Orígenes sociales de los derechos humanos

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Agradecimientos

Deseo agradecer a todas aquellas personas en Colombia que compartieron sus historias y experiencia conmigo. Extiendo un especial agradecimiento a Credhos por permitirme con gran generosidad consultar sus archivos, así como también a la Organización Femenina Popular, la Unión Sindical Obrera, la Pastoral Social y a todas las organizaciones de la región que me abrieron sus puertas y compartieron sus análisis.

Deseo expresar mi muy especial agradecimiento a Claudia Caicedo Núñez, la excelente traductora de esta edición de mi libro en español. La dedicación de Claudia a su labor es extraordinaria y para mí fue un verdadero placer trabajar con ella. Mi comprensión de la historia colombiana aumentó considerablemente durante las largas horas que pasamos enfrascados analizando párrafos, oraciones y términos en los dos idiomas. Gracias a Claudia, podré interactuar mucho más a fondo con los lectores latinoamericanos. Para mí, hablante para quien el español es una lengua heredada, es especialmente importante que mi libro sea impreso en el idioma de los miembros de mi familia que viven en Ottawa, Montreal, Washington, D.C., Quito, Guayaquil y Las Palmas de Gran Canaria, entre otros lugares.

Deseo agradecer a Miguel Fernández, Glenis Pérez, Mirjam Koppe, Elena Rey, Camilo Castellanos, ya fallecido, Eleanor Douglas, Katia Urteaga y a las Brigadas Internacionales de Paz, por su hospitalidad y apoyo en Bogotá y en Barrancabermeja. Agradezco también a todos mis amigos, maestros y mentores colombianas y colombianos, especialmente a Rosa Pinzón, Amanda Romero, Francisco Campo, Régulo Madero, Yolanda Becerra, Luisa Serrano, Leila Celis, Matilde Vargas, Pedro Galindo, Alfonso Torres Duarte, Mauricio Archila, Cristina Rojas, Pilar Riaño-Alcalá, Jorge González Jácome y Catalina Muñoz. A lo largo de gran parte del proceso gocé de la compañía y el respaldo de John Jairo Bedoya, quien me ofreció comentarios detallados sobre el manuscrito. Mi gratitud a la extraordinaria comunidad de académicos de Barrancabermeja, especialmente a Rafael Velásquez, quien ha arrojado abundante luz sobre la historia del pueblo indígena yareguíe. Gracias también a los historiadores barranqueños Jorge Núñez y Fernando Acuña, por sus apreciaciones y generosidad. Debo hacer un llamado especial a Germán Plata. Mi gratitud también se debe extender a William Mancera por su gran ayuda llevando a cabo la investigación en las bibliotecas de Bogotá.

Agradezco a Catherine LeGrand, por su energía y sabiduría. Cuando viví en Colombia en 1998, varios años antes de comenzar mi doctorado, un amigo que enseñaba historia en el Instituto Universitario de la Paz en Barrancabermeja me habló de Catherine LeGrand. Él no la había conocido, pero me dijo que ella había escrito un clásico de la historia colombiana y que yo no podía dejar de buscarla cuando regresara a mi hogar en Montreal. Nunca podría haberme imaginado cuán significativo resultaría ser su consejo.

Agradezco a Jesús Abad Colorado, por la maravillosa fotografía que aparece en la portada. Gracias a la dueña de Foto Estudio Joya de Barrancabermeja de quién compré en 2005 las impresiones fotográficas que aparecen en este libro.

Mi agradecimiento a Winifred Tate y Mary Roldán por sus comentarios detallados y su apoyo incondicional. Además, quiero agradecer a Nancy Appelbaum, por sus inmensamente generosos comentarios al manuscrito. Gracias también a Aviva Chomsky por sus comentarios y por darme ánimo.

