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Arena Uno. Tratantes De Esclavos

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Envuelvo mis pies alrededor de la cuerda, antes de que me resbale hacia el fondo del agua. Me aferro a ella, colgando allí, mientras la barcaza sigue avanzando, ganando velocidad. Logan ha logrado atrapar la suya y sujetarla también. Se cuelga a unos cuantos metros de distancia.

Miro hacia las turbulentas aguas agitándose, unos cuantos metros por debajo de mí, mientras la barcaza ataja un camino a través del río. Esas son grandes corrientes que están por debajo, sobre todo para un río, lo suficientemente fuerte como para levantar esta enorme barcaza de arriba a abajo.

A mi derecha, la Estatua de la Libertad se eleva sobre nosotros. Sorprendentemente, ha sobrevivido intacta. Al verla, me siento inspirada, siento que tal vez yo también pueda lograrlo.

Por suerte, la Isla de los Gobernadores está cerca, es un paseo de un minuto. Recuerdo haber ido ahí, en el ferry, junto con Bree en los días calurosos de verano, y cómo nos asombraba que estuviera tan cerca. Ahora, estoy tan agradecida que lo sea: si fuera más lejos, no sé si yo sería capaz de aguantar. La cuerda mojada se clava en mis manos heladas, por lo que cada segundo es una lucha. Me pregunto cómo voy a salir de este lío. No hay una escalera a un costado de la embarcación, y una vez que lleguemos a la isla, no habrá manera de que yo salga, excepto para caer dejar caer la cuerda en el agua. Lo que sin duda me haría morir de frío.

Percibo movimiento y echo un vistazo y veo que Logan está subiendo lentamente por la cuerda. Se ha ideado un ingenioso método de levantar las rodillas, sujetando las plantillas de los pies firmemente contra la gruesa cuerda, y luego usando las piernas para impulsarse hacia arriba.

Lo intento. Levanto mis rodillas y sujeto los pies a la guita, y estoy gratamente sorprendida al ver que mis bota se engancha. Enderezo mis piernas y me impulso un poco. Funciona. Lo hago una y otra vez, siguiendo a Logan, y en un minuto, el tiempo que tarda llegar a la isla, estoy en la parte superior de la cuerda. Logan está ahí, esperando, con la mano extendida. Subo el brazo y lo agarro, y me jala rápida y silenciosamente sobre el borde.

Los dos nos agachamos detrás de un contenedor de metal y furtivamente inspeccionamos el barco. Estando al frente, de espaldas a nosotros, hay un grupo de guardias con ametralladoras. Ellos guían a una docena de chicas jóvenes, dirigiéndolas hacia una larga rampa de bajada desde el barco. Ver eso me hace arder de indignación, y me dan ganas de atacarlos ahora mismo. Pero me obligo a esperar, a mantenerme disciplinada. Me daría una satisfacción temporal, pero nunca recuperaría a Bree.

El grupo comienza a moverse, las cadenas traquetean, hasta que bajan todas de la rampa, a la isla. Cuando se vacía el bote, Logan y yo asentimos mutuamente con la cabeza, y en silencio nos dirigimos hacia la barcaza, corriendo por el borde. Nos apresuramos a ir por la rampa, es un buen acuerdo, a espaldas de los demás. Por suerte, nadie nos está mirando.

En pocos momentos llegamos a tierra. Nos apresuramos a través de la nieve y nos refugiamos detrás de una pequeña estructura, escondiéndonos para ver adonde se llevan a las chicas. Los tratantes de esclavos se dirigen hacia una gran estructura circular de ladrillos, que parece una mezcla entre un anfiteatro y una prisión. Hay barras de hierro alrededor de su perímetro.

Seguimos su rastro, escondidos detrás de un árbol, cada dieciocho metros, corriendo de árbol en árbol, con cuidado de no ser vistos. Me agacho y busco mi arma, en caso de que necesite usarla. Logan hace lo mismo. Ellos pueden notarnos en cualquier momento, y tenemos que estar preparados. Sería un error disparar - llamaría demasiado la atención, demasiado pronto. Pero si tengo que hacerlo, lo haré.

Ellos guían a las chicas hacia la puerta abierta del edificio y luego desaparecen en la oscuridad.

