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Entonces ¿qué se puede esperar de las empresas?

• Bci

Paola Alvano, gerenta de Asuntos Corporativos y Sostenibilidad de BCI, socio estratégico de la Red desde sus inicios, y que es miembro del Consejo Asesor de la Red, tiene una visión muy clara respecto a la oportunidad que esta Ley ofrece a las empresas para aportar a la sociedad y a su propia marca:

Hoy toda empresa que tiene mermas tiene que preocuparse de su trazabilidad por la Ley REP. La Red es una gran oportunidad para que las empresas productoras hagan alianza con ella y formen parte de este círculo virtuoso de hacerte cargo de toda la trazabilidad de tu producto. En lugar de entrar en gastos operativos pueden aprovechar que la Red se hace cargo de sus mermas, al tiempo que colaboran y generan valor social; lo que no solo es apreciado por los trabajadores de la empresa que saben que su producto tiene trazabilidad e impacto social, sino también por los clientes que van a empezar a exigir el producto con un sello que te asegure su trazabilidad, no la típica, sino la trazabilidad del aporte social de la empresa. La tendencia va para allá y la Red debería crecer prestando estos servicios a las empresas. –Paola Alvano.

• Brzovic y Asociados

Antes se necesitaba la presencia del SII para la destrucción de productos. Y si querían entregarlo a entidades de caridad, debían hacer un trámite legal ante tribunales que se denomina “la insinuación”, el que podía tomar meses y es requisito para las donaciones.

Esta norma es un gran avance. –Franco Brzovic, abogado, experto tributario, socio de Brzovic Abogados.

• KPMG

Para Alejandro Espinosa, socio auditor de KPMG Chile, esta nueva normativa es un “bombazo” (en sentido positivo) para instituciones como la Red de Alimentos.

KPMG no puede dar números porque son confidenciales. No obstante –sobre las empresas que ellos auditan– se animan a decir que, en el caso de los pañales, las mermas podrían llegar al 3% de la producción. Lo que parece consistente con la información que manejaba el Ministerio de Hacienda, en cuanto a que, en Chile, se destruyen unos siete millones de pañales al año.

Este es un temazo para las compañías, porque no están preparadas para asumir este nuevo proceso. Y las pymes van a tener que adaptarse. –Alejandro Espinosa, socio KPMG.

• Gobierno

Para el exministro de Desarrollo Social y actual ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno, iniciativas como la Red de Alimentos y el paso dado por el país al aprobarse el cambio legislativo que autoriza las donaciones, dan muestra del desarrollo de Chile, el cual requiere del trabajo conjunto de la sociedad civil y el Estado:

Yo creo que las interacciones entre sociedad civil y Estado deben ser permanentes y –de hecho– ya lo son. Hoy hay una colaboración con las personas más vulnerables. La sociedad civil, no solo los empresarios sino también ejecutivos, estudiantes y gran cantidad de gente aporta talento, tiempo y trabajo. Estamos lejos de EE. UU. en materia de donaciones, pero sí tenemos los números más altos en Latinoamérica. Y contamos con organizaciones que se han hecho internacionales como Teletón, Coaniquem y Techo. Si usted tiene que hacerse rehabilitación, va a Teletón, el Estado no tiene facilidades para eso; si un niño se quema, va a Coaniquem porque es lo mejor. Son organizaciones capaces, profesionales. Todo esto es parte del progreso del país. –Alfredo Moreno.



Operación Trueno

El 25 de octubre tuvo lugar en Santiago la marcha más grande que registra la historia del país. Esta congregó en la vecindad de la Plaza Baquedano a más de 1,2 millones de personas. Esto equivale al 15% de la población total que vive en el área metropolitana de la capital.

Algo similar se vivió en términos porcentuales en las demás grandes ciudades del país, como Antofagasta, La Serena-Coquimbo, Gran Valparaíso, Rancagua-Machalí, Gran Concepción, Temuco-Padre Las Casas, Valdivia, Puerto Montt y Punta Arenas.

En términos comunicacionales, la prensa nacional consignó el 18 de octubre como el día que marcó el inicio del estallido social. Pero todo empezó el 4 de ese mes, cuando el panel de expertos de tarifas de RED88 propuso un alza de $30 (US$0,4)89 en horario punta a partir del 6 de octubre. El monto parecía insignificante (3,75%), pero fue la gota que rebalsó el vaso, la última de una serie de presiones sobre el presupuesto familiar de la clase media, que terminó por sacar de quicio a los estudiantes primero y al resto de la ciudadanía después.

