López Obrador: el poder del discurso populista

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Es un discurso polarizante, que promete estabilidad, certeza y escape de las responsabilidades de la retórica, al enmarcar las políticas públicas en términos del grado en el cual, y los medios por los cuales, un grupo externo debe ser culpado y castigado por los problemas de un grupo interno. El debate público se centra en tres elementos: 1) la identidad (quién es del grupo interno y quién es del grupo externo); 2) la necesidad (qué tan malos son los integrantes del grupo externo y cómo dañan al grupo interno), y 3) el nivel de castigo que el grupo interno debe imponer al grupo externo.19

Así, en un discurso demagógico el mundo se divide en buenos y malos. No hay grises, ni puntos medios. Cualquier problema de la sociedad, cualquier situación política complicada, cualquier decisión colectiva se simplifica a niveles extremos, y se narra como un enfrentamiento entre dos grupos que están en conflicto permanente: el grupo interno, es decir, “nosotros” (que somos buenos, honestos, morales, oprimidos, víctimas) y el grupo exter­no, es decir, “ellos” (que son malos, corruptos, inmorales, opresores, victimarios). La demagogia es polarizante porque habla de dos “polos” extremos en la sociedad y le hace creer a la gente que tiene que elegir uno de ellos, en una especie de guerra entre el bien y el mal.

El “escape de las responsabilidades de la retórica” al que alude Roberts-Miller significa que los demagogos no se hacen responsables de sus palabras y por eso no se sienten obligados a hablar con veracidad, a argumentar con apego a las reglas de la lógica o a demostrar sus argumentos con base en hechos y datos. Tampoco se sienten obligados a ser consistentes con lo que dicen en el tiempo o a mostrar congruencia entre lo que dicen y hacen, porque, como veremos más adelante, usan las palabras como un instrumento de poder, no como un fin. Por eso pueden decir mentiras escandalosas, verdades a medias o cambiar de opinión de un día para otro sin dar ninguna explicación.

Para la demagogia, lo más importante no es exponer o demostrar argumentos, sino hablar de la identidad de quien los plantea. Si una persona pertenece al “nosotros” bueno, entonces todo lo que dice es correcto, todas sus afirmaciones son ciertas y todo lo que hace está bien. Si pertenece al “ellos” malvado, entonces todo lo que dice y hace es falso, sus datos son equivocados o manipulados y sus acciones obedecen a sus malas intenciones. Por eso, lo más importante para la demagogia es que la gente entienda quiénes son “ellos”, quiénes somos “nosotros”, qué mal nos hicieron “ellos” a “nosotros” y qué castigo se merecen por ese mal. De ahí que los demagogos inviertan casi todo su tiempo y energía en repetir ese relato, y no en debatir asuntos o ideas.

Más que hablar de soluciones a los problemas, la demagogia argumenta que “ellos” se merecen un castigo, que puede ir, en una escala muy amplia, desde el desprecio y el rechazo de la sociedad, hasta la restricción de derechos civiles o políticos, la cárcel, el exilio y, en casos extremos, la violencia física o el exterminio. Es por eso que la demagogia necesita revivir permanentemente el dolor de los agravios del pasado, emoción que acumulada en el tiempo se puede transformar en el combustible político de mayor potencia: el odio.

El discurso demagógico, además, se apoya intensivamente en el uso de falacias retóricas. Las más frecuentes en el discurso de AMLO son:

1 Ad hominem o ataque a la persona. Se emplea para descalificar un argumento dirigiendo ataques a quien lo plantea, sin que con ello se demuestre la invalidez o falsedad del propio argumento. Esta es la falacia más común en el discurso del presidente López Obrador, como lo demuestra cada vez que es cuestionado y responde con ataques e insultos a críticos y opositores.

2 Ad verecundiam o apelación al respeto. Es el inverso del ad hominem, y se emplea al decir que, como alguien tiene algún tipo de autoridad, entonces todo lo que hace o dice es válido, veraz y corresponde a la realidad. AMLO usa esta falacia cuando refuta cualquier crítica o señalamiento invocando su propia “autoridad moral”.

