Sexo, violencia y castigo

Tekst
Sari: Género
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

5.1. El abuso y la polución

El “abuso de niños” se ha convertido en una palabra común, pero muchas veces damos por sentado su significado. Es preciso hacer algunas aclaraciones semióticas. Quienes aprenden inglés como segunda lengua saben de nuestra habilidad para juntar dos sustantivos, sin ninguna seña de gramática, y sin embargo sabemos cómo analizarlos gramaticalmente. No tenemos problema en entender frases como “programa de entrenamiento para la prevención de ataques a niños” (child assault prevention training program) o “sistema de atención en salud” (health care delivery service). ¡Pobres los extranjeros! ¿Cómo entender entonces el “abuso de niños”?

El verbo abusar puede significar usar de manera inapropiada o maltratar. Es claro que, para el caso del abuso de niños, se refiere a maltratar más, no a uso inapropiado. Pero consideremos frases que tienen la forma de “abuso N”, donde N es un sustantivo. He notado las siguientes: abuso de niños, abuso de drogas (abuso de sustancias o abuso del alcohol), abuso policial, abuso conyugal, abuso verbal, abuso sexual, incesto abusivo, confinamiento abusivo, abuso con contacto, abuso sin contacto, abuso de ancianos, abuso propio. Por ejemplo, el “abuso de voz” es un término usado por un periodista médico. Considero que este es un ejemplo de un uso que nadie va a entender con certeza: ¿significa abuso verbal, es decir, abuso cometido usando palabras? O en cambio, ¿significa el abuso de la voz propia? En este caso, es la segunda, un tipo de abuso del que sufren comúnmente profesores y predicadores. “Abuso policial” –como lo usa por ejemplo la Coalición en Contra del Abuso Policial (Coalition Against Police Abuse), fundada en Long Beach en 1974 por B. Kwaku Duren– es el abuso por parte de la policía, no el abuso de la policía.

¿Qué significa el “abuso de las drogas” –drug abuse–? ¿Usar de manera incorrecta una droga? Los que están en la batalla contra el abuso de drogas, creo, sostienen que no hay una manera correcta de usar el crack, así que el abuso del crack no consiste en su uso inadecuado. El abuso de las drogas pareciera ser más un tema de abusar de sí mismo por medio del uso de una droga. El “abuso sexual” no significa abuso del sexo. El “abuso con contacto” de una persona es un abuso sexual en el que hay contacto, pero el “abuso sin contacto” también es abuso sexual. Este último tipo puede incluir a una mamá que, mientras se baña, le pide a su hijo de doce años que le traiga algo, así como a una mamá que ejerce la prostitución ocasionalmente. El abuso sexual normalmente se contrasta con el abuso físico, es decir, con los golpes. ¿Es el abuso conyugal el abuso en contra del cónyuge o el perpetrado por el cónyuge, o ambos? La mayoría de las personas consideran que consiste en abusar al cónyuge. El “abuso de niños”, el “abuso conyugal” o el “abuso de ancianos” (o “abuso de personas mayores”) son todos entendidos de manera similar.

El “incesto abusivo” –incest abuse– (que puede que los lectores no reconozcan, pero que aparece en la literatura) debe significar un abuso cometido por medio de un acto incestuoso. El “confinamiento abusivo” –confinement abuse– es el abuso que se comete cuando se encierra a un niño en un clóset, un sótano o en un lugar peor (como el caso de un padre que enterró a su hijo con un tubo para permitirle respirar y horas después tapó el tubo con heces). También está nuestro viejo amigo, “el crimen del autoabuso” como lo describía el Oxford English Dictionary en 1728. En ese momento el “autoabuso” reemplazó al término “auto-polución” comúnmente usado para describir la masturbación.

Es notable que hoy en día no tengamos un término para el “abuso de la comida” –food abuse– aunque sepamos que podría significar: comer de manera desenfrenada hasta llegar a la obesidad mórbida. O podría significar todo lo contrario: anorexia. Parecieran existir tantos casos de este fenómeno como de abuso de drogas y alcoholismo, pero no usamos el término abuso para describirlos. Creo que es porque no consideramos la gula como un vicio. Claro que hoy se nos enseña que el autoabuso no es un vicio, pero la asociación de un abuso N con el vicio nos acompaña desde 1728. Por lo que la expresión periodística “abuso de voz” nos suena tonta. No hay ningún vicio detrás. Muchos más niños mueren como consecuencia de accidentes de tránsito que como consecuencia de confinamientos abusivos, sin embargo, el “abuso automovilístico” no es un tipo de abuso de niños. Los carros son virtudes no vicios.

