Cuando domina la injusticia

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En ciertos círculos evangélicos latinoamericanos la visión de lo que se llama “proceso revolucionario” es policíaca. Se identifica directamente con la acción subversiva interesada de un bloque de naciones, y se tiende a verle ribetes diabólicos en un maniqueísmo peligroso, en el cual todo el bien del mundo estaría en un bloque y todo el mal en el otro. […] La pregunta que hay que hacerse es qué ha pasado ahora que a nuestros propios ojos, y más a los ojos de la juventud y de cuantos toman conciencia de la necesidad de cambios, el Evangelio se ha convertido más bien en opio del pueblo. ¿Cómo es que los evangélicos se han vuelto una fuerza conservadora temerosa de cuestionar el statu quo y levantar una voz profética; que parece preferir ser guardiana de un mensaje aséptico que procura a toda costa probar que no es peligroso ni subversivo ni trastornador? ¿No será que hemos amordazado a la Biblia?40

Entre 1929 (Congreso de la Habana) y 1970 (fundación de la Fraternidad Teológica Latinoamericana), hubo un pequeño pero constante crecimiento del protestantismo. En términos generales, a partir de los años 70 del siglo xx la realidad numérica del protestantismo evangélico latinoamericano fue contrastante con las comunidades existentes en el tiempo de los orígenes de la ftl. Su robustez cuantitativa se ha estudiado en cada país. Es una realidad que el campo religioso latinoamericano se ha transformado en las recientes décadas. La diversificación de creencias, sobre todo en quienes han abrazado alguna de las propuestas del amplio abanico que es el cristianismo evangélico, es evidente y reporta distintos porcentajes de adscripción en la población de cada país. En América Latina la religiosidad de los pueblos no está en declive, sino que su expresión se ha diversificado intensamente.41

Latinoamérica es la reserva poblacional del catolicismo, pero también un continente en el que crece constantemente el amplio abanico del protestantismo/cristianismo evangélico. Un estudio cuantitativo del Pew Research Center da cuenta de las creencias y prácticas en 19 países de América Latina. El documento posibilita no solamente conocer los números de la diversidad religiosa, sino también hacer interpretaciones socioculturales de tal diversificación. El detallado estudio, con todo y apéndices, contiene 310 páginas. Tiene por título Religion in Latin America: Widespread Change in a Historically Catholic Region.42 Hay una versión condensada en español que incluye los principales indicadores de la investigación.43

En América Latina viven más de 425 millones de católicos, el 40 % de la población católica mundial. Con variaciones por país, durante la mayor parte del siglo xx (de 1900 a 1960), la población católica fue del 90 %. Es a partir de la década de los 60 cuando tal porcentaje comienza a descender constantemente. A fines del 2014, cuando el Pew Research Center concluyó con el levantamiento de datos, los católicos romanos adultos en Latinoamérica representaron el 69 %. Por todo el Continente es verificable el descenso de creyentes católicos, ya que, sostiene el reporte,

en casi todos los países encuestados, la Iglesia Católica ha sufrido pérdidas netas debido al cambio religioso de muchos latinoamericanos que se unieron a iglesias evangélicas protestantes o que rechazaron en general la religión organizada. Por ejemplo, aproximadamente uno de cada cuatro nicaragüenses, uno de cada cinco brasileños y uno de cada siete venezolanos ya no son católicos.

El 84 % de los entrevistados dijeron haber sido criados en sus familias como católicos. Después optaron por otra confesión religiosa o ninguna, tras lo cual el porcentaje original de católicos criados como tales descendió a 69 %. En contraste,

tanto las iglesias protestantes como la población sin afiliación religiosa de la región han ganado miembros. Sólo uno de cada diez latinoamericanos (9 %) fueron criados en iglesias protestantes, pero casi uno de cada cinco (19 %) ahora se describe como protestante. Y, mientras solo el 4 % de los latinoamericanos fueron criados sin una afiliación religiosa, el doble de esa cantidad (8 %) no tiene afiliación religiosa en la actualidad.