Una semana más tarde, las manifestaciones de protesta escalaron tanto, que provocaron un corte parcial del servicio de transporte público, el cual –a media tarde– comenzaba a amainar, para quedar totalmente paralizado al caer la noche. En especial, los viernes de ese mes.

La Plaza Baquedano –que en realidad es una rotonda– fue el centro neurálgico de todas y cada una de las convocatorias ciudadanas en la capital. A tal punto, que la gente comenzó a llamarla Plaza de la Dignidad90.

Los problemas mayores estuvieron, por un lado, en la represión violenta por parte de Carabineros y, por otra, en las acciones agresivas –incluso vandálicas– de parte de algunos manifestantes, no solo en contra de la fuerza pública, sino también en contra de bienes públicos, como estatuas, estaciones de metro, paraderos de buses, cámaras de seguridad, así como contra locales de comida, hoteles y tiendas de comercio, algunos de los cuales fueron saqueados e incendiados reiteradamente.

Estas manifestaciones se extendieron durante el resto del año, hasta muy encima de Navidad, e impidieron una cotidianeidad fluida, la cual se estabilizó recién durante los meses de verano de 2020.

En este contexto, la Red de Alimentos y, en especial, quienes trabajan en el centro de distribución, con labores directamente relacionadas con la entrega de productos y bienes de primera necesidad, se vieron afectados en términos operacionales. No obstante las dificultades, no cerraron nunca. Ni un solo día.

El sábado 19 de octubre, los gerentes de la Red llamaron a todos sus funcionarios para saber cómo estaban y citaron a trabajar para el lunes solo a los empleados estrictamente necesarios. Además, se comunicaron con todas las fundaciones para informarles que la Red de Alimentos seguiría cumpliendo sus labores a pesar de las dificultades. Todos los que tenían que presentarse el lunes lo hicieron y continuaron operando de manera normal.

En forma paralela, ese mismo fin de semana, Megacentro les pidió a todos los arrendatarios de bodegas que los ayudaran a construir un muro de concreto, para evitar que los saquearan. Y la gente de la Red se sumó colocando bloques de cemento con ayuda de la grúa de horquilla.

Sin duda, las principales complicaciones que provocó el estallido fueron las restricciones al transporte en general, por los cortes de calles y carreteras, y la paralización de buses y de muchas estaciones de metro. Esto se tradujo en una incertidumbre constante para la gente de la Red respecto de si podrían operar al día siguiente, aunque fuera en horarios acotados. Por ello, durante ese periodo, todos tenían un ojo puesto en el trabajo y el otro en la TV, para ver si se encendía o no la Plaza Baquedano91. O si los manifestantes habían bloqueado la ruta 5 Sur, que es la vía de entrada y salida de la bodega.

Cuando había paro y no todos los buses operaban normalmente, la Red citaba a sus trabajadores a las 7.30 a. m. de modo que ellas(os) salieran un poco más temprano de sus casas y, por las tardes, se fueran antes. En especial, luego de que se impuso el toque de queda a las 19.00 horas.

En esa época, tipo 3.00 o 3.30 p. m. enviábamos a todos a sus casas para que llegaran bien. –Hernán Miranda.

Al interior del centro de distribución se coordinaron grupos de viaje, tipo “furgón escolar”, en donde los que tenían auto pasaban a buscar en las mañanas, y al terminar la jornada a dejar, a quienes se movilizaban en transporte público, para que pudieran llegar a la bodega de San Bernardo, dado que la locomoción colectiva era escasa por las mañanas y nula por las tardes.

Los involucrados recuerdan que en esos meses hubo un par de días muy complicados, muy violentos. En una ocasión el movimiento No + TAG bloqueó la ruta 5 Sur, la que es fundamental para llegar a la bodega de la Red de Alimentos. En una de esas jornadas, se había convocado a un paro nacional, y los manifestantes bloquearon todas las autopistas. En la bodega hubo que cerrar a eso de las 13.30 y debieron salir en una especie de operación relámpago, porque todas las vías de acceso quedaron interrumpidas.

