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Creación de valor, una propuesta

Hace casi dos años fui invitado a formar parte de la Academia de Ingeniería México (aim), una organización de académicos, científicos y tecnólogos que buscan aportar valor al país, desde sus muy diversos ámbitos y experiencias profesionales, a través del impacto innovador de su trabajo. Convertirse en miembro de la Academia de Ingeniería se consigue después de vivir un proceso riguroso de acceso al que, por invitación, pueden aplicar ingenieros, científicos o tecnólogos mexicanos o extranjeros que radican en nuestro país y que han contribuido a mejorar la realidad de nuestra nación.

A pesar de mis incipientes participaciones desde entonces, hace algunos días tuve la oportunidad de ser parte, como comentarista en mi calidad de Académico Titular, de la ceremonia de ingreso de un académico mexicano con una trayectoria muy destacada como tecnólogo, inventor e investigador en nuestro país, el doctor Jorge Cortés. El hoy Académico Titular de la Comisión de Especialidad Biomédica, presentó un trabajo innovador titulado “De la fórmula a la creación de valor”, en el que explica un modelo de gestión de la innovación de la ingeniería en nuestro país. Su propuesta se descompone en tres etapas claramente explicadas y sobre todo con el sentido común que da la experiencia de haberlas vivido, como quien platica sobre el Camino de Santiago habiendo caminado algunas de sus rutas hasta llegar a Santiago de Compostela.

La etapa de Observación Tecnológica y Determinación de la Edad de la Industria —la primera en el modelo—, permite desglosar el contexto de la innovación que se pretende abordar. El detalle y rigor con que se desarrolle esta etapa, permitirá determinar —según la propuesta del autor—, el ciclo de vida e innovación del producto o servicio que se habrá de inventar.

La Invención de un Sistema con Valores Tecnológicos y su Protección Industrial es la etapa en la que se presenta, una vez gestada en la etapa anterior, la invención o innovación. El ingeniero debe entender el ciclo de vida del bien a innovar y, sobre todo, desglosar las etapas que habrá de seguir hasta llegar al mercado. La protección de la propiedad intelectual derivada de su invención es sin duda un elemento que no debe perderse de vista, así como todas aquellas responsabilidades derivadas del registro y utilización de dicha propiedad intelectual.

Como última etapa en el modelo presentado por el doctor Cortés, se encuentra el Emprendimiento de Líneas de Negocio Competitivas que Inicien Ciclos Tecnológicos. Es en esta etapa cuando la invención o innovación es puesta en el mercado y se detona el ciclo tecnológico del producto.

A lo largo de estas tres etapas, el doctor Cortés explica de manera sintética el valor del impacto que los ingenieros debemos dar a la sociedad y a la economía global en la que nuestro país se desenvuelve, promoviendo así el papel de la ingeniería y sus ejecutores, los ingenieros, quienes debemos dejar de ser simples usuarios de la tecnología para convertirnos en dosificadores de valor y cultivadores de la innovación como elemento fundamental para aportar ventajas competitivas a los productos hechos en México.

Es aquí donde mi reflexión semanal cobra forma: ¿será posible que cualquiera en nuestro país —ingenieros, abogados, médicos, políticos y de preferencia candidatos—, pueda generar valor a lo que hace, no sólo desde una óptica de innovación por sí misma, sino para dignificar este hermoso país que reclama a gritos —y a veces a sombrerazos— soluciones a los problemas y diferencias sociales que vivimos desde hace décadas? Todos podemos generar valor, ¡sigamos algún modelo, el que sea, pero hagámoslo ya! ¶

12 de junio de 2018

Los inteligentes que nos rodean

A muchos nos causa especial admiración coincidir con personas —de cualquier edad, condición social o nivel educativo— con particulares capacidades intelectuales, personas que lo mismo pueden recitar cifras de pi y hacer cálculos mentales con sorprendente velocidad y exactitud que lanzar el aire versos de Neruda y pasajes completos del Quijote; personas que tocan instrumentos musicales, se expresan de manera fluida en varios idiomas e incluso ostentan varios grados académicos a temprana edad; seres extraños que parecen no requerir esfuerzo alguno para resolver problemas, aprobar exámenes o salir adelante en condiciones donde las capacidades cognitivas son requeridas. De esas y otras personas quiero hablar hoy.

