Humanos en la oficina

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Esto ya no es lo que era: de la mañana a la noche

Las empresas son conscientes de que todo se ha transformado y es completamente diferente no solo su trato con los empleados, sino con los clientes y usuarios que han cambiado su forma de actuar. Lo que hace unos años era habitual ahora no se hace, y si no que se lo pregunten a los vendedores de periódicos diarios y revistas en papel, que cada día venden menos. Volvemos a hablar de Darwin porque hay que ser capaces de adaptarse a la nueva situación; las empresas necesitan profesionales que sean capaces de asumir esos cambios y ofrecer alternativas que permitan mantener la rentabilidad de la compañía. La sociedad se ha transformado tanto que, como decía aquel, «no la reconoce ni la madre que la parió». Vamos a hacer un pequeño repaso de algunas actividades cotidianas que hace apenas unos años no realizábamos y que ahora nos resultan imprescindibles. Todo esto que veremos son oportunidades de negocio que están siendo aprovechadas por los más avispados, además de negocios que se pierden, porque ya no son útiles para el consumidor o no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos.

Habitualmente, te acuestas a las doce de la noche más o menos. A esa hora pones el despertador, que no es el reloj que has usado hasta no hace mucho, sino el teléfono móvil; antes utilizábamos despertadores analógicos o digitales, ahora eso ha pasado a la historia. Aunque cuando salgo de viaje a las cinco de la mañana, además del móvil con tres alarmas, me pongo el despertador de toda la vida, por si acaso; más vale prevenir que llegar tarde o no llegar. Hace años para informarnos teníamos que encender la radio, la televisión o bajar a por el periódico; pero, claro, el que se levanta antes de las seis, como es mi caso, no se plantea ni de lejos bajar al kiosco. Es más, llevo varios años sin comprar periódicos, sino que lo veo todo en Internet.

Lo primero que haces nada más despertarte es sentarte en la cama con los pies en el suelo y consultar tres diarios digitales para saber qué ha ocurrido en el mundo en las últimas horas; yo intento que sean de ideologías diferentes para poder valorar y adoptar mis propias conclusiones. Antes, cuando compraba el periódico, esto no era posible porque no era cuestión de hacer un desembolso elevado para adquirir varios diarios. Otra desventaja del papel frente al mundo digital es que los periódicos se escribían con varias horas de antelación a su venta, porque había que cerrar la edición, imprimirlo y mandarlo al punto de venta: se perdía la inmediatez; ahora no ocurre porque todos los diarios se actualizan al minuto. Esto es un muy mal negocio para los kiosqueros y también para quienes distribuyen prensa en grandes compañías: muchas de estas empresas han dejado de comprar decenas o cientos de periódicos cada día y apuestan por la información online, gratuita y al alcance de todos sus empleados. En ocasiones, las compañías que siguen queriendo tener acceso a la información de los periódicos de papel escanean esos diarios y los ponen a disposición de todos sus empleados a través de su propia intranet. Seguir comprando estas publicaciones, hoy en día, resulta antieconómico para las compañías y más teniendo en cuenta que lo que recibimos se ha escrito varias horas antes. Por eso, estas empresas periodísticas no tienen más remedio que reinventarse para no desaparecer: si ahora se compran pocos periódicos de papel, dentro de unos años se comprarán muchos menos.

Después de leer esos tres diarios, te duchas y desayunas. Ya no utilizas la cafetera de toda la vida, la que cuando se acababa de hacer el café hacía un ruido infernal y despertaba a toda la familia; ahora somos más modernos y preferimos las cápsulas individuales que podemos adquirir en diferentes tiendas físicas o a través de Internet. Este es otro cambio de hábitos que, en este caso, perjudica a los vendedores de café tradicional y beneficia a las firmas que han apostado por este modelo de negocio. Se pierden unos empleos y se crean otros, como el de repartidor, cada día más en auge, porque alguien tiene que traernos a casa las dichosas capsulitas; bueno, las cápsulas y todo lo que compramos en Amazon. Seguro que a más de un avispado se le ocurre algún modelo de negocio para sacar rendimiento a estas nuevas costumbres.