En aquellas ocasiones, quienes trabajaban en el centro de distribución sintieron el temor de quedar completamente aislados, sin poder retornar a sus hogares. Esto generó mucha preocupación por los demás entre los funcionarios de la Red.

Era como una selva, porque a veces no sabías si ibas a volver sin problemas a casa. –María Eugenia Torres.

Para la tranquilidad de todos, se solicitó explícitamente: “por favor, avisen cuando lleguen a sus casas”. Entonces –a cierta hora–empezaban a entrar los mensajes de WhatsApp al grupo de la Red: “llegué”, “en casa”, “yo también”, etcétera.

Y así todos los días, en la tarde-noche, se compartían mensajes para confirmar que todos estuvieran bien.

 

Por fortuna, el equipo de la Red ha sido siempre muy unido y han generado un buen ambiente laboral. Además, en ese entonces, la preocupación por el otro –de que algo le podía pasar– se intensificó, sobre todo por la gente que tenía que usar transporte público o cuando alguien andaba sola(o) por Américo Vespucio, ya que la circunvalación se había puesto peligrosa.

Gracias a que la Red no dejó de funcionar nunca, las fundaciones pudieron seguir yendo a la bodega a buscar los alimentos, pero ajustándose a los horarios que eran posibles. Y aunque algunas pueden haber presentado problemas para ir algún día en particular, lo hacían al siguiente.

En donde sí hubo algunas dificultades, por las limitaciones de movilidad, fue en el rescate de alimentos. Ello, porque todos los centros de acopio trabajan en tres turnos y, o era imposible ir a retirar los productos por la tarde, o era muy difícil que los camiones de las empresas llegaran hasta la bodega, dado que con el toque de queda a las 19.00, la hora punta se adelantó a eso de las 15.00 o 15.30 horas. A consecuencia de lo anterior, se registró una pequeña baja en los kilos rescatados. Pero la Red siguió funcionando casi con la misma efectividad.

También hubo un pequeño efecto negativo en la gestión por causa de los saqueos a los supermercados, sin embargo, solo fue al comienzo del estallido social, cuando hubo intentos de saqueos a los centros de distribución92, pero estos no se vieron afectados mayormente. El problema real fue para las fundaciones que retiran directamente desde los supermercados, ya que varios de estos sí fueron destruidos.

Uno de los aspectos positivos de este periodo fue que la App siguió funcionando, tanto en supermercados como en la propia bodega de la Red de Alimentos en San Bernardo.

Afortunadamente –excepto por los malos ratos y algunos sustos–, el estallido social casi no tuvo efectos en la gestión social de la Red.

(…) el estallido social fue una época de incertidumbre sobre cómo podíamos operar y los procedimientos que teníamos que establecer en el día a día. Aunque no tuvimos mayores problemas de gestión. –María Eugenia Torres.

Evidentemente, el estallido social no afectó como la epidemia del covid-19, ya que esta implicó una crisis económica severa, cuyos costos no es posible dimensionar en su totalidad aún.

Contagio

El estallido social amainó al acercarse la Navidad. Con la llegada de enero y las vacaciones, el movimiento pareció entrar en pausa. Pero, en paralelo, nos enteramos de las noticias sobre un brote epidémico en China, que luego se esparció por Italia (Lombardía) y España. Hasta que el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la enfermedad como epidemia mundial (pandemia).

El virus nos alcanzó oficialmente el 3 de marzo de 2020, cuando Chile y Argentina registraron –por mera coincidencia– a la primera persona contagiada con el virus del tipo corona, cuyo nombre científico es SARS-CoV-293, el cual causa la enfermedad conocida como covid-1994. Dieciocho días más tarde, nuestro país tuvo su primera víctima por esta enfermedad.

La presencia del virus en el territorio nacional implicó que el gobierno adoptara medidas para el control sanitario y para reducir el riesgo de contagio. Primero se suspendieron las clases presenciales95 y luego se instauró el toque de queda en todo el país, de lunes a domingo, entre las 22.00 y las 05.00 horas96.

El 22 de marzo, en el seno de la Confederación para la Producción y el Comercio97 (CPC) –multigremial que reúne el grueso de las ventas de las empresas de Chile–, comenzó a gestarse la idea de crear un fondo para ir en ayuda del país.

