Los desafíos del jazz en Jalisco

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Desafortunadamente, por algunas dificultades todo este material no pudo ver la luz hasta 1969; los discos Orfeón sacan algunas copias que se reparten entre conocedores, amigos de los músicos y el mismo periodista, lo cual no produce el efecto esperado en su momento.

Aquí una nota de Esteban Cisneros para El Heraldo de León, el 30 de noviembre de 2012:

Como dicen las notas interiores de la edición de álbum triple que lanzó Orfeón en 1969, eran “diez músicos y una idea”. Visto hoy sorprende por muchos motivos. El primero, su maestría y pasión desaforada. Segundo, su calidad interpretativa que lo hace un documento histórico sobresaliente y un paso obligado a revisar en la historia de la música popular mexicana. Tres, su intención de conciliar la tradición con lo moderno. Las grabaciones suenan importantes, como si supieran que nunca van a envejecer y que, si lo hiciesen, lo harían con enorme dignidad.

Por otra parte, sorprende que estas sesiones sean una fotografía nítida de un momento extraño: la vanguardia autóctona palidece, tal vez, ante el bebop y los excesos que ya se practican en otras latitudes (el On the Road de Kerouac, escrito tres años antes, fue publicado en 1957). Pero, después de todo, es una vanguardia en nuestro contexto, un primer acercamiento a un sonido llegado a México por la frontera norte muchos años atrás, pero que se quedó en pequeños tugurios vaporosos y ha tardado bastante en acercarse al centro, perdiéndose en carreteras y moteles de paso.

Este es, como también dicen las notas del disco, “el principio, la brecha que abrió el camino al jazz en México”. Jass it up, boys!

En 1958 se graba “un disco célebre que se llama Las Estrellas del Jazz, donde está Tomás Rodríguez la Negrita, Pedro Plascencia, el Chamaco Domínguez, Juan Ravelo, el Árabe … es un elepé de RCA Camden.”88

Estas grabaciones nos ofrecen la posibilidad de escuchar el talento y la maestría de estos fabulosos jazzistas que tocaron en el mundo entero. ¡Qué lástima que la producción discográfica nacional no se interesó lo suficiente por grabar el talento mexicano de esta época! Lástima por los músicos, claro, pero también por no dejar al futuro un verdadero testimonio del talento mexicano de los jazzistas de los cincuenta. Por ende, la difusión de este movimiento no tiene las repercusiones esperadas.

A pesar de la poca producción discográfica, para los conocedores —es el caso de ciertos músicos norteamericanos como el guitarrista Howard Roberts, el vibrafonista Fred Tatman, el saxofonista Eddie Shew, Max Cooper o músicos de Jamaica, Canadá e inclusive de ­Europa— la capital de México resulta atractiva y deciden radicar allí un tiempo. No podemos olvidar a Charlie Mingus, en cuya música ­México está presente mucho tiempo antes de que decidiera mudarse a Cuernavaca. A mediados de los cincuenta, en el pico de su creatividad, graba el aclamado Tijuana Moods luego de una larga visita a la ciudad fronteriza. Contaba el músico: ‘Toda la música de ese disco fue escrita durante un periodo muy agrio de mi vida. Venía de un divorcio y volando para tratar de olvidar con un sueño preconcebido en Tijuana […] Así surgieron ‘Los mariachis’, ‘Tijuana gift shop’ e ‘Ysabel’s table dance’, que fueron grabadas en julio y agosto de 1957 con su sexteto en turno, aunque el disco fue editado hasta 1962”.89 Los años cincuenta se consideran como la época de oro del jazz mexicano, con y gracias a unos jazzistas excepcionales, formados en las grandes orquestas, quienes luego desarrollan las habilidades de grandes solistas, intérpretes, arreglistas, compositores e improvisadores.