Es interesante ver los índices de periódicos y revistas. A lo largo del siglo había una categoría estable: “crueldad infantil”, a partir de 1966 los índices empiezan a decir: “crueldad infantil: ver abuso de niños”. Luego el término crueldad infantil empieza a desaparecer gradualmente. El “incesto” sigue teniendo una categoría separada en los índices. Alrededor de 1977 se empieza a ver por primera vez dentro de la categoría de “abuso de niños” una entrada que dice “ver también: incesto”. Para 1982 (esta fecha varía en cada índice), el incesto que involucra niños se convirtió en una subcategoría bajo el “abuso de niños”. Un vicio etiquetó a otro.

¿Cuándo apareció la maldad en el abuso N? Hay una respuesta imposible de resistir. Durante dos siglos, en inglés solo tuvo una expresión en la que se usaba la palabra abuso: el autoabuso. En esos dos siglos, esta práctica era considerada perversa. En la cita del diccionario de 1728 se mencionaba el crimen del autoabuso, no como un crimen bajo el derecho común, sino como un crimen contra una ley superior. El autoabuso era sucio y vil. El término anterior había sido “autopolución”. El uso de la palabra polución para señalar la emisión de semen sin sostener una relación sexual es tan vieja como la lengua inglesa.

Quien le daría importancia a la casualidad de que poluto polluted alguna vez tuvo el siguiente significado, en palabras del suplemento del Oxford English Dictionary: “(informal, original de USA) Intoxicado, borracho; bajo la influencia de las drogas”. ¿Seguro no es sino otro uso jocoso, como “marinado” pickled, “aplastado” plastered, o “caído” smashed? Claro. Sin embargo, el término polución fue usado en relación con el alcohol en la época en la que se construyeron las bases para su prohibición en Estados Unidos. No estoy tan seguro de la conexión del término con el uso de drogas, pero sí parece coincidir con el primer pánico que se dio en los Estados Unidos en relación con las drogas a principios de siglo. La autopolución, el autoabuso, el abuso de sustancias, “poluto”.

Mary Douglas (1966) ha hecho famosa la tesis de que las sociedades se definen a sí mismas a partir de su relación con la polución, tanto “literal” como “metafórica”. Pongo las palabras en comillas porque Douglas nos ha hecho caer en cuenta, por ejemplo, de que la mugre no es tierra, sino que es algo cargado de significados implícitos. Ha demostrado que no es accidental que la palabra polución sea usada por los fanáticos de la ecología y que sea importante en sus organizaciones y grupos de avanzada de la misma manera que las abominaciones del Levítico o con los ritos de purificación de las tribus Lele en Zaire (hoy la República Democrática del Congo).

Aunque mi preocupación es con una metáfora más antigua e indirecta sobre la polución, creo que es plausible conectar el abuso de niños con la polución. Esta es la retórica de los setenta: “la sociedad ha tomado algunas medidas tendientes a corregir la polución ambiental. Pero ha hecho muy poco por corregir la polución social de las ecologías de muchos estadounidenses –las ecologías polutas llevan a muchos padres a abusar de sus hijos–” (Zigler, 1977).

Cada sociedad tiene su propio registro de poluciones y purificaciones. A la mayoría de las personas les parecen naturales e inevitables los de su propia sociedad, mientras que los de otras personas les parecen raros y hasta cómicos. El incesto es lo más cercano que tenemos a un tabú generalizado, a pesar de que el tipo de relaciones que se prohíben varían enormemente entre cultura y cultura.

No se necesita mucha imaginación para sugerir que, si el abuso N está conectado desde su concepción con la polución, la transformación del abuso de niños en incesto es simplemente un caso de retorno de la palabra abuso a su hogar en la categoría de polución. Es posible sugerir también que otras cosas están sucediendo. Por ejemplo, está bien hablar de maltrato infantil, mientras que el incesto es algo tan horrible que ni siquiera puede ser mencionado. Pero el incesto se convierte en algo de lo que se puede hablar cuando se incluye en la categoría de abuso de niños. Ningún profesional (trabajador social, médico, abogado, profesor o sacerdote) quiere adentrarse en los temas de incesto. Pero ahora es normal que lo hagan con los temas del abuso de niños. En este sentido, la medicalización y la “societización” del incesto han posibilitado que se lidie con el “problema”.

