Del campo yugoslavo al campo colombiano

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Para E. P. Thompson, bajo el concepto de experiencia los seres humanos actúan como agentes y no como individuos libres o autónomos; lo hacen como personas que experimentan situaciones productivas y relaciones dadas, y que recuperan sus experiencias, individuales y colectivas, dentro de su cultura y su conciencia.148 El autor ubica la experiencia como una bisagra entre la estructura y el proceso, y a la vez como un punto de desunión entre tradiciones incompatibles.149

En Walter Benjamin, la experiencia opera en dos niveles: primero, no muy distinta de la noción de E. P. Thompson, es pensada como una praxis plural y compartida; segundo, la experiencia en el plano epistemológico-cognoscitivo como fenómeno social y político relacionado con la narración: “El narrador siempre extrae de la experiencia aquello que narra; de su propia experiencia o bien de aquella que le han contado. Y a su vez lo convierte en experiencia de quienes escuchan sus historias”.150 La narración es una actividad colectiva que desempeña un papel fundamental en la constitución de sentidos compartidos.

La historia está formada por infinitas presiones individuales que tienen aspectos comunes para que se dé un movimiento decisivo de esta. En este caso, múltiples conflictos, alternativas, migraciones y trayectorias individuales tienen determinada lógica que les permite ser vistos como un paralelogramo de fuerzas sujeto a una infinidad de resultados posibles.151

Según Reinhart Koselleck, hay dependencias entre la experiencia y el conocimiento, la percepción del tiempo y las modalidades de escritura de la historia. En cuanto a la experiencia, se define en tres categorías: la percepción de lo irrepetible, la conciencia de la repetición y el saber de las transformaciones que escapan a la experiencia inmediata. Estas tres formas se corresponden con tres maneras de escribir la historia: la que registra el acontecimiento único, la historia que presenta analogías y comparaciones, y la reescritura fundada sobre los métodos y las técnicas que permiten un conocimiento crítico acumulado.152

La autobiografía se relaciona directamente con la experiencia ya que puede ser entendida como “una experiencia que pasa por la coherencia y la unidad, por la armonía de lo disímil y el aplacamiento de la posibilidad”.153 Además, la autobiografía es la forma escrita de plasmar esa experiencia, es “el relato de una experiencia individual, que revela las acciones de un individuo como agente humano y como partícipe de la vida social”.154 Allport complementa esta idea diciendo que es la “manifestación verbal del propio sujeto que nos proporciona, intencionadamente o no, información relativa a la estructura y dinámica de la vida del autor”.155

La autobiografía puede ser abordada como parte de un proceso histórico y de unas presiones estructurales, de ahí su poder de generalización. Es la convicción de que la opinión colectiva se manifiesta en la experiencia subjetiva individual.156 Entonces, la sociedad crea una identidad personal a través de su interiorización en el sujeto.

En relación con la subjetividad y la identidad se analizará la autobiografía. Para comenzar, esta va a ser entendida en el presente trabajo como un espacio subjetivo de forjamiento de la identidad.157 Es decir, es un espacio de reflexividad donde el yo repara y se forja como un relato coherente.158 “El espacio autobiográfico es subjetivo en tanto el yo se mira, se produce, de ahí la necesidad de pensar esta escritura como una experiencia subjetiva del yo”.159

La identidad está constituida por una multiplicidad de elementos que no se limitan a los datos que figuran en los registros oficiales y está sujeta a un proceso temporal: “La identidad no se nos da de una vez por todas, sino que se va construyendo y transformando a lo largo de toda nuestra experiencia”.160 Por tanto, es “un dibujo sobre una piel tirante; basta con tocar una sola de esas pertenencias para que vibre la persona entera”.161 La identidad personal articulada con el pasado y un futuro anticipado debe mantener su relación con identidades sociales más amplias.162 Para nuestro caso, y en el caso de un inmigrante, es particularmente relevante considerar las tensiones entre identidades nacionales en perspectiva transnacional, marcadas por el tránsito del inmigrante entre su lugar de origen y su lugar de acogida. Al mismo tiempo, deberemos tener en cuenta la identidad múltiple de los lugares mismos, que a menudo no están definidos por una única nacionalidad, por ejemplo, el contexto multicultural de Hungría en la década de los cincuenta, del que partió Imre Mikli, donde confluía una diversidad de nacionalidades e identidades europeas herederas del marco previo del Imperio austrohúngaro; también Trieste como ciudad de refugiados marcada por una historia nacional ligada tanto al Imperio austrohúngaro, como a la conformación del Estado-nación italiano y a la zona de contacto en la que se definieron los bloques característicos de la Guerra Fría y se articularon las políticas migratorias internacionales en la posguerra; y, finalmente, Colombia como Estado-nación joven que a mediados del siglo xx seguía recibiendo oleadas migratorias a la par que configuraba y reconfiguraba su identidad nacional.

