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«Si alguien recibe esto, a continuación vendrán más comunicados» —dijo cuando oyó una. Apenas ya sonaba como su voz, era como si algo estuviera hablando a través de él. Simplemente parecía natural decirlo cuando los ruidos chocaban contra sus oídos.

Tras el cristal, parecía que al instante hubo actividad, y la voz de Phil apareció en sus auriculares.

—¿Qué fue eso, Kevin?

—Creo que esa última señal significa que esperemos más —dijo Kevin.

—¿Estás seguro?

Kevin no sabía cómo responder a eso. No es que él fuera un experto en lo que estaba sucediendo. Él probablemente sabía menos que los científicos intentando darle sentido a todo esto. Él solo traducía lo que oía, confiando en que su cerebro alterado lo entendiera.

—Tal vez si probamos más señales tomadas en aquella zona —dijo la voz de Phil a través de los auriculares, y Kevin no sabía si estaba hablando con él, hablaba solo, o con otros científicos.

En cualquier caso, le siguieron más señales. Algunos solo eran ruido. Otros, sin embargo…

«Estamos viniendo, preparaos para recibirnos».

Todas eran variaciones del mismo tema, del mismo mensaje, aunque ninguna de ellas parecía decir nada útil. Kevin se preguntaba cuánto tiempo habían estado estos mensajes bombeando en el espacio, esperando a que alguien los escuchara. Tal vez habían estado estrellándose contra la Tierra durante meses, tal vez años, y hasta ahora nadie había sido capaz de entenderlos.

Phil parecía pensar lo mismo. Entró, vestido con lo que se parecía mucho a la misma camisa hawaiana del día antes y parecía emocionado.

—Estas señales… algunas se remontan a hace meses, quizás más tiempo, todas de la región del espacio que asociamos con el sistema Trappist 1. Eso significa que, si las mandaron usando la luz, han tardado casi cuarenta años en llegar. Y tú eres la primera persona capaz de entenderlas. —A diferencia del Dr. Brewster, Phil parecía estar más que feliz ante la expectativa. Parecía realmente entusiasmado.

—Creo que tu enfermedad podría haber cambiado tu cerebro de unos modos que nosotros no entendemos —dijo—. Pienso que debe haberte dado la capacidad de sintonizar con esto de unas maneras que nosotros no podemos. Esto explicaría por qué no podemos ver nada más allá del desarrollo de tu enfermedad. Tu enfermedad lo está haciendo.

Kevin hizo una sonrisa tensa.

—O sea que, básicamente, soy un bicho raro.

—Pero uno muy importante —dijo Phil sonriendo—. Puede que hayamos fallado por completo en entender esto. Aun más, parece que venga un mensaje mayor, algo tan importante que querían asegurarse de que nadie se lo perdiera.

Kevin pensó en la cuenta atrás. Cada vez iba más rápido.

Ahora sospechaba que sabía hasta dónde estaba contando.

El único modo de probarlo era continuar, trabajar en el laboratorio de pruebas del instituto con los auriculares puestos, escuchando mientras ellos inyectaban su transmisión de señales desde su equipo de escucha. Él estaba allí sentado e intentaba hacer todo lo posible para traducir las señales mientras Phil se las mandaba, una a una.

—Nada en esta —dijo Kevin, negando con la cabeza.

—Pensaba que sí que habría algo —respondió Phil, su voz sonaba dentro de los oídos de Kevin mientras trabajaba al otro lado de un cristal transparente.

Kevin también lo había pensado, pues la cuenta atrás vibraba demasiado rápido en su interior. Kevin notaba el ritmo, ahora rápida como un colibrí en su interior, imposible de ignorar y sugiriendo que fuera lo que fuera lo que se avecinaba pronto estaría aquí. Estaba cansado de esperar, y cansado de que la gente le mirara fijamente y, a veces, simplemente cansado.