La investigación consigna datos interesantes que muestran los distintos ritmos de la “descatolización” en América Latina. Al analizar por país los números de quienes respondieron haber sido criados en el catolicismo, se ve que en Colombia se presenta el mayor éxodo hacia distintas variantes del protestantismo, pues el 74 % de la población colombiana protestante/evangélica respondió que antes se había criado en familias católicas. Asimismo. Panamá es el país en donde se registra el menor porcentaje (15 %) de protestantes que respondieron que antes habían sido católicos.

De las ocho posibilidades que tuvieron las personas encuestadas para responder sobre la causa de su paso del catolicismo al protestantismo, la más marcada fue que buscaban una conexión personal con Dios, la segunda, que disfrutaban más el estilo de culto en su nueva iglesia; la tercera, que querían un mayor énfasis en la moralidad, y la cuarta, que en el protestantismo habían encontrado una iglesia que ayuda más a sus integrantes.

La conversión al protestantismo/cristianismo evangélico en el Continente acontece más por el acercamiento de las iglesias a las personas que por lo contrario: por el acercamiento de las personas a las iglesias. La media en América Latina de quienes dijeron haber cambiado de confesión religiosa porque una iglesia se había acercado a ellos fue del 58 %. Un elemento para tener en cuenta sobre cómo se acercan las iglesias evangélicas a las personas, es que lo hacen mediante sus integrantes en la vida cotidiana y en los lugares donde se desenvuelven.

El Pew Research Center usa el concepto protestante

en un sentido amplio para hacer referencia [a integrantes] de las iglesias protestantes históricas (por ejemplo, bautistas, adventistas del séptimo día, metodistas, luteranos o presbiterianos), miembros de iglesias pentecostales (por ejemplo, Asambleas de Dios, Iglesia Pentecostal de Dios o Iglesia Evangélica Cuadrangular) y miembros de otras iglesias protestantes.

Tal vez un criterio para tener en cuenta acerca de los protestantes/cristianos evangélicos latinoamericanos (ya sean de iglesias históricas, pentecostales, neopentecostales o megaiglesias de distinta tendencia) es que tienen como Biblia común la del llamado canon corto, es decir, sin libros deuterocanónicos, los cuales sí forman parte de la Biblia usada por la Iglesia Católica.

El cristianismo evangélico que más crece en América Latina es el de corte pentecostal. Esto no es algo que haya descubierto la investigación del Pew Research Center, pero el documento le da forma numérica a una impresión que presenta variantes en los países del Continente: la impresión del predominio pentecostal (un protestantismo popular) en el abanico protestante latinoamericano.

El Pew Research Center define como pentecostales a quienes en sus “servicios religiosos [tienen] experiencias que los creyentes consideran ‘dones del Espíritu Santo’, como la sanación divina, hablar en lenguas y recibir revelaciones directas de Dios”. Poco menos de la mitad de los protestantes latinoamericanos (47 %) dijo pertenecer a una denominación pentecostal; poco más de la mitad (52 %) se identificó como pentecostal. La diferencia entre el primer y segundo porcentaje (5 %) se debe a que ese 5 % adicional señala a protestantes pentecostalizados que no son integrantes de una congregación pentecostal, sino, por ejemplo, de alguna conocida como histórica.

Respecto al conocido como “evangelio de la prosperidad”, definido por el Pew Research Center como consistente en la convicción de que Dios concederá bienestar económico y buena salud física a quienes tienen suficiente fe, llama la atención que, dentro de toda Latinoamérica, en Brasil haya el menor porcentaje (56 %) de protestantes que se identifican con la premisa mencionada. La cifra, de todas maneras, me parece alta, y me lleva a una observación: Brasil es precisamente la cuna de muy conocidos movimientos y predicadores del evangelio de la prosperidad; sin embargo, al mismo tiempo, es, según la investigación que nos ocupa, el país donde los protestantes/evangélicos hacen suyo en menor grado el eslogan de la prosperidad asegurada. Esto tal vez se deba a que los protestantes brasileños han comprobado que la oferta es endeble o a los escándalos éticos de no pocos telepredicadores y de autoproclamados profetas y apóstoles.