Los dos entramos en acción, entramos corriendo para perseguirlos.

A mis ojos les toma un momento acostumbrarse a la oscuridad. A mi derecha, cerca de la curva, un grupo de tratantes de esclavos lleva a las niñas, mientras que a mi izquierda, un solo tratante de esclavos va hacia el pasillo. Logan y yo intercambiamos una mirada de complicidad, y sin decir una palabra, decidimos ir detrás del tratante de esclavos extraviado.

Corremos en silencio por el pasillo, a unos metros detrás de él, esperando nuestra oportunidad. Él llega a una gran puerta de hierro, saca un juego de llaves, y comienza a abrirlo. El metal tañe, reverberando en los pasillos vacíos. Antes de que yo pueda reaccionar, Logan saca un cuchillo, arremete contra el tratante de esclavos, lo agarra por la parte posterior de su cabeza, y rebana su garganta con un movimiento rápido. La sangre sale a borbotones por todas partes, mientras se derrumba, queda un montón sin vida en el suelo.

Agarro su juego de llaves, todavía en la cerradura, le doy vuelta y jalo la pesada puerta de hierro. La abro y Logan entra corriendo, y yo le sigo.

Estamos en un bloque de celdas largas y estrechas, semicirculares, lleno de pequeñas celdas. Corro por ella, mirando a la izquierda y a la derecha, escudriñando los rostros atormentados y huecos de las jovencitas. Ellas me observan, pesimistas, desesperadas. Pareciera que han estado aquí por siempre.

Mi corazón late con fuerza. Busco desesperadamente alguna señal de mi hermana. Siento que ella está cerca. Mientras voy corriendo, las chicas se acercan a las puertas de sus celdas y pegan ahí sus manos. Seguramente se dan cuenta de que no somos tratantes de esclavos.

"¡POR FAVOR!, grita una chica. "¡Ayúdame!".

"¡SÁCAME DE AQUÍ!", clama otra.

Pronto, hay un coro de gritos y ruegos. Eso está llamando demasiado la atención, y me preocupa. Quiero ayudar a cada una de estas chicas, pero no hay manera de que pueda hacerlo. Ahora, no. Necesito encontrar a Bree primero.

"¡BREE!", grito, desesperada.

Aumento mii ritmo hasta trotar, corriendo de una celda a otra.

"¿BREE? ¿ME OYES? ¡SOY YO! ¡BROOKE! ¿BREE? ¿ESTÁS AQUÍ?".

Mientras corro por una celda, una chica se acerca y me agarra del brazo, jalándome hacia ella.

"¡Yo sé dónde está!", dice.

Me detengo y la miro fijamente. Su rostro es tan frenético como el de las demás.

"¡Sácame de aquí, y te lo diré!", comenta.

Si la dejo libre, podría llamar una atención no deseada hacia nosotros. Por otra parte, ella es mi mejor apuesta.

Miro su número de celda, y luego bajo la mirada hacia las llaves que tengo en la mano y encuentro el número. Lo abro y la chica sale corriendo.

"¡DÉJAME SALIR TAMBIÉN!", grita otra chica.

"¡A MÍ TAMBIÉN!".

Todas las chicas comienzan a gritar.

Agarro a esta chica por los hombros.

"¿Dónde está ella?", le ordeno decirme.

"Ella está en la mansión. Se la llevaron esta mañana".

"¿A qué mansión?", le pregunto.

"Ahí es adonde llevan a las chicas nuevas. Para domarlas".

"¿Domarla?", le pregunto, horrorizada.

"Para el sexo", responde ella. "Por primera vez".

Mi corazón se desploma ante sus palabras.

"¿Dónde está?", le exijo decirme. "¿DONDE ESTÁ?".

"Sígueme", dice, y comienza a correr.

Estoy a punto de seguirla, pero de pronto me detengo.

"Espera", le digo, sujetándola de la muñeca.

Sé que no debería hacer esto. Sé que debería salir corriendo de aquí, centrarme en salvar a Bree. Sé que no hay tiempo, y sé que ayudar a las demás sólo puede llamar una atención no deseada y arruinar mis planes.

