La Pasión de los Olvidados:

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- Eso, vayámonos - apremió Donna esta vez en voz más alta -.

Finalmente partieron enfilando el descuidado camino que moría en la vivienda de los Wallace. La anciana, empujando siempre la silla con su en apariencia inerte marido, se adelantó para despedir brazo en alto a los que ella consideraba unos valientes voluntarios que marchaban en pos de un abnegado servicio a la patria. La casa se fue alejando progresivamente, una vetusta y maltrecha construcción en medio de un paisaje inverosímil. Su mera existencia resultaba surrealista, allí junto a uno de los muchos baluartes del ejército en la retaguardia, un agujero infecto rodeado de desolación que al parecer se llamaba Gorebridge. Qué importaba, aquel anciano matrimonio vivía al borde del abismo como si nada y había logrado subsistir gracias a la caridad de los integrantes de las Brigadas de Salvación destinados al norte y seguramente también de algunos militares. Los Wallace eran el último y sorprendente residuo de una población que tiempo atrás habitó aquellas tierras, todo lo demás había desaparecido y sólo ellos quedaban. Pero tarde o temprano aquella casa y sus moradores también desaparecerían y serían olvidados.

- No entiendo cómo esos dos han logrado sobrevivir aquí durante todos estos años - confesaba Donna mientras tomaba el desvío que los llevaría hasta los accesos a Edimburgo -. Esto está demasiado cerca del frente y son lo suficientemente viejos como para haber vivido los tiempos más duros, cuando Ellos atacaban de verdad. A pesar de todo no huyeron al sur como los demás, decidieron quedarse aquí.

- ¡Qué más da! - espetó Rod, otro de los miembros del equipo y hombre de confianza de Louis -. Nos ha venido bien poder pasar una noche fuera de esta maldita cargo y comer algo de caliente. Por lo demás esa casucha estaba tan en las últimas como sus dueños, sin luz ni agua corriente. Nos hemos tenido que lavar con el agua fría de los bidones que les habían dejado los brigadistas.

- ¡Y que lo digas tío, ha sido una puta mierda! - le secundaba Fergie -. Esta mañana se me han congelado las pelotas, aquí es como si ya hubiera comenzado el invierno.

- Podéis quejaros todo lo que queráis, pero no habéis perdido la oportunidad de saquear la despensa de los viejos - manifestó Donna -. Un poco más y les dejáis sin nada.

- No te sientas culpable por eso - intervino Louis, que iba a su lado en el asiento del copiloto - ¡Estábamos muertos de hambre, joder! Durante cinco días no hemos comido otra cosa que la bazofia enlatada que nos coló esa maldita bruja tramposa de Charlotte. Hoy es el día grande y necesitábamos reponer fuerzas después de un viaje tan duro ¡Vamos mujer, ni que lo hubiéramos hecho con mala intención!

- No me malinterpretes, a mí los viejos me importan un carajo - replicó ella -. Lo que pasa es que no me hace gracia llamar la atención más de la cuenta. Vamos a colarnos en un área de máxima seguridad con identificaciones falsas, si pretendemos hacernos pasar por brigadistas debemos parecerlo de verdad. No estamos en Londres, esto no es el barrio, si nos comportamos igual que siempre levantaremos sospechas. Eso es lo que realmente me preocupa.

- Tú di lo que quieras, pero de momento lo de las identificaciones ha funcionado - afirmó Rod sacando pecho -. Para los trabajos serios busco a auténticos profesionales y ya has visto que las falsificaciones son de primera. Hemos pasado ya por un montón de controles ¡Joder, hasta he perdido la cuenta! Y en todos, los putos cabezas cuadradas no han sospechado una mierda, ha colado sin problemas y en Edimburgo no va a ser distinto.

- Eso es cierto, pero no estaría de más hacerle un poco de caso a Donna - reflexionó Louis -. Esto no es el barrio, no es el territorio que conocemos, habrá que ir con cuidado y no hacer gilipolleces.

