Roja esfera ardiente

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[25] V. Harding, There Is a River: The Black Struggle for Freedom in America, Nueva York, 1983, pp. 55-58.

[26] H. Aptheker, American Negro Slave Revolts, Nueva York, 1993, pp. 223-224.

[27] J. Epstein, «Politics of Colonial Sensation: The Trial of Thomas Picton and the Cause of Louisa Calderon», American Historical Review, junio de 2007.

[28] F. F. M’Callum, Travels in Trinidad during the Months of February, March and April 1803, Liverpool 1805. Véase también J. Epstein, «The Radical Underworld Goes Colonial: P. F. McCallum’s Travels in Trinidad», en M. Davis y P. Pickering (eds.), Unrespectable Radicals? Popular Politics in the Age of Reform, Aldershot, 2008.

[29] W. Fullarton, A Statement, Letters, and Documents Respecting the Affairs of Trinidad, Londres, 1804.

[30] J. Genesio, Portland Neck: The Hanging of Thomas Bird, Portland, ME, 2010.

5. Manzanas del árbol verde de la libertad

Durante la época revolucionaria de la larga década de 1790, Despard tuvo buenos ejemplos de cómo morir honorablemente en la horca: Wolfe Tone, Thomas Russell, William Orr y Robert Emmet murieron en otoño, la época de recolección de las manzanas. Se dice que por sus frutos los conoceréis. Estos son solo algunos de los revolucionarios irlandeses que dieron su vida por la liberación de Irlanda en la Rebelión de 1798. Además de ellos añado una manzana podrida, Joseph Wall, del condado natal de Despard, Laois.

La doctrina de la soberanía popular, en contraste con la monarquía, expresaba su forma constitucional en forma de república. Res publica es el cognado latino. Significa cosas de lo público, en contraste con la res comuna, o cosas de la comunidad pertenecientes a los plebeyos. Por citar un manual renacentista sobre ciencias políticas, la res plebeia «significa solo la multitud en la que se contienen los habitantes mezquinos y vulgares»[1]. Es una distinción crucial. Políticamente, fue una época de repúblicas nacientes y monarquías deterioradas. Las repúblicas triunfaron en Haití (1804), Francia (1792) y Estados Unidos (1789), pero fracasaron en Irlanda (1798), Escocia (1794) e Inglaterra (1803), donde se impuso la monarquía. Económicamente, fue una época de cercamientos, ante los cuales desaparecieron por igual los bienes comunales de subsistencia y el común ideal, y los habitantes se vieron obligados a convertirse en esa multitud de los mezquinos y los vulgares. El significado de lo común cambió en consecuencia. El esfuerzo de Despard, su conspiración de 1802, quedó atrapado en este dilema, y sucumbió ante él. Irlanda era una colonia y un lugar de bienes comunales. Despard se unió a los Irlandeses Unidos, cuyo líder militar era el «ciudadano» Edward Fitzgerald.

Fitzgerald era un vástago de los estratos más privilegiados de la aristocracia. Como militar, sobrevivió a la guerra gracias a la ayuda de Tony Small, el antiguo esclavo afroamericano que le salvó la vida en la batalla de Eutaw Springs. Viajaron con raquetas de nieve y canoa desde la costa de Maine hasta Detroit, donde Fitzgerald fue adoptado por la Nación Seneca con el nombre de Egnidal, antes de dirigirse a Michalmackinac y embarcarse por el Mississippi hasta Nueva Orleans. Regresó a Irlanda para crear y comandar el ejército de los Irlandeses Unidos, y fue asesinado el 4 de junio de 1798.

Los ilotas eran la clase de trabajadores agrícolas de la antigua constitución espartana. Esclavos de la tierra, daban su producto al Estado y se les exigía servir como soldados. Ilota era el término usado por William Drennan para describir la masa de la población irlandesa[2]. Hombres y mujeres irlandeses cosechaban el grano durante las temporadas de trabajo agrícola intensivo en Inglaterra. Hombres y mujeres irlandeses sirvieron de peones para excavar los canales. Hombres irlandeses proporcionaban carne de cañón para el ejército y la armada. Drennan (1754-1820) fue un poeta (acuñó la expresión «la isla esmeralda», en referencia a Irlanda), un arquitecto de los Irlandeses Unidos (compuso su himno) y un obstetra que asistía a mujeres irlandesas en el parto.

