Caballeros del rey

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De hecho, tras la rendición de diversas localidades próximas a la capital en la primera quincena de octubre (Pico, Pontecorvo –donde el rey comandó el despliegue de 1.105 caballos–, Roccagiuglema, Roccavindola),

 a lo largo del resto de dicho mes e inicios de noviembre el ejército real ya comenzaba a reunirse en las afueras de Nápoles en varios campamentos, ubicando el central en la llanura de Campovechio donde se instalaba el rey.

 Sin aflojar en ningún momento el férreo cerco sobre Nápoles, dejando el mando nominal del campamento principal a su hijo Ferrante, bajo la supervisión de su tutor, el noble valenciano Eiximén Pérez de Corella, el monarca comandaba las fuerzas reales que tomaban, entre marzo y abril de 1442, Pozzuoli y Torre del Greco, en los alrededores de la capital, y ocupaban la totalidad de la península sorrentina, rindiendo Sorrento, Vico y Massa. A finales de mayo todo estaba dispuesto para un ataque final que se inició el 1 de junio, tras abrir, por traición, una brecha en la muralla norte de la capital. Al día siguiente caía la misma y René d’Anjou se vio obligado a huir.

 Al Magnánimo sólo le quedaba castigar la sedición del condottiere Antonio Caldora, quien se había pasado al bando angevino. Para ello se desplazó a las proximidades de Carpenone, señorío de Caldora, con la intención de combatirlo. El 28 de junio el rey y su ejército vencían en batalla campal a Caldora. A partir de entonces las resistencia militar que podía encontrar era muy reducida, por la precipitada retirada de las escasas tropas fieles al conde Sforza. El rey aprovechó la oportunidad y, en una campaña desarrollada entre julio y octubre, lograría controlar la casi totalidad de la provincia norteña de los Abruzos así como las tierras de Apulia y Capitanata al este de Nápoles. Entre julio y agosto dirigirió su ejército hacia el norte, hacia los Abruzos, protagonizando un auténtico paseo militar que redujo a su obediencia la práctica totalidad del territorio, retornando posteriormente hacia el sur (hacia la Apulia y Capitanata) donde, a lo largo de octubre, compró la fidelidad de nobles y castellanos locales obteniendo el control de toda la zona.

 A partir de entonces, Alfonso V controlaba todo el reino napolitano excepto cuatro ciudades, dos en el extremo norte (Teramo y Civitella en los Abruzos conservadas por Sforza) y dos en el sur (Tropea y Reggio en la Calabria, reductos angevinos).



Para llevar a cabo esas decisivas operaciones de 1442, Alfonso V dispuso directamente a su cargo de unos efectivos algo más numerosos que los movilizados para las campañas de 1441. Las fuentes disponibles, las cèdules de pago de la tesorería entre febrero y octubre de 1442,

 permiten acercarnos a las dimensiones del ejército que participó en el asedio y asalto de la capital durante la primavera, pero también a las que actuaron durante el verano e inicios de otoño. Podemos conocer los efectivos que movilizó el rey en las operaciones previas a la toma de Nápoles, a partir del estudio sistemático de los pagos de soldada librados entre febrero, abril y, sobre todo, en mayo:

 un ejército de nada menos que cerca de 9.000 hombres. En concreto había mantenido contratados 6.252 caballos (2.084 lanzas) organizados en 259 compañías y 2.809 efectivos de infantería, entre 2.626 infantes y 156 ballesteros en un total de 18 condestabilías y un pequeño contingente de 27 espingarders. Tomada la capital, no todas esas fuerzas participarían en la batalla de Carpenone y las campañas desarrolladas entre julio y octubre. Para dichas operaciones el Magnánimo dispuso a su servicio de menos efectivos, cerca de 4.500 hombres, en concreto 2.743 caballos (914 lanzas y 1 tercio de lanza) en 216 comitivas armadas y 1.767 efectivos de infantería (1.579 infantes y 161 ballesteros en 18 condestabilías y 27 espingarders), tal y como revelan los pagos de soldada efectuados entre julio y septiembre.



