A la salud de la serpiente. Tomo II

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En un trabajo sin precedente, dentro de mi trabajo de magia negra y blanca, he estado tratando de descifrar tu sueño. Como es un caso difícil tendrás que esperar hasta mi próxima carta. Así pues, espera, y debes hacerlo pacientemente ya que recibirás importantes y extraordinarias revelaciones.

En el apéndice de tu última carta me pedías que investigara qué películas se estaban exhibiendo en los meses de mayo y junio de 1960 en la ciudad de la Escenografía. Como has de saber desde hace semanas está cerrada la Hemeroteca y han prometido abrirla hasta el dos de enero de 1969. Pero si te hago esperar todo este tiempo, con lo impaciente que eres te volverías más neurótico, y recordé que Genaro es un maniático de los periódicos semanales. Tiene la colección completa del Figaro, donde cada semana hacen reseñas de todas las películas exhibidas en el D. F. Lo único malo es que no traen los títulos originales cuando son películas extranjeras. Por lo que te mando los títulos a reserva de que checaré y buscaré los originales cuando vuelvan a abrir la Hemeroteca. En 1960, en pleno auge de la Revolución Cubana y de la guerra fría en torno a la pobre isla, con una campaña sin igual, durante los últimos meses del mandato de López Mateos, Terencio se podía meter a un cine y ver por ejemplo Sirenas y tiburones, una comedia de Blake Edwards, con Tony Curtis; Viaje al centro de la Tierra, con Pat Boone en el cine México; Esclavo del deber, en el cine Chapultepec; un bodrio mexicano en el cine Roble, Caperucita Roja, de René Cardona, imagínate. En la primer semana de mayo se estrenaba La estrella vacía, en los cines Alameda, Continental y Polanco, una película de Emilio Gómez Muriel con María Félix. Nuestro querido Efraín Huerta decía de la película: “Bien hecha, con diálogos en su mayoría bastante pedestres. No es, claro está, una historia poética; al contrario, es una historia brutal, cínica y bárbara”. También se podía ver El kimono escarlata en el cine Ariel. Trabajaba Victoria Shaw quien según Efraín Huerta era bellísima. La segunda semana de mayo habían estrenado en el sufrido D. F. una avalancha increíble de películas mexicanas. La tijera de oro, con Tin Tan y Lilia Guízar se estrenó en el cine Mariscala. El tesoro de Chucho el Roto, con Luis ­Aguilar y Fernando Soler en el cine Olimpia. Dormitorio para señoritas, con Mapita Cortés y Lorena Velázquez, en el cine de Las Américas. Chao, chao, bambina, con Elsa Martinelli en el Metropolitan. Julia la pelirroja, en el Paseo. En la tercera semana de mayo se estrenaba en el Versalles una película soviética, Ilia Muromets. “Una excelente producción soviética que suscitará serias controversias. ¿Entre quiénes? Bueno, pues entre los que suponen que los maestros de la fantasía son los norteamericanos”. Póker de reinas, otra película mexicana con el Loco Valdés, que se estrenó en el Mariscala. Los miserables, en el cine París. Calibre 44, con el Piporro en el Palacio Chino. Hundan al Bismark, inglesa, en el cine México. Drama de primera plana, en el Polanco y el Continental, norteamericana, basada en la obra de Clifford Odets. La última semana de mayo se siguieron estrenando bodrios en la ciudad del polvo. Muchachas de hoy, que según Huerta se parecía a Con quien andan nuestras hijas, solamente que hablada en italiano. Yo no me caso, compadre, en el Mariscala, con Luis Aguilar y Rosita Quintana. Pistolas invencibles en el Orfeón, con Roberto G. Rivera y Armando Silvestre, más “las melosas y desafiantes canciones de Elvira Quintana”. El esqueleto de la señora Morales, de Alcoriza, en el Chapultepec. La primera semana de junio seguía la racha de bodrios. Se estrenaron Gorila al asalto, francesa, en el Paseo; El perro humano, de Disney; Las cuatro milpas, en el Orfeón, con Manuel Capetillo; La novia de nueve metros, en el Ariel y en el Roxy, que era una dizque sátira a la política nortea­mericana. En la segunda semana de junio se estrenó una película genial de Orson Wells, Sombras del mal. Creo que el título en inglés es el mismo. Pero por lo demás seguía la racha de bodrios. Se estrenaba en el Variedades, Quinceañera, “bonita pe-lícula, hecha sobre una línea melodramática muy firme. Tres quin-ceañeras en apuros, cada una por diversos motivos sociales y económicos. Maricruz es la cenicienta. Papás ideales Hortencia Santoveña y José Luis Jiménez. Dulzona y conmovedora, sobre todo cuando se acerca el gran final a ritmo de vals. Preciosas de verdad, Martha Mijares y Tere Velázquez. Le gustará a usted por sencillamente humana”. La nota, por supuesto, de Efraín Huerta. Macario en el cine Alameda, con actuación “genial” (Huerta), de López Tarso. “Macario no ha gustado a la nueva ola de críticos de cine en México, lo cual para usted, señor espectador, es la mejor garantía de que verá una película muy nuestra y extraordinariamente bien hecha”. Pancho Villa y la Valentina en el Mariscala, con la reaparición de Elsa Aguirre. En el Roble una película norteamericana, Barco sin puerto: “Dos rudos frente a frente. Gary Cooper ya casi desha­ciéndose, y Charlton Heston, un actorazo”. La muerte en este jardín, que a pesar de la dirección de Luis Buñuel resultó bastante mala. ¿Te acuerdas de Simone Signoret? Y Tres angelitos negros en el Real Cinema, por supuesto mexicana. En la tercera semana de junio, Un genio anda suelto, inglesa, con Alec Guiness en el Latino. Maria X de Julian Duvivier en el Paseo. Las tres coquetonas, mexicana, en el Olimpia. El amor se paga, italiana, en el Prado. Zarzuela 1900, española, en el Real Cinema. Destino de tres vidas, italiana, en el Arcadia. Pecar fue mi destino, franco-italiana, historia de tres prostitutas, en el Metropolitan. Verano de amor, ­norteamericana, fue de lo mejor de esa semana. No es dama, es mi mujer, con Tony Curtis, Janeth Leigh y Dean Martin, en el Chapultepec. En la última semana de junio se estrenaron Dicen que soy hombre malo, con Paco Michel y Lilia Prado, en el Orfeón. El tesoro del ahorcado, con Robert Taylor, en el Ariel. Comenzó con un beso, con Glenn Ford, en el Roble. La rebelión de los gladiadores, italiana, en el Metropolitan. La venganza, española, dirección de Bardem, en el Arcadia. Las cinco monedas, con Danny Kaye, se estrenó en el México. Y bueno, compadre, ya me cansé de sacar títulos del Figaro, espero que te sirvan. Sobre el problema de traer a México tu enorme grabadora y demás aparatos de sonido, nadie me ha sabido decir mucho. Tengo que hablar con los abogados que trabajan en la Dirección de Derechos de Autor sobre tus problemas de aduana, para averiguar qué puedes y qué no puedes traer. En mi próxima carta espero tenerte noticias. También en mi próxima te hablaré del resumen anual de libros, y de los nuevos descubrimientos de Carballo. Estoy leyendo la novela de Margarita Dalton, que me dicen fue la primera esposa de tu amigo José Agustín. De los seis ­ítulos que han publicado es la más decorosa, junto con la de Parménides, pero de esto te hablaré en la próxima porque estoy muy cansado. ¿Ya tienen invitaciones para las posadas? Kastos.

