Hastío De Sangre

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Michael no podía soportar los límites de cuatro paredes y se dirigió hacia la azotea apenas Alicia y Damon desaparecieron en el interior de su habitación, Hizo una mueca al ver la puerta que ya no cerraba bien. Sabía que tendrían que repararla pronto. La noche prometía ser fresca, y cerró los ojos con dicha mientras la brisa lo acariciaba.

El sonido de la puerta principal abriéndose lo llevó a acercarse al borde para mirar hacia abajo. Observó que Damon y Alicia salían del edificio. Alicia casi galopaba a través del estacionamiento. Sintió que se le dibujaba una sonrisa cuando Damon tuvo que apresurarse para alcanzarla y tomarla de la mano.

Puede que al principio no lo pensara, pero ahora podía admitirlo... Alicia era la chica perfecta para su hermano. Ella sabía manejar el carácter de Damon y conseguía lo que quería.

Alzó una ceja cuando Damon la hizo girar para darle un beso. La pareja se tomó un momento para redescubrirse antes de que Damon lo mirara y alzara una ceja también. Michael ladeó la cabeza y se encogió de hombros, resistiendo la urgencia de llamarlos. Como presintiendo lo que Michael estaba pensando, Damon abrazó más fuerte a Alicia y la atrajo hacia las sombras.

Michael sacudió la cabeza y se permitió que una mueca cruzara su rostro antes de voltearse con la idea de volver a entrar. Se detuvo en la mitad de un paso cuando sintió que la pasión de Tabatha y Kane subía en el interior del edificio.

—Ya fue —musitó y dirigió su atención hacia los altos edificios alrededor del club renovado.

Rotó los hombros y el cuello, sintiendo de pronto una sobrecarga de energía acumulada en su interior. Su pensamientos fueron hacia Aurora y la pasión urgente que habían compartido cuando su caminos se cruzaron. Ella era una fuerza de la naturaleza que lo endurecía con solo una mirada. Cerró los ojos, visualizando sus dientes hundidos en ella mientras se unían... alimentándola mientras él tomaba su sangre.

El dulce gusto aún persistía en sus labios. Se los mojó con la lengua mientras lo sobrecogían las ansias de volver a saborearla. Quería... no, necesitaba adentrarse en ella mientras tomaba su sangre otra vez.

Michael abrió los ojos. Reconocía la adicción cuando la veía. Sacudiendo la cabeza, decidió que lo que realmente necesitaba era gastar un poco de esa energía que lo recorría tras haber tomado la caída sangre de Aurora. ¿Se le iría esa fiebre algún día o estaba condenado a anhelar por siempre el subidón de la primera vez que la probó?

Se alejó del borde de la azotea y deambuló por la ciudad en busca de algo... cualquier cosa que lo distrajera de la tentación. Había peleado para que Aurora lograra la libertad de Samuel, que tanto quería, y no iba a ocupar el lugar de Samuel como su amo.

Recordó el modo en que tomaba de la mano al que ella llamaba su hermano...el hermoso Skye. Era una suave unión de manos... inocente e infantil, no la pasión que le había mostrado a él. Él iba a permitirle sin reparos que tuviera el amor de su hermano y se mantendría ocupado mientras esperaba que ella volviera a él.

Mientras avanzaba por las calles, Michael empezó a detectar cada vez más demonios... los que salían al terminar el día y cazaban a las pobres almas que se aventuraban en la oscuridad. El impulso de pelear se apoderó de él; sonrió porque sabía que podía contribuir a que el mundo se librara de algunos demonios y tal vez eliminar un poco de esa agitación que sentía. Había encontrado su distracción.

Su orientación lo llevó a los barrios bajos y su aguda visión saltó de persona a persona, buscando la víctima perfecta, de modo muy similar a como los desalmados vampiros cazaban sus humanos de preferencia... Su blanco vivía más en el lado oscuro. En una esquina, encontró a un grupo de demonios de bajo nivel. En apariencia, lucían como una pandilla normal, y Michael no les perdió de vista mientras pasaba.

