La difícil vida fácil

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Personalmente, no he conocido casos de muchachos forzados a ejercer la prostitución, pero recuerdo haber visto en televisión un programa donde decían que los había. Que los habían traído de sus países y tenían que pagar deudas. Pero yo no he conocido ningún caso, ni siquiera de chicos que tengan que trabajar para pagar deudas.

No sé, a mí la prostitución me ha permitido ganar dinero. Cuando España estaba bien, en esto sacaba mucho más dinero que en un trabajo normal como la hostelería. Es cierto, es dinero rápido. Antes te podías hacer seis, siete, ocho clientes al día. Ahora, con la crisis, menos, como mucho te haces dos o tres. Pero bueno, mis lujos y mis vicios, como el tabaco o el salir de fiesta, me los he pagado yo gracias a la prostitución. Pero a cambio genera un estrés muy fuerte. Genera ansiedad. Yo, de hecho, sufro ansiedad. Eso pasa porque estás con uno y a los cinco minutos estás con otro, a los diez, con otro, y así todo el día. Trabajas día y noche, todos los días. La vida de la prostitución envejece mucho.

Cuando yo empecé, cuando España iba bien, no había ni un español. Ni uno. Que yo haya conocido, ninguno. Ahora en cambio hay muchísimos, muchísimos, muchísimos. Yo al principio trabajaba bien porque los clientes, al ver que era español, venían más; ahora, como somos muchos, pues ya no. Ya no eres novedad por ser español. Ya no soy único.

Cuando acabas la «plaza» en un lugar, o bien hablas con algún compañero que tenga plaza fuera del piso donde te encuentras, para saber si es posible ir a su piso, o buscas en Internet. Por ejemplo, en milanuncios.com y otras páginas web suelen poner anuncios que buscan chicos para hacer «plazas». O escribes en el buscador: «Se necesita chico para piso de relax» y ahí te sale. Los periódicos nos los uso para buscar «plaza» porque no suele haber ofertas de chicos, suele ser casi todo para chicas. Pero sí que los he usado para anunciarme en la sección de contactos. Me he anunciado en sus páginas cuando trabajaba en mi apartamento, y también cuando he estado haciendo «plazas». Le pagas al dueño del piso la mitad del anuncio en el periódico y no hay problema alguno. Cada vez más periódicos están eliminando la sección de contactos, y no lo veo mal. No sé, yo mismo he tenido llamadas de niños de quince y dieciséis años que preguntan qué es lo que hago. Cuando me doy cuenta de ello y pregunto por la edad, caigo en la cuenta de que tengo que colgarles. Cada cual se busca la vida como puede, ¿no? Puedes trabajar en la prostitución y anunciarte en Internet, donde mucha gente no puede acceder. Pero, en cambio, en un periódico los niños sí lo ven. Ven tu anuncio. Tu número de móvil. Por discreción, me parece bien que dejen de publicar estas secciones.

En algunos sitios, tú pones tu propia publicidad, mientras que en otros la publicidad va incluida en el cincuenta por ciento que se quedan de cada cliente. Lo que siempre va incluido es el alojamiento. La comida ya va aparte. Con la comida cada piso se organiza de manera diferente, en algunos los compañeros hacen una colecta o un bote común de dinero y con ello se hace la compra semanal de comida para todos.

En los pisos, al igual que sucede en las saunas, también se practica el «vicio» entre nosotros cuando no hay clientes. Fue así como conocí a mi pareja actual, en un piso, y, para ser honestos, la primera vez que lo hicimos juntos, sin saber si estábamos los dos sanos, lo hicimos sin condón. Luego nos hicimos las pruebas y vimos que estábamos sanos. No teníamos nada. Ni VIH, ni hepatitis, ni nada de eso. Mi pareja anterior no se dedicaba a la prostitución, y eso es duro. Un golpe duro, la verdad, para el que no está metido en esto. Al fin y al cabo, si tu pareja está en el mismo barco, se hace más fácil, sabes que trabaja allí o incluso puede que hayáis trabajado los dos juntos. Pero, para alguien que no ha trabajado en esto, es muy duro, es muy duro… saber que tu pareja, aunque sea por dinero, está follando con viejos. Sólo por dinero, pero lo está haciendo. Tiene que ser muy duro. Así y todo, esa no fue la razón de la ruptura con aquella pareja. Estuvimos juntos cinco años, él era de Colombia y con el tiempo descubrí aspectos que no me gustaban. Hay dos cosas que no me gustan en la vida. Una es que se metan con mis padres, porque no los tengo. Y otra, que me peguen. Él cometió esos dos errores, así que, antes de seguir sufriendo, me dije: «hasta aquí». Porque, mira, una pareja puede discutir, puede decirse mil cosas, pero cuando uno llega a las manos, eso ya no. El respeto se pierde totalmente.

