Después de la utopía. El declive de la fe política

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¡Yo, que aborrezco el nombre de la muerte,

cuyo solo concepto ha envenenado mi vida antes de ver

en qué consiste! Aquí la traje yo para entregarle,

para dar a su frío y mudo abrazo el cuerpo de mi hermano,

como si ella no hubiese, inexorable,

requerido su terrible favor sin mí145

Dios también ha muerto, aunque Satán no. Si Dios existe, es tan injusto como omnipotente: «El día del Juicio», escribió Alfred de Vigny, «será el día en que la humanidad juzgue a Dios»146. «La terre est recolté des injustices et de la création… elle s’indigne en secret contre le Dieu qui a crée le mal et la mort…Tous ceux qui luttèrent contre le ciel injuste ont eu l’admiration et l’amour secret des hommes»147. Esto es, de hecho, titanismo en rebeldía contra un Dios implacable, que solo se ríe de nosotros148. Pero es un gesto vano, sin justificación artística o moral más allá de sí mismo.

«Si le Ciel nous laissa, comme un monde avorté,

Le juste opposera le dédain à l’absence

Et ne répondra plus que par un froid silence

Au silence éternel de la Divinité»149.

El silencio es el último recurso de Prometeo derrotado.

Religión romántica

Solo Nietzsche fue capaz de imaginar un Prometeo activo en un mundo sin Dios. Para él, de hecho, el final de la fe significaba el comienzo del reinado de los Titanes. Era una condición necesaria del titanismo150. Sin embargo, muchos románticos no estaban preparados para hacerlo sin Dios. Incluso el joven ateo Shelley sentía que «hay un poder que nos rodea, como la atmósfera en la que una lira inmóvil está suspendida, cuya respiración visita nuestros coros silenciosos a voluntad»151. Pero, como todos los románticos, también sentía la poderosa urgencia de confundirse con Dios, con el universo. La autoafirmación solo es una parte de Prometeo; la otra es un intenso deseo de perder el ser en la infinitud. Apolo, el espíritu de lo individual; Dionisos, el de la totalidad, de la autoaniquilación, dominaron la escena romántica mucho antes de que Nietzsche les reconociese explícitamente como las dos almas de todo drama trágico152. En el alma de Prometeo, el anhelo de armonía, de síntesis, siempre está en lucha con el deseo de distinción y rebeldía. De hecho, en años posteriores, Nietzsche se preguntaría si su primer concepto de Dionisos, como música, como «un consuelo metafísico», un descanso de las cargas de la individualidad, no había sido romántico. Decidió que no, puesto que no suponía nada cristiano153. La fe cristiana había sido, de hecho, el final de la necesidad de Dionisos entre los primeros románticos. Huyeron de su propio mundo. Nietzsche, como Goethe, permaneció fiel a su impulso original.

Al principio, la muerte iba a unir a Prometeo con el Todo. Novalis, poeta de la muerte, jugueteó incluso con la idea de crear una Biblia nueva, elaborar la doctrina de que toda emoción absoluta es religiosa y que, en consecuencia, la belleza es el primer objetivo de toda religión154. Ciertamente, la fe estética no era ortodoxamente cristiana. El pecado, la moralidad y la redención no formaban parte de ella, solo la inmortalidad a través del amor y el éxtasis personal. La personalidad tampoco tenía que sacrificarse completamente a la totalidad. Dios tiene que encontrarse en nuestro interior, nos vemos conducidos hasta él por la naturaleza, la poesía y el amor, según Scheleiermacher155. El verdadero sacerdote es el poeta, como el antiguo vates y, milagrosamente, Apolo y Dionisos se reconcilian en nosotros al revelar que nos confundimos con el Todo.