En la Editorial de la Universidad del Rosario, un especial gracias al director, Juan Felipe Córdoba Restrepo, por su apoyo y confianza, así como a Ingrith Torres Torres y Lina Morales. Deseo agradecer también a Gwen Walker y Steve J. Stern y todo el equipo de la Editorial de la Universidad de Wisconsin. Estoy profundamente agradecido con todos aquellos que me brindaron consejo, apoyo editorial y estímulo.

En la Universidad de Connecticut tengo muchas personas a quienes agradecer por su apoyo a este proyecto y por su amistad, especialmente a Jason Oliver Chang y Mark Overmyer-Velázquez, al igual que a Mark Healey y a muchos otros colegas en el Departamento de Historia, en el Instituto de Derechos Humanos y en El Instituto: Institute of Latina/o, Caribbean, and Latin American Studies. Mi especial agradecimiento a Orlando Deavila por su ayuda en la investigación. Jason Oliver Chang fue una gran fuente de energía para mí durante los últimos dos años y aprecio profundamente sus comentarios a los borradores de los capítulos. También estoy en deuda con John E. Harmon, profesor emérito de la Central Connecticut State University, por haber creado mapas originales para esta publicación.

En la Universidad de Toronto tengo una cantidad de colegas y amigos maravillosos a quienes agradecer, incluyendo a Sean Mills, Melanie Newton, Kevin Coleman, Yvon Wang, Tamara J. Walker, Eric Jennings y Nick Terpstra, todos ellos del Departamento de Historia. Mi agradecimiento a todos en Estudios Latinoamericanos, incluyendo a Susan Antebi, Berenice Villagómez y Donald Kingsbury. Extiendo mi especial reconocimiento a Ana María Bejarano, ya fallecida, cuya presencia y contribuciones a la universidad echamos mucho de menos.

Una gran oportunidad que he tenido en los últimos años ha sido trabajar con miembros de la comunidad colombiana en Toronto, especialmente de la Alianza de Solidaridad y Acción por Colombia, así como de los grupos que trabajan en defensa de la justicia, la paz y los derechos humanos, incluyendo a Kairos: Iniciativas Ecuménicas Canadienses de Justicia, las Brigadas Internacionales de Paz Canadá, Amnistía Internacional y otros.

Agradezco a mis padres, Joyce Canfield y Carlos van Isschot, a mi hermana Andina van Isschot y a Bernard Pelletier. También agradezco a mi hermana Isabel van Isschot y a Carlos Osorio. El amor de mi madre, su intelecto y fortaleza, son simple y sencillamente ilimitados. Creo que mi padre lo debe saber, pero vale la pena repetirlo, que él me inspiró su amor a la historia latinoamericana y su espíritu de rebeldía. En esta obra he tratado de honrar una visión de la justicia social en América Latina que aprendí por primera vez en mi hogar. Doy las gracias también al ya fallecido Christopher Conway. Gracias por ser un maravilloso narrador y un inconformista incorregible.

En Washington, D.C., agradezco a Michael Evans del Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad de George Washington y a Viviana Kristicevic y Michael Camilleri del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil). En la Universidad de McGill, doy un especial agradecimiento a Daviken Studnicki-Gizbert por su generosidad y apoyo. Gracias también a Philip Oxhorn, Iain Blair y al inimitable Samuel J. Noumoff, ya fallecido. Extiendo mi agradecimiento a todo el personal del Departamento de Historia de la Universidad de McGill. En la Universidad de Concordia deseo agradecer a todos aquellos con quienes trabajé en el Proyecto de Historias de Vida de Montreal, en particular a Anna Sheftel, Sandra Gasana, Stacey Zembrzycki y Steven High.

Este proyecto fue posible gracias al apoyo del Fonds de recherche du Québec - Société et culture (FRQSC), del McGill Centre for Developing Area Studies (actualmente el Institute for the Study of International Development), el Departamento de Historia de la Universidad de McGill, el Departamento de Historia de la Universidad de Toronto y el Social Science and Humanities Research Council (SSHRC).

