Un corazón alegre

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21 de enero - Autoestima

Cómo arruinar la autoestima del hermano

“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga ‘Necio’ a su hermano, será culpable ante el Concilio; y cualquiera que le diga ‘Fatuo’, quedará expuesto al infierno de fuego”

(Mateo 5:22).

El marido de Marisa era un hombre de buenas intenciones, pero demasiado crítico de su esposa. A veces le decía:

—Pero si no sabes ni pelar papas… Arrancas toda la parte comestible. ¡Mira cómo lo hago yo! Marisa, no entiendes de temas de actualidad ni de política y lo que dices no tiene sentido.

Sin pretenderlo, dañaba con frecuencia la autoestima de Marisa, quien acabó creyéndose que no servía para nada. Y no era porque ella no tenía virtudes, que sí las tenía. Marisa contaba con una inteligencia práctica privilegiada, pero la falta de comentarios alentadores por parte de su esposo había arruinado su autoestima.

Lamentablemente hay extremos mucho peores. Hombres que no solo humillan a sus esposas con sus palabras, sino que abiertamente las insultan e incluso las golpean. Por ello, observamos que las mujeres víctimas de la violencia doméstica sufren de gran inseguridad y de poquísima autoestima. El maltrato, tanto físico como psicológico, es una aberración que Dios no aprueba. Está en abierta contradicción con el amor conyugal que promueve la Escritura y que insta a los maridos a “amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (Efe. 5:28).

El pasaje de hoy es muy duro con las personas que abusan verbalmente de otras. Los que así hacen, quedan expuestos al infierno de fuego. El daño que puede hacerse con las palabras que se dicen y cómo se dicen es tal que el Señor Jesús quiso dejar claro que tales actos no quedarían sin castigo.

Por otra parte, ¡cuántos elogios ofrece la Biblia hacia las palabras sabias, amables y cariñosas! Compara la Escritura estas palabras con el árbol de la vida (Prov. 15:4) y con un panal de miel (16:24). Dice también, “¡Besados sean los labios del que responde con palabras correctas!” (24:26) y “la respuesta suave aplaca la ira” (15:1).

Por la gracia de Dios, proponte usar palabras que transmitan amor, comprensión y calidez. Ora en silencio antes de lanzarte a hablar y permite al Espíritu Santo que guíe tus mensajes. Cosecharás frutos para ti mismo, pues “el que guarda su boca y su lengua, su vida guarda de angustias” (Prov. 21:23). Además edificarás a tu hermano (1 Tes. 5:11) en vez de arruinar su autoestima

22 de enero - Autoestima

Los más pequeños

“A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiera en lo profundo del mar”

(Mateo 18:6).

La sentencia que aplica este versículo es de las más aterradoras que encontramos en la Biblia. Dicha, además, en el contexto del Nuevo Testamento nos hace pensar en la gravedad de la ofensa. ¿Qué significa “hacer tropezar a uno de estos pequeños” (o pequeñitos, según Marcos)?

El verbo original griego es scandalizo, que significa poner un obstáculo para que otro tropiece o invitar al pecado a alguien para que caiga. Existen diversas interpretaciones sobre quiénes son estos pequeños. Hay comentaristas que ven aquí los jóvenes en la fe, los que acaban de aceptar a Jesús; otros lo entienden como los humildes, pobres, desvalidos o marginados; también hay quienes interpretan que se trata de menores; es decir, niños. La verdad es que el pasaje puede referirse a cualquiera de los grupos mencionados, pues es natural que Jesús salga en defensa de los débiles que, estando en situación de desventaja, pueden ser víctimas de depredadores que actúan para sacar provecho de los indefensos.

