En torno al animal racional

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Para Singer, como puede verse, la lucha contra el racismo y el movimiento en defensa de los animales están animados de un mismo ideal, que es el rechazo del especieísmo. Más aún, a este proceso reivindicativo se debe añadir un tercer movimiento de liberación, el feminismo, que Singer lo entiende como la reivindicación de la plenitud de derechos para las mujeres. Así pues, la lucha contra el racismo, el sexismo y animalismo (como formas de discriminación por razón de la pertenencia a otra raza, a otro sexo o a otra especie animal) no son más que círculos concéntricos de expansión de un mismo ideal: la ampliación progresiva del concepto de igualdad de derechos. Paola Cavalieri y Peter Singer explican la razón de ser de esta ampliación progresiva de la igualdad de derechos al inicio de la obra conjunta El proyecto gran simio. Sugieren allí que la razón de dicha ampliación no es otra que la inevitable presencia de un proceso dialéctico de eliminación de las fronteras que separan los ámbitos del nosotros del de los demás; proceso que se expande de la tribu, a la raza, a la nación, a la especie humana. Finalmente, el último límite, la frontera de la especie humana, que durante mucho tiempo se había hecho absoluta, parece ahora —así lo sugieren Singer y Cavalieri— haber llegado a su fin.13 Como manifestaba Singer en su artículo de prensa antes mencionado, «la expansión del círculo moral puede estar a punto de dar un importante paso adelante».

Cree nuestro autor que la explotación y el dolor que el especieísmo ha infligido a los animales es comparable solo a los siglos de dominio de los hombres blancos sobre los negros. Pero a la lamentable situación de explotación animal —piensa Singer— no se puede responder con la violencia, saliendo al paso así a algunas acciones violentas de grupos militantes proanimales (como la Milicia pro Derechos de los Animales). Singer se vio entonces en la obligación de escribir en la segunda edición de Liberación animal (1989):

La alternativa a la espiral ascendente de la violencia es seguir la pauta de los dos principales dirigentes de movimientos de liberación de los tiempos modernos: Gandhi y Martin Luther King. Con inmenso coraje y perseverancia se adhirieron al principio de la no violencia a pesar de las provocaciones, y a menudo ataques violentos, de sus oponentes. Al final, tuvieron éxito, porque no se podía negar la justicia de su causa y su comportamiento tocó las conciencias incluso de aquellos que se les habían opuesto. Los daños que hacemos a otras especies son igualmente innegables una vez que se hacen patentes y nuestras posibilidades de victoria se encuentran en la justicia de nuestra causa y no en el miedo a nuestras bombas.14

Finalmente, el izquierdismo de Singer tiene un aire muy peculiar: es un izquierdismo darwiniano. Singer se define materialista en sentido filosófico, darwinista, políticamente de izquierdas, aunque crítico con la vieja izquierda, anquilosada e inmóvil, y, sobre todo, antinaturalista. Así, confiesa sin ambages:

La izquierda necesita un nuevo paradigma. El colapso del comunismo y el abandono por parte de los partidos socialistas, del tradicional objetivo socialista de la propiedad pública han privado a la izquierda de las metas anheladas durante los dos siglos en que se ha desarrollado […]. La izquierda se encuentra en la necesidad urgente de nuevas ideas […]. Ha llegado el momento de que la izquierda se tome en serio el hecho de que hemos evolucionado a partir de otras especies animales […]. En otras palabras, es hora de desarrollar una izquierda darwiniana.15