Según un estudio del Centro de Atención al Talento (cedat), publicada en Forbes México en julio de 2016, se estima que en nuestro país la cantidad de niños superdotados intelectualmente que superan los 130 puntos del índice de coeficiente intelectual (iq, por sus siglas en inglés), es cercana a un millón. Dichos infantes son identificados y diagnosticados inicialmente con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (tdah), lo que deriva en tratamientos para “controlar” y “resolver” esta condición. El camino debe ser otro sin duda; por fortuna, con el respaldo de la sep, existen ya programas para detección temprana de superdotación y sobre todo para una canalización posterior más adecuada y pertinente.

Sin embargo, existen otros inteligentes entre nosotros que saben leer ejemplarmente su contexto, que identifican cómo salir adelante con los recursos y capacidades con que cuentan y sobre todo que se sobreponen a condiciones adversas en una variedad de ámbitos. Estos inteligentes inundan nuestra vida, están en cualquier lugar, lo mismo en el gobierno que en la iniciativa privada, en asociaciones civiles y en un sinfín de actividades y responsabilidades sumamente transversales para cualquier actividad en nuestro país.

Estos otros inteligentes, los que mueven al país y a la economía, se empeñan diligentemente en aprovechar las relaciones, en mantener a flote sus organizaciones con los recursos existentes y a encontrar los caminos que hacen posible el logro de sus objetivos. Para estos inteligentes que se desvelan encontrando el cómo sí, para ellos todo el apoyo y consideración, pero sobre todo, la recomendación de fortalecer la paciencia y resiliencia.

En las circunstancias de incertidumbre presupuestal que se perciben en el país para el 2019, se recrudece la necesidad de la interacción interinstitucional, de reconocer que se deben encontrar soluciones más creativas y eficaces, propuestas que sin duda deberán buscar atender lo humanamente atendible en las mejores condiciones de calidad y transparencia.

Hoy más que nunca, la inteligencia de muchos ciudadanos deberá ponerse a prueba, tanto de aquellos a quienes corresponden las decisiones estratégicas de nuestra nación como de los que viviremos sus consecuencias, con la plena consciencia de que las propias limitaciones y las del entorno económico nacional y global empujan, incluso exigen, actuar congruentemente en bien de nuestro querido México.

En #DesdeCabina me resisto a creer que no podamos hacer que todos aquellos inteligentes que nos rodean —estemos o no en este grupo de mexicanos—, logren sacar adelante a esta valiosa nación. Sigamos haciendo que las cosas sucedan. ¶

18 de diciembre de 2018

La unaq en el espacio, pero con los pies en la tierra

Cuando llenaba las baterías emocionales con el Día de la familia del pasado fin de semana, llegó a mi mente una sencilla reflexión: todos tenemos diversas familias, además de las biológicas —en el sentido de las que proporciona la convivencia humana, en donde las afinidades entrelazan a las personas de manera significativa—; se trata de familias que integramos en nuestra actividad laboral, deportiva o de intereses diversos; personas con las que reímos, sufrimos y que nos hacen crecer de maneras diferentes a como lo hacemos con nuestras familias biológicas. Una de mis familias es la Universidad Aeronáutica de Querétaro (unaq) y este martes quiero compartir un logro más de esta comunidad a quien he visto crecer junto conmigo y a quien le tengo un respeto y cariño muy especiales.