Como Jesús acababa de tomar a un niño para ilustrar su mensaje (vers. 2-5), pensemos en el texto aplicado a los niños. Son desgraciadamente muy comunes los casos de abuso sexual o físico, siendo muchos desconocidos, pues los niños tienden a guardarlo en secreto por miedo. El problema no tiene fronteras ni niveles sociales y los riesgos son serios. A corto plazo, la víctima puede sufrir conflictos emocionales, escaso rendimiento escolar, problemas para relacionarse o estrés postraumático. Y a largo plazo, depresión, ansiedad, uso de alcohol y drogas, delincuencia, o conductas de riesgo. Hay además un efecto muy común en quienes han sido víctimas del abuso infantil: la autoestima deficiente. Una búsqueda reciente en la base de datos EBSCO ha arrojado 749 estudios científicos que relacionan el abuso y los problemas de autoestima en la última década. Esto excluye artículos de divulgación, ensayos o comentarios y se limita a publicaciones profesionales.

El Señor condena toda acción de violencia, sexo o privación de lo necesario a los niños. Quienes de pequeños fueron víctimas de estas situaciones tienden a sentirse culpables e inferiores, pero ellos ni tienen culpa ni responsabilidad por esas acciones malvadas. De hecho, Dios tiene un cariño especial por ellos y desea que no sufran. Tanto si has sido víctima como si no, haz tuyas las palabras del salmista: “Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y protección es su verdad” (Sal. 91:4).

23 de enero - Autoestima

La voz que me orienta

“Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: ‘Este es el camino, andad por él y no echéis a la mano derecha, ni tampoco os desviéis a la mano izquierda’ ”

(Isaías 30:21).

El sentido que suele experimentar más pérdidas en el ser humano es el oído. A partir de los cuarenta años ya se observan pérdidas ligeras de la capacidad auditiva, aunque la mayoría de los afectados no las notan. Sin embargo, al llegar a los sesenta y cinco años, uno de cada tres ya tiene problemas importantes de audición. Y cuando tomamos el grupo de personas de ochenta y cinco años, la mitad cuenta con pérdidas significativas de audición. Los riesgos son amplios y algunos muy graves. El afectado puede perderse información importante, correr riesgo de accidentes, sufrir vergüenza, irritación y frustración al pedir una y otra vez que le repitan lo dicho. En los casos más graves, la persona pierde la independencia, la capacidad de adquirir nuevos conocimientos e incluso puede acabar en la paranoia o la depresión. Por supuesto, las prótesis ayudan, aunque cuentan con limitaciones importantes.

Es triste ver el deterioro sensorial. Pero la habilidad auditiva pierde toda importancia cuando la comparamos con la habilidad para escuchar la voz del Señor, como describe el versículo de hoy. Para ello tenemos que mantener la sintonía con el Creador de forma constante, como lo hicieran los pilotos durante décadas, escuchando las señales acústicas emitidas por radio. Aquel sistema de navegación, antes de la llegada del GPS, hacía que, cuando se desviaban hacia la derecha, escucharan una serie de sonidos cortos, como los puntos del código morse. Si se desviaban a la izquierda los sonidos eran largos, como las rayas del morse. Así evitaban salirse de la aerovía y llegaban al destino deseado. El sistema solo era eficaz manteniendo una sintonía constante con la emisora de radio.

También nosotros tenemos la responsabilidad de mantener la sintonía en todo momento para conducir la nave de nuestra vida a destino seguro. Dios quiere que escuchemos su voz a través de las Sagradas Escrituras, que son como la emisora de radio que nos avisa de continuo si vamos por el buen camino. A veces Dios habla por medio de otras personas, por impresiones y experiencias espirituales íntimas, pero esto solo es posible en constante sintonía con él. ¡Qué gran privilegio saber que Dios está disponible para indicarnos la dirección exacta de nuestra ruta!

Si te sientes desorientado o crees que eres incapaz de tomar decisiones, escucha con atención la voz de Dios. Así podrás pilotar la nave de tu vida por la vía segura y llegar al destino que el Señor te reserva.

24 de enero - Autoestima

Más que muchos pajarillos

“Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos”

(Lucas 12:7).

En el versículo de hoy, el evangelista utiliza el diminutivo de la palabra struzós para referirse a esos pajarillos. Se trata de gorriones comunes o pardales. El gorrión es un ave muy inteligente y con extrema habilidad de adaptación. Prueba de ello es que a lo largo de la historia ha coexistido con el ser humano, tanto en la gran ciudad como en el ámbito rural, siempre beneficiándose de la presencia de este. En efecto, las tejas y otros recovecos de la arquitectura y los desperdicios de comida humana proveen hogar y alimento a estos pajarillos. A pesar de sus habilidades, el gorrión se considera ordinario, común y corriente. Así es hoy y así era en el tiempo de Jesús.