Los años sesenta. Surgimiento del jazz mexicano

Poco a poco el jazz se instala en otras partes del país por los intercambios musicales con jazzistas de Estados Unidos o por el contacto con un público extranjero ávido de escuchar una música que le es familiar. A veces la voluntad de crear una banda de jazz viene de alguien que considera que el jazz es necesario para la cultura, sin ser músico: en Oaxaca, el primer registro de un intento serio de hacer jazz se debe a Sergio Magaña, un dramaturgo que es nombrado para dirigir la escuela de Bellas Artes; crea el grupo de jazz con músicos oaxaqueños, les presta discos; ellos tocan los temas y transcriben los solos porque todavía no saben improvisar. Este primer grupo se mantiene varios años, con el primer jazzista destacado en Oaxaca, Jorge Fernando Hernández.

El jazz llega al estado de Guerrero por estos encuentros musicales y “la influencia de músicos norteamericanos [...] Acapulco ha sido un puerto de muchísimo turismo, sabemos que venían muchos músicos de jazz de vacaciones y de repente se iban a tocar a algunos lugares.”90 En Hermosillo, Sonora, “en los años sesenta, dos o tres músicos sonorenses recuperan el jazz en la ciudad [...] El Kennedy, Ángel Valdez y el Chino Medina intercambian experiencias de buen jazz con la tradición de música de alientos.”91 En Monterrey, un pianista, “llamado Óscar Alpuing […] hizo una escena importante para el tamaño de la ciudad de Monterrey; él sí tocaba jazz regularmente y tenía varios espacios para hacerlo, inclusive en la tele y el radio. Era bastante conocido.”92 En San Luis Potosí, “el maestro Jorge Martínez Zapata siempre estuvo vigente y tocando jazz en la ciudad”.93 En 1964 y 1965 “trajeron a San Luis Potosí el Quinteto de Chucho Zarzosa, y con Chucho venían Popo Sánchez, José Solís, Mario Ballina y Félix Agüero. Ése fue el primer concierto de jazz en San Luis […] Ése fue el primer concierto de jazz como tal, porque en San Luis ya se escuchaba jazz en la radio, se escuchaba mucho a Duke Ellington; pero nunca se había oído el jazz de esa época, el bebop y todo lo que traía Chucho Zarzosa.”94 En Michoacán, el pianista Guillermo Gil “siguió en el jazz, creó un quinteto […] y alrededor del 63 o 64, grabó un disco, que sería tal vez el primer disco que se hizo de jazz en Michoacán, donde tocaban temas como ‘La Chica de Ipanema’ y ‘Toma cinco’”.95 En Mazatlán, Sinaloa, “en los gloriosos años sesenta, el Hotel de Cima inaugura su piano bar, El Navegante, y es en ese lugar donde vemos por primera vez a un trío de jazz en vivo, encabezado por el maestro Enrique Loubet al piano, y el baterista mazatleco Roberto Ávila.”96 El bajista Mingo Cruz sustituye a Laca Lichi cuando enferma. Los jazzistas viajan constantemente entre el puerto de Mazatlán y la capital del estado de Sinaloa, Culiacán, por sus presentaciones.

Estos testimonios aislados de algunos estados no pueden competir con la vitalidad, el glamour y la importancia de la programación del jazz en la capital:

En la década de los 60, el dueño del restaurante Cardini Internacional, Alex Cardini, aficionado al jazz, contrata a grandes artistas del jazz internacional, como Oscar Peterson, Ella Fitzgerald, Bud Shank, a quienes trae para presentarlos en grandes salas de concierto por medio de apoyos gubernamentales […] aprovecha para invitarlos a su lugar varias noches con un tremendo éxito. Otro de estos sitios, quizás el más recordado es El Riguz, en el que se presentan prácticamente todos los jazzistas de la época, tanto nacionales como extranjeros, en estos momentos el jazz es realmente popular en México, inclusive en la televisión, en donde antes nunca incursionó esta música, se abren espacios para algunos programas esporádicos, inclusive en algunos de la programación infantil, los cuales benefician a la generación a la cual pertenezco.97

