La Tradición Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile

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En el capítulo IV desarrollo la contribución del profesor José Luis Cea Egaña (1967-presente). Tras profundizar en algunos de sus antecedentes biográficos, examino el contexto político e intelectual fundamental que enmarca buena parte de su obra constitucional madura. Para ello examino el complejo periodo que va entre las negociaciones de la reforma constitucional de 1989, posterior al plebiscito de 1988, y la reforma constitucional de 2005. En ambas, pero especialmente en la primera, el profesor Cea tiene un rol protagónico. Coincide esto último con el lanzamiento de su Tratado de la Constitución de 1980, que será un aporte fundamental en el refinamiento de la tradición constitucional de la UC y a la dogmática constitucional chilena, destacando los desafíos en términos de democratización del texto constitucional vigente, pero también afirmando la filosofía constitucional que la inspira. Desde la perspectiva de su rol como profesor de Derecho UC, examino los comienzos de una larga carrera académica que ya alcanza más de medio siglo; sus influencias intelectuales; sus ideas en torno a la Universidad y al profesor universitario, como, asimismo, el testimonio de sus colegas y discípulos en torno a su contribución intelectual. Luego, analizo sus planteamientos en los temas fundamentales del constitucionalismo, destacando sus aportes a la idea de Constitución, tales como la de “Constitución Plena”, la “Constitución de principios y valores” y la “conciencia constitucional”; los elementos del Estado constitucional de derecho; los desafíos de la democracia en la inclusión más activa de la sociedad civil o de mecanismos de democracia directa; en fin, la revisión judicial de la ley y el rol protagónico que han alcanzado las cortes constitucionales en la democracia constitucional, y el juez constitucional, en particular. Destacamos en este último sentido cómo el profesor Cea ha contribuido a forjar el paradigma del juez constitucional chileno. Posteriormente, examino sus aportes a los temas e instituciones más propios de la tradición constitucional de la UC, destacando que lo hace de manera relevante con la tradición intelectual y social católica, la filosofía constitucional humanista, personalista y de raigambre cristiana que a su juicio inspira el texto constitucional, en el que el profesor Cea, como veremos, tiene un rol decisivo en su sistematización, como también lo tiene en la evolución de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Desde la perspectiva de los aportes del profesor Cea a la tradición constitucional de la UC, destaco su ejemplo y testimonio como un genuino constitucionalista; subrayo su rol como el gran tratadista de la Carta de 1980, siguiendo los pasos de Silva Bascuñán respecto de la Carta de 1925, y de Huneeus respecto de la Carta de 1833, y también su rol como curador de la carta vigente; y justifico las razones que me llevan a plantear la génesis de la “Escuela Cea” como ramificación de la “Escuela Silva Bascuñán”. Finalmente, analizo algunos aspectos relevantes del proceso de maduración institucional de la Facultad de Derecho UC en el periodo 1990-2005, como, asimismo, el ambiente intelectual del publicismo en aquellos años, marcado por un verdadero boom de nuevas revistas de derecho con incidencia en el derecho público nacional.