Después de tomar el café, vas al trabajo en tu propio coche o en transporte público. Cuando yo era pequeño e iba al colegio, hace casi cincuenta años, tenías que bajar a la parada del autobús y esperar a que llegase, sin saber nunca si tardaría dos minutos o media hora, así que había que salir con tiempo por si acaso; ahora con las modernas aplicaciones móviles sabes a qué hora aparecerá. No sería la primera vez que he oído decir a alguno de mis hijos: «Me voy corriendo que pierdo el autobús»; en mis tiempos se habría dicho: «Me voy corriendo, no sea que llegue el autobús y lo pierda», porque no sabíamos cuándo iba a ocurrir. Nos encontramos con una gran diferencia que permite aprovechar mejor el tiempo para no tener que estar esperando innecesariamente. Seguro que hay gente que gana dinero con estas aplicaciones.

Pero si en vez de ir en transporte público vas en tu coche, también hemos experimentado muchos cambios. Cuando mi hermana Merce y yo íbamos a la universidad, llevábamos un SEAT 1500 de gasoil, lleno de ruidos por todas partes, del que desconocías si te iba a dejar tirado en cualquier momento; ahora los coches tienen todo tipo de sensores y avisos para decirte si algo falla o va a fallar: el coche de mi mujer lleva semanas avisándome de que la pila de la llave se está agotando. Ahora si algo no funciona aprietas un botón y viene la grúa; antes había que buscar una cabina para llamarla y más te valía que le quedase muy claro en qué lugar estabas. Eso de los móviles y o de poder enviar tu localización es algo bastante reciente, aunque parezca que lleve toda la vida con nosotros. Además, ahora mismo muchos coches ya no necesitan llaves y funcionan con la huella dactilar del propietario o con un mando a distancia, tanto para abrir las puertas como para arrancar el vehículo, algo que también ha dado mucho dinero a algunos emprendedores y empresas; igual que ha cambiado el modelo de los seguros de los coches porque antiguamente estabas con la misma aseguradora toda la vida, pero ahora cambias de compañía más que de camisa: muchas ofertas adaptadas a todos los gustos y necesidades que se encargan de filtrarte los comparadores de seguros para saber en cada momento cuál es el que más se acerca a tus necesidades.

Esto de los comparadores no es solo para los seguros de vida, hogar, coche o cualquier otro; es para infinidad de actividades. Comparar los hoteles o viajes más baratos, o con mejor relación calidad precio, es algo habitual cuando queremos viajar. Pero ahí no acaba todo, porque tras ese viaje viene la valoración, donde cada uno puede poner lo que le venga en gana. Años atrás solo era posible dar tu opinión sobre esos servicios a unos pocos familiares, amigos o conocidos, mientras que ahora lo que tú opinas le puede llegar a todo el mundo. Una mala opinión puede hacer daño en un negocio y varias malas valoraciones pueden hundir ese comercio, algo que tienen muy en cuenta las empresas y que en alguna ocasión ha intentado utilizar algún listillo para chantajear a una compañía y que le salga gratis el viaje o a un precio ridículo: «O me das lo que te pido o te hago una mala valoración».

Tu día sigue: has salido de casa y mientras conduces hacia el trabajo dejas de preocuparte por el aparcamiento porque tienes una aplicación que te permite utilizar una plaza de garaje durante las horas laborales, puesto que previamente has contratado ese servicio que te evita las multas del ayuntamiento y tener que estar buscando aparcamiento. Si un día no llevas el coche, te vas a la parada del autobús o coges un taxi o un Cabify, y a todos ellos accedes a través de una aplicación móvil, ya sea para solicitar el servicio o para saber a qué hora llegará a tu parada.

Llegas al trabajo y no recibes ni envías cartas, sino e-mails. Si tienes que salir a una reunión y vas en tu coche pones el Google Maps, que te llevará por la ruta más rápida; estamos hablando de una inteligencia artificial que te evitará atascos y otros inconvenientes. En mis tiempos de universitario, y mucho después también, si había un atasco te lo comías enterito sin saber lo que tardarías en llegar a tu destino; ahora la propia aplicación se va actualizando y te informa del tiempo estimado de llegada ofreciéndote rutas alternativas.

