de Montt se distinguía por su pequeña estatura que contrastaba con su fuerte carácter. En 1891, tenía un ascendiente indudable sobre la oficialidad joven. Además de ser una de las personalidades más influyentes de la Marina de su época, representaba uno de los polos que existían en el seno de la misma, siendo el otro el contralmirante Juan José Latorre, el vencedor de Angamos195.


Oficialidad del blindado Blanco Encalada. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 31 de enero de 1891.


Marinería del blindado Blanco Encalada. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 31 de enero de 1891.

El 6 de enero, el Vicepresidente del Senado, Waldo Silva, y el Presidente de la Cámara de Diputados, Ramón Barros Luco, hicieron llegar al comandante Montt el Acta de Deposición del Presidente Balmaceda, antes comentada, firmada por la mayoría de los diputados y senadores integrantes del Congreso Nacional, documento donde se disponía que se organizara una División Naval “para hacer comprender al Presidente de la República que la Armada obedece a la Constitución”196. En dicha acta se nombraba como jefe de esta fuerza naval al capitán de navío Jorge Montt, quien aceptó su cargo el mismo día 6.

Pese al gran homenaje que le efectuaron los partidos políticos de oposición en el mes de noviembre y otras actividades similares, finalmente, el general Baquedano permanecería neutral durante la Guerra Civil de 1891. De esta manera, “ni el general Baquedano ni ningún otro general se atrevió a encabezar el movimiento, y el ejemplar de la nota del Congreso (el Acta de Deposición del Presidente Balmaceda) destinada al Ejército quedó con el nombre de este líder en blanco”197.


CAPÍTULO IV

Inicio de la Guerra Civil y la Campaña del Norte


7 DE ENERO DE 1891: LA INSURRECCIÓN

Que las apariencias engañan lo evidenciaron hechos como el encuentro del estudiante de derecho de 23 años, Arturo Alessandri Palma, con el Vicepresidente del Senado Waldo Silva, pariente político suyo en el Gran Hotel de Viña del Mar el 6 de enero de 1891. Según recuerda Alessandri, el senador se hallaba perfectamente tranquilo y mandó saludos y recuerdos a su familia; sin embargo, al recibir la familia del joven tal recado, entendieron lo que estaba en marcha198.

En efecto, al amanecer del día 7 se daba inicio al movimiento revolucionario con el embarque a bordo de la Escuadra del senador Waldo Silva y Ramón Barros Luco, Presidente de la Cámara de Diputados, quienes, junto al capitán de navío Jorge Montt, integrarían la Junta de Gobierno Constitucional. En el blindado Blanco Encalada, buque insignia de la Escuadra, se izó la bandera presidencial, izando el resto de los buques el empavesado completo.

Se había obtenido la adhesión a la causa revolucionaria de todos los buques de la Escuadra, salvo la del comandante del crucero Esmeralda, el capitán de fragata Policarpo Toro, quien era pariente de la esposa del Presidente Balmaceda.

La conformación de los mandos quedó como sigue: blindado Blanco Encalada, capitán de fragata Luis Goñi; blindado Cochrane, capitán de fragata Florencio Valenzuela; crucero Esmeralda, capitán de fragata Pedro Martínez; corbeta O’Higgins, capitán de corbeta Lindor Pérez; cañonera Magallanes, capitán de corbeta Joaquín Muñoz199.


Valparaíso visto desde el cerro Artillería. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 5 de septiembre de 1891.

Ante este hecho, Balmaceda adoptó la resolución de asumir “el ejercicio de todo el poder público necesario para la administración del Estado y mantenimiento del orden interior”200, además de clausurar los medios de prensa opositores y decretar la movilización del Ejército. Ese mismo día, se ordenó atacar a la Escuadra con las baterías costeras de Valparaíso201. Poco después, el blindado Huáscar, que estaba en reparaciones, también se integraba a la Escuadra, sin mayor dificultad.

Tras este movimiento revolucionario, las fuerzas quedaban alineadas y enfrentadas. Sin embargo, tal y como había sucedido el 1° de enero, después del día 7 se produjo un nuevo anticlímax, ya que no hubo episodios de violencia. Eso sí, la mayoría de los congresistas opositores emprendieron la huida y el Gobierno comenzó a detener a sus adversarios políticos, mientras que en Valparaíso se producía un flujo continuo de voluntarios que se embarcaban en la Escuadra.