Mis muchos amigos y colegas de las Brigadas Internacionales de Paz merecen un reconocimiento muy especial. Sin ellos, este proyecto no habría podido ser concebido. Si en este texto se incluyen apreciaciones que hacen honor a la verdad, es debido a que los argumentos más claros son aquellos que ya han pasado la prueba del consenso. Esta historia, por lo tanto, pertenece también a las decenas de miembros de las Brigadas de Paz que han pasado tiempo en Barrancabermeja a lo largo de los años. En una visita de investigación en el año 2006, participé en un ejercicio de memoria histórica durante el cual más de una docena de miembros de las Brigadas de Paz compartieron historias de esta singular y extraordinariamente maravillosa ciudad colombiana. Espero haber logrado captar en las páginas que siguen una mínima parte de esa sabiduría colectiva.

Esta publicación nunca podría haberse finalizado sin el amor y el apoyo que recibí de Stephanie Conway. Ella ha compartido mi pasión por este trabajo. Por encima de todo, Stephanie y yo hemos compartido la dicha de ser padres de dos maravillosos niños, Jordi y Nicolasa.

Abreviaturas


AAAAlianza Americana Anticomunista
ACCUAutodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá
AcdegamAsociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio
ACMMAutodefensas Campesinas del Magdalena Medio
ACVCAsociación Campesina del Valle del río Cimitarra
AGNArchivo General de la Nación
ANUCAsociación Nacional de Usuarios Campesinos
AsfaddesAsociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos
AsodesamubaAsociación de Desplazados Asentados en el Municipio de Barrancabermeja
AsorvimmAsociación Regional de Víctimas de Crímenes del Estado del Magdalena Medio
AUCAutodefensas Unidas de Colombia
AusacAutodefensas Unidas de Santander y Sur del Cesar
CajarCorporación Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo
CinepCentro de Investigación y Educación Popular
CejilCentro por la Justicia y el Derecho Internacional
CNRRComisión Nacional de Reparación y Reconciliación
CodhesConsultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento
ConvivirCooperativas de Vigilancia y Seguridad Privada
CredhosCorporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (anteriormente Comité Regional para la Defensa de los Derechos Humanos)
CSTCConfederación Sindical de Trabajadores de Colombia
CUTCentral Unitaria de Trabajadores
DANEDepartamento Administrativo Nacional de Estadística
DASDepartamento Administrativo de Seguridad
DijínDirección de Investigación Criminal e Interpol
EcopetrolEmpresa Colombiana de Petróleos
ELNEjército de Liberación Nacional
EPLEjército Popular de Liberación
FAMFrente Amplio del Magdalena Medio
FARC-EPFuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo
FedepetrolFederación de Trabajadores Petroleros
FILAFrente de Izquierda Liberal Auténtico
FunprocepFundación para la Promoción de la Cultura y la Educación Popular
ILSAInstituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos
IPCInstituto Popular de Capacitación
IPSInstituto de Estudios Políticos de Washington, D.C.
JACJuntas de Acción Comunal
JUCOJuventud Comunista Colombiana
M-19Movimiento 19 de Abril
MASMuerte a Secuestradores
MRLMovimiento Revolucionario Liberal
OEAOrganización de los Estados Americanos
OFPOrganización Femenina Popular
PBI(Peace Brigades International) Brigadas Internacionales de Paz
PCCPartido Comunista Colombiano
PSRPartido Socialista Revolucionario
SijínSeccional de Investigación Judicial
UISUniversidad Industrial de Santander
UPUnión Patriótica
UsaidAgencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional
USOUnión Sindical Obrera
WOLAOficina de Washington para América Latina

Cronología de la historia de Barrancabermeja

 