O:

Cuates, hermanos y cía: qué padre que se vayan a nueva york o nueva babilonia, con sus jardines colgantes y toda la cosa: aquí sin novedad en el segundo frente: digo en el segundo frente porque ahora ando muy absorbido por el erotismo, pero más seleccionado o más vulnerable: tengo muchas cosas que contarles, pero les anuncio para que no se asusten y se sientan tranquilos en dubuque street, pero no, no son tantas, lo que pasa es que me puse a elaborar un chorro de cosas para decirles mentalmente y ahora ya no sé cuáles eran: como les digo, y esto es top secret, estoy redactando una narración del dos de octubre para un libro que se publicará espero que pronto: para eso veo a veces a octavio paz, quien me tiene clasificado como “el testigo de tlatelolco”, y no me saca de allí: yo me saldré pronto porque quisiera que él leyera mi novela, así que pronto se lo anuncio ¿ya les dije que he ido un chorro al teatro?, pues sí, un chorro, ya era hora, a obra por día, y al cine a ver teorema de pasolini, y goto, l’ile d’amour (buenísima, de un francés polaco), y películas viejas, porque si no es aquí, dónde las voy a ver, drácula, de tod browning; pero teorema me impresionó, es muy buena ¿no?, sólo me interesó en realidad su manera de contar, de intercalar símbolos, pero su simbolismo por sí mismo no me interesa, no, de verdad, o será que yo me limité a verla como una burla de la idea divina, una burla muy bien hecha, utilizando elementos bíblicos: lo que me gustó es el ritmo de imágenes y símbolos y anécdota pura: como narración es extraordinaria: leí una novela en portugués y me asombro de mis adelantos, aunque como es obvio en mis clases no puedo pronunciar ni una palabra (¿por qué esta tendencia mía al lenguaje escrito?), bueno, la novela es vidas secas de graciliano ramos: es muy interesante la maldita novela, con elementos limitados adrede, pero con una manera de manejar el tiempo estupenda y sobre todo el acercamiento a un paisaje que siempre está remitido a su observador: estoy empezando una novela del escritor que me recomendaste, fernando sabino, se llama a marca y me está gustando un chorro: por desgracia y para mis estudios tengo que leer una bola de cosas que no me interesan, pero a las que trato de sacarles algo: son casi todos los textos que hay sobre la conquista y sobre la colonia, en méxico y perú, y sobre poesía gauchesca y cosas así: o releer el señor presidente y hacer un trabajo, y meterme en autores como unanue o ulloa o concolorcorvo, en fin, qué le vamos a hacer: sigo haciendo planes para irme a españa o a italia: a propósito, dos propósitos mejor dicho: me escribió ya enrico y qué padre gente, en su primera carta de pronto que resbala un papelito verde y que veo la cara de miguel ángel y de pronto una cifra, 10 000, sácatelas dije, se equivocaron de destinatario, pero no, eran para mí y eran de enrico, pues sí, me mandó 10 000 liras, es increíble, con lo sentimental que soy cuando me pasan estas cosas, suspiro y digo y pienso que la vida vale la pena de vivirse con gentes tan padres sobre este mundo, pinche mundo, y después que pasado mañana llega nixon y por todo parís nixon go home, o nixon dehors, pero en realidad está escrito con la I convertida en un símbolo del vaticano, la X convertida en una suástica y la O cruzada por una cruz, porque el KKK francés se firma así en todos sus graffiti: pues sí, gran sorpresa, y luego le contesté y ya me volvió a contestar y ya le contesté, y ya me anunció lo que me dices en tu carta, que le encanta la correspondencia, y a mí cada vez más: qué padre escribir cartas: oye, a propósito, ya en un capítulo de mi mamotreto están incluidos fragmentos de cartas tuyas, espero que no te enojes y que me pases los copyrights de tus cartas; el otro a propósito era por españa: voy a hacer lo que tú dices, es decir, te envío a ti mi novela y tú la envías a méxico ¿no?, digo, te sale a ti más caro pero yo quiero que la leas antes ¿está bien así?, pero lo que no sé es si debo escribirle una carta a carlos barral, porque me dice que le escriba en un último telegrama suyo, o sea que le digo lo que tú me dices ¿no?, o si es lo mismo pues se la envío directamente a díez canedo ¿no?, por otro lado, no puedo envíartela hasta que no me llegue la copia: kastos va a mandármela pronto: oye, no se pueden enviar por barco bultos registrados, entonces o hago una cosa, que es envíartelos por barco sin registrar, o los envío por avión a méxico y registrados: lo que me detiene de enviarlos por avión es que me sale carísimo: dime entonces, en caso de urgencia los mando sea como sea pero con la seguridad de que llegarán, no te preocupes, por lo pronto sólo me apuro por conseguírtelas, y ya que me dijiste que no corrías prisa con los Plexus, lo he hecho con calma, pero en el correo no me los admitieron por barco y registrados: la revista opus voy a conseguírtela a principios de año y el 16 de plexus me lo dan esta semana: lo de flash gordon va solito porque es un libraco inmenso: oye, como regalo especial, voy a comprar la segunda edición de los versos circunstanciales de mallarmé de 1921 y la guardo para ustedes, ¿te interesa? Voy a comprar un ensayo de válery sobre da vinci en su primera edición: el otro día estuve en una librería de primeras ediciones y fue lo más sobresaliente que vi, aparte de todas las primeras ediciones de las obras de mauriac, en fin, sólo curiosidades: créeme, no te enojes, pero dime si no te urgen los plexus o los opus: lo de hara kiri lo voy a seguir comprando, y estoy consiguiendo ediciones viejas de bizarre, encontré un número viejísi­mo dedicado a los monstruos, yo creo que te interesará un chorro, si consigo otro ejemplar te lo mando inmediatamente: los en-víos te los hago con retardo porque cuesta más el envío que las mismas revistas, pero no te preocupes, de cualquier manera he pensado que todo lo que compre aquí, cuando lo envíe a méxico o yo llegue a méxico, si alguna vez nos vemos en méxico, tú podrás verlo todo y lo que te interese será tuyo: en realidad lo pienso como una forma de contribuir a tu extraordinaria colección y a tu fantástica, absolutamente fantástica biblioteca ¿no?, ¿de opus te interesan todos los números?, van en el número once: y claro, sí, de nuevo me alegro mucho de que se vayan a nueva babilonia, es sensacional, creo, a ver cuándo la podré conocer, y vuelvo con el tema pero es siempre estar dándole vueltas al mismo tema y vueltas y vueltas, como que todo es así, pero me encuentro en una tranquilidad que me permite pensar y crear un poco subterráneamente, todo un poco subterráneamente, y del nuevo relato o novela corta ya llevo diez cuartillas, y comienza siendo una cosa totalmente distinta a como la pensé cuando todavía no escribía ni una sola letra, ¿cómo terminará?, creo yo que ni un mago medieval podría saberlo: ya me estoy volviendo obsesivo y con eso cuidado, bikerful como dices tú: lo que pasa es que en mi estado emocional tengo ahora unos contrastes que me descon­ciertan porque paradójicamente estoy muy tranquilo disfrutando un erotismo particular y muy padre y con serenidad, llegando al fin de la novela, sin dinero pero contento, y por otro lado con una tristeza inaudita por una serie de gente en méxico (ya no digamos por los cuates míos presos), por las gentes con las cuales me escribía y eran “amigos” o “amigas” o “amantes”, tú conociste a débora (recuerdo que cada vez que la veías le decías “devórame deborita”) y cuates así, que de pronto me dejan de escribir y yo me desilusiono profundamente de ellos, y yo me pongo como cucaracha (por lo aplastado) por pensar en ellos, cómo me faltan así, carajo, pero ni modo, y lo que pasa es que deveras a algunos de estos cuates los quería, y los quería de verdad, pero fallan, ni modo, y débora así tan feo, sin escribirme, bueno, pues, lleno de contrastes, pues en la lejanía pues uno ya no sabe, a ver qué pasa, y si no pasa pues se atoró y no pasó, voy a comprar si puedo los discos que me dices, y ya quiero leer más literatura brasileña, y de pasada te mando una foto, la primera que me saco en parís, y de tres fotos, la mejor de las tres, y de todos modos tengo grandes proyectos de viaje antes de que se me termine la beca, a ver si se me hacen, a ver: bueno, pues me compré dos suéteres parisinos, y ya varió mi vegetación: la próxima semana me compro unos pantalones, y el próximo mes unos zapatos, y ya saben j’ai beaucoup des choses a dire mais je ne sais pas quoi: sigo un poco de rutina y las mañanas me las paso dándoles vueltas y vueltas a las tazas de café con mis croisants, y seleccionando las partes para el último capítulo de mi novela: en las tardes me voy al louvre o al museo de arte moderno, y en las noches al cine o al teatro: esto no pasa todos los días porque los lunes y martes tengo que estar en el instituto, y los jueves en el seminario con roland barthes, y a veces también con él, con severo sarduy y otro cuate salimos a cenar o a tomar un café, en fin, y yo a veces tengo que pedir prestado para ir al cine, pero si no, me voy por ahí a recorrer parís y a pensar en un chorro de cosas, desde las distancias hasta las disonancias de los fragmentos que estoy escribiendo: por cierto, la entrevista con robbe-grillet me la quitan y me la prestan, porque el cuate éste ya quiere filmar, ya le hice el guión y ahora quiero asistir a la filmación, el guión es para una película de media hora, y durante esa media hora un hombre ve desde una ventana desnudarse a una mujer y esa mujer sueña con ser desnudista en el crazy horse: disfruto como nunca el recorrer librerías, lástima que aquí tengo menos oportunidades de comprar libros, bueno, con mis nostalgias y decepciones y con las ganas que tengo de que me contesten los dejo ya, kastos me escribió y me cuenta de sus problemas con juvencio ramen: tengo muchas ganas de que kastos conozca a carlos fuentes y seguro lo conocerá: bueno, ciao, ahora sí los dejo tranquilos y en paz, cuídense mucho y sigan ganando premios: cuando gane la película me mandarás la crónica de mailer ¿no?, te adjunto crónica sobre barthes, los quiere ya saben quién, athanasio.

