Orígenes sociales de los derechos humanos

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Panorama general

Este texto está organizado cronológicamente. El primer capítulo se enfoca en el desarrollo de Barranca como un enclave controlado por extranjeros hasta finales de La Violencia (1919-1961). En el segundo capítulo se explora la nacionalización de la industria petrolera y el surgimiento de nuevos movimientos sociales con la Guerra Fría y la insurgencia guerrillera como telón de fondo (1961-1980). En los siguientes cuatro capítulos se da una mirada detallada al advenimiento del activismo de derechos humanos en respuesta a la violencia paramilitar (1980-1997). En el capítulo final se examina el proceso de paramilitarización que enfrentó Barranca comenzando en 1998, haciendo una pausa con el fin de considerar las posibilidades y limitaciones de organizar los derechos humanos en una zona de conflicto desde el punto de vista de los activistas de primera línea.

La historia de la ciudad petrolera de Barrancabermeja y el Magdalena Medio, la región circundante rica en recursos, nos ayuda a esclarecer las fuentes y resultados de la violencia política en Colombia en el siglo XX y la relación entre distintos modos de organización popular, social y política. Para comprender como surgió el activismo en pro de los derechos humanos en Barranca, es importante comprender las circunstancias que causaron la violencia política en las zonas rurales. Las formas de violencia que se perfilaron en la región del Magdalena Medio reflejaron las funciones especiales que el Estado nacional ha desempeñado en Barrancabermeja. La historia de Barranca es la historia de una lucha de décadas por la justicia social, el desarrollo económico regional y nacional, y los derechos humanos. Barranca ha sido el lugar de una confrontación directa y prolongada entre el Estado y los movimientos sociales con la extracción petrolera, el conflicto partidista, la Guerra Fría y el surgimiento del paramilitarismo como telón de fondo. Barranca también ha sido un lugar de importante intervención del Estado nacional en el terreno de los derechos humanos. Yo ubico las experiencias de los defensores de derechos humanos dentro de la historia más amplia de los movimientos sociales y del conflicto armado colombiano.

Notas

1 Rafael Gómez Serrano, entrevista con el autor (Bogotá, septiembre 27, 2005).

2 “Asesinada menor que presenció atentado a miembros de la UP”, El Tiempo, mayo 5, 1987.

3 “La desbarrancada”, Semana, mayo 25, 1987.

4 La expresión “guerra sucia” usada por activistas colombianos desde mediados de los años ochenta para describir un patrón de acciones terroristas cuyo objetivo son los civiles es un concepto clave en este libro. Una “guerra sucia” puede ser definida como una campaña militar encubierta, llevada a cabo por fuerzas estatales o representantes en contra de disidentes políticos. Prácticas como la detención arbitraria, la tortura, la desaparición forzada y la ejecución extrajudicial fueron empleadas por fuerzas militares y paramilitares colombianas en contra de activistas sociales y políticos, pero también de guerrilleros, de sospechosos de ser guerrilleros o de simpatizantes de la guerrilla.

5 Mauricio Archila, Idas y venidas: vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia, 1958-1990 (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, fiflflXP-Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep, 2004), 149.

6 Ibid., 195.

7 Las tasas de homicidio en Colombia han estado aumentando de manera constante desde mediados de los años setenta. El incremento más dramático ocurrió entre 1984 y 1987. Hubo 9969 homicidios en 1984, 12 922 en 1985, 15 735 en 1986 y 17 447 en 1987. Ibid., 237.

8 “1987, el año de la ‘guerra sucia’: más de 2500 muertos”, El Mundo, diciembre 28, 1987.

9 Credhos, “Barrancabermeja y la impunidad en los delitos de lesa humanidad” (noviembre, 1989), 24, archivos de Credhos, Barrancabermeja.

10 Mauricio Archila, Aquí nadie es forastero. Testimonios sobre la formación de una cultura radical: Barrancabermeja 1920-1950 (Bogotá: Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep, 1978), 199.

11 Leon Zamosc, “The Political Crisis and the Prospects for Rural Democracy in Colombia”, Journal of Development Studies 25, no. 4 (1990): 48.

12 “Incidentes en paro de Barranca”, El Tiempo, mayo 7, 1987.

13 Francisco Campo, entrevista con el autor (Barrancabermeja, septiembre 20, 2005).

14 Leila Iliana Celis González, Luchas campesinas en Colombia (1970-2016). Resistencias y sueños (Bogotá: Ediciones Desde Abajo, 2018).