1905Roberto de Mares obtiene los derechos de la concesión petrolera en Barranca
1916La Tropical Oil Company comienza las perforaciones
1919La Tropical Oil Company es vendida a la Standard Oil de Nueva Jersey
1921Se construye una refinería en Barranca
1922Barrancabermeja se convierte en municipio
1924Primer gran paro petroleroLos dirigentes del paro son arrestados y enjuiciados por un tribunal militar
1926Se completa el oleoducto Barranca-Cartagena
1927Segundo gran paro petrolero
1929Levantamiento ‘bolchevique’ en Santander y Tolima
1935Tercer gran paro petrolero
1938Cuarto gran paro petrolero
1948Quinto gran paro petroleroLevantamiento tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán: la comuna de Barranca
1950Huelga por la nacionalización de la producción petrolera colombiana
1951Se nacionalizan las operaciones de perforación
1958Declaración de Sitges: final de La Violencia y comienzo del Frente Nacional
1960La Unión Sindical Obrera se une al ‘paro de solidaridad’ con trabajadores del petróleo en otras regiones
1961Se nacionaliza la refinería de Barranca
1963Paro de los trabajadores del petróleo (primer gran paro en trece años)Primer paro cívico por los derechos sociales y el desarrollo local
1964Primera acción militar del Ejército de Liberación Nacional en el Magdalena Medio
1967Creación de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC)
1968Las FARC abren un frente en el sur del Magdalena Medio
1970Misael Pastrana Borrero, el candidato conservador es elegido presidente
1971Paro de los trabajadores del petróleo y toma de la refineríaCorte marcial de los dirigentes del paroDivisión en la ANUC
1972Creación de la Organización Femenina Popular
1973El Ejército lleva a cabo la Operación Anorí contra el Ejército de Liberación Nacional
1975Paro cívico por los servicios públicos y la tierra para los campesinosCreación del barrio Primero de Mayo mediante la invasión de tierras
1976El Magdalena Medio es declarado ‘zona de guerra’ por el gobierno nacional
1977Varios paros breves por parte de los trabajadores del petróleoParo de los trabajadores del petróleo dura 43 díasEs nombrado en Barranca un alcalde militar, el teniente Álvaro Bonilla LópezParo cívico nacional
1978Formación del grupo de ‘autodefensas’ que se convertiría en las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM)Julio César Turbay Ayala, candidato Liberal, es elegido presidente de Colombia
1980Primera evidencia de abusos a los derechos humanos por grupos paramilitares
1981Creación de Muerte a Secuestradores (MAS) en el sur del Magdalena Medio
1982Primeras protestas de derechos humanos en el Magdalena Medio, organizadas en Puerto Berrío
1983Paro cívico por el aguaCreación de la coalición de la sociedad civil, la Coordinadora Popular
1985Asesinato del cofundador del ELN y activista social Ricardo Lara Parada Masacre de Vuelta Acuña, seguida de un desplazamiento masivo a Barranca
1986Asesinato de Leonardo Posada, congresista por el partido Unión Patriótica
1987Ataques con granadas a tres miembros del partido Unión Patriótica Paro cívico para protestar por los ataques contra el partido Unión PatrióticaAsesinato de la niña de 14 años Sandra RondónPrimera gran protesta por los derechos humanos (paro cívico por la vida)Paro del Nororiente (protestas campesinas en toda la región)Creación del Comité Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos)La Organización Femenina Popular se independiza de la Iglesia católica
1988Paro cívico para protestar por el asesinato de Manuel Gustavo Chacón, dirigente laboralMarcha campesina y protesta en el primer aniversario del Paro del NororienteMasacre de campesinos por parte del Ejército colombiano en Llana CalienteParo cívico para protestar por el asesinato de Hamet Consuegra, dirigente laboralI Asamblea General de Credhos
1989Primer Foro Regional de Derechos Humanos convocado por Credhos Masacre de doce miembros de la comisión judicial en La Rochela por fuerzas paramilitares y militaresParo cívico para protestar por el asesinato de Orlando Higuita, concejal de la Unión PatrióticaCreación del albergue campesino para campesinos desplazados
1990Creación del Comité de Derechos Humanos de Sabana de Torres, SantanderII Asamblea General de Credhos
1991Creación de la red de inteligencia de la Armada NacionalTrabajadores petroleros se declaran en huelga durante la negociación colectiva
1992III Asamblea General de CredhosSeis miembros de Credhos son exiliadosParo cívico para protestar por el asesinato de Ismael Jaimes, concejal y editor de prensa
1994Las Brigadas Internacionales de Paz establecen su presencia permanente en Barranca
1997Marcha campesina desde el Magdalena Medio hasta Cartagena
1998Masacre del 16 de mayo en el suroriente (7 muertos, 25 desaparecidos) Se funda en Barranca la sucursal de la Asociación de Familiares de Detenidos DesaparecidosAndrés Pastrana Arango es elegido presidente de ColombiaMédicos Sin Fronteras establecen su presencia en el Magdalena Medio Miles de campesinos de zonas rurales azotadas por la guerra en el Magdalena Medio ocupan los principales edificios públicos de Barrancabermeja durante las marchas campesinasExilio de la presidente de Credhos, Osiris Bayter
1999El Congreso de Estados Unidos aprueba financiar el Plan Colombia
2001Toma paramilitar de Barrancabermeja
2002Álvaro Uribe Vélez es elegido presidente de Colombia
2003Se disuelve la Coordinadora PopularExdirigentes de Credhos crean la ong Corporación RegiónSe crea el Espacio de Trabajadores y Trabajadoras de Derechos Humanos del Magdalena Medio
2005El Estado crea la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación Ley 975 de Justicia y PazUna coalición de grupos colombianos de derechos humanos, incluyendo a Credhos, crea el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado
2010El presidente de Credhos, David Ravelo, es arrestado