Desde el principio, la Escuadra debió enfrentar las dificultades de no contar con el apoyo de una base naval: “la dotación de guerra de estos buques no estaba completa: faltaba un gran número de municiones, y las redes protectoras antitorpedos estaban en tierra, sin que fuera posible embarcarlas para no despertar sospechas. Por lo demás, a bordo había víveres y carbón para 14 días y 120 mil pesos en dinero efectivo; de la tripulación de los buques podía conformarse un pequeño cuerpo de desembarco de 200 hombres”202.

Un primer hecho favorable para los insurrectos fue la captura en Valparaíso de 4.500 modernos fusiles Mannlicher nuevos, sin munición, que habían arribado recientemente a bordo del vapor Cleopatra203. Dichas armas serían fundamentales para el futuro Ejército Constitucional. Ello se produjo el día 8, al igual que la captura del vapor Aconcagua de la Compañía Sudamericana de Vapores.

Apenas fue posible, los balmacedistas cerraron el acceso al borde costero con un cordón de tropas de infantería, impidiendo tanto el embarque como el desembarco de personas de la Escuadra204. Los fuertes de la plaza se hallaban en proceso de instalación de sus nuevas piezas de artillería, razón por la cual no se hallaban en condiciones de romper el fuego de inmediato.

PRIMERAS OPERACIONES: LA ESCUADRA SE DISPERSA

Al principio, la Escuadra se dedicó a realizar evoluciones en la bahía porteña, “haciendo despliegue de fuerza en formación cerrada, frente a la bahía, como si esperara algo, seguramente un pronunciamiento del Ejército, que no se produjo”205. Desafortunadamente para los rebeldes, ninguna unidad del Ejército se sublevó y no se supieron noticias del general Baquedano. Todas las suposiciones previas de apoyo de algunas unidades del Ejército, se desvanecieron rápidamente.

Todavía no se disparaba un tiro, pero esta situación no se prolongaría demasiado, ya que pronto se decidió dividir la Escuadra para dirigirse a otros puntos del país, con el fin de procurarse pertrechos y ganar adeptos.

La tarea más importante se encomendó al crucero Esmeralda, que se dirigió al sur para interceptar a los nuevos cazatorpederos Lynch y Condell (que venían navegando desde Inglaterra a incorporarse al servicio naval), para ganarlos para la causa revolucionaria, y hacer otro tanto con el buque escuela, la corbeta Abtao, que retornaba de su crucero en el Mediterráneo, tema que se retomará más adelante.

El blindado Cochrane y la corbeta Magallanes zarparon hacia el norte el día 8 y fondearon en Iquique206 el 13 de enero, donde declararon el bloqueo de ese puerto; acto seguido, la cañonera Magallanes se dirigió a Pisagua207 para hacer otro tanto208. Al recalar a ese puerto, el día 19, la guarnición, compuesta por el batallón 4° de Línea y un piquete de artillería, se pronunció en favor de la causa constitucional.

El coronel Estanislao del Canto, quien se había fugado desde Tacna, llegó a Pisagua ese mismo día, y asumió el mando de la pequeña fuerza terrestre209. Este era un jefe experimentado y de prestigio reconocido desde la Guerra del Pacífico, donde había comandado el batallón Navales, luego el regimiento 2° de Línea y una división en una de las campañas a la sierra peruana en 1882210.


Unidades del Ejército ubicadas en Tacna y Tarapacá al inicio de la Guerra Civil de 18911
Tacna y TarapacáBatallón Arica 4° de LíneaTeniente coronel Avelino Villagrán302
Regimiento Granaderos a CaballoTeniente coronel Sofanor Parra282
Regimiento de Artillería N° 1Teniente coronel Manuel Rivera404
Total988 soldados

Primeras escaramuzas en el norte

Ante la sublevación de la guarnición de Pisagua, desde Iquique, la reacción no se hizo esperar y el Intendente de la provincia, Manuel Salinas, ordenó el envío de una fuerza compuesta de una compañía del 4° de Línea, una de Granaderos y 25 artilleros, fuerza que se trasladó en ferrocarril211 hacia el norte.

El coronel del Canto se desplazó por el mismo medio hacia el sur, con un centenar de hombres, tres piezas de artillería y una ametralladora, arribando a las cercanías de la oficina salitrera de Zapiga el 21 de enero, donde lo esperaba el contingente balmacedista en una posición dominante. Si bien estos carecían de artillería, resistieron el ataque y los hombres de del Canto debieron emprender la retirada212.