El fin de semana antepasado, además de que los chicos U-Fly lograron el tricampeonato en la competencia de aeromodelismo, presenciamos un evento igualmente alentador, el lanzamiento del primer nanosatélite desarrollado por estudiantes y profesores de la unaq. El hecho, al igual que muchos otros en nuestra corta vida universitaria, marca un hito más en el trayecto que vislumbramos para convertirnos en una institución referente, nacional e internacionalmente, por sus impactos educativos, económicos y tecnológicos. Pero el significado de este importante logro para nuestra institución es aún más grande: 17 estudiantes y siete profesores, junto con investigadores de la empresa AI-Systems MXSpace, participaron en esta misión, apoyados con fondos públicos del Programa de Estímulos a la Innovación (pei) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (conacyt). La participación de este equipo buscó no sólo iniciar nuestro trabajo en esa “carrera espacial”, detonada por diversos actores nacionales —entre los que se encuentran la Agencia Espacial Mexicana—, sino que, además, nuestra institución busca desarrollar capacidades y experiencia para, en un futuro, participar en proyectos de mayor complejidad tecnológica. Lo importante es empezar y no detenerse.

Otra de las enseñanzas que nos dejan estas participaciones, es la importancia de ser conscientes, como institución y como familia, de que cualquier cosa que nos propongamos iniciar, por compleja que sea, la debemos concluir; por tanto, quiero externar mi orgullo y admiración a este grupo de estudiantes, compañeros profesores y empresarios visionarios por ¡tener iniciativa, pero, sobre todo, “terminativa”!; por atreverse a soñar, más aún, por comprometerse a materializar esos sueños.

 

Finalmente —sin dejar de lado mi interés por la reflexión que semanalmente pretendo provocar—, como cualquier familia, en donde la diversidad de sus miembros plantea grandes retos por sí misma, los éxitos de unos, así como los retos y contrariedades de otros, deben festejarse, compartirse para generar aprendizaje, pero sobre todo deben provocar un estado permanente de trabajo y conciencia de mejorar, de seguir creciendo, de entender que sin importar la velocidad, se debe seguir avanzando, siendo ejemplo y sobre todo compartiendo con el resto de la familia, para hacerla crecer e invitarla a volar mucho más alto, pero siempre con los pies en la tierra. ¶

6 de marzo de 2018

Los países más educados y sus política públicas

Es interesante invertir en uno mismo, ya sea porque se ha implementado un régimen alimenticio diferente, porque se ha iniciado la práctica de algún deporte, de un nuevo hobby o porque se ha retomado la formación continua —que debería ser permanente—. Este último es mi caso, ya que inicié mi participación en un diplomado en Intervenciones y políticas públicas, cuyas primeras sesiones me hicieron reflexionar sobre ese importante papel que desempeñan las políticas públicas y su implementación, y de manera particular en educación.

Dicho lo anterior, esta semana en #DesdeCabina compartiré una reflexión sobre aquellos países con sendos ejemplos de política educativa exitosamente implementada, tema abordado en el diplomado, pero sobre todo expuesto en el último reporte de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (ocde), liberado en el World Economic Forum,1 acerca de los países más educados: “These are the most educated countries in the world” es el título en inglés del reporte en cuestión.

Empecemos por definir lo que significa para la ocde el término “países más educados”: según el organismo internacional, son aquellos países en los que un alto porcentaje de ciudadanos alcanzan y concluyen la educación terciaria o de nivel superior. Para tal efecto, las naciones con mejores resultados han implementado políticas públicas de Estado, no sólo de periodo de gobierno, y han generado tales impactos en sus sociedades que hoy resultan un ejemplo para otras.

El primer lugar lo ocupa Corea del Sur (un país con poco más de 51 millones de habitantes), con un gasto en educación primaria, secundaria y terciaria (con énfasis en las ciencias y la tecnología) que se incrementó un 10% entre 2005 y 2014; hoy en Corea del Sur, siete de cada diez habitantes alcanzan el nivel terciario de educación (para edades entre 23-34 años), es decir, cuentan con una carrera profesional.

El segundo lugar lo ocupa Canadá, con un 60.6 % de personas con nivel de educación superior, seguido muy de cerca por Japón con un 60.1 % de sus habitantes que acceden a la educación superior y la concluyen. El cuarto y quinto lugar lo ocupan Lituania y Reino Unido con 54.9 % y 52.0 % respectivamente. Estados Unidos ocupa el lugar número diez con 47 % de sus habitantes con educación terciaria, superado por Australia, Noruega, Suiza y Luxemburgo.