- Ahora dirás que debemos cuidar nuestros modales, ¿no? - sonría burlón Rod, un sujeto que podía ser cualquier cosa menos delicado -. Vas a decir que esto será como asistir a una de esas jodidas fiestas que dan los ricachones que se refugian en Dublín ¡Venga hombre! Lo único que diferencia Edimburgo de Londres es que está metido en Tierra de Nadie y por eso hay muchos más cabezas cuadradas, por lo demás es la misma clase de estercolero con el mismo tipo de cucarachas. Que lleven petos de brigadista o no es lo de menos, cada vez hay más reclutamientos forzosos porque los palurdos dispuestos a alistarse escasean en estos días. Lo único que nos diferencia de ellos es que, una vez terminado el trabajo, nosotros podremos largarnos y los demás seguirán encadenados al servicio.

- Te entiendo Rod - contemporizó Donna -, pero aun así procuremos ir con cuidado, ¿vale? Sólo será un día, si todo va bien mañana estaremos de vuelta con el mayor botín de nuestras vidas.

- Yo siempre voy con cuidado - respondió ásperamente éste -. Y nadie desea más que yo que este trabajo salga a la perfección.

- Todos estamos en lo mismo tío - habló ahora Fergie -. Y si nos hemos pasado un poco en casa de esos dos tampoco creo que sea para preocuparse demasiado. Esa vieja chalada no paraba de hablar, pero seguía sin enterarse de nada ¡Fíjate que no ha dejado de llamarme Francis en todo momento! - exhibió una sucia sonrisa amarillenta que más bien parecía una mueca grotesca -. Y el carcamal de su marido no era más que un puto vegetal, ahí en la silla de ruedas cagándose y meándose encima. Si ni tan siquiera recordaban bien nuestros nombres menos aún habrán sospechado nada.

- Pues mira tú que en lo del viejo no te doy la razón, listillo - indicó Rod -. Podía parecer que estaba en la Luna, pero a mí me daba mal rollo. No hablaba nada y era como si no nos quitara ojo, como si se oliera el pastel o algo así.

- Bueno, bueno, de todas formas no importa - intervino Louis -. Lo único que importa ahora es entrar en la ciudad y contactar con Sergey en el lugar convenido.

- Sí tío, eso… eso es lo único que importa - habló entonces Ethan tratando de sonreír -.

Siempre ocurría igual, las pocas veces que abría la boca tenía la sensación de que nadie lo escuchaba. Quizá fuera porque muchas de sus intervenciones no aportaban nada, si bien parecía pasar lo mismo dijera lo que dijera. En todo el viaje Donna y Rod no habían dejado de tratarlo con desdén, ni al él ni al liante de Fergie, pues eran los dos sujetos de última hora que no habían tenido más remedio que fichar.

Ethan miró a Fergie, que estaba a su lado en la parte trasera de la cargo. No es que lo considerara un gran tipo, ya que no era más que otro tirado como él que malvivía haciendo recados para Louis y que tenía tendencia a meterse en toda clase de líos. Como en su caso la base tenía mucho que ver en eso. Sin embargo a lo largo del viaje había tratado de mejorar su relación con Fergie, pues lo veía casi como un igual, aunque para su decepción el mulato no se había mostrado especialmente receptivo a dicho acercamiento. Trató de marcar distancias con él manteniendo una actitud no pocas veces despectiva, quizá porque lo consideraba el miembro más débil del grupo y no quería contagiarse de esa debilidad. A pesar de todo ahora ambos compartían un secreto, uno que ya no podía durar más y había que mostrar al resto.

- Lo llevas encima, ¿verdad? - quiso saber Ethan al cabo -. Anda, enséñalo.

Fergie dudó, como si no estuviera muy seguro. Después dijo:

- ¿Y tú, acaso no pillaste nada?

- No, como dijiste sólo eran baratijas. Nadie me daría gran cosa por ellas.