Pero algo dentro de mí, un profundo sentimiento de indignación, me mueve. Simplemente no me atrevo a dejarlas a todas aquí, así.

Por lo tanto, en contra de mi mejor juicio, me detengo y voy corriendo celda por celda. Al llegar a cada una, encuentro la llave y abro. Una por una, libero a todas las chicas. Todos ellas salen corriendo, histéricas, en todas direcciones. El ruido es ensordecedor.

Corro de nuevo hacia la primera que liberé. Por suerte, ella sigue esperando con Logan.

Ella corre y la seguimos, apresurándonos de pasillo en pasillo. Momentos más tarde, entramos en la cegadora luz del día.

Mientras corremos, puedo oír el coro de chicas gritando detrás de nosotros, saliendo hacia la libertad. No pasará mucho tiempo hasta que todos los soldados nos capturen. Corro más rápido.

La niña se detiene y señala a través del patio.

"¡Ahí!", dice. "¡En ese edificio! La casa grande y vieja. En el agua. La Mansión del Gobernador. ¡Ésa es! ¡Buena suerte!" Llora y gira y sale corriendo en dirección contraria.

Corro a toda velocidad hacia el edificio, Logan está justo a mi lado.

Corremos por el enorme campo, con los muslos en la nieve, a la búsqueda de tratantes de esclavos. Por suerte, todavía no nos están persiguiendo.

El aire frío me quema los pulmones. Pienso en Bree, siendo llevada a algún lugar para tener relaciones sexuales y no me es posible llegar allí lo suficientemente rápido. Estoy tan cerca ahora. No puedo dejar que la lastimen. No ahora. No después de todo esto. No cuando estoy a sólo unos metros de distancia.

Me obligo a seguir adelante, sin detenerme a tomar un respiro. Llego a la puerta principal y ni siquiera soy cautelosa. No me detengo a examinar, sólo entro corriendo y abro a patadas.

La puerta se abre de golpe y sigo corriendo, dentro de la casa. Ni siquiera sé a dónde voy, pero veo una escalera y mi instinto me dice que suba. Corro directamente a ella, sintiendo a Logan justo detrás de mí.

Cuando llego al rellano en la parte superior de la escalera, un tratante de esclavos sale de una habitación, sin máscara. Me mira, con cara desencajada, en estado de shock, y busca un arma.

No vacilo. Yo ya saqué mi arma. Le disparo a quemarropa en la cabeza. Él cae, el disparo es ensordecedor en esta área contenida.

Sigo yendo por el pasillo y elijo una habitación al azar. Abro la puerta a patadas y me horroriza encontrar a un hombre encima de una niña, que está encadenada a una cama. No es Bree, pero aun así, la imagen me da náuseas. El hombre, un tratante de esclavos sin su máscara – se levanta de un salto, me ve con miedo, y se apresura a buscar su arma. Le disparo entre los ojos. La niña grita cuando la sangre de él la salpica. Por lo menos él está muerto.

 

Corro por el pasillo, abriendo puertas de una patada, mientras voy de una habitación a otra; en cada una hay otro hombre teniendo relaciones sexuales con una chica encadenada. Sigo adelante, buscando desesperadamente a Bree.

Llego al final del pasillo y hay una última puerta. La abro de una patada. Logan está detrás de mí, y arremete en el interior. Me congelo.

Una cama con dosel predomina en la habitación. En ella se encuentra un hombre grande y gordo, desnudo teniendo sexo con una jovencita, atada a su cama con una cuerda. Puedo ver que la chica está inconsciente, y me pregunto si la habrán drogado. Este hombre debe ser importante, ya que junto a él se encuentra un tratante de esclavos, haciendo guardia.

Apunto al hombre gordo, y cuando voltea, le disparo una vez en el estómago. Él se estrella contra el suelo, gruñendo, y le disparo un segundo tiro, esta vez, en la cabeza.

Pero me descuidé. El guardia apunta su arma hacia mí, y puedo ver por el rabillo de mi ojo, que está a punto de disparar. Fue un error estúpido. Debería haberlo matado primero.

Oigo un disparo y me estremezco.

Todavía estoy viva. El guardia está muerto. Logan está parado encima de él, pistola en mano.