—Kevin debería tomarse un respiro. —La voz de su madre, desde fuera de la habitación. Kevin estaba contento de que estuviera allí. No estaba seguro de lo que eso significaba para su trabajo, pero estaba contento de que estuviera allí.

—Lo siento, Rebecca, el Dr. Brewster dejó bastante claro que tenemos que continuar proporcionando la señal a Kevin tan cerca del final de su cuenta atrás.

—¿Y vais a escucharlo a él, o a mí?

Kevin imaginaba que podría estar a punto de hacer un descanso. Sonrió ante ese pensamiento. Lo sustituyó uno más preocupante. ¿Y si no pasaba nada? ¿Y si estaba allí día tras día, y la cuenta atrás llegaba a cero sin que pasara nada? ¿Y si había puesto su esfuerzo y todo era en vano? ¿Cómo reaccionarían a eso?

Se le ocurrió un pensamiento peor, un pensamiento que hizo que Kevin apretara los ojos con fuerza en un intento de rechazarlo. No funcionó. ¿Y si todos e debía en realidad a su enfermedad? ¿Y si la cuenta atrás no se debía a un mensaje sino a algún tipo de convulsión? ¿Y si ese latido tan rápido era su propio corazón, o los vasos sanguíneos de alrededor de su cerebro preparándose para explotar? La gente del instituto se habían reunido a su alrededor como si fuera un profeta a punto de hablar, pero ¿y si realmente solo se estaba muriendo?

Entonces llegó la señal, atravesándolo a toda velocidad.

Y supo que había llegado el momento.

***

Kevin veía a la gente yendo a toda prisa para poder entrar en la habitación de al lado, evidentemente queriendo entrar allí cuando llegara el mensaje. Apenas les prestó atención. El mensaje era demasiado importante para eso.

—Si estáis oyendo esto —dijo Kevin, traduciendo automáticamente a pesar de que no sabía como lo hacía—, nuestro mundo ha desaparecido.

Oyó los suspiros de fuera mientras la gente escuchaba y se daba cuenta de lo que eso debía significar. Unos cuantos científicos empezaron a escribir notas y Kevin los oía hablar de fondo.

—Eso significaría que al menos en cuarenta años no ha habido extraterrestres —dijo uno.

—Si es que los hay —añadió otro—. Solo tenemos la palabra del chico para la traducción.

Los otros lo ignoraban. Parecían estar tan absortos en el momento como lo estaba Kevin.

El mensaje continuaba y Kevin siguió traduciendo.

—Estamos mandando estos mensajes para conservar lo que podamos de nuestro pueblo, y para asegurarnos de que nuestra sabiduría no muere.

Parecía que la señal se intensificaba, y ahora era como una transmisión que Kevin no podría ni haber empezado a contener. Solo estaban los extraños sonidos de un lenguaje alienígena y las palabras que llegaban mientras él las traducía de forma automática.

—Nuestro planeta es uno de siete, tres de ellos habitados. Las colonias fueron las primeras en derrumbarse. La nuestra se destruyó durante los incendios que la limpiaron. Esta es nuestra historia, nuestra crónica. Tal vez oírla ayudará a evitar que otros tengan el mismo destino que nosotros.

Kevin decía las palabras casi sin registrar la señal que las desencadenaba. La señal era algo complejo, que parloteaba y, si se concentraba, sencillamente podía distinguir los chasquidos y los zumbidos que la formaban. Sin embargo, en su mayoría, solo obtenía el significado, vertiéndose en directo en su mente mientras escuchaba.

Parecía que mantener su cerebro bloqueado con la señal era un esfuerzo, y Kevin notaba una gota de sudor formándose encima de sus ojos mientras trabajaba duro por mantener el control sobre ella.

—Debemos mandar estos mensajes con cuidado, un trozo cada vez, pero si escuchas, aprenderás.

La señal se cortó. Kevin esperó y continuó esperando, escuchando a ver si había algo más, pero al parecer no había nada más.