Dos días más tarde, justo cuando el gobierno –por intermedio del Ministerio de Salud– decretó cuarentena en las comunas de Independencia, Las Condes, Lo Barnechea, Ñuñoa, Providencia, Santiago y Vitacura98, la CPC hizo pública la creación del Fondo Privado de Emergencia para la Salud de Chile, el que tenía como meta reunir $50.000 millones, que al tipo de cambio observado de ese día equivalían a US$59 millones. De pasada, Juan Sutil, presidente de la multigremial, reveló en la misma conferencia de prensa que ya contaban con $34.000 millones (68%).

Estos eventos generaron dos reacciones inmediatas al interior de la Red de Alimentos. Por un lado, en una reunión relámpago del directorio decidieron contactarse con la CPC para indagar la posibilidad de obtener parte de esos fondos para ir en ayuda de los más necesitados en el tema alimenticio, ya que era muy probable –dada la experiencia internacional con la que hasta ese entonces se contaba– que las cuarentenas se ampliaran al resto del Gran Santiago y a las capitales regionales. Y, por el otro, en una reunión de gerencia se abordó la problemática de la cuarentena, porque varios de quienes trabajan en la Red de Alimentos viven en esas comunas y si la cuarentena se extendía, quizás todos los colaboradores de la Red tendrían que quedarse en sus casas.

Se tomaron entonces varias decisiones. Primero, los que pudieran hacer teletrabajo empezarían a trabajar desde sus casas. Segundo, se hizo obligatorio el uso de mascarillas en la bodega y se dispuso alcohol-gel en múltiples lugares, para fomentar el lavado de manos continuo. Se comenzó a hacer controles de temperatura a la entrada a todos quienes ingresaban a las bodegas. Como hay dos bodegas en San Bernardo (una pequeña y otra más grande) se formaron dos grupos de trabajadores para disminuir la posibilidad de contagio. La idea era que, si en uno alguien se contagiaba, el grupo completo podía ser reemplazado por el otro, lo que permitía seguir operando. Tercero, de acuerdo con el instructivo de desplazamiento publicado por la autoridad99, Quena diseñó una credencial en PowerPoint para todos los trabajadores. Le mandó el archivo a un amigo que tenía una imprenta y en un dos por tres, ya tenía cómo garantizar el movimiento de todos quienes fuesen necesarios. Cuarto, para evitar los contagios, contrataron dos furgonetas especiales para trasladar a las personas del equipo desde sus casas hasta la bodega de San Bernardo (ida y vuelta), y así evitar posibles contagios en el transporte público. Quinto, ya que para hacer la selección y enmallado de frutas y hortalizas la Red contaba con voluntarios que no podrían seguir convocando, contrataron a tres personas para alcanzar el rendimiento diario y así mantener la productividad. Sin embargo, es posible que una vez que pase la pandemia, se vuelva al antiguo formato de trabajo.

Durante este tiempo fue muy importante la ayuda de la Global FoodBanking Network. Ellos estuvieron constantemente preocupados de todos los bancos de alimentos del mundo. Desplegaron un gran apoyo para cada uno de los países, incluso económico. Pero lo más importante fue que dieron contención emocional y entregaron pautas de mejores prácticas, las que fueron muy relevantes para la buena gestión de personas en la Red de Alimentos. En los primeros meses, Quena sostuvo telereuniones con ellos semanalmente. Ella les contaba lo que la Red estaba haciendo en Chile y ellos le compartían lo que otros países estaban implementando, y así se fueron construyendo protocolos. Y si bien este apoyo continúa, a fines de junio ya no era tan intenso como al inicio de la pandemia.

Entretanto, para que la Red pudiera acceder a los fondos de la CPC, Calú llamó a algunos conocidos suyos que tenían llegada en la multigremial, para que le abrieran camino con Juan Sutil. Las llamadas dieron resultado y un par de horas más tarde, Calú hablaba con el presidente de la entidad. Aprovechó la ocasión para contarle sobre la labor de la Red y cómo abordar a la gente con mayor necesidad alimentaria, ya que este podría ser un eje clave en la gestión empresarial en tiempos de pandemia, tanto o más que la donación de respiradores e insumos médicos.