Se organizan concursos de jazz acorde a los instrumentos, los cuales llegan a ganar músicos de la provincia como Raúl Lizárraga y Esteban Favela, de Baja California, que se ganan en 1961 un primer lugar como sax tenor y sax alto, respectivamente: “Daban una copita simbólica al que ganaba”.98 Roberto Aymes hace el recuento de un grupo destacado de estos músicos:

Nuevos músicos importantes se añaden a la lista de creadores: Salvador Agüero, Álvaro López, Juan Ramón Sordo, Gonzalo González, Félix Agüero, Eduardo Sánchez Cárdenas, bateristas; Freddy Guzmán, Mario Contreras, Adolfo Sahagún, Ramón Flores, Leo Muñiz, Víctor Guzmán, Carlos García, Roberto Mendoza, trompetistas; los pianistas Félix de la Mora, Enrique Orozco, Jorge Ortega, Luis y Ricardo Ocádiz, Pedro Plasencia, Tony Alemán, Jesús Chucho Altamirano, Enrique Nery, Juan José Calatayud, Chucho Zarzos —por cierto este último ya de gran trayectoria se incorpora al jazz con extraordinarios éxitos—; dentro de los contrabajistas encontramos a Carlos Macías, Pancho Becerra, Fernando Sandoval, Mario Ballina, José Luis Rivas, Ernesto Espinosa; en los saxos estaban Rodolfo Popo Sánchez —hoy día el de mayor reconocimiento—, Adolfo Díaz, Mike Bravo, Chinto Mendoza, Esteban Favela, de Ciudad Juárez al norte de México Fernando Montes, Armando Noriega, el extraordinario y experimentado Ramón Negrete; en otros instrumentos se destacaron los trombonistas Jesús Aguirre, Enrique Sida y el México-norteamericano (ex de la banda de Buddy Rich) Vicente Vince Díaz; en la guitarra se destacan Nicolás Martínez, Miguel Peña, Luis Agüero, Fernando Díaz; hay que hacer una mención muy especial al multinstrumentista originario de Acapulco y gran virtuoso Macario Luviano.99

En esta época las grandes orquestas tienden a desaparecer pero todavía destaca la de Leo Acosta. En el jazz vocal los principales exponentes son Hoppe Holle y Vin Morris100 de Estados Unidos, Katryn Georges de Francia, Monna Bell de Chile y representando a México, Freddy Noriega, quien aparte ha sido baterista y pianista de gran trayectoria, alternando en programaciones con Tony Bennett, Frank Sinatra, Sammy Davis Jr. y Nancy Wilson, entre otros.101

Una novedad de esta década es la entrada del género jazz mexicano en las grandes salas de concierto en 1961, principalmente gracias al talento del trompetista Chilo Morán con su sexteto, lo que denota el reconocimiento institucional para esta música, así como la invitación a conquistar nuevos públicos. En enero de 1962 las puertas del Palacio de Bellas Artes se abren para varios conciertos de la orquesta de Arturo Chico O’Farrill, compuesta de jazzistas mexicanos, en la cual Chilo Morán brilla otra vez. O’Farrill, músico, arreglista y compositor cubano muy reconocido, que decide radicar en la capital mexicana de 1957 a 1965, había escrito música en Estados Unidos para Benny Goodman y Stan Kenton, entre otros, estrena en Bellas Artes varias obras importantes como la Suite Azteca y su Sinfonía en Jazz.102

 

Tino Contreras, el gran baterista, considerado como el rey de las percusiones, continúa su ascenso alternando los escenarios de festivales con los más grandes del jazz norteamericano103 y trae el merengue a México. Mezcla los ritmos del merengue con armonías de jazz, y este ritmo viene a suplantar al chachachá, entonces de moda. En 1960 produce Jazz Tropical, una fusión de armonías de jazz con ritmos como el guaguancó, la rumba, la guaracha, el bembé, todos ritmos cubanos, y la bossa nova. Otro de sus experimentos es la integración de un cuarteto de jazz con mariachi.