Cabe hacer una salvedad sobre si los líderes y adeptos del “evangelio de la prosperidad” son realmente protestantes/evangélicos o, más bien, sólo guardan un leve vínculo con éstos, pero con énfasis diferentes, de tal manera que se les deba considerar como paraprotestantes o paraevangélicos, o posprotestantes o posevangélicos. Usan la Biblia de canon corto (sin libros deuterocanónicos, la que históricamente han leído los protestantes/evangélicos), pero de forma sesgada hacia todo lo que, a su juicio, enfatice la bendición de bienes materiales, y desdeñan las responsabilidades del discipulado y la transformación ética de sus congregantes.44 En el rubro del “evangelio de la prosperidad”, los protestantes/evangélicos tienen más altos porcentajes en Venezuela (91 %), Guatemala (90 %) y Bolivia (89 %), y menos en Brasil, como ya mencioné, Chile (59 %) y Puerto Rico (60 %).

Mientras el pentecostalismo/neopentecostalismo es el que más crece dentro del protestantismo latinoamericano, en el catolicismo le corresponde ese lugar a la renovación carismática. El carismatismo ha sido visto por algunos altos clérigos romanos y analistas sociorreligiosos como una especie de dique a la expansión pentecostal, y lo es de alguna manera. Por otra parte, no sé si sea el caso en otros países, pero en México varios grupos que empezaron en la renovación carismática, después se independizaron o rompieron con la Iglesia Católica y se transformaron en iglesias pentecostales/neopentecostales.

 

Expongo algunas observaciones sobre las cifras del cambio religioso evidenciadas en el documento, y las relaciono comparativamente para ver si el crecimiento significativo del protestantismo evangélico ha implicado alguna transformación ética en sus filas e irradiado a la sociedad. Es fehaciente que el protestantismo/cristianismo evangélico sigue creciendo en toda Latinoamérica, y su rostro predominante es el de la familia pentecostal o neopentecostal. En algunas regiones la transformación del campo religioso, antes con gran hegemonía del catolicismo, ha sido vertiginosa, lo que también ha llevado a cuentas y proyecciones muy optimistas dentro de cierto evangelicalismo triunfalista. Ello me hace preguntar si lo que ha acontecido es un cambio de adscripción religiosa y una adopción de nuevos rituales religiosos pero sin tocar de modo claro el núcleo de ciertas prenociones y prácticas que no se transforman al ingresar al nuevo círculo confesional.

Una de estas áreas intocadas puede ser el de la integridad personal y comunitaria. Al gran crecimiento cuantitativo protestante no le ha seguido lo que desde dentro de las comunidades de fe se llama “discipulado”, y que hacia afuera pudiera ser visto como creación de ciudadanía, construcción de personalidades democráticas agentes de cambios mentales y culturales. En este sentido, cabe la distinción sociológica que afirma que puede estudiarse el fenómeno religioso como creencia o como conducta. ¿En qué son contrastantes las conductas de los protestantes/evangélicos latinoamericanos con las de quienes no lo son? ¿Son sus comunidades más democráticas, horizontales, preocupadas por el otro, con menos casos de abusos de todo tipo y corrupción? ¿O todo, o la mayor parte, consiste solamente en cambios de algunas creencias y nuevos ritualismos que no alteran/transforman rasgos subsistentes de la cultura patrimonialista latinoamericana?