Finalmente, Kevin alzó la vista. Vio a Phil y a su madre mirándolo fijamente desde el otro lado del cristal, pero había otras personas, muchas más. El Profesor Brewster y la Dra. Levin estaban allí, junto a todo el personal que cabía en la habitación de al lado. Vio la sorpresa en muchas de sus caras y pudo imaginar el porqué: no se habían atrevido a creer que era real. Habían pensado que acabaría en nada.

Sin embargo, esto estaba muy lejos de ser nada.

También podía entender la otra razón de la conmoción: estaba claro que esperaban que el mensaje continuara.

Nadie esperaba que acabara en silencio.

CAPÍTULO OCHO

Kevin estaba sentado muy quieto en la oficina del Dr. Brewster mientras, a su alrededor, los adultos intentaban resolver qué significaba todo esto, y que deberían hacer a continuación. Sobre todo, lo hacían hablando demasiado.

El Profesor Brewster parecía sorprendentemente satisfecho por una vez.

—Eso fue muy impresionante, Kevin. Nunca pensé que vería el día. ¡Contacto de verdad con otro mundo! Aunque debemos ser cautelosos, por supuesto. Considerar las posibilidades alternas.

¿Cómo se lo hacía el Profesor Brewster para parecer entusiasmado y escéptico a la vez?

—¿No te lo crees? —preguntó La Dra. Levin.

—Tenemos que pensar las cosas con cuidado —dijo el Profesor Brewster—. Al fin y al cabo, no oímos los mensajes directamente, solo tenemos las traducciones da través de un chico que está sufriendo una enfermedad degenerativa.

—Todavía piensa que me estoy inventando las cosas —dijo Kevin.

—Yo no estoy diciendo eso —dijo el Profesor Brewster—. Aun así… contacto directo…

—Yo no creo que fuera contacto directo —dijo Kevin—. Parecía… casi un mensaje grabado.

—En todo caso, eso lo hace más creíble —dijo el Profesor Brewster—. Porque una señal como esa tendría que viajar durante años, incluso moviéndose a la velocidad más grande. A fin de cuentas, el sistema Trappist 1 está a casi cuarenta años luz.

Kevin lo sabía. Se lo habían dicho antes de que hubiera llegado el mensaje. Él y Phil habían discutido sobre ello y él no estaba seguro de que le gustase que el Profesor Brewster los dijera como si fuera algo que hubiera calculado él.

 

Además, a pesar de todo eso, una parte de Kevin había esperado algo más, algo en directo.

—Creo que no lo recibí todo —dijo—. Creo que hay más.

—Eso no importa, Kevin —dijo su madre—. Lo importante es que estás a salvo.

—Y porque estás a salvo —añadió el Profesor Brewster—, podrás detectar más.

La visión había prometido que había más por venir. Una serie entera de mensajes. Una oportunidad para descubrir todo lo que se podía descubrir de otro mundo, y Kevin era la clave para ello.

Algunos de los demás parecían igual de entusiasmados de lo que lo estaba él.

—Tenemos que publicar esto —dijo la Dra. Levin.

El Profesor Brewster alzó una mano.

—Elise, es importante que no nos precipitemos demasiado con esto. Tenemos los primeros mensajes, sin duda, pero necesitamos más antes de involucrar a nadie más.

—¿Cuántos más? —preguntó la Dra. Levin. Kevin podía imaginar por qué parecía tan frustrada. Había dedicado toda su vida a buscar extraterrestres. Ahora tenía la prueba, y evidentemente querría gritarlo. Quería que la gente lo supiera, y Kevin… bueno, de alguna manera estaba de acuerdo con ella.

—Pero ¿por qué no podemos decírselo a la gente? —preguntó Kevin—. ¿Por qué no podemos hacerles saber lo que encontramos? Si yo estuviera ahí fuera, querría saber si han encontrado extraterrestres.

—Es demasiado pronto —insistió el Profesor Brewster—. Deberíamos tener un conjunto entero de datos antes de anunciar cualquier cosa. De ese modo…

—¿De ese modo nadie puede decir que se lo está inventando? —supuso Kevin.