Antes de que se acercara, hacían ruido y se mostraban agitados, pero cuando acortó la distancia hicieron silencio. La comisura de sus labios se estiró en una mueca, como si les estuviera diciendo que sabía exactamente qué eran. Ni siquiera se molestó en voltearse cuando, a sus espaldas, oyó el sonido de pasos que se alejaban rápidamente. Quizás los demonios de bajo nivel eran más inteligentes de lo que él creía.

Al llegar a la siguiente intersección, Michael miró los edificios y las calles sucias, aún en la búsqueda. Estaba a punto de seguir camino, cuando sintió un pico de poder... un poder puro, dulce y peligroso. Sus ojos se entrecerraron cuando su olor atravesó sus sentidos y una sensación de vértigo nubló su cabeza. No era un gran poder, pero era lo suficientemente fuerte para despertar su deseo de aplastarlo.

El sonido de una campanilla hizo que se volteara, y sus ojos de amatista se detuvieron sobre la mujer que salía de la decadente licorería en la acera de enfrente. Tenía una camiseta sin mangas de cuero, una minifalda de encaje con transparencias, medias negras y unos tacones de aguja negros. Su cabello lucía una multitud de colores: verde neón, rosa, púrpura, negro y rubia.

Tomó una botella de la bolsa que llevaba y desenroscó la tapa. Inclinando la botella, tomó casi la mitad de su contenido de una sola vez y luego se limpió la boca con el dorso de la mano. Si bien parecía completamente humana, él podía ver la verdadera cara del demonio debajo de esa apariencia.

Michael relajó cuerpo y mente. La mayoría de los demonios que había encontrado en el pasado no tenían ni idea de lo que él era realmente... Lo más cercano a lo que llegaron fue a creer erróneamente que era un vampiro. Sintiendo que la falsa calma lo cubría, bajó a la calle.

La demonio giró la cabeza hacia él y sonrió usando la carne que había robado para tentar a su víctima. Michael sabía que había casos de demonios que se alimentaban de vampiros... Hasta Misery los había usado de ese modo.

—Buenas noches, hermoso —ronroneó la demonio batiendo sus largas pestañas.

Michael se acercó a ella y rozó su hombro izquierdo con el de él, caminando alrededor de ella mientras mantenía el contacto con su cuerpo.

—Vaya que son buenas —susurró Michael siguiendo el juego—. ¿Y tú quién eres?

—Quien tú quieras —respondió susurrando también.

—Quiero que seas tú —le dijo al oído mientras se acomodaba frente a ella. Dejó que una sonrisa mostrara sus colmillos, que lograban que él y sus hermanos fueran tomados por vampiros.

La demonio inclinó su cabeza y sonrió.

—Ya veo.

Michael asintió mientras relajaba su sonrisa.

—Claro que ves.

—Puedes llamarme Morgana. —Lo tomó del brazo con ambas manos, y empezaron a caminar hacia un viejo edificio de un piso al final de la calle.

Entraron, y Morgana cerró la puerta. Michael dio una mirada al espacio abierto y tomó nota mental de la cantidad de cuerpos que había. El lugar apestaba de sangre vieja y putrefacción... Adecuado para la demonio comedora de carne que se aferraba a su antebrazo.

—¿Te gusta mi casa? —susurró Morgana y lanzó una risita mientras se giraba para apreciar su obra.

Michael se encogió de hombros.

—Se verá mejor cuando tu cadáver esté junto a los otros.

Se agachó justo a tiempo para evitar las repentinas y largas garras de Morgana que trataban de separarle la cabeza del resto del cuerpo. Girando su torso, Michael arremetió con el codo contra su abdomen, lo que hizo que ella se doblara. Su puño se elevó y le pegó a Morgana en la nariz tan fuerte como para arrojarla hacia atrás.