Algunos investigadores han mostrado cómo la escritura de una autobiografía no solo ha cumplido la función de construir la identidad individual de sus autores a través de un ejercicio de autocomprensión, sino que también a través de ello ha contribuido a la construcción de una identidad colectiva conducente a la configuración de identidades nacionales en tensión. Este esquema de indagación ha sido aplicado, por ejemplo, a figuras históricas clave en la construcción de la identidad nacional poscolonial de la India y del mundo árabe, como Gandhi, Nehru, Hussein o Said,163 y es aplicable a esta investigación, ya que el autor de la autobiografía (Imre Mikli) incluye reflexiones sobre la identidad del inmigrante llegado a América Latina y específicamente sobre la construcción de la identidad nacional colombiana.

Como veremos, en algunos elementos de esta autobiografía podemos ver a un Imre Mikli genuinamente colombiano en su identidad nacional (aunque sea inconsciente e involuntariamente), pero en otros vemos a un Américo con una identidad híbrida, difusa en lo nacional. En este marco se suele debatir si la identidad del autobiografiado simplemente se integra como una pieza en un colectivo vinculado a una identidad nacional homogénea y fuerte, o si por el contrario el relato autobiográfico contribuye a construir una identidad nacional emergente o discordante con la del colectivo.164 En el caso de Imre Mikli, este tipo de análisis comportará un ejercicio altamente complejo pues existen todavía pocos estudios históricos sobre la construcción contemporánea de la identidad nacional colombiana.

La autobiografía ha sido cultivada por colombianos de renombre que han tenido un papel fundamental en la configuración de la identidad nacional colombiana. Quizá el más famoso y relevante de ellos en la época contemporánea sea el escritor Gabriel García Márquez, quien a pesar de conformar la imagen del más genuino escritor colombiano y jugar un papel fundamental en la inteligibilidad de la colombianidad a nivel internacional, vivió gran parte de su vida en México. En sus memorias autobiográficas Vivir para contarla, García Márquez indicó reflexivamente: “La vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda, y cómo uno recuerda para contarlo”. En sus memorias, García Márquez revista episodios clave de la historia colombiana, como la época de la Violencia en los años cuarenta y cincuenta, incluyendo acontecimientos que considera que fueron borrados de la historia, como la masacre de las bananeras. A pesar de construir en su narrativa su voz como individuo solitario que escribe, su autobiografía conecta la historia de vida personal con una narrativa mucho más amplia de proyección nacional y continental.165

Las biografías, según Ferrarotti, se sitúan en el tiempo histórico entre la anécdota y la gran historia. Solo a través de los hombres suceden las cosas y las historias de vida o biografías ayudan a comprender “lo frágil e inseguro que es el destino de los hombres. Una biografía hace posible prestar más atención a las posibilidades, al acontecimiento, a la secuencia cronológica; sólo ellos pueden dar al historiador el sentido del tiempo en el que viven los hombres”.166 Pierre Bourdieu menciona que el relato —biográfico o autobiográfico— propone unos acontecimientos que sin estar todos contemplados en su totalidad, ni desarrollados en su estricta sucesión cronológica, tienden a organizarse en secuencias ordenadas según relaciones inteligibles. Entonces, el sujeto y el objeto de la biografía comparten el mismo interés por aceptar el postulado del sentido de la existencia narrada.167

Memoria

Ahora bien, otro pilar fundamental del análisis es la memoria. La memoria colectiva de un grupo determinado es estructurada con sus jerarquías y clasificaciones, y ayuda a fundamentar y reforzar los sentimientos de pertenencia al grupo y delimitar las fronteras socioculturales:168 “Lo que está en juego en la memoria es también el sentido de la identidad individual y del grupo”.169 Para que esta memoria sea posible, debe existir un proceso de selectividad y negociación que concilie la memoria colectiva con las memorias individuales.

