La Pasión de los Olvidados:

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- No existen emplazamientos seguros si Ellos deciden intervenir - cuestionó Carter -. Si esto llegara a ser realmente importante no imagino nada peor que un traslado, por mucho que tratemos de efectuarlo con la mayor discreción posible El Ojo nunca descansa. Sacar a una mujer dragón capturada de la zona del frente y llevarla a Darlington, que yo sepa no es algo que se suela hacer con frecuencia. Levantaríamos sospechas inmediatamente, nada mejor para despertar su interés ¿Qué haremos entonces si deciden venir por ella? ¿Sacrificar a cientos, incluso miles, de efectivos para tratar de impedirlo? ¿Es ese su plan, coronel?

- ¿Acaso es más seguro tenerla aquí, rodeados por Tierra de Nadie?

- Estas instalaciones se hallan todas en el subsuelo y además están bunkerizadas - aseguró ella -, lo que nos permite permanecer bien atrincherados en caso de ataque y organizar una evacuación a través de las líneas subterráneas con tiempo suficiente. Aquí estamos más preparados para responder a esa clase de eventualidades que en Darlington. Además, como he dicho si esa Evgine no es nadie interesante un traslado sería del todo improcedente. Y, si de verdad lo fuera, dejarla donde está daría a entender precisamente lo contrario ¿Me entiende coronel?, por el momento es mejor que nos ocupemos nosotros de esto haciéndolo a mi manera.

- Por supuesto general, tal y como ha indicado no se pierde nada con probar. Veamos qué tal resulta el señuelo, si la prisionera está dispuesta a colaborar emplear ese colchón protector nos ayudará a tratar con ella sin arriesgar a ninguno de los nuestros.

Fin del primer asalto, por el momento Carter se imponía en aquel asunto. Que el experimento que se iba a probar a continuación fuera la forma más adecuada de hacer las cosas no importaba tanto como que era una propuesta suya y no de Perkins. Podía resultar tan bien o tan mal como la de éste, sólo el tiempo o el azar lo dirían, pero por el momento lo fundamental era que había hecho valer su autoridad y su criterio y aquel oficial de Inteligencia dejaría de tocarle las narices con sus reproches y sus proposiciones alternativas. Tal vez no durara demasiado, pero una victoria de un día sigue valiendo como victoria.

- Es la hora mi general - anunció el mayor Christiansen, hombre de pocas palabras -. Acudiré junto al señuelo para darle las últimas instrucciones y proceder a entregarle el intercomunicador. Si me disculpan ustedes.

Un simple gesto de la general bastó para que el mayor tuviera permiso para retirarse. Confiaba en él plenamente, mucho más que en otros mandos superiores como por ejemplo el coronel Warren. Por eso le había encargado que se ocupara de aquello personalmente.

- Muy bien caballeros - indicó ella a los restantes -. Vamos a ver qué se cuece en el puesto del capitán Burrows.

***

- Mirad a ese pringado, Appam y los suyos van para allá - dijo el soldado Morey -. Me apuesto veinte libras a que el muy desgraciado se caga encima antes de entrar en la celda de esa zorra.

Un compañero suyo que estaba a su lado, el soldado Falcone, no pudo evitar exhibir una mueca faltona al tiempo que replicaba con retintín:

- ¿Veinte libras? ¿Y por qué ya de paso no apuestas cien, o mil? Todo el mundo sabe que esa mierda que tú tienes es más falsa que los salvoconductos que se venden en los tugurios de Mayfield, a los únicos a los que se la puedes colar es a los novatos. Como un día te cojan los peces gordos te vas a enterar. Y si de verdad quieres apostarte algo juégate los dos pares de botas sin estrenar y todo el licor que escondes tras el armario de los productos de limpieza que hay en el almacén de repuestos.

- ¡No te pases de listo Falcone! - contraatacó Morey -. Si no la próxima vez búscate a otro para que te consiga tus porquerías.

- ¡Silencio idiotas! - cortó el suboficial médico Liu -. Se acerca el capitán y me parece que no viene solo ¡La Carter ya está aquí!

