El misterio del amor matrimonial

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El amor no busca su propio interés, sino sobre todo, el bien del otro. Está claro que el que se enamora genera un sentimiento de “necesidad” en cuanto espera que el otro lo haga feliz. La madurez de la relación va a lograr que el enamoramiento, etapa naturalmente egocéntrica, sea suplantado por el amor: “tengo necesidad de hacerte feliz”. El amor se lo cultiva de muchas maneras, por ejemplo, comprendiendo, perdonando, sabiendo ponerse en lugar del otro, admirando los dones del cónyuge, tolerando sus defectos, sobre todo, deseando permanentemente hacer feliz a la persona amada, hasta tal punto, que su felicidad genera la propia felicidad. “Viéndote feliz, soy feliz”.

Si alguien quiere destruir el matrimonio no tiene más que comenzar a exigir y exigir y exigir… Especialmente, si día a día critica de modo permanente al otro en todo lo que hace, dice y piensa. Si a cada rato le recuerda sus fallas, sus limitaciones, sus debilidades y, además, lo trata con asperezas de carácter, va a hacer que el otro busque otros ámbitos, en los que se sienta tranquilo, aliviado, sin tener que soportar comentarios y críticas negativas.

Hacer feliz, comienza por la aceptación de cómo es el otro, especialmente, la aceptación de aquello que está marcado por la propia personalidad, sin eximir de la aceptación de aquello que la persona puede cambiar. El amor y el afecto todo lo pueden. Ama, y verás qué grandes resultados se obtienen.

“¿Me amas porque me necesitas o me necesitas porque me amas? ¿Te amo porque te necesito o te necesito porque te amo?” ¡Qué pregunta! Muy movilizadora y clarificadora de intenciones.

Si amas porque algo necesitas, cuando se termine la necesidad, ¿qué pasaría? En cambio, necesitar al otro porque es objeto del amor, ¡qué diferente! Cuando se ama de verdad se va poniendo parte del propio ser en el otro, es uno mismo, por eso ya no puede vivir sin el ‘yo’ proyectado en el ‘tú’.

El amor se hace grande, sólido y auténtico, con verdadera proyección y esperanza de futuro, si la “necesidad” de vivir y compartir la vida con la persona, que se dice que se ama, brota, surge del mismo amor; cuando todo lo que se hace es para que el otro sea feliz, entonces para los esposos amar y vivir se transforma en una misma cosa. Cada minuto de la vida está en función de hacer feliz al otro.

Una vida no es plena y hermosa porque dure muchos años, sino por la intensidad como se vive en el amor y se haya trabajado por hacer feliz a los demás. La felicidad no transita desde los demás hacia uno, sino de uno hacia los demás. En cuántas oportunidades se reclama que se me haga feliz, olvidando que es uno quien debe hacer feliz al otro. Siempre digo en nuestras comunidades de consagrados, que la cocina tiene el privilegio de ser un lugar en el que se puede pensar en los demás, complacerles, hacerles experimentar que se los ama. Alguien me decía refiriéndose a una de las consagradas, “siempre piensa en los demás”, ¡qué bueno escuchar eso! Tuve la gracia de experimentar en mi familia, que mamá y papá, de modos diferentes, buscaron agradar y hacer feliz a sus hijos. Esa vivencia de la infancia me ha conducido a experimentar un impulso interior de querer y buscar ayudar a que los demás sean felices.

El que busca a través del amor la felicidad del otro, no puede dejar de amar. Es un hábito que actúa por sí mismo, no tiene que pensarlo ni proponérselo.

Donde hay amor hay felicidad, donde hay felicidad es porque hay amor. El amor genera una fragancia que todo lo envuelve, penetra y trasciende en el tiempo, dejando una marca que nada podrá borrar.

Este espíritu debe hacer palpitar todas las realidades que se viven en el matrimonio. Mencionemos el diálogo, como ejemplo de esto que acabamos de afirmar: Si sólo se buscan los propios intereses, sin capacidad de concentrarse en las necesidades y sentimientos del otro, éste, será conducido irremediablemente al fracaso.

El amor humaniza. Hace a la persona más persona, porque la hace más humana. El egocentrismo animaliza, el amor humaniza. Las grandes personas no son, necesariamente, las que están en los monumentos o con sus nombres escritos en bronce, –lo que muchas veces responde a ideologías que hoy ensalzan y mañana destruyen–: Un gran hombre y una gran mujer, se miden por su capacidad de amar, de buscar que los demás sean felices.