Las respuestas a las interrogantes anteriores no pueden ser tajantes hacia un lado u otro. El sí o el no dependen de comprensiones doctrinales, aplicaciones pedagógicas de éstas y proyectos para implementar las creencias en la vida personal, comunitaria y social. Para clarificar las prácticas sociales de las comunidades evangélicas realmente existentes, ya tenemos un considerable cúmulo de investigaciones históricas, sociológicas y antropológicas que muestran luces y sombras de tales comunidades.

En el 2017 se cumplen 500 años del inicio de la Reforma protestante, que en sus orígenes fue una crítica a la venta de indulgencias y a la corrupción eclesiástica católica romana. Hoy, cuando por todas partes campean en espacios evangélicos o neoevangélicos ambas formas de corrupción, la venta de neoindulgencias o la simonía (Hch 8.9–21), es preciso tener claridad desde el cristianismo evangélico sobre la adulteración y denunciarla como traición al espíritu y la esencia del evangelio de Jesús. Es ineludible la construcción de comunidades de integridad que permeen la sociedad y contribuyan a la renovación de ella aportando nuevos hábitos culturales que combatan desde sus cimientos el desbordante mar de la corrupción. ¿Habrá la energía ética para esta tarea?

El protestantismo en América Latina, a pesar de que desde distintas posiciones e intereses se le sigue etiquetando de advenedizo, ya tiene una historia de más de siglo y medio en este continente, y las últimas cuatro décadas se ha masificado y asentado en toda la extensa geografía latinoamericana. Si las primeras generaciones se enfocaron principalmente en sobrevivir en un medio que les era hostil, y por ello crearon espacios que les dieran tanto legitimidad social como posibilidad de reproducir y diseminar una identidad religiosa/cultural alternativa a la histórica y tradicional en Latinoamérica, las generaciones actuales tienen la responsabilidad que les da su peso demográfico de construir no sólo un perfil confesional identitario hacia dentro de sus comunidades de fe, sino también de fermentar con lo mejor de la cultura protestante las sociedades nacionales, que siguen inmersas en un desasosiego de profundas raíces históricas. Debe hacerse más carne el principio protestante para transformar lo que Gabriel García Márquez, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, llamó la “realidad descomunal” de América Latina.45

29 Stanley Stein y Barbara Stein, La herencia colonial de América Latina, Siglo xxi Editores, México, 1970, p. 7.

30 Carlos Monsiváis, “Notas sobre el destino (a fin de cuentas venturoso) del laicismo en México”, Fractal, n.° 26, julio-septiembre 2002. Está disponible en línea (http://www.mxfractal.org/F26monsivais.html).

31 Salvador Cárdenas Gutiérrez, “La lucha contra la corrupción en la Nueva España según la visión de los neoestoicos”, Historia Mexicana, vol. lv, n.° 3, enero–marzo 2006, p. 720.

32 http://transparencia.org.es/wp-content/uploads/2016/01/tabla_sintetica_ipc-2015.pdf

33 Mario Vargas Llosa, “Prólogo”, Conversación en La Catedral, 3.a edición, Punto de Lectura, Madrid, 2007, p. 7.

34 Gonzalo Celorio, “Carlos Fuentes, epígono y precursor”, en Carlos Fuentes, La región más transparente (edición conmemorativa 50 años), Asociación de Academias de la Lengua Española-Alfaguara, México, 2008, p. xx.

35 Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca, Editorial Plaza y Janés, Barcelona, 1975.

36 Sergio Ramírez, Adiós muchachos: una memoria de la Revolución sandinista, Editorial Aguilar, México, 1999.

37 Gonzalo Báez Camargo, Hacia la renovación religiosa en Hispano-América. Resumen e interpretación del Congreso Evangélico Hispano-Americano de la Habana, Casa Unida de Publicaciones, México, 1930, p. 11.

38 Ibíd., p. 21.

39 Tampoco tuvo espacio en el volumen el trabajo escrito por el misionero norteamericano Peter Wagner, que iba en sentido contrario a las posturas de Samuel Escobar, René Padilla y Pedro Arana.