Al otro lado de la habitación se encuentran sentadas dos chicas jóvenes, ambas encadenadas a sus sillas. Están sentadas con la ropa puesta, temblando de miedo, es evidente que son las próximas para ser llevadas a la cama. Mi corazón se parte. Una de ellas es Bree.

Bree está ahí sentada, encadenada, aterrorizada, con los ojos bien abiertos. Pero ella está a salvo. No la han tocado. Llegué justo a tiempo. Unos minutos más y estoy segura de que habría estado a merced de ese hombre gordo.

"¡Brooke!", grita ella, histérica, y se echa a llorar.

Corro hacia ella, arrodillándome y abrazándola. Ella me abraza lo mejor que puede, con las cadenas puestas, llorando sobre mi hombro.

Logan aparece y, después de haberle quitado la llave del cinturón al tratante de esclavos, le quita las cadenas a las dos. Bree salta en mis brazos, y me da un abrazo, todo su cuerpo tiembla. Ella se aferra a mí como si nunca quisiera soltarme.

Siento las lágrimas caer por mis mejillas, mientras yo también la abrazo. No lo puedo creer: realmente es ella.

"Te dije que volvería por ti", le digo.

Quiero abrazarla eternamente, pero sé que no tenemos tiempo. Pronto este lugar será invadido

La retiro y tomo su mano. "Vamos", le digo, preparándome para correr.

"¡Espera!", grita Bree, deteniéndose.

Me detengo y giro.

"¡También tenemos que llevar a Rose!", dice Bree.

La chica al lado de Bree nos mira, tan desesperada, tan perdida. Es extraño, pero en realidad se asemeja a Bree, con su largo cabello negro y grandes ojos marrones, las dos podrían pasar por hermanas.

"Bree, lo siento, pero no podemos. No tenemos tiempo y…"

"¡Rose es mi amiga!", grita Bree. "No podemos dejarla. ¡No podemos!".

Miro a Rose, y el corazón se me parte de verla. Miro a Logan, que me mira con desaprobación, pero con una mirada que dice que es mi decisión.

Traer a Rose nos hará perder tiempo. Y será otra boca que alimentar. Pero Bree, por primera vez en su vida, insiste -- y estar aquí parados, sólo nos ralentizará. Además de que Rose parece ser tan dulce, me recuerda mucho a Bree, y puedo ver lo bien que se llevan. Y es lo que hay que hacer.

En contra de mi mejor juicio, digo: "Está bien".

Corro hacia la chica inconsciente, todavía atada a la cama, y uso mi cuchillo para cortar los cuatro trozos de cuerda. Sus manos y pies se relajan, se tumba en la cama. Ella aún está inconsciente, y no puedo decir si ella está enferma, drogada o muerta. Pero yo no puedo encargarme de eso ahora. Por lo menos, ahora es libre.

Los cuatro salimos de la habitación, sólo para encontrarnos con dos guardias que se acercan a nosotros, intentando sacar sus armas. Reacciono rápidamente, disparándole a uno en la cabeza, mientras que Logan le dispara al otro. Las chicas gritan ante los disparos.

Sujeto la mano de Bree y Logan la de Rose y corremos por las escaleras, de dos en dos. Un momento después, salimos de la casa, a la nieve cegadora. Los guardias corren hacia nosotros desde el otro lado del patio, y yo sólo espero que podamos encontrar una manera de salir de esta isla antes de que nos rebasen por completo.

T R E I N T A Y D O S

Miro a mi alrededor frenéticamente, tratando de idear alguna manera de salir de aquí. Busco vehículos, pero no veo ninguno. Entonces me doy la vuelta por completo, y me encuentro examinando el agua, la costa. Y ahí es cuando lo veo: justo detrás de la mansión del gobernador, amarrado a un muelle solitario está una pequeña lancha de motor, de lujo. Estoy segura de que está reservada para unos pocos privilegiados que utilizan esta isla como su patio de recreo.

"¡Ahí!", digo, señalando.

Logan también la ve y salimos corriendo hacia la costa.

Corremos hasta la hermosa lancha de motor, brillante, lo suficientemente grande como para albergar a seis personas. Se balancea violentamente en el mar picado y parece ser tan potente como una cosa de lujo. Tengo la sensación de que esta lancha fue utilizada por ese hombre gordo y desnudo. Con más justificación.