3 Ad populum o apelación al pueblo. Consiste en asegurar que, cuando la mayoría o “el pueblo” está de acuerdo con alguna afirmación, opinión o decisión, entonces esta es correcta y no tiene caso ni siquiera debatirla. El presidente invoca a diario al “pueblo” para justificar sus acciones, como si recibiera permiso para actuar de parte de una entidad omnisapiente, bondadosa e infalible, porque “el pueblo nunca se equivoca”.

4 Ad baculum o apelación a la fuerza, literalmente “al báculo”, en referencia al bastón de mando de líderes políticos, religiosos o militares. Cuando alguien invoca su posición de poder como prueba suficiente de que dice la verdad. Por ejemplo, cuando el presidente dice que quienes lo cuestionan o critican “dañan la investidura presidencial”.

5 Tu quoque o “whataboutism” o apelación a la hipocresía. Es una variante del ad hominem que se usa para justificar la conducta del grupo interno diciendo que el grupo externo es peor porque ha hecho o sigue haciendo cosas iguales o peores, y por eso no tiene derecho a criticar. Por ejemplo, cuando el presidente dice que alguien no puede criticarlo porque, según él, no criticó a presidentes anteriores: “callaron como momias cuando…”.

6 Falsa equivalencia. Se usa para comparar argumentos o acciones que no son comparables. Por ejemplo, cuando AMLO dice que puede atacar a un columnista de un diario porque este lo criticó en un artículo. La equivalencia es falsa, porque el presidente tiene el poder del Estado y al atacar a la prensa coarta la libertad de expresión que ejerce el columnista al criticar al poder.

7 Falso dilema. Que consiste en argumentar que una situación que exige una decisión solo puede resolverse de dos formas, una de ellas favorable a quien plantea el dilema y la otra polémica, desventajosa o criticable. Por ejemplo, cuando el presidente dice que, ante la pandemia, o se salvaban vidas decretando una cuarentena obligatoria o se salvaba a la economía permitiendo la libre circulación.

8 Falacia de asociación. Cuando se afirma que una acción de una persona representa a todo un grupo. Por ejemplo, cuando el presidente dice que, dado que él es honesto, entonces todo su gabinete está formado por personas honestas. O al revés, cuando afirma que si alguien está de algún modo relacionado con uno de sus “adversarios”, entonces todo lo que dice o hace esa persona o institución es falso e ilegítimo.

Como puede verse, la narrativa del presidente cumple cabalmente con todos los requisitos para ser considerada demagó­gica. Veamos cómo opera este relato en la práctica diaria.

la narrativa demagógica en acción

1. La crisis de desabasto de gasolina de 2019

La primera semana de enero de 2019, a un mes de haber iniciado su mandato, el gobierno de López Obrador tomó una serie de decisiones de política energética que provocaron una crisis nacional de abasto de gasolina. Con el argumento de combatir el robo del combustible que viaja en ductos por todo el país, el gobierno los cerró y comenzó a distribuir la gasolina en camiones cisterna o pipas, comprometiendo con ello la capacidad del sistema.20 En la capital, y en varias de las principales ciudades se comenzaron a presentar enormes filas de automovilistas en las estaciones de gasolina. Los mexicanos vivimos por semanas lo que creíamos solo sucedía en economías colapsadas: salir de madrugada de casa para hacer una fila de más de dos horas para ver si se corría con suerte y se alcanzaba a comprar un producto de primera necesidad.

Mientras esperaban su turno para llenar sus tanques, los auto­movilistas podían escuchar en el radio la propaganda incesante del gobierno, asegurando que “en México sí hay gasolina”, que el problema se debía a que se estaba reforzando la seguridad de los ductos para combatir el robo del combustible y que la autoridad sabía que “estas acciones te están causando molestias, pero solo serán temporales”.21 Los mismos anuncios transmitidos por televisión e Internet usaban la imagen de Lázaro Cárdenas, comparando la decisión de cerrar los ductos de gasolina con la Expropiación Petrolera de 1938. Así, el presidente adaptó los hechos a su narrativa. En vez de iniciar las acciones legales correspondientes y castigar a quienes robaban combustible, dentro o fuera del Estado, sin poner en peligro el abasto de gasolina, AMLO decidió justificar el cierre de ductos con su relato de “ellos” vs. “nosotros”. De este modo:

1 “Nosotros” tomamos la decisión de combatir el robo de combustible.Tomamos la decisión de iniciar este plan y ahora van ustedes a conocer los detalles, porque queremos que todo el pueblo de México esté informado. Antes ni siquiera se daba la información. Para tener una idea, con lo que se han robado este año alcanzaría para financiar el 40 por ciento de una refinería o, para ponerlo en otros términos, tres años de robo de combustible es equivalente a una refinería nueva. Por eso vamos a combatir este robo afuera y adentro de las instalaciones de PEMEX.22Se tomó una decisión, actuamos y se logró el propósito, disminuir el robo de combustible considerablemente. No es poco un ahorro en términos generales de alrededor de 50 mil millones de pesos.23

2 “Nosotros” podríamos abrir los ductos, pero sería tolerar el robo.24Sería fácil abrir los ductos y decir: ‘Se normalizó ya la situación’, pero mantener a sabiendas el robo, es decir, aceptar, tolerar el robo. Eso no lo vamos a hacer, vamos a resistir todas las presiones que sean.25

3 “Nosotros” siempre tomamos buenas decisiones y por eso tenemos garantizado el abasto de gasolina.Hay un plan. Las más de 600 pipas las maneja el Ejército y cargan, por ejemplo, en Tuxpan y traen la gasolina a la Ciudad de México. Tomamos muy buena decisión de comprar este equipo y ya no tener ese problema que enfrentamos del desabasto de gasolinas. Y esto lo está garantizando el Ejército.26Hay suficiente combustible en el país, tenemos gasolinas en el país, no es un problema de abasto nacional, es una situación especial de distribución que estamos normando para evitar el robo.27Tenemos gasolina para mucho tiempo. Es un asunto de distribución al interior del país por el sabotaje en los ductos, al tomarse la decisión de no permitir el robo de combustible.28

 

4 “Nosotros” estamos cuidando los recursos del “pueblo”.Se trata de un plan estratégico necesario, urgente por lo que implica en cuanto a fuga de dinero público. Es un robo a bienes de la nación, a recursos públicos, dinero de todos los mexicanos.29En cambio, “ellos” hacen todo mal, porque son inmorales:

5 “Ellos” permitieron que el robo de combustible creciera, porque eran cómplices.Se robaban 60 mil millones de pesos al año de combustibles con el huachicol. Y nos hacían creer que era por la ordeña de los ductos, los huachicoleros. Toda una cortina de humo, toda una farsa, porque, en realidad, este robo se permitía desde el gobierno, se daba al interior del gobierno. Ahí se manejaba todo el sistema de conducción de los combustibles.30

6 “Ellos” quieren que nos vaya mal.El sábado, el domingo, se habló de desabasto. Desde luego nuestros adversarios, que siempre se andan frotando las manos esperando que nos vaya mal, le subieron el volumen, están en su derecho. Pero mientras tengamos nosotros el control y podamos resolver los problemas, vamos a garantizar que no tengamos problemas mayores.31

7 “Ellos” hablan de desabasto porque son adversarios de la prensa “fifí”.Si se empieza a hablar de desabasto, el que empieza a cargar gasolina se abastece de más, entonces, nos genera una presión. Pero eso es pedir mucho a lo mejor a nuestros adversarios de la prensa fifí, hablando en plata, pero en una de esas los conmovemos.32

8 “Ellos” dicen que yo provoqué el desabasto de gasolina porque están contra el “pueblo”.Es muy lamentable que un periódico tan afamado publique una información que no obedece a la realidad y a las pruebas nos remitimos. Vamos a dar a conocer toda la información al respecto […]. Pero en todos lados es lo mismo o qué, ¿porque se trata del Wall Street Journal no vamos a decir nada? Aquí la prensa fifí siempre habla de información: ‘según dicen los expertos’, ‘según los especialistas’, cuando quieren justificar algo.33