Introducción
“Un auge de lucha muy grande”

Los movimientos cívicos cogieron una gran fuerza en Barrancabermeja, pero en los últimos momentos, hacia el año 1987, asesinaron a una niña, y eso despertó un fervor popular por la defensa de la vida, creó un ambiente muy propicio en Barrancabermeja para crear una organización que orientara en este sentido. Es decir que Credhos no nace tan en frío.

No, pues, absolutamente no nace en frío. Nace al calor de las mil cosas que se estaban dando: por un lado, la violencia; por otro lado, las necesidades, crear una infraestructura en Barrancabermeja, como la que se merece, por ser una ciudad rica; por otra parte, las organizaciones sociales en un auge de lucha muy grande.

RAFAEL GÓMEZ SERRANO, sindicalista, activista de derechos humanos.1

La guerra contra los derechos humanos

El asesinato el 2 de mayo de 1987, de la adolescente de 14 años, Sandra Rondón, por parte de presuntos paramilitares en Barrancabermeja, inspiró el primer paro general por los derechos humanos en la historia colombiana. Rondón iba camino a la iglesia un tranquilo domingo en el barrio central de Torcoroma cuando dos hombres se acercaron en una motocicleta. El hombre que iba en la parte de atrás abrió fuego a quemarropa con una pistola de nueve milímetros. Disparó varias veces y la niña murió instantáneamente.2 Rondón había sido identificada recientemente por los medios como una testigo clave de un ataque terrorista. Dos semanas antes, un artefacto explosivo había sido lanzado a una heladería que estaba llena de gente y ocho personas resultaron heridas, incluyendo el hermano menor de Rondón.3 Los aparentes objetivos del ataque eran tres miembros del partido político de izquierda Unión Patriótica. Sandra Rondón no fue la primera víctima de la guerra sucia en Barranca.4 Pero su asesinato estremeció a los lugareños como solo lo puede hacer la muerte de un niño inocente y ella se convirtió en un símbolo de la lucha de la ciudad por los derechos humanos básicos. Aunque los funcionarios locales y los movimientos sociales denunciaron con rapidez el asesinato de Rondón, de Bogotá no se recibió ninguna respuesta inmediata. En Barranca, católicos, comunistas, liberales, conservadores, sindicalistas y organizadores comunitarios llevaron a cabo una demostración masiva, tal como lo habían hecho decenas de veces anteriormente, para demandar que el gobierno nacional garantizara salarios justos y servicios públicos como el agua, la educación y la salud. Pero esta vez ellos pedían que los civiles fueran protegidos de la violencia.