Los balmacedistas retrocedieron hasta la salitrera de Negreiros para esperar refuerzos y, una vez llegados estos, se desplazaron nuevamente en ferrocarril a Pisagua. Eran ya unos 400 balmacedistas que se enfrentaron, al amanecer del 23 de enero, a 221 soldados constitucionales.

 

Vista de Pisagua. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 7 de marzo de 1891.

El combate se libró en Alto Hospicio, los constitucionales desplegados a lo largo del terraplén ferroviario y los balmacedistas atacando desde una mayor altura y amenazando con envolver el flanco derecho de aquellos. La acción se desarrolló de una forma convencional hasta las 10:00 horas cuando, realizando una poco ortodoxa estratagema, parte de las tropas balmacedistas fingieron cambiarse de bando, lo que hizo que se suspendieran los fuegos y hubiese una aparente confraternización, razón por la cual esta pasó a ser conocida anecdóticamente como la “batalla de los abrazos”.

Sin embargo, los balmacedistas que nunca habían abandonado sus armas, les intimaron a la rendición, con lo cual las tropas de coronel del Canto no podían oponer una resistencia seria: solo les quedó huir a Pisagua, perseguidos por el enemigo. A su vez, ya en el pueblo, dicha columna fue capturada por los constitucionales, que ahora podían ser apoyados por los fuegos de la cañonera Magallanes y del transporte Cachapoal, capturado hacía poco. De esta manera, el resto de la fuerza balmacedista se vio impedida a avanzar en auxilio de sus compañeros213, lo que a su vez no pudo impedir la decisión de los constitucionales de reembarcarse en el transporte Cachapoal.

Si bien Pisagua seguiría bloqueada por la cañonera Magallanes, la insurrección todavía no lograba obtener una base naval desde donde apoyarse logísticamente. Sin embargo, ya no cabía duda que el teatro de operaciones de la próxima campaña terrestre debería ser Tarapacá.

INCURSIÓN A COQUIMBO, LA SERENA Y OVALLE (14 AL 28 DE ENERO)

Previo al zarpe de Valparaíso, se había ordenado a la corbeta O’Higgins que embarcara unos 120 voluntarios, con el objeto de incursionar sobre Coquimbo. El 10 de enero, se había capturado el vapor Amazonas, que venía navegando desde Caldera, cuyo mando se asignó al capitán de corbeta Vicente Merino Jarpa y donde fueron trasbordados los voluntarios. Esa misma noche, ambos buques zarparon rumbo a Coquimbo, arribando en la madrugada del día 12, y el Amazonas se adelantó para desembarcar una partida de 83 soldados navales, que encontró escasa resistencia en la guarnición local. El mismo día fue ocupada la ciudad de La Serena, que había sido abandonada por las autoridades214, como lo serían también las localidades del interior. El día 14, los soldados navales ocuparon la ciudad de Ovalle.

Esta situación no estaba destinada a consolidarse. El día 15, partió desde La Calera destino a Coquimbo una fuerza de caballería balmacedista de 170 efectivos, seguida, el día 20, por el regimiento Chacabuco. El 25 de enero, se produjo una escaramuza en Punitaqui, y la fuerza constitucionalista se batió en retirada, siendo también derrotado otro contingente que guardaba el sector de La Angostura, al norte de Ovalle. Las bajas constitucionales fluctuaron entre 50 y 80 soldados215 más que lo que podían aceptar, retirándose destino a Coquimbo el 26, donde se reembarcaron en los buques al día siguiente.

Esta corta campaña, una de las más olvidadas de la Guerra Civil, reviste un interés particular por demostrar qué tan profundamente podía penetrar una reducida fuerza terrestre en el territorio enemigo. Naturalmente, el juicio del exministro Julio Bañados fue lapidario al afirmar: “la posesión transitoria de Coquimbo fue una verdadera debacle para la revolución. La tomó sin gloria y tuvo que abandonarla en fuga”216.

Tras el refuerzo de Coquimbo y la Serena por parte del Gobierno, esta zona pasaría a tener una importancia estratégica definitivamente secundaria, ya que el escenario de las operaciones principales sería Tarapacá y la zona central del país.

CAÑONEO DE LOS FUERTES DE VALPARAÍSO SOBRE EL BLINDADO BLANCO (16 DE ENERO)

Mientras el resto de las unidades de la Escuadra se dispersaban, el blindado Blanco Encalada se mantuvo en Valparaíso y cumpliendo la orden del Presidente Balmaceda de atacar a la Escuadra, se aceleró al máximo el alistamiento de la artillería de los fuertes del puerto.