A comienzos de noviembre, a pesar de que el control militar del reino napolitano era casi total, el Magnánimo continuaría manteniendo unas fuerzas militares considerables. Lo exigía la defensa de las tierras conquistadas, tanto las zonas del interior del reino, donde la fidelidad de los barones y nobles locales era dudosa, como sus fronteras, en concreto la norte, la provincia de los Abruzos, territorio donde todavía se localizaban núcleos de resistencia y que limitaba con la marca de Ancona, el refugio del conde Francesco Sforza y su ejército. Para proteger la zona y combatir a Sforza mantuvo acantonado durante el invierno una sección de su ejército, 1.500 caballos (500 lanzas) y 500 infantes, que puso al mando del noble valenciano Ramon Boïl, camarlenc y virrey de los Abruzos, unas fuerzas a las que uniría el ejército del condottiere Nicolo Piccinino (4.000 caballos y 2.000 infantes) contratado por el rey en septiembre.



6. LAS CAMPAÑAS CENTRO-ITALIANAS ENTRE 1443 Y 1448



El final de la conquista de Nápoles no supuso, pues, la desmovilización del ejército del rey. La guerra de conquista le había dotado de tropas permanentes que continuaron movilizadas en las diferentes operaciones que emprendió desde 1443 hasta 1448, mientras comandó en persona sus ejércitos. A lo largo de esos años siempre dispuso de tropas en pie de guerra, tanto secciones de su ejército como efectivos contratados a condottieri, cuya cuantía fluctuó en función de la disponibilidad de las finanzas reales y de las necesidades que le impuso el ciclo de «guerras justas y necesarias» en el que se vio inmerso.

 Unos conflictos que se desarrollarían en escenarios diversos: en el propio reino napolitano, rindiendo enclaves hostiles o sofocando rebeliones baroniales, como la del virrey de Calabria (1444); y, sobre todo, en el difícil tablero político de la Italia central (1443-1448), donde desplegó una política encaminada a extender su influencia sobre las tierras del papado, aliándose con el duque de Milán (Filippo Maria Visconti) y con un dócil papa (Eugenio IV) en contra del conde Francesco Sforza y granjeándose por ello la abierta hostilidad de Venecia y Florencia. Esa política llevaría al rey a intervenir entre 1442 y 1445 en la marca de Ancona combatiendo a Sforza, su principal rival, pero también en la Toscana entre 1446 y 1448. La movilización de sus ejércitos entre 1443 y 1448 siempre obedecería a la misma pauta, acorde con la corta duración de las propias campañas bélicas. Durante la primavera preparativos financieros y pagos de soldada (acorriment e imprestanza), despliegue de tropas en campaña durante el verano e inicios del otoño y acuartelamiento de los efectivos a lo largo del invierno, aunque manteniendo operativas tropas en la frontera norte e incluso enviando contingentes expedicionarios a Génova, a Milán y a Roma en apoyo de sus respectivos aliados en esos estados, la facción genovesa de los Adorni, el duque de Milán Filippo Maria Visconti y el papa Eugenio IV.



La contratación de los efectivos y el pago de soldadas obligaba a las finanzas reales a dispendios extraordinarios concentrados en breves periodos de tiempo. Para afrontarlos, el monarca continuó con la misma política financiera: masivas compras y distribución de paños (draps) como medio complementario de pago;

 y uso generalizado de letras de cambio para adelantar capital en Nápoles sobre rentas reales o subsidios de Cortes a percibir en sus dominios valencianos, catalanes y sicilianos.

 A ello habría que unir una racionalización de las finanzas reales con la introducción de un impuesto directo para todo el reino napolitano (un fogaje) y el recurso al crédito y redes bancarias de mercaderes y banqueros.

 Ahora bien, desde 1443, la disponibilidad de las arcas reales se beneficiaría de las finanzas de la Iglesia: el rey logró del papa Eugenio IV, también interesado en la expulsión del condottiere Sforza de la marca de Ancona, la aceptación de su posición en Nápoles y una estrecha alianza cercana a la sumisión, al aceptar todo tipo de cargos y prebendas eclesiásticos solicitadas por el rey para sus agentes y al otorgar unos subdidos más que generosos: 140.000 duc. (200.000 flor.) en 1443 y 40.000 duc. en 1446, fondos que ayudaron a contratar las tropas reales.