40 Samuel Escobar Aguirre, La Biblia y la revolución social en América Latina, mimeo, 1970, pp. 2, 7–8.

41 Al respecto es útil el volumen coordinado por Olga Odgers Ortiz, Pluralización religiosa de América Latina, El Colegio de la Frontera Norte-ciesas, Tijuana-México, 2011.

42 http://www.pewforum.org/files/2014/11/Religion-in-Latin-America-11-12-PM-full-PDF.pdf

43 http://www.pewforum.org/files/2014/11/PEW-RESEARCH-CENTER-Religion-in-Latin-America-Overview-SPANISH-TRANSLATION-for-publication-11-13.pdf

44 Una evaluación certera, me parece, es la de Martín Ocaña Flores, Los banqueros de Dios. Una aproximación evangélica a la teología de la prosperidad, 2.a edición, Ediciones Puma, Lima, 2014. Acerca del tema ver el capítulo “¿Teologías posmodernas?”, de Alberto F. Roldán, ¿Para qué sirve la teología?, 2.a edición, Libros Desafío, Michigan, 2011, pp. 137–156. Sobre la identidad de la fe evangélica, Ian Randall, What a Friend We Have in Jesus. The Evangelical Tradition, Orbis Books, New York, 2005; J. I. Packer y Thomas C. Oden, One Faith: The Evangelical Consensus, InterVarsity Press, Downers Gove, Illinois, 204; John Stott, Identidad evangélica. Un llamado a la unidad, integridad y fidelidad, Ediciones Certeza Unida, Buenos Aires, 2012.

45 Gabriel García Márquez, “La soledad de América Latina”, discurso en la recepción del Premio Nobel de Literatura 1982, en Yo no vengo a decir un discurso, Random House Mondadori, México, 2010, p. 25.


Parte 2

Abordajes bíblicos y desafíos éticos



Capítulo 3

Enfrentando la corrupción hoy a la luz de Amós 8.1–7

Ruth Alvarado Yparraguirre

La amenaza de la corrupción

El Perú tiene uno de los índices de corrupción más altos junto con otros países de la región. Los niveles de corrupción han deteriorado todo nuestro sistema institucional: el Estado como estructura basada en cimientos del derecho y la ley no logra frenar ni disminuir la corrupción. Todo esto me recuerda un dicho que don Manuel González Prada hizo conocido y que data de hace más de cien años: “Donde se pone el dedo, salta el pus”.46 Con esta frase intentó describir la corrupción en las altas esferas gubernamentales del país y, según vemos, las cosas no han cambiado mucho. Todo parece ser un problema endémico.

En el día de hoy tenemos una frase popular que lamentablemente se ha hecho parte de nuestro cotidiano vivir y que ha decidido algunas votaciones: “No importa que robe con tal de que haga obra”. La utilización de recursos del Estado para beneficio propio, la manipulación de conciencias para ganar las elecciones, el uso indebido del poder en el Estado han producido un gran número de alcaldes y funcionarios acusados por delitos contra la administración pública, así como la apertura de procesos judiciales por responsabilidad administrativa funcional y otros delitos. De las veinticinco regiones que tiene el Perú, se han vulnerado por la corrupción más de trece. Cientos de municipios y sectores importantes como la salud, la educación o la seguridad, son espacios atrapados por la corrupción de funcionarios públicos.

Esto sin duda refleja que la corrupción atraviesa todos los sectores: los partidos políticos, las empresas, el sistema judicial, el electorado, los funcionarios públicos, el Congreso de la República, las organizaciones, las iglesias, etc. Ello nos perjudica porque ocasiona pérdidas económicas, afecta la institucionalidad, vulnera los derechos de las personas, pero, sobre todo, porque influye en nuestra conducta cotidiana. De ser servidores del Estado, algunas personas pasan a ser las que se sirven de él. Los que deberían denunciar guardan silencio cómplice, y esto produce incremento de la corrupción.