Te necesito porque te amo, pero jamás te amo porque te necesito. Lo primero es un amor profundo, que brota desde la misma entraña del corazón; lo segundo, es el amor caricatura, barniz, que se coloca mientras exista la conveniencia y después… si te he visto no me acuerdo. Alguien de más de cuarenta años de casado decía “ya podemos divorciarnos, total ¿para qué?” Jamás se jubila en la vida matrimonial la alegría, el entusiasmo, el amor apasionado por hacerle feliz al otro. Mientras dure el peregrinar terreno, el corazón late al ritmo de la vida que no pierde la capacidad de buscar ser feliz. La mayor sabiduría del ser humano es la de convertir la vida en amor y el amor en felicidad donada a quien se ama.

“¿Me amas porque me necesitas o me necesitas porque me amas? ¿Te amo porque te necesito o te necesito porque te amo?” Hay mucho por escarbar, escarben… Hay mucho por decir, díganlo…

Permítanme finalizar con una frase que parece descolgada, pero que tiene mucho que ver: Dios es amor y nos creó para que seamos felices.

Para dialogar en pareja

1.- ¿Qué encontré en ti, que hizo que te amara y te eligiera como esposo, esposa?

2.- ¿Te amo porque te necesito o te necesito porque te amo? ¿Me amas porque me necesitas o me necesitas porque me amas?

3.- ¿Por qué me amas? ¿Por qué te amo?

4.- ¿Qué siento al compartir contigo este tema?

5.- En general, quienes dicen que aman, ¿buscan la felicidad del amado o su propia felicidad?

Para orar juntos

Señor Jesús,

que nos amaste sin interés alguno,

buscando que llegue la salvación y la felicidad eterna

a cada uno de nosotros,

te pedimos que sepamos amar del mismo modo,

sin condición alguna,

sino dándonos enteramente

a quien amamos de verdad.

Es nuestro deseo trabajar constantemente por el bien del amado,

nos pusiste juntos para construir la felicidad

en los años que recorramos juntos,

proyectada hacia la eternidad,

ayúdanos para que se haga realidad.

Amén.

“Yo” y “Tú”: la dinámica del amor

“Y Dios creó al hombre a su imagen;

los creó a imagen de Dios,

los creó varón y mujer”

(Génesis 1,27)

El ser humano está hecho para el encuentro. Necesita del otro, y desea dar, especialmente, darse a sí mismo. “Tus afectos movieran mi demanda, si por mi fueran, cual por ti los míos”1. Dante, con una expresión aventurada, nos presenta el dinamismo del ‘yo’ y el ‘tú’, la capacidad de salir de sí para el encuentro con el otro, que se revela como decisiva para la maduración de la persona y para su salud psicológica. Se demanda los afectos del otro y, al mismo tiempo, se los ofrece.

En la aparición sorpresiva del ‘tú’, en la experiencia del enamoramiento -entre otras-, despierta el ‘yo’ que no reduce en nada su identidad. Todo lo contrario, el encuentro con el ‘tú’ potencia la propia identidad. Resalta al propio ‘yo’.

En todas las culturas y las latitudes geográficas, el ‘yo’ experimenta una motivación e invitación constante, desde el inicio de la propia existencia, que lo empuja, lo lanza al encuentro con el ‘tú’. Es un sello imborrable de la misma naturaleza humana.

La Palabra de Dios nos muestra el origen del hombre, utilizando una definición inconfundible: un ‘yo’ es varón, y otro ‘yo’ es mujer. Llamados a un encuentro profundo, de consecuencias que trasciende los sueños e ilusiones que jamás alguien pueda sospechar. El amor de este encuentro, genera maravillosamente un nuevo amor. Genera ‘otro’, el hijo.

El ‘yo’ nace siempre de una relación. Nadie puede “fabricarse” a sí mismo. Cada uno debe su origen a ‘otros’, papá y mamá y a ‘Otro’, que es Dios.

Para la realización personal también es necesario ‘otro’. Nadie es feliz aislado, sin la relación con el ‘tú’ del ‘otro’. Nadie puede ser feliz, si es un solitario en una isla.

