Isósceles

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6. Pompeya

«Cuando muere la risa, dime, ¿quién se queda?» Babi

Pompeya fue una ciudad romana ubicada en el sur de Italia. Esta quedó enterrada bajo metros de ceniza y piedra después de una catastrófica erupción del monte Vesubio en el año 79 d. C. Es probable que la erupción durase veinticuatro horas, pero los restos de ceniza y roca siguieron cayendo durante varios días más hasta cubrir la ciudad entera a seis metros de profundidad. Antes de esta erupción la palabra «volcán» no existía. Se le dio ese nombre en honor al dios Vulcano. Ni lava, ni cenizas, ni fuego. El elemento letal fue una nube ardiente formada por gases volcánicos, materiales sólidos y aire atrapado.

Pompeya relata muy bien esta historia tan nuestra, ubicada dentro de un portal al sur de mi consciencia.

Esta quedó enterrada bajo metros de caricias,

deseos y promesas,

después de una catastrófica conversación

en un porche de Valencia.

Es probable que las lágrimas durasen 24 horas,

pero los restos de pena, amor y rabia,

siguieran cayendo durante varios días más,

hasta cubrir un corazón entero

a 6 metros de profundidad.

Antes de esta erupción,

la palabra «desamor» no existía,

se le dio ese nombre en honor a ella.

Ni venganza, ni rutina, ni mentiras.

El elemento letal fue un adiós ardiente,

formado por nunca más volcánicos,

te quiero sólidos y dolor atrapado.

Donde hubo fuego, cenizas se volaron.

Pompeya, aunque tus ruinas hoy sean arte,

¿por qué no me avisaste de esto?

Y todo se quedó inmóvil,

sin darnos cuenta de que esta vez

se había parado para siempre.

7. Prefiero

Una sonrisa vive en las mentiras que le hicieron creer,

le hago señas desde fuera,

pero ella no quiere verme.

Si al final vas a quedarte,

tengo un requisito,

en mis principios quedó escrito: sinceros hasta el final.

Nunca lo dudes,

preferiré siempre una verdad que duela

a una duda que mate.

8. Hablemos de la lluvia

Cuando llueve y digo que hace un buen día,

mi madre aún se ríe irónica.

Las palabras dan un significado a ciertas cosas

que ya hemos consideramos unidas.

En realidad, no hay nada que sea porque sí y punto,

todo es más subjetivo de lo que se establece.

Para mí, la lluvia es un buen día,

el amarillo trae buena suerte

y un viernes no me lo jode un trece.

No hay que olvidar que las supersticiones

no dejan de ser creaciones de otros

y el tiempo ya las considera ajenas.

Lo bueno es que ya no me pregunto si aplaudiríamos,

o nos pondríamos guapos si nadie más nos viese.

Conozco la respuesta y esta es no,

no haríamos nada que no fuese involuntario.

Por eso, lo único que hago es escribir y escribirte,

y como lo hago por mí,

se convierte en algo íntimo y real.

Por eso, la gente se para, porque encuentran verdad,

pero solo la recordamos nosotros.

Él ya no me pasa fotos desde su ventana

cuando llueve.

Dice que es porque al margen de esto,

en su corazón siempre brilla el sol.

Me alegro por la luz,

pero recuerdo que me dijo

que si no estábamos triste de vez en cuando,

ya no valoraríamos lo contrario.

Yo tengo vacía la nevera,

pero tengo la mente llena de tulipanes,

caléndulas, jacintos, orquídeas, azucenas, jazmines,

magnolias y narcisos.

Son las flores que combinan con un vestido blanco,

y es mi manera de pedirte que te quedes.

El día que llovió y no cerraste la ventana

me recordó a otro en el que estabas apagado

y no quisiste dejar de estarlo.

Estático, como que la soledad,

abrazada a ti, te impida ver a otros,

que también querríamos hacerlo.

Es tan contradictorio como sentirse feliz,

pero triste,

porque ya no eres tú la causa.

Si al final acaba bien,

querré un nuevo principio.

Todos los días a las doce podré escribirte un poema,

porque si en algo se asemeja escribir al amor,

aunque parezca injusto,

es en que lo hago por mí.

Nunca he sabido hacerlo así,

pero ya estoy en ello,

y solo cuando llueva,

podremos brillar por dentro.

Apapache 3

Cupido me lanzó una flecha, pero pasó por los cachitos rotos. ¿Qué haría yo en otras vidas, para sufrir que no estés en estas?

9. Anxiety

«Claro que lo veo, pero no lo veo claro» Charlie

No sabría cómo definirla,

pero sí cómo dibujarla:

unas veces blanca,

otras con garabatos, nudos indescifrables.