Algunos analistas dirán que esta conducta es parte de nuestra herencia colonial basada en el clientelismo y el soborno. Como dice Wilfredo Ardito: “Es un clientelismo que otorga beneficios, pero trata a los ciudadanos como súbditos”.47 Otros consideran que es una extensión del modelo patrimonialista extendido en nuestros países desde su fundación. Al respecto, la reciente memoria de gestión de la Contraloría General de la República del Perú nos aclara algunos detalles:

En la gestión pública, el problema central radica en el uso irregular e ineficiente de los recursos públicos, lo cual impacta sobre la calidad y cobertura de los servicios públicos brindados. La diversidad de causas de esta situación requiere el tratamiento integral de la misma. Entre las causas estructurales que en su momento se identificaron, eran notorios los vacíos del sistema legal anticorrupción y la falta de probidad en diversas autoridades y funcionarios públicos por su débil formación ética y la ausencia de una cultura de transparencia y rendición de cuentas…48

 

Más allá de señalar que los actos de corrupción siempre estarán reñidos con la ley y el derecho, se debe remarcar que es principalmente un problema ético y moral que afecta a nuestros ciudadanos de manera individual y colectiva. Somos naciones muy precarizadas. La anomia, la informalidad y la corrupción es la regla; una gestión transparente es la excepción. Tampoco queremos dejar de mencionar nuestra propia responsabilidad frente a esta situación: ¿Es posible que como iglesia podamos llegar a ser parte de esa “conciencia” o “reserva moral” que nuestros países necesitan a fin de hacer los cambios que nos permitan enfrentar la corrupción que nos desborda? Se han gastado millones de dólares y soles en la prevención, en la lucha contra la corrupción, y se ha invertido en mecanismos, instancias, recursos, pero todo parece inútil. Soy una convencida de que es necesario movilizar al ciudadano de a pie, a la sociedad civil en su conjunto. Necesitamos encontrar el camino para enfrentar esta situación.

Buscando pistas por dónde andar

Por todo lo dicho hemos querido acercarnos a Amós, un hombre sencillo, del campo, proveniente de una familia pobre. No pertenece al gremio de los profetas, no tiene formación política alguna. Es una persona que en algún momento de su vida decide salir de Tecoa (al límite del desierto de Judá, Am 1.1), para cruzar el territorio y enfrentarse a ocho reinos de su tiempo. Como su nombre lo indica, Amós (“el que lleva la carga”) ha entendido que hay un encargo que Dios quiere que se ejecute, y que él ha sido designado para llevarlo a cabo.

Amós es conocido como un profeta menor porque el libro que lleva su nombre es un escrito breve que, además, tiene un lenguaje sencillo y puro sin dejar de transmitir un mensaje enérgico, rico en metáforas, poesía y símbolos. Amós se dirige a los sectores privilegiados de cada uno de estos reinos con el fin de que entiendan que no pueden continuar con esa conducta injusta sobre la mayoría empobrecida del pueblo. Les hace saber que han sido sentenciados por Dios y que serán castigados por esa conducta.

En la profecía dirigida a los poderosos de Israel es Dios mismo, a través de este hombre sencillo que hace de profeta, el que reclama por su infidelidad a la promesa recibida. En sus líneas podemos observar ampliamente la situación cruenta por la que atraviesa el pueblo. Así, Amós se convierte en el profeta que más enfatiza lo grave que es delante de Dios la injusticia social. En ese sentido, se puede decir que es un revolucionario teológico. De ahí nuestro interés por tomar este libro como referencia.