Al adaptar los hechos a su narrativa demagógica, el mandatario logró que el desabasto de gasolina no fuera percibido como el resultado de la improvisación de su gobierno. Ningún funcionario rindió cuentas por dejar al país sin gasolina cerrando los ductos en un momento de alta demanda y baja producción y, como se supo después, cortar arbitrariamente las importaciones de gasolina de Estados Unidos, tal como lo reportó la prensa internacional para enfado del presidente.34 Tampoco hubo consecuencias para él por actuar de espaldas a la sociedad, pues en mayo de 2019 se dio el lujo de presumir que su decisión de cerrar los ductos implicó dejar al país con reservas de gasolina para apenas una semana, pero que ocultó ese grave hecho porque “hay cosas que no se pueden decir porque los conservadores son capaces de todo”.35 La gente compró entero el relato de AMLO y entendió que el desabasto era el costo que se tenía que pagar para terminar con el robo de combustible y por “recuperar la soberanía nacional”, metas que nadie demostró haber alcanzado.36 Parecía que la única cifra realmente importante para López Obrador fue que su aprobación alcanzó niveles récord de 83% en algunas encuestas.37

2. Explosión de Tlahuelilpan

El 18 de enero de 2019, cientos de personas se reunieron con baldes y tambos para robar combustible de un ducto de gasolina perforado en Tlahuelilpan, un pueblo del estado de Hidalgo, en el centro de México. Había policías y soldados presentes, pero estos no intervinieron para impedir que la gente se acercara al inmenso chorro de gasolina. Entonces, una chispa generó una enorme explosión, matando a 131 personas y dejando a decenas de heridos. Los espantosos videos en redes sociales mostraban una inmensa bola de fuego de la que salían personas corriendo envueltas en llamas.

Era evidente que el presidente no estaba resolviendo el problema del desabasto de gasolina, ni estaba abatiendo el robo de combustible, ni había logrado garantizar la seguridad de los ductos, como decía la propaganda del gobierno. Pero López Obrador no iba a permitir que esta interpretación de la crisis se impusiera. De inmediato, enmarcó el incidente como un nuevo capítulo en su relato, en el que el binomio AMLO-“pueblo” seguía siendo el héroe intachable, a pesar de que el “pueblo” era el que, en este caso, estaba robándole al gobierno el combustible. Para justificarlo, AMLO ajustó de nuevo los hechos a su narrativa demagógica. Si el “pueblo” es bueno y honesto, entonces solo puede robar por extrema necesidad:

[…] por la pobreza, por la necesidad, a llevar a cabo prácticas de recolección de gasolinas y de otros combustibles que, como lo hemos visto, desgraciadamente, significa arriesgar la vida, perder la vida. Por eso vamos a dar opciones, alternativas, para que la gente tenga una manera legal, una forma honesta de obtener sus ingresos, de satisfacer sus necesidades, que no se les empuje a estas actividades totalmente dañinas, deplorables, y que no sucedan desgracias como la que estamos padeciendo.38

Otra vez “ellos”, los que no son “el pueblo”, eran los verdaderos causantes del problema:

Todo esto se fue originando por el abandono al pueblo y por la corrupción, por las dos cosas: la corrupción y el abandono al pueblo; se dedicaron a robar, a saquear y le dieron la espalda al pueblo de México, sobre todo a los más desprotegidos, a los más pobres.39

Nótese que para describir la conducta del “nosotros”, AMLO no usa el término “robar”, sino “llevar a cabo prácticas de recolección de gasolinas”, mientras que, en su relato, “ellos” se dedica­ron a “robar y a saquear” al “pueblo”. Además, para el presidente “ellos” son perfectamente capaces de ocasionar la explosión a propósito:

Acerca de si la explosión fue provocada por la estrategia que llevamos a cabo contra el robo de combustible. Nosotros no descartamos ninguna posibilidad, solo que corresponde a la Fiscalía General la investigación.40

Al final, nadie fue investigado o condenado por la tragedia de Tlahuelilpan. Las bandas de robo de combustible siguen operando impunemente en Hidalgo, como lo reconoció el propio López Obrador un año después:

Sigue habiendo huachicol en Hidalgo, ahí donde fue la tragedia, es el estado con más tomas clandestinas.41

El relato no cambió la realidad, simplemente le permitió al presidente controlarla el tiempo suficiente para eludir la rendición de cuentas.