- ¿De qué cojones estáis hablando vosotros dos? - Louis se había vuelto y los miraba con el ceño fruncido. No sabía de qué iba aquella conversación y eso no le gustaba -.

El mulato mantuvo el suspense durante unos instantes. Tampoco resultaba sensato soliviantar en exceso al líder del grupo, así que metió la mano en uno de los muchos bolsillos de su pantalón estilo militar y extrajo un pequeño objeto redondeado y plano de color dorado.

- ¿Qué coño es eso, un maldito reloj de pulsera? - quiso saber Louis -. Ya no se ven demasiados.

- Sí tío, la vieja nos lo enseñó anoche mientras los demás os acostabais - intervino Ethan deseoso de algo de protagonismo -. No dejaba de hablar de lo maravillosos que son los brigadistas, de lo agradecida que estaba por la ayuda que le prestaban y todo eso. Entonces Fergie y yo fuimos a su habitación y ella sacó un cofre pequeño y lo abrió para mostrarnos todas las cosas que había guardado a lo largo de los años. Decía que eran joyas de su familia o algo así, aunque la mayoría no valían nada.

- Salvo este reloj - se adelantó a decir Fergie mostrando su amplia sonrisa amarilla -. Tengo ojo para estas cosas y en seguida vi que no era como el resto de la chatarra que había en el cofre. Os lo aseguro, esta mierda es mucho más valiosa de lo que parece. La vieja aseguraba que no era un reloj cualquiera, que se trataba de un Rolex.

- ¿Un Rolex? ¡Venga ya, esas cosas ya no existen!

Diciendo esto Rod se apoderó del reloj de un rápido zarpazo ante las airadas protestas de Fergie. Después de inspeccionarlo manifestó:

- No sé, no sé, esto tendría que verlo un especialista. Las falsificaciones de esta clase de antiguallas son casi lo único que queda en estos días. Pero si fuera auténtico…

- ¿Tú sabes de qué se trata? - Louis parecía intrigado -.

- Si fuera auténtico lo podríamos vender por una pequeña fortuna a unos tíos que conozco.

- ¡Lo veis, sabía que acertaría llevándomelo! - exclamó pletórico Fergie, recuperando de manos de Rod el preciado objeto que había robado -. Consideradlo como ingreso extra, aunque si nos dan un buen precio la mayor tajada me la quedo yo al haber tomado la iniciativa.

- ¡Eh, en esto vamos a medias! - saltó Ethan indignado -. Yo fui el primero que dije que debíamos cogerlo sin que la vieja se diera cuenta.

 

- ¡De eso ni hablar maldito capullo! Dudaste y después te entraron ganas de cagar y desapareciste. Yo fui el que arriesgó y terminó metiendo la mano en el cofre ¡El puto reloj es mío!

- ¡Pero la idea fue mía y quiero mi parte! - insistía Ethan repentinamente envalentonado -. De no haber sido por mí no se te habría ocurrido.

- ¡Eso es una puta gilipollez! - replicaba Fergie - ¿A quién no se le va a ocurrir aprovechar una oportunidad así? No vas a poner tus asquerosas manos en mi reloj. Nadie dijo nada de ir a medias.

- Sí lo dijimos.

- No desgraciado, estás tan podrido por dentro que te imaginas cosas. Y todo el mundo sabe por qué.

Se hizo el silencio después de aquella insinuación. Donna estaba a punto de explotar y no paraba de mirar de reojo a Louis. Robar un viejo reloj que ni tan siquiera parecía funcionar no entraba ni mucho menos en los planes de aquel día, si nadie decía nada al respecto ella terminaría haciéndolo.

- ¿Qué has querido decir con eso? - entretanto Ethan exigía que Fergie fuera más claro -.

- Sabes perfectamente a qué me refiero - replicó éste - ¿Acaso pensabas que no se enteraría nadie?

- ¿De qué habrían de enterarse?

- ¡Ja, este tío es más tonto de lo que pensaba! - se burló Fergie -. Todo el mundo sabe lo que eres y por eso no quiero tener nada que ver contigo, ¿me oyes? Nadie desea juntarse con un puto chapero come rabos.

