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Porque, después de todo, lo que Austin excluye como anomalía, excepción, “no-serio”,9 la citación (sobre la escena, en un poema, o en un soliloquio), ¿no es la modificación determinada de una citacionalidad general –de una iterabilidad general, más bien– sin la cual ni siquiera habría un performativo “exitoso”? De tal suerte que –consecuencia paradójica pero ineludible– un performativo exitoso es forzosamente un performativo “impuro”, por retomar la palabra que Austin adelantará cuando, más adelante, reconozca que no hay performativo “puro” (pp. 196, 186, 153 [tr. fr. pp. 152, 144, 119]).10

Tomo ahora las cosas del lado de la posibilidad positiva y no ya sólo del fracaso: ¿sería posible un enunciado performativo, si un doblez [doublure]* citacional no viniera a escindir, a disociar de sí misma la singularidad pura del acontecimiento? Planteo la pregunta bajo esta forma para prevenir una objeción. En efecto, se podría decirme: usted no puede pretender dar cuenta de la estructura denominada grafemática de la locución, a partir de la sola ocurrencia de los fracasos del performativo si estos fracasos pueden ser tan reales, ya sea efectiva o general su posibilidad. Usted no puede negar que también hay performativos exitosos y hace falta que nos demos cuenta: se abren sesiones, Paul Ricoeur lo ha hecho ayer, se dice: “Planteo una cuestión”, se apuesta, se desafía, se lanzan los barcos y a veces, incluso, uno se casa. Este tipo de acontecimientos, al parecer, se producen. Y si uno solo de ellos hubiera tenido lugar una sola vez, todavía debe ser tomado en cuenta.

Yo diría “puede ser”. En primer lugar, hace falta entenderse aquí sobre lo que es el “producirse” o la acontecimentalidad de un acontecimiento que supone, en su surgimiento pretendidamente presente y singular, la intervención de un enunciado que en sí mismo no puede ser sino de estructura repetitiva o citacional o, más bien, ya que estas dos últimas palabras se prestan a confusión, iterable. Vuelvo, así, a ese punto que me parece fundamental y que concierne ahora al estatuto del acontecimiento en general, del acontecimiento del habla o por el habla, de la extraña lógica que supone y que queda [reste] a menudo desapercibida.

¿Un enunciado performativo podría tener éxito si su formulación no repitiera un enunciado “codificado” o iterable, dicho de otra manera, si la fórmula que pronuncio para abrir una sesión, lanzar un barco o iniciar un matrimonio no fuera identificable como conforme a un modelo iterable, si, por tanto, no fuera identificable de alguna manera como “citación”? No es que la citacionalidad sea aquí del mismo tipo que en una pieza teatral, una referencia filosófica o en la recitación de un poema. Esto es que hay una especificidad relativa, como lo denomina Austin, una “pureza relativa” de los performativos. Pero esta pureza relativa no se remueve contra la citacionalidad o la iterabilidad, sino contra otras especies de iteración en el interior de una iterabilidad general que fractura la pureza pretendidamente rigurosa de todo acontecimiento de discurso, o de todo speech act. Hace falta, entonces, menos que oponer la citación o la iteración a la no-iteración de un acontecimiento, construir una tipología diferencial de formas de iteración, suponiendo que este proyecto sea sostenible y que pueda dar lugar a un programa exhaustivo, cuestión que me reservo aquí. En esta tipología, la categoría de intención no desaparecerá, tendrá su lugar, pero, desde este lugar, ya no podrá controlar [commander] toda la escena y todo el sistema de la enunciación. Sobre todo, trataremos entonces con diferentes tipos de marcas o de cadenas de marcas iterables y no con una oposición entre, por una parte, enunciados citacionales y, por otra, enunciados-acontecimientos singulares y originales. La primera consecuencia será la siguiente: dada esta estructura de iteración, la intención que anima la enunciación jamás será, de punta a cabo, presente a sí misma y a su contenido. La iteración que la estructura a priori introduce una dehiscencia y una rotura [brisure] esenciales. Lo “no-serio”, la oratio obliqua, no podrían ser ya excluidos, como deseaba Austin, del lenguaje “ordinario”. Y si se pretende que este lenguaje ordinario, o la circunstancia ordinaria del lenguaje, excluyan la citacionalidad o la iterabilidad general, ¿esto no significa que lo “ordinario” en cuestión, la cosa y la noción, abrigan un señuelo, que es el señuelo teleológico de la conciencia, de la cual quedan por analizar las motivaciones, la necesidad indestructible y los efectos sistemáticos? Sobre todo, esta ausencia esencial de la intención en la actualidad del enunciado, esta inconsciencia estructural, si ustedes quieren, prohíbe toda saturación del contexto. Para que un contexto sea exhaustivamente determinable, en el sentido requerido por Austin, haría falta al menos que la intención consciente sea totalmente presente y actualmente transparente a sí misma y a los otros, ya que es un centro [foyer] determinante del contexto. El concepto o la demanda del “contexto” parece, así, sufrir aquí de la misma incertidumbre teórica e interesada que el concepto de lo “ordinario”, de los mismos orígenes metafísicos: discurso ético y teleológico de la conciencia. Una lectura de las connotaciones, esta vez del texto de Austin, confirmaría la lectura de las descripciones; acabo de indicar el principio.

