Delitos Esotéricos

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―Lo has llamado el Lago Degno. ¿Cómo es que en Triora lo llaman Lagu Degnu? ―preguntó a Luigi.



―¡Oh! Es la expresión dialectal. Aunque estas tierras, en el pasado, formaban parte del reino de Sardegna, el hecho de que las expresiones dialectales sean ricas en terminaciones en

u

 no deriva del sardo. Incluso en expresiones ligures abunda esta vocal. En la zona, además, el ligur se mezcla con el occitano y quien no es del lugar se arriesga a no entender nada cuando se escucha.



Le sonreí, pensando también que en el dialecto de tierra adentro de Le Marche se encontraba a menudo la misma vocal. Pagué la cuenta y salimos al exterior.



―Bueno, diría que, en este momento, deberemos volver con nuestra querida Aurora. Yo intentaré distraerla, hacerla hablar, quizás haciéndome la despistada, sin mencionar el tema del delito. Tú, con discreción, intenta recoger algo útil. Debemos llevar a casa algún indicio, Mauro, para convencer al juez de instrucción Leone sobre la necesidad de investigar la casa de la bruja de arriba a abajo.



Después de aparcar el coche al lado del Porsche Carrera, nos dirigimos hacia la entrada de casa de Della Rosa. No había un timbre eléctrico sino sólo una cuerda atada a una campana. No tuve tiempo de tirar de la cuerda porque la puerta se abrió y apareció la rubia Aurora con un traje sucinto, una camiseta de tirantes rosa y una falda de tela vaquera cortísima.



―He percibido vuestra llegada ―dijo ―Sentaos, hoy hace un día espléndido, límpido, y si me seguís a la terraza podréis admirar un estupendo panorama del valle Argentina y de las montañas que señalan el límite con Francia.



―Perfecto ―dije, guiñando un ojo a Mauro ―Soy una apasionada de la montaña y adoro los paisajes hermosos.



Nos condujo a la terraza, desde la que, en efecto, se gozaba de una espléndida vista.



―¿Os puedo invitar a una de mis tisanas relajantes? ¡Creo que la necesitáis!



―Por mí vale, con tal de que no sea demasiado relajante ―respondí. ―¿Podemos volver a entrar en el salón para disfrutar de esta bebida, señora Della Rosa?



―Claro, sentaos. Vuelvo enseguida.



Desapareció en la cocina. No se podía presentar una ocasión mejor pero debíamos ser rápidos para no dejarnos sorprender. Mientras yo echaba una mirada a los libros y a las porcelana de las estanterías, Mauro se ocupaba de los tiradores y los objetos, como ceniceros y objetos decorativos, para descubrir alguna huella digital. Mi atención fue atraída por un antiguo frasco de porcelana blanca y azul donde estaba escrito en caracteres góticos

Shepenn rosso

. Levanté la tapa y vi que contenía una especie de tabaco. Cogí una pizca y la puse en una bolsita de plástico transparente.



―Podría ser droga ―susurré a Mauro ―Con este nombre, en Oriente, en la antigüedad, se designaba a la amapola del opio.



Cuando Aurora entró de nuevo con las tres tazas de tisana humeantes con fuerte olor a menta, tanto Mauro como yo estábamos observando con curiosidad el contenido de las estanterías. La tisana era bastante delicada y tenía realmente un efecto relajante. En cuanto acabó de beber de su taza la bruja decidió encender uno de sus cigarrillos. Por extraño que parezca el aroma del humo del cigarrillo no me molestó, es más, me sentía atraída.



―Verá, comisaria Ruggeri como uno de estos días fumará uno conmigo.



―No creo, nunca he fumado en mi vida y no creo que comience con casi cuarenta años. Más bien, querría preguntarle el significado del pentáculo dibujado en este espectacular pavimento. He estudiado la simbología y los símbolos esotéricos pero aquí veo algunos que desconozco. Reconozco el símbolo del espíritu, en el centro, las ocho líneas que tienen origen desde un punto y se difunden hacia los puntos cardinales, los mismos indicados por la rosa de los vientos.