15 “Jornada ejemplar: el segundo paro cívico en Barrancabermeja”, Voz Proletaria, mayo 14, 1987.

16 Es difícil calcular la tasa de homicidios políticos para Barrancabermeja durante el período de 1980 a 2010 con absoluta certeza. Con base en fuentes gubernamentales y no gubernamentales, podemos calcular que en Barranca se cometieron entre 3000 y 5000 asesinatos entre 1982 y 2002. Otros 1000 homicidios fueron cometidos en Barrancabermeja entre 2003 y 2009. La Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos) documentó 902 homicidios entre 1988 y 1990 solamente. Credhos, “La complicidad de la indiferencia” (abril, 1991), 19, archivos de Credhos, Barrancabermeja. El Departamento Nacional de Estadística (DANE) registró 331 homicidios para el año 1991. Vicepresidencia de la República de Colombia, Panorama actual de Barrancabermeja (Bogotá: Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, 2001), 8. La Oficina de Instrucción Criminal en Barrancabermeja documentó 1307 homicidios entre 1992 y 2003, y concluyó que entre el 84 % y el 89 % de los homicidios cometidos en el año 2000 (429 de 480) y en 2001 (325 de 383) fueron motivados políticamente. Véanse los informes del Centro de Referencia Nacional sobre la Violencia, “Lesiones infligidas por otros”, http://www.medicinalegal.gov.co/.

17 Luis van Isschot, “Rural Colombia: The Architecture of State-Sponsored Violence and New Power Configurations”, en Dominant Elites in Latin America, editado por Liisa North y Timothy D. Clark (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2017), 119-148.

18 Mary Roldán, A sangre y fuego: La Violencia en Antioquia, Colombia, 1946-1953 (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH, 2003), 44-48.

19 Mauricio García Villegas y Rodrigo Uprimny Yepes, “La normalisation de l’exceptionnel sur le contrôle juridictionnel des états d’urgence en Colombie”, en Justice et démocratie en Amérique Latine, editado por Marie-Julie Bernard y Michel Carraud (Grenoble: Presses Universitaires de Grenoble, 2005), 117-144.

20 John Ledy Phelan, The People and the King: The Comunero Revolution in Colombia, 1781 (Madison: University of Wisconsin Press, 1978).

21 Miguel Urrutia, Historia del sindicalismo en Colombia, 1850-2013 (Bogotá: Universidad de los Andes, 2016), 98.

22 En 1989, en su ‘Segundo Congreso Poder Popular y Nuevo Gobierno’, el ELN decidió adoptar una expansión militar y política, prestando especial atención al desarrollo de las milicias urbanas. Milton Hernández, Rojo y negro: aproximación a la historia del ELN (Tafalla, Navarra: Txalaparta Editorial, 2005), 465. Para finales de los años noventa, el ELN había dedicado un porcentaje mucho mayor de sus recursos en zonas urbanas en comparación con las FARC (más del 12 % de sus fuerzas en comparación con menos del 5 %). Human Rights Watch, War Without Quarter: Colombia and International Humanitarian Law (Nueva York: Human Rights Watch, 1998), 131, 162.

23 Winifred Tate, Counting the Dead: The Culture and Politics of Human Rights Activism in Colombia (Berkeley: University of California Press, 2007), 4.

24 Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, “Informe del Alto Comisionado para los Derechos Humanos sobre la situación de derechos humanos en Colombia”, sesión 58 (Ginebra, marzo 13, 2002).

25 Luis van Isschot, “The Heart of Activism in Colombia”, en Oral History off the Record: Toward an Ethnography of Practice, editado por Anna Sheftel y Stacey Zembrzycki (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2013), 241.

26 Irene Villamizar, entrevista con el autor (Barrancabermeja, marzo 8, 2006).

27 Banco de Datos de Violencia Política, Caso tipo Nº 3, Barrancabermeja, la otra versión (Bogotá: Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep, 2005), 25.

28 Doris Bergen, War and Genocide: A Concise History of the Holocaust (Nueva York: Rowman and Littlefield Publishers, 2003), 49.

29 Véase el artículo 3º, “Permiso del Estado”, del decreto, creando estas unidades de seguridad privada. Colombia, Presidencia de la República, Julio César Trujillo, y Ministerio de Defensa Nacional, Rafael Pardo Rueda, Decreto 356 de 1994 (febrero 11), “por el cual se expide el Estatuto de Vigilancia y Seguridad Privada”.