El 19 de noviembre de 1798, el cirujano de la cárcel (emigrado francés) susurró sobre el cuerpo gravemente debilitado de Wolfe Tone que, si intentaba moverse o hablar, le llegaría la muerte al instante. Habiéndoles escrito ya a su esposa e hijos para despedirse, Tone simplemente preguntó: «¿Para qué iba a desear vivir?». Y de esa forma expiró debidamente el primer gran líder de la lucha por una república irlandesa independiente, negándoles a sus enemigos, como había hecho Richard Parker, la satisfacción de ahorcarlo.

Desde la derrota de la Rebelión irlandesa de 1798, durante la cual murieron o fueron encarceladas unas treinta mil personas, la vida se había vuelto insignificante. La muerte de Tone preparó el Acta de Unión formalizada en el verano de 1800, que extinguió el nombre de Irlanda como nación y formó el Reino Unido en 1801[3]. Su hijo describe el estado de ánimo subsiguiente: «El aparato militar y la autoridad despótica se desplegó por todas partes; ningún hombre se atrevía a confiar en su vecino, ni uno de los pálidos ciudadanos a dejar ver, por la mirada o la palabra, sus sentimientos o sus simpa­tías»[4]. Diez años antes, el ánimo había sido muy distinto.

En agosto de 1791, mientras los esclavos de Haití pronunciaban el juramento del Bois Caïman y se rebelaban, Wolfe Tone publicaba An Argument on Behalf of the Catholics of Ireland [Argumento a favor de los católicos de Irlanda], que se unió a otros manifiestos de la época –de Paine, Sièyes, Equiano, Volney, Wollstonecraft, Oswald, Spence y Thelwall– expresando una nueva prosa, nueva política, nueva clase y nueva manera de pensar con una lucidez derivada de su propósito, que era la destrucción del Gobierno odioso y de la civilización inicua. Derechos del hombre, el manifiesto de Tom Paine en defensa de la república revolucionaria de Francia, se publicó en Dublín en marzo de 1791, y en ocho meses vendió cuarenta mil ejemplares, el doble que en Inglaterra.

«¿No tiene un católico manos; no tiene un católico ojos, dimensiones, órganos, pasiones? Alimentado con la misma comida, herido por las mismas armas, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y el mismo invierno, que un protestante. Si nos pincháis ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas ¿no nos reímos? Si nos envenenáis ¿no morimos? Si nos herís, ¿no nos vengaremos?»[5], escribía Tone.

Un día despejado, Tone ascendió a Cave Hill, con sus espectaculares vistas sobre Belfast y buena parte de Ulster, y juró con sus camaradas de los Irlandeses Unidos «no desistir nunca en nuestros esfuerzos de subvertir la autoridad de Inglaterra sobre nuestro país, y asegurar nuestra independencia». Dos años después, al declararle Inglaterra la guerra a Francia, Wolfe Tone y su familia partieron hacia el exilio, a América. Allí despreció la avaricia y se quejó de la «aristocracia mercantil», afirmando que «gracias a Dios, no soy americano». Se quedó en West Chester, entre Filadelfia y Wilmington, Delaware, donde puede que leyese The Delaware Gazette, editado por el exprisionero de guerra Robert Coram, un destacado demócrata. En 1791, Coram publicó Political Inquiries. Contenía una crítica a la ley de propiedad privada, e igualmente ensalzaba las prácticas comunitarias de los nativos americanos.

En la comparación entre el hombre civilizado y el salvaje, el contraste más llamativo es la división de la propiedad. Para uno, es la fuente de toda su felicidad; para otro, la fuente de toda su desgracia.

… con la espada de la violencia y la pluma de la sofistería, unos pocos habían saqueado o estafado el grueso de sus derechos, y los pocos se ennoblecieron y los muchos quedaron reducidos de meros animales de presa a bestias de carga.

… los hombres han sido asesinados por delitos ocasionados por las leyes y que nunca habrían cometido de no haber sido privados de sus medios de subsistencia naturales[6].

La cuestión de la tierra se planteó en la práctica antes de ser planteada en la teoría utópica, celta o comunista. Surgió como oposición a los diezmos cobrados por una Iglesia extranjera, y como oposición a la acumulación pura y simple de tierras. El número de quienes carecían de propiedades aumentó drásticamente. Tone creía que 150.000 irlandeses servían en el ejército y en la marina imperiales. El día de Año Nuevo de 1796, se embarcó en Nueva York con destino a Francia. Les dijo a los franceses que «la revolución no debía hacerse para la gente con propiedades». «Si los hombres con propiedades no nos apoyan, deben caer; podemos apoyarnos a nosotros mismos con ayuda de la numerosa y respetable clase de la comunidad, los hombres sin propiedades»[7].