―Perfecto, comisaria. Sé que usted es una entendida en la materia. Vea, allí debería flotar todavía el espíritu de mi antepasada Artemisia, quemada en la hoguera en un día concreto del año de 1589. El palo al que estaba atada parece que estuviese plantado en el terreno en ese punto preciso. Los otros símbolos señalan lo que sucede desde el punto de vista astral en el mismo día. Era el equinoccio de primavera, el 21 de marco, era una noche de luna llena y en esa noche hubo un eclipse total de luna.



―Sí, comienzo a dar una interpretación a los símbolos. Sin embargo, por lo que he aprendido, las brujas de Triora no fueron quemadas. Fueron hechas prisioneras, torturadas, procesadas, condenadas pero la ejecución nunca tuvo lugar, ya que el Doge di Genova se opuso.



―Y ésta es la versión oficial, según la cual mi antepasada y sus cuatro queridísimas seguidoras murieron en prisión en Genova. Pero quizás no fue de esta manera. Usted es lista y descubrirá la verdad. No seré yo la que se la cuente.



Acercó mucho su rostro y sus ojos a mi cara y me tiró el humo encima. Bajé la mirada para no mirarla directamente a los ojos y me encontré admirando sus piernas perfectas, esbeltas, largas, sin sombra de celulitis. En ese momento, para mi asombro, sentí un fuerte deseo sexual hacia ella. Observaba sus labios muy cerca de los míos y necesitaba unirme a ella en un beso apasionado. Intenté apartar los pensamientos que me turbaban y di un paso atrás para alejarme de ella.



Bruja hechicera

 ―pensé para mis adentros ―

¿Cómo es posible que tengas ciertos poderes?



Nos despedimos de ella y volvimos al coche. La jornada se estaba deslizando hacia el atardecer y ya era el momento de volver a la oficina.



―Tengo la impresión de haberme perdido algo. Mirando el reloj me he dado cuenta de que ha pasado más tiempo del que he podido percibir en realidad ―dije a Mauro en cuanto salí al exterior.



―¿Sólo un poco? Esa bruja te ha encantado otra vez. Te ha hablado en una lengua incomprensible mientras que tú la admirabas de pies a cabeza. En un momento dado he pensado que llegarías a besarla. Sin embargo, he aprovechado la situación para recoger alguna que otra cosa, que luego te mostraré. La bruja realmente estaba tan concentrada en ti y en las palabras que estaba declamando que no me ha hecho caso. Hubiera podido quitarle esa insulsa falda vaquera, dejándola en ropa interior, y ni siquiera se hubiera dado cuenta. Ahora conduce tú, yo quiero hacer una pequeña búsqueda en el ordenador del coche.



En cuanto solté el embrague y pisé el pedal del acelerador el Lamborghini se lanzó hacia delante como un caballo encabritado contenido por las riendas de un caballero inexperto. Mauro, concentrado en la pantalla del ordenador, pareció no hacer caso de mi manera de conducir que después de unos segundos adapté a las características del coche. Comprendí que debía asumir una conducción moderada, manteniendo el pie apenas apoyado en el acelerador, de modo que no provocase bruscas sacudidas de velocidad. Después de unos minutos de silencio, en los que Mauro estuvo concentrado en el ordenador y yo en las curvas de la maldita carretera, mi colega prorrumpió en una exclamación.