Roger Chartier (refiriéndose a Paul Ricoeur) plantea la noción de memoria equitativa, que obliga a las memorias particulares a confrontarse con una representación situada en el orden de un conocimiento universalmente aceptable, esto es, la relación implícita entre el microanálisis y la macroestructura.170 La autobiografía hace parte de esta memoria equitativa como testimonio histórico, pero la productividad de este texto testimonial aumenta cuando se pone en relación con el contexto. Vincular la historia de vida con las características contextuales del cuadro histórico objetivo supone una descomposición del concepto de contexto según la triple directiva: primero, el contexto en el sentido histórico con la dificultad de relacionarse con la memoria individual; segundo, el contexto en el sentido evocativo y recreativo; tercero, el contexto en el sentido de cuadro objetivo socioeconómico en el cual la mirada cuantitativa es fundamental.171

 

A la hora de narrar la experiencia, es pertinente tener en cuenta la función de la memoria, la cual no puede ser entendida como un espejo de la realidad, sino como un filtro que la recrea, la reinterpreta e, incluso, la imagina:

La memoria humana es, por ello, un proceso dinámico. Está en permanente reconstrucción. Posee una naturaleza transformadora, recreativa y omnipresente. Reaparece, quiérase o no, mezclada con la ficción. Uno de sus componentes es la ficción. Y viceversa. De ahí que lo autobiográfico aflore siempre en mayor o menor grado […] junto a ello, en esta amalgama de recuerdos y ficción, de sensaciones e imaginación, operen los silencios y olvidos, los disfraces y enmascaramientos.172

La memoria individual es posible en el seno de una determinada memoria cultural, social e institucional que se configura en lo cotidiano. En lo rutinario se construye un elemento básico de la actividad social. La repetición de actividades es la base material que llama la naturaleza recursiva de la vida social: “[la] rutinización es vital para los mecanismos psicológicos que sustentan un sentimiento de confianza o de seguridad ontológica durante las actividades diarias de la vida social. De igual forma, el término ‘cotidiano’ capta con exactitud el rasgo rutinizado de una vida social que se desarrolla en un espacio-tiempo”.173 Esta rutinización de actividades produce la naturalización y reproducción cotidiana de las estructuras sociales en las que están enmarcadas dichas actividades.

Los impulsos inconscientes y las pasiones individuales no pueden modelar las transformaciones sociales que involucran más vidas humanas, pero sí pueden crear disposiciones para dichos cambios. Los resultados históricos dependen de luchas sociopolíticas concretas que están permeadas por procesos inconscientes y conscientes, estrategias y representaciones materiales.

En la autobiografía se ordenan los acontecimientos recordados que bautizaron una existencia. Por esto se intenta establecer cierta coherencia por medio de acontecimientos lógicos y su continuidad, los cuales definen el lugar social del sujeto y sus relaciones con los demás. No obstante, en dicha narrativa puede surgir el silencio sobre sí mismo, producto menos del olvido que de un trabajo de gestión de la memoria. Estos silencios muchas veces son espacios de seguridad que se dan los sujetos para no hablar de temas que prefieren evitar.

En esta investigación, por ejemplo, primó el silencio colectivo familiar. Al intentar indagar personalmente en la memoria y los relatos de distintos familiares como mi tía, mi padre y los hijos de los hermanos de mi abuelo, noté que el único punto de encuentro fue el vacío y la contradicción. Cada quien le ha dado su propia interpretación al suceso traumático de la migración forzada, algunos relatos son un poco fantásticos, y otros un poco crudos y ahistóricos. En este sentido, el acto de memoria es también uno de imaginación.