Se acabaron las bromas. Todos sabían lo que se estaban jugando, ya que si algo salía mal los primeros en sufrir las consecuencias iban a ser ellos. Puede que los mandos también tuvieran sus problemas después, pero las cabezas de la tropa siempre rodaban antes. El problema era que no estaban acostumbrados a emplear aquel procedimiento con una prisionera dragón, de hecho no estaban acostumbrados a usar casi ninguno. Lo habitual era que si una de esas caía todavía viva en su poder, lo cual no sucedía demasiado a menudo, los carniceros se ocupaban de ella durante un par de días o tres hasta que le sacaban todo lo que tenía dentro, a veces literalmente.

Pero aquello resultaba de lo más heterodoxo. Iban a obligar a un pobre diablo a entrar en la celda de aquella mujer, ¡así sin más y sin ofrecerle ningún tipo de protección! Nada de androides para interrogarla indirectamente ni ninguna otra cosa parecida. Si los jefes empezaban a sacrificar presos de esa manera, al parecer sin mostrar el menor miramiento, ¿qué sería lo siguiente? Todos ser burlaban de aquel infeliz, pero eso era porque en el fondo nadie deseaba estar en su pellejo.

- ¡Atención! - el capitán Burrows irrumpió y todos sus hombres, incluidos los operadores que estaban sentados frente a los monitores de vigilancia, se alzaron en posición de firmes -. La general y el oficial de Inteligencia enviado por Dublín asistirán al encuentro preliminar desde nuestro centro de vigilancia, espero que estén a la altura de lo que se espera de ustedes ¿Ha quedado claro?

- ¡Sí mi capitán! - replicaron a una sola voz el resto -.

Burrows trataba de imponer una atmósfera de marcialidad, pero todos sabían que en aquella compañía se aplicaba una versión especialmente elástica del reglamento. Una motivo más de preocupación.

Carter, acompañada por su inseparable Rafiq y el coronel Perkins, no tardó en hacer acto de presencia. Todos la saludaron como correspondía. Desde la estancia en cuestión se dominaba toda el ala de máxima seguridad de la penitenciaría de Leith a través de un extenso sistema de videovigilancia que contaba con numerosos monitores. Había una cámara por celda y otras muchas vigilando los corredores y distintas dependencias. A diferencia de otras alas aquella apenas sí contaba con reclusos, pues lo cierto era que el resto se hallaba en un preocupante estado de masificación. Inicialmente Leith no se erigió para terminar repleto de presos de toda índole, pero en la zona del frente no quedaban ya instalaciones similares donde internar al creciente número de proscritos, desertores, traficantes, asesinos, violadores o simples maleantes de cualquier tipo que infestaban la región. Buena parte eran civiles y las autoridades no sabían qué hacer con ellos, el resto de Gran Bretaña era un campo de ruinas y, por paradójico que pudiera parecer, los puestos avanzados de las zonas fronterizas eran un hervidero de actividad que atraía como un imán a numerosos oportunistas. A los peores se los enviaba al vertedero penal de Carberry, donde la esperanza de vida era más bien breve, y a otros se los fusilaba directamente aprovechando la menor excusa. Pero incluso así todavía seguía habiendo demasiados. Carter se resignaba, estaba destinada allí, en un emplazamiento en primera línea y, sin embargo, su principal cometido no era otro que ocuparse de una ingente masa de escoria humana. Al menos lo que ahora tenían entre manos parecía mucho más prometedor e intrigante.

Los hombres de Burrows mantenían la vista en alto para no afrontar directamente la mirada de la máxima responsable de la base. La presencia de la general imponía, pues era una mujer muy alta, de unos dos metros de estatura, y complexión atlética. En aquel rostro ovalado de cabellos claros siempre recogidos en un moño había unos ojos verdosos que parecían mirar con una fría y feroz severidad, pero que al mismo tiempo transmitían una extraña sensación de tristeza y soledad. Resultaba contradictorio, tanto como el hecho de que ella fuera incapaz de controlar todo lo que en Leith sucedía, que eran muchas cosas, a la vez que sus represalias caían con furia vengativa sobre todo aquel que era acusado de desobediencia, incompetencia o cualquier otra irregularidad grave. No era complicado evitarla la mayoría de las veces, pero si se fijaba en ti podías tener un problema muy serio.