En el capítulo V examino la contribución de la profesora Marisol Peña Torres (1985-presente). Comienzo entregando algunos antecedentes biográficos sobre la profesora Peña, para luego describir el contexto político e intelectual chileno de los últimos años, marcado por el debate sobre cambio constitucional y el rol fundamental que ha jugado el Tribunal Constitucional en este periodo. Asimismo, desde la perspectiva de la profesora de Derecho Constitucional de la Universidad Católica, destaco su preocupación por la formación integral de sus alumnos, sus influencias intelectuales, su eclecticismo y apertura a nuevas ideas, su llamado a repensar la enseñanza del derecho público en el siglo XXI, y su permanente vocación por potenciar las carreras académicas de sus colegas más jóvenes y ayudantes. Sus contribuciones a reflexionar temas clásicos del constitucionalismo me llevan a subrayar sus aportes originales, como la identidad constitucional chilena o la idea de “Constitución Viva”; la profundidad y actualidad de sus planteamientos sobre el Estado de derecho, la democracia y la forma de gobierno; la gran influencia que ha tenido para pensar la incorporación a nuestro sistema constitucional del derecho internacional de los derechos humanos; o sus muchos aportes a la hora de pensar la revisión judicial de la ley, el rol del Tribunal Constitucional y sus desafíos presentes y futuros. Desde la perspectiva de las ideas y temas fundamentales para la tradición constitucional de la UC, examino sus aportes sobre la dignidad humana como valor esencial y base de los derechos fundamentales; el constitucionalismo social que inspira sus aproximaciones a la subsidiariedad, a la solidaridad, a los derechos sociales, buscando la cooperación armónica entre el Estado y la sociedad civil; los desafíos para una conceptualización robusta del derecho de propiedad, pero no que no descuide su función social; todo ello, según diversos artículos académicos y las sentencias que redactó en el Tribunal Constitucional. Luego, evalúo el aporte de la profesora Peña a la tradición constitucional de la UC. Finalmente, desde la perspectiva de la maduración institucional de la Facultad de Derecho en el periodo (2005-2019), destaco los importantes avances que experimenta la Facultad en los más diversos ámbitos de la mano del decano Arturo Yrarrázaval, quien lidera un cambio de gran trascendencia para instalar a Derecho UC en la posición de liderazgo en la que hoy se encuentra en nuestro país y el mundo, como, asimismo, para fortalecer su identidad católica. También examino el ambiente intelectual del publicismo, a través de las Jornadas de Derecho Público en el periodo, las revistas de derecho y otros hitos.

En el capítulo VI analizo la dimensión de la Carta de 1980, que puede ser considerada el aporte específico de la tradición constitucional de la UC a esta. Por diversos factores (la integración de la CENC, los tratados y manuales más relevantes sobre la Carta Fundamental, las referencias de la jurisprudencia constitucional tanto a la CENC como a dichos tratados y manuales), suele asociarse la Carta de 1980 al pensamiento constitucional elaborado en la UC o a la de algunos de sus profesores. Ello también permitirá hacerse cargo de la crítica del profesor Ruiz-Tagle acerca de que las “doctrinas pontificias” representan el extravío del constitucionalismo en Chile a finales del siglo XX y principios del actual, y de aquella que se ha venido formulando en los últimos años de profesores pertenecientes al constitucionalismo crítico o contrahegemónico. Para acometer este doble objetivo, describo, en primer lugar, la crítica del profesor Ruiz-Tagle y la de otros académicos (Viera, Bassa y Muñoz). Luego, para comenzar la respuesta a estas críticas, examino, de manera extensa y detallada, los acuerdos y los desacuerdos al interior de la CENC por parte de los constitucionalistas de la UC. Enseguida analizo la evaluación ex post que hace el profesor Silva Bascuñán de la contribución de los constitucionalistas de la UC a la Carta de 1980, marcada por la idea de que, en los capítulos I sobre Bases de la Institucionalidad y III sobre Derechos y Deberes Constitucionales, se plasma una “filosofía constitucional”, de raigambre cristiana, personalista y humanista, que ilumina el resto de las disposiciones de la Carta Fundamental, y las relaciones entre la persona humana, la sociedad civil y el Estado. Esta filosofía constitucional es defendida y actualizada por los profesores José Luis Cea y Marisol Peña al analizar la reforma constitucional de 2005, dando testimonios que conectan con el análisis del profesor Silva Bascuñán. En cuarto lugar, doy cuenta de los factores externos e internos que estimo favorecen y consolidan la posición intelectual de la tradición constitucional de la UC. Concluyo este capítulo con una evaluación.

Finalmente, en el Epílogo, sintetizo los principales aportes de esta investigación y propongo algunas cuestiones de manera prospectiva.