En la familia teníamos información “objetiva” general, como que somos producto de una migración de Europa del Este (sin tener claro si fue directamente desde Yugoslavia o de Hungría, y sin tener conocimiento del campo de refugiados en Italia); teníamos idea de la transformación del apellido (sin conocer cuál fue exactamente el cambio, algunos familiares mencionaron que el apellido antes era Miklovicsz); también sabíamos, por parte de mi abuelo, que la experiencia no fue la mejor debido a que repetía constantemente que Colombia era muy diferente a Europa. No obstante, no se articuló por parte de mi abuelo ni de sus hermanos la experiencia real de la vivencia de la guerra, del campo de refugiados, de lo que pensaban, sentían o creían durante su trayectoria migratoria. A esto se sumó la falta de interés por parte de las generaciones de mi padre y mi tía en indagar por esta información y el proceso de colombianización que hizo que se perdiera el idioma y gran parte de las costumbres.

Por lo tanto, me enfrenté a la anonimidad de parientes que reprimieron su pasado en términos de experiencia personal y que rara vez mostraron disposición a compartir sus recuerdos. La herencia de ese silencio en cuanto a los temores, sentimientos y emociones hasta el día de hoy acompaña a la familia. Sin embargo, desde pequeña logré reconocer el trauma de la experiencia migratoria a nivel cotidiano en forma del silencio de las víctimas, que lo llevaron hasta su tumba.

Así, intenté organizar las preguntas y respuestas inconclusas. La investigación fue a menudo similar a una exposición arqueológica, examinando rastros, fragmentos y relatos para tener una idea clara de cómo imaginar toda la experiencia a partir de piezas restantes e incompletas.174

El silencio sobre el pasado también puede analizarse desde la categoría de “memorias subterráneas”, las cuales hacen parte de las minorías y se oponen a la “memoria oficial”: “Esas memorias subterráneas prosiguen su trabajo de subversión en el silencio y de manera casi imperceptible afloran en momentos de crisis a través de sobresaltos bruscos y exacerbados. La memoria entra en disputa”.175 En algunos casos, la memoria oficial conduce a las propias víctimas al silencio, como le ocurrió a los refugiados.

Los recuerdos, entonces, son celosamente guardados en estructuras informales de comunicación que pasan desapercibidas: “La frontera entre lo decible y lo indecible, lo confesable y lo inconfesable, separa […] una memoria colectiva subterránea de la sociedad civil dominada o de grupos específicos, de una memoria colectiva organizada que resume la imagen que una sociedad mayoritaria o el estado desean transmitir e imponer”.176 Las memorias subterráneas son una resistencia de la sociedad civil debido a que contribuyen a dar un horizonte más amplio de interpretación sobre un suceso del pasado.

Notas

1 Licor tradicional de la región hecho de yuca.

2 Este nombre se registró en diversos documentos de esta forma, aunque por error idiomático en algunos aparece como Giselle o Gizela y el apellido Wigh.

3 El relato es construido con base en la autobiografía de Imre Mikli y la memoria oral de Imre y su esposa Emilce Flórez, quienes fueron entrevistados. Los elementos contextuales del relato han sido verificados y son desarrollados razonadamente a lo largo de esta investigación. No obstante, no es el objetivo principal de este trabajo establecer con absoluta precisión la veracidad de los hechos particulares relatados. Estos forman parte de la madeja de la memoria de individuos particulares y de la reconstrucción que de esta hacemos mediante las herramientas de la historia oral. En muchos casos, nos interesa mucho más la lectura entre líneas de estas memorias (que nos permita construir una historia del tiempo vivido por dichos individuos) que el detalle preciso, pero a menudo anecdótico, de determinados hechos puntuales.

4 El recorte temporal de este trabajo (1951-1962) corresponde al periodo desde que Imre se encontraba en Trieste y migró hacia Colombia, hasta que conoció a su esposa Emilce. Sobre estas fechas Imre se detiene detalladamente en su escritura, abarcando gran parte de ella.

5 El personaje principal de esta investigación, Imre, nació en Yugos­lavia y llegó a Colombia con este nombre, pero después adoptó el nombre de “Américo”. Imre, nombre genuinamente húngaro, es sin embargo la forma húngara del nombre germánico Emmerich (en francés: Émeric, Aymeric o Aymery; en inglés: Emery, Emory o Amery), que en castellano se traduce como Américo.