 

¿cuándo se van a echar una vuelta por parís?

POR ÚLTIMO: he pensado que se tienen que armar de mucho aguante para soportar mi cursilería ¿no?

Periódico El Mexicano

Viernes 29 de noviembre de 1968

Página editorial

Última aclaración

por Cristóbal Garcilazo

Nos fue dado a leer un reciente artículo de nuestro amigo el licenciado don Rafael Martínez Retes, admirado colaborador de El ­Mexicano, en el que se alude a nuestra actuación en la tempestad en un dedal que se levantó con motivo de cierto tipo de literatura moderna que se caracteriza por su mal gusto y su increíble vulgaridad. Sólo por tratarse del mejor amigo que nos ha tocado la fortuna de hacer en Mexicali, vamos a aclararle someramente algunos puntos sobre los que obviamente no está bien informado. “Empezando por el principio” ya hemos dicho públicamente que no podemos enorgullecernos de haber sufrido una explosión antisocial cuando leímos las porquerías que una hija llorosa puso en manos de su madre y la queja vino a parar a El Mexicano.

Oportunamente dimos una amplia explicación a quien pudo sentirse aludido por nuestro exabrupto, así como a sus familiares, que son amigos nuestros. No faltó quien nos llamara irresponsables, no sin razón. Creemos que es difícil que haya alguien totalmente responsable cuando sus sístoles y diástoles traban competencias olímpicas de saltos de altura y de “profundidad”. No sabemos todavía cómo el concepto que tenemos del cumplimiento del deber, pudo habernos sostenido garrapateando cuartillas diariamente durante los días de verdadera crisis. Esto nos hace comprender que no somos tan irresponsables, y si lo somos, lo somos menos que quienes con su presión arterial normal escriben sesudos editoriales para que se publiquen bajo firma ajena.

Por otra parte, querido licenciado, usted está en la creencia de que, contrariamente a nuestra trayectoria, no comprobamos los hechos denunciados. Para nosotros fue comprobación, además de la carta de las quejosas, el dicho de un caballero cien por ciento responsable de sus actos, serio, que nos merece total confianza y respeto, y sobre todas las cosas, a quien profesamos particular afecto.

Entre paréntesis, el epílogo del “affaire” puede, en efecto, dar una impresión equivocada. Basta decir que, para no sujetar a más pruebas a varias familias involucradas directa o indirectamente en el incidente, las partes en pugna, yo entre ellas, acordaron (acordamos) caballerosamente dar todo por terminado.

Vamos a poner un ejemplo reciente: El Mexicano publicó bajo nuestra responsabilidad como Directores de la Sección Mexicali, la noticia de que una algodonera había comprado 15 mil pacas de algodón al precio al que abrió el mercado local, basándonos únicamente en una información que nos dio un amigo mutuo, y que ni siquiera usted, en su carácter de gerente de la Asociación Algodonera local pudo confirmarnos, no ya otras fuentes informativas con las que tratamos de corroborar la versión.