Lo que en Schleiermacher se convertía en sentimentalismo estético del peor tipo no era suficiente para las naturalezas más violentas, como la de los Schlegel, Schelling, Brentano y mucho, mucho después, Dostoyevski, que solo conocía dos extremos, un salvaje individualismo, el culto al yo, o el completo colapso ante la cruz. Sin embargo, esta sumisión a menudo fue estetizada. Chateaubriand no se preocupaba de la verdad, solo de la belleza del cristianismo. La suya era una especie de teología poética que consideraba al cristianismo como una necesidad para el genio156. La fe estaba justificada por sus resultados estéticos y, entre los decadentes del fin de siècle, por sus sensaciones voluptuosas157. Este pseudocatolicismo solía ir de la mano del nuevo nacionalismo de «sangre y tierra», otro medio para escapar del «cult du moi», como iba a descubrir Barrès de nuevo158. Esto es lo que Goethe, Heine y Nietzsche después odiaban del romanticismo. «Das klosterbrudrisierende, sternbaldisierende Unwesen», Goethe lo llamaba el nuevo arte «cristiano- patriótico»159. Para Heine había dos tipos de hombres, los nazarenos, que negaban la vida, cobardes moralizantes, y los Helenos, que se parecían a Goethe160. Por esta idea le admiraba Nietzsche. Por ella, Wagner permaneció como el asombroso ejemplo de lo que les sucede a los románticos ; Tristán termina en Parsifal 161. Heine fue en su pensamiento fundamental un romántico, como Nietzsche, campeón del «pensamiento trágico». Sin embargo, ambos fueron capaces de resistir las tentaciones de «las comodidades metafísicas», y los dos dioses de la tragedia, Dionisos y Apolo, se unen en su oposición a Cristo. Este es el espíritu real del romanticismo. Es una afirmación de la vida; solo el cansancio romántico de la creación, de lucha y drama, se hunde en el pesimismo. Cuando la «conciencia infeliz» pierde toda energía y busca refugio en el olvido, el romanticismo muere. La historia reivindicaba a Hegel absolutamente, pero su derrota no supuso el final del espíritu romántico, tampoco la medida de sus logros.

Notas al pie

1 Se ha dicho que la Lettre fue la base de la teoría musical francesa posterior, especialmente de Berlioz. Tal fue el destino de muchas de las obras puramente polémicas de Rousseau. J. Berzun, Berlioz and the Romantic Century (Boston, 1950), vol. 1, p. 371. (Rousseau, Carta a d’Alambert sobre los espectáculos, traducción de Q. Calle, Tecnos, Madrid, 2009. N.T.)

2 Tal es toda la carga del primer Discourse y la Lettre à d’Alambert; también de su «Lettre à Voltaire», 10 de septiembre, 1755, Citizen of Genova, trad. y ed. C. W. Handel (Nueva York, 1937), p. 135. (Rousseau, Carta a d’Alambert, cit.); Escritos polémicos: carta a Voltaire, cit. N.T.)

3 Discourse on Political Economy, p. 502; Discourse on the Arts and Sciences, pp. 155-157. (Rousseau, Discurso sobre la economía política, ed. Fabio Vélez, Maia, Madrid, 2011; Discurso sobre las ciencias y las artes, trad. Mauro Armiño, Alianza Ed., Madrid, 2012.)

4 «Le Bonheur Publique», The Political Writings of Rousseau, ed. C. E. Vaughan (Cambridge, 1915), vol. I, p. 326. (Rousseau, Escritos políticos, trad. J. Rubio, Trotta, Madrid, 2006.)

5 E. Cassirer, The Question of Jean-Jacques Rosseau, trad. de P. Gay (Nueva York, 1954), p. 88.

6 Según Dilthey, Rousseau es el primer romántico porque creó una obra de arte a partir exclusivamente de la experiencia interna, sin interesarle el comportamiento o circunstancias de otros hombres. Das Erlebnis und die Dichtung (Leipzig, 1929), pp. 217-221.

7 La siguiente interpretación de la novela debe mucho al estudio detallado de M. B. Ellis, Julie ou la Nouvelle Heloïse (Toronto, 1949). (Rousseau , Julia o la Nueva Eloísa, trad. Pilar Ruiz Ortega, Akal, Madrid, 2007. N.T.)

8 R. Pascal, The German Sturmn und Drang (Manchester, 1953), pp. 150- 151.

9 Su segundo prefacio a la novela enfatiza precisamente este punto, pues Rousseau se había dado cuenta de que el público ignoraba su mensaje. Œuvres (París, 1826), vol. III, pp. 27-55. También señalaba que su novela era mucho menos romántica que los cuentos de Richardson, puesto que no dependía de acontecimientos improbables y elucubraciones de la imaginación, Confessions (Modern Library Edition, Nueva York, n. d.), pp. 565-566. (Rousseau, Las confesiones, trad. Mauro Armiño, Alianza Ed., Madrid, 1997.)