No creo, sin embargo, que esto vaya a la raíz de la cuestión. Dos factores adicionales son evidentes. En primer lugar, una gran cantidad de contravenciones sexuales, entendidas bajo el eufemismo se tocamientos indebidos, ahora hacen parte del incesto, como si fueran la misma cosa. Después del abuso con contacto, aparece el abuso (sexual) sin contacto. Esto es, la región de la polución se extiende radicalmente. El vicio está conquistando nuestra sociedad, no porque seamos más viciosos, sino porque declaramos viciosos una mayor cantidad de actos. Más aún, estamos creando el conocimiento: ahora sabemos que, si un padre alguna vez acaricia a su hijo, finalmente llegará a consumar sus pasiones malvadas si no recibe ayuda de un profesional.

 

En segundo lugar, aunque el abuso de niños está “societizado” de cierta manera, al volverlo propiedad de las profesiones del cuidado, también está “desocietizado”. Al volver a su lugar habitual, el de la polución, el abuso deja de ser un problema de pobreza, hacinamiento, desempleo, etc. Como lo mencioné anteriormente, desvincular el abuso de estos problemas fue parte de la agenda médica sobre maltrato infantil y buscaba excluirlo de la escena del cambio social. Declarar algo como parte de la polución es sacralizarlo, volverlo sagrado y sujeto a ser tratado como ritual. El incesto ha sido medicalizado solo en la forma como se entendía la medicina antiguamente, como asociada con la brujería.

5.2. Causalidad, categoría y acción

Incluso aquellos lectores que no están familiarizados con la literatura sobre abuso de niños pueden ver que la causalidad, la categoría y la acción están interconectados en formas complejas.

¿Qué causa el abuso de niños? Kempe y sus colegas lideraron el camino con sus modelos médicos y psiquiátricos. Inauguraron la doctrina del ciclo del abuso, de acuerdo con la cual los padres que abusaban de sus hijos habían sido abusados en su infancia (29). Esta doctrina bien podría ser una doctrina sociológica conforme a la cual ciertas condiciones, digamos la pobreza, producen el abuso de niños y se combina con el ciclo de la pobreza. Pero no, la idea es que el trauma del abuso produce ciertas características y defectos que, de no ser tratados, generan comportamientos abusivos.

El modelo de enfermedad solo tiene sentido si hay una certeza de que hay una causalidad subyacente (o una estructura de múltiples causalidades). Debería llevarlo a uno a pensar que ser un abusador de niños es una condición médica, una enfermedad o algo que tiene un origen natural. El tratamiento debería pensarse como análogo al que se da en casos de tuberculosis, donde el objetivo nacional debería ser alcanzar tanto los más altos estándares de saneamiento, como intervenir en el paciente enfermo de forma individual. En el modelo de la enfermedad:

“Se estudia a los padres en términos de lo que hacen mal, de manera que el abuso se ve como un problema de ciertos padres que son inusuales o diferentes de lo normal. El abuso es el resultado de un defecto individual o familiar (…) Y en ese proceso los demás padres son vistos como normales, tan normales como se ve al resto de la sociedad (…) el modelo de enfermedad legitima el rol de una variedad de profesionales de la salud y del cuidado que son vistos como expertos en estos problemas excepcionales” (Parton, 1985, p. 149) (30).

Otra característica de este modelo es que enfatiza la detección o predicción de las familias abusivas. En este tema el grupo de Kempe también fue pionero (31). Pero cualquiera que explore esta literatura estará de acuerdo con que “la investigación sobre la previsibilidad de la violencia no genera confianza sobre la validez o confiabilidad del proceso de evaluación” (Kempe y Kempe, 1978, p. 139) (32).