Morgana aterrizó con estrépito contra el suelo y lanzó una furiosa mirada al vampiro; con una mueca, su rostro se retorció que develó su verdadera esencia. Sus ojos color avellana se alargaron y se tornaron rojos, sus cejas se afilaron y su otrora hermosa boca se estiró en una horrible sonrisa llena de dientes desparejos y puntiagudos. Su larga lengua serpenteó hacia afuera y lamió la sangre que había caído de su chata nariz a sus labios.

Michael hizo un gesto... daba asco. Definitivamente, le hacía un favor a la ciudad eliminándola. Semejante fealdad estropeaba completamente el paisaje.

Trepando la pared hacia atrás, la usó como un trampolín para arremeter contra él de nuevo, sacudiendo sus alargadas garras en frente de ella. Esta vez las garras atraparon el frente de su camisa y le dejaron algunos rasguños... No eran peligrosos, pero fueron suficientes como para hacerlo sangrar. Él cerró su puño derecho y le dio un revés en la cara a la demonio, cuya cabeza giró en un ángulo antinatural. Con una veloz patada al costado de la rodilla, se oyeron cómo sus huesos se rompían. No sintió remordimientos, ya que la demonio estaba usando lo que ya era un cadáver.

Cuando Morgana se dobló por segunda vez, Michael lentamente se acercó y la tomó del cabello. Levantándola del suelo, se detuvo medio segundo y cerró sus ojos cuando finalmente le llegó el aroma de la sangre de la demonio.

—Los demonios no son más que híbridos monstruosos desterrados por los caídos que los engendraron —siseó Michael, de repente comprendiendo mejor qué era un demonio. Nunca antes había notado los débiles rastros de sangre caída dentro de los demonios, pero ahora sabía qué sabor tenían.

Los caídos y los Dioses del Sol eran similares en eso: creaban monstruos de su propia elección. La única diferencia era cómo los engendraban.

Morgana alcanzó el brazo que la sujetaba por el cabello y hundió sus garras derechas en la carne que logró encontrar. Se quedó sin aliento cuando de repente se halló flotando sobre el suelo y mirando hacia unos furiosos ojos color amatista. Los zapatos baratos cayeron al piso, y con la otra mano tomó a Michael de la nuca, con la esperanza de seccionarle la espina y liberarse.

 

Sintiendo que esa mirada de amatista la penetraba, no pudo evitar abandonarse... Ahora colgaba solo del cabello.

—Suéltame —murmuró Morgana repentinamente asustada. Ella era fuerte, de los demonios más fuertes en esta parte de los barrios bajos, pero este vampiro, que había creído una presa fácil, era muchísimo más fuerte que cualquier cosa con la que se hubiera encontrado antes.

—¿Soltarte? —preguntó Michael, como si fuese un concepto extraño—. ¿Tú mataste a todos esos humanos y demonios para comerlos solo basándote en la apariencia y quieres que te deje ir?

—Te daré toda la sangre humana que quieras —dijo Morgana, mitad lloriqueando, mitad siseando—. Seré tu sirviente... Los atraeré y te los entregaré.

—No necesito ayuda para atrapar mi próxima comida —dijo Michael con sarcasmo. Su voz se suavizó abruptamente—: Pero, querida, estoy dispuesto a apostar que los demonios saben mejor que los humanos.

Morgana respiró con dificultad cuando un dolor repentino y atroz estalló en su hombro y, al sentir que el vampiro le estaba extrayendo la vida, emitió un alarido inhumano. Renovó sus esfuerzos por liberarse y le clavó sus garras con fuerza, pero la verdadera oscuridad ya empezaba a nublar los bordes de su visión.

—¿Quién eres? —susurró con el último aliento.

Michael siguió hasta extraerle la última gota de su fuerza vital antes de dejarla caer. Hizo una mueca cuando oyó el golpe seco del cuerpo contra el suelo. Quién hubiera imaginado que podía matar a un demonio vaciándolo... Apostaba que ni siquiera los demonios sabían ese pequeño truco, porque los vampiros desalmados solo buscaban sangre humana. Miró al demonio consumido con disgusto.