―¡Bingo! Algo hemos encontrado. La mayor parte de las huellas digitales que he sacado pertenecen a la dueña de la casa. Para la comparación he apañado una huella suya de la taza en la que he bebido la tisana. En la base de datos no aparece ninguna correspondencia de las huellas de Aurora con las de los criminales fichados. Y, en fin, hasta aquí, nada nuevo. Sin embargo, tengo una huella en el recipiente de porcelana que contiene el tabaco y otra en la manija de la puerta de entrada que se corresponden con individuos fichados. ¡Adivina! La primera es de Larìs Dracu, la rumana de la que se perdió el rastro hace veinte años. La policía rumana, en su momento, había arrestado a la joven como presunta disidente y la había fichado. Después de la caída del régimen comunista, también las bases de datos de la policía secreta se convirtieron en accesibles y por lo tanto he tenido acceso a los datos. De todas formas, la ficha fue actualizada enseguida, ya que había sido notificada la fuga del país de esta mujer, descrita como peligrosa criminal, incluso potencial asesina, y las fotos policíacas habían sido envidadas a todos los puestos de control de fronteras de Europa. Las últimas noticias sobre ella se remontan al verano de 1989, cuando consiguió pasar bajo las narices de un aduanero italiano, en el aeropuerto internacional de Fiumicino, bajo el falso nombre de Clarissa Draghi. Con un pasaporte italiano falso, se embarcó en un vuelo directo a Katmandú. Después de unos días el aduanero, mirando la foto policial que tenía pegada delante de él, observó la fuerte semejanza con la veinteañera que había pasado por allí en tránsito y advirtió a la policía nepalesa, la cual comenzó una investigación. En Nepal se encontraron a los serpas que la habían acompañado, a ella y a su compañera de viaje, hasta la frontera china, en los límites de la región del Tibet. Los serpas dijeron que había esperado en vano durante tres días a que volviesen. Por lo tanto, si las dos mujeres no fueron arrestadas por la policía de la frontera china, se perdieron en las montañas, encontrando una muerte casi segura.



Distrayéndome un poco de la conducción pero sin permitir al Lamborghini tomar el mando, prorrumpí en una exclamación.



―¡En cambio, no está muerta, si tenemos sus huellas después de veinte años!



―Ya. Pero veamos la otra huella que corresponde a Stefano Carrega, el periodista genovés desaparecido en el año 2000 aquí, en Triora, junto con dos colegas suyos. Nacido en 1949, en los años 70 estaba inscripto en la Facultad de Filosofía y Letras de Bologna. Fue arrestado durante una manifestación estudiantil. Acusado de disturbios, violencia hacia una compañera suya de universidad, resistencia a la policía y detección ilegal de armas, en esa ocasión fue fichado. No tiene otros antecedentes.

 



―Bueno, esos eran los llamados

anni di piombo8

. Y, por lo tanto, también él estaba en la zona y en estrecho contacto con la señora Della Rosa. ¿Pero estamos seguros de que son huellas recientes? ¿Y crees que estos datos son suficientes para convencer al juez de instrucción Leone a que autorice un registro de la casa de Aurora?



―Estoy seguro de que las huellas no se remontan a veinte años atrás, ya que no serían ya detectables. Que estos indicios sean suficientes para autorizar una investigación, lo dudo, sin embargo nos estamos introduciendo en un camino que nos debería conducir a alguna parte. Además, he fotografiado con la PDA una de las estanterías donde hay algo que no me convence. Ahora descargo via

bluetooth

 la foto en el ordenador y la amplío para observar los detalles. Hay una grieta que hace pensar en una especie de puerta escondida, quizás un pasaje secreto. He intentado tirar o empujar la estantería pero no sucedió nada.



―¡Habrá un mecanismo que sólo conoce Aurora! ¡Imagínate que fuese tan sencillo!



―Sí, quizás, o a lo mejor no hay nada y sólo es una impresión mía. La última cosa que he observado, mientras tú estabas embobada delante de ella, ha sido un ordenador portátil encendido. Me he contenido a duras penas de insertar un

pendrive

 para descargar datos. No he puesto en práctica mi propósito sólo por miedo a que, de un momento a otro, Aurora se hubiera girado y me habría sorprendido. Sin embargo, he conseguido comprender que el ordenador está conectado a la red por medio de una línea ADSL de la Telecom y he logrado memorizar tanto la dirección IP como la ID del ordenador, por lo que no debería ser difícil acceder a los datos desde un ordenador remoto.