Entras sin permiso y lo arrebatas todo.

A veces pienso que no te conozco,

estás en mí de muchas formas,

te disfrazas de cordero y pretendes darme miedo,

haciendo que no sepa

qué pasará después.

Ni siquiera vives en el presente,

naces en el pasado y te nutres de los miedos al futuro.

Por eso, cuando intentaste arruinar el mío,

tuve que echarte.

En la lección 140 de cómo salir del bucle,

aprendí a parar.

Si paro en cierta parte del círculo,

y lo veo desde fuera,

mi lápiz del valor pinta una línea transversal

y lo atraviesa todo.

Lo he llamado puente.

Sigo sin manejar cuando entras,

pero yo salgo cuando quiero.

10. Laberintos

Ayer conocí a Eva.

Estaba recortando las ramas sobrantes,

creando un espacio casi simétrico,

perfecto.

Dice que un día estuvo perdida en el laberinto.

Hoy ya no lo estaba,

pero, aun así, seguía dentro.

Jamás encontró la salida,

y dentro se contó un argumento

casi infernal.

Es increíble ver como algunas personas

viven dentro de un problema,

y al no poder huir,

se quedan a ponerle orden.

En vez de solucionarlo, lo doman,

pasando por alto que el león no es libre,

ni aun pasando por el aro.

Ella conocía todos sus callejones sin salida,

e incluso donde había dejado las llaves.

No sé si no pudo, o no quiso,

dijo que era hora de dormir.

Quizá lo mejor que puedes encontrar en una persona,

a veces, es una salida.

Por si acaso, cuando me fui dibujé una puerta,

y dejé una nota escrita:

“Prometo que si ves lo que hay ahí fuera,

jamás querrás volver allí”.

11. Cadenas

Estoy encerrada entre cuatro paredes,

no hay suficiente oxígeno

y casi no puedo escribir.

Hoy he abierto una ventana y he visto una montaña

tan grande, tan alta,

tan fuerte,

no pidiendo nada,

no necesitando nada,

que he querido ser ella.

Me ha parecido oír decir a un pájaro

que le gusta cómo bailo,

que entre las cuatro paredes que me oprimen

me apaño bastante bien.

Dice que desde fuera se oye cómo canto,

cómo hablo,

cómo me miro en el espejo

y me río,

y que no está nada mal.

Quizás un día debería de salir de este cuarto,

en el que no encuentro una puerta,

porque no me atrevo a dibujarla.

Verás, la primera pared es insegura,

dice que si la dibujo, se hará frágil.

La segunda no es bonita,

y dice que si la dibujo, quedará peor.

La tercera es dependiente,

y dice que si lo hago, se aferrará a esta.

La cuarta es miedo, irracional y oscuro,

y dice que si la pinto ahí, nunca me atreveré a salir,

por todo lo que pueda haber ahí fuera.

Tengo lápices de colores, ganas

y una manta por si hace frío.

Podría intentar salir del hoyo.

Hace tiempo que corté mi pelo,

sabiendo que no vendrías a buscarme,

cuando lo dejase caer.

Se volvió oscuro, y lo vi claro.

Si no soy yo, no me salva nadie.

Así que venga, lo haré esta noche.

Me he asomado

y he visto un montón de manos haciendo redes,

por si no caigo de pie,

y eso me reconforta.

Solo quedan unas horas, y luego tendré que saltar,

aquí casi no llega ya la luz.

Sé que mientras lo haga,

las cuatro paredes gritarán fuerte que no me atreva,

que no las deje solas, que tienen miedo,

mucho miedo,

y que me harán daño.

Pero prefiero descubrirlo

a quedarme con el que me hago aquí dentro.

Y aunque no conozca la profundidad,

tengo que probarlo,

ver toda la luz que irradio.

Si me doy cuenta de que no soy valiente,

entonces inventaré que lo soy,

me creeré mi propia mentira

y les enseñaré que yo bailo aún mejor.

Hago un trueque miedo-ganas.

Si tú no me salvaste, tendré que hacerlo yo.

12. Mala amiga

Apenas me coge el teléfono,

dejo mensajes en su contestador,

pero ella nunca contesta.

Ya no me dedica tiempo,

dice que no es tan importante,

porque siempre hay otras cosas que atender.

Las palabras de ánimo cuando el día es gris,

cada vez son más escasas,

y cuando por fin se para,

y me mira fijamente a los ojos,

 

llego a pensar que esta

podría ser la última vez.

A veces nos ofenden actos de otras personas,

y muchas veces las apartamos de nuestras vidas

en un acto de valor que nos indica

que no es lo que creemos merecer.