- ¿Qué has dicho? - Ethan abrió los ojos como platos -.

- ¡Lo que has oído imbécil! No eres más que un maldito chapero come rabos. Todos saben que se la chupaste a ese cerdo seboso de Arnold porque andabas muy mal y estabas dispuesto a hacer cualquier cosa para poder pillar ¡Hay que tener algo de dignidad tío, yo al menos no me rebajo hasta esos extremos con tal de colocarme! ¡Joder, soy un hombre hecho y derecho!

A esas alturas el daño ya estaba hecho y poco se podía hacer para repararlo. Ni tan siquiera hubiera importado que aportara su versión, si bien no tenía ninguna. Aquella fatídica noche tocó fondo, iba tan puesto que apenas sí recordaba nada de lo sucedido, tan solo imágenes vagas y borrosas de verse por los suelos en el garito de Arnold. En ese estado cualquiera podría haber hecho con él lo que le diera la gana, habría sido casi como abusar de un cadáver. Sólo de pensarlo le entraban ganas de vomitar, pero si le obligaron a hacerle una felación a aquel puerco vicioso y grasiento poco pudo hacer para impedirlo. Al día siguiente se despertó tirado en un callejón y tan hecho polvo que no podía ni moverse, la noche anterior una prolongada y oscura laguna. Los rumores no llegaron a él hasta días más tarde y, una vez empezaron, fue como si tomaran vida propia y resultó imposible desmentirlos con argumentos creíbles. Si Samuel hubiera estado vivo aquello no habría ocurrido.

A pesar de todo Ethan estaba obligado a responder a aquel ataque, no hacerlo era mucho peor. No podía permanecer callado y, venciendo el estado de bloqueo inicial, gritó:

- ¡Eso es mentira Fergie, eres un hijo de puta! ¡Estoy harto de esa historia, no sé quién coño la inventó pero juro que algún día me las pagará!

- Lo que tú digas cretino, pero todos la hemos escuchado - se mofaba ahora Louis -.

Pero ni Ethan ni el pendenciero mulato prestaron atención a sus palabras, pues ahora se habían enzarzado en una patética pelea a manotazos, tirones y empujones, al tiempo que gritaban y se insultaban sin parar.

- ¡Puto bastardo mentiroso, quiero mi parte de lo del reloj! - exigía uno -.

- ¡Lo único que te voy a dar es un puñetazo en tu asquerosa boca de chupa pollas! - respondía el otro -.

Finalmente Rod, que iba detrás junto a ellos, se hartó del barullo y, haciendo valer una fuerza física muy superior, separó a ambos sin miramientos mientras amenazaba:

- ¡Basta ya retrasados de mierda! Como sigáis con esto yo mismo os tiraré de la cargo en marcha. No pienso arriesgar lo de esta noche por culpa de dos descerebrados que no saben cuál es su sitio, ¿ha quedado claro o tengo que moleros a palos para que lo entendáis?

Fue en ese momento cuando, indignada por el hecho de que nadie comprendiera exactamente la situación, Donna terminó explotando:

- ¡Maldita sea Louis, te advertí que no podríamos confiar en una basura como ellos, no digas que no había avisado de lo que sucedería! ¿Es que no lo ves? Ésta es precisamente la clase de mierda que puede terminar jodiéndolo todo ¿A qué santo se les ocurrió a estos dos putos yonquis anormales robar nada en casa de los viejos? Cuando se enteren de lo del reloj nos denunciarán y nos convertiremos en sospechosos en una ciudad militarizada ¡Eso es lo primero que debíamos haber evitado, dentro de poco tendrán nuestras descripciones y puede que nos estén buscando! ¿Cómo vamos a hacer el trabajo en esas condiciones? ¡A lo mejor esta noche no podemos ni entrar en el complejo de los almacenes!