—Puedes llamarme Michael.

Aterrizó suavemente y fue hacia la puerta. Usando la manga, se limpió los restos de sangre de los labios; luego, miró la sangre negra... sangre contaminada. Abrió la puerta y salió, acomodándose la chaqueta para que no se vieran los rasgones de la camisa.

Michael giró y desanduvo sus pasos por el mimos camino por el que había venido. Notó que ahora un gran grupo de demonios se había reunido cerca de la entrada del edificio. Debían ser los subalternos de Morgana que querían ver al hombre que había matado a su ama. Estas criaturas no mostraban ningún signo de vida humana, y Michael no les prestó atención mientras pasaba con calma a su lado.

Había hecho lo que se había propuesto, y ninguna de esas criaturas podía llamarle la atención... El bajo nivel de su poder no valía la pena. Cuanto más poder tenía un demonio, más sabor a sangre de caídos ... Estaba seguro de eso.

La euforia que le había dado la sangre de Morgana ahora corría dentro de sus venas en un cálido y borroso latido. Lo calentaba y agudizaba sus sentidos. Recordaba eso de la época en que bebía de Aurora.

Michael quedó helado cuando tuvo plena conciencia de sus pensamientos. El pánico se unió inmediatamente a la euforia, y la idea de Aurora hizo que una masa de miedo se apoderada de su abdomen y que lo recorriera un profundo escalofrío. Recordó la advertencia de Kane en esa azotea, tras haber matado a Samuel. Le había dicho a Aurora los peligros de dejarlo probar su sangre.

Buscando una razón, se aferró al recuerdo de Samuel que se burlaba de Aurora diciéndole que los demonios que andaban sueltos por la ciudad eran lo suficientemente fuertes para matar con facilidad a un caído ... Eran demonios que ya tenían varios cuerpos de caídos en su haber. Estos amos demonios eran un peligro para Aurora... Samuel no había mentido al respecto.

Una lenta sonrisa acarició los labios de Michael. Ahora tenía una razón válida para alimentarse de los demonios que habían soltado en Los Ángeles. No solo estaría protegiendo a Aurora, sino que también podría satisfacer sus ansias con la sangre diluida de un híbrido. Al tomar cantidades tan pequeñas, podía controlar mejor los efectos colaterales, como terremotos y muerte por Syn.

—Ganamos todos —musitó Michael y hundió las manos en los bolsillos mientras disfrutaba su viaje y buscaba a su próxima víctima.

Capítulo 4

Micah suspiró por enésima vez desde que llamó a Alicia. Hasta el momento, Tasuki había ido a ver cómo estaba la mujer lobo seis veces, Titus había echado a tres oficiales más cuando Phillip comenzó a tener problemas para mantenerlos afuera, y el guardia cautivo había empezado a mordisquearse la muñeca en un intento de liberarse de su silla.

Claro, no era exactamente culpa del guardia si estaba desesperado por escapar. Se habían aburrido y habían comenzado a provocarlo a través del intercomunicador diciéndole todo lo que Lucca le haría cuando se enteraran de que era un soplón.

—No era así como quería pasar el día —se quejó Tasuki.

—Entiendo —musitó Micah deseando que Alicia se apurara. Le había dicho que Damon no estaba con ella y eso hacía que tuviera aún más deseos de verla.

Tasuki le dio una mirada a Micah.

—Tengo curiosidad: ¿cuántos pumas y jaguares hay en esta ciudad?

—Unos cuantos cientos, por lo menos —respondió Micah—. Pero no todos se juntan con la manada. Algunos están satisfechos con su pareja y tratan de vivir una vida humana normal. Incluso conozco a varios que tratan de actuar completamente como humanos... a punto tal que su pareja no sabe que es un cambiaformas.

—¿No tienen impulsos o algo así? —preguntó Tasuki encogiendo los hombros.

Micah sonrió.