―Antes de lanzarte a fondo contra Aurora, que podría ser prematuro, quiero llevar a término el examen de todos los datos que tenemos a nuestra disposición, pero sobre todo quiero visitar los otros tres lugares que no hemos podido observar todavía: il Lago Degno, la Fontana di Campomavùe y la Via Dietro la Chiesa. Estoy segura de que podremos encontrarnos con alguna sorpresa.



Continué conduciendo con prudencia el bólido, que bajo las manos de Mauro, en cambio, se movía como una flecha, hasta llegar a la jefatura. Cuando vi allí delante aparcado la pequeña furgoneta de la Polizia Cinofila de Ancona, mi corazón pegó un brinco. Aparqué y descendí del coche, busqué con la mirada al conductor del vehículo y encontré finalmente su rostro sonriente.



―¡Agente Bernardini! ¿Me has traído a Furia? ¡Finalmente! ¿Dónde está? ¿Está todavía dentro del furgón?



―Buenas noches, comisaria, y bienvenida, aunque la veo un poco peor que cuando trabajaba con nuestros perros. Pero ¿de dónde viene, de una guerra, de una prueba de supervivencia? No, su Furia no está en el furgón, lo he colocado en el cubículo del patio, ya le he dado de comer y le he dejado agua a su disposición.¡Lo encontrará en perfecta forma! Ahora, si no le importa, voy a reposar un poco antes de tomar el camino de regreso.



―Gracias, agente y saluda de mi parte a todos en Ancona.



―¡Claro! La echamos mucho de menos, comisaria. ¡Hasta pronto!



Recordaba perfectamente el día en que el inspector Santinelli, que también era un cazador, había traído consigo un cachorro de Springer Spaniel, hijo de una perra suya.



―He probado a este perro, tiene un olfato excepcional pero tiene un gran defecto, tiene miedo de los disparos, por lo que no es idóneo para la caza. Tú, Caterina, no tienes un perro. Tiene seis meses, es un macho, salud perfecta y vacunado. Le he llamado Furia porque siempre está en plena actividad, no se tranquiliza jamás, en definitiva, es un auténtico terremoto. Quédatelo tú, estoy convencido de que con tu capacidad harás de este perro un auténtico fenómeno.



Había aceptado el desafío y puesto a Furia en el único cubículo vacío. Sabía que trabajar con un perro de este tipo no sería algo sencillo pero, después de unos meses, había conseguido dominar su exuberancia. Le había enseñado a obedecer a órdenes sencillas que había aprendido sin dificultad, después de lo cual me dediqué a trabajar con su olfato.



También llevé a Furia con Stefano, que había confirmado que era un perro de salud perfecta, resistente a la fatiga física y con un olfato excepcional.



―Ya verás. ¡Te dará grandes satisfacciones! ¡Este debe ser tu perro, nunca se lo confíes a nadie y verás que fenómeno tendrás!



Y, en efecto, Furia me reservaría grandes satisfacciones y nunca me separaría de él por ningún motivo. Era por esto que, antes de la partida, no teniendo la intención de hacele viajar en el interior de la bodega de un avión, había organizado para él un viaje aparte, con la complicidad de uno de mis más fieles colaboradores de la unidad cinofila.



En ese momento no pude evitar correr enseguida al patio y sufrir las fiestas y los lametones afectuosos de Furia. Me tiré al suelo y le permití que se pusiera encima de mí, abrazándolo y rodando mientras jugaba con él, con el resultado de acabar todavía más asquerosa de lo que ya estaba.



Cuando subí, por el pasillo me encontré algunas miradas estupefactas por cómo estaba vestida. Se me acercó Laura, con un paquete de folios en la mano, que representaba el resultado de su investigación. Mauro, desde la otra parte, me informaba de que estaban listos los primeros resultados de la autopsia, que el médico forense necesitaba hablarme de ello y que teníamos, además, a nuestra disposición los resultados de los exámenes de la científica.