 

La Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos) con sede en Barrancabermeja fue creada en una época en que la represión militar y paramilitar amenazaba con dar un vuelco a lo difícilmente ganado por los movimientos populares locales. Los campesinos habían sido los primeros en elevar su voz en contra de la violencia política en la región para principios de los años ochenta. Para finales de la década, a ellos se unieron activistas urbanos. En la ciudad, un movimiento cívico popular había logrado aunar las fuerzas de los partidos de los trabajadores, políticos progresistas y organizaciones comunitarias, incluyendo los grupos comunitarios de base, dirigidos por mujeres y campesinos desplazados. La confianza de los activistas de Barranca en que pronto lograrían un auténtico cambio político y social se vio afectada por la dinámica que estaba teniendo lugar a nivel nacional. Hasta mediados de los años ochenta, un número nunca antes vista de colombianos salieron a las calles a reclamar una amplia gama de derechos.5 En 1987, los colombianos organizaron 47 paros cívicos. Más del doble del promedio, ya de por sí notorio, de los paros cívicos realizados durante la década anterior.6 El año en que se fundó Credhos también fue el año más cruel en la historia de Colombia desde el final de La Violencia.7 Las autoridades colombianas calcularon que el conflicto armado había producido 2500 muertes y 200 desapariciones en lo que los medios nacionales llamaron “el año de la guerra sucia”.8 Solo en 1987 tendrían lugar aproximadamente 250 homicidios motivados políticamente en Barranca.9 En respuesta a los ataques en contra de los dirigentes laborales y sociales más prominentes de la ciudad, el activismo en pro de los derechos humanos surgió como el paradigma que encabezaría la protesta popular.


Mapa 2. Barrios seleccionados de Barrancabermeja, la refinería, El Centro y los barrios nororientales. Circa 1998

Fuente: elaborado por John Harmon.

Las luchas históricas en pro de la justicia social lideradas por trabajadores y campesinos organizados le proporcionaron al movimiento de derechos humanos de Barranca la base para movilizar grandes cantidades de ciudadanos. Al igual que las luchas anteriores por el agua, la lucha por los derechos humanos tocó la vida de todos los residentes de la zona. Según el historiador Mauricio Archila, “los movimientos cívicos de los años 60 y 70 demostrarían las implicaciones radicales de un pueblo que se va interesando por el destino de su municipio”.10 El paro cívico tal como fue practicado por los movimientos populares en Colombia en los años ochenta combinó las tácticas usadas durante las huelgas, las invasiones de tierras urbanas y las marchas campesinas de los trabajadores, colonos y campesinos pobres de las décadas anteriores. Los paros cívicos implicaron la interrupción de toda la actividad comercial, la ocupación de calles de la ciudad y la realización de manifestaciones masivas en plazas públicas. Los paros cívicos fueron, por lo tanto, distintos de las huelgas encabezadas por los trabajadores del petróleo que se enfocaron en detener las operaciones de explotación y refinación. Los movimientos campesinos fueron los primeros en usar de manera regular lo que el sociólogo Leon Zamosc ha denominado la negociación colectiva por la perturbación como instrumento de la participación popular.11 Mediante marchas, éxodos e invasiones organizadas desde los años sesenta, que a menudo incluyeron la toma de centros urbanos por parte de miles de manifestantes, organizaciones como la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) y otras demostraron que la movilización masiva de ciudadanos comunes y corrientes podía lograr que funcionarios del gobierno de alto nivel se sentaran a negociar con respecto a la titulación de tierras, el desarrollo económico y la represión militar. El influjo de campesinos politizados a Barranca, muchos de los cuales huían de zonas afectadas por la guerra, inspiró a muchos movimientos sociales urbanos en la misma dirección. Las campañas masivas por el agua potable y los servicios públicos en los años setenta se convertirían en un modelo para las campañas por los derechos humanos de los años ochenta y de ahí en adelante.