En lo que se refiere a la acción, los pocos estudios que evalúan programas de tratamiento producen un gran escepticismo. Ciertamente no hay conocimiento tampoco sobre la eficacia de grupos independientes de autoayuda como Padres Anónimos –Parents Anonymous–. Obvio que se ha llegado a proponer cualquier cosa como tratamiento. No es sorprendente que en Carolina del Norte y Georgia se hable de esterilización (Polansky y Polansky, 1968, citados en Gil, 1970, p. 46).

¿Qué alternativas hay a este modelo de enfermedad? Generalmente, ver el abuso como un problema social. A veces hay observaciones específicas: es culpa de la televisión (Beaulieu, 1978, pp. 58-68). Nótese que, aunque esta observación podría explicar la violencia, es mucho más difícil que explique el incesto, el tipo principal de abuso después de 1977.

Por otro lado, hay aproximaciones “socioestructurales” que ven el abuso de niños como una característica de la sociedad y sus normas, no como tipos de actos realizados por individuos. Muchas veces se enfatizan el cambio social y la modificación del rol de la familia y se nos recuerda la anomia. También se ven modelos “sociopsicológicos” (33) que enfatizan en las fallas en el vínculo maternal, perturbaciones en la vida doméstica, hogares rotos (broken homes), etcétera.

De esto queda claro que lo que consideramos que es el abuso de niños, las concepciones que tenemos de sus causas y las concepciones sobre las acciones a tomar, están íntimamente relacionadas. No logramos ver estas conexiones porque de pronto el abuso de niños no es la categoría correcta.

5.3. ¿No es una categoría en absoluto?

No es sorprendente, a estas alturas, leer afirmaciones como: “el abuso de niños no es una categoría naturalista –nada puede naturalmente ser abuso de niños–” (P, p. 148). O: el abuso de niños “no es una entidad absoluta, sino que está socialmente definida y no puede ser divorciada de los contextos sociales en los que ocurre. El maltrato tampoco es un fenómeno único, sino que envuelve una cantidad de actos que pueden distinguirse el uno del otro tanto operativa como conceptualmente” (Giovannoni y Becerra, 1979, p. 239) (34).

La segunda afirmación la hacen Jeanne Giovannoni y su colega Rosina Becerra. Su libro Defining Child Abuse, es un intento por analizar las percepciones profesionales y sociales sobre el abuso de niños en California. La investigación se basó en cuatro condados cultural y geográficamente distintos de ese estado. Los profesionales estudiados eran pediatras, trabajadores sociales, abogados y policías. Los investigadores tomaron una muestra de 72 ejemplos de maltrato infantil. Estas historias son “viñetas” de la realidad. Las situaciones iban desde “un padre que quemó a su hijo en la cola y pecho con un cigarrillo” hasta “padres que dejaron solos a sus hijos por una noche”, “padres que experimentaban con cocaína mientras sus hijos estaban presentes” y “madre divorciada quien tenía la custodia de su hijo y ejercía la prostitución”. Se les pidió a los profesionales y gente del común que clasificaran estos incidentes de acuerdo con su gravedad. Se usó el análisis factorial para organizar los incidentes en las siguientes categorías, ordenadas de más a menos grave:

Abuso físico

Abuso sexual

Fomentar la delincuencia

Supervisión

Maltrato emocional

Drogas/alcohol

Falta de cumplimiento de sus labores

Negligencia educativa

Costumbres sexuales de los padres

El orden de las primeras dos categorías puede ser engañoso, pues hay una gran cantidad de abusos físicos que pueden no ser considerados como serios, mientras que todo abuso sexual es grave.

Acabamos de listar nueve tipos distintos de comportamientos humanos que son socialmente desaprobados. Los nombres en algunos casos son sucintos, por ejemplo, de la categoría de “supervisión” se entiende que es la falta o mala supervisión de un niño que esté bajo su responsabilidad. Defining Child Abuse deja claro que tanto los profesionales como la población en general tuvieron muy pocos problemas en asignar los comportamientos en una de estas nueve categorías. Dentro de cada categoría, los cuatro tipos de profesionales tuvieron solo algunas discrepancias en la asignación de viñetas. Los profesionales tienden a considerar menos malos los hechos que las personas del público general. En California, los afroamericanos y los latinos son los que condenan más fuertemente casi que cualquier tipo de maltrato. Sin embargo, el ranking de los distintos tipos de abuso cambia en cada subcomunidad.