La media para la ocde es de 43.1 % y debajo de este rasero se encuentra una cantidad importante de países latinoamericanos, incluyendo a México que ocupa el lugar 37 en la lista general. El reporte, además, muestra gráficos muy interesantes que permiten relacionar el impacto de los datos anteriores en función de las políticas de inversión y otros aspectos que permiten identificar algunos elementos exitosos y particulares de la implementación de sus políticas educativas y, sobre todo, de su impacto.

Diseñar e implementar políticas públicas que busquen incidir en aspectos trascendentales de la educación, en todos los niveles, desde el primario hasta el terciario, debiera ser el camino; retos como la calidad educativa —entendida por algunos como una moda o estrategia superflua—, el presupuesto y subsidio diferenciado, la inversión en evaluación, formación docente y tecnología educativa, no deben ser estrategias únicas o desvinculadas, sino deben formar parte de un sistema multivariable y de multiactores cuyo rol no sólo debe ser claramente identificado, sino además respetado y promovido por todos —principalmente por los actores mismos—, para provocar verdaderamente un desarrollo educativo y, por ende, una cierta regeneración nacional. ¶

11 de septiembre de 2018

1 Nota del editor: para consultar el reporte acceda a https://bit.ly/3z9QAqf

El fondo de la vinculación internacional con sentido común

Un viejo refrán dice que nadie es profeta en su tierra, y en cada ocasión que escucho tal aseveración popular me cuestiono el porqué; imagino el conjunto infinito de argumentaciones que han enriquecido la veracidad de tal dicho; también recurro a justificaciones que quizá están asociadas más a viejos paradigmas que tienen que ver con esa, vieja también, creencia acaecida al devenir histórico de nuestro país, el “malinchismo”. El asunto es que creo contar con una teoría que puede contradecir el dicho de la primera línea de este texto semanal.

Me explico: para empezar, el que alguien (persona u organización) no obtenga reconocimiento en sus propias latitudes quizá pueda deberse —y recalco que es una aproximación personal— a que no existe evidencia comprobada de que en realidad haya hecho una propuesta de valor que pueda ser reconocida por la sociedad en su conjunto o por los grupos sociales de influencia. Tal aseveración debe tener relación directamente proporcional a la lógica del ente o persona sujeta a valoración.

En palabras más coloquiales, si existen elementos para considerar una valoración social sostenible, un reconocimiento e impacto en la región o regiones de influencia, de manera automática el ente u organización tendrán una valoración positiva y, por lo tanto, apreciada en su región; es decir, podrán ser profetas en su tierra. Creo que este es el punto de partida para el establecimiento de esquemas que reconozcan internacionalmente la propuesta de valor que dicho ente ofrezca en el mercado.

Dicho de otra manera, tal propuesta de valor es vital para contar con un reconocimiento que supere las fronteras del círculo de influencia; y a dicha propuesta quiero referirme, puesto que es un círculo virtuoso o una espiral de mejora que sin duda llama la atención internacional.

En el caso muy particular de las instituciones educativas, no sólo se trata de la calidad de los programas educativos, de su planta docente, de la infraestructura educativa o sus relaciones, incluye —creo— un componente asociado al impacto que la organización educativa ha producido a lo largo de su vida institucional; en concreto, al impacto que su vida institucional ha provocado en su zona de influencia. En palabras del Director de Vinculación Estratégica de la Asociación Nacional de Instituciones de Educación Superior (anuies), el doctor Guillermo Hernández Duque Delgadillo, la internacionalización de las instituciones de educación superior es resultado de su pertinencia global, o sea —esta es una paráfrasis o interpretación de un servidor—, de que “conecten” a nivel local, regional y nacional, en un contexto de desarrollo de competencias y capacidades globales.

Entonces, ¿cómo es que podemos definir experiencias de vinculación internacional exitosas? En mi definición, no únicamente por la praxis común del intercambio docente o estudiantil, sino por el reconocimiento y búsqueda que otros hacen de nuestras prácticas, de nuestras relaciones y resultados, de nuestro impacto en pocas palabras.