El Maestro toma a estas avecillas como ejemplo de lo más humilde del reino animal por su ínfimo valor monetario. El evangelio nos dice: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto?” (Mat. 10:29) y en otro lugar, “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos?” (Luc. 12:6). Era algo así como una oferta que cuando uno compraba cuatro, el quinto era gratis. Pero ¿cuánto dinero es un cuarto? La palabra griega original traducida como “cuarto” es assaríon. Un asárion era la dieciseisava parte de un denario, que era el jornal de un día de trabajo de un obrero. En suma, un cuarto representaba la remuneración de media hora de mano de obra.

El Señor toma el caso extremo de estos pájaros infravalorados para darnos a entender que el amor de Dios no es menor por pequeño que sea el ser vivo. Además, nuestra pequeñez puede hacernos especialmente vulnerables al temor. Por eso, el mensaje de Jesús nos asegura que, por lo pequeños que son esos pajarillos, nuestro valor como seres humanos es superior (vers. 6), por lo tanto, “no temáis”. Los versículos anteriores hablan del temor a perder la vida y nos aconsejan no temer a quien pueda matarnos, sino a quien pueda empujarnos a la perdición eterna (vers. 5).

 

Es posible que alguien te haya dicho (o demostrado con su actitud) que vales muy poco. Puede que estés pasando por una situación tan incierta o sombría que estés sobrecogido de temor. Para esas circunstancias nos dejó Jesús el versículo de hoy; para que recuerdes que, si Dios está pendiente de la caída de un humilde gorrión, con toda seguridad estará disponible para sacarte del problema en que te encuentras. Recuerda que Dios valora las cosas y las personas de forma distinta a como lo hace el ser humano.

25 de enero - Autoestima

Una boda prohibida

“Te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia”

(Oseas 2:19).

Nazneen era una jovencita de solo catorce años cuando fue prometida a Aasir, quien tenía dieciocho años. Aunque los dos jóvenes no pasaban mucho tiempo juntos, ambos albergaban sueños maravillosos de matrimonio dichoso, rodeados de hijos en un ambiente feliz y con un futuro venturoso. A pesar de su juventud, Nazneen era capaz de amar de corazón a su prometido. Aasir era bondadoso y apuesto con un trabajo decente y con toda probabilidad de ser un excelente marido. Y todo podría haber sido así a no ser por lo que ocurrió una noche. A las dos de la madrugada entraron ladrones en la casa de Nazneen. Amordazaron a sus padres, se apropiaron de todo objeto de valor y encontraron a Nazneen y a sus dos hermanas pequeñas asustadas en el dormitorio. Los malhechores tomaron a la chica mayor con intenciones de violarla. Como Nazneen sabía la trágica consecuencia de tal acto, agarró un cuchillo y a gritos les dijo que, como siguieran en su intento, ella se quitaría la vida. Los ladrones se amedrantaron y huyeron con el botín sin deshonrar a la muchacha. Cuando Aasir y su familia supieron del suceso, dijeron que la joven estaba ya “usada” y no era digna de casarse con Aasir. La boda nunca se celebró.

Aasir y su familia no repudiaron a la joven por haber sido violada, sino por haber sido objeto de un intento fallido de violación. La virginidad es una condición de altísima estima en muchas sociedades y culturas del presente y del pasado. Lo era también en el pueblo de Israel. Si se descubría que una recién casada no era virgen y había evidencia de su culpabilidad, debía ser apedreada (Deut. 22:13-21).

El libro de Oseas muestra abiertamente, para que lo entienda bien cualquier defensor de la virginidad y de la fidelidad, que el Dios del universo está dispuesto a casarse con un pueblo adúltero, una vez se haya arrepentido. Está dispuesto a perdonar transgresiones que algunos pueblos castigan con la muerte para recuperar el honor de la familia.