Entre 1443 y 1445, para las expediciones a la marca de Ancona contra Sforza, el grueso de las fuerzas contratadas se desplegaba en campañas no más de seis o siete meses (generalmente de mayo-junio a octubre-noviembre), aunque al finalizar las mismas durante los meses invernales, al tiempo que la mayoría de las fuerzas se retiraba a las principales ciudades reales (Nápoles, Capua, etc.), siempre se acantonaban contingentes considerables en la frontera norte (en los Abruzos) o en la propia marca de Ancona, al mando de nobles cortesanos o de capitanes y condottieri locales regularizados al servicio del rey. Solamente para la movilización del ejército real que finalizó en el fallido asedio de la localidad costera de Piombino (agosto de 1448), en la Toscana, el grueso del ejército real estuvo desplegado durante cerca de dos años, desde noviembre de 1446 a septiembre de 1448, desde su partida hacia el norte y acuartelamiento invernal cerca de Roma, en Tívoli, hasta su movilización hacia la Toscana. Ahora bien, las tropas que intervinieron en esa campaña comenzaron a ser contratadas a partir de la febrero de 1446, mientras que ese año el rey disponía en activo cuantiosas fuerzas en la marca de Ancona y enviaba al duque de Milán un nutrido contingente de apoyo.

 



Podemos examinar la movilización y dimensiones de las fuerzas militares que Alfonso V desplegó en el centro de Italia entre 1445 y 1448 a partir de los fondos de la tesorería (contabilidad y cèdules de pago) disponibles en ese periodo.



En febrero de 1443 Alfonso el Magnánimo entraba triunfalmente en Nápoles, dando por concluidas sus campañas de conquista y control militar del reino. Como ya comentamos, del ejército real sólo permanecían movilizadas las fuerzas a cargo de Ramon Boïl en el norte, los Abruzos, reforzadas con el ejército del condottiere Nicolo Piccinino, contratado desde septiembre de 1442. El monarca no tardó en retornar a las operaciones ya que para inicios del verano reforzaba las fuerzas de Boïl acudiendo a la marca de Ancona a combatir a Sforza.

 Antes, durante la primavera, celebraría un Parlamento con la nobleza local en el que reorganizó las estructuras militares del esquilmado reino napolitano: canceló cualquier vestigio del servicio feudatario, comprometiéndose a no volver a convocarlo bajo la forma del cobro del scutage, y prohibió que cualquier noble o barón reclutara gente de armas por su cuenta, autorizándose ejércitos privados sólo para servir en el ejército real.

 Para reforzar esa decisión comenzaría a contratar gente de armas a la nobleza local, iniciando con los pagos de soldada la articulación de su ejército. A mediados de junio partió con sus tropas hacia el norte a unirse con Boïl y Piccinino, a quien se le renovó la condotta en julio. Gran parte del dinero necesario para la contratación de sus fuerzas lo obtendría el monarca de las arcas de la Iglesia. En febrero, en Terracina, cerraba un acuerdo con el legado papal, Ludovico Scarampo, cardenal de Aquileia: a cambio de que el rey expulsara al conde Sforza de la marca de Ancona, feudo papal, lograba una estrecha alianza con el papa Eugenio IV quien le otorgaba la bula de investidura sobre el reino napolitano y le concedía un subsidio de 140.000 duc. (200.000 flor.) a recaudar sobre todo el clero de los dominios ibéricos e italianos del rey, que sería anticipado mediante préstamos y letras de cambio.