6 El símbolo “/” probablemente substituye tipográficamente la “h” del apellido Vigh. En todo caso, en el recorrido burocrático que otorga oficialmente identidad a los ciudadanos colombianos, los apellidos de Imre (Américo) acabaron transformados en “Vig” y después, en el caso de sus hijos, en “Mikly”.

7 Año en el que Américo se encuentra establecido con su esposa en una casa propia, donde el patio se había convertido en el negocio familiar. Un taller de confección les dio la posibilidad como pareja de emprender económicamente y a Américo le dio el tiempo para poder escribir su autobiografía. Cabe anotar que este trabajo abarca tres temporalidades: el momento histórico que describe la autobiografía, que comprende la década de los cincuenta; el momento de producción de la autobiografía y el momento de recepción e interpretación de esta en el presente análisis.

8 Américo Mikli Vig, El emigrante. Archivo familiar (Bogotá, 25 de junio de 1997).

9 Américo Mikli Vig (1942-2015) es abuelo de Nicole Juliana Mikly Bernal.

10 El ejercicio de reflexividad es parte de la profesión del historiador dado que es pertinente dejar clara la identidad del autor a partir de la cual se escribe la investigación. Un ejemplo es el libro de Harry Harootunian The unspoken as heritage, que aborda la historia familiar en el contexto del genocidio armenio, explorando la vida personal del autor, su herencia familiar y la diáspora armenia para, de esta forma, ofrecer una mirada histórica a la experiencia cotidiana de sus padres desde la infancia hasta el presente. Harry Harootunian, The unspoken as heritage: the Armenian genocide and its unaccounted lives (Durham: Duke University Press, 2019).

11 Como pequeños ejemplos antes de entrar en el marco teórico de la investigación, véanse Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo xvi (Barcelona: Muchnik Editores, 1981); Alessandro Portelli, “Historia y memoria: la muerte de Luigi Trastulli”, Historia y Fuente Oral 1 (1989); Claudio Lomnitz, El regreso del camarada Ricardo Flores Magón (Ciudad de México: Ediciones Era, 2016).

12 En su autobiografía Américo es consciente de estos aspectos al indicar que “[...] yo como era niño todavía contaba con apenas doce años y por fuerza mayor tenía que hacer lo que mis padres me decían lo mismo que mis dos hermanos”. Mikli Vig, El emigrante, 1. Por este mismo motivo, la autobiografía de Imre se enfoca sobre todo en describir su experiencia en el territorio colombiano, pues cuando se encontraba en Trieste era muy pequeño y las memorias de la época son más reducidas. Por lo tanto, el ejercicio intelectual aquí presentado se ciñe a esta narración.

13 El caso de Austria es tomado en cuenta debido a que es el país del cual se obtuvieron las fuentes primarias por el flujo de correspondencia con Colombia de 1950 a 1954. Además, este país de Europa del Este presenta tensiones entre el Gobierno soviético y la intervención estadounidense en la época.

14 Alessandro Portelli, La orden ya fue ejecutada. Roma, las fosas Ardeatinas, la memoria (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2004); Mauricio Archila, “Voces subalternas e historia oral”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 32 (2005).

15 Jacques Revel, Micro versus macro: escalas de observación y discontinuidad en la historia (Santiago de Chile: Universidad Academia de Humanismo Cristiano, 2011), 19.

16 Lara Putnam, “To study the fragments/whole: microhistory and the Atlantic world”, Journal of Social History 39, n.º 3 (2006): 616.

17 Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2018); Ginzburg, El queso y los gusanos; Max Hering Torres y Nelson A. Rojas, Microhistorias de la transgresión (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/Universidad Cooperativa de Colombia/Universidad del Rosario, 2015), 12.

 

18 Charles Wright Mills, La promesa. La imaginación sociológica (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2003), 23.

19 Alicia Ugarte, Biografía y sociedad. Entre la sociología y la historia (San Carlos de Bariloche: Universidad Nacional del Comahue, 2009), 27.

20 Mills, La promesa, 23.

21 Giovanni Levi, “Un problema de escala”, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad xxiv, n.º 95 (2003): 280.

22 Fernando Durán, “La autobiografía como fuente histórica: problemas teóricos y metodológicos”, Memoria y Civilización 5 (2002): 181.