—Sí, es una de las pocas cosas en las que Hollywood no se equivocó. Al menos una vez cada tantos meses necesitamos salir de la ciudad y correr libres. Los cambiaformas que simulan ser humanos lo único que tienen que hacer es decir que van a escalar durante el fin de semana o algo así. Podemos sobrevivir con comida regular y una vida normal, pero si no seguimos nuestro instinto de cambiar y correr de vez en cuando, tendemos a ponernos un poco irritables... o algo peor.

—Me parece que hace rato que no sales a correr por el lado salvaje. —Tasuki sonrió burlonamente.

El retruque de Micah murió en sus labios cuando la puerta principal se abrió y oyó que entraban dos personas. Fue a la sala de observación y la entreabrió para ver. Parte de su entusiasmo se desvaneció al ver que Damon había decidido acompañarla.

—No te hagas muchas ilusiones de que un Dios del Sol pueda inspirar asombro: estás a punto de conocer a uno —dijo Micah con un toque de sarcasmo—. Yo todavía creo que es otro nombre para imbécil.

Tasuki alzó un ceja.

—¿Es inteligente decirle imbécil a alguien con el título de Dios?

—Si le cabe el sayo —Micah se encogió de hombros.

Damon hizo una mueca preguntándose cuánto tiempo más el policía uniformado que estaba afuera iba a seguir manteniéndose en una pierna. Es lo que se merecía el infeliz por decirle a Alicia que no podía entrar. Viendo a Titus que se acercaba dando zancadas, en silencio se preguntó cómo se vería un hombre lobo alfa caminando con sus manos mientras daba órdenes a su manada. Damon decidió que ya estaba aburrido, y suspiró.

—Alicia, qué bueno que pudiste venir —dijo Titus y saludó a Damon con un leve movimiento de la cabeza. Tuvo que contenerse para no frotarse el mentón recordando la fuerza que Damon había puesto en ese puñetazo de su primer encuentro. Volviendo su atención a Alicia, notó el bolso de cuero negro. —¿Son las cosas que le trajiste?

Alicia asintió y le dio el bolso.

—Sí, incluso puse un cepillo y un poco de maquillaje, por si acaso.

Titus sonrió.

—Estoy seguro de que, en este punto, cualquier cosa será bienvenida. La puse en la única celda con ducha que tenemos. No es una prisionera, pero cuando la rescatamos dio señales de ser salvaje, así que tuvimos que sedarla —dijo omitiendo la parte de que estaba en celo—. Con suerte, encontrar todo esto cuando se despierte la va a calmar. Déjame que le lleve esto y empezamos.

Los músculos de la mandíbula de Damon se tensaron cuando apretó los dientes. Bajó la mirada hacia la cabeza de Alicia preguntándose qué había querido decir Titus con «empezamos».

Alicia se mordió el labio cuando recordó que nunca le dijo a Damon la otra razón por la que había aceptado venir.

—¿Puedo verla? —preguntó, tratando de detener a Titus.

—No veo por qué no. —Titus se encogió de hombros.

Condujo a Alicia y su imponente compañero a través de la puerta que llevaba a las celdas. Cuando llegaron, Titus tomó las llaves y abrió la puerta de la celda. Tras colocar el bolso sobre el suelo, al lado de la cama, volvió a salir con cuidado.

—Es hermosa —susurró Alicia sintiendo pena por ella—. Parece que ha estado en forma de lobo por semanas... Eso es peligroso, ¿no?

—Sí, espero que, cuando despierte, se sienta lo suficientemente a salvo para cambiar —dijo Titus.

—Apenas ha dejado atrás la adolescencia —observó Damon rodeando a Alicia con su brazo al sentir su tristeza.

—Boris calculó que tiene unos veinte —respondió Titus.

—Pobre chica —susurró Alicia con un hilo de voz y de pronto estuvo ansiosa de poner a ese hombre bajo su control. Si era responsable de esto... Sus ojos se cerraron un poco mientras trataba de pensar un castigo adecuado para ese crimen,

Micah calculó perfectamente y salió de la sala de observación justo cuando se estaban acercando. Incluso dejó que sus ojos se abrieran con sorpresa, como si no supiera que ella había llegado hacía varios minutos.

