El desafío crucial

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La sociedad transformada

En el pasado, la educación ha sido el antídoto más seguro contra el desplazamiento que produce la automatización. Un tejedor artesanal desempleado podía aprender a manejar maquinaria. Un maquinista desplazado podría aprender ingeniería o administración. Este camino ascendente siempre estuvo disponible porque incluso cuando los trabajos de baja calificación desaparecían, las economías se volvían más complejas, al igual que el trabajo que las impulsaba. Las habilidades cada vez más sofisticadas generaban ingresos significativamente mejores. Esta dinámica aún se da en la era de las máquinas inteligentes. La diferencia es que con el crecimiento explosivo de la tecnología, la divergencia educativa entre lo que se enseña y lo que se necesita se está haciendo cada vez más pronunciada. Hace una generación, una persona podía pasar cuatro o cinco años estudiando para sacar un título profesional y esperar con confianza la obtención de un empleo estable. Éste ya no parece ser el caso. Las presiones de la automatización y la globalización, además de las crecientes complejidades del trabajo disponible, pueden llevar a problemas de empleabilidad y un estancamiento de los ingresos de técnicos y profesionales, por supuesto con la excepción de aquellos que puedan demostrar un aporte de mayor valor, a través de competencias y prácticas que los equipan para trabajar en áreas nuevas que requieran de solución de problemas complejos e innovación.

Otro factor que da cuenta de lo que ocurre en una sociedad que está viviendo un fuerte proceso de transformación, lo constituye el hecho de que en su entorno físico no existe ya nada completamente natural pues la vida cotidiana de las personas se desarrolla rodeada de los más diversos dispositivos tecnológicos. La Revolución Industrial del siglo XIX abrió las puertas a una nueva etapa de la civilización. A partir de entonces la tecnología ha invadido todos los rincones de la vida humana. Los avances científicos del siglo XX y sus repercusiones en el diseño y desarrollo de nuevas tecnologías han hecho cambiar por completo, en pocos años, el panorama actual. Por una parte, se han creado nuevas fuentes de energía. La síntesis de nuevos materiales con propiedades insospechadas, como por ejemplo el grafeno, altera por completo el total de componentes disponibles para realizar nuevos productos. La tecnología láser permite utilizar la luz como fuente de energía no sólo extraordinariamente potente, si se desea, sino también insospechadamente versátil y adaptable tanto a trabajos de tipo mecánico como a funciones de comunicación o de procesamiento de información. La biotecnología permite por primera vez la producción de organismos vivos con características predefinidas y siguiendo procesos enteramente artificiales. Nunca como hasta ahora había estado la sociedad en su conjunto tan articulada en torno a la actividad tecnológica, y nunca la tecnología había tenido tan fuertes repercusiones sobre la estructura social, y en especial sobre la estructura cultural de una sociedad. En definitiva, pues, la tecnología actual tiene efectos decisivos en los componentes más peculiares de nuestra cultura: nuestros sistemas de conocimientos, nuestras pautas de comportamiento y nuestros sistemas de valores. Y ello no de una forma esporádica y accidental, sino de manera sistemática, continua, intensa y sin vuelta atrás.

Otro aspecto clave que se potencia con los avances tecnológicos de la era digital, son los cambios generacionales que conforman un cuadro con diversas consecuencias para el trabajo y los negocios. Los representantes de la generación milenio, que ya tienen actualmente más de veinte años, están accediendo a los puestos de trabajo con ciertas actitudes, intereses y demandas que marcan fuertemente las tendencias para el consumo y los requerimientos a las organizaciones y líderes de equipos de trabajo. Están insertos en un mundo, donde se envían 30 000 millones de mensajes diarios por WhatsApp, donde más del 80% nunca se separa de su teléfono inteligente. Este “mundo del ahora” obliga a las empresas a responder en tiempo real dondequiera que estén sus clientes y sean estos quienes sean. Sería un error pensar que esto se limita a economías altamente desarrolladas, ya que abarca a sociedades tan diversas que van desde el auge de compras en línea en China hasta el creciente número de suscripciones de telefonía móvil en África. También se espera que un punto de inflexión muy importante ocurra en 2020, que será el momento, según un vaticinio de Google, en que casi toda la población del mundo estará conectada a internet.