CAPÍTULO I

ENRIQUE EVANS DE LA CUADRA (1949-1997): UN DEMÓCRATA EN MEDIO DEL AUTORITARISMO

En este capítulo examino la contribución del profesor Evans de la Cuadra. Comienzo entregando algunos elementos biográficos (1). Enseguida analizo el contexto político e intelectual que enmarca su pensamiento, y los años de mayor vinculación con la UC, a saber, los estridentes años 60, marcados por la reforma universitaria y la polarización política que terminará en el quiebre democrático del año 1973 (2). Desde la perspectiva del profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Católica, destaco su contribución a crear un paradigma que tendrá mucha influencia en las generaciones futuras, la del abogado constitucionalista, siendo uno de los pioneros en el ejercicio profesional de esta especialidad (3). Sus contribuciones a reflexionar sobre temas clásicos del constitucionalismo, esto es, la idea de Constitución, el Estado de derecho, la soberanía y sus límites, la democracia, las libertades y derechos constitucionales, el régimen de gobierno, y la revisión judicial de la ley, tanto en sus libros, artículos, como en la Comisión Ortúzar, dan cuenta de un pensamiento constitucional complejo (4). Asimismo, los temas propios de la tradición constitucional de la Universidad Católica, a saber, la dignidad de la persona humana, la naturaleza social del hombre, las libertades de asociación y enseñanza, el derecho de propiedad, la autonomía comunal y el régimen constitucional de la Iglesia, demuestran que el profesor Evans es tanto un continuador como un transmisor del núcleo esencial, sofisticando la misma en algunos temas específicos, por ejemplo, la función social de la propiedad (5). Luego, sintetizo sus aportes a la tradición constitucional de la Universidad Católica (6). Finalmente, desde la perspectiva de la maduración institucional de la Facultad de Derecho, destaco sus principales voces intelectuales en medio del debate sobre cambio social y crisis del sistema legal, y el impacto en la enseñanza del derecho, en diversas facultades de derecho, pero especialmente en Derecho UC con el plan de reforma estructural. Destaco la importancia que tuvo el Chile Law Program y la creación del Instituto de Docencia e Investigaciones Jurídicas en 1969 para promover el cambio en la enseñanza del derecho, la investigación, el perfeccionamiento de los profesores en el extranjero, entre otros. Adicionalmente, describo la vida intelectual del derecho público en este periodo (1967-1973), a través de las revistas de derecho y las principales publicaciones, como asimismo doy cuenta de la suspensión de las Jornadas de Derecho Público, precisamente por el ambiente de polarización existente. Finalmente, analizo los años inmediatamente anteriores al golpe de Estado en discursos y actuaciones relevantes en torno a la crisis política y constitucional por la que atraviesa el país, en Patricio Aylwin, Alejandro Silva Bascuñán y Jaime Guzmán (7).

 

1. ELEMENTOS BIOGRÁFICOS

Enrique Evans de la Cuadra nació el 2 de noviembre de 1924. Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Ignacio. Luego, entre los años 1943 y 1948, continuó su formación en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica. En 1949 obtuvo el grado de Licenciado con la tesis “El Matrimonio en el Derecho Internacional Privado”.

En el ámbito académico, y tras titularse de abogado en 1949, comienza una destacada trayectoria en derecho constitucional en dicha casa de estudios hasta el año 1976. En 1974 fue nombrado Profesor Emérito de la Universidad, lo que lo mantendrá vinculado a esta y a su Facultad de Derecho hasta su muerte en 1997. También destaca su rol como fundador del Departamento de Investigación Jurídica de la Universidad Gabriela Mistral, el que posteriormente llevará su nombre, y la dirección de la revista “Temas de Derecho”.

En su condición de reconocido constitucionalista, será convocado a integrar la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, de la que formará parte desde sus inicios en octubre de 1973, hasta su renuncia, junto a los comisionados Silva Bascuñán y Ovalle, en marzo de 1977. Autor de diversos libros y artículos especializados en derecho constitucional, incluyendo Estatuto constitucional del derecho de propiedad (1967), Relación de la Constitución Política (1969), Reforma constitucional de 1970 (1970), Teoría constitucional (1971), Chile hacia una constitución contemporánea (1973), Evolución constitucional chilena (1976), La libertad de opinión en el derecho chileno (1979), Los derechos constitucionales (1986, 1999 y 2004), y Los tributos ante la Constitución (1997, con Eugenio Evans).