La actitud de Dios presentada en el libro de Oseas desmonta cualquier forma violenta de restaurar el honor y perdona a la mujer errada: su pueblo escogido. Por supuesto que Dios aplica el justo castigo (Ose. 2:13), pero luego la seduce, la lleva al desierto, habla a su corazón (vers. 14) y se casa con ella (vers. 19). ¡Qué hermosa lección de amor y perdón para que la apliquemos a nuestras costumbres y tradiciones!

26 de enero - Autoestima

Títulos nobiliarios

“Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”

(1 Pedro 2:9).

Desde los registros más remotos de la humanidad observamos la segregación de clases sociales. Inalterablemente, unos acaban en posiciones privilegiadas mientras que en el otro extremo quedan los más pobres y oprimidos. Los privilegiados, además de riquezas y ventajas, pueden ser portadores de títulos honorables. La más reciente herencia de esta práctica proviene de la época feudal europea (siglos IX-XV) cuando los reyes otorgaban títulos nobiliarios a quienes conseguían victorias en batallas o logros intelectuales o sociales. Ciertos títulos son perpetuos y, a la muerte del receptor, pasan a sus herederos. Algunos países han preservado este sistema hasta el día de hoy y cuentan con duques, archiduques, marqueses, condes, vizcondes, barones, señores y caballeros, todos ellos con sus documentos oficiales que legitiman su nobleza. De esta forma, los portadores de tales credenciales tienen acceso a eventos reservados a personas de su estirpe y gozan de honores e incluso rentas asociadas a los títulos.

Este sistema en nada encaja con el mensaje cristiano que nos recuerda que todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Gál. 3:26), que para Dios no hay acepción de personas (Rom. 2:11), o que los primeros serán últimos y los últimos, primeros (Mat. 20:16). A pesar de todo, y tal vez para infundir ánimo a los despreciados cristianos de su tiempo, el apóstol Pedro toma algunos títulos excelsos que confirman la condición de “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa y pueblo adquirido por Dios” hacia todos los que hemos decidido anunciar las bondades y virtudes de nuestro Padre celestial.

En el pasado fueron populares algunos programas televisivos llamados “Reina por un día” o expresiones equivalentes. Durante un día, la persona escogida, generalmente una madre y ama de casa, recibía tratamientos de belleza, ropa distinguida y múltiples agasajos con banquetes y palabras de elogio. Durante ese día no se permitía que la agraciada hiciera trabajo alguno, pues eran otros quienes debían trabajar para ella.

Por supuesto, solo algunas mujeres lograban alcanzar el honor de ser “reinas” durante un día. Pero el pasaje de hoy nos inviste del linaje y la dignidad, no por autoridad de un hombre encumbrado, sino por el mismo Rey del universo. Y no por un día, sino por toda la eternidad. Reflexiona hoy en el fabuloso linaje que posees por ser hijo de Dios y por el privilegio que tienes de servirle.

27 de enero - Autoestima

Corona de gloria y diadema de realeza

“Y serás corona de gloria en la mano de Jehová y diadema de realeza en la mano del Dios tuyo”

(Isaías 62:3).

El anhelo más grande del pueblo de Israel cautivo en Babilonia era regresar a Jerusalén, restaurar el templo, gozar de libertad de culto y volver a sus costumbres y tradiciones. Con la conquista de Babilonia por el rey Ciro de Persia en 539 a.C., se abrió una ventana de esperanza, pues el conquistador persa estaba citado por nombre en la profecía escrita cien años antes del acontecimiento (Isa. 44:28). Un año después de la toma de Babilonia, en 538 a.C., Ciro decretó el edicto que concedía la libertad a los judíos y les permitía regresar a su tierra, reconstruir el templo de Jerusalén y rehacer su vida en su patria. No solo les concedió el permiso de retorno, sino que les devolvió todo el oro, la plata y los tesoros que Nabucodonosor había expoliado del templo (Esd.1).