Para su sorpresa, su madre habló en defensa del Profesor Brewster.

—Tal vez no sea tan buena idea decir algo ahora, Kevin. Todos nosotros hemos visto lo que puedes hacer, pero otras personas…

—¿Pensáis que no me creerían? —preguntó Kevin.

El Profesor Brewster asintió.

—Pienso que la gente necesitará muchas más pruebas antes de creer algo así —dijo—. Debemos ser cautos para demostrarles que esto es más que tu imaginación y que realmente representa una comunicación alienígena.

—Pero yo lo estoy traduciendo —insistió Kevin.

—Eso parece —dijo el Profesor Brewster—. Tenemos que establecer los patrones entre lo que tú estás diciendo y las señales que recibimos. Mientras tanto, si esto queda entre nosotros, evitará muchos problemas.

—Pero ¿qué tipo de problemas? —preguntó Kevin. No podía entender cómo algo tan increíble podía ser un problema. La noticia de que no estábamos solos en el universo le parecía increíble.

—Aquí hacemos muchas investigaciones que se consideran secretas por razones de seguridad nacional —dijo el Profesor Brewster—. Imagino que mis superiores considerarían que esto es uno de esos secretos.

—¿Así que lo que le preocupa son sus jefes? —preguntó Kevin. Esta no parecía una razón suficientemente buena para no decirlo.

—También está la cuestión de cómo podría reaccionar la gente —dijo el Profesor Brewster—. La gente podría aterrorizarse.

—Lo comprendemos —dijo la madre de Kevin, poniendo una mano sobre el hombro de Kevin.

Pero Kevin no lo entendía. No comprendía cómo la gente sentiría terror ante la noticia de que no estaban solos en el universo. A él le parecía precisamente la cosa más guay que era posible descubrir. Miró a la Dra. Levin, al menos esperando que ella le apoyara. Pero parecía que incluso ella estaba convencida por ahora.

—Supongo que si esperamos un poco —dijo—, eso nos permitirá recibir más mensajes.

—Dijeron que solo podía tener una parte de la información a la vez —dijo Kevin—. ¿Por qué lo harían? ¿Por qué no la dan toda de golpe?

—Tal vez tuvieron que hacerlo de esta forma —dijo la Dra. Levin—. Tal vez tenían restricciones de energía, o tal vez querían maximizar las posibilidades de que alguien lo oyera.

—O tal vez simplemente hay mucho que enviar —sugirió el Profesor Brewster—. Como cuando divides los archivos cuando envías un correo electrónico para que el receptor no tenga que descargarlos en un intento enorme.

Eso tenía algo de sentido, aunque Kevin no estaba seguro de que le gustara que se refirieran a él simplemente como el receptor. Sonaba como si él fuera una máquina en lugar de un ser humano, útil solo por lo que podía hacer. Su madre, o Luna, nunca lo verían así. Si Luna estuviese aquí, entendería lo mucho que esto le dolía.

—De todas maneras —se apresuró a decir la Dra. Levin—, no creo que esto sea el final. ¿Tú qué piensas, Kevin? ¿Cuándo crees que podría haber más?

Kevin podía oír la esperanza en su voz. Al fin y al cabo, este era el momento hacia el cual había estado trabajando durante toda su carrera. Después de hacerse preguntas durante tanto tiempo, y tal vez de tener esperanzas, ¿quién se conformaría solo con un comunicado? Si él fuera ella, querría más. De hecho, él quería más. Quería oír todo lo que los alienígenas tuvieran que decir.

Kevin intentó tantear algún sentido en el mensaje tras él. El constante latido de la cuenta atrás ya no estaba allí, pero él todavía tenía una sensación de expectativa en lo profundo de su ser de que habría más. Los extraterrestres lo habían dicho, ¿no?

—Creo que habrá —dijo. Era extraño tener a tantos adultos aguardando sus palabras, escuchándolo de verdad. Sospechaba que no muchos chicos de trece años tenían eso.