La Sociedad de los Irlandeses Unidos dublinesa se dirigió al pueblo de Irlanda en 1794, en una hoja pensada para colgar en las cabañas. Defendía la «democracia pura», y los derechos de la clase de gente más pobre, a la que se le habían cerrado las puertas de la justicia. El hombre más pobre tiene «una propiedad en su trabajo» y el valor que este aporta al campo y a la fábrica. De hecho, sostenía la declaración, la propiedad es «meramente la colección de trabajo». Estigmatizar a los pobres tachándolos de «cochinos, desgraciados y gentuza» invierte la verdadera situación porque solo ellos, «la masa de trabajo viviente», pueden impedir el despotismo aristocrático. Ese mismo año, William Drennan compuso una defensa contra la acusación de sedición, en la que dice que «ha llegado la hora de que los hombres se vulgaricen», que afirmen los derechos comunes de la humanidad contra la reivindicación del «dominio y la ascendencia» por parte de los dueños de propiedades. Los legisladores se han convertido en «agrimensores, y los agrimensores en legisladores; extendiendo líneas de demarcación en las que a un lado se acumula el privilegio, y al otro se pisotea el derecho común»[8].

 

En 1798, los Irlandeses Unidos publicaron un panfleto ampliamente distribuido, The Union Doctrine or Poor Man’s Catechism [Doctrina de la Unión o catecismo del pobre]:

No es posible que a Dios le agrade ver a toda una nación dependiendo del capricho y el orgullo de una pequeña facción, que puede negar la propiedad comunitaria de la tierra a su gente, o al menos decirle cuánto comerá y qué comerá; y cuánto y cómo vestirá. Como a diario experimentamos nosotros de las manos de estos usurpadores crueles, que se han erigido en una corporación de legisladores, y están constantemente exportando nuestras provisiones, o impidiendo su producción, con la política horrible de conservar la subordinación, mediante una degradación de nuestros caracteres, y obligándonos a todos a la ocupación servil de ganarnos unos medios de vida escasos en un país capaz de producir la mayor abundancia.

William Wickham, secretario de Estado para Irlanda, pretendía «hacer a los líderes despreciables y representarlos ante el pueblo como traidores a la causa que con su propia falsedad sacrifican a los órdenes inferiores». El 7 de junio de 1798, Coigly pelaba una naranja en el patíbulo de Guildford mientras esperaba que el verdugo hiciera su trabajo, mostrando su desprecio por la Orden de Orange, creada tres años antes con la connivencia del Gobierno, para violar, saquear y quemar hogares católicos en el condado de Armagh[9].

Thomas Russell escribió An Address to the People of Ireland [Mensaje al pueblo de Irlanda] en 1796: «Es bien sabido que el viajero recibirá en la cabaña más mísera de las partes más agrestes de Irlanda toda la hospitalidad que las circunstancias del propietario puedan permitirle: recibirá su porción de leche, si la hay, y de patatas; y si se ha perdido, lo guiarán al camino acompañándolo durante millas, y todo esto sin esperar compensación»[10]. Lewis Henry Morgan, el antropólogo estadounidense del siglo XIX, conocedor de los iroqueses, declaró inequívocamente que «la ley de la hospitalidad tendía a la igualación final de la subsistencia», y testimonio tras testimonio habla de esta «ley» entre los indígenas[11]. Jonathan Carver descubrió «una comunidad de bienes» entre los ojibwas de la península Superior de Míchigan; James Adair reveló el predominio de la hospitalidad entre los cheroquis, los choctaw, los chickasaw y los creek en el sur de Estados Unidos; John Heckewelder encontró la regla de la hospitalidad entre los delaware, los cayuhoga, los tuscarora y los muskingum de Pensilvania. Algunos miembros de los Irlandeses Unidos (Tone, Hope, Russell, Nielson) intentaron estimular la movilización de las masas con independencia de la religión, promoviendo explícitamente el radicalismo social con respecto a las rentas, los salarios y los diezmos. John Citizen Burk escribió The Cry of the Poor for Bread [El grito de los pobres por el pan], en el que hace todo lo posible por evitar llamamientos abstractos e hipócritas. Fue escrito en Liberties, un barrio obrero radical de Dublín, en 1795, un año excepcionalmente duro en lo que a la comida se refiere.