Recuerdo que en una oportunidad, hace unos años, me encontré con una exposición de maquinarias, de electrónica y, entre todo eso, había una joven dentro de una vitrina, la que era su casa. Una silla, un baño y una computadora. Incomunicada con el resto de los ‘tú’ de modo directo, ni siquiera sonreía a quienes se acercaban a su stand. Mostraba cómo con la computadora podía resolver absolutamente “todas” sus necesidades. Era una chica “enfrascada”. Mejor dicho, intentaba demostrar que con una computadora ella todo lo resolvía. Pero, cómo lograr desde una vitrina el encuentro personal con el ‘tú’. La vida no se puede resolver a “distancia”. Es muy diferente sacar el pan de una góndola, a que te sirva el medio kilo el propio panadero, que lo amasó, lo horneó y lo sirve. Ese momento implica muchas otras cosas, “hace calor”, “qué manera de llover”, “¿cómo están tus hijos?”, “¿superaste el problema de salud?”, “¡qué bien se te ve!”… en fin, temas que hacen a la vida, pero que lo posibilita el encuentro de persona a persona, de ‘yo’ a ‘tú’. El individualismo intenta una vitrina para cada uno, pero somos personas capaces del encuentro con el otro, de abrir el corazón y la mente, de comunicarnos.

Como vemos, la experiencia con el otro, lo recuerda permanentemente la vida misma. Pensemos en un bebé, cuando mira detenidamente el rostro de su mamá al descubrir que ella le sonríe; o en el alivio de un niño cuando frente a un temor determinado encuentra la mano del papá; o en la sensación del adolescente, que enamorado, se encuentra con la mirada cómplice de su pretendida; o en el compartir de dos amigos sentados en una escalinata conversando y contemplando la juntura de dos ríos; o en el “milagro” de aquel hombre chileno que “estampillado” contra un camión lo dieron por muerto: su esposa por un hilito de sangre luchó y peleó diciendo que estaba vivo, después de seis meses en terapia intensiva el hombre al abrir los ojos, se encontró con la esposa incondicional, que vendió todo lo que tenían por esos seis meses de esperanza; la última frase de mi padre que quedó tallada en mis oídos; la mirada y sonrisa de mi madre que me buscaron intencionalmente al partir… en fin, el otro, incondicionalmente necesario.

 

Nadie puede vivir cerrado en sí mismo, autosuficiente. El ‘yo’ abre los ojos a la vida, busca y se realiza en la impresionante e irresistible atracción del ‘tú’. El amor en todas sus dimensiones explica esta experiencia universal, que afecta a todos los hombres de las diferentes latitudes y culturas, en todos los tiempos. Inquebrantable experiencia, a pesar de que el término amor, hoy está tan devaluado, ¡realidad tan manoseada y desgastada!

El encuentro por excelencia se da respondiendo a la misma creación, en la que Dios hizo al hombre, varón y mujer, dándoles la oportunidad de lo relacional, de la comunicación, del amor, respondiendo al hecho de haber sido creados, a imagen y semejanza de Él. El ser varón o mujer, marca la impronta de la creación, dando la oportunidad especialísima, de vivir un amor entre ambos como regalo, don “de sí mismo” al otro, que se coronará con el don de la fecundidad.

Al haber “despegado” el sexo de la fecundidad, de la paternidad, nos han llevado al ficticio problema del género. Al quitar del sexo, el amor y la comunicación de la vida, cualquier placer es válido, cerrando cada vez más al individuo en sí mismo. Dios hizo al hombre persona, capaz de abrirse en el encuentro con el otro, y tejer con sus vidas una maravilla que trasciende las propias vidas haciéndose “hijo”.

“Y dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gn 2,18). Todas las células serán de ahí en más, masculinas o femeninas, complemento para los grandes proyectos de la vida, para el fruto del hijo, para entretejer juntos la realización y felicidad de la vida.

La dinámica del amor matrimonial se conjuga necesariamente en el encuentro personal del ‘yo’ y del ‘tú’. No se puede vivir el matrimonio a través de una computadora, ni por medio de las redes sociales, ni por celular… aunque esta sociedad ha logrado que muchos lo vivan como tal… que algunos esposos tengan que competir con el cónyuge que desea vivir en una vitrina conectado anónimamente con muchos y olvidando la caricia, la actitud de escucha, la atención, que necesita su esposo o esposa.

Unas palabritas para finalizar la reflexión, para que compartan tomados de la mano: “Porque eres un ‘yo’, para mí eres un ‘tú’, y por ser también yo un ‘yo’, soy para ti, un ‘tú’. ¡Oh! Este decir ‘tú’, este pasar hacia el otro como por un puente liviano, que se tiende sobre infinitudes, un puente de luz pero que tiene la suficiente fuerza como para soportarte a ti y soportarme a mí. Yo voy hacia ti, diciendo ‘tú’; y tú vienes hacia mí, diciendo ‘tú’ a mí. “¡Oh, este decir ‘tú’!” (Lippert).

Para dialogar en pareja.

1.- ¿Recordamos el momento en el cual el otro comenzó a ser un ‘tú’ que sorprendió al ‘yo’? Narrarlo mutuamente.