—Entonces necesitamos que Kevin vuelva a escuchar las señales —dijo el Profesor Brewster.

—David —dijo la Dra. Levin—, Kevin acaba de terminar de traducir la primera señal. También está muy enfermo. No está bien que le pidamos que se meta de cabeza en esto sin darle un tiempo para que se recupere.

—Pero la información… —empezó el Profesor Brewster.

—A nadie le importa eso más que a mí —dijo la Dra. Levin—. No soy la directora del SETI por nada. Pero también sé que no se descubren cosas presionando demasiado a chicos de trece años. Dale tiempo, David. Mientras tanto, podemos grabar las señales que vengan de esa zona del espacio. Eso también nos dará una crónica de ello.

Para sorpresa de Kevin, parecía que el Profesor Brewster se echaba atrás. No había estado seguro de que el científico alto escuchara a la Dra. Levin acerca de esto.

—De acuerdo —dijo el Profesor Brewster—. Le daremos tiempo a Kevin para que se recupere. Esto nos permitirá calcular la mejor manera para trabajar con esta información. Pero espero resultados.

***

Kevin estaba sentado escuchando, intentando pillar algo más a través del silencio. A su alrededor, veía que los científicos esperaban, algunos con las tabletas preparadas, otros con cámaras. Podía sentir la presión de llevarlo a cabo para ellos, de hacerlo según le ordenen, cuando lo cierto era que solo podía esperar.

La espera tenía una especie de ritmo, sentado con una serie de auriculares portátiles enchufados a la corriente desde el radiotelescopio. Se notaba a sí mismo lleno de expectación antes de que llegaran las ráfagas de transmisión, la sensación era como un latido en su cerebro que tenía incorporada una señal de aviso primitiva que hacía que los científicos pelearan por grabarla.

Entonces vino, y Kevin alzó la vista.

—Creo que viene un mensaje de camino —dijo.

Esto fue lo único que hizo falta para que los científicos se apresuraran a prepararse, la mayoría de ellos se movían más rápido de lo que lo hacían en cualquier otro momento. Aun así, apenas estaban a punto antes de que llegaran las palabras.

—Nuestra civilización empezó de manera sencilla, en los bordes de los océanos de nuestro planeta —tradujo Kevin—. Nos dispersamos y aprendimos, durante muchos siglos. Construimos casas. Construimos ciudades. Construimos…

La transmisión se cortó, tan repentinamente como empezó. Kevin esperó un segundo o dos más, por si empezaba de nuevo, pero no lo hizo. Parecía ser lo que era ahora: ráfagas breves y pausas largas, sin señal de cuándo empezaría de nuevo.

Los científicos estaban por allí para anotar todo lo que él les pudiera proporcionar, mientras hacían que Kevin apuntara lo que pudiese por si las impresiones en ese punto fueran diferentes. Solo los científicos encontraban la manera de hacer que algo así parecieran deberes.

No era fácil, y no solo porque algunos de los investigadores parecían decididos a absorberle toda la diversión. Traducir requería un esfuerzo mental, de manera que en el cerebro de Kevin había zumbidos por ello, y después solo podía mantenerse de pie de manera inestable. No esperaba que esto fuera tan duro físicamente. Aunque en realidad, él no había contado con nada de esto para nada.

—Esto no es bueno para ti —dijo Phil cuando vio lo inestable que estaba Kevin—. Tómate tu tiempo. No te esfuerces más de lo que puedes esforzarte. No en tu estado.

Su estado es lo que hacía que Kevin quisiera hacer todo lo que podía. Era duro pensarlo, pero ¿cuánto tiempo más tenía ahora? ¿Cuántos mensajes recibiría antes de que su cerebro cambiara hasta el punto de no poder entenderlos más? ¿Y si… y si moría antes de acabar? ¿Y si no podía llegar al final antes de que su cuerpo y su cerebro fallaran?