10 L. Kahn, Social Ideas in German Literature, 1770-1830 (Nueva York, 1938), pp. 12-16.

11 Esta contención es el principal argumento del estudio crítico del barón E. Seillière, Jean-Jacques Rousseau (París, 1921), pp. 105-112 y 330-379. El disgusto del barón de Seillière por todo lo romántico no le ciega a la singularidad de la postura de Rousseau dentro del movimiento. En este sentido, es mucho más discriminatorio que yo. Babbitt, Rousseau and Romanticism (Boston, 1919), que es un refrito de todas las ideas tempranas de Seilllière, pero sin su cautela y humor.

12 Este aspecto de la filosofía de Rousseau, por supuesto, le convierte en el gran precursor de Kant. Hegel, por una vez, vio las ideas de Rousseau como la piedra de toque de la ética kantiana del deber puro y su visión encuentra hoy un número cada vez mayor de defensores. G. W. F. Hegel , Lectures on the History of Philosophy, trad. E. S. Haldane y F. H. Simson (Londres, 1896) vol. III, pp. 400-402. Cassirer, op. cit., pp. 96, 99-100. (Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia, trad. José Gaos, Alianza Ed., Madrid, 2004.)

13 C. Brinton, The Politicals Ideas of English Romantics (Oxford, 1926), p. 70; C. E. Vaughan, The Romantic Revolt (Edimburgo y Londres, 1923), pp. 142-143. Para un análisis más amable de las relaciones de Godwin con los poetas, especialmente con Shelley, debemos leer a H. N. Brailsford, Godwin, Shelley and their Circle (Londres, 1951), especialmente, pp. 38-41, 113-114, 121-123.

 

14 W. Hazlitt, The Spirit of the Age (Everyman’s Library, Londres, 1910), pp. 171-194.

15 Respecto a la importancia de esta frase favorita de Godwin y otras nuevas apreciaciones, estoy en deuda con D. H. Monro, Godwin’s Moral Philosophy (Oxford, 1953).

16 W. Godwin, Thoughts of Man (Londres, 1831), pp. 226-242.

17 Political Justice, ed. F. E. L. Priestley (Toronto, 1946), vol. I, pp. 433-438. (Salvo que se indique lo contrario, esta es la edición a la que nos referiremos a continuación. Se trata de una copia de la tercera y última edición.) Thoughts on Man, pp. 205-225. (Parece que existía una traducción de la obra de Godwin al castellano , Investigación sobre la justicia política, Ed. Jucar, Gijón, 1993, que puede conseguirse bajo pedido en la Ed. Katakrak. N.T.)

18 Political Justice, vol. I, pp. 307-315.

19 Political Justice (1ª edición, Londres, 1793), vol. I, pp. 81-83. Más tarde Godwin cambiaría «madre» por «una maleta y hermano».

20 «Critical of Practical Reason», en Critical of Practical Reason and Other Writings in Moral Philosophy, trad. y ed. L. W. Beck (Chicago, 1949), p. 194.

21 Political Justice (1ª ed.), vol. I, p. 282.

22 «On the Supposed Right to Lie from Altruistic Motives» trad. de L. W. Beck, loc. cit., pp. 346-350.

23 Political Justice (Priestley ed.), vol. I, pp. 344-347.

24 Ibid., vol. I, pp. 351-356.

25 Ibid., vol. II, pp. 347-352 y 397-419.

26 Ibid., vol. II, p. 403.

27 A. Wilson, «The Novels of William Goldwin», World Review, junio de 1951, pp. 37-40.

28 J. C. Blankenagel, The Dramas of Heinrich von Kleist (Chapell Hill, N. C., 1931), pp. 14-15; P. Kluckhohn, Das Indeegut der Deutchen Romantik (La Haya, 1942), pp. 6-9; W. Silz, Early German Romanticism (Cambridge Mass., 1929), pp. 6-8; O. Walzel, German Romanticism, trad. de A. E. Lussky (Nueva York, 1932), pp. 250-54.

29 «Schopenhauer as Educator», Thoughts out of Season (II), trad. de A. Collins, Works, ed. O. Levy; vol. V, pp. 123-4. (La editorial Tecnos inició hace tiempo la labor ingente de traducir las obras completas de Nietzsche, en cuatro volúmenes, en edición de Diego Sánchez Meca y un quipo de traductores, Nietzsche, Obras Completas, Tecnos, Madrid, 2016. Remitiremos a estas traducciones y a las de Andrés Pascual, en Alianza Editorial. N.T.)