- ¿Todo dispuesto, caballeros? - preguntó ella -.

- Si mi general, en cuanto el mayor Christiansen entregue el intercomunicador al señuelo todo podrá dar comienzo tal y como estaba previsto - respondió el capitán Burrows firme y con la vista alzada -.

Se hizo de nuevo el silencio, tenso y espeso. Carter miraba a uno y otro lado, manteniéndose erecta y con las manos cruzadas a la espalda en señal de autoridad y en actitud de inspeccionar a aquel grupo. Nadie abriría la boca si ella no hablaba primero.

- Dígame capitán - reanudó - ¿Han averiguado ya qué diablos es esa especie de soporte neural que la prisionera lleva gravado bajo la piel justo sobre el hueso del cráneo? Según me dijeron después de la primera exploración no se trata de algo en absoluto habitual, pero no he vuelto a saber nada más de ese asunto y ya ha pasado más de una semana ¿Por qué?

- Bueno, esto… Quizá yo no sea el más apropiado para responder, mi general. De eso se encarga el suboficial médico Liu que es especialista en la materia.

“¡Fantástico, ya me ha pasado el marrón a mí! ¡Qué cabrón! A ver cómo salgo yo de esta”, maldijo para sí el suboficial mientras la mirada de la general se volvía hacia él.

- ¿Y bien suboficial Liu? - quiso saber ella - ¿Va a responder usted a la pregunta que su capitán ha eludido?

Liu, hombre de ascendencia oriental tal y como indicaba su apellido, tragó saliva antes de responder como buenamente podía. No es que eso pudiera solucionarle la papeleta, pero tenía que decir algo, lo que fuera, porque permanecer callado era mucho peor.

 

- Pues… pues como puede ver aquí, mi general, éste es el micrograbado impreso sobre el cráneo de la prisionera - empezó a exponer el suboficial médico operando sobre una pantalla táctil para mostrar una imagen. Se trataba de una recreación digitalizada que mostraba una estructura romboidal compuesta a su vez por otras figuras idénticas más pequeñas y así sucesivamente hasta lo que parecía el infinito -. Se obtuvo mediante técnica de escáner de barrido y está aumentada doscientas veces, la forma original apenas sí tiene unos dos milímetros cuadrados de superficie y es muy poco patente. Se parece a las que se han detectado en otras que son como ella, no tanto a los soportes convencionales que usa nuestra gente, pero en este caso es una estructura fractal grabada con una exquisitez increíble, señora. La técnica de micrograbación empleada nos es por completo desconocida y seguramente el soporte se diseñó para albergar una cantidad verdaderamente inmensa de información, sin bien no sabemos el motivo por el cual está por completo vacío y virgen. Tal vez la prisionera fue enviada para llenarlo con algo que todavía no sabemos y que puede que sea de gran importancia para el Enemigo. Pero cómo se procedería a hacerlo sigue siendo un misterio, ya que a diferencia de otros soportes éste carece de puertos de entrada o salida, por lo que en principio no sabemos el método para cargar o descargar datos en él.

De entrada Liu había dado una explicación bastante buena, al menos esa sería la impresión que se llevase cualquiera que no estuviese al tanto del asunto. No obstante Carter no parecía en absoluto satisfecha.

- Suboficial médico Liu - dijo al cabo de unos instantes de tenso silencio una vez más -. Todo eso que acaba de decir ya fue expuesto cuando se descubrió la estructura en el cráneo de la prisionera, de hecho ella misma solicitó que le realizaran el escáner para mostrárnosla en señal de buena voluntad, porque de no ser así tal vez ustedes ni tan siquiera se habrían dado cuenta de nada ¿De verdad me está diciendo que después de todo este tiempo no hay nada más que puedan aportarme acerca de ese soporte?