El 30 de marzo en la tarde, Calú recibió un llamado de la CPC avisándole que a la mañana siguiente se iban a reunir en la sede de la institución para oficializar la entrega de los fondos por $13.600 millones a fundaciones, cuyo foco de trabajo fueran las personas más vulnerables del país100 y que a la Red de Alimentos le habían asignado $1.500 millones.

Lo que pasa es que –aunque nadie lo crea– uno está conectado con el Chile real. Hay mucha gente que vive el día a día (…) y más encima hacen trabajo físico. Por ejemplo, un maestro carpintero que no puede ir a trabajar porque hay cuarentena, se va a quedar en su casa y no le van a pagar. Por eso dijimos “viene hambre”. –Sandro Solari.

Ahora bien, una cosa era que a la Red de Alimentos le hubiesen asignado fondos de la CPC, pero otra muy distinta era que se los entregaran rápido, porque la CPC no es una fundación y, por lo tanto, no puede hacer donaciones. Lo que hicieron entonces fue registrar los fondos a ser donados por cada empresa y familia. Para coordinar el reparto y las transferencias de recursos, Nicolás León, gerente de asuntos públicos de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) se fue “en comisión de servicio” a la CPC. Allí asumió como director ejecutivo del comité del Fondo de Emergencia para la Salud de Chile y trabajó codo a codo con Juan Sutil y Fernando Alvear –gerente general de la CPC–, sobre todo para establecer con meridiana claridad con cuántos fondos se contaba, dónde estaban exactamente y asignar quién hacía las transferencias a qué fundación, y por qué ítem y monto. Las transferencias a las fundaciones no eran algo trivial.

De pasada, en la conferencia de prensa de la CPC, Sebastián Bowen –director de Techo– se acercó a Calú para invitar a la Red a unirse a un grupo de organizaciones jesuitas a colaborar en la entrega de alimentos, coordinarse y evitar la duplicación de esfuerzos. Así fue como la Red de Alimentos se incorporó a Chile Comparte101, un conglomerado integrado por Techo, Hogar de Cristo, Fondo Esperanza, Servicio Jesuita al Migrante y Movidos x Chile (la única institución del grupo que no es de inspiración jesuita).

El 10 de abril se armó un grupo de WhatsApp con personas ligadas a la iniciativa de alimentos de la CPC. Lo integraban Juan Sutil (BanAgro, CPC), Fernando Alvear (CPC), Sandro Solari (Falabella), Sergio Cardone (MallPlaza), Patricio Donoso (CChC), Nicolás León (CChC-CPC), Calú (Red de Alimentos) y Hernán Besomi (Ebco, Megacentro). Le pusieron por nombre Plan de Alimentos y el liderazgo lo llevó Sandro Solari, quien además interactuaba con el Ministerio de Desarrollo Social intercambiando ideas, propuestas, listas de posibles beneficiarios, etcétera.

El primer objetivo del grupo fue discutir cómo orientar los esfuerzos para conseguir el máximo de beneficios. Esto, porque desde el inicio de la pandemia muchos creían saber cómo abordar la ayuda a los más necesitados, pero en realidad en ese momento no estaba para nada claro cómo hacerlo. Pese a que Chile tiene experiencia en catástrofes, tales como aluviones, terremotos y tsunamis, había mucho que diseñar. Por eso el grupo compartía ideas y reflexiones sobre cómo entregar los alimentos. Se propusieron estrategias comunicacionales sobre cómo abrir espacios en la TV para difundir lo que se estaba haciendo, aumentar el alcance y ganar sinergias. También sobre cómo descentralizar y cómo llegar de mejor manera a regiones, entre otros. No importaba si era mañana, tarde o noche, si surgía una idea se texteaba y compartía.

Así nació la propuesta de que la CPC entregara cajas al alero del proyecto Siempre por Chile, una iniciativa de empresarios, familias y grupos empresariales ligados a la CPC102 con dos focos: un fondo para salud y otro para alimentos. También pensaron en hacer una campaña de ayuda nacional con Don Francisco como líder103.

La intensidad del trabajo de comunicación interna de este grupo revela que no pocos personajes del mundo empresarial pasaron gran parte de abril, mayo y junio más preocupados de las ayudas sanitarias y alimenticias que de sus propios negocios. La idea era simplemente colaborar, siempre con el mejor ánimo para llegar a decisiones colegiadas, en forma transversal y compartida, para establecer las mejores estrategias.