30 «’Zur Geschichte der Religion und Philosophie in Deutchland», Werke, ed. E. Elster, vol. IV, pp. 249-261. (Heine, Sobre la Historia de la religión y la filosofía en Alemania, traducción de Manuel Luzón, Alianza Ed., Madrid, 2008.)

31 «‘The Stateman’s Manual’», en The Political Tracts of Wordsworth, Coleridge y Shelley, ed. R. J. White (Cambridge, 1953), p. 37.

32 Manfred, Acto I, escena I.

33 El grado de actividad reflexiva es lo que diferencia básicamente a Sturm und Drang del romanticismo. Walzel, op. cit., pp. 7-9.

34 Kluckholm, op. cit., p. 12.

35 Shelley, «On Life», Essays and Letters, ed. E. Rhys (Londres, 1887), p. 76.

36 Vom Erkennen und Empfinden der Menschlichen Seele», Werke, ed. Suphan, vol. II, p. 311.

37 T. Litt, en su estudio Kant und Herder (Heidelberg, 1949) ilustra con bastante habilidad cómo Herder aplicaba modelos estéticos a todos los problemas filosóficos, y cómo esta orientación subyace en todas sus diferencias con Kant.

38 Kritische Wälder, Werke, vol. III, pp. 94-104.

39 Von Erkennen, etc., pp. 314-315.

40 God: Some Conversations, trad. y ed. F. H. Burckhardt (Nueva York, 1949), pp. 211 y 213.

41 Religious Musings.

42 God, pp. 122-124, 149-155, 165-167 y 211-212.

43 K. Viëtor, Goethe the Poet, trad. Moses Hadas (Cambridge, Mass., 1949), p. 14, y Goethe the Thinker, trad. de B. Q. Morgan (Mass., 1950), p. 70. A pesar de la vasta literatura sobre Goethe y la gran variedad de interpretaciones posibles, me he basado casi en exclusiva en Viëtor. Aunque he consultado otros autores, ninguno resultaba lo suficientemente adecuado para los objetivos del presente estudio. Viëtor presenta un análisis detallado de las obras poéticas y una interpretación de los escritos filosóficos y científicos de Goethe, pero los mantiene separados. Aunque esto pueda inducir a reiteraciones, es conveniente para el no especialista. Más aún, Viëtor tiende a adoptar una postura más moderada en la mayoría de las grandes controversias.

Entre las presentaciones absolutamente no-biográficas de las ideas de Goethe, el filósofo H. Siebeck, en su Goethe als Denker (Stuttgart , 1922), tiene más o menos la misma orientación que Viëtor, pero no trata individualmente las obras poéticas. La obra de B. Fairley, A Study of Goethe (Oxford, 1947), es bastante completa, pero pone al poeta en un vacío intelectual y analiza su pensamiento solo como emanación de su personalidad. En cuanto a los demás estudios biográficos, Goethe, de F. Gundolf (Berlín, 1922) es el más impresionante. Sin duda, está muy por encima del catálogo habitual de los amoríos de Goethe, pero es más un esfuerzo por crear una imagen de Goethe como Superhombre creativo que un estudio de sus ideas.

De los estudios más especializados, aquellos que tratan las relaciones de Goethe con el movimiento romántico son los únicos realmente vitales para el presente estudio. F. Strich, Goethe and World Literature, trad. C. A. M. Sym (Londres, 1949), analiza en extensión la influencia de las ideas literarias de Herder en Goethe, así como el impacto de este último en el movimiento romántico en Europa en su conjunto. El autor, sin embargo, tiende a separar demasiado el primer Goethe del más tardío. Quizá no haya nada que pueda ilustrar mejor el grado de romanticismo de Goethe que su actitud hacia Kant. E. Cassirer, en un breve ensayo, trata de probar que, aunque siguieron caminos totalmente distintos, poeta y filósofo llegaron más o menos a las mismas conclusiones, Rousseau, Kant, Goethe, trad. J. Gutmann, P. O. Kristelles y J. H. Randall Jr. (Princeton, 1945), pp. 61-98 (Cassirer, Rousseau, Kant, Goethe: Filosofía y cultura en la Europa del siglo de las Luces, traducción de R. R. Aramayo, S. Más, Fondo de Cultura Económica, México, 2014). Por otro lado, G. Simmel, en su Kant und Goethe (Leipzig, 1916), muestra de forma mucho más convincente que los dos representan dos formas totalmente opuestas de pensamiento humano. El presente estudio analiza a Goethe como un autor romántico, pero eso no quiere decir que solo pueda considerarse como miembro de esta o cualquier otra escuela «literaria».