 Con ese capital pudo reunir el rey un formidable ejército, entre 9.000 y 10.000 hombres: la mitad eran las tropas de Piccinino (4.000 caballos y 1.000 infantes) mientras el resto procederían de las comandadas por Boïl, virrey de los Abruzos, y de las fuerzas que movilizó el rey desde Nápoles. Tal exhibición de potencial militar obligó a huir a Sforza de la marca e incluso provocó que algunos de sus capitanes y jefes de escuadras entraran a sueldo del rey. El ejército combinado del rey y Piccinino, actuando en nombre de la Iglesia, había logrado en agosto y septiembre reconquistar casi toda la marca. Sin embargo, un cambio de las alianzas en los estados norditalianos obligó al rey a ralentizar primero y paralizar después todas las operaciones. Para inicios de septiembre se encontró con la oposición de los principales estados italianos e incluso su único aliado en el norte, el duque de Milán, dio un giro y firmó la paz con el conde Sforza, su yerno. Paralelamente Milán también había firmado la paz con Venecia y Florencia. Todos ellos aceptaron ayudar a Sforza contra el Magnánimo y el papa contratando 5.000 caballos y 1.000 infantes que se unirían a las propias fuerzas del conde. Ante esta situación, a fines de septiembre el rey decidía retirarse de la marca, dejando sólo guarniciones al mando de Boïl y de un condottiere regular de su ejército, Paolo di Sangro, quienes quedaban como comisarios reales y de la Iglesia para la defensa de la marca, en particular Boïl, quien fue encargado de ocupar Teramo, en los límites de la marca y los Abruzos. A inicios de noviembre el ejército real retornaba a los cuarteles de invierno en los Abruzos, volviendo el monarca a Nápoles en diciembre. Los seis meses de campaña le supusieron, como reconoció el rey en 1446, un desembolso próximo a los 800.000 duc.



En la primavera de 1444, de nuevo se iniciaban preparativos financieros y contratación de tropas para otra expedición real a la marca de Ancona. Las únicas fuerzas en activo eran las comandadas por Ramon Boïl y Paolo di Sangro en la marca, a las que unía de nuevo el ejército de Piccinino, a quien el rey firmaba una condotta anual en febrero.

 Para lograr la liquidez necesaria para pagar las soldadas, entre febrero y marzo se giraron desde Nápoles doce letras de cambio, firmadas por el propio monarca o por Guillem Pujades, como reebedor de les peccúnies de la cort, dirigidas a Valencia, al tesorero Mateu Pujades, que permitieron disponer por anticipado, de mercaderes, cortesanos y oficiales reales, nada menos que 92.583 duc.;

 un capital que, como reconoció el rey, debía de ser pagado a cuenta de los restos del subsidio eclesiástico de 140.000 duc. obtenido el año anterior.

 El rey disponía de dinero fresco e informaba al papa del inicio de la articulación y reclutamiento de las tropas, a través del memorial que el 26 de marzo enviaba a su representante en Roma.

 Según reconocía, ese día ya había pagado y enviado a unirse con Piccinino en la marca a 2.400 caballos (800 lanzas) a cargo del duque de Melfi (Tommasso Caracciolo) y tres condottieri de su ejército. Pretendía reunir para el 23 de abril 10.000 caballos. Informaba cómo ya había dado medio acorriment e imprestanza a 3.000 lanzas, procedentes de las ciudades del dominio real y de diferentes capitanes, y confiaba completar pronto la mitad restante. Pero una grave enfermedad del rey retrasó los planes hasta fines de junio. En julio las fuerzas que comandaba a unirse al ejército papal en la marca de Ancona contra Sforza se habían reducido a 5.000 caballos, según informaba al príncipe de Tarento solicitándole que enviase efectivos, reducción quizás relacionada por el empleo de parte de las tropas en un contingente expedicionario enviado en apoyo de sus aliados en Génova.



A mediados de julio el rey partió de Capua hacia el norte, hacia Teano, donde esperaba reunir el conjunto de sus fuerzas. Pero un nuevo y grave contratiempo, una rebelión baronial, le obligó a dividir su ejército y a desistir de marchar personalmente hacia la marca. El noble siciliano Antonio de Centelles Ventimiglia, marqués de Crotone y virrey de Calabria, quien marchaba con 300 caballos a reunirse con el ejército real, se declaró en rebeldía y retornó a sus dominios del sur donde se acantonó. El rey canceló su marcha hacia el norte y tuvo que fraccionar el ejército que había ido contratando en dos frentes, hacia al norte, a los Abruzos, y hacia el sur, a la Calabria.