Durante los paros cívicos, los activistas hicieron uso de su conocimiento de la peculiar topografía urbana de Barranca para hacer despliegues poderosos de unidad. Solo había una calle principal que entraba a la ciudad y unas pocas carreteras vinculaban a la bastante segregada zona del centro con los distritos orientales. Un paro cívico comenzaba con grupos de jóvenes que se reunían simultáneamente en dos principales puntos estratégicos. Uno es el paso elevado que va a lo largo de la línea férrea y divide a Barranca en dos partes. En el lado occidental está la Barrancabermeja planificada y formal. En el lado oriental están los barrios orientales, que desde principios de los años sesenta han sido el lugar de invasiones de tierra, organizadas por migrantes pobres. Conocido como el puente elevado, este puente era la principal vía que conectaba estas dos mitades. El otro punto estratégico clave es el As de Copas, una intersección ubicada en la parte alta del límite sur de la principal zona urbana, llamado así por una tienda ubicada allí. Otro lugar de importancia estratégica, era la intersección de la carretera que salía de la ciudad hacia Bucaramanga, hacia el oriente, y hacia Bogotá, hacia el sur. Este punto es conocido como El Retén, porque en el pasado allí ubicaban un control las fuerzas de seguridad. Además, contaba con una barrera de acero. Aunque está algo aislado, El Retén era estrecho y podía ser tomado por un grupo pequeño de manifestantes. Al prenderle fuego a llantas y otros escombros en dos o más de estos puntos, los organizadores del paro cívico podían detener con efectividad todo el movimiento dentro de la ciudad hasta que todo el mundo quedaba exhausto o hasta que hacía presencia una gran cantidad de Ejército. Los paros cívicos ayudaron a forjar lazos de solidaridad entre los participantes, desde la gente que pasaba toda la noche en las barricadas hasta las personas que preparaban sancocho en fogones en las calles y aquellas que transmitían las noticias sobre los movimientos de las fuerzas de seguridad o negociaban con el gobierno.


Mapa 3. Lugares populares, oficinas de los movimientos sociales y calles principales en el centro de Barrancabermeja. Circa 1998

Fuente: elaborado por John Harmon.

El Paro Cívico por la Vida en 1987, una protesta contra la violencia política llevada a cabo tras el asesinato de la niña de 14 años Sandra Rondón, fue excepcional debido a su escala, su espontaneidad y a la singular atención dada a los derechos humanos. Los grandes paros cívicos organizados en Barranca durante los años setenta a menudo coincidieron con negociaciones colectivas por parte de los trabajadores del petróleo que se ocupaban de reclamaciones de vieja data con relación a los servicios públicos y requerían semanas de preparación. En contraste, el Paro Cívico por la Vida y otras protestas por los derechos humanos se llevaron a cabo como respuesta directa a acciones represivas específicas y requirieron relativamente de muy poca anticipación. El día del asesinato de Rondón, los líderes del movimiento social convocaron un comité organizador. Sin embargo, varias horas antes de que el comité de paro pudiera enviar a sus miembros a bloquear el centro de la ciudad, grupos de jóvenes ya habían acudido a los lugares de reunión usuales.12 Tal como se verá, aunque el Paro Cívico por la Vida fue el más impactante de las protestas de este período, una serie de demostraciones menores, organizadas en respuesta a actos de violencia estatal, lo habían precedido. Francisco Campo, un activista de toda una vida, nacido y criado en Barrancabermeja, recuerda los primeros paros cívicos por los derechos humanos a finales de los años ochenta como experimentos emocionantes en democracia popular. Campo estaba completamente involucrado por el movimiento de protesta de la ciudad:

Todos corríamos muchos riesgos. Éramos un tanto irresponsables. Éramos muy jóvenes aún, pero muy convencidos de lo que hacíamos. Nadie nos obligaba, nadie nos manipulaba. No dormíamos. Estuvimos en el paro cívico de principio al fin. Terminamos agotados, agotados. Pero era la felicidad. Eso era la mayor escuela de formación que tuvimos los jóvenes. Me formé allá, y luego en la universidad. Después, en los derechos humanos creo que me cualifiqué. Pero mi formación fundamental fue allí en la calle.13

El paro cívico en respuesta al asesinato de Sandra Rondón duró tres días y tres noches, y participaron miles de personas. El riesgo asumido que describe Campo, la pérdida de las inhibiciones, por lo general, fue parte del ethos de los paros cívicos. El Paro Cívico por la Vida fue un precursor del estado permanente de descontento en el que muchos activistas de la ciudad estaban a punto de sumirse.

Mientras que el asesinato de Sandra Rondón impulsó a amplios sectores de la sociedad de Barranca, las protestas que surgieron también provocaron importantes debates entre los participantes. Los grupos cívicos locales, los sindicatos de trabajadores del petróleo y los partidos políticos, todos estuvieron presentes en las barricadas levantadas en puntos estratégicos de entrada a la ciudad. Algunos recordaron que estuvieron allí también grupos de milicianos de las guerrillas. En dicho ambiente nació entonces el movimiento en pro de los derechos humanos en Barranca: colmado de significados contrapuestos. Las organizaciones campesinas, que fueron las primeras en dar la alarma sobre las violaciones masivas que estaban siendo llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad y sus aliados paramilitares, estuvieron entre los grupos que se preguntaron si tomarse las calles en protesta por los derechos humanos básicos ofrecía un camino promisorio.14 ¿Eran los derechos humanos demasiado reducidos políticamente? Este fue un interrogante que tuvo resonancia más allá de Barranca. Como escribió el intelectual del Partido Comunista y dirigente del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos con base en Bogotá, Hernando Hurtado: “A diferencia de protestas anteriores, ésta no enarbola reivindicaciones económicas ni sociales, su objetivo único es el Derecho a la Vida”.15 Más allá de la reflexión teórica, hubo unas implicaciones prácticas. En el momento del asesinato de Sandra Rondón, se estaba planeando una movilización histórica de campesinos, llamada el Paro del Nororiente, concebida como un éxodo masivo proveniente de áreas rurales en Santander, Norte de Santander, Cesar y Arauca. A algunos líderes campesinos les preocupaba agotar a sus miembros y poner a prueba la paciencia del resto de la comunidad. En últimas, ambas protestas tuvieron lugar. Los debates dentro de los grupos de activistas con respecto a la mejor manera de defender a las comunidades vulnerables de la violencia política continuarían. No obstante, en el año siguiente al asesinato de Sandra Rondón, activistas en Barranca organizarían ocho paros cívicos más en pro de los derechos humanos. Además de los movimientos campesinos, los sindicatos de los trabajadores del petróleo, la Iglesia católica, la Organización Femenina Popular y el gobierno municipal se movilizaron en contra de la violencia política en sus propios términos, estableciendo subcomités especializados de derechos humanos y publicando acciones urgentes. Organizaciones de Bogotá establecerían proyectos en Barranca en respuesta a una creciente guerra sucia. Durante el transcurso de la década siguiente, los activistas con base en Barrancabermeja perfilarían los debates a nivel nacional e internacional sobre los asuntos de derechos humanos.