―Dadme un momento parra arreglarme. Nos vemos dentro de diez minutos en mi oficina.



Me lavé deprisa, me cambié las inmundas ropas y entré en mi habitación ahora para acabar de maquillarme, observando mi rostro en el espejo del estuche del colorete. En un momento dado noté, reflejado en el espejo, las palabras que habíamos escrito en el gran folio esta mañana



―¡Claro! ¿Cómo no lo he pensado antes? ―fue mi primera reflexión. ―NOMOLAS ED SOVREIS, leído de derecha a izquierda se convierte en SIERVOS DE SALOMÓN. Por lo tanto, la secta hace referencia al Rey Salomón, uno de los pilares de la religión hebraica.



Algo se le había escapado a la bruja, durante la primera de nuestras conversaciones, sobre Salomón, pero yo no había profundizado en el tema, porque pensaba que me estaba engañando. Quizás debería haberla dejado hablar. Recordaba perfectamente que uno de los textos más importantes al que hacen referencia las sectas esotéricas es

La Chiave di Salomone

. En ese momento sonó el teléfono. Era la doctora Banzi, la médico forense, que me buscaba.



―Perdone, comisaria, pero dada la hora y dado que, a pesar de mis mensajes, usted no me ha respondido, he pensado en probar otra vez antes de irme a casa. Le he mandado un informe preliminar de la autopsia, pero tenía ganas de hablarle personalmente.



―Dígame, por favor. ¿Qué ha descubierto de interesante?



―La víctima era una mujer entre los treinta y cinco y los cuarenta años y ha muerto a causa del fuego. El hollín en los pulmones prueba que estaba viva cuando su cuerpo fue pasto de las llamas.



―Ha sido quemada viva, en suma. ¡Qué final tan horrible!



―No han sido halladas otras lesiones en el cadáver, así que he pensado que fue aturdida con unos sedantes o una droga, y esto lo sabremos en los próximos días, si conseguimos extraer cualquier residuo del examen de los riñones y del hígado. El hecho de que el cadáver esté carbonizado convierte todo en más difícil. Tenemos un dato, quizás el único, que puede conseguir que descubramos la identidad de la víctima. Aunque la piel está muy alterada por el fuego, en la pierna derecha, en la parte interna de la pantorrilla, justo encima del maléolo, se consigue observar la presencia de un tatuaje. He llamado a sus colegas de la científica para ver si se logra, con sus métodos, visualizar el dibujo original. Han hecho unas fotos y me han dicho que trabajarían en ello. Luego ya le dirán. Es una cosa que no encontrará en mi informe pero que tenía ganas de decírsela. ¡Hasta pronto, comisaria y buenas noches!



―Gracias por todo, y buen reposo tenga usted.



Uno después de otro entraron en mi oficina Mauro y Laura.



―Mauro, ya conozco los resultados de la autopsia y he hablado con la médico forense. ¿Algo interesante en las investigaciones de la científica?



―Algo sí. El líquido inflamable con el que ha sido iniciado el fuego es aceite de lámparas, una sustancia insólita, de uso nada común. Para estas lámparas, en la antigüedad, se utilizaba como combustible el aceite de oliva, hoy se utiliza un derivado del petróleo de baja densidad, que produce menos humo. Hay pocas empresas que lo produzcan y será fácil comprobar si una de estas ha vendido una cierta cantidad aquí en la zona. El otro elemento interesante es el tatuaje. Con la espectrografía del ordenador, los de la científica han conseguido visualizar un tatuaje, impreso en la pierna derecha de la víctima. Representa tres libros juntos envueltos en llamas. ¿Una particularidad? Sabemos que Mariella La Rossa, la muchacha desaparecida en el año 1997, tenía un tatuaje idéntico en la misma zona de la pierna derecha.



―Por lo tanto, como imaginábamos, entre las dos hay una conexión. ¿Y tú, Laura, qué tienes que contar?