Para liderar esta generación, cada vez más influyente, será necesario hacer también cambios en la forma en que se obtiene su talento y su participación en equipos de trabajo. De acuerdo con la Encuesta Millennial 2015 llevada a cabo por Deloitte, en que participaron más de 7 800 nacidos después de 1983, estuvieron de acuerdo con seis características consistentes con la definición de un “verdadero líder”, que determinan un desafío adicional para comenzar a hacer las cosas de un modo diferente: se valora actuar como un pensador estratégico, es decir anticipar los ambientes cambiantes en los negocios, pensar críticamente, analizar información y alinear sus acciones con las necesidades del negocio y los empleados. También es relevante para los nuevos profesionales que sus líderes motiven y sean una fuente positiva de influencia, comuniquen en forma efectiva y construyan alianzas con otros líderes y equipos para fomentar el éxito en el negocio.

En este cambio generacional, se deberá agregar muy pronto la irrupción en el trabajo de otro importante segmento: la generación Z, o Centennials, que nacieron ya en este siglo XXI, están hiper conectados y tienen más amigos virtuales que reales. La tecnología es, para la mayoría, parte central de su vida y casi una extensión de su propio cuerpo. Son el relevo de la generación Y. Si la generación anterior se caracterizó por romper paradigmas con una mirada más flexible del mundo del trabajo, del concepto de familia y del uso de la tecnología, las expectativas sobre los cambios que impulsarán los Z son mayores. Por el momento, los expertos se atreven a describir su mirada del mundo con tres palabras: inmediatez, rapidez y eficiencia. A ellos se suma otro grupo muy relevante de “migrantes digitales” que se han incorporado a esta era digital con mayor o menor adquisición de las tecnologías. Este escenario estaría formando una nueva “clase” con una disposición distinta frente al trabajo y que se supone posee algunas competencias que los preparan mejor para los nuevos desafíos. Sería una superación de lo que se denominó a mediados del siglo XX “trabajadores de cuello blanco” para asociarlos a los que trabajan en tareas productivas o de servicio que requieren el uso de algunas competencias intelectuales especificas aprendidas en carreras de formación técnica o profesional en áreas como finanzas, administración, servicios y en general carreras universitarias de diverso tipo.

La migración digital, especialmente de algunos integrantes de la generación X anterior a 1985, unida a los comportamientos de los integrantes de la generación Y, y pronto la Z, está reemplazando la clase de cuello blanco por una clase de “cuello dorado”, denominada así por el valor que agregan a las organizaciones en que se desempeñan y que en su conjunto conforman un grupo que está creciendo de manera acelerada: los knowmads, o nómadas del conocimiento según el nombre creado por John Movarec, experto sobre el futuro del trabajo y la educación, que hace un juego de palabras entre Know (conocimiento en inglés) y nómada en referencia a los pueblos y tribus que no tenían un lugar fijo donde residir y buscaban siempre aquello que les era más favorable. Los nómadas del conocimiento constituirán para este autor el 45% de la fuerza laboral en 2020. Hay sociólogos que ya hablan del knowmad como el ciudadano del siglo XXI. No tiene una edad determinada, contrariamente a lo que muchos piensan. No entiende su trabajo como un trabajo. Es una persona imaginativa, pero además de imaginar, tiene la capacidad de transformar lo imaginado en ideas productivas y por supuesto es un usuario frecuente de las nuevas tecnologías digitales. Transforma la información en conocimiento y la comparte. Como explica Moravec, “el conocimiento no es algo impersonal como lo es el dinero. No se encuentra en los libros, en las bases de datos o en un programa computacional. Estos sólo portan información. El conocimiento lo encarna siempre una persona, que es quien lo lleva, lo genera, lo aumenta o lo mejora, lo aplica y quien se lo transmite a otra persona o equipo de trabajo”. En síntesis, el avance tecnológico no es algo que se vaya a revertir, tampoco su rol cada vez más preponderante en la vida moderna, lo que ha traído consigo que las nuevas generaciones puedan ser consideradas nativas digitales y adopten rápidamente las diversas formas en que éste se manifiesta. Sin embargo asumir la automatización en el trabajo es otra cosa diferente, ya que no necesariamente estamos preparados para ello. Se requiere una actitud y ciertas competencias que no se enseñan con mucha claridad en el colegio ni en la universidad, que se deben adquirir o potenciar de modo diferente y que, al parecer, es algo que ya están haciendo los denominados nómadas del conocimiento. En este sentido podría revalorizarse el hecho de que, por mucho que avance la tecnología, hay cosas que los robots será muy difícil que logren emular: se trata de todo aquello que requiera creatividad, capacidad de síntesis, resolución de problemas e innovación, por lo que, si no hemos cultivado destrezas de ese tipo, tendremos que explorar la forma de lograrlo y así recuperar ventajas competitivas en lo personal y profesional.