- Bueno yo… además… además - las palabras no salían cuándo más las necesitaba -. Como… como el micrograbado se encuentra en la región occipital del cráneo, pensamos… pensamos que esa mujer podría usar sus ojos como puertos de entrada y salida de datos. Ya sabe, mi general, la zona del cerebro que está justo debajo es la encargada de procesar las imágenes y…

- Ya veo - cortó bruscamente ella -. Nada que no se dijera el otro día.

Después volvió su mirada hacia el panel de monitores. En uno de ellos se podía ver el interior de una celda, en ella una joven sentada en el lateral de su camastro escribía en unos folios apoyada sobre lo que parecía un antiquísimo pupitre escolar.

- Capitán Burrows ¿Le han proporcionado a la prisionera hojas de papel, un lápiz y hasta… hasta una mesita?

El gesto y la entonación de Carter denotaban su sorpresa y hasta se diría que una patente incredulidad. Al momento añadió:

- ¿Cómo… qué… qué diablos significa todo esto?

- Deje que me explique mi general - trató de salir del paso Burrows -. Todo se ha hecho siguiendo los procedimientos, se lo aseguro. Dos días atrás la prisionera solicitó papel porque dijo que deseaba escribir una carta, accedimos de inmediato al imaginar que sería una confesión o algo parecido. Por lo visto tenía mucho que contar, así que también se nos ocurrió introducir en la celda el pupitre, para que le resultara más sencillo, ya sabe. Pero mantuvimos en todo momento las debidas precauciones, mi general, nadie se expuso más de lo necesario.

- Mire usted por donde que eso sí que no me extraña nada - aseguró ella dejando entrever una mueca. Luego volvió a centrar su atención en el monitor - ¿Y ya lleva dos días escribiendo?

- Sí mi general.

- ¿Y qué escribe?

- Bueno… pues por lo visto… - el capitán dudaba -. Por lo que parece, señora, nada especialmente importante.

Carter no pudo evitar abrir los ojos como platos, a su lado el subteniente Rafiq mostraba una expresión igualmente sorprendida. Por su parte Perkins permanecía impasible, aunque presumiblemente aquella situación le parecería ciertamente cómica.

- Pero… pero, ¿se puede saber qué clase de respuesta de mierda es esa, eh capitán Burrows? - explotó finalmente Carter - ¿Acaso no le han intervenido los folios o, como mínimo, le han preguntado acerca de su contenido?

- Hemos tomado algunos, mi general, pero han sido incinerados por seguridad.

- ¿Qué? - a cada nueva contestación ella parecía desquiciarse más y más -.

- ¡Lo dice en el procedimiento, mi… mi señora, no ha sido una cuestión arbitraria! - adelantó Burrows para tratar de arreglarlo -. Todo objeto o material tocado por una mujer dragón corre el riesgo de quedar… ya sabe… impregnado. Ya sabemos cómo son esas rameras, usted también lo sabe mi general, emplean toda clase de artimañas con tal de jodernos. Para eso las envían, ¿no? Al principio no caímos en la cuenta, pero después dijimos… ¡joder! Esa pretende que toquemos los papeles que ha escrito porque los ha convertido en una trampa. Si alguien los coge, aunque sea con unos guantes, el veneno de la mujer dragón penetrará en él y estará acabado. No creo que sea el único que haya oído que cosas así han sucedido más de una vez. Por eso nos hemos visto obligados a destruir los papeles que le fueron intervenidos a la prisionera, mi general, aunque siga escribiendo porque le dimos bastantes.

- Y además malgastando material - murmuró Rafiq sin poder evitarlo. Carter le lanzó una severa mirada de soslayo y éste entendió de inmediato que se debía abstener de realizar comentario alguno sin permiso. Como habitualmente suele decirse, no estaba el horno para bollos -.

- Vamos a ver, va… vamos a ver - ella se llevaba las manos a la cabeza. El temor paranoico hacia las enviadas del Enemigo, tan común entre las filas aliadas, no bastaba para justificar lo sucedido - ¿Me están queriendo decir que no hay nadie que se haya molestado lo más mínimo en analizar detalladamente ninguno de los escritos por si pudieran contener algo importante? ¡No puedo creer que me estén contando algo así con toda normalidad!