Apareces en tu reunión y si estás en sus registros te hacen el reconocimiento facial y no hace falta que saques documento alguno. Termina y te vas a comer a un restaurante que has reservado con el móvil y cuya factura pagas también con él, una gran ventaja para Hacienda, que poco a poco va a lograr acabar con gran parte de la economía sumergida porque cada día se paga en más sitios por medios digitales. Regresas a la empresa a las cuatro y sabes que tienes media hora de formación, pero no va ningún profesor a impartírtela allí, sino que te conectas con tu ordenador y sigues la clase. Si el tema te interesa mucho y quieres profundizar, dispones de miles de cursos gratuitos de todo tipo al alcance de todo el mundo. En los últimos años, YouTube se ha convertido en la gran academia de formación virtual de todo el mundo, la principal, y gratis; aunque no es la única porque muchas universidades se han apuntado a este sistema gratuito de formación. Por supuesto, también hay cursos de pago, pero por qué vamos a pagar por algo que nos puede salir gratis. Acaba tu clase y vas a la máquina del café, que pagas con la aplicación móvil de tu banco y te dedicas a responder wasaps y correos electrónicos mientras te lo tomas.

 

Después de trabajar tienes que ir al médico, cita que has reservado con el teléfono móvil y que el propio aparato se encarga de recordarte una hora antes mediante una alarma. En ocasiones, esa consulta la haces a través de una vídeollamada, un nuevo sistema de teleconsulta que han sacado algunas aseguradoras; pero en esta ocasión prefieres ir en persona para quedarte tranquilo. Mientras esperas, llamas a tus padres desde la sala de espera y les mandas una foto tuya por WhatsApp de la comida que les va a alegrar el día. A la vez, tu hija te envía las notas al móvil y ha aprobado todo: está siendo un buen día. Sigues esperando que te llame el médico así que, como luego irás a casa, pones la calefacción, también con el móvil. Te recibe el médico: todo está bien, pero quiere que te hagas unos análisis que él mismo solicita con la aplicación del hospital, y te dan el día de la cita y la hora.

Antes de volver a casa, decides comprar ese portátil que tanto te gusta y vas a unos grandes almacenes que tienen muy claro el concepto de omnicanalidad, aunque tú nunca hayas oído hablar de él. La omnicanalidad consiste en unificar todos los canales en los que la empresa está presente: es un concepto bastante nuevo que busca vender, ya sea en la web del comercio, en la tienda física o a través de cualquier otra plataforma, medios sociales o de cualquier otro tipo; esto logra mejorar la experiencia del cliente y que vuelva a comprar en ese comercio. En este caso, el método de compra que has seguido para este portátil ha consistido en un primer contacto a través de las redes sociales y ha continuado con el envío de un e-mail donde te han dado la opción de comprar el producto a través de la tienda electrónica del comercio o acudir directamente a la tienda y adquirirlo en persona; también te han ofrecido ponerse en contacto telefónico contigo. Te decides por la tienda física para llevarte el portátil a casa, pero al llegar no queda ninguno y, como el comercio no quiere perder la venta, te dan la opción de comprarlo a través de la tienda electrónica con un buen descuento. El vendedor es un profesional que conoce muy bien su trabajo y que se maneja a la perfección en todos los medios, tanto el físico como los electrónicos, y él mismo hace la compra delante de ti. Te sientes importante por el trato personalizado y te vas contento porque al día siguiente tendrás el portátil en casa y con un buen descuento. Si el vendedor no hubiese sido capaz de convencerte, habría perdido esa venta porque habrías salido frustrado de la tienda, probablemente no habrías vuelto nunca más, ¡será por tiendas! Pero es un vendedor muy preparado que sabe lo que se hace: ha combinado perfectamente su manejo de la tecnología con su don de gentes, es decir, sus habilidades blandas y las duras. Ha conseguido venderte el portátil, que es de lo que se trataba.

Llegas a casa y le dices a tu asistente virtual, Alexa, Cortana o cualquier otra, que te ponga la música que te gusta y que conecte el televisor para ver las noticias. Una de tus hijas está en casa y te dice que ha cogido tu ordenador y se ha comprado un libro en Amazon; se lo llevarán al día siguiente. Tu hija no necesita tener una cuenta propia en Amazon porque utiliza la tuya y lógicamente eres tú quien paga el libro. En tus tiempos universitarios tenías que ir a la tienda a ver si había suerte y lo tenían; si no estaba lo encargabas y volvías unos días después a comprarlo. Ahora eso ya no ocurre.