A pesar de la buena noticia, la materialización del proyecto no iba a ser fácil, según relata el libro de Esdras. Primero, solo una parte de los exiliados decidió aprovechar la oportunidad de volver a Judá. Segundo, muchos de los que regresaron (especialmente los más ancianos) lloraron porque la restauración del templo no iba a alcanzar la gloria original. Tercero, los adversarios detuvieron la reedificación del templo. También sabemos por el profeta Hageo que muchos, en vez de edificar la casa del Señor, pusieron su empeño en edificar sus propias casas; y cuando finalmente decidieron acometer la reedificación del templo, tuvieron que enfrentarse a escasez y adversidad.

El capítulo 62 de Isaías llega precisamente en esos momentos difíciles para el pueblo de Dios y comunica esperanza, promesas y ánimo. Una de las metáforas es la del versículo de hoy: corona de gloria y diadema de realeza. A lo largo de la historia de la humanidad se han usado múltiples adornos corporales para conferir autoridad, distinción y honor: tiaras, mitras, coronas, guirnaldas, fajines, cintas, bandas, medallas y medallones. Pero la corona y la diadema del versículo de hoy son muy diferentes: vienen de la mano de Dios. Los privilegios y los honores tienen valor en función de quién los otorgue. Y no hay jerarquía más alta que el Rey del universo. No consideres la dignidad que viene de manos humanas. Es imperfecto quien la confiere y quien la recibe. Considera, pues, la dignidad que viene de Dios y nos hace perfectos al recibirla. ¡Que privilegio tan excelso!

28 de enero - Autoestima

La esencia de nuestra existencia

“Porque en él vivimos, nos movemos y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: ‘Porque linaje suyo somos’ ”

(Hechos 17:28).

Las palabras “en él vivimos, nos movemos y somos” contienen un profundo significado filosófico pues encierran todas las dimensiones de la existencia. El primer verbo, vivir (tzao) se refiere a las funciones fisiológicas, al ámbito físico que los humanos compartimos con los mamíferos superiores. El segundo, moverse (kineo) contiene el principio del movimiento, pero también abarca las experiencias emotivas: amor, odio, temor, gozo, tristeza, celos, desconfianza, serenidad, cólera, compasión, etcétera. El tercer verbo, ser (eimí) encierra los atributos más elevados y distintivos del ser completo y solo presente en la especie humana, incluyendo el intelecto y la voluntad.

El versículo nos ofrece una idea de la totalidad de la presencia de Dios en el hombre. Dios es la esencia de nuestra existencia. No solo nos creó, sino que está íntimamente ligado a nuestro diario existir e integrado de lleno en todas nuestras funciones. Pablo está dando un discurso a los intelectuales de Atenas. Utiliza un tono filosófico para alcanzar al público del Areópago. Incluso cita a un poeta griego: Arato (310-240 a.C.), quien nació en Solos (Cilicia), lugar cercano a Tarso, la ciudad de Pablo. Trescientos años atrás Arato había escrito un poema llamado Phenomena, probablemente memorizado por Saulo en su juventud. Allí habla del dios Zeus y dice que “somos linaje o descendencia de él [Zeus]”. Pablo intenta presentar el evangelio utilizando la lengua y la cultura de sus oyentes.

Pero esto no significa que les conceda la razón en su forma de practicar la religión. En contra de sus ídolos materiales, Pablo presenta a un Dios creador de todas las cosas; en vez de templos y altares por todas partes, Pablo les enseña de un Dios omnipresente; en lugar de un dios “no conocido”, como rezaba uno de los altares de la ciudad, Pablo presenta un Dios conocido y accesible. Pablo revela al Dios que creó el mundo y el universo, que “da a todos vida, aliento y todas las cosas” (vers. 25). Un Dios que abraza todos los aspectos de nuestra existencia.

Se dice que un maestro preguntó a un niño:

—¿Por qué hay un solo Dios?

A lo que el niño respondió:

—Porque Dios está en todas partes y no queda sitio para otro.

Piensa que vives, sientes y actúas gracias a él. Sin su presencia en tu vida, perecerías. ¡Qué inmenso privilegio saber que Dios nos ama tanto que mantiene nuestra vida por completo a pesar de nuestros errores!