A veces, y solo a veces,

estamos tan centrados

mirando ahí fuera,

que ni siquiera nos hemos dado cuenta

de que la amiga de la que os hablo

éramos nosotros.

Apapache 4

En teoría, todos pueden hacer algo por ti, especulaciones subjetivas de dónde, cuándo o cómo eres. En la práctica, es diferente, y hay algo que nadie podrá hacer por ti, y es decirte quién eres.

13. Karma

«El arte y la pena es el estiércol y las flores» Ayax

Cuando te dijeron que todos teníamos un precio,

no tuviste en cuenta el factor valor;

cuando te lo dijeron,

pensaste en vender la victoria.

y eso, más que precio,

vuelve a ser valor.

Has hundido el barco,

y ahora no hay una dirección

en la que pueda soplar el viento

que lo solvente.

No has sabido apreciar lo que llamabas tuyo,

y ahora tu pecado se ha convertido en karma.

II
SEMPITERNO

Que durará siempre; que habiendo tenido principio, no tendrá fin.


Apapache 5

Quisiera pasar el resto de mis días hablando todas las noches contigo.

1. Todo acaba en ti

«Ponte a salvo y silba, que ahí estaremos» Charlie

De ti y de Euxesperie

aprendí la razón por la cual nunca querría crecer.

Cuando mis ojos deciden llorar,

mis manos viajan a tu regazo

y me encuentro envuelta en un capazo azul,

mientras esperamos en un portal

y yo solo balbuceo alegre.

Daría un trocito de mí

por recordar el día en que nací.

«Solo abriste un ojo y te dije

harás honor a tu nombre,

serás la primera gotita de agua

que cae en mis flores cada mañana».

Y todo fue tan cierto que lo hicimos leyenda.

Una niña y una adulta habitan dentro de ti,

se cuentan historias de zapatos rojos y posguerra.

Tu pelo blanco me recuerda

a las margaritas de la barraca,

y el olor de una comida con amor,

como ingrediente principal,

me lleva de viaje a una mecedora

y un tiempo tranquilo,

donde todos nos mirábamos a los ojos

y vestíamos jerséis desenfadados.

Eres la voz de una experiencia

que no morirá jamás,

un rezo a san Judas,

la princesa triste de Rubén Darío.

Tus arrugas se forman de las historias,

de cada vez que te reíste,

y una Navidad sin que brindes por los tuyos

es un vaso vacío de un frágil cristal.

Mientras, estoy plantando baobabs

en la puerta de tu casa,

contándoles en secreto que, si te vas,

te lleven a B612,

que tú ya eres mi estrella favorita,

porque me has hecho brillar.

Tu legado deja la importancia de recordar quién soy,

y que de donde venimos

es del amor y las raíces que hemos echado a crecer.

Tan importante y simple

como un vaso de leche calentito,

que me retires el pelo detrás de las orejas.

que me suenes los moquitos,

y me digas que la próxima

harás que sea de alegría.

Supongo que las cosas que hemos vivido

nos hacen ser quienes somos,

y que por eso tú tienes la riqueza de haber sido pobre,

y, aun así, conseguir toda esta grandeza.

Tú no te preocupes

que yo lo guardo todo:

el delantal de colores,

el azafrán,

que la sopa no esté fría,

la fuerza de Menorca,

y el himno de Mahón.

Las sábanas del burrito blanco,

la virgen del Rocío,

los crucigramas,

y la fuerza de tu amor.

Adiós no existe en el diccionario de tus creencias,

y siento que si nos damos la mano,

haré que vuelvas a andar.

Porque tú me enseñaste cómo hacerlo a mí,

y por eso te llevo en cada paso.

Tengo guardadas las cartas de amor,

que combatían las noches de tristeza

de un hombre en guerra.

Grande, como que la falta de monedas

no hizo mella, ni la noche un 5 de enero.

Un disfraz improvisado, una obra de teatro,

dos marionetas viejas, mucha risa

y tres panecitos con chocolate.

Te pienso y te sonrío,

no hay nada más bello

que un corazón puro.

Y ahora estás aquí,

toda tu fuerza se ha ido amueblando

en el mullido de un sillón y reside en tus ojos.

A veces me apoyo en tus rodillas

y veo a través de ellos el mar,

las sirenas,

el despliegue de la espuma color perla

que una ola trajo consigo.

«Está todo dentro, está todo ahí dentro»,

me dices mientras tocas mi lado izquierdo del pecho.

Y yo, por supuesto,

me tumbó en tu corazón y, por fin,

me quedo a charlar.

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