Sin embargo, pese a esa falta de comprobación, publicamos la noticia, basándonos sólo en la seriedad del informante, quien, repetimos, es un amigo de ambos que nos merece, a los dos, pleno crédito, confianza, respeto y afecto.

La noticia fue cierta.


…o más bien asustadísimo de descubrirse todavía dependiente, todavía fascinado, todavía inquieto, nostálgico, pero frente a una realidad tan deliciosamente perturbadora que podía dar la espalda a México y a sus problemas mexicanos, a cierto México, a ciertos problemas mexicanos, aunque fuera por un rato, dar la espalda a su pasado sentimental y empezar de nuevo, ahora sí , el gañán (¿o cuál es el antónimo de caballero?), El Gandul Cien por Ciento Irres­ponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, con tiempo para recapacitar y escribir muchas páginas, continuar con su novela, descubrir cosas que no sabía o que no lograba conocer del todo, tratar de interpretar esa nueva realidad o lo mejor de esa realidad, por un lado el cuerpo, la inteligencia, la interacción con Ambrosia, tan atractiva y luminosa como un planeta desconocido, y afuera el cambio de estaciones como nunca lo había visto, sí, pero por otro lado el extraordinario acervo de la biblioteca universitaria, y sobre todo los nuevos amigos, Alfredo, Affonso, Barry, Gordon, Luiz, Freddy, Gunnar, Sidney, David, Robert, Fred Will, en fin, o no se trataba de interpretar nada, sino más cau­tamente, mágicamente, milagrosamente se trataba de aislar esos días, impedir que terminaran, escribir por lo tanto y sobre todo, quedarse a pensar con serenidad si era posible decir todo eso, si era posible volver a una vida sin Viviana, sin el fracaso del movimiento estudiantil, sin el autorismo del Gobierno de México, y como seguramente no iba a ser posible, o iba a ser posible sólo durante un año académico, entre los límites de septiembre 1968 y mayo 1969, intranquilo y frustrado, quizás más tranquilo que nunca, quizás más frustrado que nunca, quizás más vulnerable que nunca, pero por lo menos con el apremio de narrar, reconstituir, o mejor constituir una nueva realidad para encontrarse a sí mismo íntegramente, para reencontrarse, para que el mundo volviera a tener cierta estabilidad, hallarse a sí mismo en compañía de Ambrosia y todas esas voces de sus entrañables amigos en un texto que quizás no se iba a sentir tentado de ofrecer a un editor, porque no quería que su novela íntima, su novela secreta, no Obsesivos días circulares (años fantasmas) que era su novela social y ya iba en la página 142, sino la otra novela siempre inacabada, la que escribía en sus libretas, a mano, y la que guardaba en esas carpetas con el rostro impreso de Lupe Vélez, varias docenas de páginas escritas en las más diversas máquinas de escribir, en los más extraños tamaños de hojas de papel, desde los más extraños países, texto amorfo y disperso, difícilmente legible que no debía perder su valor funcional, pues se trataba de que nada volviera a comenzar, se trataba de que todo se mantuviera así, el invierno afuera, la nieve, las nubes bajas, grises, la ciudad desierta y él, El Gandul Cien por Ciento Irres­ponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni ­Respeto, encerrado allí entre papeles, atendido por la dulce Ambrosia y tantos amigos que pasaban, como Alfredo Veiravé, ¿qué hora tenés, che?, porque no usaba reloj y había empezado a ofrecer un seminario en la Universidad sobre poesía argentina, o decíme ¿has visto los recortes que me han llegado con los triunfos de natación de Delfina?, su hija de 8 años, dejáme mostrártelos, y contaba entusiasmadísimo que hacía seis meses su hija no sabía nadar y que ahora, como lo confirmaban los periódicos, estaba arrasando con las marcas juveniles en la ciudad de Resistencia, che, qué bárbara ¿no?, o prestáme ese librito de Lovecraft, quiero enseñarte un probable epígrafe, mirá había olvidado que toda la vida no es más que un conjunto de imágenes existentes en nuestro cerebro sin que se dé diferencia alguna entre las que nacen de las cosas reales y las engendradas por sueños que sólo tienen lugar en la intimidad, fantástico ¿no?, sí o no, che, pero no, niente, acentuando la inclinación de sus cejas, una inclinación como de mimo representando la tristeza, elevadas al centro y cayendo en picada hacia afuera, como un techo de dos aguas, la voz grave pero melódica al mismo tiempo, hasta diríase que un poco alta de tono, cómo te atrevés a creer que te voy a leer en voz alta un poema, te lo presto si quieres, pero leer uno de mis poemas en alta voz, jamás, y te voy a decir por qué, para entender una poesía o uno se sumerge entero o no se sumerge, con la experiencia que he tenido al no comenzar como un poeta vanguardista, sino más bien como un meloso neorromántico, he logrado que mis lectores puedan acompañarme en las aventuras de lenguaje que he realizado, partí de una poesía absolutamente comprensible y quienes han seguido mi trayectoria poética tienen hoy en sus manos la llave que desentraña algunas zonas aparentemente oscuras de mis trabajos más recientes, o ¿sabes que temo absolutamente a todas las preguntas?, siempre amable, peinado con fijador, atildado, siempre elegante, hasta un poco porteño a pesar de que vivía en Resistencia, en el Chaco, y a veces hasta ligeramente cansado, había estado enfermo, tenía una lesión en la columna vertebral, tenía que tomar todo con calma, pausadamente, cada vez que me ponen delante de una pregunta decía con su acento chaqueño cálido y cantadito, aunque decía que quien hablaba cantado era El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, abotonando y desabotonando su saco de gabardina gris a rayas verticales, empiezo a pensar en todas direcciones con imágenes distintas, parte de mis diálogos con aquellos que no me conocen bien, se resienten y se complican por causa de esa falta de objetividad que tengo para responder directamente una sola cosa a la vez, pienso que carezco de inteli­gibilidad frente a las cosas razonadas y sólo poseo un instinto creador, instinto que me lleva muchas veces a escribir, y otras a encontrarme con la gente, cada vez que conozco a alguien en profundidad entro en una especie de vórtice, entre los dientes de una maquinaria que nunca sé quién maneja, y comprendo por qué se dice que la vida es una intensa red de relaciones, y entonces, como si por fin lograra sacar la cabeza fuera del agua y como El Gandul Cien por Ciento Ireesponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, le había pedido que le contara su iniciación literaria, Alfredo perdía los papeles que llevaba bajo el brazo, se le caían, se desparramaban, se arrodillaba sobre una confusión de hojas sueltas y libros despanzurrados, no atinaba a recoger nada, levantaba y volvía a tirar, se golpeaba en la frente con la esquina del escritorio, arrojaba una cosa por levantar otra, y cuando por fin con ayuda de Pía, que era quien recogía las cosas tiradas, guardaba