30 Ha surgido evidencia de que la AAA servía como un frente de operaciones militares encubiertas. Véase Michael Evans, “The Truth About Triple-A”, The National Security Archive, julio 1, 2007, https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB223/index.htm.

 

31 Roldán, A sangre y fuego, 191.

32 Tate, Counting the Dead, 50.

33 “Infografía: Conflicto armado en Colombia dejó más de 260 000 muertos”, El Tiempo, agosto 2, 2018, https://www.eltiempo.com/justicia/conflicto-y-narcotrafico/cifras-del-conflicto-armado-en-colombia-251228.

34 Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, El camino de la niebla. Vol. 3. Masacres en Colombia y su impunidad (Bogotá: Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, Sección Colombiana, 1990), 444.

35 “Grupos identificados y áreas de asentamientos”, El Tiempo, octubre 1º, 1987.

36 Tate, Counting the Dead, 51.

37 Edward L. Cleary, The Struggle for Human Rights in Latin America (Westport, CT: Praeger, 1997), 63.

38 Véase Winifred Tate, “Paramilitary Forces in Colombia”, Latin American Research Review 46, no. 3 (2011): 191-200. Véase también Edwin Cruz Rodríguez, “Los estudios sobre el paramilitarismo”, Análisis Político 20, no. 10 (2007): 117-134; Gustavo Duncan, Los señores de la guerra: de paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia (Bogotá: Planeta-Fundación Seguridad y Democracia, 2007).

39 Julie Mazzei, Death Squads or Self-Defense Forces: How Paramilitary Groups Emerge and Threaten Democracy in Latin America (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2009), 17.

40 Véase Carlos Medina Gallego, Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en Colombia: origen, desarrollo y consolidación, el caso ‘Puerto Boyacá’ (Bogotá: Editorial Documentos Periodísticos, 1990); y Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas: 1982-2003 (Bogotá: Editorial Planeta Colombiana, S.A.-Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, 2003).

41 En años recientes un escándalo político que remeció a Colombia se basó en revelaciones de que varios miembros del Congreso colombiano y del gobierno de Álvaro Uribe estuvieron involucrados en la financiación y la organización de grupos paramilitares de extrema derecha. Mauricio Romero, ed., Parapolítica: la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos (Bogotá: Corporación Nuevo Arco Iris, 2007); y Jasmin Hristov, Blood and Capital: The Paramilitarization of Colombia (Athens: Ohio University Press, 2009).

42 Tate, Counting the Dead, 175.

43 William Patrick Kelly, Sovereign Emergencies: Latin America and the Making of Global Human Rights Politics (Cambridge-Nueva York: University of Cambridge Press, 2018).

44 Véase Flor Alba Romero, “El movimiento de derechos humanos en Colombia”, en Movimientos sociales, Estado y democracia en Colombia, editado por Mauricio Archila y Mauricio Pardo (Bogotá: Centro de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, 2001).

45 Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, La Violencia en Colombia 2 vols. (reimpresión, Bogotá: Taurus Historia, 2005).

46 Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (CSPP), El libro negro de la represión: Frente Nacional 1958-1974 (Bogotá: Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, 1974). Para leer un comentario sobre esta publicación y su legado, véase Jorge González Jácome, “Derechos humanos y pensamiento de izquierda en Colombia (1974-1978): una relectura del Libro negro de la represión”, Universitas Javeriana Indexada 65 (2016): 105-138.

47 El término ‘violentología’ se volvió de uso común entre los académicos colombianos a finales de los años ochenta, en una época en que las explicaciones de la violencia en Colombia, que iban más allá de la hipótesis de la competencia entre liberales y conservadores, obtuvieron el reconocimiento generalizado. Comisión de Estudios sobre la Violencia, Colombia: violencia y democracia. Informe presentado al Ministerio de Gobierno (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1987). Para una revisión de la literatura producida durante este período, véase Catherine C. LeGrand, “La política y la violencia en Colombia (1946-1965): interpretaciones en la década de los ochenta”, Memoria y sociedad 2, no. 4 (1997): 79-110.

48 Alejandro Reyes Posada, ed., Pacificar la paz: lo que no se ha negociado en los acuerdos de paz (Bogotá: Comisión de Superación de la Violencia, 1992).