44 E. Heller, The Disinherited Mind (Cambridge, 1952), pp. 24-25; Viëtor, Goethe the Thinker, pp. 65-68.

45 Pascal, op. cit., pp. 170-216; Viëtor, Goethe the Thinker, pp. 65-68.

46 Goethe the Thinker, pp. 103-116 y 135-160.

47 Ibid., pp. 145-146.

48 Ibid., p. 95, y Goethe the Poet, pp. 38-48.

49 L. P. Smith, Words and Idioms (Boston y Nueva York, 1925), p. 77.

50 Ibid., pp. 101-105.

51 «Biographia Literaria». en Selected Poetry and Prose of Coleridge, ed. D. A. Stauffer (Modern Library, Nueva York, 1951), p. 263; Philosophical Lectures, ed. K. Coburn (Nueva York, 1949), p. 452, n. 25.

52 Schleiermacher’s Soliloquies, trad. y ed. H. L. Fries (Chicago, 1926), p. 81.

53 F. A. Lea, Shelley and the Romantic Revolution (Londres, 1945), pp. 221-227 y 253-254.

54 On the Asthetic Education of Man, trad. y ed. R. Snell (Londres, 1954), p. 30.

55 Ibid., p. 67.

56 Ibid., pp. 74-75.

57 Ibid., pp. 101-102 y 99.

58 Ibid., p. 80.

59 Ibid., pp. 39-40.

60 Ibid., p. 37.

61 Foundations of the Metaphysics of Morals, trad. L. Beck, loc. cit., pp. 108-109; Critique of Practical Reason, pp. 180-195. (Hay varias traducciones al castellano, desde Crítica de la razón práctica, trad. Roberto R. Aramayo, Alianza Ed., Madrid, 2013, hasta la famosa traducción de M. García Morente y E. Miñana, recuperada por Tecnos, Madrid, 2017. N.T.)

62 Ibid., p. 195.

63 The Introduction to Hegel’s Philosophy of Fine Art, trad. y ed. B. Bosanquet (Londres, 1905), pp. 152-155.

64 «A Defence of Poetry», Essays and Letters, p. 12. (Shelley, En defensa de la poesía, trad. Carlos Sahagún, Libros de la Frontera, Alicante, 2013. N.T.)

65 «Prefacio» a Prometeo encadenado.

66 «A Defence of Poetry», pp. 6 y 36. (Defensa de la poesía, op. cit.)

67 Ibid., pp. 32-33.

68 Ibid., p. 37.

69 Ibid., p. 9.

70 H. Read, Education through Art (Londres, 1943), pp. 1, 263 y 278; A. Camus, The Rebel, trad a. Bower (Londres, 1953), p. 237. Esta es la frase que cierra Defensa de la Poesía.

71 Friedrich Schlegel, «Ideem», Athenaeum (Berlín, 1800), vol. III, p. 13. (En castellano tenemos Conversación sobre la poesía, Biblos, Buenos Aires, 2005, que recoge varios de los artículos publicados en Athenaeum. N.T.)

72 Novalis, Fragments, Werke, ed. H. Friedmann, vol. III, p. 211. (Novalis, Gérmenes o fragmentos, trad. J. Gebsner, Ed. Renacimiento, Sevilla, 2006.)

73 Kluckholm, op. cit., p. 11.

74 Of Human Freedom, trad. y ed. J. Gutman (Chicago, 1936), p. 95.

75 Fragmente, Werke, vol. III, p. 54.

76 On Heroes and Heroworship (T. Y. Crowell & Co., Nueva York, n.d.), p. 78.

77 H. U. von Balthasar, Prometheus (Heidelberg, 1947), p. 637.

78 The Vocation of the Scholar, Popular Works, trad. W. Smith (Londres, 1889), vol. I, p. 193.

79 Ibid., p. 156. X. Léon, Fichte et son Temps (París, 1924), vol. II, pp. 180-226.

80 Fichte, The Present Age, Popular Works, vol. II, pp. 183-190.

81 Ibid., pp. 62-63.

82 Un análisis breve pero iluminador de las complejas relaciones entre Hegel y los románticos puede encontrarse en R. Kroner, «Introduction» a Early Theological Writing de Hegel, ed. T. M. Knox (Chicago, 1948), pp. 1-66. También R. Haym, Hegel und seine Zeit (Berlín, 1857), pp. 31-37.