Con mi pareja actual el trabajo es más sencillo. A la hora de trabajar, uno va más confiado porque sabe que la otra persona entiende que lo que se hace es por trabajo. Aunque con cualquier cliente puedes sentir celos, tanto él como tú. Pero los celos son distintos, no es como pensar: «Ay, mira, yo aquí trabajando en un comercio y él está prostituyéndose». No sé, dos personas, una pareja trabajando en esto, pues... ¿cómo te diría yo?, se compenetran, saben a lo que van y cómo funciona la cosa. Los dos tienen claro que es sólo por dinero. Alguna vez, incluso hemos trabajado juntos. Le metí una vez en un trío conmigo, pero el trabajo no nos afecta como pareja. Lo que sí tenemos pensado hacer es irnos a Brasil para quitarnos totalmente de la prostitución. Tengo claro que la prostitución no es para toda la vida. Tampoco me pesa, estoy orgulloso de ello, porque nadie me mantiene, no estoy cometiendo ningún delito. Si un amigo me dijera que va a trabajar de esto, no le dejaría de lado porque yo sé lo que es vivir de esto. Yo me siento muy orgulloso de trabajar en esto.

Sin embargo, a corto plazo, me gustaría dejar la prostitución. No es que me quiera alejar porque la odie, no, eso no es, pero quiero vivir una vida normal con mi pareja y trabajar en algo legal para poder llegar al día de mañana. Llegar a ser algo. Que no me digan «el chapero», «el puto». No sé, vivir una vida normal. Sé que puede costarme, pero es algo que deseo y no creo que me arrepienta de ello, aunque tenga que ajustarme a unos horarios fijos y a un salario menor. Quien algo quiere, algo le cuesta. Cuento con que los ingresos van a ser más bajos, pero me liberaré de sentirme como usado por estar con unos y con otros; de coger una enfermedad, o de estar trasnochando cuando te llama un cliente a las cuatro de la mañana. Creo que todos los prostitutos se sienten usados, porque estás con una persona, luego con otra, y con otra, y con otra, y con otras. No estás con una persona que te agrade, que te gusta, ¿no? El sexo lo estás forzando para poder ganarte el dinero. No lo haces por placer. El sexo privado es diferente, estás con la persona que te gusta, y allí el sexo es mejor, no como con los clientes que, cuando llega uno, follas y le haces que se corra. El único interés es que se corra. Con tu pareja, aunque te puedas correr pronto, te corres feliz porque es la persona que te gusta. No es como ir cambiando de clientes, ahora con uno, ahora con otro. Este cambio, el sentirse usado, hace que muchas veces uno caiga en crisis de ansiedad. No sé, uno se para a pensar tanto en cómo es su vida realmente que aparece la crisis. Una ansiedad por la que hay chicos que han llegado a suicidarse. O muchos que están en las drogas, muchos de los que toman drogas es por la prostitución, a causa de ella.

No sé, la vida del chapero es así. No aconsejaría a nadie que se metiese en la prostitución a menos que lo necesite y que sea para bien, ¿no? Que se haga por la necesidad de ganar dinero, vale, pero no prostituirse para meterse en drogas o prostituirse por placer, no. Hasta la fecha no he conocido a nadie que se prostituya por placer. La vida del chapero es de corta duración… aunque yo ya llevo mis años.