¡OH! Señores de las casonas, y otros hombres propietarios de tierras, como habéis monopolizado la tierra, sus hortalizas, su caza, los peces de los ríos, y las aves del cielo ¿podéis permitiros solo una libra y 12 onzas de pan malo, húmedo, mohoso y adulterado por 4 peniques? Y mantequilla, queso y carne proporcionalmente caros…

Y haréis más, cazaréis, mataréis y destruiréis con la espada, así como con el hambre, a vuestros degradados y miserables hermanos si lloran para pediros pan…

CIUDADANOS, soldados, milicias, regimientos, paisanos, y familia de sangre, ¿mataréis a vuestros hermanos, de cuyas entrañas y harapos se ha extraído hasta ahora la parte principal de vuestra miserable paga?

¡OH Irlanda! ¡Si tus gobernantes permanecen sordos ante tu grito pidiendo pan, no desesperes, ni te destruyas por divisiones partidistas o intestinas!… Busca tu libertad. ¡Y manifiesta tu voluntad con una voz, y su poder irresistible para conmoverla, tal vez esté en las alas del viento!»[12].

Una gran multitud se reunió en Downpatrick, condado de Down, Irlanda, para presenciar el ahorcamiento de Thomas Russell, la mañana del 21 de octubre de 1803. Era la quintaesencia del irlandés unido, desde la fundación de esta sociedad en 1791 hasta su última manifestación, en 1803[13]. Alto, atractivo, poético, espiritual, atlético, Russell poseía capacidades de notable movilidad: entre Belfast y Dublín, entre protestantes y católicos, entre proletarios urbanos y campesinos rurales, entre ciudad y campo, entre Inglaterra e Irlanda, entre burgueses y plebeyos, entre Europa y Asia. Como Oswald o Stewart, Thomas Russell fue uno de los grandes caminantes de la década. Fue emisario itinerante, abarcando distancias inmensas, difundiendo el evangelio del republicanismo mediante la peregrinación de propaganda política, periódicos, panfletos, folletos. De acuerdo con su sobrino, mientras se dirigía al patíbulo exclamó «¿Es este el sitio?». Este sentido de coordenadas geográficas inciertas se transmite en una balada escrita sobre él, «The Man from God Knows Where» [El hombre de Dios sabe dónde][14].

Russell pronunció también el juramento de los Irlandeses Unidos –«Haré todo lo que esté en mi mano para forjar una hermandad de afecto, una identidad de intereses, una comunión de derechos, y una unión de la fuerza entre los irlandeses de todas las confesiones religiosas, sin la que cualquier reforma sería parcial, no nacional, inadecuada para las necesidades, engañosa para los deseos e insuficiente para la libertad y la felicidad de este país»– tan impresionante si sus expresiones se interpretan políticamente. Russell criticaba las condiciones insanas de las fábricas de algodón, y elogiaba las asociaciones de los obreros. «La pobreza es una especie de crimen», dijo. Le entristeció el Acta de la Unión y la conversión del edificio del Parlamento irlandés en un banco, «un templo de la avaricia». Era abolicionista y escribió poemas contra la esclavitud[15].

«¡No soy ningún traidor! Muero siendo un hombre perseguido que defiende un país perseguido.» Eso declaró William Orr –un granjero próspero y joven del condado de Antrim, presbítero y miembro de la Sociedad de los Irlandeses Unidos–, ahorcado el 14 de octubre de 1797. Orr fue detenido por sembrar lino, la base de los célebres tejidos irlandeses. Por infringir la reciente Ley contra la Insurrección, fue ahorcado por jurar con dos soldados del regimiento de Fifeshire «perseverar en el esfuerzo de formar una hermandad de afecto entre irlandeses de todas las confesiones reli­giosas»[16]. Aquellos soldados formaban parte del ejército británico de ocupación y, sin que Orr lo supiera, eran delatores. Lo llevaron del tribunal de Carrickfergus al Campo del Patíbulo. La población silenciosa y hosca se negó a asistir a la ejecución, aunque miles de personas llenaron las carreteras y los montes adyacentes durante el entierro. Dejaba una viuda embarazada, Isabella, y cinco niños. Al año siguiente, los casacas rojas incendiaron su casa, dejándola «solo con la tierra de Dios bajo sus pies y el cielo sobre su cabeza»[17]. La expresión «¡Recuerda a Orr!» se convirtió en grito de batalla de los Irlandeses Unidos antes de comenzar el levantamiento de 1798, y fue su lema mientras esta duró. «Remember Orr!» estaba escrito en paredes y suelos. Las palabras se escribieron en fichas monetiformes. Se grabaron en mangos de picas. Las imprentas produjeron tarjetas por su causa, «los DERECHOS DEL HOMBRE lesionados». Recordad a Orr.