 

Explorando nuevas rutas

Tomando en serio el desafío de desarrollar las nuevas competencias, lo primero será poseer la información relevante, luego el conocimiento teórico, pero después el conocimiento aplicado a crear nuevos productos, servicios, procesos o modelos que satisfagan necesidades o vacíos en áreas de gran relevancia para las personas y las organizaciones. Es el camino que siguen los integrantes de la clase de “cuello dorado” y las empresas que hoy triunfan en el mundo de los negocios y que han tenido a la cabeza fundadores o creadores capaces de identificar esas necesidades latentes y avanzar en la creación de soluciones o propuestas, que no surgen de la nada, sino que toman el conocimiento y la tecnología y los utilizan para dar forma a una propuesta diferente y disruptiva. Se dirá que en los ejemplos de las grandes apuestas que han triunfado, tales Uber o Whatsapp, no se están considerando todas aquellas a las que no les ha ido bien y han tenido que salir del mercado. Eso ocurrirá siempre y es parte de la selección natural que opera en la innovación, pero que en nada anula la actitud y empleo de recursos nuevos, de una metodología diferente para crear y aprender, de un rediseño de las competencias necesarias que serán la base para crear valor. En un entorno más estrecho, como una pequeña empresa o una carrera profesional, van a significar una diferencia al momento de buscar trabajo o de mantener la estabilidad en el mismo durante los próximos años.

La ventaja competitiva más poderosa que le permite a una organización reaccionar con flexibilidad, rapidez, con capacidad de cambio, es el talento, el conocimiento y la innovación. Sobre eso hoy ya no hay ninguna duda, pues se generan beneficios y resultados sostenibles en el tiempo, que nos hacen ser únicos, diferentes al resto de la competencia y finalmente, es algo muy difícil de copiar porque el conocimiento se crea internamente a partir de las personas o integrantes de los equipos de trabajo. Lo que se debe liderar será entonces, el ambiente que permite crearlo, compartirlo y difundirlo. El líder será a todos los niveles el facilitador y el catalizador quien, en una interrelación cercana con sus colaboradores, impulsa el proceso y logra resultados efectivos. Aquí también hay un impacto que progresivamente redefinirá los roles no sólo de las empresas al tener que generar espacios para creación del saber, sino también el de las entidades educacionales para buscar formas en que se fomente la colaboración mutua y la rápida transferencia de una parte a la otra en un ecosistema creador de conocimiento, donde veinte personas no harán el trabajo de doscientas, harán un trabajo diferente. Esta distinción es fundamental, pues apunta al hecho que ya no será necesario tener grandes dotaciones para producir un determinado producto o servicio, sino lo más relevante será que aquellos que sean contratados deberán hacer un aporte distinto desde la perspectiva individual y desde el trabajo con otros, incluyendo una delimitación mucho más difusa de los límites de la empresa, pues si es necesario se buscará en otros lugares lo que se requiera, ya que las restricciones de distancia física, cultural o idiomática están siendo superadas por la relevancia de contar con la diversidad de aportes en todos esos aspectos.