A la par de estos grandes sucesos, el día a día de los músicos de jazz en México empieza a ser más difícil con la invasión del rock. La industria del disco favorece al naciente género, de tal manera que los lugares donde se toca y escucha jazz empiezan a confiar las noches a las emergentes bandas de rock o, de plano, cierran sus puertas. El otro problema de esta década es que el sindicato de músicos de la capital, recién creado (la Unión de Músicos) defendiendo una identidad musical mexicana, rechaza el jazz por sus influencias norteamericanas o por desprecio, tal como en los años veinte. Resulta que muchos músicos extranjeros se regresan a sus países de origen ya que no obtienen las autorizaciones para tocar en los espacios controlados por el sindicato, como los hoteles, de modo que no pueden quedarse en México. Se pierde la interacción informal y cotidiana de jazzistas mexicanos y extranjeros en tocadas, frenando el crecimiento de los jazzistas locales.

Al mismo tiempo que los jazzistas mexicanos tienen problemas para encontrar foros, se nota en esta década la aceptación institucional para el género, ya que las ciudades importantes del país invitan a grandes artistas internacionales, como Art Blakey y sus Messengers, Chico Hamilton, Thelonious Monk, Herbie Mann, Stan Getz y Dizzie Gillespie, entre otros, y representando a la nueva música brasileña, la bossa nova, figuras de la talla de Antonio Carlos Jobim, Carlos Lyra y Hermeto Pascoal. 104

Los años setenta. La década eléctrica

El rock tardó algunos años en ser un movimiento general de la juventud mexicana, pero en los setenta se instala definitivamente en el país. Por gusto o necesidad los jazzistas van incorporando elementos del rock en su repertorio, que ahora incluye también muchas más composiciones originales, y electrifican sus instrumentos para tocar con más poder.

Varios acontecimientos provocan cambios en los jazzistas en la capital: presencian algunos grandes conciertos de jazz rock o jazz fusión como el del grupo alemán Claus Doedlinger Passport105 y un concierto del grupo Weather Report a finales de la década, lo que causa un gran asombro en la comunidad por el estilo y concepto que manejan; esto resulta una gran aportación al medio. También sucede que los músicos tienen más acceso a los discos de rock, jazz rock y soul y bandas mexicanas como 39.4, Bandido, Goliat, Los Beethovens, entre muchas otras.106 Por ejemplo, dice el guitarrista Mario Lladó, el jazz llega a Campeche a principios de los años setenta, pasando por Blood, Sweat & Tears, Chicago, Cold Blood, Ides of March.107

El otro cambio que debemos subrayar es la evolución en la preparación musical: si muchos jazzistas no tienen otra opción de estudio que las transcripciones de temas y solos de los discos, otros tienen la posibilidad de una formación en Estados Unidos (en los departamentos de música de diversas universidades) o con músicos norteamericanos formados a nivel universitario que radican en México y les comparten sus conocimientos. Se desarrollan también algunos departamentos y escuelas de música a nivel universitario en el país y, si bien no todos tienen un departamento o un taller de jazz, por lo menos puede subir mucho su nivel técnico. En 1975 se forma la Escuela de Música en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) de donde salen jazzistas como el saxofonista Alberto Moreno, quien “fue el primero que hizo el grupo de jazz de la Universidad. Él es el parteaguas ya en la época moderna, en los años setenta”.108

El trombonista estadounidense Gurudas Singh Khalsa se instala en Cholula, Puebla. Egresado de la Universidad de Texas, tiene una larga trayectoria como miembro de sinfónicas y hasta bandas de circo.