La historia de Sega, un superviviente llegado de África

Recuerdo mi infancia y adolescencia como una época buena con mi madre, mis hermanos y mi abuela. Una infancia normal y feliz en Gambia, donde hasta los quince años. A esa edad, mi madre me mandó a Europa del Este para estudiar. No todo el mundo tiene esa oportunidad en Gambia, es caro y sólo la gente que tiene familias acomodadas se lo puede permitir. No es mi caso, yo vengo de una familia humilde, pero aproveché la posibilidad de obtener una beca de estudios. Yo tuve una beca y marché a Europa, donde estuve hasta los veintiún años estudiando bachillerato técnico y al terminarlo regresé a Gambia. Como había estudiado mecánica, empecé unas prácticas durante seis meses, pero como no me gustaba lo que había estudiado, comencé a trabajar en otras cosas. Trabajé de cocinero, después en la recepción de un consultorio médico, en hostelería, de camarero en una discoteca. Eso hice, cambiando de trabajos durante mucho tiempo.

Descubrí mi sexualidad en Gambia, pero siempre la tenía guardada para mí. El ambiente para los homosexuales era muy hostil, ahora lo es mucho más, antes lo era menos, pero ahora cada vez es peor. Cerca del noventa y cinco por ciento de la población es musulmana y la homosexualidad es ilegal. Puedes ir a la cárcel. Allí, si eres gay, no puedes salir del armario. Yo sabía que me gustaban los hombres, pero aun así tenía novia. Lo de los hombres era como algo ocasional, yo mismo no lo aceptaba muy bien. No me entendía muy bien. Pensaba que aquello no era una cosa normal. No sé, quería cambiar, ser hetero. Lo intenté, pero no, no funcionó. Como la situación en los últimos años no ha hecho sino empeorar, pues se ha vuelto más radical, venir a Europa me daba en este sentido mucha más libertad. Aunque ahora con Internet tengo que tener cuidado de lo que puedan ver de mi vida en mi país.

Llegué a España con un visado de turista que conseguí por trabajar durante un par de años en la Embajada de Eslovaquia en Gambia. Hablaba el idioma de cuando estuve allí estudiando y conseguí un trabajo de administrativo. Era un buen trabajo y se cobraba bien, pero el país tuvo que reducir sus embajadas en África y a Gambia le tocó. Sabía que iba a ser difícil encontrar otro trabajo igual y aproveché la oportunidad para volver a Europa. Tenía contactos de la embajada, así que no me resultó difícil conseguir el visado para venir a Madrid. Llegué aquí con casi treinta años y sin saber castellano, no sabía nada, todo lo aprendí aquí.

 

No me costó adaptarme, sinceramente, me sentí acogido. Además, ya había estado en Europa antes, siendo muy joven, así que no me costó mucho adaptarme. Claro que Europa del Este y España son diferentes, pero la adaptación fue suave, no supuso un choque enorme. Enseguida me puse a buscar trabajo, pero sin papeles es muy difícil, y tardé seis meses en encontrar trabajo con los papeles de otro chico. Primero trabajé de camarero y tras un tiempo me despidieron, por lo que empecé a trabajar en negro, sin contrato. En un hotel hice de todo, atender en la recepción, de camarero, limpieza, todo lo que se puede hacer en un hotel.

Lo de la prostitución me lo planteé cuando me quedé sin trabajo. Llevaba un tiempo sin encontrar nada y me metí por curiosidad. Me dije: «Voy a probar eso», y así empecé. Busqué en Internet sitios donde pudiese trabajar porque alguien me dijo que había casas donde podías ir y que te pagaban por ello. Encontré el primer sitio a donde ir, tenían su dirección en Internet y en su página web decían que necesitaban chicos, así que fui e hice una entrevista. Así fue como empecé.

Fue durísimo, era mi primera vez, yo tenía entonces ya treinta años y en toda mi vida nunca había imaginado que algún día iba a dedicarme a la prostitución. Nunca, nunca. De hecho, antes de venir a España, ni siquiera sabía que un chico podía ganarse la vida así. Por ejemplo, en Gambia he tenido oportunidades cuando otros hombres me han ofrecido dinero para acostarse conmigo, pero para mí aquello era una ofensa terrible. No me imaginaba que un día yo iba a hacerlo. Ni se me pasó por la cabeza. Así que al principio fue muy duro. Es muy duro aceptar a la gente con la que te acuestas. La gente es lo más duro de todo; las primeras veces vomitaba después de estar con una persona y sentía tanto asco que no paraba de llorar y llorar. Me sentía mal conmigo mismo, me sentía sucio. Sentía asco por mi persona, por practicar el sexo con una persona de ochenta años o gente horrible. Fue muy duro, muy, muy duro.