En este panorama se hace entonces muy necesario entender con profundidad primero lo que está ocurriendo y luego actuar en consecuencia para saber hacer frente a esta amenaza del futuro cercano. La creación de nuevo conocimiento como base de la innovación y el progreso, puede ser la respuesta al transformarse en una ventaja competitiva individual y organizacional, si logramos tener el control, tal como alguna vez ocurrió con el fuego, frente a la tecnología avanzada que nos tenderá a remplazar en muchas funciones. El secreto estará en obtener y hacer algo que se aprecie verdaderamente por los empleadores y potenciales clientes, como un tipo de elemento diferenciador en las posibilidades de resolver problemas, identificar oportunidades, descubrir nuevas formas de hacer las cosas y aprender de ello para seguir en la espiral de creación de valor, algo que será muy difícil de lograr por las máquinas de aprendizaje, incluso más allá del límite impuesto para el arribo de la singularidad. La actual tecnología está produciendo la generación más avanzada de máquinas en la historia. Necesitamos prepararnos de manera diferente para abordar este desafío y nuestra propuesta irá por potenciar las competencias cognitivas, adquiriendo una metodología que permita desarrollarlas a nivel individual y organizacional para competir en un mercado laboral que se prevé muy diferente. En el futuro no muy lejano los profesionales y también los estudiantes necesitarán construir sobre las antiguas materias habitualmente tratadas en sus carreras otras nuevas, propias de la era cognitiva. Esto se debe a que las personas ya no pueden prosperar en un mundo digitalizado utilizando solamente herramientas analógicas. Vivirán y trabajarán en un flujo constante de Big data, conectividad e información instantánea que fluye de cada clic y toque de sus dispositivos. Por lo tanto, se necesitará alfabetización de datos para leer, analizar y utilizar la marea de información en constante aumento. El conocimiento técnico por sí solo no es suficiente para el trabajo del mañana. Sí lo serán, de preferencia, un conjunto de capacidades cognitivas las que hagan la diferencia.

A modo de iniciar esta preparación para explorar nuevas rutas, podemos identificar niveles de complejidad donde las posibilidades de ser reemplazados por máquinas vaya desde alta a baja probabilidad. En el primer nivel se sitúan aquellos trabajos donde se aplican las mejores prácticas y donde la relación entre algo que ocurre o se hace y lo que se espera como resultado está claramente determinado. En este dominio se opera con problemas simples. Por lo general, la respuesta correcta es clara, conocida por todos e indiscutible. En el segundo ámbito, la relación entre acción o causa y resultado no es obvia para cualquier persona, sino que requiere del conocimiento y del análisis de experto. Hay múltiples soluciones correctas para un mismo problema, pero se requiere la participación de expertos para poder identificarlas. El tercer ámbito es el complejo, ya no es posible conocer de antemano la relación entre la causa que provoca un determinado efecto, y dicho efecto. Para poder trabajar con problemas complejos, el análisis no es suficiente. Hay que ir probando y experimentando. Cuando nos enfrentamos a problemas complejos, los resultados se vuelven más impredecibles. Las soluciones encontradas rara vez son replicables, con los mismos resultados, a otros problemas similares. Enseguida están los problemas imprevistos, producto de variables no detectadas, ocultas, pero que aparecen en el momento menos pensado y requieren una respuesta inmediata. Suceden en momentos de crisis cuando se necesita actuar de inmediato para restablecer cierto orden. Por último está el ámbito desconocido, “latente”, de lo que puede ocurrir, pero no es seguro que suceda, para lo cual tenemos que usar predictores y adelantarnos al cambio adaptativo, lo que llamaremos crear “un excedente de conocimiento”, es decir, ir más allá del necesario en el momento actual, pero una valiosa reserva para el futuro. Los métodos para innovar suelen navegar en el ámbito de la complejidad, incluyendo las crisis imprevistas y serán estos los ámbitos del trabajo en que la creación de conocimiento, a partir de habilidades no lineales será la más demandada y por lo tanto, la de mayor valor al momento de encontrar trabajo y progresar en él. Desde esta perspectiva se explica por qué los nómadas del conocimiento tendrán ventajas y serán nuestra fuente de referencia para prepararnos en esa dirección. El gran desafío es ahora encontrar el cómo se potencian estas competencias de un modo sistemático y cuáles deberán ser los comportamientos permanentes en el plano de crear, aprender y pensar diferente para lograrlo.