3. La pandemia del coronavirus

La pandemia del coronavirus SARS-COV2 llegó a México en febrero de 2020. Para manipular la realidad, López Obrador adaptó los hechos a la misma narrativa de “ellos”/“malvados” vs. “nosotros”/“buenos”. Ello le ha permitido eludir la rendición de cuentas por la catastrófica respuesta sanitaria de su gobierno, que a febrero de 2021 había costado oficialmente más de 170 mil vidas, así como por la falta de una política económica que mitigara los devastadores efectos de la epidemia en el empleo y el ingreso de los mexicanos. La narrativa demagógica de la pandemia se resume en las siguientes ideas:

1 “Nosotros” actuamos con responsabilidad, sin exagerar, ni causar pánico, y muy a tiempo.Nosotros afortunadamente no tenemos problemas mayores con el coronavirus […]. Y se está llevando a cabo toda una estrategia, los médicos de la Secretaría de Salud son expertos, estamos atendiendo todos los casos que se presentan, se está informando a la población para que no haya psicosis, miedo, que no haya amarillismo, también.42

2 “Nosotros” hacemos las cosas mejor que otros países porque seguimos las recomendaciones de “eminencias científicas”, no de políticos.Tenemos todo lo necesario para aplicar el plan de acuerdo con la estrategia que hemos venido llevando a cabo desde hace tres meses, antes que otros gobiernos en el mundo, y de manera muy profesional, con la conducción de técnicos, de médicos, de científicos, no de políticos.43Nos ha ayudado mucho el que la conducción de la estrategia esté en manos de especialistas, de científicos [...] como el doctor Jorge Alcocer […] una eminencia […]. El subsecretario Hugo López-Gatell, lo mismo, es un experto, un especialista. Entonces, la conducción de todo el proceso para enfrentar la pandemia quedó en manos de ellos, no fueron los políticos los que decidieron.44

3 “Nosotros” preferimos apoyar económicamente a los pobres que a los ricos.Se protege primero a los débiles, a los pobres, a los necesitados. Ya no va a haber como sucedió [sic] con el FOBAPROA, de que llega una crisis y no solo se protege, sino se les permite saquear a los de arriba y nos pasan la cuenta a todos los mexicanos, se convierten las deudas privadas en deuda pública.45

4 “Nosotros” logramos que México sea de los países que mejor han enfrentado la crisis y por eso “domamos la pandemia”.Vamos bien. Se ha podido domar la epidemia, en vez de que se disparara, como ha sucedido desgraciadamente en otras partes.46Ya va a llegar el momento de hacer la evaluación, pero México es de los países en donde ha habido un mejor tratamiento de la pandemia, un mejor combate a la pandemia de coronavirus hasta ahora.47Entonces, ya eso se logró, ya se domó la pandemia, no nos desbordó, tenemos capacidad para atender enfermos, no nos rebasó la pandemia.48

5 “Ellos” nos dejaron un sistema de salud en ruinas.Porque no teníamos las condiciones necesarias, el sistema de salud estaba caído, en ruinas, no teníamos las camas, los ventiladores, los especialistas.49

6 “Ellos” son corruptos y nos critican porque no quieren dejar de robar.Sufrimos desgastes porque, imagínense, enfrentar a los conservadores corruptos, que no quieren dejar de robar, están molestísimos, no los calienta ni el sol, y desquiciados. No les gusta que se haya terminado con la condonación de impuestos, no les gusta que se considere delito grave la facturación falsa […] no les gusta que la corrupción sea delito grave.50Estoy seguro de que vamos a salir adelante ante el coronavirus y ante cualquier calamidad, porque estamos enfrentando el problema principal de México. Por eso también la desesperación y los ataques de los que quieren que se mantenga el mismo régimen de corrupción, por eso quisieran que yo desapareciera ya, que me vaya a retiro, a cuarentena.51

7 “Ellos” quieren rescates para los ricos y regresar al neoliberalismo para recuperar sus privilegios.No les importa la epidemia o la caída en la economía, lo que a algunos les preocupa es la transformación, porque no están de acuerdo con perder privilegios [sic]. Eso los hace actuar con mucho egoísmo y los desquicia.52Todo ese malestar, que no es malestar social, sino que es un malestar de un sector de la élite de poder, tiene que ver con el que ya no hay privilegios, el que no se permite la corrupción, el que ya no se condonan los impuestos. […] Quisieran sectores económicos que aplicáramos las mismas recetas de antes.53Entiendo que los conservadores […] no compartan nuestra visión de desarrollo con justicia y democracia. […] El plan de recuperación económica no se ajusta al modelo neoliberal o neoporfirista. Ya rompimos el molde que se usaba para aplicar las llamadas medidas contracíclicas que solo profundizaban más la desigualdad y propiciaban la corrupción.54