La différance, la ausencia irreductible de la intención o de la asistencia al enunciado performativo, el enunciado más “acontecimental”, es lo que me autoriza, dados los predicados que he recordado hace un momento, a plantear la estructura grafemática general de toda “comunicación”. Con todo, no sacaría como consecuencia que no hay ninguna especificidad relativa de los efectos de conciencia, de los efectos de habla (por oposición a la escritura en sentido tradicional), que no hay ningún efecto performativo, ningún efecto del lenguaje ordinario, ningún efecto de presencia ni de acontecimiento discursivo (speech act). Simplemente, estos efectos no excluyen aquello que en general se les opone término a término, al contrario, lo presuponen de manera disimétrica, como el espacio general de su posibilidad.

Firmas

Este espacio general, es en principio el espaciamiento como disrupción de la presencia en la marca, de aquello que denomino aquí la escritura. Del hecho de que todas las dificultades encontradas por Austin se crucen en el punto donde, a la vez, están en cuestión la presencia y la escritura, vería un indicio en un pasaje de la Quinta Conferencia donde surge la instancia dividida del seing.

¿Es azar si Austin debe entonces anotar: “(Tengo que señalar nuevamente que aquí andamos a los tumbos. Sentir que el terreno firme del prejuicio se desliza bajo nuestros pies es excitante, pero tiene sus inconvenientes.)” (p. 105)? Poco antes, un “impasse” había aparecido, al cual se llega “cada vez que buscamos un criterio simple y único, de orden gramatical o lexicológico” [p. 103. Trad. esp. modif.], al distinguir entre los enunciados performativos y constatativos. (Debo decir que esta crítica del lingüisticismo y de la autoridad del código, crítica realizada a partir de un análisis del lenguaje, es lo que más me ha interesado y más me ha convencido en la empresa de Austin). A continuación, por razones no lingüísticas, intenta justificar la preferencia que él ha manifestado hasta ahora, en el análisis de los performativos, por las formas de la primera persona, del indicativo presente, por la voz activa. La justificación, en última instancia, es que se hace referencia a lo que Austin denomina el origen [source] de la enunciación. Esta noción de origen –cuya apuesta es tan evidente– reaparece a menudo a continuación y domina todo el análisis en la fase que estamos examinando. Ahora bien, no sólo no duda Austin que el origen de un enunciado oral en la primera persona del presente del indicativo (en la voz activa) esté presente en la enunciación y en el enunciado (he intentado explicar por qué teníamos razones para no creerlo), sino que, aún más, no duda que el equivalente de esta ligadura con el origen en las enunciaciones escritas, sea simplemente evidente y esté asegurado en la firma: “Cuando, en la enunciación, no hay referencia a la persona que la emite (y realiza así el acto) mediante el pronombre ‘yo’ (o su nombre propio), dicha persona a pesar de todo está ‘referida’ en una de estas dos formas:

a) En las enunciaciones verbales, el autor es la persona que emite la enunciación. (Por así decir, el origen [source] de la enunciación –término usado generalmente en cualquier sistema de coordenadas verbales).

b) En las enunciaciones escritas (o ‘inscripciones’), el autor pone su firma (la firma es evidentemente necesaria, pues las enunciaciones escritas no están ligadas [rattachées] a su origen de la manera en que lo están las verbales) (p. 104. [Trad. esp. modif.])*.