Preparados para triunfar

Teniendo en mente el gran avance en el campo tecnológico con su impacto en las actividades laborales y en la vida diaria, podemos comenzar a extraer algunas conclusiones que nos servirán de fundamento para el viaje de preparación que nos lleve a superar en forma exitosa el desafío crucial que deberemos abordar en un futuro inmediato: 1. Se debe tener muy claro que el alto valor del conocimiento está asociado a la satisfacción de una necesidad latente y significativa para un grupo, empresa o la sociedad toda. 2. Una vez adquirido este conocimiento, otorga a aquellos que lo poseen una ventaja que es sólo temporal, hasta que otros también lo adquieran y las necesidades a satisfacer se hacen más complejas y sofisticadas, por ello la importancia y la razón de la búsqueda del saber nunca se detiene. 3. Existe un alto potencial de hacer evolucionar este conocimiento, pero es un conocimiento que se tiene que ir renovando y que se crea a partir de lo que ya existe. 4. El conocimiento que sirve de base para algo puede mutar a través de los procesos de mejora e innovación a dominios completamente diferentes a aquellos desde los cuales se originó. En el caso del fuego, por ejemplo, aquello que partió como algo para protegerse luego dio paso al fundido del metal, siendo después un medio para la fabricación de herramientas y armas. También ha estado presente en el arte, para generar piezas escultóricas o de artesanos y muchas otras aplicaciones y técnicas derivadas que requieren altas temperaturas. Un uso especialmente importante ha estado en lo referente a la cocción de alimentos, ya que esta acción estratégica, que permite aprovechar en una forma más completa los nutrientes sigue evolucionando hasta hoy, incluso en algunas de ellas el fuego ya no está presente en forma física, pues ha sido remplazado por electricidad y otros medios, dado que en el fondo era la temperatura la clave y no el fuego por sí mismo. Sin embargo, sin contar con el elemento en sus inicios, tal vez nunca se habría avanzado hasta llegar a los actuales hornos eléctricos, de microondas y últimamente, con base en electromagnetismo, que calienta sólo el utensilio y hay por lo tanto poca pérdida de energía en forma de calor. 5. Aquellos que poseen el conocimiento, personas, equipos, tienen una ventaja que los hace ser importantes, a veces imprescindibles, para llevar adelante una tarea o función de la cual dependen cosas esenciales relacionadas con una necesidad por satisfacer o un problema a resolver. 6. Se requiere precisar el significado y alcance del concepto conocimiento, ya que si recordamos una vez más la historia del fuego, aquéllos que observaban cómo otro lograba hacerlo de la nada, no podrían hacerlo ellos mismos con sólo observar o incluso escuchar el cómo lograrlo. Los hechos demuestran que no se puede considerar que exista verdadero conocimiento si no se es capaz de llevar a la práctica lo aprendido, pues una cosa será poseer información, conocimiento teórico y otra muy diferente será “saber hacer”. Cuanto sabemos hacer y el cómo hacerlo, determinan una diferencia fundamental.