Su vocación de servicio público se tradujo tempranamente en acción social y política. En lo social, destacó su cercanía con San Alberto Hurtado, colaborando con él en diversas iniciativas sociales, entre otras, haciendo clases de educación cívica y economía a la Asociación de Obreros de la época. En el ámbito político, presidió la Juventud Conservadora Social Cristiana a mediados de los 40, siendo en 1945 jefe de campaña del candidato presidencial Eduardo Cruz-Coke. Secretario General de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, en 1945, y, al año siguiente, Jefe Nacional de los Universitarios Conservadores. En 1948, Primer Vicepresidente de la Juventud Conservadora. Desde 1956, militó en el Partido Demócrata Cristiano, organizando su primer congreso de profesionales y técnicos en 1962. Jefe del comando electoral de la candidatura de Eduardo Frei Montalva en 1964. Proclamado por el Consejo Nacional de su partido, en octubre de 1964, como candidato a diputado por el primer distrito de Santiago, renunció a dicha candidatura para aceptar la Subsecretaría de Justicia, cargo que ocupó por dos años, durante la Presidencia de la República de don Eduardo Frei Montalva (1964-1970).

Su gran pasión será el fútbol, lo que lo llevará, por ejemplo, a ser presidente del Club de Deportes Santiago Morning a comienzo de los 50 y, más tarde, abogado de la Asociación Central de Fútbol para el campeonato mundial de 1962 realizado en nuestro país.28

2. LOS CONVULSIONADOS 60: LA REFORMA UNIVERSITARIA Y SU IMPACTO EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA Y EN DERECHO UC

El profesor Evans será testigo privilegiado del proceso de reforma universitaria que convulsionará a la Universidad y al país, tanto en su rol de docente de la Facultad de Derecho como en el de miembro del Consejo Superior de la UC.29 Más allá de las complejidades de un proceso que, sabemos, superó con creces la dinámica interna de la Universidad, esta “tuvo que enfrentar los grandes cambios que, en forma cada vez más acelerada, estaban transformando el mundo en la segunda mitad del siglo XX”.30 A nivel global, la protesta estudiantil cuestionó la naturaleza de “torre de marfil” de la Universidad como institución, imputándole estar marginada de los verdaderos problemas sociales, e invitándola a democratizarse y a terminar con el viejo sistema jerárquico y elitista basado en Facultades y cátedras.31

Bajo este contexto, la Universidad Católica se convirtió en un temprano ícono de los nuevos tiempos. Porque si bien en nuestro país el proceso de reforma universitaria formalmente comenzó en la Universidad Católica de Valparaíso, solo adquirió importancia nacional cuando se extendió a la Universidad Católica en Santiago.32 Tradición existía: la generación de los 30, la Falange Nacional y su espíritu reformista y renovador de un orden político y social injusto nacieron a su alero, con especial intensidad en la Facultad de Derecho.33 Como destaca Brünner, si bien la UC, a inicios de los 60 “era la institución cultural más representativa de los intelectuales católicos tradicionales”, era también, desde otro punto de vista, “una institución enormemente diversificada, como resultado del proceso de modernización que había experimentado durante las décadas anteriores”.34 Para Gazmuri, la UC si bien se había modernizado en algunos aspectos, “seguía presentando rasgos arcaicos. Se la acusaba de excesivamente jerarquizada, profesionalizante, paternalista, de estar aislada de la realidad nacional y por ende no servirla adecuadamente”. 35

Como todo proceso político y social que trasciende, la Reforma Universitaria comenzó a gestarse varios años antes, tanto en el plano de la acción estudiantil como en el intelectual. Del análisis de los documentos estudiantiles de la época, es posible advertir la influencia de las ideas de Maritain, Mounier, Juan Pablo XXIII, Juan Gómez Millas, Eugenio González, Ortega y Gasset y Jaspers. Desde el ángulo más literario, los estudiantes “viven bajo el embrujo” de Neruda y Rayuela.36 Asimismo, existieron discusiones intensas entre posiciones reformistas y tradicionalistas al interior del catolicismo chileno, sobre la base de las resoluciones del Concilio Vaticano II (1962-1965),37 las editoriales de Mensaje38 y los artículos de su Director –el jesuita Hernán Larraín,39 también parte de la Escuela de Sicología de la Universidad–, o la influencia del jesuita Roger Vekemans desde el Centro de Investigaciones Sociológicas de la UC.40 También tiene gran influencia el denominado “documento de Buga” de febrero de 1967, que causó hondo impacto en las comunidades universitarias católicas de la región, al ser fruto de la discusión de expertos universitarios católicos de primer nivel y en donde se proponía cambiar las estructuras de poder de la Universidad de manera clara y directa.41 Esta confrontación intelectual entre miradas tradicionales y reformistas también se replicó en el seno de la UC.42