los pasaportes que Alfredo olvidaba en los mostradores de las compañías de aviación, llenaba los formularios, cargaba de película la cámara fotográfica, cerraba con doble llave, y con su ayuda lograba por fin sentarse, apoltronarse en su sillón favorito, en el departamento del Gandul Cien por Ciento Irresponsable, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, o en el suyo, y ya convenientemente reconfortado, a veces hasta con un porrito de mate en la mano, empezaba con cierta imprecisión pues verás, sobre mi iniciación literaria se me ocurren muchas cosas de golpe, me asaltan imágenes discontinuas de mi infancia, de mi pueblo, de unos jazmines sobre unos tapiales, y como si agarrara fuerza después de ese exordio seguía, imágenes de algunos amigos jóvenes, aunque lo que debiera responderte es que no he terminado de iniciarme, o bien, que heredé de mi padre esa facilidad para escribir que advertí desde mi adolescencia, casi nunca me acuerdo de lo que quiero sino de lo que sube en ese momento al torrente circulatorio, pero una de las imágenes más hondas de mi adolescencia tiene que ver con un poeta chileno, por encargo de la municipalidad de Gualeguay, adonde yo trabajaba, fui al único hotel del pueblo a entrevistarme con un señor que iba a dar unas conferencias, recuerdo muy bien a ese hombre con aspecto de montaña, hablándome en ese hotel desvencijado, todo en él me impresionaba, sus palabras, sus manos, su fervor, y ese hombre era el poeta Pablo de Rokha, y así tuve la suerte de vivir varios días al lado de ese lobo marino de la poesía de América, y su conocimiento contribuyó a afirmar mi vocación, cuando pasé por Santiago rumbo a los Estados Unidos el año pasado, compré una revista en el aeropuerto y me enteré de su muerte, vi fotografías de su casa, de la mesa adonde trabajaba, de su cadáver, leí la historia de su suicidio, ¿cómo ordenar todo esto después de una pregunta si yo tengo adentro cuarenta respuestas que siempre termino por ocultar?, y todavía es peor, porque alguien me agrede y a mí la respuesta atinada, justa, incontrovertible, se me ocurre a la mejor 24 horas después y ya que estoy solo, y después caía en un silencio melancólico, con una expresión que parecía advertir: no molestar, musas trabajando, por lo que El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, sonreía con toda franqueza al descubrirlo luego de abrir la puerta, Alfredo Veiravé nada menos, en persona el poeta premiado por la Sociedad Argentina de Escritores y el Fondo Nacional de las Artes Argentinas, Ambrosia se había ido a clases y El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, suspendía gusto­samente su trabajo, apagaba la máquina eléctrica, reacomodaba sus papeles y lo acompañaba a la planta baja, si tenían tiempo jugaban pin ball en el Apollo y luego subían al camión azul que manejaba David y los llevaba a la Universidad, Alfredo bajaba generalmente en la biblioteca o el Departamento de Español, y el Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, seguía en el camión todo el camino de vuelta, hablando con David, viendo esas calles con las casitas de madera iluminadas, tan frágiles, tan de a mentiras que le daban ganas de aprenderse de memoria ese paisaje, como para que no se le olvidara, como no quería tampoco olvidar las palabras de Alfredo, y llegando al departamento 433 del Mayflower, interrumpiéndose sólo para sorber café recién hecho o dar sendos tragos de cocacolas casi congeladas, transcribía lo más fielmente posible lo dicho por Alfredo, intercalaba sus poemas, y cuando miraba esas páginas casi podía oírlo otra vez, mirarlo, sentirlo y bueno, como todos los argentinos yo también conozco a Borges, decía, desde muy chico yo acostumbraba ir a Buenos Aires siempre acompañando a ese poeta del que te he hablado tanto, Juan L. Ortiz, que era muy estimado por los escritores del grupo Martín Fierro, al que pertenecía Borges, y muy pronto los fui conociendo a todos ellos, en la biblioteca de mi pueblo, claro, ya había leído a Borges mucho antes de que su fama colmara el país, y cuando yo tenía 20 años, ¿te imaginas?, un día llegó Borges a mi pueblo en gira de conferencias, y le pedí que en vez de ir al único hotel se alojara en mi casa, y entonces pude ­realizar mi sueño de tener mi propio Borges, aunque lo más patético, como diría él, me ocurrió una noche cuando quise ser amable y le dije alguna vez, Borges, podré decirle a mis nietos que Borges durmió en mi casa, y él me respondió no, por favor no les diga nada, porque van a decirle ¿Borges?, ah, sí, Borges era un gran embaucador, claro que esto lo gozarías mejor si yo pudiera imitar el habla casi gutural de Borges, entrecortada, su sintaxis distraída por balbuceos, y bueno, lo considero una especie de monstruo de inteligencia y de memoria, él es realmente Funes el memorioso, su erudición proviene de su memoria, no ha leído todos los libros del universo, pero recuerda, como Funes, todos los que ha leído, fijate che, el año pasado nos encontramos en la Universidad donde trabajo y cuando le hablé de nuestro primer encuentro (habían pasado casi 20 años), me tomó del brazo y me dijo, etcétera, etcétera, y comenzó a repetir los incidentes de aquel día hora tras hora, nuestras conversaciones, los colores del sol en alguna enredadera, el olor de las comidas, es Funes, no tengo ninguna duda, y además él tiene el mérito como ser humano, de no haber creado clanes o capillas o mafias alrededor suyo, sigue siendo un escritor ensimismado y solitario, aunque siempre atento hacia los demás, Borges tiene un poder extraordinario que no utiliza porque está volcado únicamente hacia lo literario, esto es bastante insólito, ¿te cuento una anécdota de Borges?, esa vez que fue a mi pueblo lo acompañé a ver el salón adonde iba a ofrecer su conferencia, y que era el mismo salón adonde años atrás había hablado Pablo de Rokha, pero Borges al entrar vio un cuadro enorme de un pintor costumbrista local, don Cesáreo Bernaldo de Quiroz, quien también había nacido en mi pueblo y que por lo tanto era el prócer intocable, y Borges dijo desde lejos qué cuadro más horrible ¿no?, dimos una vuelta y se acercó de nuevo al gran cuadro, una especie de maja con castañuelas, y volvió a repetir qué cuadro más horrible ¿verdad?, y entonces una amiga que iba con nosotros y que era amiga de Quiroz, le dijo es de Quiroz, Borges, ah, contestó él, con razón es tan horrible, y ella sin atreverse a contradecir del todo al gran escritor, inició una especie de defensa al decir pues a mí me gusta mucho realmente, y Borges rematando, sin una sonrisa, como distraído, balbuceando casi, le susurró qué modesta que es usted, señora, cómo se difama…, y Alfredo al volver del campus universitario volvía a tocar camino a su departamento, con alguna revista en la mano o un nuevo libro sacado de la biblioteca y un aire entre distraído y soñador ¿ya regresó Ambrosia?, ¿no quieres cenar con