Se balancea tan salvajemente, que no quiero exponer a Bree y a Rose al riesgo de intentar abordarla ellas mismas, así que levanté a Bree, mientras que Logan se encargaba de Rose.

"¡Corta la cuerda!", dice Logan, señalando.

Una gruesa cuerda ata al barco a un poste de madera, por lo que corro a ella, extraigo el cuchillo, y la corto. Corro de nuevo al barco, donde Logan ya está en el interior, sujetando el muelle para evitar que se vaya flotando. Él estira la mano y me ayuda a bajar. Echo un vistazo por encima de mi hombro y veo una docena de tratantes de esclavos, corriendo hacia nosotros. Sólo están a dieciocho metros de distancia y se acercan con rapidez.

"Yo me encargo", dice Logan. "Encárgate del timón".

Corro hacia el asiento del conductor. Por suerte, he conducido barcos durante toda mi vida. Logan nos empuja para que nos agachemos y toma su posición en la parte posterior de la embarcación, de rodillas y disparando a los soldados que se acercan. Ellos se agachan para cubrirse, y eso los ralentiza.

Miro hacia abajo, y mi corazón se parte cuando veo que no están las llaves de ignición. Reviso el tablero, a continuación, compruebo los asientos delanteros frenéticamente, mi corazón late con fuerza. ¿Qué vamos a hacer si no están aquí?

Miro por encima de mi hombro y veo que los tratantes de esclavos están más cerca ahora, apenas a nueve metros de distancia.

"¡ARRANCA!", grita Logan, sobre el sonido de su arma de fuego.

Tengo una idea y reviso la guantera, teniendo esperanza. Mi corazón se acelera al encontrarlas. Inserto la llave en el encendido, le doy la vuelta, y el motor cobra vida. Sale una nube negra del escape, y el indicador de gasolina sube hasta el tope. Tanque lleno.

Acelero y soy jalada atrás cuando la lancha avanza. Puedo oír los cuerpos que caen detrás de mí, y volteo y me doy cuenta de que Bree, Rose y Logan también fueron derribados por el par. Supongo que aceleré con demasiada fuerza -- por suerte, nadie cayó por la borda.

También somos afortunados porque los tratantes de esclavos están en el borde de la costa, a sólo tres metros de distancia. Salí justo a tiempo. Nos disparan de nuevo, y como todo el mundo cayó al suelo, las balas pasan zumbando por encima de nuestras cabezas. Una de las balas roza los paneles de madera, y otro tira mi espejo lateral.

"¡SIGAN AGACHADAS!", grita Logan a las chicas.

Hinca una rodilla en la parte posterior, se asoma, y contraataca. En el retrovisor veo que mata a varios de ellos.

Sigo acelerando, haciendo trabajar el motor con toda su fuerza, y en cuestión de minutos, estamos muy lejos de la isla. A cuarenta y cinco metros, luego a noventa, luego a ciento ochenta.... Rápidamente, estamos a salvo, fuera del alcance de sus balas. Los tratantes de esclavos se quedan en tierra sin poder hacer nada, ahora son sólo puntitos en el horizonte, viendo cómo nos marchamos.

No puedo creerlo. Somos libres.

*

A medida que nos alejamos, más y más, en el río, sé que debería estar en medio de la vía navegable, lejos de ambas costas, y dirigirme río arriba, alejándome de la ciudad lo más que pueda. Pero algo dentro de mí me detiene. Pensar que Ben regresa corriendo, y no puedo dejarlo ir tan fácilmente. ¿Y si de alguna manera él ha logrado llegar a Seaport? ¿Y si llegó tarde?

Yo simplemente no puedo dejarlo ir. Si por alguna casualidad él está allí, no puedo simplemente abandonarlo. Tengo que ver. Tengo que saber.

Así que en vez de ir río arriba, dirijo la lancha directamente hacia la orilla opuesta - de nuevo hacia Seaport. En unos momentos la costa de Manhattan se abalanza sobre nosotros, acercándose cada vez más y más. Mi corazón late por el potencial peligro que podría estar esperando - cualquier cantidad de tratantes de esclavos armados, esperándonos en la orilla para disparar contra nosotros.