La Reforma Universitaria se da en el marco de una redefinición de esta como la “conciencia crítica de la nación y al servicio del desarrollo social”, rechazándose el rol del académico profesional y reivindicándose el del intelectual comprometido u orgánico. Además, dada la incipiente diferenciación de las disciplinas al interior de las ciencias sociales, y el hecho de que los partidos políticos mediaban el acceso al debate público, era difícil posicionarse fuera de ellos.43 Intelectuales como Jorge Millas reaccionaron críticamente contra este proceso, con la convicción de que la universidad debe ser guía de la sociedad, no pudiendo cumplir su misión cediendo a las presiones políticas.44 En efecto, Millas elaboró una crítica sofisticada al proceso de reforma, destacando que se trataba de una expresión, reforma, equívoca, a la que no se le podía dar el sentido de la letra mayúscula con la que se le utilizaba.45 Se opuso a la universidad comprometida ideológicamente, planteando una idea absoluta de Universidad;46 manifestó el “peligro” de la masificación de la Universidad;47 denunció la violencia estudiantil y se opuso al cogobierno de los estudiantes;48 defendió un concepto amplio de autonomía universitaria, señalando que se veía amenazada cuando “se introducían en su seno las luchas por el poder político”;49 entre otros.50

También adoptaron una visión crítica otros destacados académicos e intelectuales, como Humberto Giannini –aunque criticando el antimarxismo de Millas–, Roberto Torretti –quien no solo participó activamente en contra del movimiento de reforma, sino que al considerar imposible llevar adelante su trabajo académico, decidió abandonar el país–, y Gastón Gómez Lasa, quien, mirando en retrospectiva, sostuvo que la filosofía fue forzada a responder a las preocupaciones inmediatas.51

Al interior de la Universidad Católica, destacaron las voces críticas de Juan de Dios Vial Larraín,52 y Juan de Dios Vial Correa, futuro Rector de la Universidad,53 quien tenía una visión realista, no ideologizada del proceso de reforma,54 y estaba especialmente preocupado por los obstáculos al desarrollo de la libertad universitaria, lo que se manifestaba en la trivialización de la vida académica o la politización de las universidades.55 Pedro Morandé, por su parte, da cuenta críticamente de cómo surge la “sociología comprometida”, que busca “reconciliar a las elites intelectuales con los intereses reales de las masas”, y la exigencia “de adhesión explícita de los científicos y técnicos sociales a una propuesta ideológica-política de desarrollo”.56

Son varios los hitos que van dando forma al proceso de reforma universitaria al interior de la UC. Por ejemplo, a fines de junio de 1966 triunfa en un plebiscito la opción de cambio de la máxima autoridad,57 lo que llevó al Consejo Superior a respaldar unánimemente al rector Silva Santiago (quien lideraba la UC desde 1953).58 Más adelante, la inauguración del año académico de 1967 fue la oportunidad para que el presidente de la FEUC, Miguel Ángel Solar, sostuviera que el rector, Monseñor Alfredo Silva Santiago, era “el” problema; la solución, su salida. “Nuevos hombres para la Nueva Universidad”, era el lema del movimiento.59 La protesta llevó a conversaciones entre el presidente de la FEUC y el cardenal Raúl Silva Henríquez –gran crítico de la gestión de Silva Santiago, y simpatizante de la reforma–,60 que terminaron en el nombramiento de Fernando Castillo Velasco como Prorrector.61 También se logró la modificación del “viejo” Reglamento de la Universidad de 1938 –alterándose así reglas relevantes en materia de nombramiento del Rector, la aprobación de los planes de estudios y reglamentos de las Facultades, o la composición del Consejo Superior–,62 con una importante participación del profesor Julio Philippi en la redacción del nuevo Reglamento.63 Tras la aprobación de este, el profesor Evans propuso que todos los miembros del Consejo Superior presentaran sus renuncias, lo que fue aceptado por el Rector, pero confirmándolos nuevamente hasta la designación de las nuevas autoridades.64 Con todo, los cambios eran todavía insuficientes; las autoridades eran “incapaces de mandar”.65 Silva Santiago seguía en su cargo; era necesario un Claustro Pleno para elegir al Rector.66