La vieja izquierda —piensa nuestro autor— se había convertido en una cultura construida sobre unos cimientos antinaturalistas en una peculiar simbiosis con las filosofías religiosas y devotas que condenan la naturaleza. De este modo, se había negado a comprender determinados rasgos de la naturaleza humana (como son la tendencia a adoptar funciones sociales diversas en razón del sexo o la tendencia a formar jerarquías) que modelan de un modo uniforme y persistente el comportamiento humano. Ningún proyecto de reforma social, en consecuencia, debería desconocer tales rasgos ni intentar suprimirlos, so pretexto de pretender crear un hombre nuevo, liberado de la naturaleza. En realidad, como Singer admite abiertamente, la persecución de la igualdad no debería ser el principal objetivo a conseguir por parte de la izquierda. La asunción de determinadas ideas del evolucionismo ayudaría, por su parte, a valorar más adecuadamente la competencia en la obtención de los mejores puestos en la jerarquía social y a aligerar las gravosas prestaciones sociales que contribuyen a la perpetuación de las lacras sociales (perturbaciones psíquicas, criminalidad, alcoholismo, pobreza, etc.).16 En definitiva, en opinión de Singer, la nueva izquierda debería asumir una serie de postulados que instan a perseguir de continuo el permanente mejoramiento de la salud física, mental, cultural y social de la humanidad. Como puede verse, se trata en lo esencial de los postulados que desde mediados del siglo XIX han recibido el nombre de eugenesia. La izquierda de Singer, por tanto, es una izquierda eugenésica que hace suyas un buen número de ideas procedentes del ambiente de la eugenesia darwinista.

2. LOS PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO DE PETER SINGER: DARWINISMO Y UTILITARISMO

Hemos visto que los rasgos más destacados de la personalidad intelectual de Peter Singer son el utilitarismo, el animalismo, el vegetarianismo, el activismo político y el izquierdismo darwinista. Dos de estos cinco aspectos, el utilitarismo y el darwinismo, transcienden el simple carácter de rasgos intelectuales y se constituyen en los principios mismos sobre los que descansa el pensamiento de Singer. De ambos principios proceden ulteriormente un buen número de consecuencias. Comencemos estudiando el darwinismo, o, para ser más precisos, el darwinismo como interpretación materialista del hombre.

EL DARWINISMO COMO INTERPRETACIÓN MATERIALISTA DEL HOMBRE

El darwinismo como una visión materialista sobre el hombre

El primero de los principios que presiden la filosofía de Singer es el darwinismo. El darwinismo de nuestro autor no es la doctrina específica que intenta dar una explicación sobre el origen y la evolución de las especies animales. Por el contrario, las referencias a Darwin que se encuentran en los escritos de Singer son siempre genéricas. Sin entrar en los pormenores de la obra del naturalista inglés, Singer toma el darwinismo simplemente como una doctrina que interpreta la naturaleza humana en un sentido meramente biológico. No es, pues, de extrañar que de tal concepción extraiga nuestro autor, una y otra vez, la misma conclusión, a saber, que las diferencias entre el hombre y el animal son simplemente de grado y no de esencia.

En El proyecto gran simio (obra, como ya sabemos, de la que Singer es coeditor) aparecen con frecuencia rasgos de esta concepción darwinista. Mencionamos a este propósito algunas ideas de tres colaboradores de la obra: Richard Dawkins, Stephen Clarke y James Rachels.

Richard Dawkins, un conocido biólogo y divulgador británico, vanguardia del materialismo darwinista militante, afirma en su contribución: «Admitimos nuestro parecido con los simios, pero rara vez nos damos cuenta de que somos simios».17 La cuestión, según Dawkins, puede formularse de un modo extraordinariamente sencillo: simplemente «somos monos grandes».18

Otro colaborador de El proyecto gran simio, Stephen Clarke, asegura en su contribución, titulada «Los grandes simios y la idea del parentesco», que así como los hombres son nuestros hermanos, también lo son los grandes simios, y que todos juntos formamos lo que llama una humanidad ensanchada. Clarke dice así:

La declaración de la Unesco de que todos los hombres pertenecen a la misma especie quería ser claramente un compromiso moral con la idea de que todos los seres humanos […] comparten la exigencia de que ninguna diferencia de raza, sexo, edad, intelecto, capacidad o credo debería autorizar lo que a todas luces es una injusticia […]. Los creadores del lema de la Unesco no reconocían que [las especies] Pan, Pongo y Gorilla eran nuestras hermanas, como tampoco los redactores de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América se percataron de a qué se habían comprometido al decir que todos los hombres eran iguales. Tanto ellos como sus sucesores podían haber insistido en que no se hacía mención alguna de las mujeres, o en que la intención obvia de la época era no incluir a los negros […]. La/el americana/o y la/el negra/o son mis hermanas y mis hermanos, y también lo son los demás grandes simios que, con nosotros, forman el gran ente hominoidea, que es la humanidad ensanchada.19

Por su parte, James Rachels, en el artículo «¿Por qué los darwinianos deben apoyar la idea de igualdad de trato de los grandes simios?», invoca de un modo más preciso la figura de Darwin.