nosotros?, El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, entusiasmado con la idea, divertido con el extraordinario parecido de Alfredo, poeta argentino, con el novelista y dramaturgo mexicano Vicente Leñero, riendo a carcajadas cuando Alfredo descomponía la licuadora o la máquina de escribir o la calefacción, y aquel se enorgullecía de su absoluta incapacidad manual para manejar cualquier aparato, desde un abre­latas a una cámara fotográfica, inhabilidad que El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto había prometido rescatar en alguna novela futura, imagínate, le decía, un poeta que destruya o descomponga cualquier objeto a menos de tres metros de distancia, obsesionado por las catástrofes, pero es que yo estoy realmente obsesionado con las catástrofes, che, por ejemplo siento una predilección especial por las inundaciones, tengo una inclinación cada vez más acentuada hacia los diluvios, en realidad tengo una visión catastrófica del mundo, visión que le hacía temer que Manhattan desapareciera de un golpe marítimo, che, qué cosa bárbara, las sirenas ululando toda la noche, uuuuuuhhhhhhUUUUUUUhhh, uuuuuuuhhhhuu-uuuuUUUUUUUUUhhh, yo tenía la sensación de estar en un hotel entre Sodoma y Gomorra, che, y que muy pronto íbamos a desaparecer o a hundirnos, qué sé yo, vaya violencia de ciudad, cenando milanesas con un huevo estrellado encima para celebrar el regreso de la Gran Manzana, la rubia Pía conciliadora, su amistad crecía con los ritos de la comida, todos eran un único cuerpo polimorfo porque todos eran partícipes de un único pan francés recién horneado, Pía les servía y ellos comían, los esquizofrénicos se niegan a comer decía Alfredo, Viviana pensaba El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, etcétera, etcétera, pero decía Simone Weil y contraatacaba ¿hay restoranes en Gualeguay?, pues ¿cómo te imaginas Resistencia?, imprecaba Pía que acababa de molestarse porque El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, había festejado la audacia de una frase de Jim Morrison gritada en tono desgarrador, Father, I want to kill you, porque muy quedo, a un volumen que casi podía pasar inadvertido, se escuchaba una canción de los Doors en la radio de la cocina, y Pía ligeramente fuera de sí, descompuesta por un momento, al ver la expresión que El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, etcétera, adquiría ante semejante estímulo, absolutamente deslumbrado e iniciando un discurso sobre las estructuras míticas del subconsciente, lo increpó diciendo que ya quería ver la cara que iba a poner cuando uno de sus propios hijos le gritara semejante cosa, a lo que El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, etcétera, no podía responder, y prefirió dilatarse mascando un bocado 634 veces, aunque él no tenía hijos, ni pensaba tener todavía durante algunos años, y en efecto, si los llegaba a tener alguna vez no iba a gustarle que le gritaran una cosa así, no iba a hacer nada para merecer eso, aunque cómo medir las reacciones que van a despertar nuestros actos, algo que parecía muy bueno, a la larga resultaba siniestro, bastaba pensar en cualquier episodio del pasado, pero Alfredo intervenía para romper el incómodo silencio que se extendía desde la intervención de Pía, fijate che que una revista de Buenos Aires tituló un artículo que me dedicaron de una manera que me gustó mucho, se llamaba algo así como Las ventajas de ser provinciano, y claro, sí, yo creo que lo pusieron irónicamente, porque se supone que un provinciano tiene pocas ventajas en un plano nacional, fuera de México todo es Cuautitlán sentenciaba El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, etcétera, atreviéndose a picar otro pedazo de carne, hmm, y deglutiendo al fin el antiguo bocado, de eso habla elocuentemente Ezequiel Martínez Estrada ¿lo has leído?, él lo llamó La Cabeza de Goliath, pero en mi caso no es característico porque viviendo en el interior, a mil kilómetros de Buenos Aires, publico en diarios y revistas de la capital, pertenezco al equipo de algunas editoriales, tengo más amigos que enemigos, te diría que éstas son algunas de las ventajas que resultan por vivir lejos de la selva literaria o la cubeta de cangrejos, aunque ser provinciano, es decir, tener una mentalidad puramente provinciana, no es hoy ninguna ventaja, las fronteras se han borrado, los medios de comunicación han arrasado con todo, las revistas llegan a todas partes, quiero decir que hoy es difícil sustraerse a las informaciones y el cine, y de esa manera yo puedo vivir sin merma en el Chaco, allí puedo saber a las pocas horas lo que ha pasado en el Congo, o escuchar las voces de los astronautas que vuelven de la Luna, leer un libro recién publicado en París, en fin, ahora sí que puedo escribir a Groenlandia en mi teletipo, además esa idea de provincialismo es una idea espacial, de espacio, pero como lo sabemos bien hoy, la realidad es también temporal, y esto altera la fisonomía del color local, Guimarães Rosa lo demuestra en su Grande Sertão: Veredas, lo que hace grande a una literatura no es su apego a lo inmediato o un amor hacia lo lejano, sino simplemente el ejercicio de un poder que se llama “lenguaje”, ¿simplemente?, bueno, complicadamente si querés, y para entender bien los recursos del lenguaje creo que estarás de acuerdo en que hay que salir, ventilarse, mirar desde lejos, desde una buena distancia, intentar saborear tu propio idioma, ¿tú cómo lo sientes?, El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, relamiéndose, festejando la habilidad culinaria de Pía, que para entonces había apagado el radio, ¿quién diría la radio?, decía, y agregaba que había discutido tanto con su profesor de quinto año de primaria por ese problema, como un prólogo a una respuesta que no tenía, el profesor Carmona en el colegio Simón Bolívar, pero ¿cómo se sentía?, la radio y el radio, ¿cómo se sentía sin Ambrosia en ese momento?, casi sentía que no era nada ni nadie sin Ambrosia, no somos nada recordó, un hombre derrumbado en el mostrador de una cantina, y usted menos que nadie, pendejo, le gritaba el cantinero, Alfredo reía con sus gracejadas y luego seguían la plática, por lo menos hasta que llegaba Ambrosia, para mí este viaje, empezaba Alfredo, ha acelerado realmente el proceso de una búsqueda que yo iniciara hacia adentro, cuando vivía en el Chaco, simplemente porque me ha dado tiempo para pensar más, para revisar más y mejor mis intuiciones y convicciones, antes de venir ya pensaba que la poesía de hoy debe modificar su lenguaje porque las “atmósferas” de nuestro tiempo han cambiado mucho, que la poesía debe intentar un lenguaje más radical, siempre y cuando quiera inventar algo, habría que empezar por recordar las categorías de Pound sobre el artista, Maestro, Inventor, Diluidor, Buen Escritor, etcétera, sospecho, además, que el lirismo en poesía es sólo un sueño de la soledad y que por lo tanto resulta insuficiente