En Morelia, Michoacán, “los músicos de jazz se empezaron a formar a través de los músicos clásicos, que era la escuela que había aquí. El jazz que más les llamó la atención […] fue el que hacía el cuarteto de Dave Brubeck.109 A mediados de los setenta, el maestro José Herrera funda el Cuarteto de Jazz de la Universidad Michoacana dando “a conocer el jazz en Morelia, tocaban en las actividades culturales y universitarias que había en ese momento”.110 Él había sido formado por el maestro Guillermo Gil, tocando en su grupo de jazz, en el Normandie, un espacio elegante de Morelia. A veces tocaban bebop, pero Guillermo Gil, también considerado como “el compositor romántico de Morelia” por su trabajo con su orquesta de cuerdas, “hacía jazz más como manera de entretenimiento”.111

Porque efectivamente, como en otras partes del mundo, en México coexisten al mismo tiempo el jazz fusión (quizá más en las urbes) y otros estilos de jazz: acústico, los standards del swing y el bebop, que se pueden escuchar en los principales hoteles de las ciudades.

En la capital nace un nuevo club que originalmente se llamó Musicafé 2 y posteriormente New Orleans; abre sus puertas a finales de la década y el pianista Eugenio Toussaint lo orienta hacia el jazz.112 Junto con sus hermanos Enrique (bajo) y Fernando (batería), Toussaint y el saxofonista Alejandro Campos forman en 1976 el grupo Sacbé, cuyo nombre, ‘camino blanco’ en lengua maya, determina su voluntad de integrar los nuevos aspectos del jazz del momento a una identidad latinoamericana original, reflejo de un movimiento musical mexicano fresco e importante. Obtiene gradualmente mucho éxito y se van a trabajar dos años a Mineápolis y varios de los discos siguientes se graban en Estados Unidos. Eugenio y Enrique siguen su formación musical en Estados Unidos, pero Sacbé continúa existiendo en el extranjero o en México hasta el fallecimiento de Eugenio.113

A pesar de una relativa popularidad del jazz, el rock expulsa a los músicos de jazz de los centros nocturnos y tienen que buscar refugio en otros espacios llamados cafés cantantes, en bares, cabarets y cualquier espacio, tocando jazz o, cuando no se puede, boleros, danzones y música tropical. Como lo dice el pianista Juan José Calatayud, “para poder tocar jazz y vivir de él es necesario saber interpretar de todo. En México, el medio no es el adecuado para especializarse en el jazz”.114

En Chihuahua, los jazzistas entraban y salían de sus grupos, ya que para vivir “todos tocaban en otras bandas” para amenizar fiestas o en bandas de rock, ya que el estado es bastante rockero.115

Así recuerda el guitarrista Ignacio Rosales a los hermanos Morones de Zacatecas: “Me invitaba (Raúl Morones) a su casa y encontrábamos a un grupo de personas ensayando, tocando piezas como ‘Take Five’ […] Eran su papá, el maestro José Morones, que tocaba el bajo, el violín y el piano; su tío, Pancho Morones, a la guitarra; al sax don Felipe Márquez, y un señor de apellido Mata que tocaba el trombón; en la batería estaba Don Tito el de las tortas, famoso por vender tortas en los portales de la ciudad” tocaban música comercial y jazz, “por supuesto, hacían improvisaciones”.116

En Pachuca, Hidalgo, el jazz es ocasional y está directamente ligado a los establecimientos de prostitución en la zona de tolerancia: “Los músicos de jazz se veían orillados a ejecutar otros géneros si querían vivir de hacer música, y deslizaban algunos elementos de jazz mientras tocaban. Y de repente llegaba algún cliente con un gusto distinto, pedía algo de jazz, y se le complacía. Ése fue uno de los primeros espacios para tocar jazz y blues en Hidalgo”.117 En el norte, sin embargo, el jazz sigue teniendo buena salud: “Se dice que Ensenada […] es famosa por el vino, por la buena comida y por el jazz […] El jazz empezó antes de todo eso; antes del boom del vino y del boom de la comida, nosotros ya estábamos tocando jazz por acá; te digo que en el bar teníamos llenos totales siete días a la semana, llenos, y además con gente esperando para poder tener una mesa”.118 En Guanajuato el trío de jazz Las Manos toca exitosamente todos los días en el hotel La Estancia.