49 Varios activistas de derechos humanos de Barranca han escrito tesis de pregrado o de posgrado reflejando circunstancias locales sociales, económicas y políticas. Véase Juan de Dios Castilla Amell, “Participación popular y movimiento social: Barrancabermeja 1971-1985” (Tesis de maestría, Universidad de los Andes, 1989); Ubencel Duque Rojas, “Conflictos y paz, realidad y aprendizajes significativos en la región del Magdalena Medio” (Tesis de maestría, Universidad Pedagógica Nacional, 2004); Jhon Jairo Londoño et al., “Estudio económico-social de Barrancabermeja 1977-1988” (Tesis de grado, Universidad Cooperativa de Colombia, 1991).

50 Archila, Idas y venidas, 235.

51 Cleary, The Struggle for Human Rights, 63.

52 Véase también Organización Femenina Popular, Diana Obando, Mery Yolanda Sánchez, et al., Vidas de historia: una memoria literaria de la OFP (Barrancabermeja: Organización Femenina Popular, 2016); Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos, Veinte años de historia y lucha: Asfaddes con todo el derecho (Bogotá: Asfaddes, 2003).

53 Tate, Counting the Dead, 71.

54 Lesley Gill, A Century of Violence in a Red City: Popular Struggle, Counterinsurgency, and Human Rights in Colombia (Durham: Duke University Press, 2016), 25.

55 Lina Britto, “El discurso de los derechos humanos habla de la derrota de la izquierda”, El Espectador, octubre 16, 2016.

56 Margaret Keck y Kathryn Sikkink, Activists beyond Borders: Advocacy Networks in International Politics (Ithaca: Cornell University Press, 1998).

57 Boaventura de Sousa Santos, “Towards a Multicultural Conception of Human Rights”, en Space of Culture: City, Nation, World, editado por Mike Featherstone y Scott Lash (Londres: SAGE Publications, 1999), 220.

58 Upendra Baxi, The Future of Human Rights (Oxford: Oxford University Press, 2002), xi.

59 Richard A. Wilson, “Afterword to ‘Anthropology and Human Rights in a New Key’: The Social Life of Human Rights”, American Anthropologist 108, no. 1 (2006): 77-83.

60 Credhos, “Estatutos de constitución” (abril, 1989), 2, archivos de Credhos, Barrancabermeja.

61 Los sacerdotes católicos progresistas juegan un papel vital en la construcción del cimiento del trabajo comunitario en defensa de los derechos humanos. Dicho activismo clerical era la excepción en Colombia. Véase Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, Trujillo, una tragedia que no cesa: primer informe de memoria histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, 2ª ed. (Bogotá: Editorial Planeta Colombiana, 2008).

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Trabajadores petroleros, colonos y las raíces del radicalismo popular

La mayoría de las ciudades y los pueblos tienen un símbolo que los representa: París, la torre Eiffel; Roma, la Basílica de San Pedro; Zipaquirá, su Catedral de Sal; Bogotá, el cerro de Monserrate; y Barrancabermeja, su Refinería. Pero, para mí, en Barrancabermeja hay algo que es más singular para quienes hemos vivido largos años en ella: el pito. Pero ¿cómo dibujar el sonido de un silbato para convertirlo en el símbolo de una ciudad como esta? Tal vez lo hubiese sabido Picasso, pero ya está muerto.

ARISTÓBULO QUIROGA, trabajador petrolero.1

Una ciudad rebelde

Barrancabermeja ha sufrido por largo tiempo de una mala reputación. Es conocida entre algunos colombianos como un lugar peligroso y de transgresión moral. No obstante, la ciudad también ha representado el trabajo duro y la oportunidad económica. En la época de la bonanza petrolera, en los años veinte, Barranca atrajo a hombres jóvenes para que produjeran dinero y lo gastaran. Si no sucumbían a alguna enfermedad o tenían que abandonar la ciudad por participar en alguna huelga, los empleados de la Tropical Oil Company (la Troco) podían permanecer allí por suficiente tiempo para contarle sus historias a la siguiente generación de tropeleros. A Barranca también llegaron mujeres jóvenes y algunas obtuvieron empleo en el comercio del sexo. En su novela La novia oscura, Laura Restrepo escribe: “Por ese entonces a la ciudad de Tora la distinguían en las vastedades del mundo de afuera como la ciudad de las tres pes, Putas, Plata y Petróleo. Petróleo, plata y putas. Cuatro pes, en realidad, si acordamos que también era Paraíso en medio de tierras asoladas por el hambre”.2 Según un viejo chiste, Barranca era poco más que un burdel con alcalde y cura.3 A través de su historia, Barranca también ha sido estigmatizada por su asociación con el radicalismo. Los reclutas jóvenes barranqueños que prestaban su servicio militar se preocupaban de ser acusados por sus superiores de ser guerrilleros. También se dice que las mujeres embarazadas se marchaban de la ciudad para dar a luz en la ciudad cercana de Bucaramanga, para que las cédulas de sus hijos no indicaran que habían nacido en Barranca. La sola mención de Barranca hace fruncir el ceño en toda Colombia. Es como si en Barranca los indómitos, los pobres y los comunistas te fueran a comer vivo.