83 Phenomenology, p. 105. (Traducción al castellano, op. cit.)

84 Ibid., p. 126.

85 Ibid., p. 72 (la cursiva es del propio Hegel).

86 Ibid., p. 93.

87 Ibid., p. 387 (la cursiva es del propio Hegel).

88 Philosophy of Fine Art, pp. 87-88. (Hegel, Filosofía del arte o estética, trad. Domingo Hernández, Abada, Madrid, 2008.)

89 G. W. F. Hegel, The Philosophy of History, trad. J. Sibree (Nueva York, 1900), p. 49. (Hegel, Filosofía de la historia, trad. José Gaos, Losada, Madrid, 2011.)

90 Philosophy of Fine Art, pp. 177-180; B. Croce, What Is Living and What is Dead in the Philosophy of Hegel, trad. D. Ainslie (Londres, 1915), pp. 120-133.

91 Hegel’s Philosophy of Right, trad. y ed. T. M. Knox (Oxford, 1942), p. 112, s. 162.

92 Philosophy of Fine Art, pp. 208-209. (Traducción al castellano, op. cit.)

93 Phenomenology, pp. 735-755. (Para la traducción al castellano, op. cit.)

94 Philosophy of Fine Art, pp. 52-56. (Para la traducción al castellano, op. cit.)

95 J. Wahl, Etudes Kierkegaardiennes (París, 1949).

96 S. Kierkegaard, Either/Or, trad. W. Lowrie (Princeton, 1949), vol. II, pp. 144-149. (Kierkegaard, O lo Uno o lo otro, trad. Darío González, Trotta, Madrid, 2007.)

97 Concluding Unscientific Postcript, trad. D. F. Swenson y W. Lowrie (Princeton, 1944), pp. 147-152. (Kierkegaard, Postcriptum no científico y definitivo a migajas filosóficas, trad. J. Teira, N. Legarreta, Sígueme Ed., Salamanca, 2011.)

 

98 The Journal of Soren Kierkegaard, trad. A. Dru (Londres, 1938), s. 610.

99 Concluding Unscientific Postcript, p. 55. (Para la traducción en castellano, op. cit.)

100 Either/Or, vol. II, pp. 177-79. (Para la traducción al castellano, op. cit. N.T.)

101 E.g., ibid.., ss.1239, 1264, 1268, 1269, 1323 y 1324.

102 The Journal, s. 1050. (Toda la obra de Kierkegaard ha tenido muy mala fortuna en traducciones penosas, mayormente realizadas del francés. Afortunadamente, Trotta inició hace años la traducción de la obra completa con editores y traductores de prestigio, pero todavía no ha publicado los diarios. Tenemos la nada despreciable traducción del Diario de un seductor de Jesús Pardo, Losada, Oviedo, 2006.)

103 S. Kierkegaard , Fear and Trembling (Anchor Books, Nueva York, 1954), pp. 91-129. (Kierkegaard, La repetición. Temor y Temblor, traducción de Darío González y O. Parcero, Trotta, Madrid, 2019.)

104 Concluding Unscientific Postscript, pp. 78-79 y 225-266; Either/Or, vol. II, pp. 283-294; Sickness unto Death (Anchor Books, Nueva York, 1954), pp. 184-194. (De las traducciones al castellano, op. cit., La enfermedad mortal, traducción de Demetrio Gutiérrez, Trotta, Madrid, 2008.)

105 Journal, s. 991.

106 Ecce Homo, trad. C. P. Fadiman, en The Philosophy of Nietzsche (Modern Library, Nueva York, n.d.), pp. 868-869. (Nietzche, Ecce Homo, traducción de Andrés Sánchez Pascual, Alianza Editorial, 2011.) El profesor C. J. Friedrich ha sugerido que las ideas de Nietzsche cambiaron de forma muy radical al menos dos veces durante su vida. Aunque ciertamente hubo cambios, Nietzsche nunca fue, en cualquier caso, un pensador consistente. Pero en su pensamiento hay una unidad básica que permite que lo tratemos como un todo único e indiferenciado, y es el romanticismo el que proporciona el elemento unificador.