para ser pensado dentro del mundo actual sin el auxilio de la inteligencia creativa, los novelistas han dado en la novela de hoy profundas estocadas a la poesía, procediendo como el poeta para conocer la realidad, dieron el salto de la intuición y han caído en medio de unas estructuras de lenguaje que abarcan prosa y poesía al mismo tiempo, y conste que no hablo de la llamada “prosa poética”, sino de un lenguaje que es iluminado desde dentro con intuiciones verbales, convirtiendo a los idiomas nacionales en un laboratorio donde se fragua la independencia definitiva del idioma español, y éste ya es un problema viejo, bien discutido en Chile por Bello y Sarmiento, el siglo pasado, Juan Bautista Alberdi diciendo en 1837 que ya entonces “en las calles de Buenos Aires circulaba un castellano modificado por el pueblo porteño, por algunos escritores argentinos, no parecidos en esto a Dante, que desdeñaban el castellano de Madrid”, y tuvieron que pasar más de cien años de academicismo para que Cortázar le diera de patadas a la novela tradicional, rompiendo con los “clisés idiomáticos”, como él mismo dice en La vuelta al día en ochenta mundos, es curioso que tanto Cortázar como Lezama Lima, Guimarães Rosa y Asturias, Cabrera Infante y Severo Sarduy, es decir nuestros mejores novelistas de hoy, escribieron también poesía, poesía nunca importante para ellos como su narrativa, que se ha visto caudalosamente beneficiada con el aporte de ese otro tipo de conocimiento que posee el poeta y que es más institivo que racional, cuando el escritor racionaliza esos procesos cristaliza de una manera distinta sus experiencias, y puede ser objetivo frente a la realidad, quiero decir la realidad del arte, no la otra, que se llama Naturaleza o Planeta Habitado, o puede ser discontinuo, pienso que la novela de este siglo, dinamitada en sus estructuras por Joyce y Proust, desde el macrocosmos al microcosmos, permite al novelista un ejercicio más amplio de las Invenciones de nuestro tiempo, creo que el poema también debe ser un “collage” como los que practica verso a verso Nicanor Parra en su persecución de la totalidad, fragmentada en millonésimas de átomos, y nada con la pluma de la ironía para hacer tambalear, hacer cosquillas al adefesio de la rutina, al tortugón de la solemnidad que tanto daño nos hace a los latinoamericanos, el redescubrimiento de Macedonio Fernández, por ejemplo, no se debe al hecho de que Borges haya dicho innumerables veces que era su maestro, sino que los lectores de hoy sienten en él la presencia de un metafísico que llegó al fondo de la realidad por el camino del absurdo, es decir, por el camino de lo anticonvencional, por el camino de lo antirretórico, por el camino de lo antipoético, y callaba quedando maliciosamente a la expectativa, El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, sentado, con las manos sobre el estómago, como temeroso después de tan pantagruélica cena de padecer alguna digestión laboriosa, nada más impertinente que mi estómago les decía Ulises a los Feasios, y dejaban entrar al silencio y era como si siguieran hablando, pues en ese silencio había revelaciones, se creaba el espacio necesario para concluir, valorar, encontrar cierta continuidad, cierta debilidad de los argumentos, y nunca era un silencio incómodo, se sentían bien, era como si se conocieran de muchos años atrás, El Gandul Cien por Ciento Irresponsable etcétera, como estudiante de la Universidad del Nordeste, hijo de un estanciero con varios trajes de gaucho en el armario, aficionado a pasear por el quebracho y el algodonal, gozando el viento del norte en las tardes de verano, las lluvias interminables y las iglesias anquilosadas y antiguas, sabio en bichitos y virtudes de las plantas florecidas, ahíto de mate y otras infusiones, lector de Billiken y Rico Tipo, el Patorozú y el Leoplán, gozador de historietas como Batuque y El otro yo del Doctor Merengue, y sabría hablar en lunfardo y en cocoliche, y diría y bueno, soy argentino, y gurisa para hablar de una niña, y guri o porongo, o como si Alfredo Veiravé hubiera vivido en la ciudad de México, cursado la enseñanza primaria en The English School for Boys, frente al Ángel de la Independencia, la secundaria en la Escuela Secundaria Tres, Héroes de Chapultepec, la preparatoria en San Ildefonso, en la Prepa Uno, adonde el heroico ejército mexicano había bazukeado el portón impresionante del siglo xvi, una puerta majestuosa llena de altorrelieves, completamente tallada, o como si hubiera estudiado en Mascarones con Sergio Galindo y Jaime Sabines y Rosario Castellanos y Fausto Vega y tantos otros, como si se hubiera formado afuera del cine Roble para entrar en la Reseña, y afuera de la Arena México, y afuera del Circo Atayde, y afuera de la Plaza de Toros México, y afuera de alguna tortillería, y afuera del Nacional Monte de Piedad, y comido taquitos en La Bella Unión y garnachas afuera del estadio de la Ciudad de los Deportes y aguas frescas en la Plaza de Santo Domingo, y paletas de coco frente al Parque España, y alegrías y muéganos en las matinés del cine Alameda, y emitido gritos destemplados en la Plaza Garibaldi para acompañar a los mariachis que entonaban La Negra, se sentían bien uno al lado del otro, se sentían bien intercambiando Radiografía de la Pampa por Perfil del hombre y la cultura en México, Cuentos para una inglesa desesperada por Los días enmascarados, Adán Buenosayres por La región más transparente, Historia universal de la infamia por Confabulario o Árbol de pólvora o El plano oblicuo, siempre tenían algo que decir y Alfredo lucía a veces fatigado, Pía le preparaba su mate, se sentaba, se pasaba una mano por el rostro, daba un sorbo de su pavita y esperaba las preguntas de su amigo, tenía una experiencia docente que explotaba El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sí Mismo, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, que lo hacía preguntar y escuchar como si se tratara de una clase particular, creo que no puede hacerse una obra literaria sin un espíritu crítico, empezaba Alfredo como respuesta a una pregunta acerca de cómo organizaba sus clases, y el espíritu crítico se dilata con el conocimiento, lo que he aprendido con este curso que ofrezco en Iowa estudiando a Octavio Paz, a Nicanor Parra, a Julio Herrera y Reissig, a Vicente Huidobro, a Lezama Lima, só-lo yo lo sé, no necesito nombrar a Neruda porque este es para mí como un viejo conocido, lo leí desde que tenía 20 años, supe de sus Residencias y las seguí durante años, creo que algo mío fue ­cambiando a medida que su poesía cambiaba, su lenguaje llegó a hacérseme familiar, incorporado en la letra y la sangre, pero aquí descubrí los Poemas y antipoemas de Parra y estoy deslumbrado, he pensado hacer un ensayo sobre lo antipoético en Parra y la relación con el antipoeta huidobriano, creo que se trata de dos actitudes totalmente distintas, porque Huidobro era un romántico y