Para muchos, Barrancabermeja también tiene una mística especial. Barranca está llena de vida. Los movimientos populares de la ciudad ocupan un lugar clave en esta mitología. La socialización de los trabajadores tenía lugar en la refinería, pero también en los espacios que los trabajadores migrantes abrieron a su alrededor. En la poesía de las zonas de colonización popular de Colombia existe un espacio para el tropel, es decir, la agitación y la disensión.4 En su monografía basada en historias orales grabadas en Barrancabermeja en los años setenta, Aquí nadie es forastero, Mauricio Archila describe un lugar abierto y hospitalario, donde los ciudadanos están conscientes del lugar que ocupan en la historia colombiana:

Desde que uno pone un pie en Barranca, siente un ambiente especial, tal vez único en Colombia. No es el calor estrictamente, o la presencia del río Magdalena —ya no tan majestuoso como en otros tiempos—, o la relativa cercanía de la costa Atlántica, o el aire enrarecido fruto de la combustión permanente de gases derivados del petróleo. Es algo más, es el espíritu de sus gentes. Es la calurosa acogida que dan a los visitantes, es la sed de aprender. Es el orgullo de vivir en la capital petrolera de Colombia, es, en fin, una cultura especial.5

En Barranca existen pocos rastros de la acostumbrada deferencia que se tiene con la autoridad y las políticas del Jockey Club de Bogotá, la moralidad católica de Antioquia, los estrechos lazos del clientelismo económico y político del Eje Cafetero o las notorias divisiones raciales de la costa Pacífica y el Urabá.6 A pesar de la visión noir de Barranca, poblada por demasiadas prostitutas y rufianes, la ciudad también era un lugar de libertad personal, de solidaridad y de oportunidades.

Cuando la Standard Oil de Nueva Jersey compró la Tropical Oil Company y los derechos de extracción de petróleo en la zona alrededor de Barrancabermeja en 1919, se pusieron en marcha numerosos procesos de innovación económica, social y política. Durante este período, barranqueños de todo tipo comenzaron a identificarse como miembros de una clase obrera con criterio independiente y progresista.7 En este capítulo considero cuatro procesos históricos relacionados con la intervención petrolera y su legado, y vinculados entre sí: la colonización de la región del Magdalena Medio previa a la bonanza petrolera de los años veinte; la creación de la ciudad de Barrancabermeja; los conflictos que enfrentaron a los trabajadores petroleros y a otros residentes en contra de la Troco; y la transición de las inversiones de la Troco al control estatal hasta finales de los años cincuenta.

 

Antes de la llegada de la Tropical Oil Company, el valle del río Magdalena era una zona de resistencia indígena, luchas campesinas por la tierra y un refugio para los combatientes liberales de las guerras del siglo XIX. El desarrollo de una industria petrolera por parte de inversionistas extranjeros dio lugar a la formación de una nueva clase trabajadora de obreros migrantes, representada por un sindicato combativo y ferozmente nacionalista. Desde los años veinte hasta los años cuarenta, una sucesión de huelgas enfrentó a los trabajadores petroleros contra la Troco. Al igual que en otras zonas de la frontera agrícola, la región del Magdalena Medio no contaba con una oligarquía local importante y la presencia de la Iglesia católica era relativamente débil. Al inicio de esta historia temprana, la presencia del Estado colombiano se manifestó principalmente en asuntos relacionados con la seguridad, incluyendo el despliegue de la Policía Nacional y las fuerzas del Ejército para salvaguardar la industria petrolera, quienes permanecerían allí. La organización política de izquierda en la región culminó en 1948 con un levantamiento armado conocido como la Comuna de Barrancabermeja.