A través de la historia los pueblos que han poseído un determinado conocimiento han logrado formar imperios asociados a la fuerza para imponer sus condiciones, sin embargo igual han terminado por caer en algún momento si es que no continuaron impulsando el desarrollo del saber como un aspecto de alta importancia. Esto le ocurrió al Imperio Romano, que socavó su superioridad, entre otras cosas, porque dejó de lado el progreso tecnológico y la innovación, envuelto en largas disputas por el poder político. Las guerras mundiales del siglo XX marcan un punto de inflexión en este aspecto. Ya en la primera de ellas, se inició el uso de muchas armas mecanizadas, especialmente tanques que hicieron la diferencia cuando Estados Unidos comienza a tomar parte. Para la segunda conflagración, los avances en aviación, comunicaciones y otros, sin contar el desarrollo de la energía atómica, fueron decisivos al inclinar la balanza de fuerzas en, quizás, la última guerra entre grandes ejércitos, pues las guerras desde entonces se han ido haciendo cada vez más a distancia, con misiles teledirigidos, drones y en el futuro cercano, con fuerzas robóticas de campo para tomar posesión de los lugares conquistados. En una de las recientes películas del Agente 007 un asistente de informática le comenta al famoso espía que “él puede hacer más daño desde su habitación antes del desayuno, que 007 como agente de campo viviendo todas las peripecias del espionaje”.

 

Precisar la importancia de lo que necesitamos aprender, implica tanto contenidos, habilidades y competencias que serán cada vez más genéricas o lo que se denomina meta competencias, cuyo dominio por la tecnología de inteligencia artificial se visualiza mucho más lejano. En este mismo sentido también se necesita cambiar las metodologías de aprendizaje, tomando cada vez mayor ventaja el aprendizaje que se logra desde la experiencia, en la práctica directa del trabajo, apoyado por el uso de tecnología móvil, el e-learnig y el aprendizaje colaborativo, mucho más que la enseñanza tradicional en sala de clase, a la cual se pronostica en el futuro cercano una casi total irrelevancia.

Otra conclusión que surge de una revisión de las primeras etapas del progreso en las técnicas y las ciencias, es la sistematización del conocimiento obtenido para permitir una base que facilite su registro replicación, pero esencialmente como pilar para crear una nueva etapa de desarrollo. En este sentido la invención de la escritura hace aproximadamente cinco mil años y su registro sucesivo en piedras, papiros y luego en papel, que se multiplicó, además, con el surgimiento de la imprenta en el siglo XV, hasta los enormes depósitos y disponibilidad que existe hoy debido a los motores de búsqueda como Google en internet o las diferentes formas de almacenamiento en línea tipo Wikipedia. Sin embargo esta gran disponibilidad de fuentes de información, no sirve de mucho si no se hace algo concreto con ella. Es como aquellos libros que están en la casa, pero que no se leen. El conocimiento puede estar disponible pero es como si no existiera si no se explora, aplica, y se genera algo nuevo a partir de ello. El asunto es aún más complejo cuando ni siquiera tenemos conciencia de que necesitamos hacer esa búsqueda, porque para ello se requiere motivación y un plan que nos permita gestionar lo que sabemos. Desde allí se comenzará a obtener la diferencia, pues permitirá la transformación y la generación de valor. Lo anterior requiere precisar un contexto en que líderes, equipos y la forma de aprender en los colegios, universidades y en la capacitación organizacional se haga en forma diferente. Esto no es menor, porque al parecer este aprendizaje ha estado centrado en desarrollar competencias para la revolución industrial que ya pasó y está completamente desfasada de la nueva era digital y la cuarta revolución industrial que está llegando. Este cambio tan dramático en la creación de valor puede ejemplificarse en los valores de mercado de compañías emblemáticas de la era industrial como las fábricas de automóviles, General Motors por nombrar una, que tiene un valor en bolsa menor a la empresa de taxis basada en una aplicación móvil, como es Uber. O la empresa de tecnología Apple, que tiene un valor mayor a las empresas del petróleo, como Shell o Exxon. Podemos decir que las empresas tecnológicas son la “industria pesada” del siglo XXI.

Por qué mejor no adelantarse y prepararse desde ahora sin perder más tiempo y comenzar a incorporar nuevas herramientas “multiuso”, para lograr una mirada diferente, estratégica, que sepan valorar en el mercado del trabajo y que impida la obsolescencia de muchas prácticas y tareas que no serán necesarias. Hace ya algunos años, el título de un artículo aparecido en el Financial Times decía “no busque empleos, busque clientes”. Para ello será necesario comprender y luego ofrecer algo que esos clientes valoren o aprecien en el futuro próximo, pues grandes cambios ocurrirán en menos de una década. El mundo será muy diferente en 2025. Como ya hemos examinado, a medida que avance la frontera tecnológica, muchos trabajos que hoy consideramos protegidos de la automatización porque no son rutinarios, acabarán siendo tan rutinarios como predecibles.