 Regresó con el grueso de sus fuerzas hacia Nápoles, enviando en persecución de Centelles inicialmente a 1.000 caballos dirigidos por Paolo di Sangro. Sólo pudo enviar hacia el norte a un contingente dirigido por el noble aragonés Lope Jiménez de Urrea, camarlec, por el caballero valenciano Gracia de Cabanyelles, conde de Troia, y por el conde Orso Orsini, canceller del reino napolitano. Unas fuerzas que se unirían a las tropas que mantenía en los Abruzos, en Atri, Ramon Boïl. Pero antes de que ese ejército se reuniese en el norte, la situación militar había girado completamente a favor del conde Sforza quien entre julio y agosto desbarataba las tropas del condottiere real Niccolo Piccinino. Sforza reconquistó toda la marca de Ancona y venció y capturó al hijo de Piccinino por lo que las fuerzas del Magnánimo tuvieron que desplegarse en la frontera de los Abruzos, antes de retirarse a sus cuarteles invernales a fines de noviembre. Todo lo que se había ganado el año anterior en la marca lo recuperó victoriosamente Sforza en dos meses, obligando a las tropas reales a mantener una posición defensiva. Mientras tanto, el rey, al mando de la mayor parte de las tropas que había contratado en la primavera, dirigía personalmente una larga campaña en Calabria contra Antonio Centelles, marqués de Crotone, desde mediados de octubre de 1444 hasta fines de febrero de 1445. En unas operaciones en pleno invierno pudo rendir Crotone en enero y Catanzaro, donde se había refugiado Centelles, en febrero. A inicios de marzo regresaba hacia Nápoles.



En mayo de 1445 en Nápoles se volvía a preparar otra campaña en la marca contra Sforza. El Magnánimo aprovechaba la necesidad del pontífice Eugenio IV de ayuda frente a la presión militar de Sforza sobre los estados papales y renovaba su alianza, obteniendo las últimas concesiones de su bula de investidura sobre el reino napolitano. También recuperaba su alianza con el duque de Milán, de nuevo enfrentado con su yerno Sforza, por lo que la coyuntura era más que propicia para expulsar definitivamente al conde de la marca de Ancona.

 Para las operaciones del verano de 1445

 de nuevo movilizó un considerable ejército, que podemos conocer a partir de los fragmentos de cèdules de la tesorería conservados de ese año, entre septiembre y diciembre.

 A finales de julio el rey salió de Capua hacia Teano, donde debían concentrarse, camino del norte, las fuerzas contratadas. Encontró dificultades para articular las tropas asoldadas, ya que tardaron en llegar al punto de reunión y, como confesó, tuvo que ralentizar su marcha para evitar el desprestigio de atravesar tierras de barones con pocas compañías de gente de armas.

 Pero a inicios de septiembre el conjunto de tropas reales fueron llegando a los Abruzos. En total, según revelan los pagos de soldada de septiembre y octubre recogidos en las cèdules de la tesorería, había movilizado un ejército de cerca de 4.500 hombres: 2.746 caballos (915 lanzas y 1 tercio de lanza) organizados en 168 comitivas armadas y 1.596 efectivos de infantería (entre 1.400 infantes y 191 espingarderos).

 Parte de esas tropas, en concreto 1.652 caballos (550 lanzas y 2 tercios de lanza) organizados en 62 comitivas armadas, las enviaría al mando del noble siciliano Giovanni de Ventimiglia, marques de Gerace, a unirse a las fuerzas papales que combatían a Sforza en la marca de Ancona. Pero el monarca y el resto del ejército no pasaron a la marca sino que permanecieron en los Abruzos, debido a la carestía de víveres en la zona, castigada por el constante trasiego de tropas y, en parte, por desconfianza respecto a las tropas papales, comandadas por el cardenal d’Aquileia. En los Abruzos las fuerzas reales iniciaron el asedio del último reducto que disponía el conde Sforza en el reino napolitano, el castillo de Civitella. Pero a comienzos de septiembre el rey se retiró hacia el sur, primero a Teramo y más tarde a Atri, dejando el mando de las operaciones del ejército real que asediaba Civitella a Ramon Boïl y enviando un pequeño contingente a cargo de Berenguer d’Erill a reforzar las tropas del marqués de Gerace. El resultado de las operaciones fue un completo éxito. Las fuerzas combinadas papales y reales lograron entre noviembre y diciembre ocupar la práctica totalidad de la marca de Ancona, expulsando al conde Sforza y sus tropas: de hecho, el 25 de diciembre Boïl rendía Civitella.