Pero era más que eso. Cada vez que estaba allí sentado traduciendo, escuchando a través de sus auriculares las últimas ráfagas de información, Kevin sentía que todo esto podría tener algún significado. Era un recordatorio de que no era solo un chico de trece años que estaba muriendo de una enfermedad de la que prácticamente nadie había oído hablar. Él iba a hacer algo que nadie más en la historia del mundo había hecho. Si todo esto servía de algo, entonces era algo bueno.

—Tengo que continuar —dijo Kevin—. Tenemos que conseguirlo todo.

En su mayoría, lo que Kevin conseguía extraer eran datos, y cada uno de ellos parecía entusiasmar más a los científicos que tenía a su alrededor. Algunas cosas, como la presencia de siete planetas alrededor de la estrella, o las órbitas gravitatorias encadenadas de sus lunas, eran cosas que ellos habían podido descifrar a partir de sus observaciones usando los telescopios disponibles en la Tierra. Otras partes, como la presencia de tanta vida, les hacía rascarse la cabeza.

—Creemos que los planetas están cerrados por las mareas —dijo uno—. ¿Existen pruebas de que el día cambie a noche? Si no es así, un lado de los planetas debería estar ardiendo, mientras el otro se congela.

Kevin no pudo decírselo al principio, hasta que otro mensaje explicó que sí, que los planetas giraban, de unas maneras que parecieron entusiasmar todavía más a los científicos.

—Tendremos que reescribir lo que sabemos sobre esto. ¿Y qué hay de la exposición a la radiación por estar tan cerca de la estrella?

Una y otra vez, a Kevin le hacían preguntas para las que él no tenía respuestas. Parecían no entender que él no tenía ningún control sobre lo que los extraterrestres habían mandado en sus ráfagas de mensajes. Enviaban lo que enviaban, Kevin lo traducía y los científicos tenían que codificarlo para intentar encontrarle algún sentido.

Curiosamente, la Dra. Levin era la única persona a la que parecía no importarle.

—Es sencillamente extraordinario que hayan elegido comunicarse de esta forma —dijo—. Están mandando mucha información sobre ellos, para intentar preservar el conocimiento de quiénes son.

—Más bien de quiénes eran —la corrigió Kevin. Esa era una cosa que los mensajes habían dejado clara. El pueblo que los mandaba hacía tiempo que había desaparecido. Eso era increíblemente triste a la vez que molaba un poco, sabiendo que sobre todo él era la última conexión con una civilización muerta.

Lo extraño era lo sencillo y factual que era todo. Kevin de alguna manera había esperado averiguar más sobre la cultura o los idiomas de los seres que habitaban el planeta, pero todavía no había averiguado lo suficiente sobre ellos para entender qué eran realmente. ¿Cuáles de las criaturas sobre la superficie del planeta eran? ¿Eran las criaturas con caparazón de quitina que reptaban por allí, o las cosas de cuello alto como jirafas escamosas? La imaginación de Kevin le hacía esperar algo con aspecto humano y conocido, pero por ahora no había oído ninguna referencia sobre ello.

Kevin solo deseaba poder compartir más de esas palabras con el mundo. Cuando no pudo soportarlo más, fue en busca de la Dra. Levin, pues sospechaba que ella sería su mayor aliada. La encontró en la cafetería con Phil.

 

—Me preocupa estar diciendo todo esto y que se simplemente se guarde en secreto en algún lugar —dijo.

—El Profesor Brewster simplemente es cauteloso —dijo la Dra. Levin. A Kevin le sonó como si estuviera intentando convencerse a sí misma.

—¿Y si es tan cauteloso que nunca nadie sabe lo de los alienígenas? —preguntó Kevin. Era una preocupación real. Podía imaginar perfectamente al científico alto haciéndolo—. ¿Y si mi madre solo está de acuerdo porque no quiere que la gente se ría de mí?

—Estoy segura de que eso no pasará —dijo la Dra. Levin. De nuevo, no parecía segura.