8 “Ellos” exageran, alarman y quieren que haya muchos enfermos y muertos.Ayer me enteré también que otro periódico […] va a llevar la cuenta de los muertos, fíjense en eso, la cuenta de los muertos, porque suponen que estamos ocultando el número de muertos. ¿Qué les parece? […] La verdad, es de mala fe, de malas entrañas, esto demuestra que, entre otras cosas, los conservadores son malos, de ‘Malolandia’, malos de ‘Malolandia’.55La prensa amarillista, nuestros adversarios, que todavía no ayudan porque los domina el odio, quieren que digamos cuántos muertos. Ayer estaba yo viendo un mensaje de una periodista pidiendo que digamos cuántos muertos van a haber. Esto me hace pensar y es posible decir: estamos también viviendo en temporada de zopilotes.56

9 “Ellos” quieren que nos vaya mal.Los conservadores, que quisieran que nos fuera mal, van a decir que está mal mi pronóstico y que vamos a tener crisis económica y financiera.57Estos periodistas, conductores de radio, televisión, reporteros […] están actuando sin humanismo o de manera deshumanizada, están haciendo a un lado el amor al prójimo, están obnubilados; no todos, desde luego, pero sí hay quienes apuestan a que nos vaya mal.58No les gustó que el doctor López-Gatell fuese nuestro vocero, porque ellos querían que el gobierno fuese un desorden, un caos. […] Han buscado politizar el tema de la pandemia, tienen problemas con nosotros, diferencias políticas, ideológicas y quisieran que nos desbordara el problema de la pandemia, que nos fuera mal para exhibirnos, para mostrar nuestra supuesta ineficiencia.59

 

De este modo, en México han coexistido dos pandemias. En una, la que a diario narra el presidente, el país ha seguido una estrategia impecable contra el coronavirus, los hospitales no están saturados y la enfermedad se declara frecuentemente bajo control porque “el pueblo” se ha comportado de manera ejemplar. Sin un sistema de salud robusto, sin medidas de aislamiento obligatorias, sin inversión en ciencia, sin pruebas masivas de detección para contener el virus, pero con un líder infalible e intachable, México logró el milagro: “domar la pandemia”. En la otra pandemia, la que reportan a diario los medios de comunicación nacionales y extranjeros y la que viven millones de ciudadanos, los médicos protestan en las calles para que el gobierno les de insumos, la comunidad científica y médica pide con urgencia un cambio en la estrategia sanitaria y miles de personas recorren los hospitales buscando asistencia médica sin conseguirla. En esa otra pandemia, México se ha vuelto motivo de alarma internacional, al convertirse en uno de los países con más muertes por COVID-19 en el mundo, así como uno de los peores en términos de la respuesta gubernamental a la crisis sanitaria.60

conclusión

En noviembre de 2016 el Diccionario Oxford de inglés escogió el término “posverdad” (“post-truth”) como la palabra del año, luego de que su uso se disparara en más de 2 000%.61 Se estableció que la palabra posverdad “denota circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los que apelan a la emoción y la creencia personal”. Un año después, a fines de 2017, la Real Academia Española (RAE) hizo lo propio, definiendo posverdad como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.62 La posverdad también ha sido definida como un arma retórica, “un estado en el que el lenguaje carece de cualquier referencia a los hechos, las verdades y las realidades”.63 Cuando esto ocurre “el lenguaje se vuelve un instrumento puramente estratégico”, porque en un panorama de comunicación dominado por la posverdad “la gente, y especialmente los políticos, dirán lo que quieran con tal de generar el resultado deseado, sin ningún reparo en el valor factual de sus afirmaciones”.64

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho de la posverdad el cimiento de su discurso y por eso dedica mucho tiempo y energía a adaptar los hechos a una narrativa demagógica de “ellos” contra “nosotros”. Con ayuda de los medios, que mayoritariamente difunden y repiten sus dichos sin corroborarlos ni contrastarlos con la realidad, ese relato se convierte en el marco en el cual el presidente quiere que entendamos todo, desde las decisiones más rutinarias de gobierno hasta las grandes y profundas crisis que vive el país. AMLO no usa el enorme poder del podio presidencial para rendir cuentas, informar o brindar a la sociedad elementos de juicio y análisis de su gestión, sino para repetir disciplinada y consistentemente una narrativa que lo hace ver como un líder perfecto, que está más allá de cualquier duda o reproche.