—Ahí está mi escurridiza hermana —dijo en tono juguetón y recibió como recompensa un fuerte abrazo. Para su decepción, se apresuró a soltarlo, pero Micah supuso que Damon se pondría celoso si se abrazaban demasiado.

—¿Cómo estás? —preguntó Micah mientras le quitaba el flequillo rubio de los ojos.

—Me va bien —respondió Alicia y le dirigió una mirada traviesa a Damon con la esperanza de ponerlo de buen humor antes de lanzarle la bomba de por qué había venido—. Perdón por desaparecer, pero mi compañero tiende a hacerme prisionera voluntaria por días.

Damon sonrió ante la elección de palabras de Alicia y luego miró por sobre el hombro de Micah cuando notó que otro hombre había salido de la misma habitación. La extraña aura del hombre lo hizo fruncir el ceño ligeramente. Si bien no podía leer almas como los caídos , por lo general podía ver el aura alrededor de las personas si quería. No tenía que esforzarse para ver el aura de este sujeto... Resplandecía de un azul fluorescente que emanaba de su interior.

—Este es Tasuki, uno de nuestros detectives humanos —lo presentó Micah—. Trevor averiguó accidentalmente que Tasuki sabía sobre la existencia de lo paranormal, así que se tuvo que quedar con nosotros.

¿Humano? Damon sonrió ante su ignorancia. Ese hombre era mucho más que un simple humano.

—Tú debes ser Alicia —dijo Tasuki con una sonrisa arrolladora y luego le extendió su mano a Damon tras haber escuchado a Micah quejarse de su temperamento—. Es un placer conocerlos a ambos.

Damon se quedó mirando fijo la mano por un momento y finalmente la tomó. Este hombre no representaba ninguna amenaza para Alicia, así que lo dejaría pasar.

—Entonces, ¿dónde está el hombre lobo que querías que hechizara —preguntó Alicia—. Supongo que es uno de los hijos de su madre que secuestraron a esa chica, ¿no?

Damon otra vez bajó la mirada hacia su cabeza y la fulminó: —No dijiste nada sobre poner a un hombre lobo bajo tu hechizo.

—Tú no me diste oportunidad —acusó Alicia—. Ah, y me debes algo.

—Yo no acepté la apuesta —dijo Damon con una mueca maliciosa.

—Lo lamento —respondió Alicia con compasión y casi rio cuando vio que los ojos de Damon se cerraban sobre ella. Volvió su atención al asunto que importaba antes de que a Damon se le ocurriera algo para detenerla—. Voy a tener a ese asqueroso cantando como un pájaro si me indican el camino.

Tasuki se hizo a un lado y señaló la sala de observación.

—Tu objetivo está ahí dentro.

Alicia entró a la pequeña habitación, con Damon y Micah justo detrás de ella.

Tasuki sonrió a Titus ante su comportamiento protector antes de seguirlos.

Titus solo hizo un gesto y sacudió la cabeza. Esos dos probablemente nunca cambiarían, pero al menos era entretenido verlos.

Los cinco miraron al hombre lobo que estaba en la sala de interrogación del otro lado del espejo. El maldito idiota aún estaba tratando de escapar de la silla. Sus dos muñecas estaban atadas con correas de titanio y sus tobillos estaban esposados a las patas de la silla. Hasta el momento, había aflojado los tornillos que sujetaban la silla al piso y ahora se estaba meciendo de atrás hacia adelante tratando de tumbarla.

 

—Cinco dólares a que se cae y se golpea la cabeza —dijo Tasuki de la nada.

Damon sonrió con sarcasmo ante el intento de humor del «humano».

—Diez dólares a que solo se cae y va a tratar de llegar pataleando hasta la puerta —desafió Micah, y los dos se prepararon a mirar.