Mientras el grupo de empresarios comenzaba a intercambiar ideas por WhatsApp, en la Red de Alimentos se trabajaba a toda máquina para hacer la segunda presentación a la CPC sobre el trabajo de la Red: sus fortalezas y experticia en la entrega de alimentos, así como de sus necesidades, las que siendo coherentes y justificadas, liberarían los fondos asignados por la CPC en dos cheques. Esta labor no solo no fue trivial, sino que tuvo a todo el equipo directivo de la Red trabajando hasta el sábado de Semana Santa a las 04.30 a. m.

Siete horas más tarde, Calú hizo la presentación intentando no pisarse las ojeras.

 

Lo que más le impresionó a la concurrencia fue el mapa de fundaciones con que cuenta la Red (ese que hicieron los geógrafos) y su capacidad para coordinar esfuerzos y llegar, prácticamente, a todo Chile.

Y ahí, la Red, con lo que estaban mostrando, destacó altiro. Era subirse a un auto andando, corriendo a 100 km/h… era echarle más bencina no más. –Sandro Solari.

Para responder a este desafío había que partir por armar un mix nutricional que fuese más o menos estándar. De ello se encargaron Quena y Daniela Maturana104. Para entender cuánto gramaje de cada cosa se les iba a entregar a las organizaciones sociales, Daniela llamó al INTA105 y se contactó con la OMS. Con esas dos recomendaciones determinaron el contenido para las cajas, información que sirvió para establecer qué es lo que estas debían incluir para los beneficiarios de las organizaciones sociales ligadas a la Red. Luego, Hernán Miranda se hizo cargo, junto con María José Andrews106, de lo más complejo, que eran las compras. Para eso había que cotizar y lo hicieron en forma íntegra. Después, gestionaron la recepción de los alimentos, la selección, el despacho y, por último, determinaron qué se le entregaba a quién.

Hasta entonces, la Red nunca había comprado alimentos, así que el equipo se adaptó a las nuevas circunstancias.

–Quena, no puedes usar la bodega de San Bernardo para esto. Va a quedar la tendalada. Va a ser un enredo feroz –dijo Cristián Steffens.

–¿Y qué propones que hagamos? –preguntó Quena.

–Necesitamos otra bodega. Hay que separar ambas operaciones; una es permanente, esta es transitoria –remató Cristián.

La tarea de conseguir otra bodega quedó en manos de Calú, quien llamó a Luis Felipe Lehuedé, uno de los socios principales y gerente general de Megacentro.

–Recibimos unos fondos de la CPC y necesitamos otra bodega para hacer el almacenamiento y organizar la entrega de alimentos, ¿tienes espacio en alguna?

–Sí… mmm, creo que hay sitio disponible en la de Cerro Navia. ¿Te sirve? –preguntó Luis Felipe Lehuedé.

–Todo me sirve –respondió Calú.

Y así fue como esta nueva operación se focalizó ya no en el sur de Santiago, sino en el norte, en calle Carrascal, a pasos de la Costanera Norte. Allá se concentró la bodega de acopio de los alimentos no perecibles comprados, tales como salsa de tomates, harina, legumbres, jurel en lata, azúcar, sal, aceite, entre otros; esos que en general la Red de Alimentos no suele recibir porque su vencimiento es de larga data107 y la probabilidad de que no se vendan es muy baja. Por eso decidieron comprarlos, y porque complementan el consumo de proteínas, que siempre son los alimentos más caros. Quedaba aún por resolver cómo ir a buscarlos, almacenarlos y, finalmente, entregarlos a las fundaciones.

Esta labor significó que los esfuerzos de algunos integrantes de la Red se extendieran, en ocasiones, hasta por catorce horas diarias, de lunes a lunes. Aunque hacia fines de junio, el trabajo requerido ya había retomado cierta normalidad.

Otra derivada para la Red fue que la CPC les solicitó asesoramiento para el programa de cajas SiEmpre, que realizó la entidad gremial del empresariado. Este programa operó independientemente de lo que hacía la Red y de los fondos entregados por la CPC. Como esta última desconocía la materia, pidieron ayuda a la Red y ellos asignaron a Hernán Miranda –gerente de desarrollo de la Red de Alimentos– como enlace, quien trabajó de la mano con Sandro Solari108 y Calú.