Afortunadamente en estos años se abren las oportunidades de tocar en festivales fuera de sus propios estados: en Oaxaca, los hermanos Guillermo y Pablo Porras tienen mucha fama, y tocan en festivales en Xalapa, Ciudad Juárez o el Festival Cervantino durante muchos años. En Guerrero Chito Fierro, saxofonista tenor de Acapulco y el maestro Macario Luviano, multinstrumentista, invitaban a músicos del puerto y Stan Getz “se ponía a tocar con ellos y les decía que tenían muy buen nivel musical”.119

Germán Ortiz Palomeque explica que en Tabasco, la gente “escuchaba mucho Eumir Deodato y música así, un poco light, bossa nova y un poco de jazz brasileño. Además, la gente ya tenía idea de algunos músicos norteamericanos como Duke Ellington, algo de Miles Davis”120 y afirma que el jazz aparece estas tierras por ahí de 1978 o 1979, cuando llegan los primeros grupos de jazz a tocar a Tabasco. Venían de la ciudad de México, como Gerardo Bátiz con su ensamble, Popo Sánchez, Héctor Infanzón, Enrique Nery, Leo Corona, Miguel Villicaña. En estos años se presentan en muchos estados los músicos Juan José Calatayud, Francisco Téllez y Tino Contreras a tocar y dar talleres, presentar y enseñar el jazz contemporáneo, haciendo una gran labor de difusión.

Estos intercambios se dan a veces entre músicos mexicanos y extranjeros: grandes artistas norteamericanos se presentan en México, como Bill Evans Trío, Dave Brubeck, Thelonious Monk, Carmen McRae, Sarah Vaughan, Stan Getz, Oscar Peterson, Dizzie Gillespie, The Modern Jazz Quartet, The L.A. Four, e invitan a artistas mexicanos a compartir el escenario. En uno de ellos —una de las mejores salas del mundo, la Sala Nezahualcóyotl— se presenta el grupo de Charles Mingus en 1976,121 y la ocasión fue tan significativa que Hugo Gutiérrez Vega, entonces director de Difusión Cultural de la UNAM, la calificó como la “verdadera inauguración de la Sala Nezahualcóyotl.”122

A mediados de los setenta nace la primera marca disquera con intenciones de producir jazz, la N.C.L., que apenas realiza unas cuantas grabaciones con grupos locales y otras tantas con grupos cubanos. Afortunadamente la mayoría de las formaciones importantes, que a diferencia de otras épocas llevan nombres específicos, dejan grabaciones producidas por ellos mismos, que ahora se están reeditando.123

Los ochenta. Festivales efímeros

Si esta es una de las décadas más grises en el jazz nacional, la creatividad no por eso es menor. Los ochenta se caracterizan porque fueron producidos festivales nacionales e internacionales de primera y única edición. Desde entonces la credibilidad del jazz para organizadores y productores ha venido a menos. Son pocas las ocasiones en que músicos mexicanos abren conciertos. Sin embargo, algunos productores como Fernando Diez de Urdanivia y algunas instituciones como la Universidad Nacional, Bellas Artes, la Embajada de Estados Unidos, el Instituto Alemán Goethe, la Embajada de Francia, etcétera, invitan a grupos y solistas de jazz, permitiendo al público y a los músicos acercarse a una visión más completa del panorama jazzístico mundial. Fernando Diez de Urdanivia tiene una larga trayectoria en la producción de música clásica y desarrolla presentaciones de grandes creadores como Woody Shaw, Dexter Gordon, Bobby Hutcherson, Chick Corea y The Heath Brothers, entre otros.124