Logan se da cuenta de que voy por el camino equivocado, y de repente viene corriendo a mi lado, frenético.

"¿A dónde vas?", grita. "¡Estás yendo de regreso a la ciudad!".

"Tengo que ver algo", digo, "antes de que nos vayamos".

"¿Ver qué cosa?".

"A Ben", respondo. "Él podría estar allí".

Logan frunce el ceño.

"¡Eso es una locura!", dice. "Nos estás regresando de nuevo al avispero. ¡Nos estás poniendo en peligro! Él tuvo su oportunidad. ¡Él no estuvo allí!".

"Tengo que investigar", le digo gritando. Estoy decidida, y nada me detendrá. Me doy cuenta de que, de alguna manera, soy igual que mi mamá.

Logan se da la vuelta y se enfurruña, y puedo sentir su desaprobación. Yo no lo culpo. Pero tengo que hacer esto. Yo sé que Ben volvería y me buscaría, también.

En unos momentos, Seaport está a la vista. Nos acercamos más, a 270 metros... 180...y luego, cuando llegamos a noventa metros de distancia, juro que descubro a alguien, parado solo, en el extremo del muelle. Él está mirando hacia el agua, y mi corazón salta.

Es Ben.

Casi no puedo creerlo. Él está realmente allí. Está vivo. Él está allí, en la nieve, que le llega hasta los muslos, temblando. Mi corazón se parte al darme cuenta de que está solo. Eso sólo puede significar una cosa: su hermano no sobrevivió.

Ya estamos cerca, tal vez a unas veinte yardas, tan cerca que puedo ver las líneas de dolor grabadas en la cara de Ben. A lo lejos, veo una caravana de vehículos de los tratantes de esclavos corriendo por la nieve, en dirección hacia el muelle. No hay mucho tiempo.

Detengo la lancha y me detengo en el muelle; Ben, a la espera, corre hacia el borde. Nos paramos, meciéndonos violentamente en las olas, y de repente me pregunto cómo subirá Ben. Estamos como a tres metros del muelle. Ben mira hacia abajo, con miedo en sus ojos, y él debe estar pensando lo mismo, tratando de encontrar la manera de saltar.

"¡No saltes!", grita Logan. "¡Podrías destruir la lancha!".

Ben se detiene y lo mira, congelado por el miedo.

"Ponte sobre tus manos y rodillas, date la vuelta y arrástrate hacia atrás", Logan le ordena. "Muévete lentamente hacia abajo. Sujétate del borde del muelle y descuélgate con las manos. Yo te atraparé".

Ben hace lo que se le dice y poco a poco se desliza por el borde, hasta que cuelga de sus manos. Logan, hay que reconocerle, se acerca y lo agarra, y lo baja a la lancha. Justo a tiempo: los tratantes de esclavos están a unas cincuenta yardas de distancia, y se acercan con rapidez.

"¡ARRANCA!", grita Logan.

Acelero y nos vamos, volando río arriba. Al hacerlo, otra vez hay disparos que rozan nuestro barco, y que se hunden en el agua, en pequeñas salpicaduras. Logan se hinca en una rodilla y también les dispara.

Por suerte, no son rivales para nuestra velocidad: en pocos minutos estamos lejos de la costa, en medio del río, fuera del campo de tiro. Sigo hacia el norte, río arriba, de vuelta a casa.

Ahora, por fin, ya no hay nada que nos detenga.

Ahora, somos libres.

*

Corremos por el Río del Este y sobre la marcha, es extraordinario ver los restos de los puentes tan cerca. Corremos más allá de los restos del Puente de Brooklyn, su metal oxidado sobresale del agua como un ser prehistórico. Se eleva por encima de nosotros, varios pisos de altura, como un rascacielos saliendo del agua. Me siento empequeñecida mientras conducimos debajo de él, y no puedo evitar preguntarme si algo de esto se reconstruirá.

 

Muy cerca se encuentran los restos del avión bombardero que sobresale del agua, y viro para mantener una buena distancia de eso también. No sé qué tipo de metal sobresalga de estas aguas heladas, y no quiero averiguarlo.