―He trabajado mucho y he encontrado algo interesante. He estado en Triora, primero en el registro civil y luego en el museo de las brujas. Por desgracia, en el registro civil no he conseguido encontrar muchas noticias dado que la oficina ha sido informatizada sólo hace unos pocos años y los viejos archivos de papel fueron destruidos varias veces por incendios u otras calamidades, naturales o no. De la anciana Aurora Della Rosa se sabe que nació el 21 de marzo de 1929. Los archivos de ese año fueron destruidos por las escuadras fascistas que se habían comportado groseramente con el funcionario del registro civil de esa época, el cual se había declarado antifascista y había rechazado afiliarse al partido de Mussolini. La purga para él fue inevitable e incluso su oficina fue saqueada. Lo que no está escrito, pero que todos en Triora saben, es que Aurora llevaba el mismo nombre y apellido que su antepasada, hija de Artemisia De La Rose, la bruja que había sufrido el proceso a finales del siglo XVI junto a sus compañeras de Ca Botina. De generación en generación, las primogénitas de la familia han asumido el nombre de la abuela y, por lo tanto, el nombre de Artemisia se alterna con el de Aurora. Pero lo que es más increíble es que estas mujeres, a través del tiempo, siempre han mantenido el apellido de la madre, porque nunca había un padre para reconocerlas. En teoría, en el año 1949 debería haber nacido una Artemisia Della Rosa, de la que no se sabe nada. En ese año, ¡mira por dónde!, un incendio, que había comenzado en los bosques de alrededor de Triora, llegó a destruir algunas casas en el pueblo y, de nuevo, también el archivo municipal se perdió. En el año 1969, o algo así, según mis cálculos, debería haber nacido la Aurora Della Rosa que conocemos. Los archivos del registro civil de 1969, 1970 y 1971 han desaparecido y el actual registrador lo explica diciendo que en el año 1971 fue un año particularmente lluvioso, algunas habitaciones del Ayuntamiento se anegaron y muchos documentos no pudieron ser recuperados de ninguna manera. Los ancianos del pueblo recuerdan a Aurora con la panza entre fines del año 1948 y el comienzo de 1949. Se decía por ahí que la bruja se había acoplado con el diablo durante uno de los Aquelarres nocturnos. El caso es que, al final del embarazo, se retiró a una cueva en el bosque. Reapareció en el pueblo sólo después de unos meses y sin traer consigo ningún hijo, tanto es así que se decía que había tenido un niño y que, como la tradición familiar exigía, lo había sacrificado a su Dios antes de la llegada del sexto mes de vida. En el año 1989, la sesentona Aurora desapareció y, después de algún tiempo, apareció su nieta homónima. La semejanza increíble con la abuela hizo pensar a los más fantasiosos que Aurora había encontrado, por medio de algún tipo de magia, el modo de rejuvenecer y que la persona que se presentaba como la nieta era en realidad ella misma. Otros propusieron la hipótesis de que, cuarenta años atrás, la bruja no había matado al fruto de su vientre sino que lo había mantenido escondido o lo hubiese hecho vivir lejos de Triora, también porque el cadáver de la criatura nunca fue encontrado. El hipotético hijo, o hija, de Aurora habría traído al mundo a la Aurora desaparecida en el año 1989. El hecho de que en el mismo período haya llegado de Rumanía una muchacha de veinte años, que luego se fue con la sesentona Aurora, habría hecho recordar a alguno una hipótesis bastante extravagante, y por otra parte no confirmada por ninguna prueba. Hay quien afirma que la hija de la vieja Aurora, si queremos respetar la tradición y decir que era una hembra y a lo mejor se llamaba Artemisia, de alguna manera ayudada por alguien, llegó a Rumanía y se estableció en Transilvania. A los veinte años tuvo dos gemelas, Aurora y Larìs, que al final de los años 80 decidieron volver a Italia, liberándose de su vieja antepasada. Primero llegó Larìs, que la anciana bruja no podía reconocer como su nieta, ya que era morena y muy distinta, exteriormente, a las mujeres pertenecientes a su familia. La muchacha convence a la anciana para afrontar el peregrinaje al Tibet, donde ésta última pierde la vida. La joven Aurora, de esta manera, habría tenido vía libre para apoderarse de la casa familiar. Después de mucho tiempo, evitando volver a entrar en Italia por avión y enfrentándose, en cambio, a un largo viaje por tierra, también Larìs, con discreción, volvió a Triora y se reunió con su hermana gemela. El hecho es que muchas veces la Aurora rubia ha sido vista en compañía de una atractiva coetánea morena. Sin embargo, como repito, esto son habladurías, contadas en el pueblo por algunos habitantes fantasiosos.