Sigue tu día, ahora ya en casa, y resulta que ninguno de la familia tiene ganas de cocinar, algo bastante habitual; así que echas de nuevo mano del móvil y pides la cena, que llegará en menos de media hora: hay infinidad de sitios para pedir comida. Después de cenar, ves un par de capítulos de tu serie favorita en Netflix, porque eso de la tele, sobre todo en las nuevas generaciones, está pasando a la historia; solo la ven para programas muy concretos, partidos de fútbol y poco más. Al final, te vas a la cama, pones el móvil para levantarte a la misma hora de todos los días y vuelta a empezar.

Fíjate si hemos cambiado que la mayoría de las actividades a las que nos hemos referido y que no son ni la décima parte de todas las que podríamos haber citado, han modificado radicalmente nuestra forma de vivir, y también la relación de las empresas con sus trabajadores y viceversa. Quién nos iba a decir en la universidad que los periódicos de papel iban a tener los días contados, que los coches funcionarían sin llaves, que podríamos tener una consulta médica o comprar cualquier cosa sin salir de casa. Todos estos cambios implican nuevas oportunidades, siempre que no nos durmamos en los laureles. Ya sabes, se trata de no quedarnos quietos, aprovechar las oportunidades y ser capaces de saber leer el futuro.

Las generaciones que conocemos

A los seres humanos nos encanta clasificar todo tipo de cosas y nosotros mismos no íbamos a ser una excepción. Por eso, desde hace años, las diferentes generaciones que vienen desde mediados del siglo pasado están clasificadas en una lista, cada una de ellas con unas características muy definidas que marcan y marcarán su relación con el mercado laboral. La primera a la que nos vamos a referir es la de los niños de la posguerra, que va desde 1930 hasta 1948. Luego donde están los de la explosión demográfica desde 1949 hasta 1968, también conocidos como baby boomers. Después llegaría la generación X, nacidos entre 1969 y 1979; la generación Y, también llamada millennial, entre 1980 y 1999; y la generación Z o centennial, nacidos a partir del año 2000.

Los niños de la posguerra (1930-1948)

Ya superan los setenta años y están fuera del mercado laboral; son aquellos que sobrevivieron a la Guerra Civil Española y a la Segunda Guerra Mundial. Es la generación menos numerosa, entre otras razones por las altas tasas de mortalidad infantil con unas condiciones de vida muy duras. Fueron educados en la cultura del esfuerzo y el sacrificio con el fin de sobrevivir a un mundo muy duro, y por ello siempre han sido muy austeros y trabajadores.

Jesús (1947), alto ejecutivo jubilado, piensa que hoy en día el papel de las personas ha perdido peso y que a los trabajadores se los ve como a un simple número y no se valora el desarrollo dentro de la misma empresa: «Hace años era muy distinto: uno podía formar parte de una empresa y era como su familia. Se mejoraba dentro y se valoraba lo que uno hacía; ahora no». Dice que el mercado laboral está mucho peor que en sus tiempos porque cada día hay menos oportunidades para desarrollarse dentro de una empresa: «Los jóvenes con los que hablo están desesperanzados porque se han dado cuenta de que con tener un sueldo, trabajando de lo que haga falta, no pueden plantearse un buen futuro. Lo tienen tan difícil que se conforman con cualquier cosa y no aspiran a más. Nadie ofrece garantías ni oportunidades para mejorar en la carrera profesional». Jesús considera que las expectativas para las nuevas generaciones son pocas por una falta mutua de compromiso: si el trabajador no ve que la empresa apuesta decididamente por sus empleados, estos tampoco apostarán por la empresa; es la pescadilla que se muerde la cola. A pesar de ser totalmente analógico, tiene claro que con Internet se ha generado una revolución increíble: «El conocimiento está en la palma de la mano, en el móvil, al alcance de todos, y tenemos que desarrollarnos en otras líneas. Supongo que la inteligencia artificial y la tecnología lo están cambiando todo. Si los jóvenes se desarrollan en esa línea, el futuro será mejor». Está jubilado y asegura que solo aspira a poder «vivir con serenidad» y enseñar lo poco que sabe a quien se lo pregunte: «Creo que la gente de mi edad tiene muchas cosas que enseñar a los demás».