Un testigo del ahorcamiento señalaba: «un pobre que era su inquilino se quedó llorando a su lado, y él le entregó el sombrero, ofreciéndoselo como símbolo de amistad y recuerdo». A comienzos del siglo XX, Francis Joseph Bigger, abogado presbiteriano e intelectual del Ulster, accedió a la tradición oral de Antrim. Aunque enterrado como presbiteriano, el «pobre hombre» era sin duda de procedencia católica, «un resto de los “meros irlandeses” que quedaron después de que la plantación hubiera barrido el país, y que se aferraban a su viejo patrimonio, incluso bajo la forma de subinquilinos». Lejos de «pobres», en otro tiempo habían sido señores de Rathmore. El gesto de pasar el sombrero era símbolo de compartir la hegemonía de la tierra, así como de solidaridad, por parte de la «nobleza oculta»[18]. Y en consecuencia, recordamos a Orr porque nos proporciona una ventana a la nobleza oculta y al paisaje oculto antes de que se distribuyeran las propiedades de los dominadores anglo-irlandeses. Un tema que aborda este libro es la amplia posibilidad de que en 1802 existiera un proyecto trasatlántico multiétnico y no sectario de establecer una república compuesta por ciudadanos y gentes del común, aquellos que carecían de propiedades, que compartían cosas comunes: la res plebeia. A menudo lo encontramos en la práctica. Mientras Orr estaba encarcelado, un vecino organizó la siembra de maíz y patata, y el labrado de la tierra para su esposa, y cientos de personas acudieron a ayudarle[19].

Para que el imperio de la ley sea eficaz como ideología, y logre que los Muchos admitan ser gobernados por los Pocos, es necesario efectuar persecuciones de individuos de la clase gobernante en tiempos cuidadosamente seleccionados. Joseph Wall, ahorcado un año antes que Despard, fue uno de esos individuos. Como Edward Despard, Joseph Wall (1737-1802) era anglo-irlandés, nacido, como Despard, en el condado de Laois. Asimismo, como gobernador de Senegambia, fue también, como Despard, agente del Imperio. Pero ahí acaban las similitudes. El gobernador Joseph Wall fue juzgado y condenado el 20 de enero de 1802 por asesinar en 1782 a un soldado, Benjamin Armstrong, en la isla de Goree, en la desembocadura del río Gambia. La cultura esclavista de África occidental que imperaba en la isla deriva de mediados del siglo XVII. Era la fuente del oro, el querido oro, el origen del todopoderoso fetiche inglés. Pero era también la fuente de un recurso mucho más valioso, la fuerza de trabajo humano.

En 1780, cuando Wall era subgobernador de Goree, una guarnición descontenta amenazó con amotinarse por la mala administración de los almacenes de provisiones. Wall mandó azotar a tres soldados a los que consideraba los cabecillas. Ordenó también al ejecutor que se tomara en serio su trabajo, y los tres fallecieron como consecuencia. A su regreso a Inglaterra, se presentó contra él una acusación por asesinato, pero logró huir a Nápoles, donde permaneció durante veinte años. En la prisión de Newgate, fue ahorcado ante una multitud enfervorecida, principalmente soldados y marineros, «todos aquellos que la consideraban una causa personal». «Su júbilo al verlo aparecer en el patíbulo fue tan grande, que lanzaron tres hurras, un ejemplo de ferocidad jamás visto». Wall pidió al verdugo que acelerase su trabajo. «¡Las cesteras irlandesas que vendían frutas bajo el patíbulo brindaban por su condena en una mezcla de ginebra y azufre!» El verdugo estaba borracho y no ajustó adecuadamente la soga, de modo que Wall colgó lentamente durante once minutos hasta que alguien se apiadó de él y le tiró de los pies[20]. El ahorcamiento pretendía demostrar que la ley era imparcial, puesto que castigaba tanto a los poderosos como a los pobres.