 



―Bien, Laura. Esta historia de las dos gemelas, sin embargo, no es muy creíble a mi parecer. ¿Y sobre el proceso de las brujas, qué me cuentas?



Escuché distraídamente la versión oficial del proceso, como se contaba en los tablones expuestos al público en el interior del Museo de las Brujas de Triora. Básicamente, el proceso había acabado con la condena de las cinco brujas, Artemisia y otras cuatro, que habían sido rescatadas por el Doge di Genova, salvadas para morir de inanición durante la prisión en las cárceles de Genova. Estuve más interesada en la versión no oficial, contada por mi despierta colaboradora.



―Conozco un poco la lengua occitana por haberla aprendido de mis abuelos y de mis padres, de otra forma no estaría aquí contando esta historia. El podestá Stefano Carrega en el año 1587 puso en marcha el proceso contra las brujas de Ca Botina, basándose en una carestía que, según él, debía ser imputada a los maleficios practicados por las brujas. En realidad, también él era un brujo y lo único que deseaba era asistir a la quema de las cinco mujeres, porque la potencia de las llamas que consumirían aquellos cuerpos transferiría los poderes de las cinco a él. Las cinco brujas representaban, de hecho, los cinco elementos fundamentales, agua, aire, tierra, fuego y espíritu, que unidos darían a quien los poseyese todos juntos un poder increíble, sobrehumano, lo convertirían en un Dios inmortal. El proceso, con altibajos, duró más de un año, y las pobres mujeres acusadas de brujería sufrieron los peores tormentos. Además de ser torturadas con el agua, con el fuego, con la cuerda, habían sido obligadas también a sufrir violencia sexual por parte de los torturadores y los carceleros. Se dice que Carrega mismo había abusado de Artemisia y que incluso la había violado, dejándola embarazada, al comienzo del verano de 1588. El hecho es que, mientras las cosas se ponían aún peor para las brujas y ya el podestá se relamía con el olor del asado, el Doge di Genova, presionado por el jefe del Consiglio degli Anziani del pueblo, un tal Giulio Scribani, hizo trasladar a las brujas a las cárceles de Genova para una revisión del proceso, que debería ser llevado a cabo por el Inquisidor jefe. Éste último confirmó la condena para las cinco brujas de Triora, las cuales fueron mantenidas en prisión con la promesa, por parte del Doge, de que salvarían la vida. Pero, en el mes de marzo de 1589, Artemisia De La Rose, Emanuela Giauni, Viola y Alessandra Stella y Teresa Borelli, fueron encontradas muertas en las celdas. Se dice que murieron por las tribulaciones debidas a las torturas que les infringieron y por las privaciones de la prisión. En efecto, los cadáveres encontrados no eran de las mujeres en cuestión, que habían sido raptadas por orden de Carrega y sustituidas por otros tantos cadáveres de mujeres pobres. El Podestá, de hecho, quería a toda costa llevar a cabo la ejecución de las brujas.



Laura continuó contando cómo habían sido los hechos el día de la ejecución, de cómo a Artemisia se le había inducido el parto y de cómo Giulio Scribani, jefe del Consiglio degli Anziani, se había opuesto a matar a las cinco mujeres. De cómo, en fin, Artemisia había sido quemada públicamente mientras que las otras brujas habían sido marcadas con el tatuaje de los tres libros envueltos en llamas.