Desde este punto de vista, intentaremos analizar la firma, su relación con el presente y con el origen [source]. De aquí en adelante, considero como ya implicado en este análisis que todos los predicados establecidos también valdrán para esta “firma” oral que es, que pretende ser, la presencia del “autor” como “persona que enuncia”, como “origen”, en la producción del enunciado.

Por definición, una firma escrita implica la no-presencia actual o empírica del signatario. Pero, se dirá, ella también marca y retiene su haber-sido presente en un ahora [maintenant] pasado, que seguirá siendo [restera] un ahora futuro, por tanto en un ahora en general, en la forma trascendental del mantenimiento [maintenance]. Este mantenimiento general está, de alguna manera, inscrito, sujeto [épinglée] en la puntualidad presente, siempre evidente y siempre singular, de la forma de la firma. Esta es la originalidad enigmática de todas las siglas [paraphes]. Para que la ligadura [rattachement] con el origen se produzca, hace falta, por tanto, que sea retenida la singularidad absoluta de un acontecimiento de firma y de una forma de firma: la reproductibilidad pura de un acontecimiento puro.

 

¿Existe tal cosa? ¿La singularidad absoluta de un acontecimiento de firma, nunca se produce? ¿Hay firmas?

Sí, por supuesto, todos los días. Los efectos de firma son la cosa más común en el mundo. Pero la condición de posibilidad de estos efectos es simultáneamente, una vez más, la condición de su imposibilidad, de la imposibilidad de su rigurosa pureza. Para funcionar, es decir, para ser legible, una firma debe tener una forma repetible, iterable, imitable; ella debe poder desligarse de la intención presente y singular de su producción. Es su mismidad lo que, alterando su identidad y su singularidad, divide el sello. Ya he indicado antes, el principio de este análisis.

Para concluir este asunto muy en seco [sec]:*

1) en tanto que escritura, la comunicación, si se quiere mantener esta palabra, no es el medio de transporte del sentido, el intercambio de las intenciones y del querer-decir, el discurso y la “comunicación de las conciencias”. No asistimos a un fin de la escritura que seguiría siendo [restaurerait], siguiendo la representación ideológica de Mac Luhan, una transparencia o una inmediatez de las relaciones sociales; sino más bien al despliegue histórico cada vez más potente de una escritura general, cuyo sistema del habla, de la conciencia, del sentido, de la presencia, de la verdad, etc., no sería sino un efecto, y debe ser analizado como tal. Es este el efecto puesto en cuestión, al que en otra parte he denominado logocentrismo;

2) el horizonte semántico que habitualmente dirige la noción de comunicación está excedido o reventado [crevé] por la intervención de la escritura, es decir, de una diseminación que no se reduce a una polisemia. La escritura se lee, no da lugar, “en última instancia”, a un desciframiento hermenéutico, al desencriptado de un sentido o una verdad;