Para finales de 1445 por fin parecía que la situación militar tanto el extremo norte del reino, en los Abruzos, como en la vecina marca de Ancona, se estabilizaba a favor del Magnánimo y sus aliados, el papa y el duque de Milán. Sin embargo tan sólo se trataba del parón invernal de las operaciones. En primavera el conde Sforza reinició las hostilidades y continuó combatiendo las tierras papales. Contaba con el decidido apoyo de Venecia y Florencia: Venecia se encontraba en enfrentamiento abierto con Milán desde 1426 y se oponía a cualquier alianza entre Visconti y el Magnánimo; Florencia, aliada a su vez de Venecia, no podía consentir que el rey consolidara su influencia sobre el papado. La permanente guerra entre los estados norditalianos favorecía las intenciones de los comandantes profesionales, entre ellos el conde y condottiere Sforza quien, buscando consolidar un estado propio en la marca de Ancona, reaunudaba las operaciones a mediados de marzo. Ante ello era necesario que el ejército del rey continuase operativo para una nueva campaña en las fronteras norte del reino napolitano, en los Abruzos, pero también en Nápoles y otras ciudades reales. Por ese motivo, desde febrero de 1446, las finanzas reales siguieron pagando la soldada (acorriments e imprestanza) al conjunto de sus tropas, tanto a las que habían pasado el invierno en la frontera como a aquéllas retornadas a Nápoles.

 



El 3 de febrero de 1446 el monarca informaba al cardenal de Aquileia que esperaba reunir un ejército de 2.000 caballos y 1.000 infantes, aunque confiaba ampliarlo hasta 9.000 caballos para marchar personalmente hacia la marca en abril.

 Aunque era una previsión optimista por las dimensiones y fecha de partida, la información de la tesorería confirma el inicio de la articulación del ejército en febrero. Ese mes comenzaba un ciclo de pagos de soldada que continuaría a lo largo de todo el año. Es probable que todavía no se se conociese la partida de las tropas, pero era necesario iniciar el lento proceso de articulación del ejército librando los correspondientes adelantos fraccionados de soldada. Las cèdules de la tesorería del primer semestre de 1446 permiten conocer la mecánica del pago y la cuantía de las tropas. En febrero el tesorero Mateu Pujades comenzaba a pagar 4 duc. por lanza y en marzo el cumplimiento de la emprestança de 60 duc. a 1.675 caballos (558 lanzas y 1 tercio de lanza) dispuestos en 135 pequeñas comitivas de la escuadra real.

 En abril el tesorero libraba media emprestança (30 duc.) a 7 conducters a cargo de 1.269 caballos (423 lanzas).

 En mayo también se pagaba otra media emprestança a 24 capitanes y hombres de armas a cargo de 350 caballos (116 lanzas y 2 tercios de lanza), así como a parte de la escuadra de Ramon Boïl, 555 caballos (185 lanzas) en 48 comitivas y 850 infantes en 13 condestabilías.

 Hasta entrado el verano no se reanudaba la contratación de tropas pagándose al grueso de fuerzas del ejército. Para entonces ya se había obtenido del papa (el 23 de abril) una bula que le autorizaba a atacar, si era necesario, a Florencia, el principal aliado de Sforza, así como un subdisio de 40.000 duc. para sufragar los gastos, a percibir sobre el clero de los reinos ibéricos del monarca.

 Obtenido el subsidio, como reconocía el propio rey el 2 de mayo, ya se enviaba a Roma en apoyo de las tropas papales que marchaban hacía el frente contra Sforza, un contingente de 2.000 caballos y 500 infantes, y aseguraba que pronto enviaría hacia el norte, a los Abruzos, otros 1.000 caballos y 1.000 infantes.

 En junio el ejército del conde Sforza, más de 6.000 hombres, atacaba Roma; el cardenal de Aquileia y Eugenio IV deseaban una ayuda militar mayor y más rápida por parte del rey, aunque no querían que las tropas fueran dirigidas por el monarca, quizás por desconfianza de verle al frente de un poderoso ejército cerca de Roma.



El grueso de las fuerzas del Magnánimo no estuvo preparado hasta bien entrado el otoño debido a una enfermedad del rey y, sobre todo, a la entrada de capital en las arcas reales, vía créditos y letras de cambio. Conforme iba lográndose liquidez se reanudaban los pagos de soldada a partir de agosto y especialmente a lo largo de septiembre cuando se pagó adelantos de media emprestança (con libranzas de 20 y de 10 duc.) al conjunto de escuadras del ejército real: en agosto 807 caballos (219 lanzas en 37 comitivas) y 650 infantes en 12 conestabilías,

 y en septiembre 2.931 caballos (977 lanzas en 242 compañías), 320 infantes en 5 condestabilías y 31 espingarderos.