 

La revuelta de Robert Emmet, en julio de 1803, y la conspiración de Despard, en noviembre de 1802, compartían significativas similitudes. Ambos tenían el mismo objetivo, la independencia de Irlanda, pero uno dependía de una configuración de alianzas con base en Dublín, y el otro en Londres. Buscaban específicamente obtener la independencia sin ayuda de los franceses. Los dos eran igualitarios, considerados traidores de clase o renegados demócratas por parte de sus jueces; confiaban en los ilotas, hombres sin propiedades. Ambos defendían la justicia social, incluida la redistribución de tierras o la conservación de lo común. Ambos fueron «atajados de raíz», testimonio de la superior capacidad del espionaje británico, y perdieron el elemento histórico de la sorpresa.

Emmet era un orador brillante, gracias a años de universidad en los que debatía cuestiones como las siguientes: «¿Fue el descubrimiento de América más ventajoso que perjudicial para la raza humana? ¿Era el campesino un miembro más útil de la sociedad que el militar? ¿Era buena la ley de Solón que declaraba la neutralidad en una insurrección infame? ¿Está un soldado obligado en todas las ocasiones a obedecer las órdenes de un oficial? En el discurso pronunciado en el patíbulo, Emmet habló de «la emancipación de mi país frente a la opresión superinhumana bajo la que durante tanto tiempo y con tanta paciencia ha trabajado». Robert compuso un poema alegórico sobre dos barcos, «Two Ships»:

Sé que llevo a bordo algunos hombres

que parecen en ocasiones rebeldes,

¿Pero cuál es la causa? Lo sabéis muy bien;

la escasa paga hace a los hombres rebelarse;

y tenéis muchas manos de seres

que con las provisiones de mi tripulación comen;

cada día debemos trabajar con una galleta,

para mandaros a vosotros vaca y cerdo[21].

En la propia Dublín, el tejedor de Belfast, James Hope, lideró a los trabajadores del barrio de Liberties, situado en el sur de la ciudad. Mantuvo una larga conversación con Robert Emmet, diciendo que no podría haber paz en Irlanda hasta que «se reconocieran… los derechos del pueblo en relación con el suelo». La Proclama del Gobierno provisional lanzada por Emmet declaraba en la primera de sus treinta disposiciones lo siguiente: «Quedan abolidos para siempre los diezmos, y las tierras eclesiásticas pasan a ser propiedad de la nación». La segunda disposición prohibía la transmisión de tierras hasta que «se declare la voluntad nacional». La tercera establecía lo mismo respecto a bonos, obligaciones y valores públicos. Abolía los latigazos, la tortura, la pena capital, y en general abjuraba del «sistema de terror» inglés[22].

La proclamación del Gobierno provisional redactada por Emmet prometía «tomar la propiedad del país bajo su protección». Declaraba simplemente que «no luchamos contra la propiedad. No luchamos contra ninguna secta religiosa. No luchamos contra opiniones o prejuicios pasados. Luchamos contra el dominio inglés». ¿A qué se refería con el término propiedad? Para William Blackstone, el gran jurista de Oxford, se refería exclusivamente al «dominio despótico». Pero el primer decreto de la Proclama de Emmet establecía la abolición de los diezmos y la confiscación de las tierras eclesiásticas. La segunda salvedad derivaba de la apropiación de los almacenes militares ingleses y de «toda la propiedad inglesa en barcos y demás», cuyo valor debía «dividirse por igual sin tener en cuenta el rango», si bien viudas, huérfanos y padres de los fallecidos en combate tenían derecho a «una porción doble». De los trece artículos de este decreto, muchos hacían referencia a los comités de condado, que debían apropiarse de «todas las tierras estatales y eclesiásticas, fincas parroquiales, y todas las tierras y edificios públicos»[23]. Lo común significa aquí la capacidad de todo el pueblo para confiscar la tierra.


Figura 5. Estatua de Robert Emmet en St. Stephen’s Green, Dublín. Foto del autor.

El poeta romántico inglés Samuel Coleridge se mostró «profundamente afectado por el fallecimiento del joven Emmet». Solo unos días después de su ahorcamiento, Coleridge escribió a sus mecenas aristócratas que ya no compartía el sueño de «mejorar la raza humana», como había hecho en otro tiempo al defender la igualdad y lo común. Que había sido un sueño juvenil y gratuito. El apóstata presentó sus excusas a tiempo. Pero Emmett, no[24].