3) pese al desplazamiento general del concepto clásico, “filosófico”, occidental, etc., de escritura, parece necesario conservar, provisoria y estratégicamente, el viejo nombre. Esto implica toda una lógica de la paleonimia que no puedo desarrollar aquí.11 Muy esquemáticamente: una oposición de conceptos metafísicos (por ejemplo, habla/escritura, presencia/ausencia, etc.), no es nunca el cara a cara de dos términos, sino una jerarquía y el orden de una subordinación. La deconstrucción no puede limitarse, o pasar inmediatamente, a una neutralización: debe, por un doble gesto, una doble ciencia, una doble escritura, practicar una inversión [renversement] de la oposición clásica y un desplazamiento general del sistema. Es por esta única condición que la deconstrucción proporcionará los medios para intervenir en el campo de las oposiciones que critica y que es también un campo de fuerzas no discursivas. Cada concepto, por otra parte, pertenece a una cadena sistemática y constituye él mismo un sistema de predicados. No hay concepto metafísico en sí. Hay un trabajo –metafísico o no– sobre los sistemas conceptuales. La deconstrucción no consiste en pasar de un concepto a otro sino en invertir [renverser]* y en desplazar un orden conceptual, así como el orden no conceptual con el cual se articula. Por ejemplo, la escritura, como concepto clásico, comporta predicados que han sido subordinados, excluidos o mantenidos en reserva por fuerzas y según necesidades por analizar. Estos son predicados (he recordado algunos) cuya fuerza de generalidad, de generalización y de generatividad, se encuentra liberada, injertada sobre un “nuevo” concepto de escritura que se corresponde también con lo que siempre ha resistido a la antigua organización de fuerzas, lo que siempre ha constituido el resto [reste], irreductible a la fuerza dominante que organizó la jerarquía –digamos, para ir rápido, logocéntrica. Dejar a este nuevo concepto el viejo nombre de escritura, es mantener la estructura de injerto, el paso y la adherencia indispensable a una intervención efectiva en el campo histórico constituido. Es dar a todo lo que se juega en las operaciones de deconstrucción la chance y la fuerza, el poder de la comunicación.

Sin embargo, se entenderá lo que es obvio, sobre todo en un seminario filosófico: operación diseminante, separada de la presencia (del ser) según todas sus modificaciones, la escritura, si la hay, comunica quizás, pero, seguramente, no existe. O apenas, para los presentes, en la forma de la más improbable firma.

(Nota: El texto –escrito– de esta comunicación –oral– debía ser enviado a la Association des sociétés de philosophie de langue française antes de la sesión. Tal envío debía entonces estar firmado. Lo que yo he hecho y falsificado aquí. ¿Dónde? Allí. J. D.).


* Jacques Derrida remite a la traducción francesa de Gilles Lange (“Pour nous en tenir toujours, par souci de simplicité, à l’énonciation parlée”, Austin, J. L. Quand dire, c’est faire. Paris: Seuil, 1970, p. 122). Más adelante Derrida volverá a referir a esta edición y a citar el prólogo del traductor. Por nuestra parte, respecto del texto de Austin, hemos utilizado la versión en castellano de Gerardo R. Carrió y Eduardo A. Rabossi (Austin, J. L. Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones. Barcelona: Paidos, 1990, p. 159, nota 9). Del mismo modo, a no ser que se indique alguna modificación, hemos recurrido a las versiones publicadas en español de las obras citadas. [N. del T.].

* Respecto del “retraçant l’origine”, hemos tenido en vista la traducción de “Ellipse” de Patricio Peñalver quien vierte “Écriture d’origine, écriture retraçant l’origine, traquant les signés de sa disparition, écriture éperdue d’origine” (Derrida, J. L’Écriture et la différence. París: Seuil, 1967, p. [Subrayado nuestro]) como “Escritura de origen, escritura que vuelve a trazar el origen, acosando los signos de su desaparición, escritura loca de origen” (Derrida, J. La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos, 1989, p. 403). Más adelante, apostamos por “trazar y retrazar”. Considérese, en cualquier caso, la apuesta que en el pensamiento de Derrida vincula el “trait” (“trazo” o “rasgo”), el “retrait” (“retrazo”, pero también “retirada”), y la “trace” (“huella”). [N. del T].

1 La teoría rousseauniana del lenguaje y de la escritura es también propuesta a título general de la comunicación. (“De los diversos medios de comunicar nuestros pensamientos”, título del primer capítulo del Ensayo sobre el origen de las lenguas, trad. de Adolfo Castañón, México D. F.: FCE, 2006, pp. 11-16).