- ¡Con su permiso mi general, yo sí que pude leer por encima una de las hojas! - se adelantó uno de los soldados, un hombre bastante joven y ciertamente apuesto -.

- ¿Po… por encima? - después de la sorpresa se repuso e inquirió con gran dureza - ¿Y se puede saber quién coño es usted? ¡Preséntese como corresponde, maldito desgraciado!

- Soy el soldado Falcone para servirla, mi general - respondió él tieso como una estaca y sin dejar de mirar hacia el techo -.

- Muy bien soldado Falcone - pareció tranquilizarse Carter -, quizá pueda usted arrojar algo de luz en medio de todo este desaguisado ¿Qué pudo leer?

- Un chiste mi general.

- ¿U… un chiste?

Aquello podía terminar pasando de lo ridículo a lo esperpéntico. Por momentos ella se sintió bloqueada y, entendiendo que se le daba permiso para proseguir, el joven soldado añadió:

- A mí me pareció muy malo mi general, pero si quiere se lo cuento. Empezaba con una madre y su hijo que estaban en su casa, entonces el niño va y dice: “Mamá, mamá, hay un muerto en mi habitación”. A lo que su madre contesta: “Tranquilo hijo, deja la ventana abierta y ya se irá él solo”.

Silencio sepulcral. De haber sido un humorista frente al público aquello hubiera supuesto la sentencia de Falcone, aunque en cierta forma lo era, la suya y la del resto de la compañía. Antes de que nadie más lograra pronunciar palabra alguna volvió a añadir:

- Y no pude leer nada más mi general. Al menos nada que pudiera entender así de pasada, porque esa tía tiene muy mala letra y yo tampoco es que sea muy bueno en eso, ¿sabe usted? Y como decía el chiste no tiene ninguna gracia.

Carter no esperaba demasiado en relación a las aptitudes intelectuales de la tropa. A decir verdad muchos de aquellos muchachos y muchachas eran analfabetos funcionales, por no decir que los que apenas sí sabían leer o escribir abundaban más de lo que cabría esperar. No era culpa suya, el mundo en el que habían nacido no les dio la oportunidad de recibir una educación adecuada. Y eso suponía un problema especialmente grave, ya que no se podía confiar una tarea relativamente sensible a gente inculta y escasamente formada. Ella lo estaba comprobando en el peor momento posible, precisamente ante la inquisitiva mirada del odioso Perkins. Cualquier cosa que se saliera de lo habitual desbordaba a aquellos soldados, ya que el Ejército tampoco se había molestado lo más mínimo en formarlos intelectualmente.

“No era culpa suya”, se repetía la general aun a pesar del bochornoso espectáculo de indolencia que había presenciado. Pero no podía excusar a sus subalternos, no en aquel momento, estaba obligada a mantener la tensión, a mostrar una autoridad y una firmeza implacables. Burrows y los suyos no eran ni mucho menos lo mejor de entre su clase, pero debía apañárselas con lo que tenía y tratar de salir airosa del trance.

- Tiene razón soldado Falcone, no tiene ninguna gracia - afirmó finalmente, para luego volverse hacia el capitán de la compañía -. No la tiene porque, aun a pesar de que por lo visto la prisionera ha tenido la deferencia de escribir en inglés para que pudiéramos entender lo que quería expresar, ustedes ni tan siquiera han sido capaces de llevar cabo una tarea tan simple como estudiar el contenido de unos manuscritos. Es más, ¡ni tan siquiera se molestaron en derivarlos a la unidad de Análisis! ¡Los destruyeron directamente como si fueran ropa interior sucia!

- Ve… verá mi general - Burrows se esforzaba en justificarse, a sí mismo y a todos los que tenía bajo su mando, pues si se producían comportamientos irregulares también era culpa suya por no haber hecho nada para impedirlo -. Sé que esto parece un desastre, más cuando está a punto de dar comienzo el… esto… el experimento ¿Podríamos llamarlo así, no? Pero no quiero que se lleve una idea equivocada acerca…

- ¿Que no quiere que me lleve una idea equivocada? - rugió Carter - ¡Su desfachatez no parece conocer límites, capitán! ¡Dos semanas, qué digo, casi tres! Ese es el tiempo que lleva la prisionera bajo su custodia. Ha destinado un operativo de nada más y nada menos que veinticuatro hombres y mujeres para ocuparse de ella, ¡veinticuatro!