Estas nueve categorías son curiosamente familiares, es como si Giovannoni hubiera desarmado el abuso. Algunas categorías solo tienen sentido en nuestra forma actual de organización social: como, por ejemplo, fomentar la delincuencia. En el mismo sentido, el concepto de negligencia educativa es algo que se ha arraigado en nuestra concepción actual de la educación. Pero la mayoría de las categorías pueden ser usadas, sin incurrir en una gran ingenuidad etnográfica, en una gran cantidad de sociedades. En este aspecto es importante distinguir entre la existencia de una categoría y lo que una sociedad particular considera que esa categoría envuelve. Por ejemplo, alguna vez se argumentó que los indígenas pueblo tenían conceptos del color distintos a los nuestros. Ordenaban distinto el rojo, rosado, naranja y amarillo. En este caso sigue teniendo sentido hablar de que esta población tenía una categoría del color, así sus colores fueran distintos a los nuestros.

En este espíritu, tiendo a estar de acuerdo con que diferentes sociedades ponen distintos tipos de acciones dentro de lo que podríamos llamar “abuso sexual” o “maltrato infantil en conexión con el uso de drogas y alcohol”. Pero la mayoría de las sociedades tienen acciones en las áreas del sexo, el daño físico o moral, la falta de comida u hogar y la falta de supervisión o protección que son desaprobadas, prohibidas o consideradas como tabú. En nuestra propia sociedad, la noción de lo que es hacerle daño a un niño es comprendida, así las clases de eventos que entran en esta categoría difieran entre grupos y subgrupos. Por ejemplo, la frase “el que detiene el castigo, a su hijo aborrece; más el que lo ama, desde temprano lo corrige” (35). Todavía suena verdadera en muchos de nosotros, pero para otros, poner el proverbio en acción es una muestra de crueldad, maldad y, en algunos estados, un acto criminal. Uno de los puntos de la investigación de Giovannoni y Becerra era determinar cómo estas subclasificaciones se dibujan dentro de distintos segmentos de la población californiana.

Otra conclusión de la investigación es que ni los profesionales ni la gente del común tienen problemas usando las nueve categorías planteadas. Todos pueden hacer diferencias al interior de cada una de las nueve categorías. Las autoras plantean que se deje de usar el término indeterminado de “abuso de niños”. Pero en ese mismo momento, Kempe estaba diciendo que era necesario dejar el término de “síndrome del bebé maltratado” y en cambio usar el término de “abuso de niños”. ¿Por qué dejar de usar una clasificación precisa y bien comprendida de un acto que cabe en la categoría del abuso físico? ¿Por qué frente al esfuerzo de clarificación de Giovannoni y Becerra insistir en el abigarrado término de “abuso de niños”? Porque el término de maltrato infantil había servido su propósito de despertar conciencia pública. En un estado de alta conciencia, el término “abuso de niños” funciona mejor.

¡Esto pareciera ser una posición extraña para un médico! Habíamos pensado que la investigación médica buscaba causas y curas, pero no necesariamente. Lo que buscaba era poder: poder para hacer el bien, claro. Giovannoni y Becerra, sociólogas, terminaron concluyendo lo que esperábamos que concluyeran los médicos:

“Una formación más racional de la política pública requiere mayor especificidad epidemiológica, etiológica y evaluativa en las investigaciones que nutren la política. Hasta que no haya una mejor delineación de lo que se debería contar y estimados de su dispersión, la estimación epidemiológica e incidental será fútil. En el mismo sentido, la investigación etiológica es prematura hasta que no haya una especificación más detallada del fenómeno cuyas causas se buscan (…) el desarrollo de taxonomías más refinadas (…) pareciera ser necesario para cualquier investigación etiológica. Antes de que se pueda esperar que los eventos tengan una etiología común, los eventos deben compartir una homogeneidad. Esta homogeneidad todavía no ha sido demostrada para una gran cantidad de lo que consideramos como manifestaciones de abuso y negligencia” (Giovannoni y Becerra, 1979, p. 256).

Esta es una condena al trabajo del Doctor Kempe y todo su movimiento. Sin embargo, los doctores han triunfado. Incluso los sociólogos y los trabajadores sociales se ven forzados a describir el abuso de niños en los términos de la etiológica y la epidemiología.