Antes de Darwin era creencia general que las diferencias entre humanos y no humanos son tan grandes que casi siempre está justificado el trato diferente de los humanos. Se pensaba que los humanos eran algo aparte del resto de la creación. Se decía que eran los únicos seres racionales, hechos a la imagen y semejanza de Dios, dotados de alma inmortal y que en consecuencia eran diferentes en especie de los demás animales. Esta imagen de la humanidad es la que Darwin destruyó […]. Darwin sostuvo que esos animales [los grandes simios] son inteligentes y sociables y que poseen un sentido moral rudimentario […]. La consecuencia moral es que, si tienen esas facultades, no hay entonces base racional alguna para negarles los derechos morales básicos, al menos si seguimos proclamando esos derechos para nosotros.20

 

Finalmente, el propio Peter Singer, en un artículo titulado «Darwin para la izquierda», que es una especie de programa de renovación de la izquierda sobre unas bases biológico-darwinistas, ha escrito:

¿Qué hay de aquellas cosas que una izquierda darwinista apoyaría? […] Reconocería que el modo en que explotamos a los animales no humanos es una herencia de un pasado predarwiniano que exageró el hiato entre los humanos y otros animales; y, por tanto, trabajaría en pos de un estatuto moral mayor para los animales no humanos.21

El darwinismo, la izquierda y la nueva revolución

El darwinismo, por tanto, brinda una nueva oportunidad, una nueva causa moral a la izquierda: «trabajar por un mejor estatuto moral para los animales no humanos», como acabamos de oír a Singer. Un mejor estatuto que apunta hacia la igualdad de hombres y demás animales. Por tanto, esta es la nueva frontera a conquistar por parte de la izquierda: la igualdad más allá de los límites de la especie humana. Esa es la nueva consigna de un darwinismo ganado para la izquierda. Si en el pasado la oposición dialéctica había sido reconocida solamente entre los poseedores del capital y el proletariado, y tendía al logro de una sociedad sin clases; si después se comprendió que la oposición alcanzaba igualmente al conflicto racial entre blancos y negros y que exigía la superación del racismo; y si últimamente la tensión dialéctica se había despertado con los conflictos en la distribución de los papeles sociales y en la desigual atribución de derechos entre hombres y mujeres al vislumbrarse la causa feminista; ahora, la izquierda, esclerotizada por falta de ideas y proyectos sociales, recibe un nuevo impulso proveniente del darwinismo, que le ofrece una causa renovada, una nueva tensión con la que superar y salir del estado de colapso ideológico en que se encuentra. «A una izquierda urgida de nuevas ideas» propone Singer una «nueva comprensión de la naturaleza humana». En definitiva, «es la hora de desarrollar una izquierda darwiniana».22 esta es la perspectiva, sugerida por el mismo Singer. A esta luz probablemente hay que interpretar la presentación de la proposición no de ley en el Congreso de los Diputados realizada por el diputado del Partido Verde, Francisco Garrido, el día 5 de septiembre de 2005.

Naturalmente, la nueva causa moral que el izquierdismo darwinista quiere asumir es —según Singer— una nueva revolución. Las exigencias contenidas en el proyecto de este peculiar darwinismo singeriano son de tal envergadura cultural, social, jurídica y religiosa que solo una revolución puede llevarlas a la realidad. Así pues, la reivindicación de la nueva izquierda darwinista comporta una revolución ética. La revolución marxista tenía un alcance fundamentalmente económico. Su objetivo era corregir las injusticias introducidas por la revolución industrial en la estructura económica de la sociedad. Pero el calado ideológico de la nueva revolución es mayor. Su finalidad es corregir una serie de creencias y de hábitos de pensamiento tan antiguos como la civilización cristiana, como expresamente dice el propio Singer.