En 1891, el anillo de baterías de defensa de costa tenía una mezcla entre antiguos cañones Parrot, Blakely y Rodman, que se remontaba a la fortificación posterior al bombardeo español de 1866 y de la Guerra del Pacífico, junto con modernos cañones Krupp y Amstrong, recientemente adquiridos en Europa.


Blindado Blanco Encalada. Grabado publicado en una revista ilustrada de la época. Archivo Histórico de la Armada, Repositorio Digital.

En el fuerte Andes se montó un cañón Krupp de 210 mm a mediados de enero; el fuerte Valdivia tenía otros dos cañones del mismo modelo y calibre; el fuerte Bueras tenía una pieza Armstrong de 152 mm y un reflector eléctrico. Finalmente, en el fuerte Yerbas Buenas, se instalarían otras dos piezas Armstrong de 152 mm en el curso de la guerra217.

Apenas la artillería de costa estuvo a punto, se resolvió atacar al blindado Blanco Encalada aprovechándose, además, un momento en que este se hallaba peligrosamente cerca de la costa. A las 04:40 horas del 16 de enero, rompieron el fuego los cuatro fuertes ya mencionados. Un proyectil Armstrong del fuerte Bueras (granada común, lastrada, de 450 libras de peso) 218 impactó al blindado, que se hallaba a 500 metros de la costa, por el costado de estribor, haciendo saltar un perno del blindaje y desmontando un cañón de la artillería principal de 8 pulgadas219. Acto seguido, un proyectil del cañón Krupp del fuerte Valdivia (granada Palliser de 250 libras, lastrada con arena)220, que se hallaba a solo mil metros del blindado, impactó el sector de popa en la cámara del comandante, penetró la coraza y pasó muy cerca del senador Waldo Silva, quien se salvó por un milagro. Luego, los fuertes Andes y Valdivia hicieron un disparo cada uno.

En el intertanto, se había tocado zafarrancho de combate y el blindado Blanco Encalada zarpó de emergencia, alejándose de la costa a una prudente distancia, ocultándose entre los buques neutrales. El blindado tuvo cinco muertos y ocho heridos graves y no contestó el fuego para no dañar a la población civil. Ese mismo día, se anunció oficialmente el bloqueo de Valparaíso221, el que fue cuestionado por el comandante del crucero británico Champion por no haberse reconocido al bando constitucional oficialmente como beligerante; protesta parecida a la que había recibido el comandante del blindado Cochrane al declarar el bloqueo de Iquique.

En los hechos, el blindado Blanco Encalada abandonó al día siguiente Valparaíso, llevándose consigo todos los remolcadores y embarcaciones de vapor que quedaban en el puerto para dirigirse a Quintero y Coquimbo. Posteriormente, la corbeta O’Higgins tomó su relevo en el bloqueo, que fue muy poco efectivo222. Solo el desconocimiento de la celeridad con que se había efectuado el alistamiento de las baterías terrestres, justifica la distancia tan cercana a costa que estaba anclado el blindado.


Subiendo un cañón Krupp de 210 mm. al fuerte Valdivia de Valparaíso. Grabado publicado en la revista británica The Illustrated London News, 11 de abril de 1891.

CAPTURA DE BUQUES MERCANTES

Progresivamente, los constitucionales se fueron procurando una flota de transportes navales formidable, gracias a la captura del grueso de la flota de la Compañía Sudamericana de Vapores. Los buques así obtenidos fueron los vapores Amazonas, Biobío, Itata, Cachapoal, Copiapó, Limarí, Maule y Trumao, y las chatas o pontones Huanay y Loa223. Además, fueron obtenidos, con el mismo procedimiento, los vapores Isidora Cousiño y Carlos Roberto de la Compañía Carbonífera de Lota, y otros buques de bandera nacional perteneciente a diversas navieras: Dithermarsche, Cachapoalito, Bismarck, Miraflores y Minero224.

En este aspecto, los balmacedistas tuvieron mala fortuna, puesto que solo pudieron disponer del vapor Imperial225 de la Sudamericana de Vapores, que desde un principio prestó grandes servicios a dicha causa, y del transporte Maipo226, que no desplegó mayor actividad en los primeros meses de la campaña, siendo este último objeto de una de las acciones más audaces de esta guerra, al ser capturado, en Valparaíso, por el capitán de fragata Fernando Gómez, en connivencia con el capitán del regimiento Artillería de Costa, Sinforoso Ledesma. Aprovechando la ausencia de su comandante, ambos oficiales subieron a bordo y dieron un golpe de mano con el apoyo de la dotación y de la guarnición embarcada.

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