La sonrisa de Damon se hizo más grande, y decidió... dar una ayudita. Cuando el lobo inclinó la silla otra vez, se cayó y se golpeó la cabeza contra el piso... tan fuerte que se desvaneció.

Tasuki bufó y estiró la mano para que Micah pagara su deuda.

—Sí, sí, tuviste suerte, novato —dijo Micah de buen humor mientras abría la billetera y sacaba un billete de diez.

—Un placer hacer negocios contigo —dijo Tasuki y se guardó el dinero—. ¿Apostamos cuánto tiempo está fuera de juego?

Alicia había estado mirando al hombre lobo con calma. Pensó que, al menos, se iba a sentir un poco nerviosa, pero se sorprendió porque esa emoción nunca llegó. Sintiéndose valiente, respiró hondo sabiendo que a Damon no le iba a gustar lo que estaba por decir.

—Denme unos minutos a solas con él.

—Ni hablar —gruñó Damon para nada divertido.

—¿Cómo esperas que aprenda si siempre estás cerca para ayudarme? —Alicia hizo un mohín.

—Siempre estaré cerca para ayudarte —corrigió Damon.

—Ah, ¿de verdad? —Alicia se llevó las manos a las caderas, sabiendo que sus pestañas no le iban a conseguir lo que quería. Así que intentó con la verdad—: ¿Y si de alguna manera nos separamos y me tengo que enfrentar a algo peligroso... sola?

—No entrarás a esa habitación tú sola —insistió Damon y cruzó los brazos.

—¿Sabes qué? Sería genial que confiaran en que soy capaz de hacer algo por mí misma en lugar de tener un maldito niñero. —Le dio la espalda—. Eres peor que mis hermanos.

Damon entrecerró los ojos a espaldas de Alicia, y Micah la miró con una expresión herida.

—¿No podrías entrar con ella, y dejarla al menos probar por sí misma antes de intentar ayudarla? —preguntó Micah tratando por una vez de hacer las paces con Damon.

A Alicia le gustó la propuesta y miró a Damon por sobre su hombro.

—Realmente necesitamos cualquier pizca de información que podamos lograr de él. Sé con conocimiento de causa que las chicas que rescatamos hoy no son las únicas que necesitan nuestra ayuda. —Ofreció Titus como incentivo—. Este tipo puede llegar a saber dónde hay más escondidas.

Damon suspiró hacia dentro mientras observaba la expresión de Alicia, que se veía afectada. Se estaba volviendo demasiado blando.

—Muy bien, Alicia. Entramos los dos, pero el hombre lobo es todo tuyo.

La cara de Alicia se transformó y le sonrió antes de envolverlo en un suave y agradecido abrazo. Algunos pueden no entender a Damon, pero ella sí lo hacía... Y amaba cada milímetro de él.

Tasuki llevó a la pareja a la sala de interrogación y cerró la puerta tras ellos. Volvió rápidamente con Micah y Titus para observar. Micah tomó una silla y se sentó a horcajadas apoyando los brazos sobre el respaldo. Titus se apuró contar una pared cerca del espejo mientras que Tasuki se puso cómodo del otro lado.

—¿Qué va a hacer exactamente? —preguntó Tasuki mientras observaba a Damon tomar y enderezar la silla del hombre aunque él estaba aún ido.

—¿Viste que en las películas los vampiros hipnotizan a las personas y las hacen hacer cosas que normalmente no harían? —preguntó Micah.

Tasuki se encogió de hombros.

—Sí, pero pensé que si ella es una cambiaformas como tú, eso no aplica. Además, ya abandoné la idea de que las películas puedan ser exactas en algo.

—Generalmente, un cambiaformas no tendría ese tipo de habilidad —concordó Titus y agregó—, pero Alicia es un caso especial. Ser pareja de un Dios del Sol tiene sus ventajas.

Tasuki suspiró pesadamente.

—¿Cuándo van a decirme qué es un Dios del Sol?