Parra no, por lo menos, si es que lo es, se trata de un sentimental absolutamente desengañado, pero no, su poesía proviene del juicio de una inteligencia poco frecuente de lo absurdo, sabes que leyendo a los precolombinos, magias, rituales, leyendas, viajes maravillosos, a los conquistadores, se puede llegar por un atajo directamente a la novela latinoamericana de hoy, lo que ha dado a esta novela su carácter más compacto es que toda ella ha puesto el énfasis en la crítica del lenguaje, toda crítica del lenguaje es una crítica de la realidad dice Paz; creo que Borges, Lezama Lima, Cortázar, Carlos Fuentes y ese monstruo de la gramática que es Guimarães Rosa han ahondado en lo que es el sentido crítico de un lenguaje reinventado desde afuera, no un lenguaje con “color local” como querían los románticos, sino un lenguaje con color internacional en el cual, por contraste, se revelan como en una placa las notas de lo inmediato, ciertas intuiciones que solamente los latinoamericanos pueden entender en una novela, pienso además que todos los grandes escritores de nuestro siglo en América Latina, en prosa o verso, han sido hombres que han cambiado la perspectiva de lo regional viajando por el mundo, Rubén Darío inaugura la biografía de los escritores de América que se acogieron a los beneficios de las carreras diplomáticas, luego Neruda, Gabriela Mistral, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Guimarães Rosa, Miguel Ángel Asturias, la lista sería interminable, y hay nombres tan importantes como el del mexicano de principios de siglo José Juan Tablada que viajó al lejano Oriente y trajo desde allá los hai-ku y otras experiencias que tienen que ver con los primeros caligramas, con conquistas del lenguaje que después se incorporaron a la poesía hispanoamericana, Alfredo darling coroleaba El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, estoy asombrado, incluso diría que estupefacto, ¿pero por qué, che?, balanceando su pavita de mate, porque no dijiste atorrante, ni macana, ni en pelotas, ni ningún otro argentinismo en los últimos 40 minutos, y rompían a reír, siempre felices, alborotados por los astronautas que la noche de Navidad iban a estar dándole vueltas a la Luna, a 384 406 kilómetros de la Tierra, ¿cómo se llamaban?, Borma, Frank Borman decía Alfredo, que parecía saberlo todo acerca de esa noticia, y creo que el otro es Lowell o Lovell y el otro Anders o Andrews, los tres despegaron de Cabo Kennedy en la cabina del Apolo 8, propulsada por el supercohete Saturno 5, y después de dar diez vueltas a la Luna durante 20 horas, la víspera de Navidad, regresarán a la Tierra el día 27, y fíjate che, seguía Alfredo, que supe que el propulsor de arranque del Apolo 8 es 200 veces, ¿puedes creerlo?, 200 veces más potente que el cohete que puso en órbita a John Gleen en febrero de 1962, ¿te imaginas estar a cargo de un vehículo a miles de kilómetros por hora, y tener, primero, que colocarse en la órbita lunar, luego salir de esa órbita y, al final, entrar en la atmósfera terrestre y aterrizar?, qué locura che, creo que la madre esa vuela a 40 000 kilómetros por hora, ¿crees que llegaremos a poner a un hombre en la Luna?, ¿y para qué?, y después de otro traguito de mate, ¿qué crees que pensará el primer hombre que pise la Luna?, cómo saberlo, ¿una expresión que mezcle la sorpresa, el orgullo, la prepotencia, el triunfo?, no che, nada de eso, yo creo que su primer pensamiento en medio de toda la excitación que quieras ponerle, va a ser cómo diablos voy a hacerle para regresar, ¿servirá todo?, ¿lo habremos previsto todo?, ¿cómo tendría que prepararse para salir de nuevo?, hace 350 años Shakespeare habló en El rey Enrique VIII de un vuelo a la Luna, “un salto difícil creo yo, para arrancarle tan gran honor a su cara pálida” (más o menos), y luego El Príncipe de los Gandules Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, y que no Merecía ni Confianza ni Respeto, para competir con la cita de Shakespeare de Alfredo, citaba a Proust, finalmente estaba por terminar los siete volúmenes de A la Recherche du temps perdu, en la traducción de Pedro Salinas, claro, y a Proust que llegó cauteloso a esa conversación, le habían dicho que él sabía acelerar y dar lentitud a la rotación de la Tierra, un sueco, se lo dijo un sueco, presidente de la Academia Sueca, la que da el Premio Nobel, y le dijo algo así como que Proust era más grande que el mismo Dios, ¿se imaginan?, a lo que Proust corrigió un poco molesto, si al menos se hubiera contentado con decir que era tan grande como el mismo Dios, bueno, la cosa no hubiera sido tan excesiva, y llegaron a compararlo hasta con Einstein, seguía cada vez más entusiasmado, y decían que la obra en siete volúmenes era en verdad el cuadro de un Universo relativista en trance de ensancharse y contraerse sobre una curva continuidad de espacio-tiempo, sí, sí confirmaba Proust, y cuando Benjamín Crémieux, otro contemporáneo suyo, señaló ciertos anacronismos en Le Coté de Guermantes, yo puedo contestar a eso decía Proust, anacronismos sí, pero se debían a la forma aplanada que adoptaban mis personajes a causa de su rotación en el tiempo, y sonreía satisfecho y orgulloso, Ambrosia irrumpía como quien abre una persiana para que entre la luz, y apenas y podía creer todo eso, incrédula, escuchándolos con fruición, alborotada por el advenimiento de la Navidad, complacida por esos días de vacaciones y descanso escolar, asombrada de un letrero en la puerta del departamento de Freddy de Vree, ok ok ok, merry christmas and happy new year ¡get lost!, divertida por la comparación de los trajes de los astronautas y el pantalón de mezclilla y la camiseta con cuello de tortuga del Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, con la ropa térmica de los astronautas que no solamente los protegía del frío o del calor sino que los protegía hasta de la lluvia de meteoritos, y que incluía su reserva de agua, oxígeno, refrigeración y hasta los sistemas de comunicación que usaban entre sí y con el centro espacial de Houston, Texas, y seguramente también su excusadito portátil, su inodoro, y mírame decía El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto, dispuesto a perderme en ti sin ninguna clase de equipo ni entrenamiento, escribiendo mis mamotretos sin ningún traje especial ni ningún equipo de científicos vigilando mi fisiología, enamorado y por lo tanto enfrentado a lo desconocido, como un astronauta en suelo lunar, una verdadera situación existencial de la que no era posible anticipar su final, pero que sin duda tendría un final, aunque no querían pensar en eso, no pienses en eso, no, no pienses susurraba Ambrosia entre besos tan breves como frecuentes, y El Gandul Cien por Ciento Irresponsable de sus Actos, Informal, que no Merecía ni Confianza ni Respeto alargaba un brazo y tomaba un librito cafetoso, déjame leerte este pequeño poema de Cassiano Ricardo, se llama Amor orbital y dice