Emulando la terminología de T. S. Kuhn, aborda Singer la cuestión relativa a «la estructura de las revoluciones éticas».23 Dice así:

Hace cuatrocientos años nuestras concepciones sobre nuestro lugar en el universo entraron en crisis. Los antiguos usaron un modelo del sistema solar ideado por Ptolomeo de acuerdo con el cual la tierra ocupaba el centro del universo y todos los cuerpos celestes rotaban en torno de ella. Sin embargo, incluso los antiguos sabían que este modelo no funcionaba muy bien.24

Pues bien, prosigue el nuestro:

[...] al igual que la vieja cosmología antes de Copérnico, la doctrina tradicional de la santidad de la vida humana se encuentra hoy en serios aprietos. Sus defensores han respondido tratando de zurcir los descosidos que continuamente aparecen en ella.25

He aquí la otra cara de la revolución ética (izquierdista-darwinista) que Singer quiere acometer: la doctrina de la santidad de la vida humana, doctrina profundamente arraigada en el fondo de ideas cristianas —dice el mismo autor— que están en la base de la civilización occidental. La nueva revolución ética, por tanto, tiene dos caras: de un lado, la promoción de la idea de igualdad de todos los animales; de otro lado, consecuentemente, la lucha contra la exclusivista doctrina de la santidad de la vida humana. Esta segunda cara de la revolución ética propugnada por Singer nos da una idea del calado y de la profundidad de las consecuencias que se pretenden alcanzar.

En el intento de perpetuar el viejo paradigma (para proseguir con la emulación de la terminología kuhniana), a saber la doctrina de la santidad de toda vida humana, sus partidarios —nos dice Singer— han tropezado con todo tipo de contradicciones. La mayor contradicción de este paradigma es el tabú construido para preservar cualquier tipo de vida humana en cualquier tipo de situación. Singer cree que este tabú ha sido levantado para resistir a todas las tentativas de los opositores del paradigma cristiano cuando, al comparar la vida de los seres humanos intelectualmente discapacitados con la de los animales no humanos, han querido sacar las lógicas consecuencias. El imperativo del viejo paradigma cristiano es mantener bien alta en todo caso la frontera infranqueable de la especie humana como línea divisoria de la ética de la santidad de la vida. Pero para Singer tanto la pretensión de marcar una línea divisoria infranqueable entre hombres y animales como su correlato de la santidad de toda vida humana son un ejercicio de obstinación, ya que «es abrumadora la evidencia de que las diferencias entre nosotros y el resto de las especies son diferencias de grado más que de especie».26 La obstinación y los parches para salvar el «viejo paradigma» —prosigue Singer— podrán continuar tanto como se desee, pero de ningún modo resolverán la situación de «incoherencia y simulación» en que se halla la vieja ética. La superación de todas las incongruencias que la vieja ética ha ido arrastrando a lo largo de la historia requiere un cambio radical, requiere una revolución. Así pues, «es tiempo de otra revolución copernicana».27

Singer, que se ha declarado ateo en repetidas ocasiones, asegura que la nueva revolución se ha de dirigir contra las creencias religiosas sobre la vida humana, en particular sobre su origen, su desarrollo y su fin. «Será de nuevo una revolución contra un conjunto de ideas que hemos heredado del período en que el mundo intelectual estaba dominado por un punto de vista religioso». También Rachels considera que la vida humana no debe continuar siendo mirada con el temor supersticioso (entiéndase temor religioso) que ha dominado hasta ahora el pensamiento tradicional de Occidente.28 La tendencia humana a creerse el centro del universo ético moverá a muchos a oponer una firme resistencia a tal sacudida para el orgullo humano. «Para muchos las ideas serán demasiado chocantes como para ser tomadas en serio». Pero Singer, que, a pesar de su ateísmo, no carece de una cierta vena profética, da por cosa hecha que «el cambio llegará», porque «la concepción tradicional de la santidad de toda vida humana es incapaz de resolver el cúmulo de problemas a los que ahora nos enfrentamos».29