La toma de la Casa Central de la Universidad que comenzó la noche del 10 al 11 de agosto de 1967 marcó el punto más alto de la crisis.67 En los días posteriores aparecerá el mítico “Chilenos: El Mercurio miente”. Este último destacaba, asimismo, el intento de “recuperar” la Casa Central por parte de “facciones opuestas de alumnos” el día 11.68 Eran gremialistas, nacionalistas y católicos agrupados en Fiducia.69 El dirigente gremialista Jaime Guzmán, declaró entonces a la prensa: “Nosotros estamos dispuestos a dar una batalla en contra de la directiva de la Federación, usando la violencia si ello fuera necesario, como ya la usaron esos dirigentes en el día de ayer”.70 Superada la crisis, Solar invitó a Guzmán a “subirse al carro de la reforma”, lo que este último no aceptó.71

 

El profesor Evans firmará ese 11 de agosto junto al resto de los miembros del Consejo Superior UC, una declaración que hace recaer “sobre [la directiva de la FEUC] la responsabilidad moral y jurídica de las consecuencias de los hechos acaecidos y de lo que pueda acontecer”, insistiendo en que se debió esperar el nombramiento del Prorrector, cargo ya ofrecido a “un distinguido universitario” y haber esperado la aplicación del nuevo Estatuto que permitía elegir al nuevo Rector en marzo siguiente.72

La solución a la crisis implicó una serie de movimientos diplomáticos y políticos del más alto nivel, involucrando no solo al cardenal Silva Henríquez, sino que también al presidente Frei Montalva, a miembros de su gabinete, a la Democracia Cristiana e incluso al Vaticano. Dicha solución implicó la salida de Silva Santiago y la llegada de Castillo Velasco a la rectoría.73 El profesor Evans, en medio de la reestructuración presentaba su renuncia junto a los otros consejeros por gracia y el Secretario General de la Universidad.74

Por otra parte, de manera inescapable, el proceso de reforma universitaria y algunos de sus hitos más importantes impactarán a la Facultad de Derecho de la Universidad en diversas dimensiones. Junto con algunos incidentes propios de un ambiente polarizado y crispado,75 encontraremos otros de mayor magnitud que darán cuenta de la posición más bien crítica de la Facultad en medio de este proceso de reforma.

Un primer ejemplo se encuentra en la renuncia del profesor Silva Bascuñán a su cátedra ante la decisión del cardenal Silva Henríquez de remover al rector Silva Santiago. Y aunque de manera posterior, resolvió reincorporarse a ella, en una carta al rector Castillo, del 19 de diciembre de 1967, daba las razones de su salida, especialmente su rechazo a los métodos empleados por los estudiantes para imponer sus puntos de vista.76

Por otra parte, a comienzos de 1969, en el contexto del estudio del plan de reforma de la enseñanza del derecho en la Facultad –que se examinará con mayor profundidad al final de este capítulo– y en el contexto mayor de repensar la catolicidad al interior de la UC,77 la Facultad elaboró un documento en el que reafirmó los principios de la catolicidad de la Escuela. En esta, manifestó su adhesión al Magisterio de la Iglesia, aceptaba el derecho natural en sí mismo y como fundamento del derecho positivo y basaba todas sus actividades académicas en los principios cristianos. Su misión: “formar a hombres competentes, socialmente responsables y testigos de la Fe”.78