―¿Un tatuaje en esa época? ―pregunté curiosa ―¿Y justo ese tatuaje, el que hemos descubierto que tenían tanto nuestra víctima como Mariella La Rossa?



En ese momento intervino Mauro.



―Sí, Caterina. La práctica del tatuaje es conocida desde los tiempos de los antiguos egipcios. Las técnicas y los instrumentos eran distintos de los actuales pero los resultados eran igualmente eficaces. Piensa en los tatuajes de los piratas y corsarios, o en los de las tribus indígenas de África o de la Amazonia. El hecho de que Scribani hubiese ordenado que el mismo tatuaje se le hiciese a todas las primogénitas descendientes de aquellas brujas nos puede ayudar a identificar a nuestra víctima.



―Justo ―prosiguió Laura ―También he intentado comprender el significado de este extraño tatuaje. Los tres volúmenes son los que los iniciados a las artes mágicas están obligados a aprender, el libro de los amuletos, el de los encantamientos y de los sortilegios y el de las invocaciones. A los adeptos que han llegado a un cierto nivel se les practica este tatuaje sobre la parte interna de la pierna derecha, un libro más grande en el centro y dos pequeños a los lados. Al tatuaje de las brujas, que se salvaron de la hoguera en el lejano 1589, se les añadió las llamas envolviendo los libros. ¡Queda claro que la tradición se ha mantenido hasta el día de hoy!



Comenzaba a imaginarme en la mente cuál era el plan del asesino, cuáles eran sus movimientos precedentes y cuáles serían los futuros. Pensaba que, suponiendo que Aurora fuese la asesina, se quisiese vengar de los descendientes de las cuatro mujeres que habían traicionado a su antepasada Artemisia y habían hecho que ella acabase en la hoguera, mientras que ellas habían salvado la vida. En este caso, las víctimas deberían ser cuatro pero hasta ahora teníamos un solo cadáver. En teoría, la segunda víctima podía ser Mariella La Rossa y la tercera la periodista Giovanna Borelli. Faltaba una víctima a la lista y el diseño de la asesina se completaría. ¿Y si en cambio la culpable no fuese Aurora Della Rosa? En este caso, también ella podía estar en peligro de muerte, porque el hipotético asesino querría la muerte de las cinco brujas. ¿Pero quién podría ser? No, las sospechas principales caían sobre Aurora la bruja. Me di cuenta de que mis reflexiones me estaban distrayendo del discurso de Laura, que había comenzado hablar de Mariella Carletti.



―Perdóname, Laura, ¿puedes comenzar desde el principio con Mariella, por favor?



―Claro, comisaria, ya es tarde y comprendo que todos estamos cansados. ¿Quiere que continuemos mañana por la mañana?



―¡No, no! Venga, sigue.



―Estaba diciendo que he pedido información a la Jefatura de Teramo. Mañana serán más concretos y me enviarán todo el material por correo electrónico pero un compañero se acordaba bien del caso. Mariella desapareció en el año 1997, a la edad de 26 años. El apellido Carletti no era el suyo sino el de la familia que la había adoptado de pequeña, cuando su auténtica madre había desaparecido en circunstancias misteriosas en el Monte Sibilla, donde había ido con sus dos hijas gemelas para el ritual de la iniciación a las artes mágicas y esotéricas. Su verdadero apellido es Stella y su hermana gemela se llamaba Anna Giulia. Las dos niñas vivían con la madre, considerada maga y sanadora, en un pueblo de los Monti Sibillini, Montemonaco, en la provincia de Ascoli Piceno. Las niñas tenían ocho años cuando su madre las llevó a las cercanías de la gruta de la Sibilla. Parece ser que la mujer entró en la cueva y ya no salió. Las niñas vagaron por el monte durante unos días antes de encontrar el camino de vuelta. Dado que la búsqueda de la madre result

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