Reescribir los mandamientos sobre la vida y la muerte

La nueva revolución que Peter Singer augura consiste en reinterpretar la naturaleza humana sobre las bases del evolucionismo darwinista, y en abolir posteriormente los mandamientos de la vieja ética de la santidad de la vida humana y escribir unos nuevos mandamientos sobre la vida humana. Singer presenta un esbozo de las nuevas tablas de la ley. Pero se trata únicamente de un esbozo. En lugar de diez, este autor cree suficiente proponer cinco nuevos mandamientos sobre la vida humana. Pero, para dejar claro que se trata de un verdadero cambio y de una auténtica revolución ética, se enuncia primero el viejo mandamiento y acto seguido se proclama el nuevo. En realidad no deja de encerrar una profunda ironía que un pensador ateo tenga que recurrir a la idea de los mandamientos de la ley de Dios para justificar sus propias ideas.

El primer mandamiento del antiguo testamento ético sobre la vida humana decía, según Singer: «Trata toda vida humana como de igual valor». Pero nuestro filósofo lo transforma en este otro: «Reconoce que el valor de la vida humana varía». Más aún, el valor de la vida humana puede variar de tal modo que es preciso reconocer que «la vida [humana] sin conciencia no tiene ningún valor en absoluto».30 He aquí un primer resultado de la revolución ética animalista, propuesto además a modo de un principio general: la vida humana sin conciencia no tiene ningún valor en absoluto.

Igualmente, el segundo viejo mandamiento, que prohibía el homicidio, decía: «Nunca acabes intencionalmente con la vida humana del inocente». Singer, en cambio, sugiere transformarlo en este otro: «Hazte responsable de las consecuencias de tus decisiones». Naturalmente que este nuevo mandamiento no reemplaza el viejo. Está formulado de un modo tan vago que ni siquiera afronta los casos particulares de hecho de las acciones que consisten en quitar la vida a una persona. En realidad, la desproporción que hay en las formulaciones de las dos series de mandamientos nos deja entrever la peligrosa banalización a que Singer somete la vida humana.

El tercer mandamiento de la vieja ética contenía la prohibición del suicidio. Según Singer, decía así: «Nunca te quites la vida e intenta siempre evitar que los demás se quiten la suya», porque la decisión del momento de la muerte solo compete a Dios. El nuevo mandamiento propuesto por Singer dice en cambio así: «Respeta los deseos de la persona de vivir o morir». Claro está que no se trata de un simple deseo de morir. Hay personas que pueden desear morir, pero no hacen nada para conseguirlo. El deseo de morir que debe ser respetado, según Singer, es el deseo eficaz de causar su propia muerte.

Ya hemos oído que, en opinión de nuestro autor, la nueva revolución ética debe combatir las creencias religiosas sobre la vida humana tanto en su inicio como en su fin. Con los tres primeros mandamientos anteriores se han esbozado las líneas generales del trato que se ha de dispensar a la vida humana en su fin, es decir, la muerte. El cuarto mandamiento, por su parte, se expresa acerca del inicio de la vida humana. El antiguo cuarto mandamiento sobre la vida imponía, dice Singer, la fecundidad. Su fórmula era inequívoca: «Creced y multiplicaos». Pero las actuales circunstancias de sobrepoblación mundial —asegura nuestro autor— han hecho que la vieja fórmula resulte obsoleta y superada, porque «es inmoral alentar más nacimientos». Desafortunadamente no se dice en qué consiste esta inmoralidad. Se limita únicamente a proponer la versión moderna de este mandamiento, que prescribe: «Trae niños al mundo solo si son deseados». Y al igual que antes el deseo eficaz de morir, también ahora el deseo eficaz de evitar nacimientos debe ser respetado en todo caso; es decir, que el deber de respetar el deseo de los progenitores justifica cualquier acción de estos tendente a evitar el nacimiento. La contracepción, pero, sobre todo, el aborto e incluso el infanticidio encuentran una generosa justificación en Singer, como vamos a ver más adelante.