- ¡Para que te enteres zorra de mierda, yo sé lo que hago y ando con pies de plomo! - contraatacó furioso Fergie - ¡Por el amor de Dios, pero si esos viejos no sabrán ya ni dónde tienen el ojo del culo! Fue un golpe seguro y dudo que puedan dar una descripción fiable de nosotros cuando hay miles de brigadistas trabajando en el frente. Te vas a arrepentir de lo que has dicho so guarra, yo te enseñaré a…

- ¡Un malnacido como tú no puede enseñarme nada!, ¿me oyes? - cortó ella, que no se amilanaba -. Y no puede porque no eres más que un yonqui descerebrado y apestoso que no tiene donde caerse muerto, deberías estar besando el suelo que pisamos por haber permitido que vinieras con nosotros ¡Sí, los dos deberíais besarlo, tú y ese otro chapero idiota que está a tu lado!

Ethan y Fergie hicieron el ademán de replicar, incluso dio la impresión de que éste último quiso incorporarse como para retorcer el pescuezo de Donna. Pero Rod intervino y los puso a los dos en su sitio.

- Una gilipollez más y os garantizo que no llegáis vivos a esta noche - volvió a amenazar agarrándolos con firmeza -. Ya ni tan siquiera me importa que no seamos suficientes en el equipo.

Donna y Louis no paraban de intercambiar miradas, la preocupación de ella era más que evidente. Él la tenía en alta estima, puede que por su aspecto no pareciera gran cosa, pero sin duda la consideraba una especie de genio de la informática. Aquella chica era un miembro imprescindible del equipo, sin sus conocimientos no podrían descifrar los códigos que daban acceso a la cámara donde los militares guardaban los preciados cerebros electrónicos y mucho menos podrían manipularlos para dejarlos en condiciones de ser vendidos en el mercado negro. Louis la necesitaba más que a nadie para aquel trabajo y no podía tenerla en su contra.

Además, en lo del reloj tenía toda la razón. En aquellos tiempos sustraer bienes ajenos era una práctica tan habitual, tan extendida, que la mayoría de la gente, lejos de considerarlo reprobable, lo tomaba por algo natural. Casi era de tontos desaprovechar la oportunidad de hacerlo, más si había un objeto de valor por medio, pues todo el mundo lo hacía. En la práctica cotidiana robar ya no se consideraba delito, por mucho que en teoría siguiera siéndolo, más bien era una forma más de sobrevivir. Precisamente por eso Louis no había concedido demasiada importancia al principio al incidente del reloj, cosas así se veían todos los días, no obstante ahora Donna le había abierto los ojos haciéndole ver el terrible riesgo que corrían.

- Escuchadme los dos - se giró muy serio hacia Ethan y Fergie -. Si estuviéramos en Londres incluso habría aplaudido que me hubierais traído esa cosa, si resulta ser tan valiosa como decís bien merece la pena robarla. Pero como ya hemos repetido mil veces nos encontramos fuera de casa y en un terreno que no conocemos. Si los viejos echan en falta su baratija nos habréis metido en un buen lío o, mejor dicho, en el peor de todos los líos. Tened por seguro que si esto se jode por vuestra culpa vais a tener que pagarlo.

- Yo personalmente me encargaré de cortaros en pedazos - añadió Rod más amenazante si cabe -. Y tened por seguro que no será una muerte rápida ¿Queda claro?

Ambos asintieron en silencio, no eran tan estúpidos como para no entender lo que significaban aquellas palabras. Bien sabían que Rod no tenía escrúpulos a la hora de ser el brazo ejecutor de Louis o cualquier otro para quien trabajara. Su cabeza rasurada al estilo de los matones de la zona sur, esa mirada fría pero al mismo tiempo fiera y su sólida figura atestiguaban que ya se había deshecho de otros en más de una ocasión.

- Bueno, creo que así está mejor - se dio por satisfecho Louis. Volvió a mostrar su habitual sonrisa socarrona, pues amenazar y andar cabreado no formaban parte de su temperamento, si bien en ocasiones como aquella se veía obligado -. Ahora que todos sabemos lo que se debe y no debe hacer este asunto irá sobre ruedas.