Frente a esta declaración, José Antonio Viera-Gallo, egresado de la Facultad en 1965 y que a partir de 1967 comienza a desempeñarse en una posición equivalente a profesor-ayudante, se negó a adherir a la misma, dado que se identificaba catolicismo con el tomismo filosófico, limitando su libertad académica. Ello afectará su posición en el Departamento de Filosofía del Derecho –al igual que la de José Joaquín Brünner–.79 La intervención del decano Guillermo Pumpin fue infructuosa; para Viera-Gallo, se trataba de una nueva prueba a favor de la reforma. Como sostienen Krebs y otros, “un problema personal y de conciencia se convertía así en un problema institucional. Se suscitaba el problema de fondo de la relación entre religión y ciencia, entre el carácter católico de la Universidad y las convicciones personales. ¿Cuáles eran el significado y el alcance de la libertad académica en una institución de la Iglesia?”.80

En mayo de 1969, Viera-Gallo presentó el problema ante el Consejo Superior,81 el que, tras deliberar, emitió una resolución que indicaba que la comunidad académica debía regirse por las normas generales que eran aprobadas por la autoridad competente.82 Viera-Gallo decidió no volver a la Facultad. Promovió la creación de un centro de estudios jurídicos alternativos en la misma, orientado por una concepción marxista del derecho,83 iniciativa que, daría vida al Nuevo Ambiente de Derecho (NADE), que, al igual que el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) o el Centro de Estudios Agrarios (CEA), daban cuenta, de acuerdo a Bernedo, del ambiente de “creación de unidades académicas de marcado tinte ideológico, en una extraña forma de pluralismo”, y que, cuando en casos como el NADE, no podían ser formalizadas en la estructura de la Universidad, operaban como una instancia paralela a la Facultad, en este caso, con el objeto de “debilitar la posición de la Facultad de Derecho”, lo que fue despertando crecientes inquietudes en el ámbito académico, tanto de profesores como de alumnos”.84

Finalmente, un tercer ejemplo podemos encontrarlo en el surgimiento del Movimiento Gremial al alero del Centro de Alumnos de Derecho. Su génesis se ubica en las elecciones para la conducción del mismo el año 1965,85 aunque se conformó como tal en marzo de 1967.86 Durante 1966, Jaime Guzmán y Manuel Bezanilla, presidente y vicepresidente, respectivamente, se transformaron en una fuerza opositora relevante al accionar de la FEUC,87 especialmente frente a la idea del cogobierno estudiantil, amenazando con separarse y fundar una Federación paralela.88 Fernán Díaz, presidente de FEUC, los calificó de “inmorales y divisionarios” que “ocultos” bajo el disfraz de un gremialismo falso, defienden una ideología conservadora y luchan por impedir la realización de “cualquier cambio en la Universidad”.89 No se oponían a todo cambio, encontrando algunos postulados del movimiento reformista bien fundados, pero “otras transformaciones y gran parte de los métodos utilizados eran inaceptables”.90 Para agosto de 1968, el gremialismo emitía un pronunciamiento completo sobre los temas académicos involucrados en la discusión.91 La llegada de Castillo Velasco, primero como Prorrector y luego como Rector, importó para los gremialistas un “doble frente”: al movimiento reformista se sumaba el Rector, quien con su nuevo equipo directivo “asumieron en plenitud los más extremos planteamientos del proyecto reformista”.92 Los años siguientes serán de consolidación del gremialismo en la Universidad Católica y expansión en otras Universidades del país.93

El surgimiento del Movimiento Gremial es un ejemplo de lo que Brünner destaca como una cuestión distintiva del proceso de reforma universitaria: una “experiencia eminentemente generacional”.94 Esta dimensión pareciera plenamente aplicable a la cruzada gremialista, la que supone un quiebre con el estilo conservador de actuar en política estudiantil,95 el que, para 1967, ya se había extinguido al desaparecer la Juventud Conservadora.96 Por lo demás, el surgimiento del gremialismo en el seno de la Universidad Católica confirma, junto al de la Falange Nacional en los 30, el MAPU en los 60, o los Chicago boys en los 60 y 70, la capacidad innata de la UC para incubar a grupos políticos e intelectuales diversos “que se han mostrado renovadores de la historia de Chile”.97 Por lo demás, de manera más reciente, la Nueva Acción Universitaria, (NAU), movimiento formado el año 2008, y que más adelante será la base del partido Revolución Democrática (2012),98 es una nueva prueba de ello.