23 Fernando Ferrarotti, “Historia de vida como método”, uaem 44 (2007): 33.

24 George Orwell, “Benefit of clergy: some notes on Salvador Dali”, en Critical essays (Londres: Secker and Warburg, 1946), 120.

25 Franz Hensel, “Las peregrinaciones del yo: Samper y Obando”, en Conceptualizaciones, genealogías y prácticas (Bogotá: Universidad del Rosario/Universidad de los Andes/Iesco, 2010), 171.

26 Ana Sofía Pérez-Bustamante, Imagen de Castilla del Pino en pretérito imperfecto (Cádiz: Universidad de Cádiz, 1997), 29.

27 Umberto Eco, Interpretación y sobreinterpretación (Cambridgeshire: Cambridge University Press, 1997), 43.

28 Ferrarotti, “Historia de vida como método”, 28.

29 Levi, “Un problema de escala”, 287.

30 Eco, Interpretación y sobreinterpretación, 34.

31 Maria Ligia Coelho, “América Latina: historia comparada, historias conectadas, historia transnacional”, Anuario Digital Revista Escuela de Historia, n.º 3 (2011-2012); Akira Iriye y Pierre-Yves Saunier (eds.), The Palgrave dictionary of transnational history (Houndmills: Plagrave Macmillan, 2009).

32 José C. Moya, “Immigration in Latin America”, Latin American Studies Oxford University Press (2017), doi: 10.1093/OBO/9780199766581-0075

33 José C. Moya, Primos y extranjeros. La inmigración española en Buenos Aires, 1850-1930 (Buenos Aires: Emece, 2015).

34 Josef Opatrný, Las relaciones entre Europa Oriental y América Latina 1945-1989 (Praga: Editorial Karolinum, 2015).

35 María Da Orden, “La inmigración de posguerra en la Argentina: identidad individual, identidad familiar y fuentes epistolares”, Idées d’Amériques 6 (2015).

36 Bárbara Ortuño, “Redefiniendo categorías. Emigrantes y exiliados en los flujos de posguerra desde España hacia Argentina (1946-1956)”, Scielo 18, n.º 35 (2016).

37 Emilio Redondo Carrero, “Las migraciones transoceánicas en la posguerra mundial. España, Argentina y el cime (1946-1964)” (tesis de grado, Universidad de Castilla-La Mancha, 2016).

38 Leonardo Senkman, “Etnicidad e inmigración durante el primer peronismo”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y El Caribe 3, n.º 2 (1992).

39 Ofelia Scher, “Historias comparadas: economía y migraciones en la sociedad de posguerra”, Interfaces Brasil / Canadá 12, n.º 1 (2012).

40 Lorena Ruano, “La relación entre México y Europa: del fin de la Segunda Guerra Mundial a la actualidad (1945-2010)”, Revista Mexicana de Política Exterior 97 (2013): 7-34.

41 Tadeusz Lepkowski, La inmigración polaca en México (Ciudad de México: Cuadernos de la Casa Chata, 1991).

42 Mauricio Cárdenas y Carolina Mejía, “Migraciones internacionales en Colombia. ¿Qué sabemos?” (Taller Migración Internacional y Desarrollo: el Caso de América Latina, Santiago de Chile, mayo del 2006).

43 William Mejía, “Colombia y las migraciones internacionales. Evaluación reciente y panorama actual a partir de las cifras”, Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana 39 (2012).

44 Fernando Urrea, “Principales tendencias de los procesos migratorios en Colombia y la internacionalización de la economía”, Estudios Migratorios Latinoamericanos 8, n.º 23 (1993).

45 María Teresa Aya, Leonardo Carvajal y Gonzalo Téllez, “Indagación sobre las causas de la escasa inmigración en Colombia: ¿ausencia de políticas públicas o políticas públicas restrictivas?”, Revista Opera 10 (2010).

46 Ibíd., 167.

47 Maguemati Wabgou, Daniel Vargas y Juan Carabalí, “Las migracio­nes internacionales en Colombia”, Investigación y Desarrollo 20, n.º 1 (2012).

48 Frédéric Martínez, “Apogeo y decadencia del ideal de la inmigración europea en Colombia, siglo xix”, Boletín Cultural y Bibliográfico 34, n.º 44 (1997).