107 The Will to Power (II), trad. A. M. Ludovici, Works, vol. XV, p. 822; The Birth of Tragedy, trad. C. P. Fadiman (Modern Library), pp. 984-985; «The Use and Abuse of History», Thoughts out of Season (II), Works, vol. V, pp. 60-61. (La voluntad de poder se incluye en Friedrich Nietzsche. Fragmentos póstumos [1885-1889], traducción de J. L. Vermal y J. B. Llinares, Editorial Tecnos, Madrid, 2008; El origen de la tragedia, trad. E. Ovejero Mauri, Austral, Madrid, 2013; Consideraciones intempestivas, traducción de Andrés Pascual, Alianza Ed., Madrid, 2015.)

108 The Will to Power (II), núms. 853 y 1048.

109 Ibid. (II), p. 239.

110 Genealogy of Morals, trad. H. B. Samuel, en The Philosophy of Nietzsche, pp. 717-793; Will to Power, vol. II, p. 257. (Las mejores traducciones de Nietzsche siguen siendo la de Andrés Pascual, La genealogía de la moral, Alianza Ed., Madrid, 1996. N.T.)

111 «Schopenhauer as Educator», pp. 131-133.

112 Ibid., p. 126.

113 «The Use and Abuse of History», p. 94.

114 «Schopenhauer as Educator», pp. 152-155.

115 Citado en L. P. Smith, op. cit., p. 128.

116 Alex Comfort, Art and Social Responsability (Londres, 1946), p. 14.

117 W. Wordsworth, «The Convention of Cintra», en Political Tracts, p. 192.

118 Journals, s. 1377.

119 The Romantic School, trad. S. L. Fleishman (Nueva York, 1882), p. 57.

120 O. Walzel, Das Prometheussymbol von Shaftsbury zu Goethe (Munich, 1932), pp. 12-15.

121 The Will to Power, II, nr. 900.

122 Fragmente, Werke, vol. III, p. 131, y vol. IV, p. 74.

123 «Schopenhauer as Educator», pp. 149-50.

124 Ibid., pp. 152-155.

125 Fragmente, Werke, vol. III, p. 195.

126 Ibid., p. 217.

127 The Statesman’s Manual, loc. cit., pp. 39-40.

128 Silz, op. cit., pp. 135-6.

129 J. P. Eckermann, Gespraeche mit Goethe (2 de mayo, 1824).

130 Viëtor, Goethe the Thinker, pp. 12-52; Heller, op. cit., pp. 3-49.

131 F. W. J. von Schelling, «Concerning the Relation of the Plastic Arts to Nature», trad. M. Bullock, en H. Read, The True Voices of Feeling (Londres, 1953), pp. 325-332.

132 Ecce Homo, p. 937.

133 Citado en Silz, op. cit., p. 164.

134 Beyond Good and Evil, trad. H. Zimmern (Modern Library), p. 577; The Will to Power (I), Works, vol. xiv, nr. 416; (II), nrs. 768 y 769.

135 Herder, God, p. 185.

136 C. Baudelaire, «L’Art Romantique», Œuvres (París, 1868), pp. 99-104; M. Praz, The Romantic Agony, trad. de Davidson (Londres, 1933), pp. 95-186. (Existe una traducción de El arte romántico de Baudelaire ya descatalogada, de Carlos Wert, La Fontana Mayor, Madrid, 1977; M. Praz, La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, traducción de Rubén Mettini, El Acantilado, Barcelona, 1999. N.T.)

137 Shelley, Death. La muerte era el interés fundamental de Shelly, incluso en su juventud y en sus días más godwinianos. Al final de su vida se convirtió casi en una obsesión –así como en tema de su mejor poesía–. De hecho, es más que probable que el apasionado marino que no sabía nadar, no hiciera en su vida nada más que esperar pasivamente a la muerte; B. Kurz, The Pursuit of Death (Nueva York, 1933). (Shelley, Prometeo liberado, traducción de Alejandro Valero, Hiperión, Madrid, 1994.)