Introduciéndonos al texto

Según el mismo libro lo indica, el llamado al ministerio de Amós se inicia dos años antes del gran terremoto (ocurrido a mediados del s. viii a. C.), durante el reinado de Jeroboam (rey de Israel) y del sacerdote de Betel, Amasías (Am 7.10–13). La profecía de Amós se dirige a cada uno de los ocho reinos existentes para denunciarlos y sentenciarlos por los delitos cometidos. Pero cuando esta profecía se dirige a Israel, la denuncia tiene un efecto mucho mayor por cuanto la acusación es “haber despreciado la ley de Jehová”.

Según Edesio Sánchez, el narrador de Amós se dirige a su auditorio (primero Israel y posteriormente Judá), de manera enérgica, usando diversos géneros literarios propios de su tiempo y con el propósito de que sus palabras impacten en quienes lo escuchan. Así, encontramos que a lo largo del libro se resalta la justicia como eje transversal para la vida de las personas:

El doble símil, sinónimo, de 5.24 tiene como dinámica retórica el anhelo o sueño que al igual que las aguas de manantiales y arroyos, la justicia nunca falte en la vida y conducta de la nación […] En 5.7b la metáfora sirve para acentuar la idea de cómo es que un valor o principio ético tan importante como es la justicia es menospreciada igual que una joya o piedra preciosa y considerada basura que puede ser arrojada a la Tierra […] Al comparar en 6.12 la justicia con el veneno y el ajenjo, el profeta apunta a la tergiversación e impunidad con que los poderosos han transformado lo que debería ser fuerza productora de vida, en veneno destructor.49

Para Amós, el ser pueblo elegido de Dios, más que un privilegio es una responsabilidad que les debe conducir a cumplir fielmente con el deseo de Dios: ser justos. Sin embargo, el actuar de los que están en el poder, la cúpula religiosa, los militares de alto rango, los gobernantes de Israel están lejos de cumplir con este deseo. Las imágenes que encontramos a lo largo del libro hablan del comportamiento de estas personas: el justo es vendido por dinero (2.6b), el pobre es esclavizado por deudas ridículas (2.6c), el pobre es humillado y oprimido (2.7a, 4.1; 5.11), las jóvenes en edad marital son abusadas sexualmente (2.7b), no hay misericordia en los préstamos (2.8a), existe un mal uso de los impuestos y multas (2.8b), se aflige al justo, se reciben sobornos y se llevan a cabo juicios injustos (5.12). Por estas y otras conductas, Amós, en nombre de Dios, denuncia, demanda y condena, pero también habla de sueños y esperanzas para este pueblo.

Amós muestra, a través de las visiones proféticas dirigidas a Israel (cap. 7), la inmanencia de Dios en la vida del pueblo. Es interesante encontrar en las dos primeras visiones un cambio en el actuar de Dios como respuesta a la intercesión de Amós. En ambos casos, la razón que expuso fue: “¿Cómo podrá restablecerse Jacob si es un pueblo pequeño?” (7.2; 7.5). Podría decirse que éste es un planteamiento producto de una observación sencilla; tal vez una propuesta que no necesariamente responde a una evaluación política institucionalizada; sin embargo, gracias a ella Dios toma la decisión de renunciar a ejecutar su designio en ese momento, aunque en la tercera visión advierte, sin dudarlo, que, de continuar Israel con esa conducta, Él no volvería a perdonarla, sino que sería devastada. Entonces, Amós calla.