Miré de hacerme fuerte, de convencerme de que no tenía otra cosa. No tenía papeles, no tenía cerca a mi familia, no tenía a nadie que pudiese ayudarme, así que me forcé a hacerlo. Yo siempre he sido un soporte para mi familia, así que no podía quedarme sin nada que hacer y lamentarme de mí mismo. Hay personas que dependen de mí económicamente y eso me obligó a no parar entonces, no podía decir: «No, no voy a hacer nada». Cada mes tengo mucha gente esperando la ayuda económica que les doy. Mi familia depende de mí y yo también tenía que vivir, así que dejé de autocompadecerme. Después, con el tiempo, me fui adaptando. Piensas en el dinero y sigues adelante, pero cuesta. Cuesta un montón.

Entre los compañeros no encontré al principio mucha ayuda. No sé, veníamos de mundos diferentes. Ellos estaban allí para hacerlo, muchos vienen de sus países ya con la idea, llegan mentalizados, pero yo no. Cuando yo llegué a Europa nunca había pensado en ello, no tenía esa idea, no lo había hecho en mi vida. Era un mundo totalmente ajeno para mí. Muchos chicos que vienen de Latinoamérica ya han trabajado en esto en sus países y tienen la idea en la cabeza antes de venir a España. Vienen aquí para ganar dinero con la prostitución, supongo que también será difícil para algunos, pero para otros el ganar dinero y hacerse con muchos clientes es como un trofeo. Así que al principio, más que compañerismo, era competencia. Había otros que también lo pasaban mal, pero en general puedo decir que de este mundo tengo pocos amigos. Ahora tengo alguno más, pero al principio no. La mayoría de los chicos no me caían bien, eran muy malos. Ahora la cosa ha cambiado un poco, es diferente, porque ya hay gente con historias distintas, que lo hacen como yo, pero que al principio no estaban en esto. Pero bueno, también mi forma de ver la prostitución ha cambiado. Ahora mi visión es diferente.

He estado ejerciendo la prostitución unos cinco o seis años, la mayoría del tiempo en pisos. Empecé en Madrid y después cambié a Barcelona, pero también he trabajado en Internet por mi cuenta. He estado en muchos pisos, en Madrid, Barcelona, Málaga, Sevilla y Bilbao, aunque procuro no cambiar mucho de ciudad, ir de sitio en sitio es horrible, soy más de quedarme en un sitio fijo. Ya por libre, viajé también por Europa. Estuve en Alemania en pleno invierno y fue horrible, hacía mucho frío y gastaba mucho dinero en los hoteles. Después fui a Suiza, donde estuve bien, y a Francia. En Suiza hay que tener cuidado, la prostitución está muy perseguida, pero en Francia no tanto. La prostitución femenina sí que la persiguen, la de los hombres no. Es como aquí, no hay nada claro legalmente.

En los pisos el dueño se lleva el cincuenta por ciento de tu trabajo. Un cincuenta por ciento para ti y un cincuenta por ciento para el piso. Si vives allí, tienes que estar las veinticuatro horas en el piso. A veces, puedes salir un rato, para hacer compras o tomar un poco de aire, a lo mejor tienes un día libre, pero casi todo el rato tienes que estar allí, pues cuando viene un cliente todos tenemos que mostrarnos, es lo que llamamos «pasarela», para que el cliente pueda elegir al chico. Puedes negarte si te pide algo que no quieres hacer, pero no los eliges.

Es frecuente que para acceder a una plaza se tenga que tener sexo con el gerente, creo que puede decirse que es una norma general el que se aprovechen de los chicos nuevos que entran al piso. En Madrid, el dueño del piso era horrible. Luego te pagaba, pero no lo hacía como lo hacen los clientes, pagaba la mitad. Pero lo más horrible fue mi experiencia en Málaga, donde para obtener la plaza tuve que acostarme con el dueño, que estaba enfermo. No sé si tenía cáncer o qué, pero estaba en fase terminal, siempre llevaba un aparato para respirar. Acostarme con él fue horrible. Horrible.

El dinero que se puede ganar en los pisos es muy relativo. Cambia mucho, tanto puedes ganar como no ganar. En ocasiones, puedes ir y ganar mil euros, otras veces, quinientos euros, o incluso no hacerte nada. Hay gente que en el periodo de veinte días de la plaza no se hace nada. Depende mucho. Los anuncios en prensa e Internet suele sufragarlos el piso, pero en otros tienes que pagarte tú mismo los anuncios. Unos dueños son más buenos y otros más cabrones y te lo hacen pagar todo.