- Es una mujer dragón, mi general, todo el mundo sabe lo extremadamente peligrosas que son.

- ¡Déjese de monsergas, con la mitad tenía más que de sobra! Quizá piense que soy idiota, pero sé perfectamente lo que sucede en su unidad. El ala de máxima seguridad está destinada únicamente a confinar a aquellos servidores del Enemigo que caen en nuestro poder, cosa que no sucede muy a menudo. No han tenido demasiado trabajo por aquí últimamente y eso le ha venido de perlas, ¿eh capitán? Así todos ustedes podían dedicarse a otra clase de “asuntos” - ella remarcó con un gesto el doble sentido de la expresión -. Pero ahora resulta que tenemos a una prisionera dragón y no puede delegar su responsabilidad en los carniceros como casi siempre ocurre. Una auténtica putada, sí señor, porque ha puesto en evidencia su incompetencia. Mientras permanecían todos aquí sin nada que hacer y tocándose las pelotas, o a lo sumo realizando unas cuantas labores rutinarias, era posible guardar las apariencias. Eso se ha terminado porque ahora tenemos un asunto muy serio entre manos - se detuvo unos instantes -. No han sido capaces de averiguar nada más acerca del soporte neural, ni tan siquiera se han molestado en solicitar la opinión de alguien más versado en la materia. Lo único que pueden decirme acerca de la prisionera es que, al parecer, escribe chistes malos. Eso en el caso de que realmente sean chistes, como se dedican a destruir pruebas sin consultar con nadie no hay forma de saber si esos documentos tienen algún valor o no.

Burrows permanecía cabizbajo, abatido, presentía que la general había dado su veredicto y a continuación dictaría una sentencia condenatoria.

- Dígame capitán. Ya que ha estado viviendo tan tranquilo en este puesto, ¿no le gustaría tanto a usted como a los suyos experimentar un poco de emociones fuertes? - sugirió ella con malicia -. Ya sabe, encargarse de los criminales en el vertedero de Carberry o, mejor aún, misiones de reconocimiento en Tierra de Nadie para recuperar los casper que perdemos. Como por lo visto las tareas concienzudas y que requieren cierto esfuerzo mental no parecen ser lo suyo, quizá les venga bien un poco de acción.

 

- No… nos esforzaremos mi general, se lo garantizo - se comprometió Burrows, pues las alternativas mencionadas le ponían los pelos de punta -. E… el operativo está dispuesto, le aseguro que de eso sí nos hemos encargado siguiendo a rajatabla las instrucciones dadas por el mayor Christiansen.

- Por su bien espero que así sea - amenazó Carter -. No pienso tolerar más errores.

Y no los toleraría porque Perkins tampoco los iba a pasar por alto. De entrada informaría debidamente a Dublín acerca de lo que había presenciado en aquella sala repleta de monitores.

- Mi… mi general - uno de los operadores, que en esos momentos había procedido a sentarse en su puesto, llamó la atención en relación a lo que se mostraba en una de las imágenes que allí se recibían -. Están abordando al señuelo, no creo que eso sea nada bueno.

Todos fijaron su atención en el suceso, Rafiq incluido, que esta vez no pudo contenerse e indicó:

- Habría que avisar a alguien, mi señora, sólo falta que terminen haciéndole daño.

Los presentes aguardaban a una reacción por parte de Carter, pero ésta permanecía impasible contemplando las imágenes de la agresión.

- ¿Acaso no piensa decir o hacer nada al respecto? - inquirió el coronel Perkins dirigiéndose a ella en un tono un tanto brusco e impertinente -. Ese hombre no va a estar en condiciones de enfrentarse a la prisionera.

- Tranquilícense todos - espetó ella -. No le van a hacer más daño del que le hemos hecho ya. De todas formas el mayor está al caer, él cortará esto.

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