2.- ¿Nos regalamos el suficiente tiempo para el encuentro de nuestros ‘yo’ y ‘tú’?

3.- ¿Existe algún aspecto en los que nuestros ‘yo’ viven en vitrina? ¿Cómo mejorar en este sentido?

4.- El individualismo que quiere imponer nuestra sociedad, ¿permite descubrir al ‘tú’? Los jóvenes, ¿tienen posibilidades de salir de su ‘yo’ frente a las propuestas sociales?

5.- ¿Cómo trabajar en la educación de las nuevas generaciones para que puedan descubrir el ‘tú’ del otro?

Para orar juntos.

Señor Jesús,

en Tu propia experiencia del misterio Trinitario

se encuentra la dinámica del ‘yo’ y del ‘tú’,

por eso, te pedimos que nos ayudes

a enriquecer nuestro encuentro,

que aquella primera vez,

en que cada uno comenzó a ser un ‘tú’ para el otro,

sea la constante motivación a crecer

en el ir trenzando ambos ‘yo’ y ‘tú’,

para el maravilloso logro del ‘nosotros’.

Además, Señor,

deseamos profundizar en la búsqueda del ‘Tú’,

que eres en “medio de nosotros”,

para entregarnos ambos de modo más pleno a Ti.

Amén.

1. (Dante, Divina Comedia, Paraíso IX, Losada, Bs As 2004, pág. 414)

Tú llenas mi corazón de alegría

“¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!

¡Tus ojos son como palomas!

¡Qué hermoso eres, amado mío, eres realmente encantador!

Aparecieron las flores sobre la tierra,

llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra

el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos

y las viñas en flor exhalan su perfume.

¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!

Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas,

en lugares escarpados, muéstrame tu rostro,

déjame oír tu voz; porque tu voz es suave

y es hermoso tu semblante.”

(Cantar de los Cantares 1,15-16. 2,12-14)

Corazón Contento (Palito Ortega)

Tú eres lo más lindo

de mi vida,

aunque yo no te lo diga,

aunque yo no te lo diga.

Si tú no estás

yo no tengo alegría,

yo te extraño de noche,

yo te extraño de día.

Yo quisiera que sepas

que nunca quise así,

que mi vida comienza

cuando te conocí.

Tú eres como el sol

de la mañana,

que entra por mi ventana,

que entra por mi ventana.

Tú eres de mi vida la alegría,

sos mi sueño en la noche,

sos la luz de mis días.

Tengo el corazón contento,

el corazón contento,

lleno de alegría.

Tengo el corazón contento

desde aquel momento

en que llegaste a mí.

Le doy gracias a la vida

y le pido a Dios

que no me faltes nunca,

yo quisiera que sepas

que nunca quise así

que mi vida comienza

cuando te conocí.

A través del compartir esta reflexión, previamente habiendo escuchado el tema musical propuesto, es mi deseo que recuerden lo importante que cada uno es para el otro. ¡Cuánto dolor experimento en las oportunidades en las que descubro tristeza en un corazón matrimonial, en el regazo íntimo de los que se aman!

“Mi vida comienza cuando te conocí”. Cada uno puede decirle al otro: “cuando Dios te puso en mi vida ‘aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oyó en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalaron su perfume”. La vida comenzó a palpitar y sentir que un mundo nuevo se abría en el horizonte.

“Tú eres lo más lindo de mi vida, aunque yo no te lo diga”. En los muchos años que trabajo con los matrimonios, encontré muy pocos que no se amaban; sí aparecieron en mi camino, unos cuantos que no se lo demuestran, que no se dicen todo lo que se quieren y aman. La rutina y el acostumbramiento de vivir juntos los invadió. Tal vez, también, el desgaste de los roces lógicos de la convivencia entre personas diferentes. Por esto, es tan importante el descubrimiento de cada uno respecto al otro, que lo que mejor les ocurrió a ambos fue encontrarse en el camino de la vida. Los invito a que, en este momento, recuerden los primeros tiempos, las motivaciones que generaron el enamoramiento, la decisión de ser el uno del otro, para toda la vida.

“Si tú no estás yo no tengo alegría, yo te extraño de noche, yo te extraño de día. Yo quisiera que sepas que nunca quise así”. ¿Cómo no van a querer así, si a nadie le regalaron todo el ser como lo hicieron con quien tienen a su lado? Brindaron lo más grande y único que poseen: la vida. El don maravilloso de la vida que Dios les regaló hasta que Él lo permita, la única e irrepetible vida, se la ofrecieron al amado, a la amada. El amor conduce a la profunda unidad de ambos, a ser “una sola carne” que significa mucho más que la unión de dos cuerpos, es la unidad de dos personas, espíritu y cuerpo. Esto implica una sensación profunda que hace que se extrañen en la ausencia, o experimenten que la distancia hace perder el sentido del sabor por la vida y la misma alegría de vivir.