En paralelo, el Ministerio de Desarrollo Social contactó a la CPC para aunar los esfuerzos. La propuesta era muy interesante, ya que ellos contaban con algo fundamental: las direcciones de las familias más vulnerables. Este dato vino a cerrar el círculo. El grupo ya sabía qué alimentos incluir en la caja, cómo y dónde adquirirlas, quién las armaría y quiénes eran los que más las necesitaban para ir a dejárselas directamente a sus hogares. En total, 125.000 familias fueron beneficiadas con las Cajas SiEmpre109.

Salir a la calle a entregar cajas no es fácil. En una ocasión una fundación estaba entregando cajas de la Red de Alimentos en una población y les robaron algunas de las que estaban repartiendo. –María José Vergara.

Por ese entonces, otro aliado de la Red de Alimentos se unió a la campaña: Walmart.

Líder había estado analizando cómo aumentar la implementación de la App con la Red de Alimentos, ya que desde que entró en funcionamiento en febrero de 2020, solo estaba operativa la entrega directa de alimentos a las fundaciones desde algunos supermercados. Por ello, ante la crisis del covid-19, Walmart movilizó todos sus esfuerzos para sumar más supermercados a la App de la Red, que vincula directamente a los locales de Walmart con las fundaciones cercanas. En concreto, Walmart extendió la App de dos a 192 supermercados durante el año 2020, siendo todo un éxito la expansión a regiones. En esa línea, cada mes las organizaciones sociales realizan un promedio de 2.000 retiros pudiendo recuperar más de 50.000 kilos mensuales de alimentos y productos de primera necesidad que antes se desperdiciaban.

Cuando Nicolás León logró coordinar la entrega de recursos reunidos por la CPC, los de la Red de Alimentos provinieron de dos fuentes: los family office de las familias Solari y Cúneo, ambas ligadas al Grupo Falabella. En cuanto los fondos estuvieron disponibles, estos se convirtieron en pallets con el mix de alimentos que ya había sido definido, y fueron enviados a las organizaciones sociales con los beneficiarios más expuestos a los efectos del covid-19 y que sumaron aproximadamente unas treinta mil personas de residencias, comedores sociales, ollas comunes y organizaciones que atienden a personas en situación de calle.

Otro paso importante para ampliar el alcance de la Red de Alimentos tuvo lugar el 20 de abril, cuando Calú llamó a Fernando Barraza, director del SII, para pedirle que flexibilizara la norma de entrega de bienes a fundaciones no inscritas en la Red, de forma excepcional, por motivo de la cuarentena, y por un plazo limitado.

El director del SII, que ya conocía bien la obra de la Red de Alimentos y que, además, fue quien apoyó la resolución para donar bienes de primera necesidad, acogió la idea de inmediato y dos días después se publicó la Resolución Nº42, que autorizaba a la Red –por un plazo de 120 días– para distribuir bienes en fundaciones que no estaban inscritas en el registro.

El acercamiento de la Red de Alimentos a la CPC comenzó a generarle una mayor visibilidad y a despertar ya no solo simpatía, sino que empezó a ser vista como una herramienta o un brazo eficiente para entregar recursos a los más necesitados. Por una parte, nuevas fundaciones querían integrarse a la Red (así fue como en seis meses pasaron de tener 295 a 356 fundaciones asociadas). Por otra parte, empezaron a recibir más alimentos de las empresas que ya les donaban. También se sumaron nuevas empresas que querían colaborar, ya fuera con alimentos o fondos, como fue el caso de Copec, a través de ProntoCopec y UberEats.

A comienzos de mayo, Copec se puso en contacto con la Red de Alimentos para aportar en la entrega de alimentos. Para ello sumaron a la alianza a UberEats y desarrollaron la campaña 1+1. Esta consistió en que por cada aporte individual de un desayuno para una persona vulnerable a través de UberEats y ProntoCopec, estas empresas duplicaban lo donado en comida.

En paralelo, la Red se reunió con el Grupo Falabella para sellar una alianza a fin de ir en ayuda de familias vulnerables. En todas las plataformas en línea de la multitienda, se abrió un canal de donaciones en el que los clientes podían donar a través de cualquiera de sus tiendas para ir en apoyo de la labor de la Red. Además, las siete empresas del grupo Falabella hicieron importantes aportes financieros.