En Oaxaca, “no había una cultura del jazz, Oaxaca llegó muy tarde a este tema”, básicamente por el aislamiento geográfico de la ciudad, rodeada de montañas. El primer grupo, cuya formación había sido solicitada por el dramaturgo Sergio Magaña, no recibe el mismo apoyo cuando él ya no está en Bellas Artes, y hay una ruptura. El pianista Jorge Torres forma el grupo Yope Power, que ameniza las inauguraciones de exposiciones u otros eventos culturales de la ciudad: “El Yope Power sí fue la primera banda ya muy clavada en la cultura del jazz como estilo de vida”.125 En una temporada colabora en el proyecto de Cipriano Izquierdo, que radica un rato en Oaxaca. El grupo de jazz de la escuela de Bellas Artes queda a cargo de los hermanos Porras, que empezaron en una banda de jazz rock llamada Los Beethovens (con un repertorio de jazz, rock y soul). En la misma época sale el elepé llamado Homenaje a Oaxaca grabado por un trío126 en 1987. De carácter convencional, el lado A incluye un popurrí de temas oaxaqueños y el lado B unos standards de jazz, sin improvisaciones, para bailar. Es solamente a finales de los ochenta cuando se hacen los primeros conciertos de jazz (no festivales) sin mucho público, a pesar de una buena programación;127 los músicos que realmente quieren tocar jazz tienen que salir de Oaxaca hacia la capital.

 

En Puebla en 1981 se forma una Orquesta de Jazz de la BUAP y luego Pancho Cáceres, contrabajista que había formado parte de esta orquesta, funda el Nimbus Jazz con la pianista Lis Piani y están activos durante varios años. En Guanajuato no es sino hasta poco antes de la década de los ochenta cuando se escuchan “algunas de las melodías características del jazz tradicional […] y la pasión de improvisar.128 En los foros alternativos, bares, cabarets y restaurantes se podía “escuchar una pieza de jazz por dos de rock”.129 Difícilmente los jazzistas encuentran un tutor o guía, hasta 1983 cuando el maestro Jorge Martínez Zapata ­imparte un taller de teoría e improvisación después del cual surgen ensambles como las Teclas Negras del Sincopado, Suite Jazz Band y un grupo de la Universidad de Guanajuato dirigido por el propio Zapata. En 1984 José Luis Chagoyán Hopalong viene a residir un tiempo en la ciudad de León para tocar en un lugar llamado Contrapunto, que alberga a grupos guanajuatenses como Los Downbeats de Salomon Maawad, Verónica Ituarte, Chilo Morán, Leo Corona, Popo Sánchez, Juan José Calatayud y —más tarde— Magos Herrera y Lila Downs. Otros proyectos lo llevan al Madeiras, tocando en trío. En 1986 o 1987 llega Carlos Tercero a tocar latin jazz en el Jardín de las Aves.

En el Estado de México se forma en los años ochenta el grupo So What, a solicitud del rector de la Universidad, Agustín Gasca; tocan un repertorio de George Benson y Joe Pass con la cantante norteña Diana Balleres antes de pasar al blues.130

Dice Efrén Minero131 que desde mediados de los ochenta hasta fines de la década de los noventa es la mejor y única etapa en el jazz de Tlaxcala. Anteriormente quizá algunas personas habían podido ir a la ciudad de México o a Puebla y escuchar al grupo de Dave Brubeck con Paul Desmond, pero sobre todo el jazz se difunde en la Radio Altiplano 96.5 XHTLAX, que ofrece una programación iconoclasta y muy heterodoxa.

Después del temblor de 1985, “los edificios de algunas emisoras se vinieron abajo, entre ellos el que ocupaba la XEB, la B grande de México. El equipo y el material discográfico rescatados de entre los escombros de esa emisora fueron traídos a Tlaxcala para dar vida a una nueva radio”.132

En el estado de Hidalgo el periodista cultural Juan Carlos Hidalgo recuerda el teatro “El Corral de la Cabra, centro teatral a cargo de Emmanuel Márquez que en la década de los ochenta también ofrecía en estos años espectáculos musicales, sobre todo de rock, pero en el que también había espacio para el jazz”.133

Sobre el caso de Colima, Diana Selene Peña cuenta: “En 1985 llegaron a Colima el saxofonista estadounidense Bindu Gross y la maestra Beatriz Torres, pianista del DF y gran amante de la música de Keith Jarett y Scott Joplin”.134 Ellos abren un café, el Uno Dos Tres, lleno de discos de acetato, libros, videocasetes en formato VHS y revistas; tienen también una programación musical de jazz. Antes de ellos el jazz no existía en Colima, con excepción de algunas orquestas que hacían bailar a la gente sobre unas melodías de jazz (entre otras, la famosa Orquesta Colorado Naranjo que lleva décadas animando bailes).