Jesús (1947), ingeniero jubilado. Hizo su carrera de casi cuarenta años en la misma compañía, donde llegó a ser un alto ejecutivo. Aunque él no concibe otra opción, tiene muy claro que esa situación no se va a repetir con sus nietos, que irán dando tumbos de una empresa a otra y no siempre para mejor.

No le gusta que la gente tenga que crearse ahora su propio puesto de trabajo. No dice que estemos mejor ni peor que hace diez años, sino que es distinto. Se queda con lo que había antes y piensa que ahora no hay más remedio que, como decía Darwin, adaptarse o morir.

Ve el futuro con un optimismo moderado y piensa que la actitud de los jóvenes es muy distinta a la que tenían los de su generación al principio. Quieren todo y lo quieren ya, pero deben entender que sin esfuerzo hay poco que hacer y que necesitan formarse permanentemente. Ahora creen que lo saben todo.

Los baby boomers (1949-1968)

Fueron fruto del repunte de la natalidad cuando las condiciones de vida habían mejorado y las condiciones laborales empezaban a ser menos duras si las comparamos con la etapa anterior. El trabajo era más estable y en esos momentos ya se pensaba en la empresa para toda la vida, entrar en una gran compañía y no moverse de ella hasta la jubilación. Esta generación tenía en el trabajo su razón de ser, llegando a ser adictivo y olvidando otras facetas de la vida; todo se basaba en producir y producir, y ser rentable para la empresa; el ocio y la diversión quedaban en un plano muy lejano. Era un momento en el que, aunque persistían la idea de familia tradicional con «la mujer en la cocina con la pata quebrada», muchas de ellas empezaron a incorporarse al mercado laboral, aunque bien es cierto que en la mayoría de los casos eran trabajos no muy cualificados y poco reconocidos social y profesionalmente: generalmente secretarias y otros empleos mucho menos competentes.

Esta generación puede tener problemas a la hora de jubilarse porque es posible que las arcas públicas no sean capaces de asumir todo el coste económico que va a suponer. Por eso desde hace años los diferentes gobiernos, tanto socialistas como conservadores, con mayor o menor éxito, han promocionado los planes privados de pensiones; de momento, ya se les ha retrasado la edad de jubilación. Habrá que encontrar una solución porque esta generación controla las urnas y la calle. Esta posible incapacidad de hacer frente a las pensiones significa que muchos trabajadores jubilados tendrán que seguir intentado conseguir unos ingresos extras, ya sea de forma regular y regulada o de manera irregular. Habrá menos trabajadores para pagar sus pensiones, porque las siguientes generaciones no han sido tan numerosas como esta.

Estos cambios y problemas se van a notar de forma especial a partir de 2050, que parece una fecha muy lejana, pero que en realidad está a la vuelta de la esquina. En esos momentos, según la OCDE, en España habrá setenta y seis personas mayores de sesenta y cinco años por cada cien habitantes en edad de trabajar; en la actualidad, los jubilados son el 30 %. Hemos hablado de personas en edad de trabajar, lo que no significa que todas trabajen, a no ser que alguien haya inventado una pócima milagrosa que haya acabado con el desempleo. España será el segundo país del mundo con mayor porcentaje de ancianos después de Japón.

Alberto (1966) es periodista licenciado con dos másteres y asesor de Comunicación y Relaciones Institucionales. Piensa que en el plano laboral las cosas están siendo cada día más complicadas. Cuando empezó a trabajar se comenzaba desde abajo y había perspectivas de llegar arriba: «Ahora arriba hay poca cosa y las expectativas no son de estabilidad y crecimiento. La suerte, los contactos y la oportunidad pasan a valer más que la capacidad». Alberto cree que hoy en día el mérito no es tan relevante como la afinidad y la amistad para puestos importantes. Ve con cierto pesimismo el mercado laboral «que está peor, en especial para la gente de más de cuarenta años». Se queja de que las ofertas de las empresas son muy inferiores a las de años atrás y de que es insultante ver cómo algunos licenciados trabajan y cobran algo que no es digno para su preparación; aunque peor lo tienen, según él, «los profesionales de más de cincuenta años, expertos cualificados y con mucha preparación práctica, porque no hay sitio para ellos en el mercado laboral. Se desaprovecha el talento en beneficio de los sueldos bajos. Es el peor momento laboral que he visto en mis cincuenta y tres años de vida, treinta y cinco de ellos en el mercado profesional».