 Para octubre el monarca ya estaba en condiciones de informar del despliegue del conjunto de su ejército: enviaba en ayuda del duque de Milán 2.500 caballos y él comandaba personalmente 5.000 para socorrer el ejército papal del cardenal de Aquileia.

 Las cèdules de la tesorería confirman que el conjunto de combatientes que había ido recibiendo soldada del rey entre febrero y septiembre superaban los 7.500 caballos: en concreto 7.687 caballos (2.562 lanzas y 1 tercio de lanza, en 494 comitivas) junto a 2.000 efectivos de infantería (1.970 infantes en 31 condestabilías y 31 espingarderos).

 Su contratación había supuesto a las arcas reales un desembolso próximo a los 40.000 duc.

 y sólo era la media paga. Durante la segunda quincena de octubre, todavía en Nápoles, las tropas percibirían la mitad restante (30 duc. lanza, recibiendo algunas compañías pagos en draps por 10 duc. lanza),

 al tiempo que las fuerzas que partían de la marca de Ancona hacia Milán, al mando de Ramon Boïl, 2.137 caballos (713 lanzas y 1 tercio de lanza), recibían dos acorriments más a fines de octubre y de noviembre.

 A inicios de noviembre de 1446 el rey partía de Nápoles hacia el norte al mando del grueso de su ejército, en el momento en que disponía del camino libre hacia la Italia central, sin oposición alguna de su teórico aliado, el ejército papal que, desde fines de septiembre, se encontraba asediado en el territorio de Rimini por las fuerzas de Sforza.

 De hecho ni el papa Eugenio IV ni su comandante el cardenal de Aquileia deseaban ver al Magnánimo dirigirse con su gran ejército al escenario de los enfrentamientos. Entre noviembre y diciembre, mientras por los rigores invernales se retiraban a sus cuarteles las fuerzas papales y las de Sforza, venecianas y florentinas, Alfonso V conducía su ejército, en un lento y tortuoso viaje, en dirección a Roma. El 29 de diciembre solicitaba al papa un subdisio de 20.000 duc. para mantener su ejército durante el invierno ya que como rey, según reconoció, no podía permitirse vivir sobre el terreno como cualquier otro condottiere. Como quiera que el papa rechazó concederle subsidio alguno, el monarca proclamó la plena independencia de su ejército de las fuerzas pontificias. El 8 de enero de 1447 acampaba en las cercanías de Roma, en Tívoli, posición privilegiada para vigilar y controlar al estado papal. Allí permancería junto a su ejército durante los próximos ocho meses.



Ese largo periodo de inactividad militar sólo puede explicarse por la muerte del papa Eugenio IV a fines de febrero y la incógnita por la elección de un nuevo pontífice (Nicolás V), pero también por su rechazo a empeñar el grueso de sus fuerzas en Lombardía, en defensa de Milán contra Venecia, si persistía la hostilidad de Florencia. Pero Alfonso el Magnánimo no tenía verdaderas aspiraciones expansionistas en el norte de Italia y, de hecho, carecía de los recursos para consolidar una hegemonía en la zona. Mantener una postura belicosa en Italia era la excusa perfecta para evitar regresar a sus dominios ibéricos y ayudar a su hermano Juan de Navarra en la contienda civil castellana que incluso amenazaba con una nueva guerra abierta con Castilla. La lógica de conflictividad interestatal italiana y sus alianzas, en la que participaba al frente del reino de Nápoles como un contendiente más, era lo que le había llevado a enemistarse con Venecia y Florencia.

 Esta sería la causa que le obligaría a entrar en guerra con Florencia, a la que enviaría un ultimátum en diciembre de 1447 amenazándole si no retiraba su apoyo a Venecia en la guerra con Milán. De hecho, a fin de mantener operativo el ejército para el destino que fuese necesario, en la primavera de ese año la tesorería iniciaba nuevos ciclos de pago de soldada (acorriments de 10, 20 y 30 duc. lanza)