138 Citado en Silz, op. cit., p. 175.

139 God, pp. 187-188; Viëtor, Goethe the Thinker, pp. 35-38; Pascal, op. cit., pp. 203-216.

140 God, pp. 187-188; Viëtor, Goethe the Thinker, pp. 35-38; Pascal, op. cit., pp. 203-216.

141 Dilthey, op. cit., pp. 283-288.

142 R. Unger, Herder, Novalis und Kleist (Frankfurt a.M., 1922), pp. 94-114 y 143.

143 Phenomenology, p. 388, e History of Philosophy, vol. III, pp. 505-508. (Para la traducción al castellano, op. cit.)

144 Philosophy of Right, pp. 12-13. Para un eminente historiador católico del pensamiento alemán del siglo XIX, Fichte parecía un Prometeo de la ética y Hegel un «Prometeo conocido», pero lo crucial es el acto de desafío, la propia aspiración, no el carácter esencialmente poético de Prometeo; Balthasar, op. cit., pp. 139-157 y 611-619. En realidad, un Prometeo filosófico es inimaginable.

145 Cain, acto III, escena I. (Hay una muy buena traducción al castellano de Caín, a cargo de Enrique López Castellón, que además recoge la carta abierta que, en su día, Menéndez Pelayo escribió al primer traductor de Byron, José Alcalá Galiano, publicada en 1873, felicitándole por su traducción en endecasílabos, que es la opción que también escoge nuestro traductor, Caín, ed. bilingüe, Abada, Madrid, 2011. N.T.)

146 Journal d’un Poète, ed. P. Flottes (París, 1949), p. 145.

147 Ibid., pp. 46-47.

148 Ibid., p. 146.

149 Le Mont d’Oliviers.

150 Thus Spake Zarathustra, trad. T. Common (Modern Librry), pp. 310-320. (Así habló Zaratrusta, traducción de Andrés Pascual, Alianza Ed., Madrid, 2011.) Esta diferencia entre Nietzsche y los primeros románticos ha hecho que el profesor Kaufmann rechace que fuese un romántico real en su excelente estudio sobre Nietzsche; W. A. Kaufmann, Nietzsche (Princeton, 1950), pp. 8-16, 100-105, 113-117, 282-283 y 327-337. Por supuesto, tiene toda la razón al enfatizar esta diferencia entre Nietzsche y los primeros románticos, pero la inclinación hacia una fe sentimental religiosa no es una cualidad genuina del romanticismo. En muchos otros aspectos –en el concepto de vida dramática, Prometeo, la ética del genio y la individualidad, en su odio a los filisteos– Nietzsche fue un romántico. Por otro lado, es una exageración presentar a Nietzsche como una edición tardía del primer romanticismo en todos los aspectos. Romántico era, si se le concede a la palabra un significado amplio. Y no lo era, si tratamos de demostrar su acuerdo con los primeros románticos en todo detalle, como intenta hacer Karl Joël en su Nietzsche und die Romantik (Jena, 1923).

151 Essay on Christianity, loc. cit., p. 87.

152 R. Huch, Die Bluethezeit der Romantik (Leipzig, 1899), pp. 82-118; Kluckhohn, op.cit., pp. 125-140; Silz, op. cit., pp. 205-235; Welleck, op. cit., pp. 155-156.

153 La primera declaración de los dos espíritus de la tragedia aparece en El nacimiento de la tragedia, el segundo pensamiento en «An Attempt at Self-Criticism», Ecce Homo, pp. 944-946.

154 Fragments, Werke, vol. II, 179, 180, 217, 241; Dilthey, op. cit., pp. 312-321.

155 Schleiermacher, Ueber die Religion, ed. M. Rade (Deutsche Bibliothek, Berlín, n.d.), pp. 58-60 y 121-127.

156 Chateaubriand, «Le Génie du Christianisme» , Œvres (París, 1874), vol. II, pp. 375-380; G. Boas , French Philosophies of the Romantic Period (Baltimore, 1925), pp. 94-102; B. Croce, European Literature in the Nineteenth Century, trad. D. Ainslie (Nueva York, 1924), pp. 2 y 45-51.

157 Praz, op. cit., pp. 289-411.

158 C. Buthman, The Rise of Integral Nationalism in France, pp. 56-64 y 75-86. C. J. H. Hayes, The Historical Evolution of Modern Nationalism (Nueva York, 1950), pp. 184-202.

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