* Bonnot de Condillac, Étienne. Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos, trad. de E. Mazorriaga. Madrid: Tecnos, 1922, § 127, p. 223. Trad. esp. modif. [N. del T].

2 El lenguaje suple a la acción o la percepción, el lenguaje articulado suple al lenguaje de acción, la escritura suple al lenguaje articulado, etc.

* El término “crever”, “reventar”, y que en la obra de Derrida se vincula más directamente con “perforar”, es decir “conpercer” y “perforer”, también comporta el sentido familiar de “morirse”. Se encadena, así, con el motivo de la “muerte”, es decir, de la “economía de la muerte” y de “la vida-la muerte” [La vie la mort], y por tanto de la “sobrevida” [“survie”] que, de parte a parte, vuelve a aparecer en el pensamiento de Jacques Derrida. [N. del T.].

3 “Hasta ahora hemos considerado las expresiones en la función comunicativa. Esta se funda esencialmente en que las expresiones actúan como señales. Ahora bien, las expresiones desempeñan también un gran papel en la vida del alma, que no se comunica en comercio mutuo. Es claro que la función modificada no menoscaba en nada eso que hace que una expresión sea una expresión. Las expresiones, ahora como antes, tienen sus Bedeutungen y las mismas Bedeutungen que en el discurso comunicativo.” (Husserl, E. Investigaciones lógicas, 1. Cap. I, § 8) [trad. Manuel G. Morente y José Gaos, Madrid: Alianza Editorial, 2006, § 8 “Las expresiones en la vida solitaria del alma”, p. 241. Trad. esp. modif.]. Lo que adelanto aquí, implica la interpretación que he propuesto del planteamiento [démarche] husserliano sobre este punto. Me permito, pues, remitir a La Voz y el fenómeno [Derrida, J. La voz y el fenómeno. Introducción al problema del signo en la fenomenología de Husserl, trad. de Patricio Peñalver. Valencia: Pre-textos, 1985].

4 “En la primera edición dije ‘gramática pura’, nombre pensado y expresamente señalado como análogo a la ‘ciencia pura de la naturaleza’ de Kant. Mas no pudiendo de ningún modo sostenerse que la morfología pura de las Bedeutungen comprenda todo el a priori gramatical en su universalidad –existe, por ejemplo, un a priori propio de las relaciones, gramaticalmente muy fecundas, que se dan en la comprensión mutua de los sujetos psíquicos–, deberá darse la preferencia al término de gramática lógica-pura”. Husserl, E. Investigaciones lógicas, t. 2, part. 2, ch. IV (tr.fr. Elie, Kelkel, Scherer, p. 136) [Investigaciones lógicas, 2. Madrid: Alianza Editorial, 1999, p. 465. Trad, esp. modif. Sobre este punto, Cf. Derrida, J. La voz y el fenómeno. Ed. Cit., p. 45].

* Gerardo R. Carrió y Eduardo A. Rabossi, vierten el mencionado “permormative” como “realizativo”. Nosotros preferiremos “performativo”, y en función de esta decisión modificaremos las referencias a la edición disponible en castellano del libro de Austin. [N. del T.].

5 “Despedazar los dos fetiches (los cuales, lo confieso, estoy tan inclinado a maltratar), a saber:

1) el fetiche verdadero-falso; y

2) el fetiche hecho-valor [value-fact]”. Austin, J. L. Cómo hacer cosas con palabras. Ed. cit., p. 198. [Trad. esp. modif.].

* La traducción en español, bien vierte “infelicities” como “infortunios” lo que en francés se traduce como “échecs”. En este caso, en función del texto de Derrida, trasladamos esta última noción, “échec” como “fracaso”, y con ello, optamos por traducir el “infelicities” a partir del “échecs” francés, incluso para modificar la citas de la edición de Cómo hacer cosas con palabras, a la que remitimos constantemente. [N. del T.].

6 Austin, J. L. Op. Cit., pp. 144, 195. (tr. fr. pp. 113, 151). Por ejemplo, Introducción francesa [de Gilles Lane]: pp. 15, 16, 19, 20, 25, 26.