Su preocupación es por las nuevas generaciones, que no son las futuras, sino las que ya están en el mercado laboral y que tienen muy pocas opciones: «Conozco casos dramáticos de abogados dando clases de patinaje en el extranjero, de médicos sirviendo en restaurantes o de economistas descargando camiones. Creo que hay cosas que deben cambiar, pero no sé cómo se debe hacer. Tampoco es a mí a quien corresponde hacerlo». Piensa que las nuevas generaciones, en general, son un universo muy amplio; hay de todo: «Conozco gente muy preparada, muchísimo, que recorta su currículum para no impresionar en exceso, y conozco chavales que son vagos y no tienen interés, desconocen la cultura del esfuerzo y el sacrificio. Hay gente preparada de sobra, pero hay otra que no lo está porque no ve futuro y no se preocupa por cambiarlo». Alberto se considera un privilegiado porque trabaja en lo que sabe y lo que le gusta, con dignidad; pero conoce gente que está en un bache y no va a salir de él, y es no por su capacidad, sino por su edad: «Mis expectativas son mantener lo que tengo y aportar a la sociedad lo que sé hacer».

 

Tiene clara la evolución que está viviendo el mercado laboral y la que seguirá experimentando en los próximos lustros. Piensa que hay gente que debería emprender un negocio, pero que otros no deben hacerlo en ninguna circunstancia, porque para ser emprendedor hay que valer. En su opinión, la mayoría de la gente que crea una empresa o que cambia de sector de manera inesperada lo hace por necesidad y no por voluntad propia: «Lo mejor siempre ha sido estar a nómina de una gran empresa, pero eso se ha acabado. Ya no se va a producir nunca más y hay que estar preparado». Tiene claro que estamos mucho peor que hace diez años: «La situación cambiante del mercado laboral ha transformado el ecosistema y va a seguir haciéndolo. La tecnología ha alterado el paradigma del trabajo como algo propio del ser humano. No sé lo que va a pasar en el futuro, pero las máquinas ya están ocupando el sitio de las personas. No se puede dar la espalda a la tecnología: las máquinas son más efectivas que las personas y no se ponen enfermas. Pero eso va a tener consecuencias y no estamos preparados». Entiende que los procesos mecánicos sean sustituidos por robots: «Tienen claro que el desarrollo de los perfiles tecnológicos va a inundar el mercado. Ya lo están haciendo”.

Alberto es autónomo y recuerda que son ellos los que mantienen el mercado laboral, son los que crean empleo y contrataciones: es el origen de las empresas. Los grandes empresarios una vez fueron autónomos y arriesgaron su patrimonio: «En un país con más funcionarios que en el resto del mundo creo que hay que cambiar de mentalidad. Tal vez compaginar un empleo en nómina con una empresa y acciones externas como autónomo sea el futuro». Cree que las cosas van a ir a mejor, aunque ahora están muy mal, en fase de reajuste. Eso puede hacer que se desmoralice la juventud: «Lo que hay que fomentar es la cultura del esfuerzo, del sacrificio y del compromiso con el entorno. No se trata de tener dinero, sino de lograrlo en la creación de valor para la sociedad».

Alberto (1966) es licenciado en Ciencias de la Información, posee dos másteres y ha trabajado en radio, prensa y agencias de comunicación. Tras la etapa de periodismo informativo, comenzó su carrera en la comunicación corporativa. Ha sido director de comunicación internacional y en la actualidad es asesor de Comunicación y Relaciones Institucionales. Colabora con diferentes empresas en la organización de eventos y promoción de marcas. Opina que las nuevas generaciones creen tener el conocimiento de todo y eso es peligroso.

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