El amor les dio la oportunidad de salir del ‘yo’ para encontrarse con el ‘tú’ del otro. La crisis en la que están sumergidos muchos matrimonios en la actualidad, es fruto -en parte- del individualismo que la sociedad actual siembra en el corazón de las personas, impidiendo que logren encontrarse con el ‘tú’. Cuando surge una pequeña o gran crisis matrimonial se manifiesta -generalmente- en el cerrarse cada uno en sí mismo, reclamando cambios del otro, señalando fallas o defectos que en otros tiempos no molestaban y culpando o responsabilizando al otro de la situación por la que se atraviesa. Allí se pierde la alegría de la vida matrimonial. En cambio, cuando se vive en búsqueda del ‘tú’ saliendo del ‘yo’, en el constante querer construir el ‘nosotros’, todo es diferente, se está creando un clima de felicidad, aunque sean los mismos dos que contribuyen con todo lo positivo y maravilloso de sí mismo y, también, con aquello que falta o que sobra. Pero el amor, todo lo puede. Asume, disimula, carga sobre sí, alienta ante la debilidad del amado. Conozco una esposa que cuando él hacía lo que a ella no le gustaba, salía en el automóvil, por donde él estaba, cuidando que no le pase nada. En lugar de reprochar, amaba cuidando. ¡Hoy ya no es necesario, el amor pudo más!

“Tengo el corazón contento, el corazón contento, lleno de alegría. Tengo el corazón contento desde aquel momento en que llegaste a mí. Le doy gracias a la vida y le pido a Dios que no me faltes nunca”. Dios quiso que la vida los entrelazara. ¿Acaso no es motivo de inmensa alegría? ¡Qué maravilla descubrir un matrimonio que al mirarse a los ojos, estallan de felicidad!

Un matrimonio feliz, genera una sensación indescriptible para los esposos, brinda gran seguridad a los hijos, sobre todo, éstos crecerán en una sólida familia que les provocará el deseo de construir una familia semejante a la de sus padres. Un matrimonio feliz hace una familia feliz. La felicidad de una familia atrae, no solamente a los extraños, sino a los mismos miembros, dado que todos desean volver a casa cada vez que, por un motivo determinado, debieron partir.

Una familia feliz, es el sueño de Dios, el sueño de los novios que se prestan a decidir sus bodas matrimoniales, el sueño de los esposos que minuto a minuto de la vida van construyendo el hogar, el sueño de los hijos cuando proyectan en el futuro la realidad que experimentan en sus padres. ¡Por una familia feliz existe, trabaja y evangeliza Hogares Nuevos! Que todos los esposos sean capaces de brindar el hermoso y profundo testimonio de un corazón contento, lleno de alegría. Por esto, le dan gracias a la vida y a Dios y le piden que nunca le falte el uno al otro, sino que la felicidad que hoy experimentan se proyecte en la eternidad.

Díganselo hoy y siempre, como quieran o con las palabras del Cantar de los Cantares: “¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! ¡Qué hermoso eres, amado mío, eres realmente encantador!”

Para dialogar en pareja.

1.- Contarse mutuamente, cuánto vale cada uno para el otro.

2.- Como matrimonio: ¿están contentos y alegres por el otro? ¿Son un matrimonio feliz? ¿Qué aspectos deben disponerse a hacer crecer para que brille más aún la felicidad matrimonial?

3.- Piensen y concreten una invitación mutua para celebrar lo contento que está su corazón por quien tienen a su lado.

4.- Nuestra sociedad, ¿ayuda a valorar al cónyuge? ¿Qué riesgos concretos, en la desvalorización social de la vida matrimonial, pueden afectar a los matrimonios hoy en día?

Para orar juntos.

Señor Jesús, tomados de la mano,

queremos agradecerte el habernos puesto

juntos en el camino de la vida,

dándonos la oportunidad de ser felices en nuestro matrimonio y familia.

Desde que nos llamaste a construir una familia,

estamos muy contentos, nuestro corazón

 

rebalsa de alegría, somos felices.

Ayúdanos a sostener nuestra familia desde tu fortaleza,

que nunca nos falte la gracia,

para que hasta el final de nuestros días,

podamos gozar de la belleza

de nuestro matrimonio y familia.

Amén.