«Aún no», respondió Robert Emmet cuando el verdugo concedió al patriota irlandés una última cortesía en el patíbulo, preguntándole a este joven de veinticinco años si estaba listo para la horca. Tras una pausa, volvió a preguntarle, «¿Estáis listo, señor?» y de nuevo Emmet respondió «Aún no». La tercera vez, el verdugo se impacientó y puso en movimiento todo el horrible peso de la ley, enviando a Robert Emmet a la eternidad. «¡Contemplad la cabeza de un traidor!», pronunció el verdugo mientras sujetaba la cabeza decapitada de Robert Emmet vertiendo una sangre que los perros lamían de los adoquines de Thomas Street.

«Aún no» son, por lo tanto, palabras aplicables tanto al ansia de vida del hombre como a su anhelo del proyecto revolucionario. Despard y Emmet permanecieron silenciosos ante la propia ley. No se sabe dónde están enterrados. En busca de Edward y Catherine Despard, y en busca del significado de las últimas palabras de Emmet, este libro propone reivindicar los motivos y dar a conocer el proyecto de ambos, compartido con Emmet, de su oscuridad no inscrita. Los ilotas, el pueblo de la primera colonia de Inglaterra, desencadenaron la formación del Reino Unido en 1801; movilizaron el Atlántico (los marineros, los mozos de carga y descarga, los estibadores, los peones de obra); constituyeron la vanguardia del proletariado nacido del capitalismo mercantil; y fueron únicos en lenguas, religiones y tradiciones. Proporcionaron el fuego para las erupciones volcánicas del momento.

[1] T. Elyot, The Book Called the Governor, Londres, 1531.

[2] William Drennan escribió Letters to Orellana, an Irish Helot en 1784.

[3] T. Bartlett, D. Dickson, D. Keogh, y K. Whelan (eds.), 1798. A Bicentenary Perspective, Dublín, 2003.

[4] W. T. W. Tone, The Life of Wolfe Tone Compiled and Arranged by William Theobald Wolfe Tone, ed. T. Bartlett, Dublín, 1998, p. 879.

[5] Ibid., p. 294.

[6] R. Coram, Political Enquiries, Londres, 1791, pp. 21, 47, 53.

[7] J. Smyth, The Men of No Property: Irish Radicals and Popular Politics in the Late 18th Century, Nueva York, 1992.

[8] W. Drennan, «The Intended Defence», en S. Deane, The Field Day Anthology of Irish Writing, Derry, 1991, pp. 324-326.

[9] D. Keogh, Patriot Priest: A Life of Reverend James Coigly, Cork, 1998.

[10] T. Russell, An Address to the People of Ireland, Dublín, 1796.

[11] L. H. Morgan, Houses and House-Life of the American Aborigines, Washington, DC, 1881, cap. 2.

[12] Citizen John Burk, The Cry of the Poor for Bread, Dublín, s. d.

[13] K. Whelan, Fellowship of Freedom: The United Irishmen and 1798, Cork, 1998, p. 34.

[14] J. Quinn, Soul on Fire: A Life of Thomas Russell, Dublín, 2002.

[15] D. Carroll, The Man from God Knows Where: Thomas Russell, 1767-1803, Dublín, 1995.

[16] F. J. Bigger, William Orr, the Northern Leaders of ’98 [1906], facsímil de la primera edición, Dublín, Belfast Linenhall Library, 1998, p. 9.

[17] Ibid., p. 21.

[18] K. Whelan, The Tree of Liberty: Radicalism, Catholicism and the Construction of Irish Identity, 1760-1830, Cork, 1996, pp. 3-59.

[19] Ibid.

[20] F. J. Bigger, cit.

[21] A. T. Emmet, Memoir of Thomas Addis Emmet and Robert Emmet, Nueva York, 1915, vol. 2, pp. 13-15.

[22] Ibid., pp. 547-552.

[23] Proclama reimpresa en R. O’Donnell, Robert Emmet, Dublín, 2003, vol. 2, pp. 303-313.

[24] Carta a sir George y lady Beaumont, 1 de octubre de 1803, 402394, MA 1581 (Coleridge) 4, Nueva York, Morgan Library and Museum.