—Cuando lo averigüemos —respondió Micah como si eso resolviera el hambre en el mundo.

El hombre lobo abrió sus ojos y de repente se abalanzó hacia adelante en la silla, tratando de alcanzar a Alicia mientras gruñía y rugía.

—Qué suerte la mía... Me mandaron una maldita gatita.

El énfasis en la herencia felina de Alicia hizo que Damon reaccionara y, antes de que pudieran pestañear, estaba de pie a unos centímetros del hombre lobo y con una de sus manos sujetaba su cuello. Para el asombro de todos, Alicia estaba parada entre los dos con una mirada de reprobación dirigida a Damon.

—Lo prometiste —siseó Alicia—. Y, si no me equivoco, lo más difícil sería tratar de poner bajo un hechizo a un muerto.

Soltando su cuello, Damon lo fulminó con sus ojos amatistas, que se oscurecieron.

El hombre lobo tragó cuando su silla empezó a temblar y la mesa luchaba contra los tornillos que la sujetaban al piso. Uno de los tornillos se soltó y sonó como si fuera un disparo en el silencio sepulcral.

—¡Damon! —gritó Alicia.

—Solo me estoy asegurando de que haya entendido —dijo Damon y se fue a recostar contra la pared del otro lado de la mesa.

—Si él no entendió, yo sí lo hice —susurró Tasuki aunque el intercomunicador estaba apagado.

Alicia acercó la otra silla a la mesa y se sentó para mirar fijo al hombre lobo, que ahora estaba mascullando.

—¿Qué diablos quieres? —preguntó el lobo, que había llegado a la conclusión de que iba a morir hablara o no hablara—. ¿Creen que trayendo a una chica bonita me harán hablar? —Se inclinó un poco hacia ella—: No hay nada que puedas hacer para que traicione a Lucca. Tengo una noticia para ti, muñeca. Hay un maldito harén que me espera.

Alicia le dedicó una pequeña sonrisa y se acercó más.

—Estoy segura de eso, pero antes de que te vayas, realmente quieres responder mi pregunta. Estoy buscando a una amiga mía... Desapareció y me preguntaba si la has visto.

—He visto muchas mujeres —dijo con una mueca presumida, sin darse cuenta de que ya estaba obedeciendo—. Pero no he tenido ninguna puma bajo mi amoroso cuidado desde hace un tiempo.

—No es una puma —dijo Alicia e inclinó su cabeza hacia un costado, sintiendo un poco de vértigo cuando la cabeza del lobo imitó su movimiento. No mostró ningún signo exterior de sorpresa cuando de pronto logró una extraña visión de una chica y se dio cuenta de que eran los pensamientos del lobo, no los suyos. Alicia decidió aprovechar algunos fragmentos de recuerdos que encontró dentro del ojo de su mente. —Mi amiga es humana, de cabello rubio rojizo, ojos verdes y en la parte baja de la espalda tiene un tatuaje de dos manos que sostienen una bola de cristal.

El guardia hizo un gesto de desagrado.

—Sí, tuvimos a esa ricura hace un par de semanas. Lucca se la quedó para él. Siempre se lleva las buenas.

Alicia inclinó la cabeza para el otro lado.

—¿Dónde está Lucca? preguntó con suavidad.

—No sé —contestó el lobo aturdido—. Es inteligente... No le dice todo a todos, ¿sabes? Tiene a muchos de nosotros trabajando para él en diferentes áreas... Nadie sabe dónde están las otras áreas. Así, si nos atrapan, no podemos delatar a los demás.

Alicia abrió los ojos y permitió que sus pupilas se agrandaran, para controlar más aún al hombre lobo. Sus respuestas estaban despertando su ira, pero se mantuvo en calma.

—¿Dónde encuentran a las chicas que secuestran? —inquirió.

—A veces en las discotecas o en la parte mala de la ciudad, donde las que viven en la calle son presa fácil... A nadie les importa si desaparecen.

—Los barrios bajos —musitó Micah—. Tiene sentido.

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