Trabajar en los pisos tiene sus ventajas, una es que no tienes que pagar alquiler en otro lugar y, además, si es uno con mucha clientela, se puede ganar dinero, y si hay trabajo quedarte más tiempo. Por ejemplo, cuando yo me fui de Madrid, no tenía nada, sólo algo de dinero para unos pocos días. Alquilé una habitación y allí aguanté hasta que se me acabó el dinero, luego no tenía ni a dónde ir. Nada. Y entonces encontré un piso y el dueño me dijo que podía quedarme allí. Estuve más de un mes, conseguí hacer mucho dinero y ahorrar para poder alquilar mi habitación, pagar la fianza y otras deudas. En ese sentido, los pisos son una ventaja.

Pero no todo son ventajas, no suelen ser lugares muy limpios. Se descansa poco y mal. Te pasas veinticuatro horas allí, siempre metido en ese ambiente que agota física y mentalmente. La casa siempre gana, mucho más que tú porque se queda un cincuenta por ciento sin hacer nada. Esos son los principales inconvenientes. Eso y las drogas que hay en muchos de ellos. En Madrid, donde estuve no había drogas, pero en Barcelona sí. Allí los clientes iban a drogarse y en el mismo piso se vendían las drogas. Cuanto más se drogan los clientes, más tiempo se quedan y con ello los gerentes hacen más dinero. En Sevilla, en el piso donde estuve, lo que más se consumía era cocaína. Antes los clientes se gastaban mucho dinero en los pisos. Antes de la crisis económica una persona podía permanecer en el piso veinticuatro horas, con diferentes chicos, comprando droga y gastando miles, miles de euros. Pero los clientes no son los únicos que consumen, he visto a muchas chicas transexuales engancharse, gastarse todo el dinero que ganaban en coca, hasta follar sólo por coca. He visto casos así y es triste. Mi primera experiencia con la coca fue en Madrid y fue fatal, con un cliente, pero yo no tomo, tomarla es un peligro, el peligro de hacerse adicto y pasarlo muy mal. Durante una temporada, yo bebía. Cada vez que tenía un cliente bebía para poder hacerlo, sé que otros usan drogas para eso mismo. Cuando empiezas, tienes que hacer algo, es duro, muy duro, y para hacerlo más fácil se recurre a todo tipo de drogas. Para todo el mundo es duro. Te destruye la autoestima, y si no eres capaz de saber quién eres y por qué haces lo que haces, entonces te destruyes. Por eso siempre he procurado recordar de dónde vengo, por qué hago las cosas, a dónde voy y cuáles son mis metas, pero siempre es difícil. Por suerte, las drogas no me gustan, no van conmigo. Me pongo enfermo con ellas, creo que mi cuerpo no las asimila, y eso es una suerte también. Si un día tomo drogas, me paso los tres siguientes enfermo. El alcohol sí que lo tolero, por eso bebo. No puedo decir que sea alcohólico, pero sí que bebo.

Lo que sí uso es Viagra o Cialis, sin utilizarlas muchas veces no consigues ni empalmarte. Tienes que usarlas, si no, no puedes. Por más que piensas y te esfuerzas, al final la mente lo es todo, por eso la mejor garantía es tomarla. A veces venían chicos jóvenes y con ellos no hacía falta tomar nada. Aquí en Madrid había un piso donde acudían muchos chicos jóvenes, de veinticinco o veinte años, y claro, todos queríamos pasar con ellos. Pero la mayoría de clientes son hombres casados. Yo diría que aproximadamente el setenta por ciento de los que venían eran hombres corrientes, casados, con hijos y todo eso; y luego ya hombres muy mayores, o gente que de verdad, si no pagase, no podría tener sexo, porque son muy gordos o cosas así. En ocasiones había ejecutivos, gente que está de viaje, y en contadas ocasiones gente joven y guapa con la que incluso lo pasabas bien. Puedes encontrar gente de todas las edades, desde los que rondan los treinta hasta los de cien años.