- Puede que sí o puede que no - concluyó Donna -. Sé que ahora ya es demasiado tarde porque estamos a las puertas de Edimburgo, pero no deberías haberlos traído.

Mientras tanto la cargo siguió avanzando por una descuidada carretera llena de baches y apenas distinguible, en pos de su destino. Sobre ella una negra cúpula de ciega oscuridad que convertía el día en noche. Ya estaban muy cerca, tal vez demasiado cerca.

3

Al igual que Londres Edimburgo ya no se podía considerar una ciudad, por mucho que la gente siguiera pensando en ella como tal. Más bien era algo así como el puesto más avanzado del reino, la última porción de lo que pomposamente se denominaba la Gran Bretaña Libre, rodeada casi por completo por Tierra de Nadie. Más al norte de ésta última lo desconocido, la Escocia ocupada por el Enemigo desde hacía más de un siglo. Eso era lo que decían, si bien nadie quedaba para recodar en qué fecha exactamente se perdió esa porción del territorio patrio. La Guerra lo devoraba todo, incluso también la memoria histórica de los pueblos.

Nada quedaba de lo que una vez fue la capital escocesa, sólo campos de ruinas calcinadas. Sobre ellas crecían ahora las instalaciones y fortines de las fuerzas destacadas en el frente, construcciones prefabricadas y terriblemente antiestéticas que se disponían sin orden ni concierto aparente. A decir verdad parecían poca cosa, si bien constituían la parte visible de un entramado subterráneo mucho más vasto, aquel que se conectaba con las posiciones de retaguardia mediante líneas férreas enterradas a más de medio centenar de metros de profundidad. En realidad Edimburgo era un puesto ocupado por hombres-hormiga, allí no era raro hacer la vida bajo tierra porque se consideraba más seguro y por eso ahora a la antigua ciudad muchos la llamaban coloquialmente el Hormiguero. Hasta ciertos términos guardaban relación con dicha denominación. Los militares empleaban la palabra “hormiguita” para referirse de manera despectiva a cualquier brigadista, algo que sea hacía extensivo al resto de civiles reclutados para hacer trabajos de todo tipo en esa parte del frente. Para los civiles por su parte los soldados eran los “cabezas cuadradas”, otro nombre despectivo que no era exclusivo de aquel lugar, ya que se empleaba en toda la isla y quién sabe si más allá.

Sí, allí en aquel escenario de pesadilla era preferible salir a la superficie cuanto menos mejor. Hacía mucho tiempo que el Enemigo no emprendía una ofensiva de envergadura, que el Terror no avanzaba desde las sombras del norte para llevárselo todo por delante. Al igual que ocurría en el resto de Gran Bretaña ni tan siquiera los ataques mediante lluvias ciegas eran especialmente intensos desde hacía años. Pero aun así el temor prevalecía, recuerdos traumáticos de un pasado que muchos no conocieron porque todavía no habían nacido. La Gran Oscuridad estaba ahí para recordárselo permanentemente, indisoluble, opaca, extendiéndose en todas direcciones como si no tuviera principio ni fin. Aquel eterno manto de negras nubes resultaba más opresivo y asfixiante allí en el frente, tanto que muchos no podían soportarlo a pesar de que ya lo conocían bajo múltiples formas. Pero no aquella, aquella sencillamente parecía demasiado.