Amós 8.1–7


JerusalénReina Valera 1995
1 Esto me dio a ver el Señor YahvehHabía una canasta de fruta madura1 Esto me mostró Jehová, el Señor:un canastillo de fruta de verano.
2 Y me dijo Yahveh: ¿Qué ves, Amos?Yo respondí: una canasta de fruta madura.Y Yahveh me dijo:Ha llegado la madurez para mi pueblo Israel, ni una más le volveré a pasar.2 Y me preguntó: ¿Qué ves, Amós?Y respondí:—Un canastillo de fruta de verano.Y me dijo Jehová:—Ha venido el fin sobre mi pueblo Israel; no lo toleraré más.
3 Los cantos de palacio serán lamentos aquel día.—Oráculo de Yahveh—Serán muchos los cadáveres, en todo lugar se arrojarán. SILENCIO.3 Y los cantores del templo gemirán en aquel día, dice Jehová, el Señor.Muchos serán los cuerpos muertos, y en silencio serán arrojados en cualquier lugar.
4 Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra,4 Oíd esto, los que explotáis a los menesterosos y arruináis a los pobres de la tierra,
5 diciendo:“¿Cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado para dar salida al trigo, PARA achicar la medida y aumentar el peso, falsificando balanzas de fraude,5 diciendo:“¿Cuándo pasará el mes y venderemos el trigo; y la semana, y abriremos los graneros del pan? ENTONCES achicaremos la medida, subiremos el precio, falsearemos con engaño la balanza,
6 PARA comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias, PARA vender hasta el salvado del grano?”6 compraremos a los pobres por dinero y a los necesitados por un par de zapatos, y venderemos los desechos del trigo?”.
7 Ha jurado Yahveh por el orgullo de Jacob: ¡JAMÁS HE DE OLVIDAR todas sus obras!7 Jehová juró por la gloria de Jacob: “NO OLVIDARÉ JAMÁS ninguna de sus obras”.

Después del paréntesis que encontramos en el 7.10–17, observamos la cuarta visión en el capítulo 8. Dios muestra a Amós la “fruta madura” o “fruta del verano” (heb. qayits, 8.1). Esta mención ubica la narración al final de la fiesta principal de la colecta (agosto/setiembre) y nos ofrece la imagen de una fruta a punto de estropearse, en tan mal estado que no se puede comer. Tal vez por ello, Amós liga esta imagen con la palabra “fin, madurez”, cuya raíz en hebreo (qets) se asemeja mucho a la palabra anterior.

Con esta visión de la cotidianidad de la naturaleza, el mismo Dios señala que llegó el día del fin para este pueblo y que no tolerará una transgresión más. Ya ha hablado en la visión anterior sobre la devastación que experimentará “la Casa de Jeroboam” (7.9). Ahora Amós, usando los sentidos, describe plenamente en qué condiciones quedará (8.3). Se escucha el gemido de las cantoras del palacio,50 mujeres que sufren por todo lo que sucede, pero también por su propia situación al vivir en carne propia todo tipo de abusos producto de su condición de esclavitud; se ve también la presencia de cadáveres que estarán regados por todo lugar. Esta imagen termina con un estruendoso silencio fúnebre en donde nadie habla. Schwantes denominará a esta subunidad: “panfleto profético”.51

Empleando imágenes en paralelo Amós pasa de este final silencioso de la visión al “escuchen” (8.4) dirigido a los responsables de estos actos. Pide que escuchen cómo es “triturado” el pobre (hebr. ‘ebyôn) y cómo “exterminan” a los humildes de la tierra (heb. ‘any). Ésta es una situación que se inicia en lo individual hasta llegar a afectar a todos los “pobres de la tierra”. Pero, además, Amós pone en evidencia y con lujo de detalles cómo se han venido cometiendo estos delitos: ellos son personas que, aun cuando cumplen con los rituales religiosos, son hipócritas e infieles. Un ejemplo es la fiesta religiosa del primer día del mes (luna nueva), porque en esa festividad está prohibido comprar y vender, y estos comerciantes no quieren “perder el tiempo” en celebraciones. Lo que quieren es abrir los graneros para vender, sin importar si es día de guardar. Pero, además, están cometiendo fraude: acortan la medida del grano, aumentan el peso, utilizan balanzas fraudulentas, todo esto para perjudicar aún más a los “pobres”. Para estos poderosos, los “pobres” (heb. dal) no tienen ningún valor; se aprovechan de ellos, los compran por nada, los esclavizan y abusan de ellos.

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