En forma complementaria, debemos tener en cuenta que el temor actual sobre la tecnología, no se debe a la idea de que las máquinas o los robots puedan actuar por su cuenta, sino a la idea de que nos pueden llegar a dominar. Sin embargo será necesario determinar su alcance para prepararnos adecuadamente en superar el desafío laboral y organizacional que este temor, pero también los avances reales demanden. Será necesario no olvidar los siguientes aspectos: en primer lugar las tecnologías de la información nos permiten automatizar la toma de decisiones en muchos campos, pero gracias a ello podemos concentrar el ejercicio de nuestras capacidades propiamente diferenciadoras en otros campos importantes y determinantes para nuestra sociedad. Las tecnologías de que disponemos, y más aún, seguramente las tecnologías de que dispondremos en el futuro, son extraordinariamente poderosas; sin embargo, la tecnología “total” no es posible. En segundo lugar, el desarrollo tecnológico responde a ciertas pautas de racionalidad práctica, pero depende de valoraciones y de actividades humanas, no es completamente autónomo. Las computadoras tienen un problema con la interpretación de contextos porque no viven en el caos del mundo humano, aunque extiendan sus funcionalidades en ambientes digitales y físicos. Las computadoras equipadas con sensores se vuelven más y más expertas, cada vez son más capaces de operar y aprender de la realidad de las calles de la ciudad, lugar de trabajo y el hogar, pero no pueden experimentar la vida humana, y porque no pueden conocer el mundo a través de la experiencia humana, no pueden explicar o apreciar completamente los contextos humanos. A medida que avanza el aprendizaje automático, las computadoras continuarán creciendo a más capacidades cognitivas sofisticadas, sin embargo carecerán de los lentes humanos con los cuales vemos la vida, aprendemos a interpretar contextos para evaluar, actuar y tomar decisiones importantes. Las máquinas inteligentes aprenden cuando sus neuronas artificiales forman conexiones más fuertes o más débiles alterándolas gradualmente a través de ensayo y error. Los seres humanos aprendemos de la misma manera, con nuestras conexiones sinápticas cada vez más fuertes o más débiles. La diferencia clave es que en lugar de entradas de datos numéricos puros, nosotros fortalecemos o debilitamos nuestras conexiones mentales a través de la experiencia. En otras palabras, hemos evolucionado para imaginar y crear. Otros animales aplican una cierta capacidad para resolver problemas específicos relativos a su supervivencia, como habilidades de caza, de protección, lenguaje e incluso sociales sofisticadas presentes en mamíferos, pero sólo los seres humanos pueden crear historias imaginarias, inventar trabajos de arte, e incluso construir cuidadosamente teorías racionales que explican la realidad percibida. La creatividad combinada con la flexibilidad mental nos ha hecho únicos y debiera seguir estando en la base de lo que nos permita superar nuevos desafíos. Cualquiera que sea el campo o la profesión, el trabajo más importante será la parte creativa del mismo. Cada vez más, las capacidades más demandadas hacen alusión a esta forma de pensar junto al pensar crítico, y sistémico. Algunas compañías, tal como Google, incluso lo convierten en una piedra angular de su proceso de contratación. El proceso de entrevista evalúa las respuestas de los postulantes a grandes desafíos, en lugar de interrogarlos sobre un área específica de conocimiento: algunas de ellas por ejemplo son: “¿Qué piensa usted? ¿Cómo analiza los problemas? ¿Cómo desarrolla algoritmos? ¿Cómo mide el desempeño de esos algoritmos?” Si hay veinte formas de resolver un problema y sólo dos o tres son muy buenas, se debe saber cómo enfocarse en ellas y pensar creativamente sobre cómo aplicarlas.