Esa sensación opresiva terminó dominando a todo el grupo una vez superaron el último control y penetraron en el perímetro de máxima seguridad del área militarizada de Edimburgo. Hasta el momento las identificaciones falsas habían cumplido con su labor, tal vez no las necesitaran por mucho más tiempo, ya que gracias a ellas no habían dejado de tomarles por miembros de las Brigadas de Salvación. El disfraz se completaba con el clásico peto y brazalete grises al uso entre todos los miembros del servicio. Era para felicitarse, pero en aquel momento nadie se mostraba alegre. Puede que fuera por la proximidad del golpe, la hora señalada se acercaba y la tensión iba en aumento, pues no dejaba de ser un trabajo extremadamente arriesgado. Puede que fuera porque el condenado contacto en la Cuarta División, un tipo que utilizaba el sobrenombre de Sergey y que Louis no veía desde hace años, estaba tardando mucho más de la cuenta en presentarse. Hacía horas que lo esperaban en el punto de encuentro convenido y seguían sin noticias de él. O simplemente puede que fuera la Oscuridad, se decía que al principio a todos les pasaba lo mismo.

 

Donna no dejaba de mirar al cielo, en su rostro se podía ver la angustia contenida. A pesar de lo que pudiera parecer no era una mujer que se asustara con facilidad, pero el asunto del reloj había ensombrecido su ánimo desde primera hora de la mañana. Louis se acercó a ella.

- Aquí es más compacto, como… como un muro - comentaba Donna con la vista todavía puesta en lo alto -. Más bien parece que te vayas a estrellar contra esas nubes si intentas atravesarlas.

- No deberías obsesionarte con esa mierda, muchos han perdido la cabeza al hacerlo - replicó él - ¿Qué más da que sean más compactas o menos? Sí de acuerdo, son las tres de la tarde y es como si fuera de noche, aquí siempre parece de noche y eso debe de ser muy deprimente. No es peor que en otras partes, llevamos toda la vida bajo esas nubes y estamos acostumbrados. Si te sientes intranquila es porque esto es el frente, el límite del mundo, y parece un lugar muy peligroso. Luego está lo de esta noche, sería un idiota si no reconociera que a mí también me pone nervioso, pero si permanecemos concentrados y cada uno hace lo que tiene que hacer todo saldrá bien. Eso es lo único que debe importarnos, olvídate del cielo.

- También me ponen nerviosa esos dos - confesó ella señalando a Ethan y Fergie, que permanecían más apartados -. Lo de esta mañana ya es agua pasada, pero ahora el uno no puede mantener el pico cerrado y el otro se caga encima cada dos por tres. Ya se ha metido ahí dentro para aliviarse un montón de veces.

Diciendo esto indicó la negra abertura que era uno de los accesos al edificio abandonado junto al que permanecían aguardando la llegada de Sergey. Aquella era prácticamente la única construcción de carácter no militar que todavía quedaba en pie y relativamente intacta en varios kilómetros a la redonda, un rascacielos de siniestra apariencia compuesto por dos bloques gemelos de treinta plantas que en el pasado estuvieron conectados por una pasarela a media altura, cuyos restos todavía resultaban visibles. La construcción se ubicaba en el sector más meridional de Edimburgo y, dada su singularidad, resultaba imposible confundirla con cualquier otra cosa. Por eso el contacto les había citado allí.

- ¡Mira, ha sido hablar del cagón y vuelve su problemilla! - indicó jocoso Louis, al ver que Ethan sentía otro repentino apretón y regresaba de nuevo al interior de uno de los bloques -. Se ha descompuesto nada más entrar en Edimburgo, tanto lamerme el culo para conseguir venir hasta aquí y llega la hora de la verdad y parece a punto de venirse abajo.

- ¡Oh sí, eso es fantástico Louis! - protestó Donna -. Ese bobo está cagado de miedo pero vamos a depender de él para sacar los putos chismes del complejo ¿No crees que es jugársela demasiado? Desde el principio se veía a la legua que no valía para esto.

- Tranquila, sé cómo canalizar ese miedo - contemporizó él -. Le haré saber que tiene mucho más que temer por lo que le haré si nos falla, que por lo que le harán los cabezas cuadradas si le pillan.

- No sé si colará, estos cabrones del frente tienen fama de ser una panda de jodidos salvajes. No me gustaría caer en sus manos.

- Pues dentro de unas horas estaremos en la boca del lobo, rodeados de ellos por todas partes.