Hoy, con relaciones internacionales aún en ciernes, pero con gran potencial, reconozco que el impacto que la unaq ha evidenciado internacionalmente es el punto de partida de un modelo que pretende no solamente incidir en la región de influencia de esta institución de educación superior estatal, sino que pretende ir más allá de Sudamérica, Norteamérica y Europa: pretendemos racionalizar aquello que ha resultado satisfactorio, y más aún, aquello que ha llamado la atención de connacionales y extranjeros; pretendemos, en resumidas cuentas, ratificar el gran potencial que nuestro país puede ofrecer al mundo para beneficio de los mexicanos y de la comunidad internacional. En esas estamos. ¶

26 de junio de 2018

Secuestrados por la educación y algo más

Soy geek de corazón, y aunque entiendo los nuevos modelos de negocio en la adquisición y utilización de la tecnología —o en realidad, la renta de la misma—, no deja de sorprenderme la velocidad con que esta cambia y la avidez de las marcas para mantenerse a la vanguardia, provocando, entre otras cosas, que los que necesitamos tales herramientas tecnológicas para nuestra vida cotidiana nos volvamos presas de continuas actualizaciones y mejoras en esa guerra por el mercado, llegando a provocar una sensación de apoderamiento de nuestra voluntad si es que queremos seguir utilizando dichas herramientas, si es que queremos seguir siendo competitivos al final del día.

Este martes en #DesdeCabina hago la anterior analogía, porque de la misma forma en que la tecnología nos empuja —aunque luego parece que nos secuestra—, debería de hacerlo la educación. En países asiáticos como Corea del Sur y China, o en europeos como Finlandia y Alemania, por mencionar sólo algunos, el nivel de competitividad y selectividad que viven los estudiantes desde temprana edad es tal que las familias reconocen, con demasiada antelación, que el futuro de sus hijos —y eventualmente ciudadanos de sus países— depende enteramente de su educación; es por eso que desde muy chicos se esfuerzan por ingresar a las mejores escuelas, por desarrollar sus competencias, por sobresalir, en pocas palabras. Y por su parte las escuelas, con el apoyo de los gobiernos, se encargan de crear y mantener una infraestructura educativa óptima, ya no digamos vanguardista, para desarrollar el cúmulo de capacidades, competencias y habilidades necesarias para la vida y la ciudadanía del siglo xxi.

No está por demás reconocer la importante labor de los docentes, esos seres especiales que velan concienzudamente por el aprendizaje de sus estudiantes, que se esfuerzan todos los días, que buscan mantenerse actualizados utilizando las mejores herramientas, la técnica y sobre todo la vocación, para transmitir conocimiento, para generar experiencias, para desarrollar capacidades, competencias y hábitos para la vida y las etapas futuras de sus pupilos.

De las políticas públicas, sus promotores y sus ejecutores hay mucho que comentar, pero el caso no es empantanarse con este tema en específico, que aunque toral, da para mucho más que estas líneas semanales. La situación es que al igual que muchos de nosotros nos sentimos, por decirlo así, secuestrados por la tecnología y sus vaivenes —reiteró la analogía—, estoy seguro de que también a muchos nos gustaría experimentar un “jalón” similar, uno que debería provocar la necesidad de educarnos, de conocer y ser impulsados por un sistema educativo que incluya un acceso equitativo a los diversos niveles y modalidades educativas, que promueva la permanencia en él y cuya evaluación permanente le permita evolucionar de manera constante; que cuente con profesores comprometidos, justamente evaluados, en permanente formación y desarrollo, y sobre todo con plena conciencia y vocación de servicio por encima de intereses mezquinos; un sistema que use la tecnología a su favor y se comprometa con una diversidad de esquemas que faciliten la inclusión, la multiculturalidad y el respeto al planeta y a sus especies, un sistema que impulse el auto aprendizaje permanente y la educación continua como medio de desarrollo. A mí me encantaría estar secuestrado o, mejor dicho, encantado por una educación así. ¿A ustedes no? ¶

7 de mayo de 2019