 

Finalmente, en el quinto mandamiento se acoge la nueva orientación animalista. La revolución ética que Singer trae entre manos se hace palpable en el tratamiento que viene a dispensar a los animales no humanos. Efectivamente, el quinto viejo mandamiento decía: «Trata toda vida humana siempre como algo más precioso que cualquier vida no humana». Pero la compasión hacia los animales no humanos impone una radical transformación en la conducta humana, en cuya virtud el nuevo precepto debe decir: «No discrimines sobre la base de la especie».

Afortunadamente, el buen sentido no está dispuesto a dejarse convencer fácilmente en materias tan serias como las aquí mencionadas. Por ello es frecuente que no pocas de las afirmaciones de Peter Singer causen una justa y encendida indignación. Un ejemplo de reacción semejante, tan frecuente en el mundo que rodea a Peter Singer, fue la sensación de horror que provocó entre muchos lectores un artículo de nuestro autor aparecido en la revista norteamericana Pediatrics (que publica la Academia Norteamericana de Pediatría) en el que se afirmaba que

[...] si comparamos a un niño gravemente discapacitado con un animal no humano, un perro o un cerdo, por ejemplo, frecuentemente encontraremos que el no humano cuenta con capacidades superiores, tanto actuales como potenciales, para la racionalidad, autoconciencia, comunicación y cualesquiera otras que puedan plausiblemente considerarse moralmente significativas.31

Pero a Singer la indignación que provocan sus propuestas parece corroborarle en que la sensación de horror ante la comparación del hombre con los animales no humanos es «una reliquia de la concepción antropocéntrica del universo». Esta concepción, que fue severamente minada por Copérnico y Galileo, fue definitivamente superada por Darwin, afirma el filósofo australiano. «No nos gusta pensar que somos una especie animal», aunque

[...] los animales no humanos más sofisticados intelectualmente tienen una vida mental y emocional que en todos los aspectos significativos iguala o supera la de algunos de los seres humanos más profundamente discapacitados intelectualmente.32

La superación del principio de la santidad de la vida humana

En definitiva, Singer intenta dar vida a una revolución ética cuyo objetivo principal es la superación del principio de la santidad de la vida humana. La justificación teórica que ofrece a este intento de superación es sencilla. Si entre el hombre y los demás animales no hay —como cree nuestro autor— más que una diferencia de grado, el respeto debido a la vida humana lo será también de grado, más o menos intenso según la capacidad cerebral y nerviosa (de lo que depende la posibilidad de sentir placer y dolor) de cada especie animal, comparada con la humana. Por tanto, la sustancial asimilación del hombre al animal implica la eliminación de cualquier consideración especial a favor del hombre.

La gente dice frecuentemente que la vida es sagrada. Pero casi nunca quiere decir eso […]. Si quisieran decirlo matar a un cerdo o arrancar una col sería tan aberrante para ellos como matar a un hombre. Cuando la gente afirma que la vida es sagrada, lo que tienen en la cabeza es la vida humana. Pero ¿por qué la vida humana habría de tener un valor especial?.33

La concepción del especial valor y de la santidad de la vida humana está socialmente muy difundida y encuentra una acogida incontestable en el derecho de los diferentes países. A pesar de todo, Singer la considera chocante. En su opinión, el diferente trato que dispensamos a los seres humanos en comparación con «la vida de perros vagabundos, monos de laboratorio y ganado vacuno» es injusto. «¿Qué justifica esta diferencia?».34 Según Singer, el principio de la santidad de la vida humana exige que «lo que tiene que ver con la vida y la muerte [de los seres humanos] ha de ser dejado en manos de Dios o de la naturaleza»,35 bien al contrario de lo que ocurre con la vida y a la muerte de los demás animales, sobre las cuales el hombre se considera juez soberano. Ahora bien, como la santidad de la vida humana es un principio religioso y no un principio ético de validez universal (esa es al menos la opinión de Singer), debería ser sometido a crítica y superado. Por eso este autor prodiga en sus escritos los ataques y las expresiones que desafían este principio. Algunos ejemplos nos serán de utilidad. Por ejemplo:

Un ser consciente de sí es capaz de tener deseos respecto a su propio futuro y quitarle la vida a esa persona sin su consentimiento supone frustrar sus deseos respectivos; en cambio, matar a un caracol o a un bebé de un año no frustra ningún deseo de este género porque los caracoles y los recién nacidos son incapaces de albergarlos.36

Otro ejemplo: según Singer hay muchos seres que son sentientes y capaces de experimentar placer y dolor, pero que no son racionales y por ello no son personas. Muchos animales no humanos pertenecen a esta categoría, pero también los recién nacidos y algunos seres humanos intelectualmente discapacitados.37 Es decir, que según Singer los recién nacidos y los seres humanos intelectualmente discapacitados no son personas. ¿Qué hay [entonces] de malo en matar[los]?, como reza el título de uno de sus escritos.

Un último caso. En relación con el aborto, sostiene Singer que esta práctica «pone punto final a una existencia que no tiene ningún valor intrínseco».38 Dado el postulado de Singer de la sustancial igualdad del valor de la vida humana y de la no humana, nuestro autor critica a los integrantes de los grupos provida por la confusión terminológica que propician con este nombre. Lejos de interesarse por toda vida, «aquellos que protestan contra el aborto cenan regularmente los cuerpos de pollos, cerdos y terneros», con lo que ponen de manifiesto una preocupación solo por las vidas de los seres de nuestra propia especie.39

El principio de la santidad de la vida humana y el especieísmo son, pues, las dos caras de una misma moneda. Pero ¿qué es el especieísmo?

El especieísmo

El término especieísmo, acuñado por el psicólogo Richard D. Ryder en 1970 en los inicios del movimiento de liberación animal,40 ha sido recogido en el Oxford English Dictionary, según el cual significa 'la discriminación o el abuso de ciertas especies animales de parte de los seres humanos fundados sobre el presupuesto de la superioridad humana'. El vocablo mismo insinúa el paralelismo con el término racismo, a partir del cual se ha construido la nueva palabra. Así, el especieísmo sería la injusta actitud del hombre hacia los animales no humanos, considerados inferiores, como el racismo es el comportamiento discriminatorio de algunos hombres hacia los miembros de otra raza humana, considerada igualmente inferior. Como hemos visto tratando del activismo político de Singer y de su amistad con Henry Spira, el propio Singer sugiere el paralelismo entre especieísmo y racismo. En ambos casos, dice nuestro autor, un grupo humano justifica el abuso sobre otro grupo en razón de una distinción que, en realidad, carece de relevancia moral. La razón aducida por los que propugnan la idea de los derechos animales es que, si todos admitimos que la pertenencia de un hombre a una raza diversa no es motivo suficiente para conceder menos importancia a sus derechos, ¿por qué debería ser una razón válida para ello la pertenencia de un ser a una especie diversa?41

En la búsqueda de las raíces del especieísmo, los teóricos de la liberación animal han apuntado hacia motivos de índole psicológica, cultural y religiosa. Ingmar Persson, por ejemplo, profesor de filosofía en la universidad de Lund (Suecia), cree encontrar razones de índole filosófica en el hecho de la vigencia social del especieísmo.

El hecho de que un individuo pertenezca a una especie determinada no es, a todas luces, resultado de sus propios actos […]. En consecuencia sería injusto un especieísmo que propugnase tratar a los chimpancés, los gorilas y los orangutanes peor que a los seres humanos por la sola razón de ser chimpancés, gorilas u orangutanes.

En realidad,

[...] no es a esto [a la sola diferencia de especie] a lo que se reduce el especieísmo. Del mismo modo que el racismo y el sexismo no son únicamente la doctrina por la que se discrimina a determinados seres por el solo hecho de su raza o género. Un especieísmo (o racismo o sexismo) más inteligible propone que los seres que pertenecen a una especie (o raza o sexo) deben ser favorecidos por encima de los seres pertenecientes a otras especies (razas, sexos) en razón de las características de esas especies […]. En otras palabras: la base real para la discriminación no es la pertenencia a una especie, sino la posesión de la racionalidad o de otra facultad mental.42