Recuerdo un piso en Barcelona donde se vendía mucha droga y que la policía debía llevar mucho tiempo vigilando. Al final, un día entraron y se llevaron a todo el mundo, por suerte en aquel momento yo no estaba allí. Es lo más cerca que he estado de tener problemas con la policía, pero me salvé. Pero miedo siempre he tenido, por ejemplo, de ir a casa de los clientes. Aquí en Madrid, cuando me enviaban en plena noche a las afueras de la ciudad a visitar a un cliente, me asustaba. Nunca sabes lo que te vas a encontrar allí. Sabes que el gerente del piso tiene los datos del cliente y la dirección en caso de que algo pase, pero eso no me quitaba el miedo. Cuando iba por mi cuenta, siempre dejaba en mi piso la dirección y el número de teléfono del contacto, todo bien escrito en mi habitación por si acaso. Esas salidas siempre me han causado pánico, pero gracias a dios nunca me ha pasado nada, pero sé que a veces sí pasan cosas.

He oído casos de chicos que se prostituyen para pagar la deuda del viaje a España. Son los «cafetones», he conocido a muchos brasileños que han venido así. Muchos «cafetones» han sido chaperos antes y se aprovechan de los chicos nuevos cobrándoles el precio del billete con intereses, ganando con ello miles de euros.

Ahora ya no escucho este tipo de historias, ya paso de ir a pisos, la última vez fue hace tres o cuatro años. Desde entonces trabajo por libre en París. Antes de la crisis, en Madrid se estaba muy bien, ganaba mucho dinero, pero ahora la gente ya no tiene tanto para gastar y se nota, pero el trabajo en Madrid o París es el mismo, los clientes son iguales en todas partes, si te pueden pagar menos, lo hacen, y si pueden aprovecharse de ti, también. Son iguales en todas partes.

La prostitución me ha permitido ser independiente económicamente y sobre todo ayudar a mi familia. Desde que vine a España, e incluso ya antes en Gambia, he ayudado a mi familia. Aquí, gracias a la prostitución he podido ayudarlos mejor. He conseguido alquilar una casa muy buena para mi madre y mis ocho hermanos, pagando su alquiler cada mes durante los últimos ocho años. También les mando dinero para la comida, así como para sus gastos de salud. Mi madre tiene una salud frágil y allí hay que pagar para todo. Cuando pienso en todo lo que he conseguido arreglar para ella, me siento mejor, creo que de otra manera no hubiese sido posible. Estuve mucho tiempo sin papeles, sin derecho a trabajar, porque yo siempre he querido salir de esto, buscar trabajo, pero sin papeles no podía hacerlo. Porque la prostitución te degrada mucho, mata la autoestima. Y no sólo eso, sino que además tienes que enfrentarte con los prejuicios de la gente. Afecta a la hora de querer establecer alguna relación. Cuando conoces a alguien con quien te sientes bien y se lo dices, ves que esto se convierte en un inconveniente. No funciona, aunque la otra persona te diga que no importa, sí, sí importa, y poco después salen los problemas. No todo el mundo lo puede aceptar, aunque al principio te digan que sí, luego al final siempre es que no, que no lo aguantan, por eso prefiero mantenerme soltero, porque no funciona. No con este trabajo. Pero los prejuicios no sólo son de los otros, enfrentarse a los propios es casi peor. No sé, nunca he podido hacer los trabajos que yo he querido hacer, así que pienso que estos años que he pasado aquí son como años no utilizados. Años inútiles en los que no he podido hacer lo que me hubiese gustado, y eso sí que duele. Machaca mucho pensar en ello, pero bueno, es la vida.

 

Quizá, de regularse la prostitución, sería diferente, pues en esto hay gente metida porque no encuentra otra salida, o bien que lo hace porque lo quiere hacer. Su regularización ayudaría. Yo, por ejemplo, he trabajado todos estos años y no he cotizado nunca por ello, de ser legal ya tendría diez años cotizados. Pero no es así, y eso es una putada. Si fuese legal, la gente que se dedica al trabajo sexual podría ahorrar pensando en el futuro. Esa es una de las razones por las que a corto plazo quiero encontrar un trabajo y dejar esto. Ya estoy cansado, no es estable y no es algo que me hubiese planteado. Llevo haciéndolo tantos años que ya estoy cansado. Sólo espero que la gente no me juzgue, que no juzgue a nadie. Cada uno tiene sus circunstancias.

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