—¿Qué es lo que no me estás diciendo? —preguntó Kevin. No estaba seguro de si la Dra. Levin le respondería a eso o no.

—David… el Profesor Brewster… tiene que responder a las personas de dentro del gobierno —dijo la Dra. Levin—. Parte de su financiación viene de las fuerzas armadas. Algo así… podrían quererlo mantener en secreto.

Kevin podía notar que ella no estaba contenta con eso.

—¿Así que podría no decirlo nunca?

—Probablemente les preocuparía que la gente se aterrorizara —dijo otra vez la Dra. Levin. De nuevo, Kevin tuvo la sensación de que ella no estaba de acuerdo.

—Pero tú debes querer decirlo a la gente —dijo Kevin—. Toda vuestra organización desea encontrar extraterrestres.

La Dra. Levin sonrió tensamente.

—No puedo —dijo—. Si lo hago, esto complicará las cosas para el SETI. El Profesor Brewster no lo dejaría pasar, y algunos de sus jefes… bueno, lo verían como una traición.

—¿Incluso aunque la gente tenga derecho a saberlo? —dijo Kevin.

—Dirían que la gente solo tiene derecho a saber lo que se les dice —dijo la Dra. Levin.

Kevin negó con la cabeza.

—Esto no está bien. El Profesor Brewster no debería hacerlo.

—Intentaré hablar con él. Mientras tanto, Phil, ¿por qué no te llevas a Kevin a dar una vuelta por el edificio? Estoy segura de que debe ser bastante aburrido pasar todo el tiempo aquí o en tu habitación.

Lo era, de una manera que hacía que incluso la escuela pareciera más interesante en comparación. Puede que Kevin nunca hubiera sido uno de esos niños que iban a una actividad diferente cada tarde, y a un campamento en verano, pero nunca había pasado el tiempo en una sola habitación tampoco, sin hacer otra cosa que no fuera actuar como una especie de antena parabólica humana para los mensajes alienígenas.

Ya había estado por el edificio antes, pero estaba bien pasar un tiempo siendo algo diferente al niño que oía los mensajes. Phil hacía de guía, usando su acceso de seguridad. A pesar de vivir efectivamente allí ahora, Kevin no lo tenía. Por lo visto, confiaban en él lo suficiente para recibir mensajes de los extraterrestres, pero no para poder entrar y salir cuando quisiera.

—Estamos trabajando en fabricar plantas que puedan sobrevivir en condiciones extremas —dijo Phil, señalando a una habitación llena de lo que parecían ser tomateras—. Tal vez si todo esto lleva realmente a que la humanidad conozca a los extraterrestres, podremos ofrecerles una bonita planta para llevar a casa.

Kevin sonrió al pensarlo.

—Los extraterrestres están muertos, ¿recuerdas? Dijeron que su planeta fue destruido.

—Pero alguien debe haber mandado esa señal —dijo Phil—. Así que deben haber sobrevivido para hacerlo.

—Supongo —dijo Kevin, pero aun así, no tenía esperanzas. ¿Y si solo habían sobrevivido el tiempo suficiente para mandar sus mensajes? ¿Y si habían vivido unos cuantos años más, para acabar muriendo en algún mundo lejano? El contacto con los extraterrestres parecía casi tan condenado a la larga como todo lo demás en su vida.

—Y este ascensor lleva hasta el búnker —dijo Phil, señalando hacia una serie de puertas.

—¿Un búnker? —dijo Kevin—. ¿Como un búnker nuclear?

—Nuclear, químico, biológico —dijo Phil—. La idea es tener uno cerca por si hubiera algún tipo de guerra, o ataque, o algo así. Hay búnkers por todas partes y a algunos con rango superior les dan llaves para salvar a los “mejores y más inteligentes” si parece que el mundo va a acabar.

No parecía que la idea le gustara particularmente. Pensó que tal vez él no estaba en la lista.

—¿Así que estos búnkers están por todas partes? —dijo Kevin.