- ¡Eso está muy bien, pero a mí me gustaría saber cuándo cojones se dignará en aparecer ese maldito ruso que dices que es amigo tuyo!

A Fergie se le veía especialmente nervioso, harto de esperar había decidido enfrentarse a Louis.

- ¡Que no es ruso capullo, utiliza un nombre falso para cubrirse las espaldas! - medió Rod - ¿Cuántas veces van a tener que repetírtelo?

- ¿Y eso qué más da? - replicaba el mulato -. Louis lo conoce, imagino yo que sabrá su verdadero nombre.

- Ya os dije que hace mucho que no lo veo, esto lo hemos organizado contactando de forma indirecta y los dos convenimos en mantener su identidad oculta hasta que todo haya pasado - explicaba el cabecilla del grupo -. Por seguridad, ya sabéis. Trabajé con él hace años, cuando todavía estaba en lo más bajo y no me había hecho un sitio. El caso es que lo cogieron y se vio obligado a alistarse para evitar una condena peor, fue una putada pero al menos ha servido para darnos esta oportunidad. Os repito que es un tío legal y por su parte no debemos temer nada.

- De verdad espero que tal y como dices no haya cambiado estando aquí - dijo Rod -. Hubiera sido mejor traer armas. Más vale tenerlas y no necesitarlas, que necesitarlas y no tenerlas.

- Ya sabes que eso habría sido demasiado arriesgado - replicaba Donna -. Los brigadistas no van armados, si en un registro nos las hubieran encontrado todo se habría ido a tomar por culo.

- Dirás lo que quieras, pero con un hierro en la mano yo me siento mucho más seguro - fanfarroneó Fergie, Donna lo miró con cierto desprecio y ni se dignó en contestarle -. Además, todo este asunto tiene algunas cosas raras. Tanto insistir en que tiene que ser esta misma noche, que no puede ser mañana ni pasado ¿No iban a estar los putos brigadistas haciendo inventario en esos almacenes durante quince días? Ese Sergey podría colarnos cualquier otra noche.

- Veo que la mierda que te metes ha dejado tu puto cerebro más atrofiado de lo que imaginaba, Fergie - se enfureció Rod -. No habrá más oportunidades aparte de esta noche hasta dentro de un año porque hoy es cuando entran los nuevos reemplazos. Los cabezas cuadradas más novatos tienen su primer día de curro en el complejo de la Cuarta División y los que van a ser sustituidos sólo piensan en lo poco que les queda para largarse. Será el mejor momento porque es cuando más descontrol hay. Unos que llegan, otros que se van y en medio de todo más de un centenar de brigadistas ayudando en los inventarios. Nadie sospechará cuando Sergey nos introduzca y, una vez dentro, tan sólo tiene que dejarnos en algún lugar cerca de la cámara del tesoro y hacer como si nos encomienda algún tipo de tarea.

- ¿Y los sistemas de seguridad? - Fergie seguía sin fiarse -.

- Si superamos los controles de acceso al complejo el resto ya no me preocupa - afirmó Donna -. Desde dentro y haciéndonos pasar por brigadistas todo será mucho más fácil, puedo ocuparme de la vigilancia electrónica sin problemas. Por mucho que digan los sistemas que emplean aquí no son muy distintos de los de otras partes.

El grupo pareció tranquilizarse por unos momentos, hasta que una serie de lejanos fogonazos verdosos sobre el horizonte y un rumor de tormenta les hizo recordar de nuevo dónde estaban exactamente. Una ráfaga repentina de viento se alzó llenando el aire de desperdicios flotantes.

- Estoy harta de todo esto - comentó Donna sin dirigirse a nadie en concreto -. Llevo toda la vida soñando con largarme de esta puta isla que no es más que un enorme cementerio. Aquí es como si estuviéramos muertos y enterrados en vida, si las cosas salen bien ganaremos lo suficiente como para hacer lo que nos dé la gana. Y yo pienso irme bien lejos.