A través del lenguaje, el presidente divide artificialmente a la sociedad en dos bandos enfrentados de modo irreconciliable. Los mexicanos poco a poco hemos dejado de poner atención a los problemas del país y nos hemos enfocado en un debate permanente y agresivo en el que solo hay dos posibilidades: o se está “a favor” o se está “en contra” del presidente. Gracias a esta estrategia discursiva, él ha logrado eludir la rendición de cuentas, porque criticarlo, cuestionarlo o dudar es señal inmediata de que se pertenece al “ellos” corrupto y maligno que “está desquiciado porque ya no puede robar”. En cambio, apoyarlo significa estar a favor del “pueblo” y sus valores: honestidad, bondad, pureza. Sus seguidores y voceros respaldan y repiten incesantemente este relato en medios de comunicación y redes sociales, lo que a ojos de muchos ciudadanos lo vuelve aceptable y normal.

En algunas crisis, como el desabasto de combustible, creerle o no al presidente daba lo mismo: la realidad es que no había gaso­lina en las estaciones de servicio y lo único que cambiaba era si uno estaba enojado con AMLO o si uno pensaba que hacer una fila de tres horas para llenar el tanque del auto era un costo que valía la pena pagar por “defender la soberanía nacional”. Pero en otras crisis, como la pandemia del coronavirus, el impacto de la narrativa demagógica de AMLO se volvió un asunto de vida o muerte. El presidente minimizó desde el principio la gravedad de la crisis sanitaria, confundió deliberadamente a la so­ciedad sobre la peligrosidad del virus y despreció las recomendaciones científicas. Quien creía en el presidente pensaba que las cosas estaban bajo control, que el gobierno estaba respondiendo bien y que había suficientes camas en los hospitales, por lo que no había que exagerar mucho en las precauciones personales. Quien creía en la evidencia, sabía que las cosas estaban realmente muy mal, y que tanto hospitales como crematorios estaban desbordándose, por lo que tenía que cuidarse al máximo. Al sustituir los hechos con su narrativa demagógica, el presidente politizó la pandemia y la respuesta del Estado a la crisis se volvió parte de la lucha ideológica de “ellos” contra “nosotros”, distorsionando la percepción del ciudadano sobre un tema en el que tenía que haber absoluta precisión y claridad.

Cuando se les confronta con estos hechos muchos mexicanos suelen responder, con una mezcla de resignación y cinismo, que López Obrador no es ni más ni menos mentiroso, porque “todos los presidentes han mentido”. En realidad, este presidente nos ha enseñado, a un costo enorme, que la posverdad es más peligrosa que la mentira. Si yo a usted le digo que el coronavirus no es peligroso, le estaría mintiendo, pero usted podría corroborar muchas otras fuentes de información para acceder a la verdad. Pero si a usted le digo todos los días que las fuentes de información que dicen que el coronavirus es peligroso están al servicio del mal, y que dicen que hay gran peligro porque son “zopilotes” (buitres) que desean que haya muchos muertos, la situación cambia radicalmente. Así opera la posverdad y es mucho peor que la mentira porque corrompe nuestra capacidad para distinguir lo real de lo irreal y nos distrae intencionalmente, llevando nuestra atención de lo importante a lo banal. En una crisis como la pandemia, esto tiene un costo que no se mide en puntos de aprobación en las encuestas, sino en vidas humanas.

En sus primeros dos años de gobierno, el presidente ha logrado, a fuerza de repetir su narrativa demagógica, ponernos a pelear por defender posturas y emociones respecto a su persona. Mantenernos divididos y distraídos con su relato demagógico ha resultado ser extraordinariamente bueno para la agenda de dominación política de AMLO, pero esos beneficios se han alcanzado a un costo humano, económico y social que una sociedad con otros valores cívicos rechazaría enérgicamente.