Pronto pasamos los restos del Puente de Manhattan, luego el ¨Puente Williamsburg. Acelero, con ganas de alejarnos de todos esos lugares horribles, tan pronto como sea posible.

Pronto pasamos por lo que fue la Isla de Roosevelt, la delgada franja de tierra que ahora es un páramo, como todo lo demás. Voy hacia la izquierda y encuentro el Puente de la Calle 59, que también ha sido destruido, junto con el tranvía que unía la isla de Manhattan. El tranvía, oxidado y demolido, se menea en el río como una enorme boya. Tengo que tener cuidado para evitarlo, ya que la vía de navegación se hace estrecha.

Sigo corriendo, río arriba, más y más lejos, pasando nada más que destrucción, hasta que finalmente, tomo la bifurcación a la izquierda en la vía fluvial del Río Harlem. Esta es mucho más estrecha, con la tierra a sólo quince metros, de cada lado de nosotros. Me siento mucho más nerviosa a medida que atravesamos. Examino las costas, por si hay una emboscada.

Pero no veo nada. Tal vez estoy siendo paranoica. Si los tratantes de esclavos van a movilizarse para perseguirnos - y estoy segura de que lo harán – posiblemente tenemos por lo menos una hora de ventaja sobre ellos. Especialmente teniendo en cuenta toda la nieve. Y para entonces, espero que ya estaremos demasiado lejos del Hudson para que nos atrapen.

El Río Harlem serpentea entre Manhattan y el Bronx, y finalmente nos saca hacia la vasta extensión abierta del Río Hudson. El Hudson, por el contrario, es tan ancho como diez campos de futbol, ​​y me siento como si acabáramos de entrar a un océano. Por fin me siento a gusto de nuevo. Finalmente, estamos de vuelta en el río que recuerdo. El río que nos lleva a casa.

Giro a la derecha y nos dirigimos hacia el norte, y corremos rumbo a casa, hacia las montañas Catskill. En sólo dos horas, estaremos ahí.

No es que piense en volver a casa. No es así. Volver ahora, sería una tontería: los tratantes de esclavos saben dónde vivimos, y sin duda será el primer lugar en que nos busquen. Quiero parar en casa, enterrar a Sasha, despedirme. Pero no me voy a quedar. Nuestro destino tendrá que ser mucho más al norte. Tan lejos como podamos llegar.

Pienso en la casa de piedra que había encontrado subiendo la montaña, y siento una punzada, al pensar cuántas ganas tenía de vivir ahí. Sé que algún día podría ser un gran hogar para nosotras. Pero ese día no es hoy. Está muy cerca de donde vivíamos, es muy peligroso en estos momentos. Tenemos que dejar que las cosas se enfríen. Tal vez, algún día, podamos volver. Además, ahora somos cinco. Cinco bocas que alimentar. Tenemos que encontrar un lugar que nos pueda sostener.

a todos.

Mientras nos dirigimos río arriba, por fin empiezo a relajarme, a descansar. Siento que la tensión va dejando lentamente mi cuello, mis hombros. Respiro profundamente por primera vez. No puedo creer que realmente lo hayamos logrado. Es más de lo que puedo digerir. Siento los dolores y molestias y moretones en todo mi cuerpo, pero nada de eso importa. Me da gusto que Bree esté a salvo. Que estemos juntas.

Tomo un momento para mirar alrededor, para hacer un balance y examinar a los demás que están en el barco. He estado tan concentrada en salir de la ciudad, que ni siquiera me he detenido a pensar en los demás. Miro a Logan que está ahí sentado, contento, en el asiento del pasajero a mi lado. Giro y veo a los otros sentados en las filas que están detrás de mí. Cada persona mira hacia el agua, cada uno en su propia dirección, cada uno perdido en su propio mundo.

Me acerco y toco a Logan en el hombro. Se vuelve hacia mí.

"¿Te importaría tomar el timón?", pregunto.

Se levanta de su asiento rápidamente, feliz de ayudarme, y sujeta el timón mientras cambiamos de lugar.