7 Lo que obliga en ocasiones a Austin a reintroducir el criterio de la verdad en la descripción de los performativos. Cf., por ejemplo, pp. 87 y 133 (tr. fr. pp. 73 y 107).

* Traducción modificada. La versión en español remitida prescinde de la oración: “para contraer matrimonio (cristianamente) es esencial que no esté casado con una mujer viva, que esté espiritualmente sano y no divorciado, etc.”. En su lugar, se lee: “para asumir el cargo es esencial que yo reúna los requisitos correspondientes, etc.” Cf., Austin, J. L. How to do things with words. London: Oxford University Press, 1962, p. 8. [N. del T.].

8 Austin, J. L. Op. Cit., pp. 48-50.

9 El valor muy sospechoso de lo “no-serio”, es un recurso muy frecuente (véase, por ejemplo pp. 148, 177 [tr. fr. pp. 116, 130]). Tiene una conexión esencial con lo que Austin, en otros lugares, dice de la oratio obliqua (p. 115 [tr. fr. p. 92]) o del mimo.

10 Desde este punto de vista, se puede interrogar el hecho, reconocido por Austin (p. 111 [tr. fr. p. 89]), de que “es muy común que la misma oración sea empleada en diferentes ocasiones de ambas maneras, esto es, de manera realizativa y constatativa. Esto parece no tener remedio si hemos de dejar a las expresiones lingüísticas tal como están y nos obstinamos en buscar un criterio” (p. 111 [Trad. modificada]). Es la raíz grafemática de la citacionalidad (iterabilidad) lo que provoca este desconcierto y hace que “muy probablemente, ni siquiera –dice Austin– se pueda enunciar una lista exhaustiva de todos los criterios posibles” (Ídem [Trad. modificada]).

 

* La expresión “doublure” hace señas tanto al doble del teatro lírico o del ballet, es decir, al artista secundario que está listo para reemplazar al actor principal, por ejemplo en escenas peligrosas, así como al forro interior de una prenda o un telón (ridueu). Sobre el doublure, véase, por ejemplo, Derrida, J. La diseminación (trad. José Manuel Arancibia). Madrid: Fundamentos, 1977, p. 14 (La Dissémination. Paris: Seuil, 1972, p. 14). [N. del T.].

* Si bien “source” puede ser traducido por “fuente”, hemos preferido la voz “origen” pues “source de l’énonciation” no es sino la traducción de Gilles Lang para “the utterance-origin”. Localizamos, pues, la cita de J. L. Austin:

Where there is not, in the verbal formula of the utterance, a reference to the person doing the uttering, and so the acting, by means of the pronoun ‘I’ (or by his personal name), then in fact he will be ‘referred to’ in one of two ways:

(a) In verbal utterances, by his being the person who does the uttering-what we may call the utterance-origin which is used generally in any system of verbal reference co-ordinates.

(b) In written utterances (or ‘inscriptions), by his appending his signature (this has to be done because, of course, written utterances are not tethered to their origin in the way spoken ones are).” (Austin, J. L. How to do things with words. London: Oxford University Press, 1962, pp. 60-61). Como en los casos anteriores, remitimos la paginación de la edición en español, pero hemos modificado la traducción en función de cómo aparece en el texto de J. Derrida. [N. del T.].

* Derrida escribe “trés sec”, pero no hay que perder de vista que “sec” es también la sigla del presente texto [Signature Événement Contexte], sigla con la cual Derrida lo referirá más adelante, tanto en “Limited Inc. a b c…” como en “Hacia una ética de la discusión”. [N. del T.].

11 Cfr. La diseminación [Madrid: Fundamentos, 1977, pp. 7 y ss] y Posiciones [(Trad. Manuel Arranz) Valencia: Pre-textos, 2014, pp.110-111].

* Considérese que “renverser” refiere a “invertir” la mencionada oposición clásica, pero también significa “hacer caer”, “atropellar”, “trastocar”, “derrocar” esta jerarquía u orden del sistema de subordinación. [N. del T.].