Phil asintió y, a continuación, sacó su teléfono.

—Existe un mapa completo de ellos —dijo—. Aunque el Profesor Brewster no sabe que lo tengo.

Le enseñó el mapa a Kevin, cubierto de puntitos rojos. Justo debajo de ellos había uno, y otro escondido al este en la reserva natural debajo del monte Diablo.

—Ese parece un sitio raro para un búnker —dijo Kevin.

Es porque está lejos de la ciudad —respondió Phil—. Significa que es más probable sobrevivir a un ataque. Además, nadie habla de ello, pero lo usaron para hacer pruebas militares allí.

Parecía que era el tipo de secreto que se suponía que Kevin no debía saber, pero al fin y al cabo, imaginaba que los extraterrestres eran el tipo de secreto que se suponía que él no sabía ahora mismo.

—Imagino que no iré a parar a uno de los búnkers de todos modos —dijo Kevin. No pudo evitar una nota de resentimiento.

—¿Todavía estás enfadado porque el profesor decidió mantenerte aquí en secreto? —preguntó Phil.

Kevin estaba a punto de decir que no, de decir lo que se suponía que debía decir, pero lo cierto era que sí que estaba enfadado.

—No puede hacerlo —dijo Kevin—. Los extraterrestres están mandando un mensaje al mundo entero. ¿No debería oírlo todo el mundo?

Phil encogió los hombros.

—El problema es que sí que puede. Especialmente si sus jefes quieren guardar cualquier cosa que tú hagas para usos militares. Este es un edificio comprometido con la investigación confidencial, y tiene mucha seguridad. Impedir la entrada a la gente es fácil. Mantener los secretos dentro, sin embargo…

—¿Qué quieres decir? —preguntó Kevin.

El investigador le hizo un gesto para que lo siguiera, y lo llevó hasta una amplia ventana cerca de la entrada delantera del edificio, con vistas al edificio de investigación del terreno de enfrente. Detrás de la vaya, donde estaba la parte pública del edificio de la NASA, Kevin vio una gran multitud de gente mirando hacia el edificio. Varios de ellos tenían cámaras.

—¿Quiénes son? —preguntó Kevin.

—Alguien debe haber filtrado que estábamos trabajando en algo que tenía que ver con los extraterrestres —dijo Phil, en un tono que daba a entender exactamente quién podría ser ese alguien—. Probablemente un científico que decidió que las cosas no podían mantenerse tan en silencio.

—O tú —sugirió Kevin, pues realmente nunca había entendido cuando los adultos intentaban decir las cosas sin decirlas realmente, como ahora.

—Podría haber sido tu madre —remarcó Phil—, y a la Dra. Levin le encantaría poder decir al público que la vida extraterrestre era real. Quiero decir, literalmente este es su trabajo. O…

—Pero no fueron ellos –dijo Kevin—. Fuiste tú, ¿verdad?

—Chhhs —dijo Phil—. ¿Quieres que me cueste el trabajo? Bueno, se me ocurre que, si salieras y hablaras con esa gente, el viejo Brewster no podría mantenerte cerrado. Solo hablo de forma hipotética, ya sabes.

Kevin miró hacia las puertas. Eran algo sólido, con cierre de tarjeta, que él no tenía. Parecían una barrera imposible. Incluso el vidrio que tenían al lado era endurecido.

—No puedo salir —dijo.

—¿Por qué tienes que salir? —respondió Phil, con un gesto de sorpresa mal fingido—. Solo hablo hipotéticamente. Espero que entiendas que si yo hiciera algo para ayudarte, Kevin, me podría meter en un buen lío.

—Lo… entiendo —dijo Kevin, frunciendo ligeramente el ceño, porque no estaba muy seguro de que fuera así. En serio, ¿por qué la gente no decía lo que quería decir?

—Oh —dijo Phil—, acabo de acordarme, se supone que tenía que ayudar a arreglar un problema de seguridad con las cámaras que están delante de las puertas.