Voy a la parte posterior de la embarcación. Muero de ganas de hablar con Bree, y también muero de ganas de hablar con Ben, para averiguar lo que sucedió con su hermano. Cuando camino, veo a Ben sentado en lo que parece ser un estado catatónico, contemplando el río. Parece como si hubiera envejecido diez años de la noche a la mañana, tiene el dolor grabado en su rostro. Sólo puedo imaginar el infierno que ha pasado, la culpa que debe sentir de no haber salvado a su hermano. Si se tratara de mí, yo no sé si sería capaz de soportarlo. Lo admiro por estar aún aquí.

Quiero hablar con él, pero tengo que ver primero a Bree. Voy a la fila de atrás y me siento a su lado, y sus ojos se iluminan al verme. Ella me da un fuerte abrazo, y nos abrazamos por un largo tiempo. Ella me abraza fuerte, evidentemente, no quiere dejarme ir.

Después de varios segundos, finalmente la separo de mí. Las lágrimas ruedan por sus mejillas.

"Yo estaba muy asustada", dice ella.

"Lo sé, cariño", le respondo. "Lo siento mucho".

"¿Vamos a casa ahora?", ella pregunta, con esperanza en sus ojos.

A casa. Qué palabra tan graciosa. Ya no sé lo que eso significa. Antes pensaba que era en Manhattan; luego pensé que era en las montañas. Ahora sé que no es ninguno de esos lugares. El hogar va a tener que ser en un nuevo lugar. Algún lugar al que ni siquiera hemos ido todavía.

"Vamos a encontrar un nuevo hogar, Bree", le digo. "Será algo mejor".

"¿Puede venir Rose también?", pregunta.

Volteo a ver a Rose, sentada a su lado, mirándome con esperanza. Ya son como dos gotas de agua.

"Por supuesto", le digo. "Ella es parte de la familia ahora".

Le sonrío a Rose, y ella me sorprende inclinándose hacia mí y dándome un abrazo. Ella se aferra a mí, al igual que Bree, y me pregunto de dónde venía, dónde estaba su familia, dónde fue capturada. Me doy cuenta del infierno que ella debe haber tenido que pasar, y qué bueno que también la salvamos. Pienso en un viejo refrán: cuando salvas la vida de una persona, esa persona se convierte en tu responsabilidad de por vida. No puedo dejar de sentir que de alguna manera es cierto; que yo soy ahora responsable de Rose, también. En mi mente, ella y Bree están inextricablemente vinculadas.

"Gracias", susurra Rose en mi oído, por encima de mi hombro.

La beso en la frente, y ella poco a poco se aleja. Me recuerda a Bree en muchos sentidos, da miedo.

"¿Qué pasa con Sasha?", pregunta Bree. "¿Puede venir?".

Es la pregunta que he estado temiendo. Respiro hondo, tratando de pensar en la mejor manera de expresarlo. Tengo que decirle la verdad, después de todo lo que ha pasado, Bree lo merece.

"Lo siento mucho, Bree", le digo, mirando hacia abajo. "Sasha no sobrevivió".

Los ojos de Bree se llenan de lágrimas, y comienza a llorar de nuevo, histérica. Rose se inclina y la abraza.

Pero después de varios segundos, para mi sorpresa, Bree se inclina hacia atrás, seca sus lágrimas, y me mira, con los ojos enrojecidos.

"Lo sabía", dice. "He tenido un sueño. Ella me visitaba. De alguna manera, yo ya sabía que estaba muerta".

"Esto podría animarte", de repente se oye una voz.

Me doy vuelta y veo a Ben, allí de pie. Para mi sorpresa, hay una leve sonrisa en su rostro.

Miro hacia abajo y veo que está sosteniendo algo. Algo pequeño, envuelto en una manta. Él se lo ofrece a Bree.

De repente, un perro pequeño levanta su cabeza fuera de la manta. No puedo creerlo. Es un pequeño Chihuahua, le falta un ojo. Se sacude y tiembla, mirando aterrorizado.

"¡AY, POR DIOS!", Bree y Rose gritan a la vez, abriendo los ojos de par en par, sorprendidas.

Bree lo agarra y lo abraza, meciéndolo, y Rose se agacha para acariciarlo, también. Ambas se inclinan hacia abajo, y él estira su cuello y lame sus caras. Ellos gritan de alegría.