49 Abel Martínez, “Trópico y raza. Miguel Jiménez López y la inmigración japonesa en Colombia, 1920-1929”, Historia y Sociedad 39 (2017).

50 Joaquín Arango, “Las Leyes de los Migraciones de E. G. Reven­stein, cien años después”, reiss 32 (1985).

51 Inés Sanmiguel, “Japoneses en Colombia. Historia e inmigración, sus descendientes en Japón”, Revista de Estudios Sociales 23 (2006).

52 Juliana Jara, “La inmigración japonesa al Valle del Cauca”, Traspasando Fronteras 1 (2011); María Gómez, “La política internacional migratoria colombiana a principios del siglo xx”, Memoria y Sociedad 13 (2009).

53 Germán Patiño, “El influjo de María: relato sobre la inmigración japonesa y el desarrollo del capitalismo en la agricultura del Valle del Cauca”, Boletín cultural y Biográfico 29, n.º 29 (1992).

54 Inés Sanmiguel, En pos de El Dorado. Inmigración japonesa a Colombia (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2018).

55 Camilo Matos, “Cómo ser colombiano sin dejar de ser chino: migración de chinos a Cartagena de Indias 1940-1960” (tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia, 2015).

56 María Navarrete, Los inmigrantes de la India oriental en el Valle del Cauca (Cali: Gobernación del Valle del Cauca, Gerencia Cultural, 1996).

57 Adolfo Meisel Roca y Joaquín Viloria de la Hoz, “Los alemanes en el Caribe colombiano: el caso de Adolfo Held, 1880-1927”, Boletín Cultural y Bibliográfico 35, n.º 49 (1999).

58 Horacio Rodríguez, La inmigración alemana al estado soberano de Santander en el siglo xix (Bogotá: Editorial Kelly, 1968).

59 Enrique Biermann, Distantes y distintos: los inmigrantes alemanes en Colombia 1939-1945 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, División de Investigación Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, 2001).

60 Daniel Mesa, De los judíos en la historia de Colombia (Bogotá: Editorial Planeta, 1997).

61 José Hernández, “Emigración judía en Colombia en los años 1930 y 1940. Un caso particular: los polacos”, Pensamiento y Cultura 10 (2007).

62 Louise Fawcett y Eduardo Posada, “Árabes y judíos en el desarrollo del Caribe colombiano, 1850-1950”, Boletín Cultural y Bibliográfico xxv, n.º 49 (1998).

63 Aleida Sourdis, Los judíos sefardíes en Barranquilla. El caso de Jacob y Ernesto Cortissoz (Cartagena: Universidad Jorge Tadeo Lozano, 1999).

64 Mayra Umaña, “Del este de Europa, al Sur de América: migraciones soviéticas y post soviéticas a la ciudad de Bucaramanga, Santander” (tesis de pregrado, Universidad del Rosario, 2012).

65 Mónika Szente-Varga, El baúl de las nomeolvides: relaciones húngaro-mexicanas (Budapest: Dialog Campus, 2017).

66 Polina Golovátina-Mora, “Colombian Central Eastern Europe?”, The Polish Migration Review 2 (2017).

67 Ursula Prutsch, Joao Berthona y Mónika Szente-Varga, Aventureros, utopistas, emigrantes del imperio Habsburgo a las Américas (Madrid: Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos, 2017).

68 Adolfo Chaparro y Carolina Galindo, Génesis y transformaciones del estado-nación en Colombia: una mirada topológica a los estudios sociales desde la filosofía política (Bogotá: Universidad del Rosario, 2009); David Bushnell, The making of modern Colombia: a nation in spite of itself (Los Angeles: University of California, 1993); Diana Rico, “La configuración de identidad nacional en un territorio que se advierte extraño”, Umbral Científico 8 (2006).

69 Martha Herrera, Alexis Pinilla y Luz Suaza, La identidad nacional en los textos escolares de ciencias sociales: Colombia 1900-1950 (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2003); Ruth Cortés, “Prácticas de ciudadanización en la escuela contemporánea, Colombia, 1984-2004”, Pedagogía y Saberes 38 (2013).

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