En Michoacán en esos años ochenta empiezan a cambiar las cosas: un grupo de muchachos llamado Miel está muy interesado en el jazz fusión y jazz rock con un repertorio de Billy Cobham, Gino Vanelli y Chick Corea. “Sin embargo, no hicieron grabaciones ni nada”.135 Tienen un espectáculo, vestidos de un uniforme al estilo de Earth, Wind & Fire. Existe también el grupo de un pianista que se hace llamar Farid Algahazar. Invita a dos músicos que después se convirtieron en agentes muy importantes para el desarrollo del jazz en Morelia: el trompetista James O’Donnell el Oso y el saxofonista Jonathan Worrell; ambos, originarios de Detroit, tocan en el estilo del bebop. Juan Alzate es parte del Quinteto de la Universidad, que se convierte en el grupo base del festival organizado por la propia universidad, y en 1984 invitan “a un pianista italiano que se llama Francesco Crosara que, a pesar de ser un jovencito, era impactante, porque él estaba tocando en la orquesta de Lionel Hampton y era muy amigo de Chick Corea”. Integran al saxofonista Howard Clifton a su Jazzteto, “él sí traía todo el sonido moderno, toda la onda neoyorquina; él nos introdujo a la onda Wayne Shorter, al rollo más experimental de Coltrane, ese rollo”.136 Una pareja, Gerardo Bernal y Edu Tinel, compran un edificio en Morelia y lo transforman en una peña, con una programación importante en jazz latino y tradicional. Alternan en muchos lugares Jazzteto, de latin jazz, y un grupo iniciado por Efrén Capiz y Miguel Villicaña de jazz fusión. Así que en Morelia coexisten todos los estilos de jazz, pero es realmente a finales de la década cuando se mueven las cosas por la intermediación de Saúl Juárez, director del Instituto Michoacano de Cultura, ya que gracias a él se institucionaliza el jazz.

Es difícil de definir la identidad de los jazzistas de Morelos por la cercanía con la ciudad de México: son jazzistas de esta tierra Arturo Cipriano Izquierdo, Marcos Miranda, Isabel Tercero y Guillermo González Phillips, aunque no han nacido, crecido o habitado exclusivamente en Morelos. Cuernavaca es efervescente con el Casino de la Selva, La Casa Verde, hoteles haciendas (Ex Hacienda de Cortés), el Rincón de Madero y el bar Flamingo. Muchos músicos locales tocan en estos lugares, creando el ambiente de la ciudad, que es también sede de visitas y conciertos de músicos reconocidos internacionalmente, entre los que destacan Dexter Gordon, Gerry Mulligan, Gil Evans y Charles Mingus; estos dos últimos viven por temporadas en Cuernavaca y fallecen en esta misma ciudad, Mingus en 1979 y Evans en 1988. La particularidad de la ciudad es una corriente subterránea y alternativa de jazzistas quienes “no solo rechazaban tocar o identificar” los standards típicos, “sino que se afanaban por tocar composiciones suyas y por darle una identidad propia a su quehacer jazzero, aun so pena de ser marginados […] por los empresarios, las instituciones culturales […] y los medios de comunicación locales”.137 Dice el pianista Marcos Herrera que toca jazz tradicional “un trío donde estaban José Luis Rochín en el piano, Guillermo Rivera en la batería y Juan Cadena en el bajo; ellos tocaban ‘La chica de Ipanema’ y algunos standards”.138

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